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ᕼᗩᒪᖴ ᗰOOᑎ

Época moderna. Seúl, Corea del Sur. 

2023.

Observó la ciudad desde su ventana. Las ciudades siempre serían la parte más interesante.

Con los años como los que tiene le han enseñado que para no sentirse tan cansado de su trabajo es fingir que era una especie de millonario en la época que fuera, era lo único que a veces mantenía su cordura intacta después de estar solo por mucho tiempo.

En esa noche se enfocó su nostalgia por ver el cielo repleto de estrellas antes de que existiera la bombilla, cuando solo la luna era quien le permitía ver a las joyas de cielo resplandecer, algo de lo que el Rey del Olimpo gustaba presumir, también alardeaba sobre lo mucho que podía coger con cuanto humano o criatura bella se le interponía, algo deplorable a sus ojos. Claro que las venganzas de su esposa eran lo que tampoco soportaba porque no tenían una consecuencia que de verdad hiciera a Zeus un mejor esposo. A veces no lo entendía, la facilidad con la que él nunca muestra una verdadera devoción a su reina cuando le costó muchos intentos por tener su afecto.

A veces el hecho de separarse unas largas temporadas le servían de escarmiento. Por un rato. Luego volvían al mismo círculo de mentiras y venganza. Él nunca le haría eso a nadie, no sabía si tendría el corazón o el tiempo para serle infiel a alguien. La idea de traicionar a quien más amaba tampoco era algo que podría hacer, ya que sólo amó una vez en su vida y tuvo que enterrarlo, para no fallar a su señor rey.

Escuchó susurros entre las sombras.

—Mi señor —uno de los sirvientes le trajo un cofre negro con su joyería.

Un anillo de hierro estigio, negro como el reino de su madre, con un par de diamantes grises que siempre le recordaron los ojos de su adorado e indecoroso hermano menor, era la forma discreta para guardar una hoz que usaba como arma. Era masoquista, le gustaba torturarse al recordar lo que siempre fue imposible de tener a la luna como él a su lado. Por último, tomó una gargantilla de plata con incrustaciones de rubíes; al mostrar su verdadera forma, se convertía en su corona de amapolas, otro regalo de su hermano.

―Quiero todo limpio para cuando regrese el fin de semana, madre viene de visita ―ordenó, colocándose sus joyas, otro par de sombras le trajo su túnica negra con estrellas salpicando la tela, sus alas blancas moteadas de gris se desperezaron antes de salir.

―Señor, su Alteza Real ha llegado ―anunció otra sombra, el rey de la Muerte se ató la túnica por la cintura.

―Por favor, llévalo a la sala principal.

No quería hacerlo esperar, por lo que antes de salir, se llevó un pequeño brazalete hecho con las amapolas blancas del jardín de su infancia que guardó en el bolsillo interno de su túnica, cerca de su corazón, donde aún podía sentir que aún estaban juntos.

Bajó por las escaleras de cristal y en medio, estaba su mejor amigo y rey.

Nadie sospecharía que ese hombre alto, musculoso y de cabellos negros con una sonrisa amable sería el señor del Inframundo, que cuidaba de las almas y castigaba a quien se merecía la ira del dios. Le resultó un poco extraño su repentina salida de sus dominios, teniendo en cuenta que su trabajo nunca acaba, al igual que el suyo.

―Mi Rey ―le dedicó una reverencia antes de tomar su mano y besar su anillo―. Aún sigo sorprendido de su repentina visita ¿puedo saber qué pasa?

― ¿El mundo tiene que estar en peligro si quiero ver a mi viejo amigo? ―el hombre le dedicó una sonrisa divertida, una que enamoraría a cualquier mortal.

―Señor, no pudo elegir un peor momento ―el dios de la muerte no quería rechazar la vista, pero debía recoger a las almas de los muertos.

―WonHo, viejo amigo ―colocó una de sus manos en su hombro―. Siempre van a existir muertos, un día junto a tu rey no hará ningún daño.

Han pasado cerca de seis años en los que decidió venir a Corea para cambiar un poco de aires, eso también implicaba tomar un nuevo nombre. Una especie de juego entre los dioses en los que la costumbre los llevaba a decirse por el mote en turno mientras estuvieran en el país y sólo llegaban a usar sus nombres verdaderos en casos muy puntuales.

Se sentía un poco avergonzado de que lo llamaran por cualquiera de sus nombres, pues realmente casi nadie se dirigía de manera afectuosa sin sentir miedo porque sus vidas fueran arrebatadas. Ni siquiera saliendo de casa con su mejor disfraz humano le ayudaba a pasar las noches por completo en paz, las pocas veces que congenió con humanos, casi siempre estaban borrachos y eso sólo lo molestaba y se iba.

― ¿Quién eres y qué le hiciste a HyunWoo? ―escuchar el nombre actual de Hades también hizo sentir un poco extraño al rey del Inframundo, ambos no estaban tan acostumbrados a llamarse con sus nuevos nombres―. ¿Qué tienes en mente?

―Sólo un poco de vino y un tranquilo paseo por la noche ―la sonrisa pequeña de su nuevo cuerpo siempre le inspiraba confianza, una que él mismo quebrantó a alguien más y por consiguiente, él mismo rompió la suya.

―Me honra.

―Por favor, hoy sólo somos un par de amigos que buscan un poco de tranquilidad del trabajo.

―Espero que en este descanso no intente obligarme a escoger un regalo sorpresa para su esposa.

HoSeok siempre admiró el amor y la devoción de su mejor amigo para con su esposa. Pocos matrimonios en el Olimpo eran tan afortunados como ellos, los admiraba y envidiaba al mismo tiempo. Tal vez por eso no le gustaba estar mucho tiempo en el palacio oscuro, pues la Reina siempre era tan cariñosa y atenta a hacer sonreír a su "amargado esposo".

―No, no ―levantó las manos en negación, era de los pocos que tenía el muy privilegiado derecho de ver al imponente dios sonrojarse y comportarse como un mortal común―. Mi adorada flor no necesita nada, ella está con su madre en esta temporada ―soltó una mueca, una molesta e incómoda al recordar que su hermana nunca le agradó que se llevara a su hija de su lado hace ya tantos siglos―. El palacio no es lo mismo sin ella.

―La reina siempre ha sido su primavera ―atrapó a HyunWoo mostrando una sonrisa de orgullo.

Nunca lo quiso decir en voz alta, pero él siempre quiso tener un final de cuento de hadas, alguien en quien confiar y que no tuviera miedo de tocarlo. Muchos dioses confundían las capacidades de la Muerte con quitar vida indiscriminadamente a sólo cuidar de las almas y llevarlas hasta Cerbero. Él no podía quitar la vida a propósito, eso era una vil mentira, una que nadie parecía creerle más que su amigo y... su hermano.

―De acuerdo HyunWoo. Sólo una horas ―dijo, llevó su mano hasta su hombro, su túnica desapareció en forma el humo y en su lugar quedó con jeans rasgados, una camisa de franela gris y una chaqueta azul oscuro; sus joyas fueron lo único que no cambió―. Tengo que recibir a mi madre.

―Con eso me basta.

HoSeok encontró un poco de paz estando con su mejor amigo, caminando en las calles iluminadas por los grandes espectaculares, las personas parecían no notarlos y agradecía eso. A veces deseaba haber nacido como un mortal, tal vez querría ser un pintor o un profesor, tal vez un artista; cualquier cosa que no tuviera que ver con cuidar de las almas.

No renegaba de su trabajo, lo ganó ayudando en la titanomaquia hace ya muchos siglos y sacrificando a la única persona que le importaba en el mundo, pero a veces estaba tan cansado de ser Thanatos, el dios de la Muerte Pacífica.

Y en ocasiones como éstas, eran las que le recordaban que una noche fuera no lograría hacerle cambiar de opinión sobre el camino de la soledad.

Cerró la puerta, lleno de furia.

―Vaya, alguien no la pasó bien con su querida madre ―la joven abrazó el almohadón de un Charmander entre sus piernas sin dejar de apretar botones a diestra y siniestra, aniquilando a todos los rivales con su ataque especial de un caparazón azul derrocando los de los primeros puestos y coronarse como ganadora el resto de la carrera―. ¡Sí, toma eso fontanero hijo de perra!

―Mi madre está siendo una loca exagerada ―el chico de cabello plata llegó a abrir una botella de vino y beber de un solo trago todo su contenido―. No me puede pedir que deje de salir.

―Como si de verdad le hicieras caso ―ella rodó los ojos, pero nunca dejó de lado su carrera.

Ya era normal oír despotricar cada vez que su mejor amigo iba a casa de su madre y regresaba con unas ganas terribles de gritar como un niño pequeño. Los siglos en su existencia nunca le iban a quitar ese defecto, por el cual la señora del caos, siempre le preocupaba dejarlo solo en el mundo mortal.

―Es insufrible ―no se sintió ofendido de que esa chica, que también puede ser una anciana a voluntad, no le prestara atención―. Es como si alguien te pidiera que dejes de ser virgen.

Ella frunció el ceño y ahora sí detuvo su videojuego.

―Okay, ella debió haberte dicho algo muy malo para que uses mi don como tu manera de amortiguar el golpe ―se quitó la capucha de su sudadera morada y le hizo un gesto para que la acompañara en el sofá―. ¿Qué pasó?

―Ella dice que si vuelvo a salir, las flechas cortarán mis alas ―bufó y se dejó caer en los cojines―. En primer lugar, nunca me he acercado a Artemisa para caerle mal ―enumeró con uno de sus dedos―. Y Apolo terminó conmigo en el siglo XVII, ahora somos amigos.

―Tal vez...

―Tal vez ya le afectó no salir de su casa ―la interrumpió, pero era su culpa, a veces olvidaba que él quería gritar y maldecir antes de darle una opinión―. Siempre es así conmigo, nunca le parece lo que hago a pesar de que llevo más tiempo en este maldito mundo más que el gran señor del Olimpo y debiste escucharla ―agitó las manos y las puso al frente, simulando estrangular a una persona―. Siempre tiene que traer a mi hermano a la discusión. "Tu hermano no es tan inmoral, mi pequeño. ¿Por qué no puedes seguir su ejemplo? Tu hermano debería ser tu ejemplo a seguir, no como la indecorosa de Afrodita o su hijo." ¡UGH! ¡Juro que, si escucho su nombre otra maldita vez, no le hablaré a mi madre por cinco siglos!

Su enojo fue tanto que las estrellas en lo alto de la habitación temblaron y el pequeño cielo que el mismo dios puso, se nubló, su cabello de manera similar se oscureció hasta parecer el mismo reino de su señora madre. La diosa respiró hondo antes de tomar su mano y calmarlo.

―Seguro ella no lo dijo con malas intenciones ―aseguró, eso pareció tranquilizar un poco al dios con ojos de plata líquida, centelleantes como las mismas estrellas.

―Lo sé YuQi, pero...

Mencionar el tema siempre lo ponía en una faceta depresiva. Una que creía que con el tiempo podría sanar, sin embargo, los pocos encuentros con su hermano varias veces al año le recordaban la fechoría que hizo contra su corazón.

Aún recordaba llegar a la corte del Inframundo al día siguiente en que Thanatos le dijo que ya no podrían verse, pues ahora él se convirtió en rey y debía estar lejos de todos, la guerra había dejado muchos estragos en el mundo y los reinos apenas se estaban formando. Hypnos por esos momentos era joven, vivió toda la titanomaquia en la seguridad de su palacio, su hermano fue el que quiso jugar al héroe y se unió al bando de Zeus.

Cuando regresó a casa sólo fue para decirle que no volverían a verse. Le suplicó, lloró ante sus pies, rogó hasta ya no tener voz para que no lo dejara, prometió cuidarlo y el dejarlo solo, le rompió el corazón. Su hermano jamás le dirigió la mirada, sus ojos eran fríos y distantes, como si el invierno más cruel del mundo hubiera llegado para reemplazar a su hermano, a su Luna. Thanatos se fue después de que Hypnos dejó de llorar y le ofreció una simple disculpa, ni siquiera volteó para saber si estaba bien, mucho menos lo abrazó con amor como cuando se fue a la guerra.

Ese dios no era al que amaba, en su mente sonaba muy lógico que los nuevos gobernantes hubieran obligado a su amado hermano a dejarlo para tenerlo en control. Eso le hirvió la sangre y claro que fue hasta los salones del Hades.

Nadie esperó que el Rey de los Sueños e hijo de Nix saliera de su hogar para pedir la cabeza de Hades por quitarle a Thanatos. El dios del Inframundo se mostró escéptico, lo tomó por un niño caprichoso. Se puso más furioso cuando le respondió a su afrenta.

―Señor mío, se está precipitando ―el hombre no parecía tener sentimientos y menos cuando el único gesto que le dirigió fue una mirada de reojo, de inmediato regresó a los registros de los primeros muertos del mundo antes de ir a las audiencias de castigo y poner orden en sus dominios―. No sé lo que pretende, pero debería regresar a su hogar, su madre puede estar preocupada. El inframundo no es lugar para dioses como usted.

―Por supuesto que no ―escupió cada palabra y desenvainó un alfanje de hierro estigio, eso molestó a Hades―. Tampoco es el lugar de mi hermano, lo quiero de vuelta, exijo que lo libere de su castigo.

―Hypnos ―su voz siempre le erizaba la piel, pero esa vez, no era la sensación que tanto le gustaba.

Su hermano apareció por la puerta del gran salón. Sus ojos reflejaban una gran furia y eso le hizo soltar su arma, él no quería que su hermano lo mirara de esa forma.

―Vete, te dije que no salieras de casa ―su voz era fría, caló hasta sus huesos y sintió como si un millar de agujas le atravesaran el cuerpo―. ¿Es que eres un tonto? ¿Cómo osas aparecer y desafiar a mi Rey? Te dije que te quedaras y siguieras con tu vida. Nada te iba a faltar junto a nuestra señora madre; pero qué esperaba, eres un dios joven e inmaduro que no sabe entender las decisiones que se hacen por tu bien. Madre estaría avergonzada por el mal rato que haces pasar a Hades, no puedes venir aquí con las intenciones de iniciar una pelea con el rey, es lo más tonto que has hecho en tu vida...

―Eres un idiota ―su murmullo detuvo el regaño de Thanatos.

― ¿Qué dijiste?

Su corazón fue vilmente destrozado, el amor que antes le profesó su hermano desapareció cuando volvió a verle los ojos y terminó por matarlo al decirle entre líneas que ya no lo amaba. Él no era el Thanatos que se fue a la guerra con la promesa de volver a abrazarlo, él no era su hermano, era otro perro del infierno que Hades logró domar para tenerlo cerca y no lo soportó.

Se levantó, su cabello blanco como las estrellas del cielo, se tornó tan oscuro que pareció haber absorbido toda luz en el lugar y sus ojos refulgieron. No dijo nada, sólo se acercó a su hermano, buscando alguna mentira, una pequeña señal de esperanza y no encontró la luz que compartían. Su hermano murió ese día y nació el Dios de la Muerte, asesinó el amor que tenían todo para perseguir a Hades al mismo tiempo que enterró todo su amor por él. Su furia actuó por él, así que sólo fue un movimiento certero y rajó el rostro de ese dios frío y le rompió aún más el corazón que a pesar de herirlo, Thanatos no se movió ni un ápice.

Aceptó la herida y nunca rompió contacto visual, era como si una estatua estuviera frente a él.

―Me retiro mi Rey, ofreceré un buen tributo por mi irrupción de niño berrinchudo, en palabras de su sirviente ―anunció, sus lágrimas salieron sin control, pero hizo todo lo posible por mantener su voz firme. Hizo una reverencia hacia Hades y al dios de la Muerte sólo lo vio de los pies a la cabeza, completamente destrozado y se arrancó el brazalete que el mismo amor de su vida le hizo antes de irse a la guerra y lo dejó caer al piso. Simbolizaba su eterna unión, una que Thanatos rompió con sus palabras frías, como la muerte de todo lo bueno, una que Hypnos aceptó obedientemente―. Su Alteza.

Fueron sus últimas palabras antes de retirarse del lugar y huir lejos. No regresó a casa como pretendía, en su lugar, encontró refugio en una isla sin nombre por aquel entonces, donde se auto castigó con un exilio voluntario, no le importaba nada, quería cuidar de los sueños de los demás antes que vivir la realidad de su corazón roto.

Tuvieron que pasar cerca de ocho siglos para que por fin se atreviera a salir de su reino y empezar de nuevo. Otros siglos para que por fin decidiera ver el mundo a sus anchas, pero de vez en cuando, solía toparse con él, debía mantener una máscara indiferente, aunque por dentro estuviera llorando. Su despecho y corazón roto le motivaron a buscar refugio en humanos, dioses y semidioses por igual, aunque ninguno podía superar la sensación de protección en los brazos de Thanatos.

Aún a pesar de los milenios, nunca dejó de amarlo, era una maldición que cargaba y no sabía cómo detenerla sin usar a alguien más y herirlo en el proceso.

Él podría ser un dios libidinoso, coqueto y gustoso de ser el centro de atención, pero cada vez que se enfrentaba a su primer amor, una chispa entraba por las grietas de su corazón y encendía las brasas hasta tal punto que su corazón martilleaba tan fuerte, buscaba arrojarse a los brazos de su hermano y pedirle que lo hiciera suyo, pero jamás lo demostró ante él.

Buscó por todos los medios apagar el deseo, pero algo en su interior le decía que a alguien debió hacerle mucho daño para maldecirlo con estar siempre enamorado del dios de la Muerte.

―HyungWon ―YuQi le llamó por su nombre en esa década.

La diosa del fuego y del hogar buscaba amortiguar el peso de su tristeza. Cuando lo conoció, era un dios tan irritante e irrespetuoso, hasta que descubrió su máscara: Ocultaba a un joven dios herido y buscaba un amor que nadie podía llenar. Se quedó con él por años para cuidar de su soledad, a pesar de que salía seguido con variadas compañías, el dios de los sueños no podía dejar de lado su deseo más oculto por su hermano. Es por eso que cada vez que sus episodios de depresión se volvían muy fuertes, se lo llevaba a cualquier parte del mundo donde lo hiciera sentir mejor, no era la primera opción ni mucho menos la mejor, pero hasta que HyungWon no se resolviera por atar los cabos sueltos y hablar con su hermano, le daría un poco de felicidad momentánea.

―No le des vueltas al asunto ¿de acuerdo? ―la diosa joven acarició su mejilla, como una madre, un cariño que le ayudaba a calmar su furia o su tristeza―. ¿Y si salimos?

― ¿Cómo una noche de solteros? ―inquirió, su mejor amiga asintió―. Suena bien.

Tal vez eso era lo que necesitaba, una noche simple con YuQi: sin pretendientes, novios locos o los complejos de hermano en desgracia.

Aunque la diosa del hogar intentara ocultarlo, amaba la música y los nuevos lugares de esa época para poder bailar les daban collares brillantes y lentes con formas curiosas, le gustaban mucho a la hora de estar en la pista. La cantidad de humo de colores junto a la música de moda la ponían muy efusiva y se alegró mucho al ver que su mejor amigo estaba igual de contento. Ambos cubiertos con una ligera capa de sudor, para aparentar ser más humanos, y cantando al ritmo de la canción del momento, disfrutaban de la música y cuando sus pies mortales se cansaron, fueron hasta la barra.

―Por favor, otros dos especiales ―gritó por encima de la música al barista.

― ¿Y bien? ―YuQi no tardó en quedarse sin aliento―. ¿Cómo te sientes?

―Tenías razón ―soltó un gritito de felicidad en cuanto llegó una bebida en colores naranjados y rosados con varias fresas flotando―, respirar el aire de estos lugares me hacen menos miserable.

―Uy, amo esa canción ―la joven diosa se tomó todo el contenido como si fuera agua y se preparó para bailar.

―Ve, yo quiero más alcohol ―hizo una seña, restándole importancia a ser abandonado en la barra.

No esperó más permiso, últimamente YuQi estaba obsesionada con grupos de artistas juveniles, en especial grupos femeninos que se la pasaban despotricando contra la sociedad y los estereotipos de belleza. Verla bailar, sin que nada más importara le inspiraba a seguir su ejemplo. Ella siempre fue feliz sin complicaciones más grandes que patearle el trasero a los que no le daban tributos. Nunca teniendo problema del corazón, nunca encontró lo que HyungWon hace ya tantos siglos, deseaba cambiar de lugares.

Soltó un suspiro y tomó un sorbo cuando otra copa apareció enfrente de él.

―Yo no ordené esto ―dijo al barista que simplemente sonrió y se fue.

«Por favor, no ahora.», pensó con molestia.

El único día que pretendía no estar buscando un poco de atención es cuando le llueven opciones. En lo que llevaba de la noche, ignoró a siete personas, mujeres y hombres por igual. Estaba muy dispuesto a confrontar a su supuesto admirador, hasta que una mano fina con esmalte rojo vino acarició la suya.

―La pequeña estrellita de Nix está muy lejos del cielo ―la voz ronca y muy encantadora de ese dios lo hizo sentir incómodo.

―Eros ―susurró, pues ahora sólo ellos podían escucharse―. Espero que estés acompañado esta noche.

―TaeMin ―respondió y tomó un trago de su copa de vino, tan elegante, hermoso y mortal si no tenías cuidado―. ¿No vas a decirme tu nombre en este continente?

―Ahora es HyungWon.

En su nueva forma mortal era un joven de aspecto tan encantador que sus labios esponjosos daban ganas de morderlos hasta dejarlos rojos, la piel pulcra sin rastros de sexo por el momento podría ser fácilmente la envidia de cualquiera, su cabello plata casi igualando al suyo era demasiado atractivo para cualquier época.

―Creí que nuestro acercamiento en Ámsterdam hace veinte años nos había hecho cercanos ―la sonrisa del dios sí era encantadora, tanto que estuvo a punto de besarlo, pero se recordó que ahora no quería pensar en asuntos del corazón.

―No ―puso su mano entre los labios de TaeMin y los suyos―. No vine a este lugar por una noche, sólo quiero estar tranquilo.

― ¿En serio vas a rechazarme, después de lo que hemos hecho juntos? ―su ceño se frunció levemente, no lo suficiente como para quitarle el aire tan sensual que tanto lo caracterizaba.

―No quiero salir con nadie, estoy con una amiga ―señaló hacia Hestia, quien, al mirar en su dirección, su alegría desapareció.

― ¿Desde cuándo la mojigata es buena compañía por encima de mí? ―no le gustó para nada el tono burlón que usó, por lo que sus ojos plata refulgieron, enviándole una advertencia silenciosa.

―No hables de esa forma hacia tu familia ―dijo, frío, como si sus palabras fueran el viento de invierno, uno que molestó a su visitante.

―Es una vieja y aburrida tía lejana ―su sonrisa ya no era preciosa, ahora era tan cínica como la de su padre cuando rechazaba las ofertas de paz e iniciaba las guerras―. Sabes dulzura, tus compañías son bastante sosas estos últimos años.

―Creo que mejor me retiro, TaeMin ―bebió el resto de su vaso y dejó dinero suficiente para el barista―, no quiero hablar contigo.

No esperó a que le contestara, atravesó la pista de baile y se llevó a su mejor amiga con él.

―Vámonos ―la tomó del brazo y buscó la salida más cerca y era una que se perdía al final del pasillo, dando paso a un callejón solitario.

― ¿Qué fue lo que le dijiste? ―preguntó mientras avanzaban por el solitario callejón, el humo de varias alcantarillas y hasta el hedor de la basura en los contenedores no lo incomodaron tanto como TaeMin insultado a su única compañía buena.

―Nada, sólo quiero irme a casa ―evadió a toda costa decirle las cosas desagradables que siempre ha pensado de ella, esa fue la razón principal por la que nunca volvió a buscarlo después de estar juntos por una temporada―. Nunca debí salir.

― ¿En serio te atreviste a dejarme hablando sólo?

Ambos se detuvieron cuando el dios salió de la nada.

―A mí nunca me vas a tratar con semejante actitud.

―TaeMin, escucha, no quería hacerte sentir mal ―el dios de los sueños debía ser listo, más que él, o si no tendría que enfrentar graves consecuencias.

―Ahora entiendo a lo que se referían todos en el Olimpo cuando decían que eres una desgracia para tu familia y por qué tu hermano perfecto te evita desde que te cambió por Hades y un palacio en la superficie ―sus palabras eran daga y lo sabía, quería hacerlo sentir mal porque lo había despreciado.

Quería hacerle daño, sabía que esa provocación era hecha sólo para hacerlo sentir infeliz. Sólo que, él estaba bastante harto de que todos le recordaran lo mismo, escuchar su sola mención le hervía la sangre al tiempo que le rompía su corazón. Esa es la razón por la que no supo cómo es que dejó que su cuerpo actuara y con un movimiento rápido, tomó a su ex pareja del cuello y lo levantó un par de centímetros por encima del suelo.

―Ahora me vas a escuchar niño mimado ―su voz, ahora era profunda y las llamas plateadas en sus ojos hicieron temblar a TaeMin―. Mencionas a mi hermano una vez más y te cortaré en pedazos y te enviaré como regalo a tu madre ― lo soltó, volviendo a entrar en control, encerrando esa parte tan agresiva que intentaba enterrarla y de la que nadie quería conocer, pues su madre le había dicho que podían sentir la mirada de la muerte al despertar ese lado―. No vuelvas a meterte en mi vida como si supieras quién soy, es la última vez que soy amable contigo, fuiste una buena compañía mientras duró, por eso no te mato en este instante.

Entonces notó que un hilito de sangre dorada salió de la nariz de TaeMin.

No quería quedarse a enfrentarlo. Dejó a su ex pareja en el suelo y abrió una puerta entre la oscuridad por la cual regresó a la seguridad de su hogar sin poder creer que había alzado la mano al hijo de una diosa que no se suponía debía hacer enojar.

― ¿Qué hice?

El mensaje era claro: El Dios de la Guerra iba a romperle las piernas y cortarlo en pedazos.

Si él ya creía que su vida era una basura total por tener un amor no correspondido y vivir cada día sufriendo por ello, tener al dios de la guerra detrás de su cabeza era el colmo. Estaba muy asustado, no sólo porque hirió a su hijo, sino que es también el favorito de su madre y su furia era diferente de la de Hera o Deméter, más letal.

Tal vez no sea una loca enferma por la venganza como la Reina del Olimpo al descubrir a los bastardos y amoríos de su esposo, pero Afrodita era una buena madre con Eros y cuando lo visitó esa noche en la puerta de su casa, sólo le recordó también por qué nunca debía sacar su lado más agresivo con nadie. La diosa de la belleza venía acompañada con su amante, el dios no dudó en atacarlo a lo largo de su apartamento con su lanza, ni siquiera Hestia pudo hacerle frente y quedaron atrapados en lugar que más resistencia le puso al señor e la guerra violenta: el cuarto de HyungWon.

La puerta era común, pero HyungWon conocía un poco de magia para que no entrara hasta que estuvieran a salvo.

En esa habitación había un espejo y ni siquiera le explicó a su amiga la repentina aparición del reflejo de su madre, sólo la empujó por el espejo y lo atravesó como su hubiera caído al agua. HyungWon miró el collar que su madre le dio cuando nació con el dije de una luna azul y otro dije de la misma forma pero en color negro, del buró. Lo tomó enseguida cuando la puerta fue derribada por completo. No pensó, corrió, pero el dios de la guerra logró tensar un arco y clavarle una flecha en el omóplato, muy cerca del lugar donde nacían sus alas. El impacto le ayudó a cruzar el espejo y la puerta se cerró.

Nix disfrutaba de una placentera taza de té de limón y jengibre, escuchando a su hijo hablar sobre los miles de almas que ayudaba a cruzar, hasta lo banal de la vida de su pequeña Luna en la superficie mejoraban su humor luego de haber peleado con el menor de sus mellizos, la estrellita rebelde como solía llamarlo su esposo.

Una madre nunca debería dejar la casa enojada con su hijo, pero es que su pequeño siempre ha sido un imán de problemas y mucho más cuando le dijo parte de una profecía que le comunicó un oráculo en casa.

Le preocupaba que su hijo saliera herido, pues él tenía una facilidad para hacer enojar a otros dioses sin esfuerzo. Su hijo mayor, su otra luz de la vida, pensaba de igual forma: su pequeño dios de los sueños a veces se comportaba como un adolescente mortal.

― ¿Cómo está él? ―WonHo dejó un par de bocadillos dulces de chocolate turco a un lado de la tetera.

―Sabes que él nunca se queda quieto ―sonrió, pero no acabó por formarla, el ceño preocupado se reflejó en su rostro etéreo―. Hay algo que tengo que decirte sobre tu hermano.

―No me gusta esa reacción ―el dios de la muerte dejó su taza y tomó las manos de su madre.

―A tu hermano una flecha hecha por la ira y el rencor cortará sus alas y entonces la muerte vendrá por él, cuando el sol de invierno caiga, él será devorado por la oscuridad de una amapola marchita ―decir la profecía que escuchó, le helaba la sangre. Como madre, no quería darse el lujo de perder a un hijo, su corazón no podría soportarlo.

―No digas eso madre ―el corazón de WonHo tembló, esa profecía no podía ser cierta, en ninguno de los sentidos él se encargó de que sus sirvientes estuvieran pendientes de si algo malo le pasara―. Tal vez la profecía no sea tan literal, a veces ese viejo oráculo no sabe recitar correctamente sus profecías, ¿olvidaste que le presagió un matrimonio lleno de amor e hijos a Hefestos con Afrodita? Tuvo hijos... con Ares, y más de uno.

En ese momento, la pared de espejos en la sala tembló como si alguien hubiera soltado una piedra en agua y las ondas expulsaron a la protectora de los hogares.

―Mi señora ―Nix se llevó las manos a la boca y corrió hasta ella―. ¿Se encuentra bien?

―Mi Reina ―la joven diosa se quedó sin palabras, nunca había visto a la madre de su mejor amigo en persona. Era tan hermosa como juraban las canciones, la cabellera oscura salpicada de estrellas como el cielo, sus ojos plateados que le heredó a ambos de sus hijos y la piel tan pálida que costaba creer que estuviera viva, se obligó a reaccionar para comunicar lo sucedido―. Hemos sido...

No pudo contestar, pues los espejos volvieron a temblar y HyungWon entró a la sala, no se veía bien. El rostro ceniciento, el sudor frío y su mirada perdida lo hizo acercarse a tiempo para que cayera entre los brazos de WonHo y sólo hasta entonces, notó la flecha en su espalda.

― ¡Mi niño! ―la diosa del caos se acercó y miró a su pequeño caer de cansancio.

― ¿Quién hizo esto? ―WonHo exigió saber a YuQi.

―Ares ―contestó, su mirada gélida era tan intimidante que sintió como si la muerte la juzgara por no haber protegido a HyungWon.

―La flecha ―la madre de ambos hermanos miró con furia el arma y la arrancó del cuerpo de su hijo―. ¿Por qué el dios de la Guerra Violenta le hizo daño a mi hijo?

―Eros, que ahora responde al nombre de TaeMin vino por su hijo, mi señora ―explicó, WonHo ordenó a uno de sus sirvientes que fuera por néctar y ambrosía, debían cerrar la herida cuanto antes―. Intentó seducirlo, pero él se negó, entonces lo comparó con su señoría Thanatos y HyungWon amenazó que lo dejara en paz.

―No puede ser ―la madre suspiró, eso era precisamente por lo que no le gustaba que su hijo abandonara su casa, entonces miró al mayor de los gemelos―. No dejes a tu hermano solo, no hasta que la profecía cambie.

―Entiendo madre ―asintió, luego le habló a YuQi―. Hay suficiente espacio en mi casa, puede quedarse el tiempo que necesite.

―Gracias mi señor ―hizo una reverencia, pero no se movió, estaba muy asustada como para mover un solo músculo, le sorprendía lo mucho que WonHo se preocupaba por HyungWon después de que su mejor amigo le dijera el rechazo que sentía por él, había algo que no encajaba.

Por ejemplo: la manera tan tierna y llena de devoción hacia HyungWon por parte de WonHo, como si el Rey de los Sueños fuera lo más valioso del mundo y estuviera a punto de perderlo. No lo entendía, por mucho que su madre le pidiera que lo cuidara, si era cierto que no se soportaban, entonces cayeron en la casa equivocada. Alguien que no soportara a otro, no lo cuidaría de la manera en la que WonHo sostuvo a HyungWon entre sus brazos y se lo llevó hacia una de las habitaciones.

O HyungWon estuvo ciego por mucho tiempo o WonHo ocultaba su evidente interés por su hermano de él. Toda era confuso para ella y decidió irse a dormir.

WonHo dejó a HyungWon en su cama, su madre venía detrás de ellos, sus faldas danzaban con cada paso que daba y se acercó hasta su hijo con la ambrosía y el néctar en una bandeja de plata. Se deshizo de la camisa rota y abrazó a su hermano para que Nix untara la ambrosía en la herida; WonHo por su parte tomó el néctar y lo vertió por los labios de su hermano, limpió lo poco que se derramó de la boca de su hermano.

La herida cerró muy rápido y HyungWon abrió los ojos. Se sentía protegido, el aroma de las amapolas, de las que creían en su hogar lo llevó hasta las memorias de cuando no tenía que preocuparse por nada más que de jugar. Su pecho se sintió cálido, como la hoguera que siempre prendía cada noche antes de dormir. Abrió los ojos y se topó de primer momento con su madre que lucía aliviada de verlo despertar.

―Madre ―susurró, su voz sonaba quebrada, como si hubiera llorado por mucho tiempo y es que la flecha que le envió el dios de la guerra eran temibles, bueno, cualquier arma que él blandiera.

Su conciencia pronto se recuperó por completo y se dio cuenta de que se encontraba en brazos de WonHo, su corazón revoloteó feliz, pues en su mirada podía distinguir una genuina preocupación. Recordaba mucho del hermano que dejó ir, por eso no se sentía tan enojado por verlo.

―Mi hijo, mi dulce estrellita ―la diosa del caos se acercó hasta la cama y tomó la mano de HyungWon―. Mi pequeño Hypnos.

―Ahora es HyungWon, mamá ―recordó con un poco de gracia, más su cansancio no le permitió mostrarle un sonrisa―. Perdona por haberte gritado cuando me fui de casa.

―No te disculpes, hablaremos de eso en otra ocasión ―ella miró hacia la ventana, el amanecer se había retrasado por su culpa, no podía interferir mucho tiempo en el mundo mortal―. Quiero que me prometas una cosa ante de irme, en nombre del Rio Estigia, te quedarás con tu hermano el tiempo necesario hasta que pueda volver a la Tierra y calmar las aguas.

HyungWon quería protestas, negarse en rotundo ante la idea de convivir con ese dios más de un día... su corazón no lo soportaría; más le debía a su madre un poco de paz. La última vez que casi muere fue a manos del rey del Olimpo y tuvo que soportar el regaño de su hermano por décadas. No quería preocupar a su madre, él no era un desgraciado.

―Lo juro ante el Rio Estigia, no me marcharé hasta que lo creas conveniente, me quedaré con Thanatos ―el peso del juramento cayó sobre su pecho, ahora estaba metido en este embrollo del que no sabía si podría dura décadas o siglos.

―Gracias hijo mío ―Nix besó su frente por unos largos minutos aún asustada por abandonarlo debido a las restricciones de hogar con el mudo mortal que no le permita estar fuera mucho tiempo.

HyungWon se sintió como el pequeño dios que aún dormía en los brazos de su madre, no quería evidenciar miedo ante Nix, pero el pequeño temblor lo delató y descubrió que la mano de su hermano trazaba círculos en su espalda, para calmarlo. Nix, se alejó de sus retoños sabiendo que estarían bien y desapareció entre las sombras, justo a tiempo para que el sol comenzara a salir por el horizonte.

En cuanto estuvieron solos, el dios de los sueños se separó despacio del abrazo.

―Deberías dormir ―el dios de la muerte pacífica volvió a cerrar su coraza y comenzó a recoger el resto de ambrosía y néctar en la bandeja―. Tu amiga está aquí y puede quedarse cuanto quiera.

Asintió, muy nervioso de decir algo, de hablarle. No sabía si su voz aguantaría, porque su corazón golpeaba su pecho con fuerza, había olvidado lo bien que se sentía estando entre los brazos, sus ojos no eran fríos como en cada ocasión que se reencuentran, él se mostró como el Thanatos del que se enamoró hace ya mucho tiempo. El peso de los dijes de luna era similar a usar un par de rocas de gran tamaño.

―Descansa, pequeña luna ―el dios se retiró.

HyungWon se quedó sin habla, él lo llamó por el apodo que tanto añoraba por escuchar de su parte y no podía estar más confundido.

TRES AÑOS DESPUÉS.

Fue a la cocina para buscar un poco de leche y cereal. No tenía mucha hambre, realmente no después de haber devorado unas tres cajas de pizza mientras hacia un maratón de todas las series que tenía pendiente junto a YuQi, su partida siempre era lo más doloroso de todo, porque se quedaba sin nadie a quien hablar, no quería pedirle a su mejor amiga que extendiera más su tiempo en la casa de su hermano, eso era abusar de su hospitalidad.

No podía creer que haya pasado tanto tiempo desde la última vez que salió él solo.

En cuanto su madre le encomendó quedarse en ese lugar, las primeras semanas se mudó de cuarto a uno que no oliera a Thanatos, que cambió su nombre a WonHo para no desentonar en el mundo, pues aún sentía dolor de su rechazo, aun lo perseguía en esos momentos. Cuando pasó un mes, apenas y se hablaban más de lo necesario más que para pedirle que bajara a comer o preguntarle si necesitaba algo. En medio año lograron llevar una conversación como extraños que apenas se conocían, pero siempre intentó poner una barrera para no mostrar que su corazón aún le pertenecía.

Y una noche, cuando apenas despertaba, pudieron conversar como cuando estaban en casa de su madre, entonces pensó que con el tiempo podría superar a su hermano si volvía a conocerlo, encontraría algo que lo decepcionaría.

Se equivocó.

Por cada defecto que encontraba, descubría diez virtudes más. WonHo siempre estaba atento a escucharlo, lo trataba con respeto y siempre preguntaba si deseaba algo, incluso cuando se cumplió un año y medio, en medio de una gran pelea, que inició HyungWon pidiéndole permiso para salir de su casa, él fue más tarde a pedirle disculpas por llamarlo un dios caprichoso y poco consciente de que tenía a Ares persiguiéndolo; le permitió salir si WonHo iba con él, pues estaba bajo su cuidado y su madre esperaba que lo protegiera. Desde entonces, cada que él se sentía abrumado por el encierro, ambos iban a volar por la ciudad hasta el amanecer, no decían nada, pero el cosquilleo de emoción por emprender vuelo siempre lo ponían de mejor humor.

Pensar en sus alas le produjo que éstas salieran. Sus plumas eran de un azul tan oscuro como el cielo, con pequeñas manchas blancas que parecían ser estrellas, eran tan majestuosas, incluso más que las de WonHo y mucho más frías, como el viento de invierno. Cuando terminó de comer dejó todo en el fregadero y esperó sentado en el sofá, viendo la hora y el día, su hermano prometió no tardar.

Aunque con el pasar de tres horas, se mostró inquieto y cuando dio la quinta, fue hasta la oficina de la casa. No tocó, perdió el pudor e invadía cualquier habitación a su antojo desde que salió la primera noche con él a volar. La sala estaba ampliada con magia, mostrando una sala hecha con piedra de obsidiana, muchas esferas de cristal opaco del tamaño de perlas pasaban de un lado a otro, buscando lugar en las filas hacia el camino que se dirigía.

Siguió a las esferas hasta dar con el pabellón principal, el dios de la muerte revisaba cada una y éstas brillaban en cuanto sus gráciles dedos las tomaban. WonHo se veía como un dios sin igual. Con su piel lechosa, contrastaba con su cabellera negra y ojos plata; su cuerpo era lo más viril: Músculos gruesos y firmes que siempre lo han tentado desde que empezó a vivir con él. Pero sus alas, sus gloriosas alas, eran menos llamativas que las de HyungWon, pero más grandes y recordó cuando de pequeños ambos cuidaban sus plumas y las limpiaban con paciencia, pues la titanomaquia aun no pasaba.

«No pienses en ello.», se recordó, volver a sus memorias sobre ese periodo de su vida, lo ponía de mal humor.

―Me prometiste que saldríamos ―dijo, su voz resonó por toda la sala, WonHo se distrajo y una de las esferas cayó de sus manos y rodó hasta los pies de HyungWon, quien la tomó y pudo sentir a un mortal en ella, pero el brillo plateado cuando su hermano las tomaba, fue azul viniendo de sus manos.

―Lo siento, hoy no es una buena noche ―le sonrió a manera de disculpa, dejó lo alto del pabellón y pidió a su hermano la esfera, HyungWon frunció el ceño, molesto―. Prometo que saldremos la siguiente semana.

―Eso dijiste la semana pasada ―recriminó, no era la primera vez que faltaba a su palabra, en ese año ya iban unas siete veces y si seguía en esas cuatro paredes una noche más, se escaparía a cualquier bar sin importar que aún Afrodita le tenga rencor―. Además, ¿qué tiene de divertido llevar las almas al inframundo? ―WonHo se rio por lo divertido que encontraba la situación, era el primero de todos los dioses en decir que su trabajo era aburrido. Había escuchado de todo, menos lo que su hermano consideraba de esa forma―. Pareces su sirviente en lugar de un dios.

―Ven aquí ―se movió un poco para hacerle un espacio en la plataforma, HyungWon aún estaba molesto, pero obedeció, como a cada orden que le daba.

Se puso a su lado y WonHo tomó unas varias esferas y las envió hacia un arco de piedra por el cual se podía leer: «Bienvenidos al inframundo». Era un túnel oscuro por el cual las esferas flotaban y se divergían en los caminos hacia los campos del dominio de Hades, donde se designaban castigos, descanso o el renacimiento. HyungWon al verla entrar y avanzar a lo largo de la formación rocosa, las esferas se fragmentaban y una gran cantidad de partículas de luz formaban pequeños grupos emulando la figura del humano que falleció.

―Es increíble ―dijo después de mucho tiempo sin dejar de admirar cómo es que su hermano conducía a los humanos hacia el Hades.

WonHo podía hacer su trabajo hasta dormido, por lo que esa ventaja le permitió admirar el rostro de su hermano: tan etéreo como un sueño jamás creado para que los mortales admiraran, sólo los que eran como él y por dentro, envidiaba a las parejas que tuvieron el privilegio de admirar cada parte de él. Pero ninguno lo ha visto por quien es en realidad, ese es el único consuelo que le traía paz.

Esos tres años, no han sido fáciles.

Tener al único ser en toda la existencia que consideraba su más grande perdición, compartían techo, comida y tiempo juntos. Intentó ser frío, como cuando le rompió el corazón hace ya muchos siglos atrás. Ganar su desprecio fue su primer plan para poder lidiar con la presencia de HyungWon, pero nunca pudo ser un idiota con él, no encontró las fuerzas. La distancia de su hermano funcionó por un tiempo, pero fue él quien dio el primer paso, en su mente tenía sentido que la soledad fuera la responsable por hacerlo débil.

Los encantos que su hermano tenía, eran razón suficiente para ablandar su corazón. Por eso ahora no podía dejar de estar hipnotizado por la belleza que siempre estuvo en él, HyungWon era más hermoso que Afrodita y más caliente que Apolo, sobre todo cuando la luz de la Luna tocaba su piel. Justo como en ese momento.

―Hermoso ―la palabra salió sin su permiso, porque en cuanto HyungWon chocó con sus ojos, parece que se emborrachó con su presencia.

«¿Y si tal vez puedo ser egoísta por esta vez?» fue lo primero que pensó al tocar su cabello cambiante salpicado por estrellas reales, las hebras se tronaron del oscuro a unas platinadas, casi blancas.

― ¿Qué? ―el dios más joven «Va a besarme, lo sé―soltó un gritito agudo en su mente.» Intentó disimular sus nervios evadiendo la mirada tan intensa que pudo sentir como algo en su interior se derretía y el calor aumentó en su cuerpo―. ¿Tengo algo en el cabello?

―No, perdón yo ―apartó su mano, como si el WonHo que prometió nunca volver a tocarlo tomó las riendas y salvarse de tocar el fuego prohibido―. No es nada.

HyungWon no estaba convencido, no era un tonto, ni mucho menos ingenuo. Había un interés sexual de por medio, la intensidad de esa mirada le dejó en claro que su hermano lo deseaba. HyungWon se acercó para buscar entre sus ojos esa pequeña grieta, una que WonHo no supo si pudo ocultar. No lo logró, porque su adorado hermano, el ser más precioso de la existencia se inclinó para besar sus labios.

La piel de su cuerpo e incluso las alas se erizaron ante el contacto, pues la suavidad con la que HyungWon estrechaba sus labios doblegaron su voluntad, entregándose a sentimientos tan intensos. Un beso lento y temeroso al principio pronto fue tornándose en uno más profundo, donde los brazos de HyungWon rodearon su cuello y él rodeó su cintura hasta que no hubiera espacio entre ambos.

Ese deseo, el sentimiento de anhelarse el uno al otro por siglos y sólo bastó un beso para encender una chispa que hace años creían haber ahogado. No hubo manera posible de contener el fuego entre sus cuerpos, pues al alejarse WonHo sólo le sonrió, como si él hubiera sido el causante de la acción; su siguiente beso fue brusco, uno tan hambriento que parecía más una batalla sobre quien, podía tentar y encender al otro. Se devoraron hasta no tener aire. Se mordieron hasta dejar una marca que podría durar días. Las manos no se quedaban quietas.

La bestia lujuriosa que ambos ocultaban, rompió las paredes esa noche, porque en un movimiento rápido WonHo movió su mano para que las sombras los engulleran y cayeran. La espalda de HyungWon impactó contra el mullido colchón en la habitación de WonHo. Tomó las almohadas y las puso debajo de él para no lastimar los huesos de sus alas que nacían de sus omóplatos.

Los labios del dios de la muerte disfrutaron de producir gemidos roncos y bajos de la boca de HyungWon, pues encontró un punto muy sensible por el que pasó de besos hasta morderle de manera juguetona antes de separarse y contemplarlo desde arriba. No terminaba por creer que su hermano, tan ingobernable y renuente a quedarse quieto se convirtiera en alguien tan receptivo y paciente a hacer lo que pidiera.

Se sentó en la cama y la ropa desapareció en una bruma negra, revelado su cuerpo. HyungWon también imitó la acción para desaparecer su ropa con magia. WonHo sonrió, no sabía que se sentiría tan feliz al contemplar a un dios tan rebosante de confianza ser tímido, el fuego creció aún más, donde las perlas blancas salían de su miembro.

―Tócame, por favor ―suplicó HyungWon al abrirle sus piernas.

Se asustó un poco cuando WonHo no dijo nada, sólo lo miraba como si él fuera el misterio más grande del mundo y no supiera por dónde empezar. Esos segundos casi le hacen arrepentirse de besarlo, pero se sorprendió cuando un cajón de abrió, de donde salió un tarrito flotando hasta las manos de WonHo: un lubricante. Quedó sin respiración al ver que los destapó casi sin pestañear y dejó caer un poco desde su erección hasta su entrada, el líquido con olor a lavanda lo hizo gemir por lo frio que era.

El mayor pasó sus yemas por la parte externa de las piernas y cuando llegó al muslo, los acarició por la parte interna sin llegar a tocar la zona más sensible. HyungWon arqueó la espalda cuando WonHo se inclinó para comenzar a explorar su cuerpo. Gimió con más fuerza y se quedó in aire cuando apenas disfrutaba del calor proveniente de los movimientos circulares en su trasero, WonHo los sustituyó por uno de sus dedos hasta poder dilatarlo, introduciendo otro dedo cuando creí que había estirado su tierna carne.

― ¡Ah! ―se sobresaltó un poco cuando WonHo alcanzó uno de los puntos en su interior que le causaba más placer―. Más, lo quiero dentro.

―Quién diría que el rey de los sueños fuera tan impaciente ―dijo, sus ojos paleados se nublaron por una pasión tan apabullante que no sabía de dónde encontró la confianza para hablar de esa forma.

En lugar de cumplir con los ruegos, bajó la cabeza para seguir besando los muslos, succionando cada centímetro de piel, dejó marcas rojas que contrastaban contra la lechosa piel de su hermano. HyungWon era un lío total, a veces se aferraba a las sábanas y otras, jalaba el cabello oscuro de WonHo para que se acercara más arriba. Su estómago se tensó hasta tal punto que creería que podría morir de placer, pero él mismo detuvo a WonHo.

―No ―logró formular a través de sus labios y respiró con dificultad―. Así no.

― ¿Prefieres que esté dentro? ―su sonrisa tan descarada, sus ojos llenos de deseo como si él fuera todo lo que necesitara, la manera en la que lo tenía sujetado: era firme y delicado al mismo tiempo.

―Sí ―susurró, fue apenas audible, pero lo suficiente para que WonHo se cerniera sobre él, tomando su pierna, de tal manera que la acomodó en su cadera y abrir un poco para alinear su miembro en la entrada palpitante.

Se puso a la altura de sus ojos y HyungWon sintió a través del deseo, mucho más profundo un genuino cariño, uno que su hermano solía expresar cuando estrechaban sus manos, cuando lo abrazaba por detrás para decirle que lucía más hermosos que las estrellas, cuando le sonrió al momento de coronarlo con amapolas, un símbolo que su hermano adoptó simplemente porque le parecían lindas, sólo por él. WonHo se inclinó para besarle primero un párpado, luego el otro, la nariz y justo cuando entró, besó sus labios, como si nunca volvería a probarlos.

HyungWon soltó un jadeo que fue ahogado por los labios de WonHo mientras se empujaba más y más profundo, ayudado por el lubricante fue que el proceso era más cómodo para ambos. Una satisfacción llenó su cuerpo cuando el calor de su hermano en el sentido físico del acto y en uno más profundo, donde sus almas parecían haberse tocado, empezó lento. Sólo puso un poco de distancia, para asegurarse de que HyungWon estaba bien, el dios de los sueños le respondió apresando las caderas de WonHo e incitarlo a ir más profundo.

No hubo palabras, sólo sus cuerpos siendo los que determinaran el tono de la conversación entre sus almas. Fueron los besos los que sustituyeron la necesidad de hablarse, permitieron que el poco sentimiento que WonHo aún quería ocultar de todos, saliera a la luz con HyungWon; porque él siempre fue demasiado comprensivo para entenderlo a pesar de la distancia y los malentendidos entre ellos.

La manera en la que WonHo puso sus alas para cubrir sus cuerpos, para crear un poco más de intimidad. Estar bajo la sombra de sus alas, los lagos de plata que tiene por ojos eran aún más relucientes, casi blancos: amables, como la vez en la que tejió una trenza en su cabellera cuando apenas eran unos pequeños dioses. Las propias alas de HyungWon se extendieron para acoger a las de su hermano mayor. Al momento en que sus plumas se rozaron, el acto ya no sólo era la necesidad de coger como animales salvajes; se trasformó en un momento mucho más entregado, en el que HyungWon le ofreció su corazón sin palabras, no lo pensó por un segundo, sólo se aferró a WonHo mientras era devorado por las llamas de sus cuerpos al ser uno. A veces era frenético y sin oportunidad de respirar o pensar de manera congruente, otras, era tan suave como el toque de la seda sobre la piel.

Ni siquiera supo que el amanecer había llegado cuando la semilla de WonHo lo llenó.

Lo único que le importaba era sentirse feliz y WonHo era el único que lo hacía con sólo respirar. Había sucumbido a una tentación que nunca fue capaz de tocar, pero lidiaría después con las consecuencias.  

Las moiras parecían haberle favorecido en algo después de siglos con el corazón roto.

Desde esa noche, HyungWon pudo notar que su hermano se volvió más cálido y receptivo a sus caricias, a veces las miradas fugaces y unos pocos segundos de duda bastaban para que ambos terminaran besándose con necesidad, como si el no tocarse los labios los fuera a matar de hambre. El fuego creciente en sus pechos era cada vez más incontrolable, tanto que cuando tenía sexo con WonHo, no sabía cuántos días habían pasado, pues él se sumergía en las sensaciones tan placenteras que le producían estar en los fuertes brazos de la Muerte Pacífica, era como ser mecido en el agua, por corrientes generosas que le provocaban no sentir el tiempo.

Durante unos cuantos meses, era como si ambos fueran una pareja normal, que se veían todos los días y el amor entre ellos sólo parecía crecer. Trayéndole recuerdos de cuando eran jóvenes dioses y se robaban inocentes besos en los jardines de amapolas, sólo que ahora eran besos cortos, llenos de sonrisas y miradas que parecían decirse: «Te amo.» Era como si por fin, todo fuera a mejorar y pensó mucho antes de tiempo.

HyungWon se encontraba solo, en la cima de una colina, con las auroras boreales resplandeciendo en lo más alto de cielo; una gran cantidad de sueños de las personas fluían para poder darle poder al dios. HyungWon dividía la fortuna de sueños premonitorios, podía conceder sueños relajantes para que sus corazones olvidaran su tristeza del mundo, aunque también era juez y verdugo para llena de terror a aquellos que han traído miseria a otras personas. Esa era su misión en la vida, su propósito para poder caminar en el mundo de los mortales. Era el guardián de los Sueños y quería que WonHo lo viera.

Pero lo dejó solo.

Confió en él otra vez y su hermano lo decepcionó.

Ya debería estar acostumbrado a que estas cosas pasaran, sin embargo, él había prometido que estaría ahí para protegerlo por si algo malo pasara. Cuando su salud comenzó a decaer por no cuidar de los sueños en un periodo muy largo, pidió el permiso a su hermano de ir a la próxima aurora con la promesa de que lo acompañaría cuando terminara su trabajo. WonHo dijo que ahí estaría y ha pasado ya una semana de eso y ese era el último día.

Cuando las luces se extinguieron, lo primero que hizo fue volar directo a casa. Sólo para encontrar a su hermano en la sala hablando con el rey del Inframundo. Su sangre hirvió en rabia, abrió las puertas del balcón con fuerza que hasta los cristales se resquebrajaron.

―HyungWon ―WonHo recordó la promesa y se sintió muy culpable, pero no podía dejar que hiciera un berrinche enfrente de HyunWoo―. Lo hablaremos luego, déjanos un momento.

―Hypnos, es un placer verlo ―HyunWoo saludó al dios de los sueños por cortesía, una que a HyungWon le produjo aún más enojo.

― ¡Ja! Como si de verdad lo sintiera ―refutó, tajante, como una espada abriendo una herida en el cuerpo―. Así que él vino a rogar tu atención ¿y por eso me dejaste sólo?

―HyungWon, sé que estás enojado ―WonHo lo tomó del brazo y lo alejó un poco de su rey, no quería armar una escena, no con HyunWoo mirándolos discutir―. Pero estás en presencia de Hades, así que compórtate como un dios y menos como un niño caprichoso, lamento haber faltado, pero también tengo un trabajo que descuidé para protegerte, dejé que almas inocentes vagaran sin rumbo por procurar que estuvieras feliz mientras trataba de apaciguar a Afrodita y Ares. Te di todo lo que desearas.

«― ¿Por qué nunca entiendes que mi trabajo a veces no me dejará tiempo libre? ¡No puedo partirme por la mitad! Descuidé mucho para tenerte a salvo de Ares, de Afrodita por amor del Olimpo porque nunca vas a dejarte de meter en problemas, preocupas a nuestra madre con cada enfrentamiento, debería tener más cuidado...

Algo en su corazón se rompió. Dejó de escuchar, cada palabra era como un golpe que lo devolvió a su realidad, el cariño de su hermano lo perdió hace ya muchos siglos atrás y eso no lo puede cambiar uno meses de sexo y sonrisitas coquetas. Se sentía tan mal que le ayudó a comprenderlo todo: Él no podía tener a WonHo, porque él no era importante.

―No importa... ―su voz sonó débil, pero WonHo alcanzó a oírlo.

― ¿Qué?

HyungWon estuvo ocultando su rostro en todo el sermón, pero al alzar la mirada, los ojos del menor de los hermanos, que antes eran cálidos como una tarde de verano, eran tan fríos que hasta podía sentir que algo se rompió entre los dos.

―No importa cuánto lo intente ―se soltó de agarre de un hermano con brusquedad, ese movimiento provocó un temblor en el alma de WonHo―. No importa si estoy en peligro, o si quisiera buscarte para hablar contigo, ni si es verano o invierno. Nunca voy a ser lo más importante para ti, que mi amor es sólo una piedra en tu perfecta vida.

―No, HyungWon, estás siendo precipitado ―intentó volver a acercarse, pero HyungWon retrocedió e invocó una espada de uno de los dijes de luna en su collar, para prohibirle acercarse.

― ¡NO TE ATREVAS, WONHO! ―vociferó, en ese instante, lágrimas surcaban sus mejillas y no había manera de detenerlas―. Te he amado toda la vida, intenté dejarte ir, porque me resigné a que nunca te tendría, que mi hermano había muerto en cuanto te fuiste de perro faldero con Hades. Esa noche pudiste alejarme, lo habría aceptado, no es como si fuera la primera vez que me rompes el corazón ―su tono herido, era tan fuerte que hasta WonHo no sabía cómo contestarle, quedó en blanco después de confirmar que HyungWon jamás dejó de quererlo. Y dolía―. Pero debía suponerlo, tus prioridades siempre están claras y yo no soy una de ellas, fui un tonto al creer que podría dejar de ser tu molesto hermano menor ―le dirigió una última mirada mortífera a Hades y subió por las escaleras hasta su cuarto y dar un portazo que rompió no sólo todos los cristales dentro de la casa, también el corazón de WonHo.

―Por el rio Lete ―aguantó las ganas de llorar de frustración, sólo se sobó el puente de la nariz. Sus alas se sentían tan pesadas como el plomo y se dejó caer en uno de los sofás―. Lo lamento HyunWoo, no debías ver eso.

― ¿Por qué no me dijiste que tu hermano estaba contigo?

Ni siquiera él sabía por qué lo ocultó. Por una parte, una muy poco creíble, era para que menos dioses supieran el paradero de HyungWon; la parte que en realidad era verdad, fue porque estar junto a él lo devolvió a la época tan inmadura, donde lo único que le importaba era cuidar de él, hacerlo reír. Pero no supo cómo es que no llegó a equilibrar sus tareas con su vida personal. Se sentía tan frustrado por ello y creyó que podría manejarlo todo. Pero se equivocó.

―Lo he arruinado ―suspiró, su mejor amigo se acercó para mostrar un poco de apoyo, aunque no sabía muy bien cómo consolar a alguien con problemas del corazón, HyunWoo sólo trataba con los muertos.

―Creo que deberías decirle la verdad.

―Ya es demasiado tarde, no importa ―cuando se dio cuenta, las lágrimas bajaron, no se molestó en limpiarlas, era lo menos que merecía después de fallarle a su promesa y a su adorado HyungWon.

―No, estás siendo un idiota insensible y eso es mucho decir viviendo de mí ―el dios del Inframundo se acercó para ayudarlo a ponerse de pie―. Te libero de tu promesa, aunque lo hice hace ya mucho tiempo, pero eres demasiado necio para entender, por lo que como tu rey: te ordeno que aclares las cosas con tu hermano, de inmediato y no regreses al Inframundo hasta que todo esté claro, eso incluye el conflicto en tu corazón. ¿Me oíste?

WonHo se quedó estupefacto, pero logró asentir.

―Muy bien ―una gran cantidad de sombras se acumuló para formar una puerta que llevaba directo al Hades―. Nos vemos Thanatos.

Y se quedó solo.

Por unos minutos se debatió en subir en ese instante o dejarlo para la noche siguiente una vez que HyungWon se calmara, pero al final subió, asustado de que HyungWon lo odiara si dejaba pasar más tiempo.

― ¿HyungWon? ―llamó de manera queda, tenía miedo de encontrarse con el dios después de esa pelea―. ¿Podemos hablar? ―sin embargo, no hubo respuesta, ni alcanzaba a escuchar sonido alguno detrás de la puerta―. ¿HyungWon?

Abrió, pero sólo encontró la más grane soledad, los ventanales estaban abiertos de par en par, con a la brisa de la noche colándose en la recámara y en el medio, había un pequeño papel dorado flotando en medio de la habitación. En él estaba la caligrafía de HyungWon y decía: «Ya no puedo más, Thanatos. Me voy a casa.»

―Sí que lo arruiné esta vez.

Por cada problema que tenía con WonHo, uno externo se arreglaba y no era justo.

Prefería mil veces el rencor de Eros, pero el mismo dios del deseo apareció ante él cuando no sabía a dónde ir. No quería regresar a su casa en el mundo mortal, porque se sentiría muy solo. YuQi tampoco era buena compañía, porque ella nunca se ha enamorado y sus consejos casi siempre sólo conseguían ponerlo triste. Hasta que su ex amante apareció para darle un poco de consuelo por su corazón roto, dejando una tregua entre ambos. En la soledad de la noche, al final, decidió ir al único lugar en el que se sentiría bienvenido.

Su amada madre bajaba las escalinatas de su jardín en el reino del caos y lo recibió con los brazos abiertos. HyungWon no se contuvo y lloró en el regazo de su madre hasta que perdió el conocimiento, pero él no podía soñar, por lo que cerrar los ojos le traía la marea de recuerdos. Entonces sólo encontró refugio en el jardín de amapolas que crecían al principio de su cueva, junto al rio Lete, el río del olvido.

A veces pensaba en beber de él para no recordar nada, eso lo haría más sencillo, pero era una solución cobarde. Lo sabía, sin embargo, todo mejoraba cuando su madre se unía a su camino y se dedicaba a trenzarle su larga cabellera. Estar lejos de la oscuridad y más en los campos de flores, se convirtió en su refugio de los recuerdos dolorosos de esa última pelea con su hermano.

Un día, su madre le cantaba su canción de cuna mientras HyungWon armaba una pequeña corona de amapolas, se detuvo y se fue de su lado. HyungWon estaba sumido en un estado de completa indiferencia, quería terminar lo que empezó cuando escuchó su voz.

― ¿Podemos hablar?

La razón por la accedió, fue porque en su tono de voz se oía claramente cansado y triste. Como si alguien muy querido para él hubiera fallecido, lo que le resultó irónico teniendo en cuenta que WonHo era el dios de la muerte pacífica. Se levantó del campo de flores y se giró hacia su hermano, la vista no pudo ser más desoladora.

Su piel era casi cenicienta y podía notar el enrojecimiento alrededor de los ojos, nariz y frente, incluso sus imponentes alas parecían no querer extenderse, al contrario, estaban temblando.

―Luces terrible, hermano ―su sonrisa no fue para burlarse, sino porque él lucía igual o peor que él, ambos estaban hechos un desastre.

―HyungWon.

Su voz adquirió fuerza para decir la verdad, porque es lo menos que le debía después de saber que lastimó mucho a su hermano, no sólo en carne propia, su mejor amigo y hasta su propia madre le hicieron notar su error. Se acercó y trató de tocar las manos de HyungWon, pero tenía miedo de su rechazo. Al final, HyungWon movió un poco sus manos para que él las tomara.

―No es cierto ―las palabras se le atoraron en la garganta, pero tuvo que buscar la fuerza para verlo a los ojos y continuar―. Es una mentira que nunca has sido una prioridad en mi vida, eres el primero, siempre los has sido. He querido que estés a salvo y feliz desde el momento en que nacimos. Cuando iba a iniciar la guerra, nosotros no estábamos del lado de Zeus y sus hermanos, eras muy inocente para saberlo, pero nosotros servíamos a los titanes.

―Eso es absurdo, madre jamás los hubiera...

―Pasó ―interrumpió―. Eras muy joven y bebiste del Lete por accidente y por eso no recuerdas todo lo que nos hicieron Cronos y sus hermanos; por eso ayudé a Zeus a encontrar y convencer a los cíclopes de forjarles sus armas. Fui yo quien sabía del paradero de ellos, sólo accedí siempre y cuando ellos te liberaran del poder de los titanes primero. Cuando te traje aquí, nunca supe que alguien de nuestra familia quería lastimarte.

― ¿A qué te refieres? ―HyungWon apretó el agarre e sus manos, alarmado por lo que fuera a decirle.

―Durante la guerra, nuestra hermana, Eris casi me convence de darles la espalda a los hijos de Gaia ―HyungWon suspiró airado, no podía creerlo, no podía imaginarse a WonHo traicionando a HyunWoo―. Ella estaba convencida de que los dioses no ganarían y si no la ayudaba a vencer a Hades, te matarían, ella conocía tu escondite y le había dicho a Cronos ―el recuerdo de esa víbora que tenía por hermana hizo que su presencia fuera aterradora―. Casi cometo el peor error de mi vida, esa perra sabía lo que iban a hacernos si hubiéramos luchado con los titanes.

― ¿Entonces qué pasó?

―Me quedé con los dioses, pero Hades supo de la casi traición y por eso me encomendó la tarea de llevar las lamas a su reino, para que trabajara como su esclavo por toda la eternidad ―WonHo rio, recordó los tiempos en los que Hades no se fiaba para nada de él y siempre lo miraba como si fuera una basura en su camino. Con el tiempo, ambos se convirtieron en amigos, todo gracias a Perséfone que ablandó el frío corazón de HyunWoo―. Debía cumplir la tarea solo, o ellos te harían daño. Por eso te dejé hace ya tantos siglos, no podías saber la verdad, harías una guerra y no soportaría que algo malo te pasara, mi amor por ti es lo suficientemente fuerte para hacer cualquier sacrificio con tal de que estés lejos del peligro, eso incluía humillarme ante cualquiera. Pero HyunWoo me liberó, ni siquiera sabía que lo había hecho hasta que volvimos a estar juntos.

― ¿Por qué nunca viniste a mí? ―HyungWon no sonaba molesto, más bien herido, como en lugar de decirle la verdad, lo hubiera atravesado con una espada―. Yo hubiera entendido esto, pero elegiste mentirme, me lastimaste.

―Lo sé y de verdad lo siento ―estrechó aún más el agarre entre sus manos y las puso en su pecho, donde el corazón de WonHo le demostraba lo arrepentido que se sentía―. Pero no podía tenerte, estar conmigo... ―una lágrima resbaló por su mejilla, una que HyungWon limpió con el dedo―. Ser el que cuida, busca y guía las almas, es una tarea que debe hacerse día y noche, no puedo tenerte, preocuparme por que seas feliz si yo no estoy ahí cuando más lo necesites como lo hice en las auroras boreales... No cumplí mi promesa porque tenía que cumplir con mi trabajo. No soy Hades o Zeus, no sé si tendré la cabeza para dividirme en dos si estuviéramos juntos.

No, no quería esto. HyungWon no tendría nada si no fuera por él.

― ¿Recuerdas lo que dijo madre cuando llegamos al mundo? ―la pregunta dejó un poco desconcertado, él nunca esperó que HyungWon lo mirara con tanto amor y devoción, como si él fuera el ser más perfecto del mundo cuando no lo era―. La muerte y los sueños son viejas amigas, no son lo mismo, pero nunca están separadas. Tu y yo compartirnos el mismo abrazo gentil y cálido cuando las personas vienen a nosotros ―cercó los nudillos pálidos hasta sus labios y los besó con lentitud, tomó uno de los dijes de luna en collar y se trasformó en una de las plumas que WonHo le entregó como símbolo de su amor eterno, una posesión que lo ayudó a no sentirse solo―. Por favor, Thanatos, no me alejes, te amo.

―Pero HyungWon, estar conmigo es siempre un camino solitario.

―Sabes que nunca seré feliz, porque eres la mitad de mi Luna, no puedo estar completo si la única alma que me complementa está lejos ―tomó el rostro de su hermano, aferrándose a la pequeña esperanza de llegar hasta lo más profundo de su corazón―. Iré contigo a donde sea, estuve siglos rezando y llorando porque me dijeras que me amas y ahora que los has hecho, no pienso dejarte ir ¿de acuerdo? Tengo alas, fuertes para soportar viajes largos. Yo no duermo, no me canso, seguiré el ritmo que desees. Cuidaré de ti cuando te sientas abatido, curaré las heridas que el tiempo ha hecho en ti, pero necesito que me prometas algo.

WonHo ni siquiera pensó en negarse nunca más, ya estaba harto de estar solo. Cada palabra llena de amor, logró abrir la coraza que construyó con el paso de los años y que, con sólo tenerlo en sus brazos, después de todas las mentiras, el miedo de aceptar que él no quería seguir sin HyungWon, todo se sumó y lo derribó. Ya no era fuerte, nunca lo fue, sólo se engañó diciéndose una y otra vez que sin HyungWon todo saldría bien, que sus dudas en la guerra las pagaría por su cuenta. Se equivocó.

―Lo que desees ―WonHo levantó sus manos y acunó las de HyungWon que aún sostenían su rostro.

―No más mentiras ―la cabellera apagada de HyungWon, nunca volvió a ser plateada como cuando tenía la libertad de ir a donde quería, pero ahora, comenzaba a recobrar el brillo que se comparaba con las estrellas del cielo―. De ahora en adelante quiero iniciar de nuevo, y no deseo que las mentiras sean el cimiento entre nosotros dos ¿de acuerdo?

―Lo juro por el rio Estigia ―el peso de la promesa se instaló en sus pechos, pero no se sentía como una carga más como la mayoría de esas promesas, esta era como su pusieran una pluma en sus manos una que iba a cuidar contra todo.

Lo último que hicieron para sellar su promesa fue unir sus labios, en un beso lento. Donde sus alas formaron un escudo, dándoles más intimidad y en el que marcaba el inicio de una nueva oportunidad de nunca volver a lastimarse de esa manera.

El resto de la historia ya no sería escrita por su cuenta.

Luego de declararse una pareja, todo pasó con demasiada rapidez. Su madre y padre fueron quienes oficiaron una pequeña boda donde sólo asistieron los dioses más cercanos, HyungWon no quería a nadie que fingiera respeto en el día más feliz de su vida, le hizo mucha gracia que YuQi le dijera sobre la indignación de Hera por no haber sido invitada y mucho menos considerada para bendecir el matrimonio, pero sí a YuQi. Lo que más le sorprendió ese día fue recibir una gran montaña de regalos de dioses que nunca en la vida había conocido a profundidad, uno de esos regalos fue descubrir que Afrodita le mandó una paloma como símbolo de tregua y reconciliación debido a la ofensa que le hizo a su hijo favorito. Sólo entonces pudo respirar con tranquilidad.

Con el paso de los años, las noches eran más tranquilas, porque las alas de WonHo y HyungWon cuidaban de las personas al dormir. Mientras que los días eran el momento entre ambos esposos, para abrazarse, besarse, hacer el amor y dedicarse a ser una pareja común y corriente.

Desde ese día, todo dejó de ser gris y doloroso para HyungWon, ahora tenía las alas de su hermano para encontrar refugio, sus brazos para sostenerlo si llegara a caer, sus labios para sentirse amado y el fuego de su alma para toda la eternidad.

Ese era el camino por el que creía que debía anhelar en secreto y que por un simple berrinche terminó siendo su realidad, una que pretendía cuidar a capa y espada de cualquiera, incluso del mismo Tártaro, con tal de ser feliz a lado de WonHo todos los días hasta el fin de los tiempos.

Sí, ser flechado por Ares fue lo mejor que le pasó en la vida y no se arrepentiría de nada, porque al final, volvió al lugar que siempre perteneció: al lado de su hermano, a lado de WonHo.




FIN

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