𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒆𝒅𝒊𝒅𝒂𝒔
“𝑬𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅𝒆𝒓𝒐 𝒏𝒐 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒛, 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒍 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅𝒆𝒓𝒐 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒆𝒓𝒎𝒊𝒏𝒂.” —𝑫𝒆𝒔𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒊𝒅𝒐.
Luego del descubrimiento de la sortija Andrómeda se quedó sentada en medio del armario sin saber muy bien que hacer, ¿Debía bajar y decirle a Valentín que ya sabía sobre la existencia de la joya? ¿O por otra parte debería fingir que nunca la vio? Ninguna de las dos opciones le parecía la indicada porque el resultado no era bueno en ninguna de las dos.
Era más que obvio que quería casarse con el Argentino, ella estaba consciente que no iba a encontrar a nadie más que la tratará tan bien como Valentín la trataba, el amor que sentían ambos por el otro era uno de esos que solo ves en los cuentos de hadas, esos que solo llegas a soñar que existen y lo que Andrómeda más deseaba era seguir viviendo ese amor hasta el final de los tiempos; ella quería casarse, tal vez hasta tener más hijos y envejecer junto a Valentín con sus nietos rodeándonos.
No quería dejar el país, lo único que quería era ponerse esa sortija en su mano izquierda y bajar para decirle que sí a Valentín, que sí quería casarse con él, que sí quería pasar el resto de su vida a su lado, que sí quería seguir besando sus labios por toda la eternidad, que sí quería todo lo que amor le podría ofrecer a su lado... Pero había un problema, Andrómeda ya haba firmado el contrato.
Puede que la castaña no supiera mucho de la ley, pero lo que sí sabía es que los contratos sirven para cumplirse y si no los cumples puede que tengas una consecuencia, hasta una demanda por incumplir lo arreglado. Además, Sharon ya había tenido mucha paciencia con ella, había esperado demasiado por una decisión y ahora que por fin la tenía no iba a dejar que se echará para atrás, Andrómeda no tenía más opción que cumplir aunque eso la separara de lo que más deseaba.
Luego de unos minutos de puro llanto silencioso la muchacha se levantó y colocó la cajita en donde había estado en un principio, se cambió con lo más parecido a un disfraz de guerrera que tenía y se dirigió al baño nuevamente, necesitaba lavar su rostro antes de bajar, lo que menos quería es que Valentín se diera cuenta que había estado llorando.
En la planta de abajo Valentín y Orión continuaron jugando, sin embargo, el mayor volteaba constantemente a las escaleras esperando ver a su novia bajar por ahí, pero no, no lo hacía, y eso le aprecia extraño. La chica nunca se tardaba más de lo normal y en ese momento los estaba haciendo esperar, Andrómeda nunca dejaba esperando a nadie.
Unos minutos después finalmente escuchó los pasos de la chica en la escalera con una sonrisa en su rostro que no alcanzaba a sus ojos, los cuales se veían algo tristes y decaídos, Valentín quiso pensar que se encontraba de esa manera debido a la firma del contrato... Y no estaba tan equivocado al respecto, pero lo que no sabía es que había otra razón aparte de esa.
—¡Mamá, por fin llegaste! —saltó con alegría el pequeño al ver a su madre aproximándose. —Te damos la bienvenida a nuestro fuerte, construido por los más nobles trabajadores y protegido con la magia de las brujas de la montaña, al igual que las fuerzas de nuestros dos grandes perros, Baco y Sirius —explicó tratando de darle más realismo al juego mientras abría la “puerta” dejando pasar a Andrómeda.
—Es un honor para mí ser parte de este fuerte, juro por mis ancestros que lo protegeré con mi vida si es necesario —respondió de forma teatral dejando un beso en la frente de Orión quien sonrió de oreja a oreja ante el gesto.
—Su ayuda en nuestro fuerte será de suma im... —antes de que Valentín terminara la frase Andrómeda se acercó y tomó su rostro entre sus delgados dedos para aproximar su boca a la de ella comenzando un dulce beso.
Orión decidió voltear hacia otro lado mientras soltaba pequeñas risas imperceptible para los adultos, adoraba ver a su mamá tan feliz.
—¿Eso por qué fue? —preguntó en voz baja Valentín luego de separar sus labios, sin embargo, mantuvieron la cercanía de sus cuerpos.
—Porque te amo, te amo muchísimo —unió sus labios brevemente sacándole una sonrisa al más alto. —Nunca olvides eso, nunca —lo terminó abrazando ocultando su rostro en la curva de su cuello.
—Yo también te amo, mucho, mucho —murmuró contra su cuello acariciando su larga cabellera. —Siempre será así, mi amor, siempre —al terminar de decir eso dejó un ligero beso en el cuello de Andrómeda.
Era imposible que se casarán antes de que Andrómeda se fuera, ella lo sabía, pero también sabía que algún día iban a organizar esa boca, algún día se iba a vestir de blanco e iba a caminar hacia un altar en donde la estaría esperando Valentín con un traje, Orión sería el encargado de llevar los anillos y su sobrina, Bella, sería la niña de las flores, todo sería perfecto.
Solo debían esperar y ser pacientes, solo eso.
—Así que te pidió matrimonio —Lyra repitió por segunda vez haciendo que Andrómeda soltara un suspiro.
—No, mamá, ya te dije que no, solo conseguí la sortija, él no me pidió nada y no creo que lo haga —dijo y se llevó la taza a su boca para darle un sorbo al té.
—Bueno, pero es casi lo mismo, lo compró para pedirte matrimonio... ¿Crees que se arrepintió? —la mayor preguntó dejando a su taza al lado para prestarle toda su atención a su hija.
—Claro que se arrepintió... Me voy, mamá, él está claro que sí se inca en una rodilla y me pide matrimonio yo voy a romper cualquier contrato que tenga en mis manos —terminó de beber todo el líquido de la taza y la colocó a un lado. —Valentín quiere que yo cumpla mi sueño al igual que él está cumpliendo el suyo, si me quedó tal vez me quedé dentro de mi ese huequito de inconformidad por no intentarlo, por no arriesgarme, él sabe que esto es importante para mí y lo entiende... —sonrió levemente ante el pensamiento. —Yo sé que nos vamos a casar, pero no hoy, ni mañana y muchas menos en unos meses, nos casaremos cuando yo vuelva y seremos feliz —determinó con convicción sacándole una sonrisa a su madre.
—Me recuerdas mucho a mi cuando tenía tú edad, ilusionada con el amor verdadero, convencida de que sí existía a pesar de no tener un buen ejemplo en casa —asintió con nostalgia ante el recuerdo.
Los abuelos maternos de Andrómeda se habían divorciado poco después de tener a su madre, se dieron cuenta que no sentían eso llamado amor y decidieron separarse por el bien de Lyra, no querían que la pequeña niña creciera en un hogar lleno de peleas y malas miradas. Al final eso no pasó, Lyra creció con dos padres que la querían y cuidaban mucho, dos padres que supieron dejar sus diferencias a un lado para ser amigos y así poder criar a su hija sin ningún inconveniente, ella no conoció el amor verdadero de manera cercana hasta que se encontró con Rafael y a diferencia de ella, Andrómeda sí que tuvo un buen ejemplo de amor entre pareja.
Sin embargo, no logró encontrar ese amor verdadero en el padre de su hijo y eso estaba bien, también era válido, lo mejor es que sí encontró el amor y en un hombre que valía por completo la pena.
—Yo conocí a tu papá y de inmediato supe que ese macho era pa' mi —aquella declaración provocó una risa en la menor. —En serio, Meda, yo sabía que Rafael iba a ser mi esposo e iba a ser el padre de mis hijos y así fue, a pesar de que existieron un montón de problemas, de obstáculos, yo seguí creyéndolo y eso nos llevó hasta aquí, con dos hermosos hijos y dos hermosos nietecitos, Bella y Orión —Lyra tomó las manos de su hija por sobre la mesa con una dulce sonrisa en su rostro. —No te rindas, aunque no se hayan visto en mucho, mucho tiempo, no te rindas, el amor que tienen Valentín y tú es algo para proteger, algo destinado a que perdure, estos dos años no son nada comparados a el amor que se tienen ustedes, ten eso muy presente —dio un leve apretón sus manos el cual Andrómeda correspondió.
—Te lo prometo —sonrió la castaña. —Yo sé que Valentín es el macho pa' mi y yo soy la mujer pa' él —declaró con una risita al final contagiando a su madre.
Se venían tiempos difíciles, pero Andrómeda estaba preparada para combatirlos a capa y espada, no iba a renunciar a Valentín, no lo haría.
—¿Cómo lo llevas, cariño? —la voz de Maia logró que Valentín saliera de sus pensamientos para posar su mirada confundida en ella. —Vos sabés a lo que me refiero... ¿Cómo llevas que Meda se vaya del país por tanto tiempo? —preguntó sentándose a su lado en el sofá de la casa de la pareja.
—Estoy bien... —respondió de inmediato, pero Maia pudo detectar rápidamente la duda en su voz, al fin y al cabo era su hijo, lo conocía como la palma de su mano.
—No me tenés que mentir, hijo —aseguró con una sonrisa tranquilizadora. —Tu novia, la mujer a la que le compraste un anillo de compromiso, la que querés que sea la madre de tus hijos, se va a ir a otro país en menos de una semana y no se va solo a visitar, se va por dos años, tenés derecho a estar triste y demostrarlo —al escucharla decir aquello Valentín solo soltó un suspiro tembloroso intentando retener las lágrimas en sus ojos.
Durante todo ese tiempo él se había hecho el fuerte por Orión y Andrómeda, ¿Cómo se podrían ir tranquilos si lo veían llorando por los rincones de la casa? Simplemente no podía permitirse mostrar su verdadero dolor. Sin embargo, él tenía más que claro que Andrómeda estaba consciente de dicho dolor, ella lo conocía muy bien, más de lo que Valentín se conocía a si mismo, pero una cosa es saber y otra cosa es ver.
—Sé que tengo derecho de sentirme como la mierda, vieja, lo sé, pero no quiero gritarlo a los cuatro vientos, eso solo haría que Meda se sintiera peor de lo que ya se siente y no quiero eso, odiaría si eso pasará —admitió en voz baja secando un par de lágrimas que caían por sus mejillas. —Yo la amo y eso significa que la quiero ver feliz, que la quiero ver contenta y este trabajo la hace feliz, este trabajo es todo lo que ella siempre quiso y no voy a ser yo quien la retenga aquí con un par de lágrimas, no, ella no merece eso —negó con la cabeza posando su mirada atormentada en la calmada de su madre. —Ella merece todo lo bonito que el mundo puede ofrecerle e incluso más, es lo que quiero para ella y por eso la estoy dejando ir... Sé que va a volver y seremos felices, sé que así será, yo confío en nuestro amor, corta —terminó con una pequeña sonrisa en su rostro y Maia le creyó.
La mayor admiraba por completo las palabras de su hijo, no quería ni imaginarse lo difícil que era despejarse de un amor tan hermoso como el que ellos tenían; eran jóvenes, sí, pero eso no significaba que su amor no era grande, al contrario, era inmenso, lo notaba cada vez que se miraban y sonreían, cada vez que bailaban y no podían parar de mirarse a los ojos, y eso solo eran los gestos más perceptibles, pero habían otros que si no prestabas atención simplemente no lo notabas.
Al principio de su relación viajaron hacia Bariloche y Andrómeda probó un chocolate que se fabricaba únicamente en aquel lugar, cuando regresó a Buenos Aires se decepcionó al ver que no habían en la ciudad, ¿Qué hizo Valentín? Llamó a la tienda en donde lo hacían e hizo una orden de chocolates en polvo y en barra, desde ese momento él hace lo mismo todos los meses para que Andrómeda pueda disfrutar de dicho chocolate (cabe destacar que la empresa le hace descuento por cliente habitual).
Luego estaba Andrómeda quien salía a correr todas las mañanas y al regresar traía una ración de alfajores (los favoritos de Valentín), lo que lo hacía especial es que la tienda en donde los vendían estaba al otro lado de la ciudad, a ella no le pesaba conducir hasta allá luego de hacer ejercicio, todo valía la pena porque cuando él la veía llegar con la caja su sonrisa no podía ser más grande.
También estaban otros gestos aún más pequeños; cuando Andrómeda se sentía nerviosa Valentín tomaba su mano y acariciaba la misma con suavidad, cuando él se encontraba estresado ella solo tenía que acariciar su cabello y Valentín de inmediato quitaba su mala cara. Habían otros, claro está, ninguno de los dos podía dejar una habitación sin antes darse un beso, no importa si iban al baño nada más, ellos sí o sí debían hacerlo; cuando caminaban juntos iban tomados de la mano o tocándose de algún modo.
Andrómeda y Valentín eran la prueba de que el amor verdadero sí existía, verlos separarse era una gran lastima para todos los que habían presenciado cada sonrisa, cada risa, casa mirada...
—Me es tan satisfactorio oírte hablar de esa manera —tomó sus manos dándole un leve apretón a las mismas. —Eso solo lo hace una persona enamorada, elegir dejar ir a la persona que amas es muy duro, aceptarlo mucho más, pero vos estás pensando en ella, en sus sueños, eso es de admirar —sonrió y acarició con suavidad la mejilla de Valentín quitando las lágrimas a su paso. —Yo también estoy segura que ella volverá, hijo, y ahora sí nadie los va a separar —ante eso Valentín asintió estando de acuerdo.
Solo cinco días faltaban para que el vuelo de Andrómeda partiera de Buenos Aires, solo cinco días le quedaban a la pareja y ambos iban a disfrutarlos hasta no poder más, hasta que su tiempo se acabará.
Valentín ingresó su llave en la cerradura de la casa y entró, cuando ya estuvo adentro su ceño se frunció en confusión, había demasiado silencio en el lugar, no estaban los ladridos de sus perros, ni tampoco lo alaridos de emoción de Orión, simplemente todo estaba en silencio.
—¿Meda? —levantó la voz lo suficiente para ser escuchado mientras se adentraba más en la casa, esperaba oír silencio, pero en cambio escuchó a su novia responderle desde el patio trasero.
—¡Aquí! —al escucharla el muchacho sonrió y de inmediato se dirigió hacia el origen de la voz.
Sin embargo, lo que se encontró no era lo que esperaba en lo absoluto, en medio del patio había una mesa con dos sillas con comida en ella, el lugar estaba siendo decorado por muchas velas y luces por doquier creando una ambiente romántico e íntimo; Andrómeda se encontraba de pie detrás de la mesa con una sonrisa en su rostro y un hermoso vestido adornaba su cuerpo, en ese momento Valentín no pudo estar más feliz, era un hombre suertudo y él estaba más que consciente de eso.
—Amor... —fue lo único que pudo soltar el Argentino avanzando hacia ella quien ya lo esperaba con los brazos abiertos, sin dudarlo mucho Valentín la acercó a su cuerpo fundiéndose en un abrazo.
—Sé que ninguno de los dos quiere hablar del poco tiempo que nos queda, pero quiero disfrutarlo mucho, quiero hacer lindas cosas para ti, así cuando yo no esté pues te vas a acordar de ellas —habló en voz baja contra el pecho de Valentín, quien le entendió por completo por el nulo ruido que había en el patio. —Así vas a seguir enamorado de mi aunque yo no esté acá —levantó su mirada encontrándose con los ojos de Valentín ya en ella.
—Aunque este tiempo la pasemos tirados en el sofá viendo películas de Disney sin hacer nada más que eso, seguiría recordándolo con amor y felicidad —llevó una mano hacia la rosada mejilla de Andrómeda. —Yo nunca dejaré de amarte, pensé que ya lo teníamos más que claro, mi amor por vos perdurará para siempre, mi vida —susurró sobre sus labios antes de unirlos en un beso deseado por ambos.
Ya tenían los días contados, pero en ese momento, bajo la luna y las estrellas con solo el sonido del viento acompañándolos, a ninguno de los dos le importo, estaban listos para afrontar lo que se venían, estaban listos para dejarse ir.
¿Cómo se quedan si les digo que el siguiente será el último capítulo de esta novela?
No puedo creer que por fin vaya a terminar, subí este libro el 24 de Octubre sin saber si alguien le iba a gustar o siquiera leer. Muchas gracias por cada voto, por cada comentario, las llevo en mis corazoncito ❤️❤️❤️
¿Creen que Valentín y Andrómeda se vayan a quedar juntos o no? 👀
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