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IV

—¿Qué carajo? ¡Largo!

Mientras Jungkook maldecía y se tambaleaba, chillé mi propia sorpresa y salté hacia atrás. Lo que una dama debe hacer en situaciones de esta naturaleza habría sido -déjame repetir- habría sido inmediatamente mirar hacia otro lado, disculparse por entrometerse mientras él se duchaba, y huir con vergüenza mortificada tan rápido como mis piernas me pudieran llevar; pero es que la toalla envuelta alrededor de su cintura estaba floja mostrando su abdomen que simplemente no me pude mover.

Y luego estaba el asunto de su brazo derecho, repleto de tatuajes. Lo sé. Casi que me dio una combustión espontánea justo en ese momento.

El aguafiestas agarró un puñado de la toalla, ciñéndola. Apoyándose de la puerta con su otra mano como si fuera a azotarla en mi cara, demandó—: ¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Mis ojos volvieron a su cara, y que alguien tenga piedad de mí, repentinamente me di cuenta de que escruté su cuerpo sin vergüenza.

Su cabello estaba mojado, lo cual lo hacía ver extra oscuro, las gotas caían de la mata de pelo salpicando a un lado de su cara y garganta. Más perlas de agua golpeaban a través de su pecho, algunas teniendo el buen juicio de aferrarse a sus bíceps y pectorales. No es que las culpe. Si yo fuera una de esas gotas y tuviera la buena fortuna de aterrizar en Jeon Jungkook, también me aferraría a sus músculos.

Todavía tenía ese rostro dulce, pero sus pómulos y el hoyuelo sobresalían en el fluorescente brillo de la luz del baño, mientras que sus ojos tomaban una tonalidad oscura de ensueño.

Una muy cabreada tonalidad oscura de ensueño.

Frunciéndome el ceño, arqueó sus gruesas cejas como si dijera: "¿Y bien?" lo que me recordó que todavía no había contestado a su pregunta.

—Es... Estoy de niñera. —Obvio.

Pero se veía tan condenador, como si pensara que me había escabullido en su casa y hubiera entrado apropósito sólo para verlo en toalla y tratar apreciar sus tatuajes. Hizo que me enojara.

También le fruncí el entrecejo, poniéndome a la defensiva. —¿Qué demonios estás haciendo tomando una ducha con la puerta completamente abierta mientras estoy cuidando a tu hermana?

—No sabía que estabas aquí —espetó—. Y el cerrojo no sirve.

Oh. Tal vez eso es lo que su madre me había dicho: que el cerrojo de la puerta, no el inodoro, era el que estaba roto.

Mi error.

Pero eso no excusaba su actitud malhumorada.

Traté, de verdad que traté de mantener mi mirada arriba de su cuello, pero eso era como dejar caer a alguien en el borde de un rascacielos de cien pisos y decirles que no miraran abajo.

Yo lo hice. Y sí, todavía seguía siendo atractivo de la cabeza a los pies.

Se aclaró la garganta indignado como diciendo: "¿te importa?". Con brusquedad alcé la vista otra vez.

—¿Todavía no llega mi mamá a casa? —preguntó cuando finalmente tuve mi atención en su rostro.

—¿Tú que crees? Me quedé dormida en el sofá después de poner a Hee Jin en la cama. ¿No me habría despertado ella si hubiera llegado ya?

—Entonces debe de estar trabajando tiempo extra para alguien. —Cerró los ojos y silenciosamente gesticuló algo. Finalmente suspiró como si abandonara una batalla mental que tenía consigo mismo, pasó una mano a través de su grueso y húmedo cabello—. En fin, no sabía que estabas aquí, ¿de acuerdo?

Al menos esta vez sonaba defensivo en vez de ofendido. Era un progreso mínimo si me preguntas. Pero debía haberse disculpado.

—Yo tampoco sabía que estabas aquí, pensé que un ladrón había forzado la entrada.

La mirada incrédula que me envió me decía que no me creía. —Pensaste que alguien había forzado la entrada... ¿para usar la ducha?

—No escuché el agua—Y ahora sonaba tan a la defensiva como él. —. Oí las puertas y algo abriéndose y cerrándose. No sabía qué pasaba.

Miró la muñeca en mi mano que todavía sujetaba como un arma. — Bueno, supongo que ahora debería sentirme mucho mejor sabiendo que mi hermana está a salvo en tus manos. Si alguien irrumpe en la casa,puedes empuñar tu muñeca y hacer una fiesta de té con ellos hasta morir.

—¡Oye! Esta cosa es bastante dura. Confía en mí. Tu hermana me golpeó en la cabeza con ella hace rato. —Ondeé la muñeca para hacer énfasis.

Parpadeó, viéndose horrorizado. —¿Te golpeó?

—Oh, no a propósito, no. No es nada. Nos divertíamos, se emocionó. Sus brazos comenzaron a sacudirse salvajemente, pero todo está bien. No te preocupes por eso.

Me estudió por un momento más. No podía leer ningún pensamiento discernible de su expresión cautelosa. Entonces sacudió la cabeza como si aclarara sus pensamientos y apartó su atención de mí.

—Supongo que debería pagarte. Mi mamá dijo ocho mil doscientos wones la hora, ¿verdad?

Continuaba sujetando la toalla en su lugar mientras se agachaba a recoger sus pantalones del piso, metió la mano en el bolsillo sacando un grueso fajo de billetes. Retrocedí un paso a trompicones. Querido Dios, de verdad no quería saber dónde había conseguido ese dinero. Si era verdad o no, el rumor de Nayeon me tenía inquieta.

—Umm... —Entré en pánico—. N-no te preocupes por eso. Lo arreglaré con la señora Kang después.

—Confía en mí. —Ondeó el efectivo en su mano diseccionándome en pedazos con su penetrante mirada. —. Vas a conseguir que te pague exactamente con esos billetes de aquí. ¿De verdad importa si te los doy ahora o si se los doy a mi madre, quien probablemente no recordará pagarte hasta la siguiente semana... o después?

Me quedé quieta, todavía sin querer tocar su supuesto dinero sucio. Pero realmente me había ganado esa paga esta noche. No estaría sorprendida si fuera nominada en el paseo de la fama de las niñeras después de la forma que había consentido a Jeon Hee Jin, excluyendo los primeros minutos de la tarde, por supuesto. Aun así, era un poco triste darme cuenta que él tomaba este tipo de responsabilidad por su propia hermana. Me preguntaba el tipo de peso que había sido empujado en los hombros de Jeon Jungkook a tan temprana edad.

Sus ojos se entrecerraron con desafío, retándome a rechazar su oferta. —¿Entonces?

—Bueno... cuando lo pones de esa manera... —Traté de sonar calmada, pero sabía que él podía percibir lo indecisa que me sentía por tomar su dinero.

Me sentí poco enferma de mi estómago y tuve sentí esta irreprimible necesidad de dar media vuelta y escapar. Pero lentamente extendí la mano y tomé el dinero de sus dedos, asegurándome de no tocar su cálida piel en el proceso.

—Gracias.

Cuando un sorpresivo olor a perfume atrapó mis sentidos después de que me entregara el efectivo, fruncí la nariz. Me llevé los billetes a mis fosas nasales e inhalé profundamente. Los ojos de Jungkook se hundieron mientras me enviaba un perplejo fruncimiento de cejas.

—Lo siento. Es que... huelen a... ¿Es ese... el...el perfume Chanel Nº5?

Su rostro de la nada palideció e inmediatamente lo supe. Todo lo que Im Nayeon había dicho sobre él era cierto. Mujeres ricas le pagaban por sexo. Mi piel picó con el escalofriante conocimiento, dándome cuenta de la clase de cosas que había hecho para ganar este dinero.

—No sabría decirte —espetó de entre sus apretados dientes—. No pregunto.

Santo cielo. Quería tirar los corruptos e ilegalmente ganados billetes, de verdad quería hacerlo; sin embargo, toda esta situación de tenerlo prácticamente confesando su profesión mientras se hallaba cubierto por nada más que una toalla debió haberme afectado más de lo que pensé, porque sin planear lo que iba a decir, solté abruptamente:

—¿Entonces qué es lo que preguntas?

Se encogió de hombros como si nada y me estudió con alguna clase de insolencia burlona. —No mucho. Mis clientas no son exactamente del tipo tímido. Me dicen qué es lo que quieren y normalmente no dejan espacio para preguntas.

Mi boca cayó abierta. Oh. Por. Dios.

—Tú...— Bufé—Increíble. ¿Enserio estás admitiendo que eres un... un...?

—¿Qué? ¿No has escuchado los rumores? Tan cercana como aparentabas estar con Im Nayeon en el campus el otro día, habría asumido que a estas alturas ya te habría dicho absolutamente todo sobre mí.

No lo confirmó ni negó. Sólo me observó, esperando mi siguiente movimiento. Me imaginaba que la gente tenía dos respuestas distintas con él: O se alejaban tanto como era posible o se acercaban más en un esfuerzo de averiguar cuán bueno era en su trabajo.

Claramente yo no hice ninguna.

—¿Tu mamá lo sabe?

Jungkook apartó la mirada, y una vez más capté el atisbo de arrepentimiento que había visto en su cara cuando lo divisé al principio en el baño. —Tengo la sensación de que sospecha.

Caray. Esto era grande. Esto era muy grande.

Pobre señora Kang. Si yo fuera ella y supiera que mi hijo vendía su cuerpo por sexo, yo... bueno, no estoy segura de lo que haría. Era obvio que ellos podían verse en la necesidad de obtener una entrada de dinero extra, pero esto parecía un poco extremo.

—¿No te importa que ella lo sepa?

—No, me hace sentir todo conmovido y cálido por dentro —espetó con una mirada furiosa—. ¿Acaso eres tonta? ¿Cómo crees que me siento al pensar que sabe?

—Escucha...—Abrí la boca para disculparme, pero sacudió la cabeza.

—No. Se acabó. La sección de preguntas y respuestas terminó. Ya tienes tu dinero por cuidar a Hee Jin, puedes irte.

Agachando la cabeza, solo asentí y me volví apenas deteniéndome para agarrar mis cosas antes de apresurarme a salir de su casa.

A la mañana siguiente cuando logré escabullirme de casa, me alegré de no tener que a ver a Nayeon en ninguna de mis clases; no sabía si tendría la capacidad de ocultarle lo que sucedió anoche.

¿Y a Jungkook? ¿Podría enfrentarlo? Ay, ¡claro que no! Honestamente tenía la esperanza de no volverlo a ver durante las siguientes noches que tuviera que ser niñera. Eso nos pondría en una situación demasiado incómoda.

Trataba de pensar una manera de asegurar que así fuera cuando lo vi sentado en uno de los bancos a lo largo de los jardines. Parecía tener una carrera contra el tiempo mientras escribía como loco en un bloc de notas, deteniéndose cada pocos segundos para consultar el libro que tenía al lado.

Era tan atractivo. De cerca, de lejos, no importaba. Pero también era alguien que se vendía ofreciendo servicios sexuales; él mismo lo confirmó. Eso lo hacía automáticamente estar fuera de los límites. Además, Jungkook como que me odiaba y su encantador rostro era algo que yo necesitaba olvidar para seguir adelante si quería que mis deberes de niñera avanzaran sin problemas.

Cambiando mi curso, me volví y me acerqué a su camino con audacia. No me vio hasta que me paré justo en frente de él y le dije—: Toma. —En un intento de ofrenda de paz, le lancé un vaso humeante y una pequeña bolsa de papel marrón que había estado llevando.

Levantó la mirada, se apartó el pelo de los ojos con su lápiz, y parpadeó a mis regalos antes de volver su mirada confundida a mí.

—Esta es mi disculpa —le expliqué—, por lo de anoche. Lo... lo siento mucho. Lo que haces en tu vida personal está totalmente fuera de mis asuntos, y no debería haberme entrometido de esa manera. Por favor, créeme cuando digo que nunca quise ofenderte.

Cuando no respondió y no alcanzó mi almuerzo, me moví nerviosa. Está bien, quizás las cosas entre nosotros podrían ponerse más allá de incómodas.

Una terquedad me mordió y de repente me negaba a renunciar a mi disculpa. Dejé el vaso y bolsita junto a él en el banco con un ruido sordo.

—Hay un panecillo glaseado en la bolsa y éste es un chocolate blanco—le expliqué—. No... No estaba segura de lo que te gustaría. Así que... espero que te guste.

Ya está. Satisfecha por hacer que suene como si hubiera comprado el desayuno para él, lo ataqué con una amplia sonrisa. Cuando no la regresó, la mía cayó.

—Está bien, entonces...—Me aclaré la garganta— Que tengas un buen día.

Me di la vuelta, y el idiota no me llamó. Así que caminé más deprisa antes de que pudiera responder.

Oh, ¿a quién quería engañar? Le había dado un montón de tiempo para responder. Hubo una buena pausa de cinco segundos de silencio incómodo después de cada frase que le dije. Y él no me había regalado una sola palabra el muy grosero. Me sentí irracionalmente herida, al parecer no me perdonaría por nada.

Marchando más rápido con cada bocanada de creciente ira, viré a hacia el edificio de la derecha donde mi primera clase del día se llevaría a cabo. En lugar de entrar me oculté entre los arbustos para echar un vistazo de nuevo a donde Jungkook se hallaba sentado.

Se quedó mirando mi desayuno como si pudiera ser peligroso. Justo me había convencido de que iba a ponerse de pie y alejarse sin tocar la bebida o la bolsita cuando extendió una mano prudente y cautelosamente levantó el latte. Lo sostuvo un segundo más simplemente estudiando la marca en el envase antes de beber un sorbo tímido dejándolo rápidamente en su lugar. Le frunció el ceño al café, pero se lamió los labios. Mi respiración se detuvo en mi pecho mientras esperaba. Luego volvió a beber, más tiempo esta vez, inclinando la parte inferior hasta que su garganta se movió con cada trago.

Un agradable zumbido de calidez me atravesó, como si en lugar de ese burdo líquido caliente estuviera bebiendo un pedazo de mí.

Lucía mucho menos intimidante y mucho más accesible ahora, puso el vaso a un lado chasqueando los labios mientras abría la bolsa para sacar el contenido. Tomó un delicioso bocado de la masa frita y masticó con una mejilla llena antes de volver su atención a su tarea. Cuando puso su bolígrafo en la página, el pie que había cruzado se balanceaba de un modo alegre.

Vaya. Por lo menos parecía complacido por mi regalo, incluso si no podía molestarse en exonerarme en voz alta y en mi cara.

Extrañamente satisfecha por su reacción, me di la vuelta y me dirigí a clase, incapaz de dejar de sonreír.

Al final de la semana me tomó treinta segundos decidir que mi curso de química general iba a ser horrible. Después de mi segunda ronda de esa mañana, casi consideré cambiar mi especialidad por completo, pero por lo menos no me encontraba sola en mis frustraciones. Tan pronto como terminó la clase, los quejidos empezaron a mí alrededor.

—Tenemos que comenzar un grupo de estudio —anunció a la habitación en general Han JiSung, el chico que se ha sentado a mi lado desde el primer día.

Definitivamente me iba a venir bien un poco de ese estudio extra, así que alcé la mano. —Cuenten conmigo.

—Conmigo también —hablaron un par de personas más.

Después de unos minutos organizándonos cuadramos nuestras reuniones una vez a la semana después de mi turno en la biblioteca. Mi agenda poco a poco se iba llenando, y si no tenía cuidado, podría parecer que pronto iba a tener una vida de verdad. Me emocionaba que las cosas funcionaran mejor de lo que esperaba aquí en Dongseo.

Marché a la cafetería, muerta de hambre desde que le había dado mi desayuno al cara de idiota desagradecido que era todavía más hermoso de lo que cualquier hombre debería ser. Encontré una mesa desierta y me acomodé. Acababa de agarrar un bocado de mi almuerzo recién comprado cuando una sombra cayó sobre mi comida, poniéndome en alerta.

—Qué... —Miré hacia arriba, casi esperando ver la sonrisa lasciva de Lee Jae Wook, pero me quedé sin aliento cuando en su lugar encontré a Jeon Jungkook parado junto a mi mesa con la correa de su mochila una vez más atada en diagonal sobre su pecho.

—¿Cómo dijiste que se llamaba esa bebida que me diste en la mañana?

—Um... —Parpadeé, incapaz de dejar de mirarlo de pie a casi un metro de distancia—. Uh, era un... un latte de chocolate blanco. ¿Por qué?

— Mmm. No estaba mal. Gracias.

¿Qué? ¿Gracias?

El mareo me inundó. La forma apreciativa en que hablaba sonaba tan genuina, tan... Oh, vaya. Todo mi cuerpo respondió.

—Bueno... —Me aclaré la garganta. Responde. Maldición dile algo ya—. Sí. Y...y gracias a ti, por... perdonarme por la forma en que actué anoche.

Bueno, él no había dicho: "Estás perdonada por la forma en que actuaste anoche", pero yo iba a interpretar su presencia como eso.

Solté un suspiro de alivio. —Pensé que ahora en verdad me odiarías.

Jungkook entrecerró los ojos. Sentí su mirada todo el camino hasta la punta de mis dedos de los pies. Dejó mi pecho apretado y mi cabeza atontada. No podía intentar suponer lo que pensaba, pero no importaba qué pensamientos fluían en su cerebro. Buenos o malos, eran definitivamente intensos.

Finalmente desvió la mirada. —No. Yo no... no te odio.

Su voz fue grave y seria y, maldita sea, también podría haber dicho "Me gustas" por la forma en que me afectó. De repente respirar pareció imposible.

Él se movió como si fuera a irse, pero sus cejas se arrugaron albergando pensamientos en conflicto antes de que se pasara una mano por su pelo.

—Así que...hablé con Hee Jin esta mañana. —Sus palabras salieron rápidamente mientras jugaba con la correa de su bolso de una manera nerviosa.

—¿Te contó lo del maquillaje? —gemí, apretando los ojos y agarrando mi cabeza sintiéndome la más culpable—. Tu mamá se molestó, ¿verdad? ¿Va a despedirme? Te lo juro, le quité cada gramo antes de que se fuera a la cama. Incluso...

—No. Sí. —Apretó un puño en su frente como si estuviera avergonzado de cómo lo aturdió mi queja.

El calor me inundó. Me sentí irrazonablemente halagada de que me las haya arreglado para confundirlo, y que se sintiera avergonzado por haber sido confundido frente a mí.

—Sí —dijo finalmente, enderezándose y hablando con precisión—. Hee Jin me dijo sobre el maquillaje. Me habló de todo lo que hicieron anoche. Y no, mamá no va a despedirte. Probablemente va a darte un abrazo la próxima vez que te vea. Hee Jin brillaba esta mañana. Creo que nunca la había visto tan feliz. Así que lo que piensas que hiciste para molestarme anoche después de mi ducha, se ha borrado por completo después de todo lo que hiciste por mi hermana.

Me quedé boquiabierta cuando lo vi mirarme con una sinceridad que me rasgó el pecho.

—¿Y no pudiste decirme eso esta mañana porque...? —Arqueé una ceja, muy orgullosa de mí misma por mantenerme firme en contra de todo lo que estaba sintiendo.

Pero entonces fue cuando sucedió. Su rostro se iluminó y sonrió. ¡Sonrió! Era la primera sonrisa verdadera que le vi dar. Y era toda para mí.

Con un encogimiento de hombros despreocupado respondió—: Me dabas comida y pedías disculpas. Si hubiera dicho algo es posible que me lo hubieses quitado.

Tenía razón. Lo habría hecho. A menos que me hubiera mostrado esa dulce sonrisa, en cuyo caso, probablemente me habría sentado a su lado y dado de comer yo misma.

Me reí y sacudí la cabeza porque tenía que luchar contra mi atracción. ¡Luchar contra él!

—Eres tan infantil. —Lo externé como si fuera un insulto, pero sonrió de nuevo, como si lo hubiera felicitado.

En serio teníamos que hacer algo con esa sonrisa. Era demasiado poderosa.

Como seguía allí de pie, mirándome, incliné mi cabeza hacia él descansando la barbilla en mi mano. —Así que, ¿vas a sentarte o no?

Su sonrisa cayó. —¿No te importa?

¿Importarme? ¿Sentarme al lado del chico más hermoso en el planeta? ¡Claro que no! Sin embargo, algo llamó mi atención: La sorpresa en su voz.

Si parecía tan aturdido porque una chica le pidiera que se siente junto a ella, entonces debe ser una ocurrencia nada frecuente. ¿Los rumores sobre su persona lo habían convertido en un marginado? Qué gente...

Realmente puse los ojos ante ese pensamiento. —Siéntate ya.

Jungkook, quien de forma vacilante pasó la correa de su mochila alrededor de su cabeza mientras escrudiñaba mi cara como si esperara que retractara mi invitación, se sentó de espaldas a la mesa con los pies firmes en el suelo, probablemente para una escapada rápida. Dejó bastante espacio entre nosotros, colocando su mochila en medio como escudo. Sus hombros parecían tan rígidos que juraría que contenía el aliento, así que volví la atención a mi almuerzo tratando de iniciar una conversación casual.

—Por cierto, siento que tu mamá me engañó.

—Lo sé. Lo siento por eso. Le dije que tiene que decirle a la gente acerca de la condición de Hee Jin cada vez que los entrevista. Pero insiste en que le cuesta diez veces más encontrar una niñera dispuesta.

—Yo agradezco mucho el trabajo, y no es que me queje, porque tu hermana es tan dulce y grandiosa, pero... ¿no necesita qué una persona capacitada y profesional la asista o algo así?

—No. —Se encogió de hombros e hizo una mueca, como si nunca hubiera considerado ese escenario—. No es que tengas que darle medicación o seguir un tratamiento cuando estés con ella, para eso la llevamos al hospital. Sólo tienes que cuidarla unas cuantas horas cada par de noches.

—Oh. Es que yo...bueno me asusté un poco cuando vi su tablero de imágenes. Pensé que no podía hablar en absoluto.

No iba a admitir que no fue lo único que me asustó anoche, pero me sentí más honesta al confesar una de ellas.

—¿El tablero de imágenes? — soltó un sonido de incredulidad. —Mi hermana no ha utilizado esa cosa estúpida en más de un año. Sólo es necesario en situaciones extremas cuando está demasiado excitada o angustiada para hablar bien. Mi madre exagera, es demasiado sobreprotectora. Trata a Hee Jin como si todavía tuviera dos años.

—Sí, me di cuenta de que el tablero era innecesario tres segundos después de que tu madre se fue cuando señalé la imagen de la televisión y Hee Jin me rodó los ojos.

Jungkook se rio entre dientes. — Ella es así.

—¿Y la licuadora para la cena...?

—También innecesario. —Sacudió la cabeza con disgusto.

—Es bueno saberlo, porque anoche que tomó una galleta casi me da un infarto tratando de recordar los pasos de RCP en caso de que se ahogara. —Inclinándome cerca, le confesé—: En realidad, después de ver eso, nos hice algunos bocadillos dulces para nuestra fogata de más tarde.

Se inclinó también, poniendo voz baja e íntima. Dios, olía tan bien. —Lo sé. Me lo dijo.

—Es una chica muy dulce.

No te confundas, Si Yeon. Jeon Hee Jin es nuestra única razón para la comunicación. No lo olvides. Me dije.

—Lo es —aceptó Jungkook afablemente mientras me observaba tomar los palillos y devorarme mi comida.

—¿Sabes? Creo que fue muy ruin que las otras chicas no la invitaran a la pijamada.

—No tienes que convencerme de ello. Lo sé. —Luego lo unió con otra pregunta—. ¿Siempre comes como cerdo?

—¿Mm? —Eché un vistazo a mi plato, y luego le envié una mirada extraña—. Uh, te comiste mi desayuno. Son las tres de la tarde, estoy desesperada y tengo hambre. ¿Tú qué crees?

Sus ojos brillaban con una victoria que me confundió hasta que me señaló con un dedo acusador. —Ajá. Sabía que era tu desayuno lo que me diste.

Ay, no. Atrapada. — Lo que sea. Apuesto a que no lo sabías.

—¡Lo sabía! ¿Crees que una bebida comprada para un hombre sería una bomba de chocolate blanco? ¿En serio?

—Pensé que habías dicho que te gustaba.

—Y sí. Fue el dulzor lo que te delató. Era exagerada y femeninamente dulce. —Su sonrisa se hizo más seductora mientras añadía—: Debe ser tu día de suerte. Resulta que me gusta extradulce.

Santa Diosa Afrodita. ¿Era eso doble sentido? Juro que era un doble sentido. Alguien sostenga mis bragas por mí porque Jeon Jungkook estaba jodidamente coqueteando conmigo, con doble sentido.

Sacudiendo la cabeza, dije—: Eres tan...

Sonrió. —¿Encantador? ¿Guapo? ¿Intrigante?

Todas las anteriores, pero no se lo admitiría.

—Iba a decir confuso.

—Ah. —Asintió de una manera astuta—. Vamos a dejarlo como intrigante.

—En realidad, creo que eso merece su propia clasificación.

—Está bien. Como quieras. —Se encogió como si fuera lo mismo para él, lanzándome una mirada engreída y brillante.

Oh, ahora era excesivamente apaciguador para hacer que la pequeña mujer se sienta mejor.

Al hacer a un lado los rábanos de mi platillo y apilarlos en una servilleta a un lado, la mirada de Jungkook pasó sobre ellos como una especie de misil termo dirigido.

—¿No vas a comer eso? —Sonaba escandalizo.

Arrugué la nariz. —¿Qué? ¿Los rábanos? ¡Ugh!

—¿Cómo pueden no gustarte?

—¿Los quieres? —ofrecí.

El deslizó la servilleta con rábanos sobre la mesa antes de que pudiera terminar completamente la pregunta. Después pasó una pierna sobre el banco hasta que se sentó a horcajadas, frente a mí.

—Gracias —dijo, con la voz ahogada mientras se metía un puñado en la boca hablando mientras masticaba—. Mmmm. Estos son perfectos. Agradables y jugosos. ¿Tienes sal?

—¿Sal?

—¿Qué, no le pones sal a tus rábanos?

—En vista de que ni siquiera me los como, no. —Arrugué la nariz y levanté el mentón para hacer una cara, mi manera disimulada de mostrarle que no me afectaba su encanto lúdico.

Pero se limitó a sonreír. —No sólo comes como cerdo, juro que debes ser uno.

—¿Eh?

—Es la segunda vez que haces ese gesto raro. Movimiento de cerdo.

Ay, no. Se había dado cuenta de mi mal hábito. ¡Espera! Se había dado cuenta de mi hábito de arrugar la nariz y ¿contó el número de veces que lo hice? Eso era... guau. Esa era la señal de un hombre interesado.

Pero de ninguna manera podría Jeon Jungkook estar interesado en mí. Los gigolós no se molestan con insignificantes convincentes chicas universitarias que esnifan como cerdos. ¿O sí?

Me sentí como si estuviera siendo arrastrada hacia algo más grande de lo que yo podía controlar, así que alejé la mirada de Jungkook de inmediato recordándome la vida que nos rodeaba: No éramos las únicas dos personas que quedaban en el planeta sentados en esa mesa discutiendo hábitos de arrugar la nariz.

Lejos de eso, él hacía cosas que nunca podría aceptar. Necesitaba alejarme de cualquier tipo que vivía un estilo de vida tan intolerable. Lee Jae Wook me había enseñado esa lección, y nunca la olvidaría.

Cuando volví a mirar lejos, vi pasar a una de mis profesoras. Necesitando una distracción del chico cautivador que comía conmigo, levanté y saludé.

Gran error.

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