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𝑳𝒂 𝑷𝒂𝒓𝒄𝒂 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒂𝒑𝒂𝒓𝒊𝒄𝒊𝒐́𝒏




“𝑳𝒂 𝒎𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒆𝒔 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒚 𝒆𝒏 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒖𝒏𝒔𝒕𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒖𝒏𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒈𝒆𝒅𝒊𝒂, 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒂𝒔𝒊́, 𝒆𝒏𝒕𝒐𝒏𝒄𝒆𝒔 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒉𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒔𝒖 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐. — 𝑻𝒉𝒆𝒐𝒅𝒐𝒓𝒆 𝑹𝒐𝒐𝒔𝒆𝒗𝒆𝒍𝒕





Orión estaba extremadamente feliz por el regalo que le había dado Valentín por su cumpleaños, ninguno lo había hecho tan feliz como ese pequeño pedacito de cielo en su habitación, ese pedacito que lo hacía estar conectado con dos de las cosas que más amaba en su vida, el universo y su familia.

Tal cual le había contado Andrómeda alguna vez a Valentín su familia estaba bastante enlazada con las estrellas, desde muy pequeños era una de las primeras cosas que le enseñaban, uno de los primeros regalos era un telescopio que les permitiera ver más allá de lo que el ojo humano podía llegar a ver, con todos esos factores era casi imposible que alguien de los García no les gustarán las estrellas.

Todo comenzó hace muchos años atrás en la familia de su madre, Lyra, quienes eran astrólogos novatos fascinados por el mundo allá fuera, sin embargo, la tradición de bautizar a los bebés con nombres de algo perteneciente al universo fue declarado por el tatarabuelo de la tatarabuela de Andrómeda, quien brindó el nombre de Draco a su primogénito. Luego de eso la tradición fue pasando de generación en generación y así fue como la familia entera se convirtió en un símbolo del universo en si.

Orión no fue la excepción, su madre, tío y abuelos se encargaron de enseñarle hasta la más mínima cosa del exterior de la tierra, fue cuestión de tiempo para que el pequeño se fascinará de la misma manera que todos, sintiéndose agradecido por portar el nombre de una constelación tan hermosa como era la de Orión.

Ahora, tener todo eso enmarcado en su habitación era lo mejor que alguna vez le había regalado, se sentía en el espacio, como si estuviera volando. En definitiva era un completo paraíso poder dormir teniendo eso en su mente como lo último que sus ojos vieron.

—Gracias por esto, Valentín —Andrómeda habló en voz baja mientras cerraba la puerta de la habitación de Orión lenta y suavemente pues lo último que quería era despertar al niño que acababa de dormirse. —Nunca me imaginé que le ibas a dar algo como eso —mientras hablaba caminó hacia la escaleras para bajar al primer piso. —En realidad hubo un momento en donde pensé que no ibas a venir —soltó un suspiro girándose hacia él en cuanto estuvieron en la sala.

El lugar estaba en penumbras, la luz de la luna, la cual se filtraba através de las cortinas, era la única fuente de iluminación que se encontraba en la sala, creando así una atmósfera más íntima para las dos personas con sentimientos en común.

—No te voy a mentir, por unos instantes pensé en no venir, vos sabés porqué —confesó rascando su nuca levemente. —Pero luego pensé que este día no se trataba de nosotros, sino de él, era su día especial, el día en donde tenía que disfrutar más y estar feliz. El mismo Orión me invitó y me dijo que quería que viniera, no podía solo ignorar eso, creo que no hubiera podido dormir pensando en que logré ponerlo triste con solo no venir —hizo una mueca sentándose lentamente, poco segundos después Andrómeda siguió su ejemplo.

—No quiero que lo nuestro interfiera con tu relación con Orión. No estamos juntos, sí, es cierto, pero él te adora —sonrió levemente. —Eres muy importante para él, Valentín, no eres como muchos chamos que solo lo tratan bien para llegar a mi, tú genuinamente te acercas a él, para ser su amigo, su confidente, su compañero del crimen y por eso te quiere tanto. Me gusta que seas así con él a pesar de que nosotros ya no somos más que simples amigos —en ese instante Andrómeda se tomó el atrevimiento de tomar la mano de Valentín para darle un leve apretón en la misma.

—No me es complicado tratarlo bien, y posta que quiero seguir en su vida, en la tuya también —mientras dijo eso inconscientemente entrelazo sus dedos con los de la chica. —Te dije que te iba a esperar y lo decía en serio, te amo, Meda, muchísimo, no quiero renunciar a la idea de nosotros dos juntos, no quiero y no lo voy a hacer —habló firmeza, pero con el amor brotando por sus ojos. —Te voy a dar todo el espacio que desees, voy a actuar como tu amigo sin problema alguno, pero quiero que estés consciente de lo que siento por vos... —en ese momento el de ojos azules se tomó el atrevimiento de descansar su frente contra la de Andrómeda, provocando así que sus respiraciones se entrelazaran en una sola. —Sos la mejor piba que pudo llegar a mi vida, nunca nadie podría ocupar tu lugar jamás, no hay nadie como vos allá afuera, no hay nadie que pueda hacerme sentir como vos. Por eso te voy a esperar porque estoy seguro de que no hay forma en la tierra en la que yo pueda encontrar a una mina que me haga sentir igual o mejor que vos, no la hay —soltó un suspiro cerrando los ojos para luego reunir valor dentro de él y así, unir sus labios con los de la castaña.

Por unos segundos ninguno se movió, pero unos instantes después fue la misma Andrómeda quien decidió mover sus labios lentamente logrando que Valentín hiciera lo mismo, así comenzaron un beso lleno de amor y ganas acumuladas. Habían pasado casi tres meses desde que se besaron por última vez, pero para ambos se sentía como si hubieran sido hace más de tres años.

Las manos de Andrómeda subieron hasta el rostro de Valentín, acariciando el mismo sin separar sus labios en ningún momento mientras por su parte el chico bajó sus manos hasta la cintura de la castaña, sin pensarlo siquiera la llevó hasta su regazo, dando comenzó un beso lleno de lujuria y pasión dejando atrás a la ternura que había entre ellos segundos atrás. Fue en ese momento en donde Andrómeda se separó de él colocando sus manos en los hombros del Argentino, ambos con la respiración agitada por la reciente, pero pequeña sesión de besos.

—No puedo, lo siento, pero no puedo... —murmuró la castaña negando con la cabeza, avergonzada por haber hecho lo que se suponía que debía de evitar.

—Lo sé, lo sé, no pasa nada, beba, está bien, todo está bien —aseguró Valentín con una voz suave y una sonrisa tranquilizadora en su rostro, su mano subió hacia la mejilla de la chica dejando suaves caricias en la zona. —No debí lanzarme así como un loco, soy un pelotudo —soltó una risa alto avergonzada provocando que Andrómeda subiera la mirada hacia él.

—No lo eres, solo eres alguien que está enamorado y cuando estamos así pues suceden estás cosas —la castaña, ya más tranquila, se acercó nuevamente para abrazarlo pasando sus manos alrededor de la cintura de Valentín mientras su cabeza terminó descansando en el cuello del Argentino.

—¿Vos estás enamorada de mi? —ahora fue el joven a quien le salió la voz en un murmuro. Sus brazos la rodearon y su mejilla terminó apoyada en la cabeza de la que alguna vez fue su novia.

—Sí, y lo odio —suspiró levemente provocando que su aliento chocará contra el cuello del artista haciéndolo temblar ligeramente. —Es confuso igual, me gusta estar así, enamorada y todo eso, principalmente porque eres tú a quien amo —ese comentario ocasionó una sonrisa en Valentín. —Pero por la situación en la que estamos odio estarlo, me gustaría... no sé, no tener tantos miedos, tanta vaina arrastrando, así podríamos estar bien, podríamos... —antes de que ella siguiera hablando Valentín la interrumpió con un débil “shh, shh”.

—¿No te dije antes que estaba todo bien? ¿No te dije que te iba a esperar hasta que estuvieras lista? No quiero presionarte a nada, Meda, quiero que cuando decidas estar conmigo sea porque ya estás completamente lista para estarlo —mientras decía aquello la abrazó más fuerte contra su pecho. —Yo también necesito arreglar algunas cosas, acomodar otras... Te aseguro que cuando ambos estemos bien vamos a tener la mejor relación de todas, seremos fuertes y podremos durar mucho tiempo... Por ahora solo hay que madurar un poco más, conocernos un poco más a nosotros mismos. Estoy seguro que nuestro amor no se va a desperdiciar, así que tranca —terminó dejando un beso en la mejilla de Andrómeda.

La castaña sólo optó por sonreír y dejar otro beso en la mejilla de Valentín, luego volvió a su posición anterior. Así quedaron abrazados hasta altas horas de la noche hasta que decidieron subir hacia el piso de arriba, Andrómeda fue a su habitación y Valentín fue a la de huéspedes, ninguno volvió a hablar, no hacía falta, ya todo estaba aclarado entre ellos, ambos tenían sus mentes y corazones tranquilos finalmente, ambos estaban bien con ello.



















Una semana después


Andrómeda estaba teniendo uno de sus días de relajación, con la diferencia de que esa vez se encontraba en compañía de Ivo, ambos sentados en la tumbonas del jardín justo al frente de la piscina, ninguno decía nada, solo disfrutaban del día soleado y del calor, el cual ya casi nunca se veía por lo cercano que estaba el invierno.

Ese día Orión no había salido con su padre, como ya era costumbre, sino que está vez había optado por salir con Valentín. El de ojos azules lo había invitado a un día de hombres, lo iba a llevar al parque, a comer y tal vez podrían ir a su estudio, Valentín estaba sumamente emocionado por pasar más tiempo con el pequeño luego de tantos meses sin siquiera hablarse.

Luego de la conversación nocturna que tuvieron Andrómeda y Valentín no había pasado nada entre ellos, ningún beso, ningún acercamiento romántico, nada, lo único que había cambiado es que ahora hablaban mucho más seguido, él iba a la casa de los García a pasar tiempo con ellos, a jugar con Orión o solo para conversar. Por fin los dos habían llegado a un acuerdo mutuo en donde la paciencia era la arma principal.

Ambos estaban arreglando los desastres de su vida para que cuando las volvieran a unir en una sola todo estuviera en orden, todo estuviera bien para poder construir sobre las bases fuertes que ellos mismos habían hecho.

—Me alegra que hayas permitido a Orión ir con Valentín —Ivo rompió el silencio llevándose la mirada café de Andrómeda.

—Lo único que te alegra es que vas a tener un fin de semana libre de correr detrás de un niño —la muchacha soltó una risa seguida por el Argentino.

—Amo correr detrás de Orión, amo jugar con él, posta, pero a veces siento que no se cansa, parece que tiene un motor que nunca se apaga dentro de él. Cuando creo que va a parar de correr por un momento vuelve a hacerlo como si fuera Flash, deberías disfrazarlo de él en Halloween, le quedaría re piola ese personaje —habló con una sonrisa divertida en su rostro ocasionando otra risa en la chica.

—No te culpo, Orión cuando quiere puede ser un Correcaminos, no he conocido a nadie que le pueda seguir el paso luego de una hora o menos —confesó con una sonrisa alcanzado su teléfono de la mesa entre los dos, estaba sonando con el rington asignado a las llamadas.

Al ver que se trataba de Valentín de inmediato contestó sin borrar la sonrisa de su rostro, sin embargo, cuando el muchacho comenzó a hablar frenéticamente la sonrisa fue decayendo de a poco hasta dejar una expresión de preocupación.

—¿Meda? ¿Qué pasó? —Khea se levantó con rapidez al ver como la chica hacia lo mismo y corría hacia el interior de la casa, por lo que la siguió sin dudarlo con la angustia creciendo en su interior.

—Orión está en el hospital —contestó con la voz pendiente de un hilo dirigiéndose hacia la puerta principal de la casa tomando las llaves de su auto en el camino.

Esas cinco palabras fueron suficientes para que el mundo del artista se cayera en pedazos.



















Una hora antes


—No sabía que podías correr tanto... —dijo Valentín con la respiración agitada mientras entraban en el mismo restaurante en el cual estuvieron meses atrás con Andrómeda.

—Creo que cuando crezca seré como esos que corren en las Olimpiadas, los he visto por la tele, son muy rápidos —contestó el pequeño en perfecto estado mientras el mayor estaba apunto de desmayarse por el ejercicio que había hecho.

Valentín había buscado a Orión muy temprano en la mañana y luego fueron a un parque, tuvieron un lindo y pacifico paseo en bicicleta alrededor del lago, luego hicieron un pequeño picnic como desayuno debajo de la sombra de un frondoso árbol, charlaron un poco y cuando ya estaban listos para la acción otra vez se levantaron, empezaron a jugar como en los viejos tiempos con cualquier cosa que se encontraban en el lugar, obviamente corrieron mucho. Valentín no estaba para nada acostumbrado a eso por lo que se cansó realmente rápido, sin embargo, él consideró que había hecho un buen trabajo en no vomitar por el cansancio.

—¿Qué querés comer? —el de ojos azules preguntó mientras se sentaba en una de la sillas de la mesa para dos.

—Una hamburguesa grande y sabrosa, por favor —le respondió con una sonrisa de oreja a oreja ya sentado en su lugar.

Valentín intentaba recordar cual era el alimento que Orión no podía comer, durante todo el tiempo lo tuvo constantemente en su mente, hace mucho que no salía con el pequeño por lo que su memoria era difusa en torno a ese recuerdo. Pero creía recordar que ese alimento no estaba en las hamburguesas, estaba casi seguro que eran nueces, sí sabía que Orión las odiaba por lo que era lo más sensato pensar que era alérgico a ellas; no pedir helado con nueces, pensó.

El mesero llegó a su mesa y Valentín se encargó de pedir las dos hamburguesas, unos quince minutos después ya estaban delante de ellos, una más pequeña que la otra, junto con sus debidas papas fritas, de inmediato ambos le dieron el primer mordisco y seguidamente soltaron al unísono un sonido de satisfacción por el delicioso sabor de la comida.

—¿Cuál fue tu momento favorito de hoy? —preguntó para luego llevarse una papa a la boca.

Luego de ese almuerzo Valentín tenía que llevarlo de nuevo hacia su casa, así que le pareció el momento perfecto para preguntarle aquello, así sabría que repetir para la próxima salida.

—Estar con vos —el pequeño respondió rápidamente sacándole una sonrisa al mayor. —Y cuando manejamos las... —en ese momento Orión tosió, le dio un pequeño trago a su bebida y trato de seguir hablando, pero volvió a toser, una y otra vez, seguidamente su respiración empezó a agitarse al darse cuenta que no llegaba el aire suficiente a sus pulmones.

Valentín de inmediato fue a socorrerlo sin entender lo que estaba pasando, como pudo Orión musitó en voz baja “cebolla” y ahí supo que había arruinado todo, era alérgico a la cebolla, la hamburguesa tenía cebolla.

De inmediato el argentino lo cargó y comenzó a correr fuera del restaurante en busca de algún transporte que lo pudiera llevar hacia el hospital más cercano. Por suerte o tal vez por obra del destino un taxi se paró justo en frente del local, pero claramente era para la persona que estaba esperando, sin embargo, a Valentín poco le importó, él solo quería llevar rápido a algún lugar en donde pudieran ayudar a Orión.

—Por favor, por favor, déjame el taxi, mi nene está muy mal, tiene una reacción alérgica, por favor —habló al borde de las lágrimas hacia la mujer que venía con varias bolsas en la mano, la señora dudó un poco, pero al final asintió rápidamente y se quitó de la puerta.

Sin esperar nada Valentín entró al auto y de inmediato empezó su recorrido hacia el hospital mientras le insistía al chófer una y otra vez que fuera más rápido. De vez en cuando volteaba a ver a Orión, quien cada vez se veía peor, apenas y podía respirar, el pequeño niño se estaba muriendo en sus brazos y él no podía hacer nada más que rezar, pedirle al Dios que tanto había abandonado para que salvará a Orión.

—Resiste, Orión, todo va a estar bien, pronto vamos a llegar al hospital y vos estarás bien, ¿Me escuchás? Vos estarás bien, no dejés de respirar, por favor —comentó en voz baja para que Orión escuchará, sin embargo, su voz se encontraba rota, llena de preocupación y desesperación.

Unos trece minutos aproximadamente llegaron al hospital y tan pronto llegaron Valentín se bajó comenzando a correr nuevamente hacia el interior mientras gritaba por ayuda, sus piernas dolían, su garganta ardía, pero no podía simplemente rendirse cuando estaba tan cerca.

Afortunadamente tan pronto entró al hospital Orión fue arrebatado de sus manos y colocado en una camilla, como pudo empezó a contarles que había pasado sin dejar de caminar detrás de la camilla.

—Hasta acá podés llegar, no podés pasar con nosotros —la enfermera colocó una mano en su pecho antes de cruzar las puertas dobles en donde se habían llevado a Orión.

—Por favor, sálvenlo, por favor —pidió sin poder retener las lágrimas para ese tiempo.

—Haremos todo lo que sea posible para salvar a tu hijo, ahora, por favor, espera acá —la voz de la enferma era calmada y dulce con intenciones de calmar a Valentín.

Tan pronto la enfermera dijo eso se dio la vuelta para correr hacia donde se había ido Orión dejando a Valentín solo en el pasillo con sus angustias y preocupaciones. Fue en ese momento donde recordó que Orión tenía una madre y que ella debía saber lo que estaba pasando.

Sacó su teléfono y de inmediato llamo a Andrómeda contándole lo que había ocurrido, fue una conversación de menos de un minuto.

Valentín se dejó caer en el suelo con su espalda contra la pared y sus manos en su rostro ocultando las lágrimas que caían por sus mejillas, una tras otra sin poder evitarlo.

Orión estaba en peligro de morir y todo era su culpa, solo suya.








Un capítulo difícil de escribir :(.

¿Qué piensan? ¿Orión sobrevivirá o no? Las leo...

Espero que les haya gustado el capítulo, comenten, voten y dejen mucho amor como siempre. Hasta la próxima! ✨✨

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