𝑯𝒂𝒚 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒂𝒏𝒂𝒓 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒄𝒍𝒂𝒓𝒊𝒅𝒂𝒅
“𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒂𝒏𝒂𝒓 𝒔𝒆 𝒏𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒂 𝒗𝒂𝒍𝒐𝒓, 𝒚 𝒕𝒐𝒅𝒐𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒗𝒂𝒍𝒐𝒓, 𝒊𝒏𝒄𝒍𝒖𝒔𝒐 𝒔𝒊 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒙𝒄𝒂𝒗𝒂𝒓 𝒖𝒏 𝒑𝒐𝒄𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒓𝒍𝒐.” — 𝑻𝒐𝒓𝒊 𝑨𝒎𝒐𝒔.
Existen diferentes tipos de procesos que alguien experimenta cuando acaba de terminar una relación, algunos se hunden en el alcohol y piensan que el sexo sin compromiso puede suprimir la tristeza de no tener a esa persona especial a su lado, como era el caso de Valentín, algunos otros fingían que no les importaba, que estaban bien, que ya lo han superado y ponen una sonrisa en el rostro en un intento de distraer a la gente de la tristeza de sus ojos, como era el caso de Andrómeda.
Sin embargo, ella tenía un buen motivo por el cual fingir que nada pasaba y ese era Orión, tal cual pasó la primera vez que ella tuvo el corazón roto. Cuando Ivo los dejó ella se tuvo que armar de valor, tuvo que sacar fuerzas en donde no tenía porque pasarse todas las noches llorando no era una opción, cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento sobre el embarazo sabe que alterarse no es bueno para el bebé que habita dentro de la chica en cuestión; así que sabiendo eso Andrómeda fue incapaz de soltar más de dos lagrimas y cuando Orión llegó al mundo mucho menos, por ahí decían que los bebés percibían los sentimientos de su madre y eso les puede afectar de algún modo, la castaña no estaba segura si eso era cierto, pero prefirió prevenir.
Durante toda su vida puso a su hijo de primero, como debe de ser, aún cuando ya estaba grande y ella tenía un mal día en el trabajo o una desastrosa cita, se paraba al frente de la puerta antes de entrar y ahí forzaba la sonrisa para que Orión no se preocupara, cuando ya estaba lista entraba para ser recibida con sus pequeños brazos llenos de amor y cariño.
Lamentablemente la chica nunca permitió drenar sus sentimientos correctamente, eso generó más miedos e inseguridades que la carcomían por dentro cada vez que algo bueno sucedía en su vida... ¿La prueba más reciente? Lo que pasó con Valentín, ella sabía que había manejado muy mal la situación, sabía que lo que la hizo irse fueron esos miedos, eso fue lo que evitó que ella pudiera pensar con claridad, desafortunadamente solo podía pensar que otra vez había salido decepcionada.
Habían pasado dos días desde que sus amigas habían vuelto de la gira y se sentía muy ansiosa por el simple hecho de pensar que con ellas había venido de vuelta Valentín, después de meses ambos estaban en la misma ciudad, recorrían las mismas calles, estaban solo a veinte minutos de distancia. Para Andrómeda todo era más fácil cuando su ex se encontraba viajando, ahora temía que pudiera encontrárselo en una zona tan neutral como la panadería.
No había podido dormir bien incluso, cada vez que cerraba los ojos se encontraba con los azules de Valentín, por primera vez deseó que no estuviera ahí, deseó olvidarlo de una buena vez para que el fantasma de su sonrisa no la siguiera persiguiendo porque lo único que eso provocaba es que quisiera salir corriendo a su casa, decirle que lo quería devuelta, que lo extrañaba, que lo amaba... Nunca se lo dijo y se arrepentía por ello.
Pero estaba otra parte de ella que le decía que si hacía eso quedaría como una tonta, ella extrañándolo y él acostándose con cualquiera que le pareciera bonita, estaba claro que Valentín la había superado o eso pensaba ella.
Mientras miraba a la pared fijamente, completamente perdida en sus pensamientos, logró escuchar como su puerta se abría lentamente, de inmediato supo que se trataba de Orión, tenía que ser él.
Seguidamente sintió como un pequeño cuerpo subía a la cama y la movía levemente, se dio la vuelta dándose cuenta que efectivamente se trataba de su hijo, quien la miraba sonriente aún en su pijama de Spiderman.
—Mami, adivina quien te extraño mientras dormía —habló en un tono risueño haciéndose paso al lado de Andrómeda bajo las calientes sábanas, las cuales impedían el paso al frío proveniente del aire acondicionado.
—¿Tú? —preguntó ya sabiendo la respuesta. Orión asintió sin perder la sonrisa. —¿Me extrañaste mucho, mucho, mucho? —se acomodó mejor para verlo regalándole una sonrisa.
—Mucho, mucho, muchísimo, mami. ¿Vos me extrañaste? —esta vez fue su turno de preguntar sacándole una risa a la mayor.
—Sí, te extrañé muchísimo, no sabes cuanto —respondió acariciando el cabello lacio del pequeño. —¿Te puedo hacer una pregunta? —habló esta vez un poco más seria haciendo que el niño se asustara.
—Las galletas de ayer se las comió Ivo, no yo, mamá, te lo prometo —habló rápidamente con una expresión preocupada, aquella confesión inesperada logró sacarle una carcajada a la chica.
—Que rápido delatas a tu compañero del crimen —sonrió con gracia. —Eso no es lo que quería preguntarte, pero gracias por la información igualmente —lo acercó más a ella para abrazarlo. —¿A ti te gustaría que Khea y yo estuviésemos juntos de nuevo? Y quiero la verdad —al escuchar aquella pregunta el niño se separó un poco de Andrómeda para mirarla a los ojos.
—¿Vos querés volver con él? —en definitiva no era la respuesta que esperaba.
—Sabes que no me gusta que me contestes una pregunta con otra pregunta —se limitó a contestar mientras se incorporaba para sentarse al ver que el pequeño hacía lo mismo.
—Ivo es piola —cuando Andrómeda escuchó esa palabra solo se limitó a negar levemente con la cabeza, pero con una diminuta sonrisa en el rostro. Su hijo crece y con él su vocabulario. —Pero no me gustaría que solo estuvieras con él por mi —se encogió de hombros bajando su mirada hacia sus manos. —Yo sé que vos no lo amás como se debe amar a alguien para estar en una relación... —levantó su mirada café nuevamente hacia los ojos de Andrómeda. —En tus ojitos no está el brillo que aparecía cuando estabas con... —antes de decir aquel nombre se detuvo a si mismo y en cambio solo suspiro.
Diariamente la Venezolana adoraba la inteligencia de su hijo, realmente lo hacía, le encantaba verlo crecer y expandir sus horizontes, para ella era una melodía hermosa escuchar a Orión hablarle como si fuera un pequeño adulto, pero luego existían estos momentos en donde deseaba que fuera como otro niño normal, de esos que viven en su propio mundo en donde todo es diversión pura, en donde ignoran por completo los problemas de los adultos.
Su madre, Lyra, siempre le había dicho que ese don que cargaba Orión de siempre saber que era lo que le pasaba a Andrómeda venía del hecho de que desde el primer momento en que su hija tuvo en sus brazos a su nieto fueron por completo inseparables, la castaña nunca se alejó de su hijo ni para salir de fiesta o encontrarse con sus amigos, al contrario, sus propios padres eran los que le insistían a que saliera, a que viviera su vida, prácticamente la obligaban a ello.
Pero de resto la chica siempre prefirió estar cerca de Orión, le encantaba cuidarlo, enseñarle cosas, hablarle de innumerables cosas que tarde o temprano quedaron permanentemente en el vocabulario del pequeño, eso hizo que el vínculo entre ellos dos se hiciera extremadamente fuerte al punto de que el niño desarrolló un sexto sentido que lo hacía darse cuenta cuando la mayor estaba triste y en vez de ignorarlo, la ayudaba a superarlo como podía.
Claro que en la tristeza más reciente fue incapaz de ayudarla porque él también se sentía triste, pero entendía que aunque él haya perdido un amigo, su madre perdió un chico que amaba mucho y volvió a experimentar lo que era un corazón roto. Orión se había recuperado casi por completo, pero Andrómeda seguía ahí en ese mismo pozo sin encontrar una manera de salir, así que él quería ayudar de alguna forma, aunque sea la más mínima.
—Siempre me has contado lo lindo que es el amor —empezó el pequeño acercándose para tomar las manos de Andrómeda. —Lo bonito que es estar enamorado, me dijiste que uno se pone más feliz y yo te vi así con él —la joven asintió reteniendo las lágrimas que querían salir de sus ojos. —Pero también me dijiste que también puede doler, ¿Te acordás? Y también me dijiste que estaba bien llorar de vez en cuando, como cuando me caí en el parque y fingí que no me dolía —ambos rieron un poco por esto. —Mami, está bien llorar —habló en un tono cuidadoso, como si estuviera caminando por hielo muy fino. Aquella frase solo hizo que la primera lágrima de Andrómeda cayera por su mejilla. —Vos me cuidás mucho, todo el tiempo, pero ya yo soy grande y puedo cuidar de vos, ¿Entendés? No me gusta verte triste y vos misma me dijiste que la mejor manera de limpiar el alma es llorando. Yo estoy bien, te toca a vos estar bien —finalizo con una pequeña sonrisa.
Andrómeda lo miró por unos segundos y seguidamente lo abrazo contra su pecho dejando un par de besos en su cabeza mientras lo mecía de un lado a otro.
¿Cómo era posible que aquel niño pudiera ser tan empático? Habían chicos de su edad que lo único que sabían hacer era gritar y hacer berrinches en medio de la calle mientras la gente los miraba con desaprobación, pero Orión era un niño educado, amable, cariñoso y dispuesto a ayudar a su madre en cualquier cosa en la que su corta edad le permitiría.
A veces Andrómeda pensaba que Orión traía todo ese conocimiento de una vida pasada, aunque sonara realmente descabellado, no podía encontrar una respuesta logica a como su hijo era tan inteligente para su edad, ¿Acaso era normal que un pequeño apunto de cumplir seis años sea tan intuitivo como él lo era? Ella no recordaba mucho como era cuando tenía esa edad, pero lo más seguro es que no fuera como Orión. Aún así, a pesar de las constantes interrogantes que tenía sobre la extrema madurez que presentaba Orión en muchas ocasiones, apreciaba el hecho de tener un hijo como él porque esas palabras que le había dicho eran las correctas, las que ella necesitaba escuchar.
—Esta bien no estar bien a veces... —habló con dulzura Andrómeda aún con Orión en sus brazos.
—¡Sí! Eso me lo enseñaste vos, mami, llegó la hora de que te cuidés tanto como me cuidás a mi —sonrió con alegría separándose un poco para poner ambas manos en el rostro de su madre. —Te amo mucho, mamá —luego de decir eso procedió a abrazar a Andrómeda enrollando sus pequeños brazos alrededor de su cuello.
—Yo te amo muchísimo mas, chiquito, muchísimo más —sonrió con alegría mientras con una mano se quitaba los rastros de lágrimas en su rostro mientras con su brazo restante abrazaba a Orión.
A veces el mejor consejo viene de la persona menos esperada y Andrómeda acababa de descubrir eso.
—Me siento como una mierda —Valentín bufó con fastidio enrollándose aún más entre las sábanas tratando de evitar que la luz del sol traspasara la cubierta de la sabana.
—No estarías así si no te hubieras ido de joda anoche, pelotudo —espetó con enojo su roomie y mejor amigo, Tadeo, mientras empujaba al artista fuera de la cama haciendo que cayera al piso con un sonido seco, segundos después Valentín se volvió a quejar, pero esta vez por el golpe. —Wacha, ¿Podés terminar de irte? ¿Qué hacés ahí parada? La puta madre —el joven posó una mano en su frente mientras cerraba los ojos con intenciones de calmarse mientras la rubia miraba la escena sin saber mucho que hacer. —Tomá, tomá —de su bolsillo sacó un par de billetes para que la chica tomara una taxi y se los puso en la mano. —¿Ahora sí te podés ir? —volvió a preguntar a lo que la rubia tomó su cartera rápidamente y salió la puerta en dirección a la salida.
Cuando Maia le había dicho a Tadeo que había hablado con Valentín el chico realmente pensó que su amigo había reflexionado, que había reaccionado, que se había dado cuenta que más mujeres y el alcohol no iban a hacer que el dolor cesara, el dudaba mucho de que eso alguna vez haya funcionado correctamente. Lo único que provocaba todo esto era ver a su amigo decaído, casi sin vida, no era justo.
—¿Posta, Valentín? —preguntó Tadeo con un tono de cansancio en su voz mientras se sentaba en la cama a la par de que el aludido hacía lo mismo. —Hermano, te estás destruyendo, ¿Acaso no te das cuenta? —suspiró colocándose de tal manera que pudiera ver a su amigo frente a frente.
—¿Darme cuenta de qué, Tadeo? Estoy bien, totalmente bien, no sé porqué el alboroto que tienen todos, estoy bien —respondió queriendo convencer a su amigo, pero muy en el fondo al único que quería convencer era a si mismo.
Estaba claro para todos que Valentín no estaba nada bien, en vez de pasar por el camino normal de una ruptura en donde lloras, borras las fotos con tu ex mientras sigues llorando, tratas desesperadamente de buscar algo divertido que hacer, regalas todo lo que te recuerda a esa persona y un gran etcétera, él pasó por el camino en donde muchos se desvían, la fiesta, el alcohol, el sexo sin compromiso mientras piensan que eso hará que puedan olvidar más rápido a sus ex, pero claro que no es así.
¿Qué tendría que pasar para que Valentín volviera al camino bueno? Nadie lo sabía, ni él mismo.
—No, no estás bien, mirá a tu alrededor, wacho —le pidió el chico, pero Valentín no despegó la mirada de sus manos. —¡Mirá a tu alrededor, boludo! ¡Mirá! —ahora Tadeo utilizó un tono más elevado y firme, logrando así que el de ojos azules subiera su mirada apagada viendo lo que su mejor amigo le pedía, su habitación estaba hecha un desastre y solo habían pasados tres días desde que había vuelto de la gira. —Latas de cerveza por todos lados, botellas de fernet, incluso hay cartones de vino, tu pieza entera apesta a marihuana, Valentín, no has hecho ni un mínimo de esfuerzo en salir de la mierda en la que estás, vos solo estás decidiendo quedarte acá estancado, enjaulado como un puto animal —expresó con su voz cargada de tristeza.
Cuando alguien está mal no solo le afecta a esa persona en específico, sino a todos a su alrededor, básicamente se basa en ver a tu amigo, hermano, primo, incluso a alguno de tus padres caer profundo en el abismo y tú no puedes hacer nada para evitarlo, es como si lo vieras ahogándose, pero tú estás amarrado a un árbol y no puedes hacer nada más por él, solo gritar, romperte las cuerdas vocales mientras le dices que nade, que salga a la superficie, que saque fuerzas de donde no las tiene para que sobreviva. Justo así se sentía Tadeo al ver a Valentín.
—Córtala, Tadeo, no estoy para sermones, no hoy, ¿Podés, por favor...? —Valentín fue incapaz de continuar la oración porque Tadeo lo interrumpió.
—No, no puedo, lo que sea que me vayas a preguntar no puedo. Vos me vas a escuchar, quieras o no —habló con firmeza haciendo que su amigo finalmente lo viera a los ojos. —Yo entiendo que no hayas terminado bien con Andrómeda, entiendo que te sientas triste, entiendo que quieras borrarla de tu mente, pero así no es la manera, ¿Posta crees que la vas a olvidar garchando con otras minas? Creí que la conversación con tu vieja te había abierto los ojos un poco —volvió a suspirar haciendo una mueca a lo último.
—Ella subió una foto de él y Orión —contestó solamente eso sin expresión alguna. —Es obvio que están juntos, Tadeo, me moleta porque yo estoy en la mierda y ella está bien feliz con el pelotudo ese que la abandonó hace casi seis años, lo perdonó y volvió con él. Al final eso es lo que quería, terminar conmigo para irse con Khea, es que ni siquiera espero más tiempo a ver si solucionábamos las cosas —se quejó acostándose del todo en la cama.
—¿Vos te está escuchando? Decís que ella está súper bien, ¿Cómo sabés eso? ¿Porqué publica fotos sonriendo? Vos también lo hacés, Valentín, y una banda —recalcó intentando buscar la mirada azulada del contrario, pero lo único que hacía este era evitarla, sabía que Tadeo tenía un punto. —Decís que volvió con Khea porque sube historias con él y con Orión, boludo, es el padre de su hijo, claro que va a estar con ellos y más ahora que Khea quiere recuperar el tiempo perdido —aunque Valentín odiaba admitirlo, Tadeo tenía otro punto. —¡Ah! Y después me decís que ni siquiera esperó para arreglar todo, Valentín, vos a los dos días de terminar ya estabas cogiendo con otras, yendo a boliches con otras y todo eso lo vio ella porque vos no sabés hacer nada en privado, solo coger y casi que lo haces en medio de la pista. No la culpés de todo cuando vos tampoco manejaste esta situación de la mejor manera —terminó de hablar tragando saliva para hidratar su garganta, ya estaba seca por lo mucho que habló.
—Bueno, ¿Qué querés que haga? No sé —el de ojos azules volvió a hablar, pero esta vez en el mismo tono que ponen los niños que han sido recientemente regañados.
—Debés hablar con ella, ir a su casa y encararla, hablar como gente civilizada y ver que onda, estoy seguro que ella aún te quiere como vos a ella, solo tenés que arriesgarte, no perdés nada —se encogió de hombros siendo respondido con un «puedo perder la dignidad» provocando una risa en él. —Sí, capaz que sí, pero también podés ganar una reconciliación —sonrió un poco al ver que Valentín asentía.
Tal vez su amigo sí tenía razón, solo un último intento, nada podría salir mal... ¿O sí?
Un capítulo de transición, ambos necesitan sanar poquito antes de verse, sin embargo, eso no quiere decir que todo se va a arreglar fácilmente, jajajajaja.
Igual estoy pensando que mi próxima novela va a ser muy triste casi todo el tiempo, esta es light jajaja.
Recuerden que si les gustó el capítulo comenten y voten mucho porque eso me motiva (ahí veo que tengo como cincuenta vistas y muy poquitos votos, las vigilo 👀👀)
Hasta la próxima!
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