Lauren

Llevamos doce días en México, todo ha sido tan perfecto que me asusta. Hemos ido a Chichen itza, Xelha, e incluso a un concierto.
Ariana llama por teléfono todos los días a su hermano, es algo que me perturba.

¿Es normal eso? Incluso Stephan suspira al ver que es ella, no contesta entusiasmado, sino más bien, obligado. Obviamente no digo nada de lo que pienso,
entrar en esa relación intensa es arma de doble filo. Prefiero no opinar.

Hemos tomado tanto sol que parecemos otras personas.
He podido notar que Stephan está tomando muchas píldoras, me asusta que sea adicto a ellas, porque se desespera al no tenerlas. Le he preguntado qué es lo que toma, pero evade la respuesta. Tampoco puedo inmiscuirme en sus cosas, ¿o sí?

—¿Cómo va este libro? —pregunta dándome un beso en la mejilla y recostándose en la reposera que está a mi lado.

—Voy lento. Me cuesta escribir un romance si salgo con un payasito.

—Lo miro de reojo, sonrío.

Se ve sexi con traje de baño, recostado en la reposera y usando gafas de piloto.

Sus oblicuos se marcan como dos túneles capaces de llevar a cualquiera hacia la
felicidad máxima.

—Si crees que soy un payaso, ¿por qué me miras tanto? —Baja las gafas, me mira sobre ellas.

"Dios mío, me descoloca tanta belleza humana."

—Porque soy un unicornio intruso, acosador y muy goloso. —Hago un mohín.

Ambos reímos, definitivamente, somos el uno para el otro. Nadie podría soportarnos. Somos melosos y nuestro humor negro solo lo entendemos nosotros.

—Cuando llegue a 20.000 palabras voy a celebrar —digo.

—¿Por qué son tan importante justamente esas 20.000 palabras? —pregunta expectante a mi respuesta, mientras pone sus brazos detrás de su cabeza.

—Porque las primeras 20.000 palabras solo hablan de nosotros.

—¿Y las siguientes?

—No lo sé, porque aún no llegamos a nuestra realidad. No sé qué va a pasar, Stephan, espero que tengamos un final feliz, o por último poder terminar el libro
antes de morir —digo con ironía.

No sé lo que está pensando mi amor, porque se queda callado, eso me asusta, significa que piensa como yo, y que tiene algún tipo de información que no me ha
dicho.

Stephan

Hoy tengo preparada una salida nocturna junto a Lau. Es una fiesta en la playa.

La verdad, es que me quedaría con ella eternamente en esta habitación, creando historias para que llegue pronto a sus 20.000 palabras, pero no puedo tenerla en una burbuja. Tiene que ver y conocer el mundo.
Es tan inocente que no quiero dejarla, no puedo dejarla, es lo que más me preocupa. He pensado en decirle mi verdad, en decirle que no viviré por mucho
tiempo y que mis permanentes dolores de cabeza, mareos y confusiones que aún logro disimular son por causa de una metástasis cerebral. Lo sé desde mis primeros exámenes. Aún no sé desde donde proviene el cáncer, pero ya está, voy a morir, es
un hecho.

Cuando Lauren me llevó al hospital volvieron a hacerme los exámenes, pero yo ya sabía los resultados. Mi decisión sigue siendo la misma. No quiero tratamientos, ¿para qué? Mi cáncer ya está avanzado.
Podría hacerme quimioterapia, radioterapia, y no sé qué otras cosas que no quise escuchar, ¿qué calidad de vida sería esa? Claro, podría extenderla, pero ¿en base a qué? Los médicos intentaron convencerme diciendo que los dolores cerebrales no los detiene ni la morfina, pero mi decisión está tomada, no estoy dispuesto a pasar lo poco que me queda de vida en tratamientos.

Me acomodo la camisa de lino, me miro en el espejo. Tengo ojeras, porque no he dormido bien. Escondido saco analgésicos del bolsillo de uno de mis pantalones y me los trago.

Lauren sale del baño. Hermosa, despampanante. Lleva puesto un vestido blanco de lino, corto, holgado y con un cinturón que marca su cintura. Su cabello está suelto y sus ojos verdes delineados con negro.

—Soy el hombre más afortunado del mundo —digo, tomándola de la cintura y atrayéndola hacia mí.

—Y yo la mujer más afortunada del mundo. —Me besa.
Tomados de la mano salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la fiesta.

[***]

El ambiente está increíble. Hay música, antorchas y gente bebiendo tequila como si fuese la última gota de agua que probarán.

Un mexicano se acerca con dos golpeados, limón y sal.
—Nadie entra a la fiesta sin probar el mejor tequila —nos dice, entregándonos los ingredientes.

Lauren me mira, sé que bebe, pero poco, porque se emborracha muy fácilmente.

—¡Vamos, beban! ¡No le tengan miedo! —exclama quien nos entregó las bebidas.

Un grupo de gente empieza a animar a nuestro alrededor:
—¡Bebe, bebe, bebe...!

Hacemos caso. La verdad es que sí es el mejor tequila que he probado. Me da risa ver el rostro de mi bello unicornio arrugarse con el limón. Es todo un poema.
La abrazo, y riendo nos dirigimos hasta la barra.

—¿Quieres beber algo? —pregunto, mientras saco mi tarjeta de crédito para pagar.

—Un margarita —pide, hace un mohín tan dulce que es imposible decirle que no.

Nos entregan ambas bebidas y recorremos la fiesta. Todo es tan alegre que no dan ganas de que la noche termine.

Poco a poco me empiezo a sentir mareado. No sé si es el alcohol. Intento disimular, mientras veo que a Lauren le está haciendo efecto el tequila.

—¿Sabes que realmente me gustas? —dice acercándose a mi y dándome un delicioso beso.

—Sí, creo que eso lo sé.

—Nunca pensé ser la novia del Ken de Barbie...

—¿El Ken de barbie? —pregunto. Sé que no con la mejor cara.

Siento que mi cabeza va a estallar. No quiero que Lauren se dé cuenta.

—Cariño, necesito ir al baño. Ve por dos copas más. —Le entrego mi tarjeta— Regreso de inmediato.

Lauren me queda mirando con preocupación mientras intento caminar en una sola línea. La arena me dificulta poder hacerlo. Decido tomar un atajo, porque el ruido, la luz y todo me molesta.

Me falta aire. Me detengo mirando hacia el océano.
—No aquí, no es mi momento —pido, mirando hacia el cielo.

Mi mirada se nubla, y de la nada siento como mi cuerpo cae, sin piedad.