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• Capítulo 7 •

Perfección

Ahora había dos fuerzas, el bien y el mal. Pero, todos estaban confundidos, ya no sabían en qué creer.

Se decidió hacer una elección. Los ángeles tenían que decidir con quién quedarse y servir. La cuarta parte de los ángeles te eligieron como su amo y Señor. Y se veía que no estaban arrepentidos de su elección. Pero, tú sabías que se venía lo peor.

— Como sea... — dices un poco irritado(a) al ver a los ángeles que te eligieron. — ... Espero que sean tan fieles como dicen.

En el fondo estabas bromeando y tuviste que contener una sonrisa burlona.

Y luego de todo esto, Dios habló contigo a solas

Lucifer... — su voz resonaba en el lugar. Pero el chiste era que tú solo podías oírlo. A diferencia de las otras veces, aunque anteriormente, habló de una forma dulce y suplicante. — Hijo mío, ¿estás seguro de que esto es lo correcto...?

Era inevitable soltar un suspiro, y lo hiciste, no con irritación, sino de una manera cansada. Y sí, estabas harto de todo esto y, sin embargo, querías llevar a cabo la misión de Satanás.

De forma inconsciente, alzas la mirada, como si quisieras verlo, pero no había ningún rastro de su cuerpo físico, y sólo era una voz. Con tan sólo mirar el techo, buscando las palabras adecuadas, y decidido a responder.

— Estoy seguro de mi decisión... — finalmente responde, con un tono ronco y cansado — ...puedo decir que ambos somos diferentes ahora. Y yo, quiero ser poderoso, — hizo un pequeño silencio, creando una tensión en la conversación. Ninguno de los dos dijo algo en ese momento. La saliva que pasaba por tu garganta era amarga y dolorosa. Luego, decides terminar con la oración. — mucho más que tú...

En realidad, no querías eso, sólo dijiste lo que el verdadero Lucifer diría. Ahora estabas avergonzado, y reprimiste las ganas de huir de ahí. Es como si hubiese una fuerza poderosa que te impedía descontrolar tus verdaderas emociones.

— Ahora, tengo que irme — al decir esto, das media vuelta, dirigiendo la vista hacia tus nuevos súbditos y leales ángeles. Diste una vista rápida a cada uno de sus rostros, sintiendo una satisfacción al saber que serían leales.

Sin embargo, no veías a Erse por ningún lado. Un repentino sentimiento de tristeza te invadió. No sabías por qué, y cómo, sólo podías entender la necesidad de que él viera que lograste tu cometido. Y que, de alguna forma, tú hiciste esto por él, o eso pensabas.

Hijo... — el mayor musitó con dolor al escuchar tus palabras.

Reprimiste la culpa que Él te hacía sentir. No sabías, pero, en el fondo de tu podrido corazón había un lado humano, uno en el que era sensible y vulnerable... Y que, nunca te atreviste revelar.

Los recuerdos de tu corta vida te fueron proyectando como una película: desde que tenías uso de razón, borrosos recuerdos de tu infancia; travesuras, logros, conocimientos. Cuando llegaste a la pubertad; amistades, cambios, responsabilidades... La adolescencia; rebeldía, el narcicismo, egoísmo, madurez, el doble o el triple de responsabilidades... Agotamiento, aburrimiento...

Y la lista puede seguir. Ahora, este momento era una pausa breve para lo que realmente debe venir después...

Permaneciste pensando en estas cosas mientras caminabas al anexo del cielo. El sonido de unas pisadas detrás de ti hace que voltees hacia atrás, deteniendo tu caminar para contemplar la vista de un ángel en lágrimas.

— E-Erse... — sentiste que tu voz se hacía más suave, más atenta, más preocupada.

De alguna forma, sus miradas iban más allá de un encuentro. Es como si el mundo se hubiese detenido para los dos. No había quien molestara, nadie que juzgara, ni ningún sonido.

Inmediatamente te acercaste a él, y lo rodeas con tus brazos, como una forma de consolar sin usar palabras. Porque si usabas las palabras, tú también romperías en llanto, y obviamente quieres evitar eso a toda costa. Por ahora, no querías ser sensible frente a él sin consolarlo primero.

Se escuchaban las respiraciones pesadas de ambos. Tan incómodo y agradable a la vez.

Tus manos se movieron por instinto, elevándose hacia la parte superior de su espalda, sintiendo las costillas, luego los omoplatos, y los huesos que se extendían hasta sus alas. Mientras que Erse, sólo permanecía inmóvil, sin recibir su abrazo, agonizando solo.

— Lo siento, pero, me tengo que ir — dijiste aparentando estar tranquilo. Erse suelta un gruñido suave.

— Lo sé... — dice en voz baja, mientras lentamente sus brazos rodeaban su torso con lentitud, como si dudara — y no me parece justo dejar que te vayas sin despedirme.

Ante sus palabras, no pudiste evitar soltar una risa suave, y apretar un poco el agarre.

— Tienes razón. — dices con una sonrisa de lado, y después te deteniste a mirar su cuello, luego a su nuca. Inhalando su aroma. Te recordaba a un campo lleno de pasto y flores silvestres.

Ambos hicieron silencio. Erse decidió separarse del abrazo y mirarlo a los ojos, había marcas de lágrimas secas en sus mejillas, a lo cual te arrepentiste de no haberlas limpiado antes. Suspiraste al contemplar su rostro.

— Tengo una duda... — hablaste de repente, sin quitarle la vista de encima.

— ¿Q-Qué sucede...? — Erse alzó una ceja.

Hiciste una pausa para pensar bien en tu pregunta, y apretarse los labios, y tu vista se fijaba en el suelo de vez en cuando. Y luego te decidiste a hablar ahora.

— Sé que... Sé que no es de mi incumbencia, y que fue decisión tuya... — comenzaste hablando entre dientes, hiciste una breve pausa y continúas hablando — ... Pero, ¿por qué nunca quisiste apoyarme en esto...? Ya sabes... En ser libres.

La expresión de Erse se suaviza, lo cual te descoloca un poco. Suelta un pequeño suspiro y cierra los ojos, como si tratase de meditarlo para luego prepararse para las palabras duras que recibirías.

— Luci... — dijo tu nombre con un toque de ternura. Pero, se desvanece, dejando que la tensión se encargue de sentirte incómodo — ... Lo he estado pensando desde que me lo propusiste. Y yo, no, no puedo seguir tu camino.

Al final, su sonrisa suave y tierna había vuelto, como si quisiera calmar las aguas movidas de tu angustia. Porque, lo querías de tu lado, y eso no era posible ahora. Y lo sabías a la perfección.

La libertad consistía en la autonomía de cada uno de los seres existentes. Era decisión suya hacer lo que le parece bien y correcto. Y, por cariño a él, no podía persuadirlo; sino perdería su libertad, el libre albedrío...

— ... Espero que me entien-

— Erse, te entiendo perfectamente — dijiste mientras tu mano se desliza hacia su mano para tomarla suavemente.

Ante este pequeño acto, sientes a Erse estremecerse ligeramente, pero, no retiró su mano ni tiró de ella. Lo cual agradeciste, y aplicaste un poco de presión en el agarre.

— Gracias — dijo finalmente, para luego sonreírle.

Soltaste su mano para luego abrazarlo nuevamente, esta vez era un abrazo más cálido. Erse soltó suaves risitas.

— Me sorprende que no te hayas enojado conmigo, ¿se puede saber por qué...? — cuestiona al soltarlo suavemente, para luego mirarte con ojos sonrientes.

Hiciste un pequeño silencio antes de responder.

— No, no podría enojarme contigo... — soltaste risitas, y luego suavizaste la mirada — Eres muy especial, Erse.

Ante ello, el menor alza una ceja con diversión. Y suelto otras risitas más.

— Sí, claro — Bromeó.

— Hablo enserio — dijiste con una leve sonrisa – Sólo dejame demostrarlo...

Hubo un estruendo, y todo el lugar tembló, pero ambos se mantuvieron tranquilos. Volteas a ver qué sucede. Y tus ojos se abren de golpe al notar un portal hacia un lugar desordenado y vacío. Al lado, estaba un arcángel al costado.

Los ángeles que estaban de tu bando empezaron a entrar en él. Veías con atención a sus rostros, decididos, serenos, y dispuestos a luchar a tu lado.

De repente, sentiste la mano de Erse sobre tu hombro, y da unos pequeñas palmadas sobre él. Por naturaleza, giras la cabeza hacia su dirección.

— Ya es hora, Luci... — dice con una sonrisa entrañable, algo que te ocasionó un cosquilleo en el estómago.

Sólo asientes con la cabeza, y suspiras profundo, cerrando los ojos por un momento, para luego caminar hacia el portal. Te deteniste en frente al portal, quien tenía una fuerza de atracción impresionante, a lo cual pusiste los pisos en tierra, y luego giraste la cabeza para ver si se encontraba Erse. Y sí, aún no se había movido de su lugar, y sonreía dulce.

— Nos vemos en otra ocasión, Erse...





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¡Un capítulo menos, mi lector! </3

Palabras: 1418

Fecha: 06/05/24

Hora: 12:35 p.m.

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