Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝑳𝒂 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒑𝒓𝒆𝒗𝒂𝒍𝒆𝒄𝒆 𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒍𝒂 𝒕𝒓𝒊𝒔𝒕𝒆𝒛𝒂



“𝑷𝒐𝒓 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒎𝒊𝒏𝒖𝒕𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒂́𝒔 𝒆𝒏𝒇𝒂𝒅𝒂𝒅𝒐, 𝒑𝒊𝒆𝒓𝒅𝒆𝒔 𝒔𝒆𝒔𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅.” — 𝑹𝒂𝒍𝒑𝒉 𝑾𝒂𝒍𝒅𝒐 𝑬𝒎𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏.





Andrómeda abrió las puertas del hospital en un estrepitoso sonido sin dejar de correr con Khea a pocos pasos de ella, igual de angustiado, igual de preocupado. Ambos llegaron a la recepción y como pudieron, con la respiración agitada y lágrimas cayendo por sus rostros, preguntaron la ubicación de su pequeño hijo, rápidamente la recepcionista les indicó el piso y el número de la habitación, no sin antes decirle que Orión estaba bien, que había sobrevivido y se encontraba descansado, sin embargo, no tenían permitida la visita hasta que el paciente recuperará la consciencia. Fue ahí en donde los dos pudieron respirar tranquilos, su hijo estaba vivo y eso era lo único que importaba en ese momento.

En silencio se dirigieron hacia el ascensor en dirección al piso seis, Ivo notaba que la castaña había borrado su expresión de tristeza para cambiarla por un notable ceño fruncido, lo que significaba que estaba comenzando a molestarse.

—Meda, no fue culpa de Valentín —fue lo primero que dijo a sabiendas que eso era exactamente lo que estaba pensando su acompañante.

—¿Cómo me vas a decir eso? —espetó con enojo volteando a verlo. —Claro que es su culpa, él fue quien le pidió la hamburguesa con cebolla sabiendo muy bien que Orión es alérgico a eso, ¡Se pudo morir, Ivo! —levantó la voz solo para luego cubrir su rostro sintiendo las lágrimas volver a subir a sus ojos. —¿No has caído en eso? Tal vez ahorita no estaríamos yendo a verlo, esperando que despierte, estaríamos yendo a la morgue —habló con la voz rota haciendo que de inmediato el artista se acercara a abrazarla contra su pecho.

Orión era el centro del universo para sus padres y aunque Khea hubiera llegado tarde al tren de la paternidad, le seguía doliendo todo lo que estaba pasando, seguía con la misma angustia la cual aún no desaparecía del todo. En ese punto de su vida no podría vivir sin su hijo, no había forma en el universo en el que él hubiera podido continuar su vida como si nada, se habría roto, tal vez hasta habría querido seguirlo para estar en el más allá con él; así que sí, le dolía todo lo que estaba pasando, pero no lo suficiente como para culpar a Valentín, sabía con certeza que el de ojos azules nunca haría nada para lastimar intencionalmente a Orión, tenía más que claro que su compañero de profesión sería capaz de tomar una bala por su hijo.

Por otro lado Andrómeda estaba cegada por el dolor y el miedo de casi haber perdido a su hijo, estaba enojada con Valentín por no recordar una simple cosa, por no recordar que hasta un pedazo diminuto de cebolla podría acabar con la vida de Orión, no podía creer como fue tan descuidado, tan insensato. En ese momento lo único que pensaba era en alejar a su hijo lo más lejos de Valentín Oliva.

—Lo sé, lo sé, pero vos sabés muy bien que Valentín sería incapaz de hacerle algo malo a Orión, simplemente fue un error fatal, él debe de sentirse pésimo, igual o más que nosotros... —se separó lentamente para tomar el rostro de la chica entre sus manos  —No hagas una escena, no digas o hagas algo de lo cual te podés arrepentir más adelante. Lo único que importa ahora es ver a nuestro hijo y cuidarlo mucho, ya está —ante sus calmadas palabras Andrómeda logró asentir estando de acuerdo con él.

No podía simplemente llegar y empezar a gritarle a Valentín por haber tenido ese descuido horroroso, al final Ivo tenía razón, incluso ella misma sabía muy en el fondo que seguramente el Argentino ya se estaría culpando a si mismo por el acto, también tenía claro que Valentín no tenía maldad en su corazón y él amaba a Orión con su vida, lo amaba con su alma, Andrómeda lo sabía, pero aún así estaba enojada.

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron a paso rápido de el en dirreción a la habitación que le habían dicho en recepción. Al llegar al área de espera de el piso se encontraron con Valentín sentado en el pasillo con la cabeza entre sus rodillas, Andrómeda pudo reconocer a Maia sentada a un lado de él sobando su espalda lentamente; en cuanto llegaron madre e hijo levantaron la mirada al escuchar pasos aproximándose a ellos, Valentín de inmediato se levantó al ver a Andrómeda, su rostro se encontraba rojo y bañado en lágrimas recientes con rastros antiguos de las mismas.

Fue imposible que a la castaña no se le rompiera el corazón ante tal imagen, nunca había visto tan destrozado a Valentín.

—Lo siento mucho, Meda, posta, no sé que pasó, se me olvidó por completo que era alérgico a la cebolla, yo no lo recordaba y fue mi culpa, perdóname, en serio... —Valentín hablaba con rapidez entre sollozos lastimeros, sin embargo, para la sorpresa de los presentes (para Valentín aún más) Andrómeda se acercó para abrazarlo.

Aún seguía enfadada, de hecho, estaba hirviendo por dentro, pero no era tonta, ella tenía muy en claro que Valentín ya estaba pasándola lo suficientemente mal para que ella se pusiera en la posición de culparlo y hacerlo sentir peor. Ya habría tiempo para decirle lo que sentía, ya habría tiempo para expresarle lo enojada que estaba, para decirle que no lo quería cerca de Orión, al menos no por ahora, pero ahora no era el momento ni el lugar.

—Él está bien, es lo único que importa ahora mismo, ¿Okey? Vamos a concentrarnos en eso, luego ya hablaremos —le habló en un tono neutro, casi amable, mientras se separaban. El Argentino asintió posando su mirada en el piso.

Tenía claro que había arruinado lo poco que había construido con Andrómeda en esa misma semana, era más que obvio que la chica se estaba conteniendo para no armar un escena dramática en medio del hospital y para no lastimarlo más de lo que ya estaba. Hasta le parecía increíble el autocontrol que tenía, Andrómeda era tan buena persona que se contuvo para no hacerlo sentir mal, aún así sabía que más temprano que tarde iba a desahogarse, tal vez le iba a gritar, pero cuando llegara ese momento iba a estar preparado, es lo menos que se merecía luego de lo que causó.

—¿Familiares de Orión García? —una enfermera se hizo paso entre el incómodo momento provocando que todos pusieran su atención en ella.

—Yo soy su mamá —Andrómeda se adelantó a hablar dando un paso al frente. —Y él es su papá —señaló hacia Ivo quien dió un paso hacia el frente rodeando sus hombros con un brazo.

La enfermera por un momento lució confundida y miró hacia Valentín, ella había visto tan preocupado al muchacho que tomó por hecho que él era el padre de la criatura. El de ojos azules negó haciendo una mueca mientras se cruzaba de brazos, ansioso por escuchar que tenía para decirles.

Claro que eso no pasó por desapercibido para Andrómeda, no se le hacía raro que pensaran que Valentín era el padre de Orión, siempre había sido muy protector y amoroso con él, es fácil confundirse... Sin embargo, ella creía firmemente que ningún padre podría olvidar que alimento causa la muerte de su hijo, ninguno.

—El nene ya despertó y está estable, ansioso de ver a su mamá —sonrió amablemente. —Si quieren pueden seguirme y los llevaré hasta la habitación con gusto —los padres del pequeño asintieron de inmediato y todos comenzaron a caminar para seguir a la enfermera, pero está detuvo su paso poniendo una expresión casi de tristeza. —Por ahora solo pueden pasar los papás —aclaró al ver a Valentín siguiéndola también.

Aunque no conocía de nada al artista le producía cierta tristeza dejarlo atrás, él fue quien llegó con el niño, él fue quien le preguntó sobre el estado del pequeño cada vez que la vió pasar, él fue quien lloró y lució devastado durante todo momento. Si fuera por ella lo dejaría pasar sin dudarlo, pero las reglas son las reglas y por ahora no podía ir a verlo.

—Esta bien, lo entiendo —el joven asintió volviendo a donde su madre, Andrómeda lo miró con una mueca al ver su notable tristeza. —Por favor, díganle que lo siento, díganle que me perdone, por favor —rogó mirando directamente a los ojos cafés de la chica.

Ella simplemente asintió y se dió la vuelta para seguir con su camino en compañia de la enfermera e Ivo.

Al poco tiempo llegaron a la habitación encontrándose con un Orión mirando dibujos animados en la televisión mientras comía gelatina en un pequeño envase, como si nada hubiera pasado, tal imagen logró sacar una sonrisa en Andrómeda, su pequeño era fuerte, muy fuerte.

—Hola, bebé —habló acercándose a él con una pequeña sonrisa, el pequeño al verlos sonrió ampliamente, pero se le notaba claramente el cansancio en sus ojos. —¿Cómo te sientes? —se sentó a un lado de él tomando una de sus manos.

Ivo por otra parte se sentó al otro lado de la cama haciendo lo mismo que Andrómeda, tomó la mano de Orión acariciando la misma con suavidad.

—Me siento bien, solo estoy cansado —respondió con la voz un tanto ronca, su papá se apresuró a llevar el vaso de agua que reposaba en la mesa a su boca para que bebiera del contenido, Orión con cuidado lo hizo. —¿Cómo está Valentín? —preguntó mirando directamente a su madre quien sólo suspiro.

Aún le parecía casi insólito que Orión se preocupara tanto por Valentín, eso le demostraba una vez más el corazón tan enorme que tenía su hijo, no le importó que Valentín hubiera cometido un error y que él terminara en el hospital al borde de la muerte, no le importó en absoluto.

—Él está bien, está afuera... —sonrió levemente. —Él me pidió que te dijera que lo siente mucho, que lo perdones, pero... —en ese momento Orión la interrumpió negando con la cabeza.

—No tengo que perdonarle nada —habló claro y seguro sacándole una risa a Ivo, sabía que su hijo iba a tomar esa posición, le alegraba. —Cometió un error, todos cometemos errores. Vos me dijiste que errar es de humanos, así que no, le podés decir que no lo perdono porque no hay nada que perdonar —sonrió ampliamente asintiendo a la vez para demostrar su punto.

—Orión tiene razón, Meda, errar es de humanos —intervino Khea llevándose la mirada feliz de Orión, al menos alguien estaba de su parte.

Orión entendía muy bien porqué su mamá estaba enojada con Valentín, él tenía claro que estuvo cerca de no estar ahí hablando con ellos, pero quería hacerla entender que lo que le había ocurrido no significaba que Valentín le quería hacer daño o algo parecido. Es más, el niño quería verlo y agradecerle por traerlo a tiempo al hospital.

El pequeño tenía recuerdos borrosos de los momentos antes de llegar al hospital, sin embargo, lo que tenía grabado en su mente con tinta permanente era la voz de Valentín, recordándole que todo iba a estar bien, que él iba a estar bien, podía sentir su mano tomando la suya con firmeza, y eso lo ayudó a resistir. El artista había sido su soporte durante esos largos e interminables minutos, lo que había pasado no provocó que lo dejara de querer, eso nunca iba a pasar.

—Aún sigo enojada con él —confesó sin tapujos ganándose una mirada simpática de su hijo.

—Lo sé, y está bien, es natural que lo estés, mami, los humanos nos enojamos mucho —habló con una voz pasiva y suave. —Pero no lo odies, no lo merece. Valentín tiene un corazón muy grande... —alzó los brazos para mostrar cuan grande es. —Y en ese corazón no entra la maldad, ni el odio, sólo hay mucho amor, cariño y comprensión, sabés que tengo razón —se acercó y abrazó a la chica. —Quiero verlo —subió la mirada encontrándose con los ojos cafés de Andrómeda.

—Valentín no puede entrar aún —ante esa declaración Orión hizo una mueca de tristeza. Andrómeda odiaba que hiciera eso, no podía resistirse a sus ojos de cachorro. —Pero trataré de que entre, de alguna forma —en ese momento la sonrisa volvió al rostro de su hijo haciendo que soltara una risa. —Pero eso será más tardecito, tú tienes que descansar —se levantó de la cama y acomodó a Orión bajo las suaves sábanas de la cama.

—No quiero dormir, ya dormí mucho —se quejó el pequeño mirando a su papá en busca de apoyo, pero antes de que esté pudiera hablar Orión soltó un largo bostezo demostrando que su cuerpo claramente estaba cansado.

—Ya dormiste mucho, pero aún tenés sueño, pequeño dormilón —Ivo habló con un tono dulce acariciando el cabello de su hijo con suavidad.

—Quiero que Valentín este acá cuando despierte, ¿Okey? —pidió Orión mientras se acomodaba de lado en la cama para poder dormir más cómodamente.

—Prometo que Valentín estará —dijo Andrómeda conectado su mirada brevemente con la de Ivo, quien solamente sonrió ante su declaración. —Todos estaremos —se acercó y dejó un beso en la frente de su hijo, quien luego sonrió y cerró los ojos finalmente.

Ambos jóvenes se incorporaron y se dirigieron fuera de la habitación para hablar sin interrumpir el sueño de Orión en el proceso.

—Me alegra que vayas a dejar que Valentín lo vea, sé que más temprano que tarde lo vas a terminar perdonando —el muchacho se acercó a ella y la abrazo, acarició su cabello y dejó un pequeño beso en el.

Andrómeda esperaba que eso fuese cierto, no le gustaría tener que alejar a Valentín de Orión, pero en ese momento era lo único en lo que pensaba... Solo esperaba que, como dijo Ivo, más temprano que tarde lo perdonara y así podría quitarse un poco la tristeza del alma.

















Los ojos de Orión empezaron a abrirse a la par de que los murmullos en la habitación aumentaban, sin embargo, en cuanto los presentes notaron que el niño despertaba dejaron de hablar de inmediato.

Los orbes marrones del pequeño se abrieron por completo y visualizando de inmediato a todos los presentes provocando así una sonrisa extendida en su rostro; su habitación estaba llena de gente, estaban sus papás, abuelos y tíos, estaban las amigas de su madre, mejor conocidas por él como sus tías, estaban los novios de las mismas, los padres y hermano de Valentín, también la crew de este, pero lo más importante es que el mismo Valentín estaba a su lado tomando su mano, todos con peluches, dulces y globos en sus manos con diferentes frases en ellos, “¡Mejorate pronto!”, “¡Estamos acá por vos!”, pero fue uno en especial que le llamó la atención, era Mateo, mejor conocido como Trueno, quien tenía un globo en donde se leía: “¡Feliz cumpleaños!”, ante la mirada divertida y confundida de Orión el portador del globo decidió hablar.

—No habían más globos, no quería venir con las manos vacías, así que traje este para vos, tú cumple fue hace poco igual, todavía cuenta  —se encogió de hombros soltando una risa contagiando a Orión con la misma.

—Gracias —la voz de Orión se escuchó en la habitación sacándole una sonrisa a todos, no había ni un alma en la sala que no se sintiera aliviada al verlo sonriendo y mucho mejor.

Después de que Andrómeda saliera de la habitación dejando a Orión dormido ella se encargó de avisarle a todos los cercanos, algunos vía llamada y otros por mensajería, pero hubo un común denominador en todo eso, todos y cada uno se preocuparon tan pronto supieron de la noticia.

Orión era un niño muy fácil de querer, no era alguien que pudiera irritar, no era maleducado, todo lo contrario, era alguien dulce, amable y comprensivo, un niño con el que perfectamente podías mantener una conversación sobre cualquier cosa ya que Orión leía mucho todo el tiempo, cuando tenía alguna duda siempre preguntaba para seguir cosechando conocimientos. No había nadie en el mundo que no lo quisiera, solo hacia falta una sonrisa de su parte para quedar encantado por el niño.

Todos le tenían un inmenso cariño y no temían demostrárselo, era lo mínimo que merecía por ser él... Un pequeño ser maravilloso, criado por una buena mujer porque eso es lo que todos tenían más que claro, Andrómeda había hecho un increíble trabajo con él a pesar de haber sido una adolescente cuando Orión llegó a su vida, solo quedaba sacarse el sombrero ante ella.

—Gracias a todos por venir —Orión completó la oración volteando a sus lado para visualizar a todos. —Y por sus regalos, muchas gracias —sonrió ampliamente y luego fijó su mirada en Valentín. —Sí estás acá... —apretó su mano con delicadeza tratando de transmitirle cuan feliz estaba de verlo.

—Claro que voy a estar acá, siempre voy a estar, Orión —sonrió con ternura llevando una mano al cabello del niño para agitarlo un poco como si fuera un pequeño perro, causando así una risa en Orión. —No importa que pasé, yo siempre voy a estar con vos, ¿Me escuchás? Siempre —habló conteniendo las lágrimas deseosas de salir de sus ojos, Orión se apresuró a abrazarlo.

—Sos el mejor, Valen, te quiero mucho —murmuró contra el cuello del mayor, pero este lo escucho perfectamente. —Todos cometemos errores, yo estoy bien y vos lo estás también, todo está bien —Valentín debía de confesar que esa declaración le saco un peso de los hombros.

—Y todo va a estar bien, lo prometo por la garrita —completó separándose de él para estirar su dedo meñique, de inmediato Orión hizo lo mismo enlazándolo con el de Valentín. Ambos sonrieron ante esto y se volvieron abrazar.

Andrómeda vió todo el intercambio de palabras recostada en la puerta, incluso observó como unían sus meñiques en modo de promesa. No había forma en la que ella pudiera separar a esos dos, tenían un lazo irrompible y parecía que no era fácil cortarlo.








Andrómeda está apunto de enfrentar una prueba jejeje, ¿Creen que alejará a Valentín o habrá aprendido a no dejarse llevar por sus emociones y lo perdonará? Lo sabremos en el próximo capítulo.

Por favor si les gustó el capítulo comenten sus opiniones, voten y dejen mucho amor. ¡Hasta la próxima! 💜💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro