𝓒𝓱𝓲𝓬𝓪 𝓷𝓲𝓮𝓿𝓮
El ceño de Subaru fue lo primero de él en reaccionar.
Se giró y con su puño izquierdo apretado por la molestia se sacó en un movimiento rudo con la mano derecha el cigarro de la boca para tirarlo al piso y aplastarlo con su bota, apagándolo con el toque de la nieve. Decidió encarar a la dueña de la voz a la que apenas había visto por el rabillo del ojo y empezó a caminar, apreciando cada vez mejor sus facciones. La chica era tan pálida que por unos instantes inclusive la consideró una más de su raza, sin embargo, cuando notó como su nariz y mejillas estaban teñidas de un leve rosado por causa de la temperatura, se convenció a sí mismo que aquello había solo una impresión suya.
—No es asunto tuyo, niña tonta —refutó de malas.
La joven en vez de enojarse, como él supuso que haría antes de comenzar con una pelea entre ambos, soltó una suave carcajada nerviosa que prescindió a que ella negara con suavidad.
—Oye, pero sí que te falta un buen sentido del humor —se mofó ella con una sonrisa que rasgó tanto sus pequeños ojos que estos parecieron desaparecer, solo notándose gracias a las negras y largas pestañas—. Solo estaba jugando un poco contigo, en realidad quería pedirte un cigarrillo, ¿me lo darías?
—No —contestó Subaru de inmediato, arrugando con suavidad su nariz en una expresión de desagrado—. Consíguete los tuyos, no soy beneficencia pública.
Un suspiro de fastidio salió de los labios de la muchacha, quien se cruzó de brazos al poner sus ojos en blanco. Estaba molesta ya que convivir con extraños para mejorar sus interacciones sociales, como le había aconsejado su terapeuta, no estaba funcionando para nada y solo hacía odiar más aquellas pequeñas tareas que le dejaban cada semana.
—Oh vamos, solo quiero uno. Hoy tuve un día de mierda y perdí mi cajetilla de la forma más estúpida: se me cayeron a la fuente de la universidad —se quejó al tronarse los dedos, buscando alguna forma de entablar una conversación de al menos diez minutos con el chico y no llegar con las manos vacías al consultorio al día siguiente—. Mira, dame uno y mañana te prometo que te traeré una cajetilla nueva. A esta hora todo está cerrado y no quiero caminar media hora hasta la tienda de veinticuatro horas.
Subaru pensó en las palabras de la chica. Si bien no necesitaba que una extraña la comprara su tabaco, ya que con el dinero que el viejo le daba cada semana tenía más que suficiente para morirse enterrado en éste, asistir al día siguiente a esa cita lo libraría de buscar la manera de matar el tiempo en su hogar sin tener que toparse con alguno de sus medios hermanos. Lo dudó unos segundos más para por fin tomar su decisión.
—Ten. —Le lanzó el encendedor a la azabache mientras terminaba de acortar la distancia entre ambos a un paso tranquilo, sentándose a un columpio de distancia de ella, extendiéndole la caja abierta una vez que él tomó un cigarrillo y lo dejó entre sus labios.
—Tu encendedor es el más bonito que he visto nunca, ¿lo mandaste a hacer? —preguntó curiosa al analizar la estructura metálica, tomando uno de los tabacos para llevárselo a los labios, encendiéndolo y así devolverle el encendedor a su dueño.
—Algo así, fue un regalo —comentó sin darse cuenta el albino ya que, si se hubiera percatado de sus palabras, seguramente un desagradable recuerdo hubiera llegado a sus pensamientos.
Mentiría si decía que le interesaba platicar con la chica a su lado, así que el silencio los invadió por largos minutos hasta que los cigarros de ambos se consumieron por completo. El vampiro sacó de nuevo la caja blanca, tomó uno y le ofreció a ella sin siquiera mirarla. Usaron la misma llama para encenderlos y con el encendedor aún en la mano el Sakamaki alzó su vista para volver a contemplar el cielo que cada vez estaba más oscuro por lo tarde que era.
—Si me vuelves a llamar como lo hiciste hace rato la cajetilla de cigarros que me traigas mañana te la meteré por el culo —sentenció con una expresión molesta en su rostro—. No me gustan los apodos y menos uno tan estúpido como ese.
Aunque sonaba tan serio al respecto, aquella amenaza escondía una gran verdad que usualmente escondía detrás de cientos de mentiras. No le importaban los apodos, esas cosas en realidad le daban igual, pero ese en especial había tocado una fibra sensible en el chico.
—¿Y entonces cómo debería llamarte? No tengo ni idea de cómo te llamas.
—Subaru.
—Oh, además tienes un nombre muy lindo. Va contigo —habló sin darse cuenta de lo que había dicho, hasta que notó la expresión que oscilaba entre la vergüenza y furia de su acompañante—. ¡Lo siento! No pretendía incomodarte —apresuró a disculparse—. Uh, Subaru... ¿Acaso no tienes frío? —preguntó después de un rato ya que estaba segura que estaban a temperaturas bajo cero y él a penas llevaba una ligera chaqueta negra puesta.
—No, no tengo frío.
Guardó los cigarrillos que le quedaban en el bolsillo de su ropa y exhaló una bocanada de humo entre sus labios. Miró de reojo a la joven a su lado, analizando con más detalle, pensando que era gracioso todo lo que los humanos habían inventado para abrigarse con tal de no pasar frío, consiguiendo solo darles una apariencia que, en lo personal, a él le parecía muy cómica.
—Subaru-san —lo llamó la chica con una sonrisa en sus labios después de terminar su cigarrillo—. Ya que yo sé tu nombre me parece justo decirte el mío. Mi nombre es Yūki, un placer.
Por segunda vez en aquel poco tiempo que llevaban cerca el ceño de Subaru se frunció, esta vez al escuchar el nombre de ella. Se levantó de inmediato y sin decir nada apartó con enojo la nieve de su ropa y cabello para así comenzar a alejarse de la chica a grandes zancadas sin mencionar nada al respecto.
—¡Oye! ¿Qué te pasa? —Yūki sin perder el tiempo se levantó para de inmediato correr detrás suyo—. ¿Por qué haces un berrinche? Pareces como si fueras un niño pequeño.
Al sentir la pequeña mano de la chica sobre su brazo lo apartó de inmediato con rudeza. Se giró y la miró a sus ojos chocolate respirando algo agitado, sabiendo con claridad que debía de alejarse de ella lo antes posible.
—No me vuelvas a tocar, ni a hablar. No quiero cerca de mí a nadie que tenga algo que ver con la nieve y mucho menos si su nombre significa eso.
La cara de sorpresa de ella fue tal que antes de que él tuviera la oportunidad de poder decir algo, se soltó a reír de una forma tal que pronto pequeñas lágrimas se le salieron de los orbes castaños.
—De verdad que eres un chico muy peculiar Subaru-san. Mi nombre no se escribe con el kanji de nieve, sino con el de valor. Esa es la diferencia entre los nombres de Yuki, el cual al parecer te disgusta tanto, aunque no entiendo por qué con lo hermosa que es, y Yūki, que significa valor y es mi nombre.
Las mejillas de Subaru de inmediato se tornaron de un vergonzoso rosado al darse cuenta de la tontería que había hecho. Apretó sus puños y desvió la mirada sonrojado.
—Como sea, nos vemos mañana —masculló entre dientes de malas, volviendo a darse la vuelta para caminar hacia su hogar sin mirar atrás.
Una sonrisa brotó de los labios de Yūki. Siempre que había tratado de hablar con un desconocido las cosas terminaban mal o de una manera extraña, así que si seguir conversando con Subaru le costaría gastar buena parte de su dinero semanal en cigarrillos y quizás también la ponía en riesgo de terminar con cáncer de pulmón sería un costo que valdría la pena si el chico era tan interesante como parecía.
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