Única Parte
Su mundo solo conocía dos cosas. Lo blanco y lo negro. Lo que estaba bien y lo que estaba mal. Cómo debías ser y cómo no deberías ser. Siempre habían dos lados, su generación siendo oprimida por pertenecer al bando bueno.
¿Por qué debía ser así?
Porque esa tonta leyenda no existe.
No existe. No existe. No existe.
—Tu mundo es blanco y negro —las palabras llegando acompañadas de golpes en sus muslos —Nunca existieron los colores, Han. ¡Aceptalo!
Y Jisung creció pareciendo ser un niño frío y grosero, cuando realmente lo único que deseaba era poder ver los colores. Si es que realmente existían...
Por otro lado, había un Lee Minho que confiaba fervientemente en la leyenda urbana. Aguantando miradas de repudio y asco cuando expresaba sus creencias. Aquel mito que decía darte los colores cuando encontrabas a tu alma gemela. Pero todos sabían que era mentira porque hasta los matrimonios más felices jamás vieron los colores en el otro. Sin embargo, Minho veía los colores en el genial cabello castaño de Han Jisung.
—J-jovencito... —llamó tímidamente un niño de quince años —Vi los colores, los vi en usted ¿tú p-puedes ver m-mis colores? —el de cabellera castaña se giró encontrándose a un pequeño de ojos brillosos.
No existen. No existen. No existen.
¿Por qué veía colores en la ropa escolar del menor?
—Oh... ¡Sí los veo! —dijo con felicidad. Los ojos grises de aquel pelinegro se agrandaron, sus manos no pudiendo quedarse quietas y terminaron abrazando al joven con felicidad.
La leyenda era cierta, ¡alguien por fin lo amaría eternamente! y cuando Jisung lo invitó a salir prometiéndole ser el mejor novio, lloró tanto que parecía quedar deshidratado.
Las cosas iban bien, recibían pequeños insultos cuando los veían juntos, y a veces niños de cursos mayores los golpeaban, pero las cosas iban bien cuando se miraban a los ojos y podían besarse a escondidas en los baños.
Las cosas iban de maravilla... Entonces ¿Por qué Minho se fue?
Ah, cierto, fue porque el miedo que Jisung tenía de volver a ser golpeado, de ser rechazado y despreciado por decir que había encontrado a su alma gemela, había ganado antes que decir la verdad frente a sus padres.
Y se vió a sí mismo llorando una semana entera cuando Minho pisó sus flores gritándole —¡Te odio! —mientras hacía sus mayores esfuerzos por no romperse más frente al chico de cabellera castaña.
Oh, su pequeño bambi había escuchado aquella vil mentira salir de sus labios.
¿Había algo mal en ellos?
No, en ellos no, en su sociedad sí.
Así que, después de la partida de su menor durante los siguientes cinco años de su vida, Han Jisung nunca volvió a ver los colores.
Sin embargo, cuando un joven de mirada profunda, cabello largo pelinegro, con tatuajes en su brazo y con motocicleta se aparcó frente a su universidad, jamás pensó que volvería a ver los colores, mucho menos que serían tan bonitos en la ropa ajustada y elegante de Lee Minho.
Y algo estaba mal, pues al conectar sus ojos el menor apartó la vista indiferente y siguió su camino, como si él no existiera, y tal vez se lo merecía.
O tal vez, no...
Un Han Jisung universitario admiraba su entorno grisáceo mientras su mejor amigo hablaba de algún tema relevante del cual no estaba prestando atención. Minho había vuelto. Lo había visto pero lo ignoró. Tal vez se lo merecía, tal vez debería intentar arreglar las cosas. Tal vez...
—Han... —llamó el de cabellera blanca —Tienes clases en diez minutos.
Saliendo de sus pensamientos, masculló un insulto mientras se levantaba de la mesa —Gracias por el café, Felix—tomó su mochila negra y ajustó sus prendas grises —Cierto, ¿Puedes pasarme viendo? —pidió e hizo un mohín.
—Está bien enano, ahora andate.
Jisung rió pero luego le agradeció. Corrió por las calles pintadas de blanco y negro del gran Seúl, la gente dando esa vibra fría y monótona de siempre. Sinceramente no le importaba el no ver los colores, lo que le molestaba y creaba un enorme cargo de conciencia, era el saber que (según la leyenda) su predestinado realmente era Minho.
Al entrar a su institución, la silueta de un Lee sentado en las gradas mientras admiraba el cielo, lo recibió. Sintió el impulso de querer hablarle. Preguntarle tantas cosas y volver a ser lo que algún día fueron. Dos estúpidos jóvenes ocultando su amor por el otro, o simplemente dos pequeños amigos que le daban color a la vida de su compañero.
Suspiró, plantándose frente al de cabellera larga, arrepintiéndose de su acción cuando la mirada penetrante y fría de Minho chocó con la suya.
¿Dónde están las estrellas de tus ojos? Oh mi pobre bambi... ¿Por qué las perdiste?
—M-Minho sobre lo que sucedió... —intentó hablar.
—No te preocupes por mi corazón roto, ya está curado —habló calmado pero firme mientras se colocaba la chaqueta —Preocúpate por ti, que por lo que veo, sigues siendo el mismo imbécil inmaduro de aquel entonces.
Agachó la cabeza levemente avergonzado, pero continuó —Aún así... sonará ridículo pero, veo colores en ti.
El menor se detuvo, girándose mientras su mirada rota y apagada le daba a entender a Jisung todo lo que sufrió por aquella palabra —Pues yo no veo ninguno en tí —subió a su moto, y colocándose el casco, se fue.
Dolía mucho. Lágrimas bañaron su triste rostro inmediatamente. ¿Por qué? ¿Por qué en cada vida, siempre alguno de los dos era lastimado? ¿Qué tenía el destino en contra de ellos?
Gritó, el dolor de garganta viniendo con la fuerte lluvia que cayó sobre Seúl. Era oficial, había roto al ser que siempre lo amó y protegió. Había hecho pedazos al pequeño angelito que en algún momento, coloreó sus días con los tonos más brillantes.
Los años habían pasado, tres para ser exactos. Vio a Minho tener varias novias y novios. Lo vio graduarse y también vio como su combinación al elegir ropa era bastante rara a causa de la falta de visión cromática.
Vio como consiguió trabajo, y también vio como lo ascendían a jefe. Se acercó varias veces al menor, intentó hablar con él pero siempre recibía una mirada indiferente o era ignorado. Y eso tampoco le importaba, porque mientras Lee Minho existiera y él pudiera apreciar cada momento de su crecimiento, Jisung sería feliz.
Sabía que no ser correspondido por su predestinado era doloroso, oh lo sabía muy bien. Sin embargo cada momento que el menor daba una sonrisa y arrugaba su naricita al mismo tiempo, él volvía a respirar.
¿Se arrepentía del pasado? Mucho.
¿Dolía ver como Minho tomaba a alguien que no era él? Muchísimo.
¿Se alegraba del menor? Sin dudar.
Porque tampoco le importaba vivir una vida sin colores, siempre y cuando el menor pudiera sonreír como lo hizo la vez que le dijo que él podía ver los colores en él.
Y mientras estaba llorando en silencio en aquella silla metálica del frío aeropuerto, admiraba la siguiente etapa de su vida. Minho se iría, se iría a Inglaterra. Ahogó sus sollozos con la palma de su mano, secando sus lágrimas con la libre para intentar no llamar la atención de nadie más.
Minho se despedía de sus amigos, prometiéndoles volver después de su intercambio en el extranjero. Una silueta que temblaba suavemente llamó su atención, alzó su mirada viendo como un Jisung deshecho lloraba en silencio. Suspiró y se acercó con cautela al mayor delicadamente, su plan fallando cuando éste dio un pequeño brinco e intentó huir de su presencia.
Minho lo tomó del brazo, las palabras de la boca del castaño saliendo inmediatamente —P-Perdón, s-sé que me dijiste que n-no me acercara a t-ti nunca más. Pero yo s-solo quería v-verte —se excusó mientras intentaba parar el llanto.
Minho lo atrajo a sí, abrazándolo con suavidad. Sintiéndose igual a la primera vez que lo hizo tiempo atrás. Acción que hizo que el mayor llorara aún más. Sobó su cabellera con delicadeza, sin decir nada, estando simplemente ahí. El castaño alzó su mirada permitiendole admirar al Minho, cómo los orbes de Jisung aún brillaban como la última vez que los vio. Tomó su cara y plantó un beso en su frente.
—Él avión con destino a Inglaterra saldrá en dos minutos —anunció una voz femenina por los parlantes del aeropuerto.
Jisung se separó bruscamente del torso del menor, temblando y sorbiendo su nariz —Debes irte. Lamento lo que pasó —intentó irse por segunda vez pero Minho lo tomó de la mano y mirándolo a los ojos con el mayor cariño que Jisung jamás pudo haber visto, dijo:
—Aún veo colores en ti, amor —y lo besó, sintiéndose igual a la vez que lo hizo en esa habitación teniendo la primera flor blanca entre sus manos.
Y él se sintió feliz, tan feliz que al abrir los ojos, la luz del sol de la ventana de su habitación le indicaba que había sido otro sueño más.
Gracias por leer ♥, espero les haya gustado la adaptación, y nuevamente agradezco a vancharlotte_ por permitirme realizarla.
Gracias por llegar hasta acá <3
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