El Principio
"𝑼𝒏 𝒏𝒊𝒏𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒆𝒏𝒔𝒆𝒏𝒂𝒓 𝒕𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒔𝒂𝒔 𝒂 𝒖𝒏 𝒂𝒅𝒖𝒍𝒕𝒐: 𝒂 𝒑𝒐𝒏𝒆𝒓𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒔𝒊𝒏 𝒎𝒐𝒕𝒊𝒗𝒐, 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒐𝒄𝒖𝒑𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒚 𝒂 𝒔𝒂𝒃𝒆𝒓 𝒆𝒙𝒊𝒈𝒊𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒕𝒐𝒅𝒂𝒔 𝒔𝒖𝒔 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒛𝒂𝒔 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒂" - 𝑷𝒂𝒖𝒍𝒐 𝑪𝒐𝒉𝒆𝒍𝒐
En la habitación reinó el silencio ante la declaración del pequeño, el cual miraba todo sin entender que había dicho mal para que todos dejaran de hablar y fijaran su mirada en ellos, Andrómeda sentía que se iba a morir en cualquier momento al no saber que decir o como actuar ante toda la presión que estaba sintiendo en este momento, era como si todos esperaban una explicación de su parte cuando no les debía ninguna.
¿Qué iba a explicar? ¿Acaso esperaban una pequeña historia de como había concebido a Orión? ¿Esperaban que les dijera la historia de la abeja y la flor o tal vez la historia de la cigüeña? No era necesaria ninguna explicación, aquel niño era su hijo y nadie podía decir lo contrario porque eran dos gotas de agua, ella tuvo la suerte de que muy pocos rasgos del padre quedaron en Orión, básicamente el ochenta por ciento de la personalidad y el físico del pequeño venían de su lado materno.
Tuvo que pasar por esa situación tantas veces que ya no le importaba en lo absoluto, sabía lo que iba a pasar, Valentín iba a olvidar cualquier emoción o sentimiento que ella le provocaba para, tal vez con mucha suerte, quedar como amigos. Ya habían sido demasiados chicos que se habían alejado de ella por no querer nada que ver con un hijo que no era suyo, si pasaba otra vez ya no sería una novedad.
Pero Valentín no lo veía de esa manera, claro que era una impresión grandísima que aquella joven tuviera un hijo y en definitiva ahora tenía que pensar muy bien si quería seguir intentando llegar a algo más con ella, pero no creía que fuera una situación tan grave como para alejarse cuando eso significaba perder a una chica como ella.
En los días que habían hablado por horas a través de mensajes, audios y llamadas se dio cuenta que ella era más que una cara bonita, aquella chica tenía metas y sueños frustrados, tenía talento para regalar si así lo quisiese, tenía la habilidad de convertir un tema aburrido a uno sumamente interesante de un segundo a otro, tenía amabilidad y dulzura, tenía fortaleza y valentía, tenía ese algo especial que muy pocas personas en este mundo poseían y que sea madre no cambiaba ninguna de sus virtudes, al contrario, ahora la veía con más admiración por lograr criar a un niño sin ningún apoyo parental.
Puede que no haya descubierto que Orión era su hijo y no su hermano, pero sí sabía que Andrómeda no tenía ninguna pareja estable y seria desde los dieciséis porque ella misma se lo había dicho, no hacía falta ser un genio para sumar dos más dos y llegar a la conclusión de que el padre no se hizo cargo del niño.
Tal vez ya no pensaba que lo mejor era tener algo con ella porque siendo sinceros, apenas y podía cuidar de si mismo y de su perro Baco, pero en definitiva quería que ella permaneciera en su vida para que siguiera haciéndolo reír a carcajadas, quería seguir escuchándola decir que su risa era extraña, pero linda, quería que le siguiera mandando fotos de su rostro hundido en el estrés por trabajar tanto para que él siguiera diciéndole que aún así lucía hermosa, quería que ella siguiera haciendo stickers de sus caras raras cada vez que él le mandaba una foto. Así que no, no iba a alejarse de ella solo por lo que acababa de descubrir ni porque le pagaran para hacerlo.
—Tenés razón, claro que es tu mami, me he equivocado, ¿Me perdonás? —preguntó devolviendo su mirada al pequeño haciendo un pequeño puchero con sus labios, provocando una risa en el menor.
—Te perdono sólo si te tomás una foto conmigo —contestó escondiéndose un poco atrás de la pierna de su madre mientras lo miraba con una sonrisa llena de timidez combinada con un poco de diversión.
—Apá, que nene más atrevido, me caes bien —exclamó mirándolo con una sonrisa alegre que de inmediato contagió a Andrómeda, ella nunca pensó que tomaría la situación de esta manera. —Vení, nos vamos a tomar todas las fotos que quieras —abrió sus brazos invitándolo a salir de su pequeño escondite y en cuanto lo hizo lo cargó con rapidez provocando que el pequeño comenzara a reírse por el rápido movimiento. —Meda, ¿Nos harías el honor de ser nuestra fotógrafa? —preguntó fijando su mirada azulada en ella junto con una sonreía radiante, que de inmediato logró tranquilizarla.
Andrómeda aún no terminaba de entender que era lo que estaba pasando frente a sus ojos, pensó que todo iba a acabar igual que siempre y ahora el resultado estaba siendo impactante para ella. ¿Por que razón Valentín no entró en pánico y se alejó? ¿Será que lo hizo para que Orión mantuviera la imagen de buena persona que tenía de él o es que en verdad no le importaba que fuera su hijo? Ahora mismo no entendía nada y aún los miraba con sorpresa.
Fue cuando vio el intento de guiño que trató de hacer Valentín dirigido a ella que volvió a la realidad, por dos razones, la primera porque en ese momento supo que no iba a cambiar nada entre ellos debido a la pequeña sorpresa llamada Orión, y la segunda porque le causaba risa que había cerrado los dos ojos por accidente en su guiño.
—Claro que sí, eso ni siquiera se pregunta —respondió con una sonrisa sacando su cámara del bolso para luego apuntar hacia ellos, viendo por la pequeña pantalla las grandes sonrisas en los rostros de ambos.
Todo iba a estar bien.
—Entonces mi mami me dijo que si no me comía el brócoli no podía salir a jugar, tuve que comérmelo todo aunque no quería hacerlo —Orión terminó de contar la pequeña historia haciendo que todos en la mesa soltaran una risa y comentaran cosas como “yo también habría hecho lo mismo”, “hiciste bien, a veces tenemos que sacrificarnos para un bien mayor”.
Luego del concierto, el cual había sido todo un éxito, decidieron ir a cenar todos juntos aunque no fuera lo que tenían planeado con anterioridad, se suponía que irían a un club nocturno pero quedaron tan encantados con Orión que quisieron que estuviera más tiempo alrededor de ellos, por eso ahora se encontraban cenando sobre tres mesas unidas para abarcar a todas las personas que habían asistido a la cena, la crew del cantante, algunos amigos íntimos de su equipo y las cuatro chicas junto a sus respectivos acompañantes, Mateo y Mauro.
El pequeño había pasado todo el concierto como el niño más feliz del mundo, incluso Victoria ocupó el puesto de Andrómeda con la cámara para que ella pudiera disfrutar del concierto con su hijo. Y vaya que lo hizo, en varias ocasiones Orión no pudo contener la emoción y soltó varias lágrimas de pura felicidad, fue realmente conmovedor de ver y fue capturado por la lente de su propia cámara gracias a Victoria, había sido una maravillosa experiencia para los dos.
—¿Podemos hablar? —la joven habló en voz baja cerca de la oreja de Valentín para que la escuchara con claridad entre el ruido del lugar.
Recibió un asentimiento por su parte como respuesta y ambos se levantaron de la mesa para dirigirse fuera del restaurante, cruzaron la calle caminando hacia unos bancos ubicados en la acera de al frente del local en donde un ventanal bastante grande les dejaba una vista clara a la mesa donde Orión seguía siendo el centro de atención con las historias de su vida como niño, veían con claridad como todos reían sin parar gracias al pequeño, eso logró sacarle una pequeña sonrisa a la madre.
—No creas que me voy a disculpar por no contarte sobre Orión —la joven rompió el silencio desviando su atención hacia Valentín quien ya la estaba mirando.
—No estaba esperando que lo hagas —respondió casi de inmediato provocando que ambos soltaran una risa nerviosa por lo raro de la situación.
—Yo en verdad creí que sabías que era mi hijo, quiero decir, mi Instagram esta plagado de fotos con él y lo cierto es que nos parecemos bastante —inconscientemente llevó su mirada nuevamente a la ventana viendo a su hijo quien parecía entretenido viendo el truco de magia que le estaba enseñando Mauro.
—Búa, yo posta pensé que era tu hermano, te ves muy joven como para tener un hijo de esa edad —soltó el comentario con intenciones de que su acompañante le contara la historia completa, “que chusma que sos, Valentín, por Dios” pensó.
Obviamente Andrómeda se dio cuenta de inmediato que el joven deseaba que le contara la historia de principio a fin, tal vez a alguna que otra chica no le gustaría ir contando por ahí la historia de como la embarazaron de adolescente, pero ella no era ese tipo de chica, aunque pensaba que no estaba bien tener un hijo a la edad en la que ella lo tuvo, no se arrepentía de tener a Orión, él era lo mejor que tenía en su vida.
—Lo tuve a los dieciséis, por eso ahora tengo veintiuno y él cinco —comenzó acomodándose de lado en el asiento para quedar frente a Valentín. —En ese tiempo tenía un noviecito, hicimos el delicioso y de ese delicioso salió Orión, cuando le dije que estaba embarazada me terminó y se mudó a no sé donde, por suerte mis padres y mi hermano siempre me apoyaron así que a ninguno de los dos le falto nada nunca —siguió hablando pero esta vez con un tono de voz más desanimado aunque haya empezado con cierta carisma en su voz. —No tuve tiempo para llorar porque tenía que cuidar a Orión y desde ese entonces es así, todo lo que hago y todas las horas que paso trabajando son para darle una buena vida, claro que es difícil, más aún cuando me pregunta porque él no tiene papá cuanto todos los otros niños sí —soltó un suspiro largo tragándose todas las lágrimas que peligraban por salir de sus ojos. —Hago todo lo que puedo y sé que hasta ahora he hecho un buen trabajo, eso es lo único que me importa, que Orión esté bien y feliz —terminó volviendo a mirar al muchacho quien la miraba con el único deseo de abrazarla y nunca soltarla.
Y así lo hizo, Valentín se terminó de acercar para rodear el pequeño cuerpo de la joven con sus brazos acobijándola en su pecho, sus manos dejaban caricias en la espalda y el cabello lacio de Andrómeda tratando de tranquilizarla pues rápidamente dedujo que estaba llorando al oír su respiración agitada y algún que otro sollozo que provocó un pinchazo en su pecho. No se podía imaginar lo difícil que debía ser criar a un bebé siendo tan joven, estaba casi seguro que la castaña aguantó comentarios y miradas malintencionadas, aguantó murmullos cada vez que caminaba hacia algún lugar con Orión y aún así pudo sacar al pequeño adelante.
Andrómeda no sabía a ciencia cierta porque se había sincerado de esa manera con Valentín, hace bastante que no lloraba al recordar todo lo que tuvo que enfrentar para llegar a donde está, ahora estaba en un punto de su vida que ya nadie la criticaba por tener un hijo ya que era mayor de edad, pero cuando Orión era solo un bebé era horrible levantarse solo para oír comentarios sobre su comportamiento inmaduro, ella tenía muy en claro que hizo mal como para que se lo repitieran todos los días.
—Ya, ya estoy bien, gracias —se separó de a poco limpiando sus mejillas de las pocas lágrimas que se habían escapado de sus ojos. —Uy no, que pena, mira como te deje la camisa —con su mano intento de alguna manera secar la pequeña mancha de humedad que habían dejado sus lágrimas en la zona, obviamente no funcionó y solo logró que ambos volvieran a soltar esas risas nerviosas.
—No pasa nada, boluda, es solo una camisa —le restó importancia tomándose el atrevimiento de tomar la mano de la joven, casi al mismo tiempo la mirada de ambos se dirigieron hacia la unión e inconscientes una sonrisa se posó en cada uno de sus rostros en cuanto volvieron a conectar sus ojos. —Creo que sos una piba muy fuerte y piola, mirá todo lo que lograste en tan poquito tiempo, tenés tu propio departamento, te mantenés a vos misma y a Orión, tenés un trabajo de puta madre y además sos re buena mina, parecés un solecito, siempre con una buena vibra increíble que provoca que todos quieran estar a tu lado, yo incluido —terminó confesando con una sonrisa tímida dejando algunas caricias en el dorso de su mano. —Me caes muy bien, Meda, quiero ser tu amigo, no me voy a alejar de vos solo porque sos madre, espero que lo sepas —llevó la mano de la joven a sus labios dejando un beso rápido en la misma.
Y Andrómeda le creyó, ¿Por qué no debería de hacerlo? Valentín en tan poco tiempo le había demostrado que era una buena persona, no tenía porqué rechazar su amistad, además había tratado muy bien a Orión, no había ninguna señal de alerta alrededor del Argentino.
—Yo también quiero ser tu amiga, Valen —habló con una pequeña sonrisa para luego soltar una risa. —Estamos actuando como si fuéramos unos niñitos haciendo amigos... —al decir eso Valentín se unió a su risa provocando que ella se ría aún más. —Ya, me calmo. Tú también me caes muy bien, también eres un solecito con en el cielo incluido —claramente se refería a sus ojos cosa que logró que la sonrisa de Valentín creciera. —Gracias por todo, Valen —ahora fue ella quien dio el paso para un abrazo rodeando los hombros del más alto a la par de él rodeaba su cintura.
Ambos habían ganado mucho esa noche aunque aún no lo supieran, esa noche había marcado el inicio de un nuevo capítulo en la vida de los dos en el que ninguno estaba preparado para lo que depararía el futuro, por ahora ambos decidieron ignorar el extraño sentimiento que nacía en la boca de sus estómagos y continuaron el abrazo que parecía que iba a ser eterno.
—Che, no quiero interrumpir, pero el mini vos tiene sueño e Isa me mando pa' que te avisara —la voz de Mateo hizo que ambos se separaran más rápido que la velocidad de la luz provocando que el menor soltara una risa. —Igual puedo cerrar los ojos y así se dan un besito de buenas noches, prometo no ver —tal cual lo dijo, cerró sus ojos con una sonrisa divertida que desapareció cuando Valentín le pegó en el estomago haciendo que se quejara y murmura un “hijo de puta” para luego retirarse.
—Perdoná a Mateo, a veces es medio pelotudito —lo excusó sacando una risa de Andrómeda. —Si querés te pu... —lo interrumpió un beso en su mejilla de parte de la castaña provocando así algunos balbuceos de su parte, se le había olvidado hasta su nombre.
—Ahí está tu beso de buenas noches. Vamos, acepto tu propuesta de llevarnos a casa —la Venezolana se levanta del banco con una sonrisa divertida viendo como había dejado a su acompañante.
Antes de cruzar la calle miro hacia los dos lados y siguió caminando hacia el local en donde ya Isabel tenía cargado a un Orión a punto de dormirse mientras Mauro intentaba mantenerlo despierto con algunas muecas graciosas (no hacía falta decir que la única que se reía era Elisa). La joven se había ido sin saber que había dejado a un Valentín con una sonrisa tonta mirándola cargar al soñoliento pequeño mientras esté la miraba con sus ojitos a medio cerrar, completamente cansado por tantas emociones.
Había tomado la mejor decisión de todas, algo le decía que mantener a esas dos personas en su vida era lo mejor que podía hacer, ¿Cómo se suponía que podría seguir su vida sin una Andrómeda y un Orión García ahora que los conocía? No lo sabía y tampoco quería averiguarlo.
¡Nuevo capítulo! Disfrute mucho escribirlo porque adoro hacer a Valentín de esa manera, tan tierno, dulce y atento.
Espero que les haya gustado, comenten, voten y ajá. Nos leemos en dos o tres días, gracias por leer, Arrivederci! ❤️❤️
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