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Dolor 🌌

Stephan

Conduzco lo más rápido que puedo. La lluvia me está haciendo el trabajo difícil, no me deja ver con claridad, pero agradezco que la carretera está prácticamente vacía.

El GPS me ayuda un poco, puedo guiarme por el mapa.
Llamo una y otra vez a Lauren, para saber que se encuentra bien, para tranquilizarla y avisarle que voy en camino, pero me manda a buzón de mensaje.
Lo mismo hago con Javier y Roberto, porque tengo entendido que se fue con ellos, pero tampoco responden mi llamado. Estoy realmente preocupado.
Llego al punto que me indica la ubicación desde donde Lauren me escribió, avanzó con cuidado. La señal del celular se va perdiendo poco a poco.

Como no veo nada por la lluvia abro las ventanas del costado, sin importar que se moje el interior de mi auto. La oscuridad no me permite encontrar lo que busco.

Vuelvo a cerrar todo, es inútil el esfuerzo.
Detengo el auto, me bajo, decido que lo mejor es caminar.

—¡¿Lauren?! —Grito.

No obtengo respuesta, pero sí, en medio de la lluvia y con lo que alumbran las luces de mi auto puedo verla tirada en la orilla. Corro, al llegar observo que tiene una herida en la cabeza. Está completamente mojada. La tomo en mis brazos para llevarla a mi auto.

Mientras va en mis brazos abre levemente sus ojos. Suspiro, porque al menos sé que está viva.

—¿Qué te pasó? Ya estás bien, ya estás bien pequeña unicornio, te tengo...—Le doy un beso en la frente.

Verla viva hace que me vuelva el alma al cuerpo. Imagino lo peor, verla de esta manera hace que piense que abusaron de ella. Estoy asustado.

—Llévame a casa, por favor. —Empieza a llorar, me abraza el cuello con fuerza, como suplicando protección y cobijo.

—Tengo que llevarte a un hospital...—susurro en su oído.

—No, Stephan, por favor, llévame a casa.
La subo con delicadeza, y mucho cuidado al asiento del copiloto. Saco del porta maleta ropa de cambio que siempre llevo para cuando vuelo.

Con cuidado le saco la chaqueta, luego el sweater. Ella me ayuda a sacarse la camiseta y el brasier. Intento no mirarle sus pechos, pero es imposible. Sus pezones
son pequeños y rosados, Lauren es realmente una muñeca que no quieres tocar, porque podrías quebrarla.

Luego de terminar de cambiarle la ropa me subo al auto para manejar. Veo que llora
sin parar. Está realmente angustiada y mi preocupación es inminente. Sigo pensando lo peor.

—Tenemos que ir a un hospital para que te revisen esa herida —ordeno.

Necesito entender lo que está ocurriendo. ¿Dónde está Javier? ¿Dónde está Roberto?

—Solo quiero irme a casa, por favor. Mi herida está bien. —Solloza.

Me da lástima, soy consciente de que no tengo paciencia y tampoco inteligencia
emocional, cuesta saber cómo controlar una situación como esta.

—¿Me vas a contar lo que ocurrió? —pregunto, expectante, pero intentando no sonar ansioso.
—Stephan, sí te voy a contar.

Lauren

No puedo parar de llorar, le he contado todo a Stephan en el camino. Incluso, me quería obligar a pasar a la policía, pero no quise hacerlo. ¿para qué?

En estos momentos estoy justo donde quiero estar: en casa, con Stephan y lejos de todo el resto de la gente.

—¿Ves por qué prefiero los libros? No te traicionan, puedes amarlos y no te dañan —digo a Stephan, mientras me siento en el sofá.

Observo como mi amor platónico ordena las cosas que usé con él el día que limpié la herida de su mano.

—No hables así, no todos somos iguales. —Acomoda sus rodillas en el sofá, se sienta sobre ellas, quedando justo a la altura para limpiar la herida que tiene mi
frente.

Levanto la mirada mientras pasa el algodón. Cierro los ojos, ¡ay por Dios!, huele delicioso. Su aroma es especial. Puedo sentir el roce de su mano con mi piel,
ambas crean una energía digna de transformarse en amor.

—Estás lista pequeño Unicornio. Ahora no tendrás solo un cuerno, sino dos. —Se sienta a mi lado.

—Entonces ya no seré un unicornio, seré un venado. —Hago un mohín.

—Es el mohín más tierno que he visto en mi vida —dice, acariciando con el pulgar mi labio inferior y mirándome a los ojos.

Mi interior quiere gritar. No sé si estoy imaginando bien las cosas.

No logro entender nada, estoy realmente confundida con todo lo ocurrido. Inhalo y me doy cuenta de que huelo a Stephan. Estoy con su ropa, algo que jamás imaginé lograr.

—Supongo que no has comido. —Se muerde el labio inferior, seguramente porque tiene hambre.

«Su labio me abre el apetito, podría comerlo aunque mi cabeza esté pensando en cualquier otra cosa menos en comida.»

—No, no he comido —respondo tímidamente, sin quitarle la mirada a sus labios, e intentando no distraerme.

Stephan se pone de pie, lo persigo con la mirada. Se sienta en sus talones, en frente de mí, mirándome con ternura.

—Realmente te fue mal en esa pelea pequeña unicornio. —Hace un tierno mohín,
me acaricia sobre el parche que acaba de poner.
No sé qué es lo que ocurre, aún pienso en que sigo inconsciente en medio de la lluvia y esto es un sueño.

—Creo que no sé pelear, solo sé amar. Siempre he pensado que es mejor luchar para que las cosas mejoren. Pelear es una pérdida de tiempo.

Stephan me queda mirando. Siento que no esperaba esa respuesta de mi parte.
Está analizando lo que acabo de decir.

—Si sabes amar, ¿Por qué no estás entregando ese amor a alguien? Siempre te he visto sola, siendo la sombra de mi hermana. —Sin quitarme la mirada empieza a escribir algo en el celular.

—Porque el amor que yo quiero no me quiere a mí. No de la misma manera. —Bajo la mirada, siento mis mejillas sonrojarse.

Creo que estoy exponiendo mis sentimientos más de la cuenta, no debería, pienso que solo estoy haciendo el ridículo.

—¿Qué clase de estúpido podría no quererte de esa manera? Eres la unicornio más encantadora que he conocido —se burla de mí.

«Si tan solo supieras que siempre has sido tú, solo tú», pienso.

El silencio llena la sala.

—¡Listo! —exclama Stephan. —Espero que te guste el sushi, o la comida china. No sabía que pedir así que pedí ambas.

—Eres muy exagerado. —Río, con dolor, porque me duele todo el costado de la cara.

—¿Exagerado? Pensé que tenías hambre. —Abre los ojos muy grandes, como si estuviera sorprendido.

—Tengo hambre, es verdad, prometo intentarlo, quizá te gano. No sabes con quien te has metido. Soy una unicornio gordinflona y muy comilona. —Inflo ambos
cachetes con dificultad, me cruzo de brazos y cambio mi tono de voz a un tono más grave.

Stephan ríe, empieza a hacerme cosquillas.

—¡No te vas a comer mi comida pequeña unicornio gordinflona! —Ríe a carcajadas.

—¡Stephan, por favor! ¡Detente! ¡No me hagas más cosquillas! ¡Haré lo que quieras, pero, por favor, para!

—Me río a carcajadas.

—¿Lo que quiera? —pregunta, deteniéndose, pero sin sacar sus largos dedos de mi cintura.

—Lo que quieras, pero no sigas, por favor.

—Ten una cita conmigo, mañana —dice serio, sin quitarme la mirada.

«¿De qué parte de mi vida me perdí? ¿En qué mundo paralelo entré sin darme cuenta?», pienso.

No puedo responderle, quiero decir que sí, pero no sé si está bromeando. Me da miedo hacer el ridículo.

El timbre empieza a escucharse.

—La comida —dice Stephan, alejándose, y sin quitarme la mirada.

—¿Tan rápido? —pregunto impresionada, porque no han pasado ni diez minutos.

—Es el restaurante que está en frente del edificio, y su política es: Si no te llega en diez minutos, la comida es gratis —Sonríe.

Nos servimos comida, nos sentamos en la isla de la cocina. La verdad es que es un exceso.

—¿Competencia? —dice riendo.

—¿Cuál es el premio? —pregunto.

—Ya sabes lo que quiero. —Me guiña un ojo.

Sé que me va a ganar, no pondré mucho esfuerzo, porque sí quiero esa cita con él.

Nos observamos desafiantes, jugamos con nuestras miradas, al estilo mirada del oeste. Ambos tomamos nuestros tenedores.

—Tres...—cuenta Stephan.

—Dos...—digo yo.

—Uno...—empiezo a comer un arrollado primavera.
No veo cuanto come Stephan ni la rapidez con lo que lo hace. Luego de comer dos arrollados, un wantan, tres piezas de sushi y la mitad de mi arroz chaufa mi
estomago empieza a pedir perdón. Miro todo lo que me queda por comer y no puedo pensar en seguir.

—¡Gané! —exclama Stephan, quien levanta ambos brazos.

Miro sus pocillos. Se comió absolutamente todo, incluso el chapsui de pollo, y la carne mongoliana.
—¡Esto es trampa! Sabias que era imposible ganarte. —Me hago la ofendida, arrugo el entrecejo—. Exijo la revancha.

—Mañana, en nuestra cita la tendrás, pequeña y dulce unicornio hermoso. —Se levanta de su silla, me da un tierno beso en la mejilla y sale por la puerta.
Me quedo flotando en una nube. Todo ha cambiado en muy poco tiempo. A diferencia de antes ahora puedo mirar a lo lejos y lo siento, lo presiento, sé que lo
tengo.

El miedo de lo ocurrido no ha pasado, no lo he olvidado, a pesar de que la noche
terminó de una manera especial. Ahora que estoy sola en la cocina me angustio, me siento sola.

Me levanto de mi silla y salgo rápidamente de la puerta. Stephan va caminando hacia su cuarto por el pasillo.

—¡Stephan! ¿Puedes dormir conmigo? —pido.
«¡¿Qué le pediste qué?! Lauren, por favor, va a pensar que estas regalando tu virginidad, así como así», pienso.

—Perdón, no me refiero a...tú sabes, sino... es que no quiero estar sola, eso es todo —intento explicar, avergonzada por como dije las cosas.

—Entiendo, ven, vamos a tu habitación. —Sonríe, mostrando nuevamente sus lindos hoyuelos en las mejillas. Me toma de la mano y juntos vamos a mi cuarto.

Estoy loca por él, tan loca que hasta mi locura lo ama.
Ambos nos recostamos sobre mi cama, Stephan nos tapa con la frazada que está en los pies.
—Todo va a pasar, estaré contigo. —Me acaricia la cabeza.
Apago la luz de la lamparita de velador, me acurruco a él y mientras siento su tacto,
su aroma y su corazón latir, cierro mis ojos para dormir.
—Duerme pequeña dulce y bonita Lauren, cuidare de tus sueños. —Stephan me besa la coronilla de la cabeza, me abraza con más fuerza.

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