Lauren
Llegamos al bar, Ice cream de Blackpink y Selena Gomez se escucha de fondo. Con la mirada recorremos el oscuro, pero hermoso lugar. La barra está hecha de espejos y es iluminada por luces blancas, lo que hace que todo se refleje de una manera espectacular.
Roberto y Javier, mis amigos de secundaria, nos esperan en una mesa. Los veo a ambos vestidos de negro haciendo señas. Nos reciben con un
fuerte abrazo.
—¿Cómo están las mujeres más lindas? —dice Javier, mientras nos da dos besos a ambas en las mejillas.
—Feliz, celebrando que Lauren es nuestra nueva inquilina —responde mi amiga entusiasmada, mientras recibe la margarita que le entrega el barman y se sienta.
—¡Broma que vas a vivir con el piloto sexi! Ay no, es que yo no podría. Si ese hombre fuera gay le hago empeño —responde Javier, riendo y mirando a Ari.
Sabe muy bien que mi amiga detesta que miren a su hermano como objeto.
Roberto lo mira con el ceño fruncido, pero no dice nada. De seguro piensa lo mismo.
—¡Es de mi hermano de quien hablan, más respeto, por favor! —exclama Ari. —Se ve molesta, tanto que se toma su margarita casi de un sorbo.
Miro a mis amigos y sin intención me muerdo el labio.
—¡Caliente, confiésate! —exclama Javier apuntándome con el dedo índice—. Vi cómo te mordías el labio pensando en ese adonis.
—Mejor denle una margarita a Lauren, y vamos a bailar. —dice Ariana, mientras mueve su bonita cabellera y camina hacia la pista. Está claro que no quiere seguir hablando sobre lo que provoca su hermano.
—¡No, Ari, hoy no voy a beber! —exclamo.
Siendo honesta, no puedo permitírmelo, lo poco que me queda de dinero tengo que guardarlo para sobrevivir.
—¡¿Qué?! ¡No puedes hacerme esto! No, no, no ¡Tú te vas a tomar una margarita conmigo, y yo te voy a invitar el primero, luego Javier el segundo y Roberto el
tercero, porque somos tus amigos y los amigos nos apoyamos en las buenas y en las malas. ¿Verdad chicos?
No sé cómo lo hace para siempre saber lo que me ocurre. Me conoce tan bien que no necesita más información para sacar sus propias conclusiones.
Javier y Roberto levantan sus copas, mueven las cejas de arriba hacia abajo dando el sí a la propuesta de mi amiga, la cual ya está moviendo las caderas en la pista
con un moreno que de seguro lo llevara a la cama para tener la noche que merece.
«Que suerte tiene», pienso.
[***]
Llevamos horas bailando y bebiendo. La verdad es que sé que me estoy excediendo con el alcohol.
Aunque no se note, he estado muy preocupada por mi situación económica. No consigo trabajo, porque no tengo experiencia en nada, no he podido escribir algo
bueno, porque mi única inspiración con suerte me habla. Entonces, digo que esta noche ha sido perfecta porque he podido olvidar un poco todo por lo que estoy
pasando.
Veo que mi amiga se va con el moreno, se despide a lo lejos. Ya la conozco lo suficiente como para saber desde un comienzo que su noche terminaría de esa
manera. Ella sí debería escribir un libro de su vida, es interesante. Seguramente tendría un libro como las 50 sombras de Grey, o sería una excelente escritora como
Megan Maxwell.
La verdad es que no conozco muchos detalles sobre la vida sexual de mi amiga. Quizá le gusta el sexo convencional, aunque por su personalidad me la imagino muy divertida y buena para experimentar diferentes cosas.
«El alcohol realmente te hace pensar estupideces, Lauren. Ari no es capaz de escribir ni el pedido del supermercado y va a escribir un libro», pienso y rio por las estupideces que pasan por mi cabeza cuando estoy con alcohol.
Me giro para seguir bailando, la canción Flowers de Miley Cyrus suena a todo volumen y yo la bailo y canto como si fuera mía mientras sigo bebiendo. Hago mis
mejores movimientos con torpeza, me doy la vuelta y caigo vergonzosamente al suelo, derramando todo lo que quedaba de mi copa.
La gente me mira haciendo un círculo a mi alrededor, intento disimularlo haciendo pasos de break dance que lógicamente me salen horribles.
Mis amigos me sacan de ese momento vergonzoso, me ayudan a levantarme y reímos, mientras la gente se burla y regresa a lo suyo. La verdad es que sobria
habría querido que la tierra me tragara y me escupiera al otro lado del mundo, pero gracias al alcohol no me importa.
Sigo bailando, me doy la vuelta y a lo lejos veo a Stephan.
—¡¿He muerto al caer?! —pregunto a mi amigo Javier, sosteniéndome de su brazo.
—¡No, estás viva!, ¡¿por qué?! —exclama riendo.
—¡Porque estoy viendo al ángel más apetitoso y hermoso del mundo. Dime, por favor que no es una alucinación! —pido, hablándole fuerte al oído para que me escuche e intentando no volver a caer.
En la puerta trasera está Stephan con una mujer hermosa de cabellera roja. Le está dando un tierno beso en los labios y le acariciándole el mentón.
Duele, de verdad duele verlo así, y creo que con alcohol duele más, porque los sentimientos tienden a ser mucho más intensos.
—No, no es una alucinación, pero lamento decirte que no está solo. Vamos a casa, ya estás demasiado borracha y tengo miedo de que se te ocurra hacer alguna tontería.
—¡De tal hermana, tal hermano! —digo a Javier, con dificultad, apuntando al hombre sexi que está en el mismo lugar que yo, pero sin vernos él a nosotros.
—No tenía idea que estaba aquí —dice Javier.
—Ni yo, pensé que se quedaría en casa —respondo, bebiendo el último sorbo de mi margarita e hirviendo por los celos.
—Lauren, nos vamos a casa, ya no deberías seguir bebiendo —dice Roberto.
—¿Por qué en una relación siempre hay un aburrido? —le digo a Javier, quien ríe y molesta a su novio diciéndole que él es el divertido de la relación.
[***]
Roberto maneja el automóvil con dirección a mi nuevo hogar. Solo puedo pensar en encontrarme con el muñequito piloto.
—¿Y si me meto a su cama? —digo en voz alta, acomodándome en el asiento trasero.
Javier me mira y me dice:
—¿A qué cama te quieres meter? —Ríe, mira hacia atrás y me levanta la ceja derecha.
—A la de Stephan. Es que no imaginas las ganas que tengo de...
—Ni lo pienses, si te metes con Stephan pierdes a tu mejor amiga, además, dudo que esté solo, recuerda que se fue con esa mujer —dice el aburrido de Roberto.
Mira por el espejo retrovisor y levanta su estúpido dedo índice.
—Lo tengo claro, solo hablo estupideces. Es culpa del alcohol. Stephan no me gusta para nada, se tira pedos hediondos y ronca muy fuerte, lo sé ahora que estoy
viviendo con él.
«¿Pedos hediondos? ¿Qué mierda fue eso Lauren?»
—Hay veces que el amor está en el aire Lauren, los gases son parte de la confianza —bromea Javier.
El motor del automóvil se detiene. Javier mira a Roberto preocupado.
—Maldita chatarra, quedamos en pane. Lo soluciono en un par de minutos, no es nada grave, lo de siempre, estoy seguro —Roberto se baja con cuidado del auto.
—Avísenme cuando lleguemos a casa, por favor.—digo, ignorando que no se cuanto tardaremos en arreglar el automóvil. Me acuesto e intento dormir. No quiero
seguir con el tema.
[***]
—Despierta, Lauren. Llegamos y tienes que subir las escaleras —Roberto me sacude.
Me levanto con dificultad, me saco los tacones, son un riesgo y necesito sobrevivir a las escaleras. Me despido de mis amigos.
Empiezo a subir los escalones, uno a uno. Me cuesta centrar la mirada, veo que todo se me mueve, incluso el pasa mano. No logro sujetarme de él. Me caigo y
decido que es mejor gatear.
—Prometo nunca más beber. Lo juro —digo, mientras siento como todo da vueltas.
Llego hasta el piso tres, logro ponerme de pies. Busco la llave en mi cartera, las cuales se caen metiendo el mayor ruido que una llave puede meter al caer. Las
recojo y vuelvo a caer.
«¡Mierda, como me duele el culo!», se queja mi voz interna.
Logro ponerme de pie nuevamente.
«Ahora lo más difícil Lauren, tienes que apuntarle a la cerradura.»
—¡Mierda! —exclamo sin conseguir mi objetivo.
Stephan abre la puerta. Le sonrío, mostrando mi dentadura, como si estuviese haciendo alguna travesura. Intento ser tierna, pero claramente soy ridícula.
Trato de mantenerme de pie. Stephan abre bien la puerta, me abre el paso para dejar que
entre
—Pemisso. Perrrmiso —repito la palabra, intentando marcar bien la letra R.
Observo a mi amor platónico, se ve serio, triste, algo le ocurre.
«¿Será por mí?», me pregunto.
«Que ridícula, Lauren, mejor camina en línea recta a tu dormitorio y deja de hacer el ridículo», me respondo.
—¿Por qué estás tan serio? —consulto, intentando modular para que se entienda, porque la lengua se me enreda.
—Vienes demasiado borracha como para caminar. —Se ríe, me toma en brazos y se dirige hasta mi habitación.
Me tumba en la cama, me tapa con una frazada.
—Stephan, no te vayas. Me siento mareada. Imagina si vomito y me muero. —Me hago la muerta sacando la lengua, hago un mohín.
Se sienta en sus talones para quedar a mi altura y poder hablar conmigo.
—Veo que estuvo buena la fiesta. —Levanta las cejas, sonríe.
—No tan buena como tú. —Le toco los labios con mi pulgar—. ¿Estás solo? ¿o te trajiste a la pelirroja fea y tonta con la que andabas? Ari te va a hacer escándalo—.Me burlo.
—No. —Me mira confundido, como preguntándose qué es lo que me pasa, el porqué lo estoy tocando y cómo es que tengo tanta información.
—Eres aburrido, pero hermoso —susurro, sin quitarle la mirada.
—Creí que no te parecía hermoso, me lo dejaste claro antes de irte de fiesta. —Ríe.
—No juegues conmigo, sabes que es imposible, solo puede pasar en sueños. —Le hago cariño en la cabeza.
Me mira extrañado por mí atrevida cercanía
—¿Qué haces? —pregunta.
—Veo 2 Stephan, que bonito...
—¿Te caíste? ¿Te duele la cabeza? ¿Estás bien? —pregunta asustado.
—Solo necesito dormir un poco. —Pongo uno de mis pies en el suelo para no sentir que estoy en una montaña rusa al cerrar los ojos y caigo en un sueño profundo.
[***]
El sol me despierta y la resaca apenas me deja levantar la cabeza. Recuerdo todo lo que le dije a Stephan la noche anterior y muero de vergüenza. Necesito agua, pero no quiero ir a la cocina. Me da miedo, y sobre todo vergüenza encontrarme con él.
«Faltó que le ofrecieras tu virginidad, Lauren. Con eso habrías terminado de hundirte tú misma», me reclama mi voz interna.
Salgo a escondidas de mi cuarto. Veo que la habitación de Ari está intacta. La cama está estirada y su ropa de trabajo se encuentra planchada sobre ella. No regresó a
dormir, es un hecho. También me doy cuenta de que Stephan tiene la puerta de su cuarto abierta, pero no está en ella.
Camino lentamente por el pasillo, como si fuera un agente secreto investigando una misión super secreta. No se escucha ruido alguno en el resto del departamento. Me relajo. Saber que estoy sola y que no tengo que dar explicaciones de nada hace que
mi vaso de agua tenga buen sabor.
Enciendo la televisión y empiezo a ver las noticias. Como es de costumbre, reclamo sola por todas las injusticias de las que hablan.
—¡¿Hasta cuándo?! —grito al escuchar que un imbécil mató a un hombre por el hecho de ser de color.
Me llama la atención cuando hablan de una mujer muerta. Fue encontrada cerca del lugar en donde estuvimos de fiesta la noche anterior. Subo el volumen de la televisión al máximo, no quiero perderme absolutamente nada de la noticia. Su
nombre era Jude Collins. Me detengo a mirarla, porque muestran la fotografía. La encuentro parecido a la mujer que estuvo con Stephan en el Bar. Es difícil no
reconocer a una mujer de cabello rojizo. Además, siendo honesta, la observe muy bien.
—¿Qué demonios? —Frunzo el ceño.
Decido ir a la habitación del piloto. No se ven rastros de que una mujer pasó la noche en el lugar. Está todo ordenado, y no hay aroma a mujer, solo al perfume de
Stephan.
Voy al baño del piloto, tampoco hay rastros de cabellera rojiza.
Regreso a la habitación, recorro con la mirada.
—Seguramente la borrachera hizo que vieras mal, Lauren. Como es de costumbre, confundes las cosas.
El olor a él y su perfume están por todas partes.
Aprovecho el momento de soledad e inhalo cada rincón imaginando que él es mío.
Tomo la camisa del día anterior, la abrazo sintiendo su aroma e imaginando que es él quien me acurruca. Veo que la fotografía de una bonita mujer de cabello rojizo
cae en el suelo. La recojo, al verla me doy cuenta de que es exactamente la misma persona que anunciaban muerta en la televisión. Al parecer trabajaba con él, porque
lleva puesto el uniforme de la aerolínea.
—¿En qué estás metido, Stephan? —tomo mi celular para buscar en Google el nombre de la mujer y el anuncio muestra más clara aún la imagen de la televisión.
Son la misma persona.
Escucho la puerta del departamento cerrar. Dejo rápidamente todo tirado, tal cual estaba antes de entrar. Me siento nerviosa, ansiosa, confundida. Anoche estaba hablando de los pedos de Stephan y ahora solo puedo preguntarme: ¿quién es?
¿qué ocurrió? ¿será todo esto una coincidencia?
Siento pasos venir, claramente no alcanzo a salir de la habitación sin ser vista.
«Mierda», pienso, mientras recorro la habitación con la mirada y veo donde puedo esconderme.
Miro hacia el closet. Rápidamente abro la puerta y muevo la ropa. Entro y cierro con cuidado la puerta.
La rendija del lugar en donde me escondo me deja observar absolutamente todo.
Stephan está con una mujer. Es delgada, usa el uniforme de la aerolínea, y está perfectamente peinada. Su cabellera es castaña y tiene la piel blanca, como si fuese una muñeca de porcelana.
«¿No hay alguien que no se haya llevado a su cama?», me pregunto. Siento rabia, y un dolor grande en el corazón. Un sabio dijo: "Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza", espero que sea así, porque estoy tan confundida que ni siquiera sé cómo podré seguir existiendo.
Intento no respirar, no quiero que me escuchen. Empiezan a besarse, a emitir ruidos de placer. Cierro los ojos para no ver lo que tanto dolor me provoca, intento, de verdad intento mantener mi cabeza en otra cosa, no llorar. Mi curiosidad y masoquismo me gana y pongo atención a lo que hacen.
Stephan toma con dulzura a la hermosa mujer y le ayuda a recostarse sobre su cama. Se aleja y desviste su perfecto torso para incorporarse sobre ella.
«Que ganas de ser yo la que lo disfruta», me sonrojo al pensar e imaginar que la mujer que mueve sus caderas para unirse a su masculinidad soy yo.
Veo cómo le muerde el labio, sabe perfectamente cómo excitar a una mujer, porque la joven jadea solo con su tacto.
Mi amor platónico le quita la camiseta y con un ágil movimiento saca ambos pechos del brasier. Tengo que confesar que lo que estoy viendo revoluciona por completo mis hormonas. Me muerdo el labio mientras cierro los ojos y sigo imaginando a ese
perfecto adonis sobre mi cuerpo.
Mi mano poco a poco se va a mi entre pierna, estoy húmeda, necesito jugar con mi feminidad.
«¿Qué mierda haces, Lauren?, despierta de una vez y ve la forma de salir de aquí», dice mi conciencia.
Stephan se separa, se baja los jeans y los bóxer, saca del velador un condón para luego ponérselo en su miembro, mientras tanto la mujer se desviste por completo.
Quedo impactada por el gran tamaño de su masculinidad. Si yo fuera la mujer a la
que se lo van a meter, tendría miedo.
«Mentirosa, eres una mentirosa. El tamaño te encanta y desearías tenerlo dentro de ti», pienso.
Viendo todo el acto y el lado positivo de la situación, no están haciendo el amor, es solo sexo.
«Lo dice la virgen que cree que tiene experiencia solo por ver películas porno y tener un buen vibrador», me dice mi yo interna.
Stephan la embiste con fuerza, escucho los gemidos.
Miro y la mujer está montada sobre él. La verdad es que duele, pero es algo a lo que tendré que acostumbrarme, sobre todo si vivo aquí. Ari ya me lo había advertido.
Con cuidado saco mi celular del bolsillo del pijama y envío un mensaje a Ari:
Lauren
11:31 horas
¿Dónde estás? Necesito que me ayudes.
Estoy escondida en el closet de tu hermano,
mientras tiene sexo con una mujer ridículamente
exagerada.
Sus gemidos me están ensordeciendo.
Ari
11:32 horas
¿Qué mierda haces metida ahí?
Estoy llegando al departamento. Veré cómo
distraigo a Stephan.
Me vas a deber una, y me tendrás que
contar cómo es que te metiste en ese lío.
Me relaja saber que Ariana viene llegando. Es inteligente y muy hábil con las mentiras. Sé que ella sabrá cómo sacarme de aquí, lo que no sé es cómo le voy a explicar por qué me encuentro metida en este closet viendo cómo su hermano tiene
sexo.
—¡Hola!, llegué. ¡¿Stephan?! —grita Ariana desde la entrada.
—¡Mierda! Mi hermana —dice el hombre más sexi del planeta, mientras se deja ir dentro de la mujer.
Siento como golpean la puerta del dormitorio.
—Stephan, ¿estás ahí?, tengo que hablar de algo importante contigo —dice Ari desde el otro lado.
—Sí, voy. —Se levanta desnudo y empieza a vestirse.
Puedo verlo como Dios lo trajo al mundo. Me golpeo el brazo pensando que lo que veo es un ángel y que estoy muerta.
—¿Me vas a dejar así porque tu hermanita llegó? —dice la blanca mujer que tuvo el privilegio de follarse a Stephan.
—Sí, vístete. Te tienes que ir —responde con voz seca. Recoge la ropa de la mujer y se la entrega.
La cara de ella me da lástima. Veo que está triste, quizá siente cosas por él ya que lo observa con ternura.
«Que imbécil, obtienes lo que quieres y luego dejas a esa pobre chica tirada»,pienso.
Stephan abre la puerta y Ari entra al dormitorio. La mujer sale enojada de la habitación, sin siquiera despedirse. Siento el portazo de la salida, se ha ido.
—¿Se puede saber que es lo tan urgente que tienes que decirme? —pregunta Stephan, enojado.
—Este dormitorio huele a sexo, vamos a conversar al cuarto de estar —responde mi amiga, quien se cruza de brazos y demuestra enojo.
Imagino que no está fingiendo, si hay algo que detesta es que Stephan traiga mujeres a casa.
Escucho que se alejan y empiezan a gritar. La verdad es que no entiendo la discusión, tampoco quiero involucrarme, solo quiero escapar de este lugar.
Con cuidado y sin que me vean salgo del closet para luego irme a mi habitación con sigilo. Hasta yo me sorprendo de lo silenciosa y cuidadosa que puedo llegar a ser.
Me encierro en mi cuarto, espero un momento para calmar mis emociones y veo que no lo logro. Decido que lo mejor es escribir lo que estoy sintiendo para canalizar mis energías en algo productivo.
Quiero escribir, porque además, presiento que de todo esto puedo sacar una buena historia, quizá, solo quizá podría cumplir mi sueño y publicar en una gran editorial.
Saco mi portátil y me siento en los pies de la cama. No sé por dónde comenzar escribiendo, todo es difícil, porque hizo falta solo de un día para decir adiós al día
anterior. He conocido a mi amor platónico en otra faceta, la sexual, y lo peor es que no fue conmigo. Ahora no solo estoy enamorada de él por lo que veo día a día, también me gusta sexualmente.
«No olvides que esconde algo, hay algo que tienes que averiguar. No puede estar tranquilo luego de haber salido con alguien que murió. Quizá no lo sabe.», pienso.
La puerta de mi habitación se abre de golpe. Es Ari y viene tan enojada que se acerca y me dice:
—Haz que valga la pena el mal rato que tuve que pasar y cuéntame: ¿qué pasó?
—Me mira, levanta una ceja y se sienta a mi lado con los brazos y piernas cruzadas.
—No tienes ni la menor idea. Hoy en la mañana encendí la televisión y me puse a ver noticias. Una mujer murió anoche y la encontraron cerca del bar en donde estábamos de fiesta. —Me pongo nerviosa. La adrenalina de lo vivido empieza a causar efecto y mis manos tiemblan.
—¿Qué tiene que ver eso con mi hermano? —Me mira extrañada. Se ve expectante a lo que le estoy contando. Veo que sus piernas se tensan, y sus pies empiezan a
moverse.
—Esa chica es la misma que estaba con él en el bar. Yo anoche llegué, él estaba solo y hoy aparece con otra mujer como si nada pasara.
—¿Mi hermano fue al bar anoche?, Nunca lo vi. ¿Estás segura de lo que me estás contando? —Arruga el entrecejo—. No entiendo qué tiene que ver todo lo que me dices con tu visita en el closet de Stephan.
—No sé por qué entré a su dormitorio, pero encontré una fotografía de la mujer en el bolsillo de una de sus camisas. Luego no alcancé a salir y tuve que meterme en el closet. —Suspiro, cierro los ojos—. Tú hermano está metido en algo extraño.
—¿Por qué dices eso? —Me mira, intuyo que sabe algo.
—No lo sé, es intuición. —Miro a mi amiga nerviosa.
—Conozco a mi hermano Lauren, es incapaz de hacerle daño a alguien. Además, nada de lo que ocurra en su vida tiene que importante. Eres mi amiga, pero él es mi
hermano, y si no lo dejas tranquilo, esto de vivir juntos no va a resultar. —Mira su reloj de pulsera—. Tengo que ir a vestirme, pasarán por mí en una hora. Me toca
trabajar. Te lo advierto Lauren, te quiero lejos de Stephan.
Mi cuerpo se tensa, Ari nunca me había hablado tan seria, molesta. No soy tonta, sigo pensando en que hay algo extraño, pero no insisto. Pienso que lo mejor es
cambiar de tema.
—¿No tenías libre? —Hago un puchero. Quedarme sola con Stephan me pone nerviosa.
En otras circunstancias quizá me habría gustado.
—Aprovecha de buscar trabajo, de escribir. Eres buena escritora, estoy segura de que encontrarás una buena historia. Si yo confío en ti, no puedes tú, no confiar en ti. No te preocupes por encontrar algo apresurado, nos tienes a nosotros. —Ari me mira con dulzura, me toma la mano. Se levanta y me da un beso en la mejilla para despedirse.
Me quedo sentada con mi portátil, pensando en Stephan. Vuelvo a poner el nombre
de la chica que murió. Aparece con el uniforme de la aerolínea.
Sigo investigando y me doy cuenta de que no es la única. En la misma fecha, durante los últimos tres años, un 9 de febrero, han muerto otras 2 chicas de la misma aerolínea. Lo que da una suma total de 3 mujeres. ¿Será coincidencia?
La verdad, es que esto me está dando miedo. Quizá estoy con un asesino en el mismo techo y no me he dado cuenta. Es demasiada coincidencia, ¿o no?, aunque pensándolo bien, nadie me asegura que las 3 hayan salido con el piloto.
Todos los ángeles son capaces de esconder a algún demonio, espero que este no sea el caso.
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