Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7

Bobby colgó con suavidad el teléfono y fue a buscar a Kaylee. La encontró en el dormitorio de Mia, depilándose las ingles, y no puedo evitar un respinf¡go al ver la cera separse de un tirón de aquella zona vulnerable.

- No vas a creerte lo que acaban de decirme.

- ¿ El que ?- Y Kaylee arrancó otra tira de cera del muslo.

- ¿Como puede hacer eso ? - Preguntó Bobby. Se le saltaban las lágrimas solo de mirarla, y sin darse cuenta apretaba las piernas y se encogía un poco. ¡ Joder, Kaylee !¿No te duele?

- No, no mucho. Es como depilarse las cejas. Duele al principio, pero luego te acostumbras. - Tiró la cera usada a la papelera y cogió loción para hidratar la zona recién depilada. Luego alzó la vista hacia él.- ¿Que no me voy a creer ?

- ¿Eh?- Bobby apartó la vista de sus muslos blancos y del dulce y sedoso delta entre ellos. Cuando por fin la miró a los ojos, vio en su rustro una expresión de << ni se te ocurra siquiera>> Joder, si que era rencorosa, - Ah....ha llamado Scout.. el de los ordenadores. No te vas a creer como están volviendo a Miami Hiddleston y tu hermana.

- ¿Los ha encontrado?- Kaylee se levantó de la cama de un brinco.- ¿Dóndes están?

- En Idaho.

- ¿En Idaho ?- Kaylee enarcó una ceja sobre su fina nariz blanca- ¿ Y que coño están haciendo en Idaho ?

- Están viajando....Te va a encantar..En autobús.

Kaylee le dio un golpe con la mano en el pecho, empujándolo un  paso atrás.

- ¡Joder, Bobby !¡Deja de decir chorradas!Estoy preocupada por ella.

-Te lo digo enserio,cariño. Van en  autobús. En realidad,es el segundo autobús que cogen. No sé que habrá pasado, pero el rimero lo perdieron o les echaron.

- ¡Mia! Olvidándose por un instante de uqe había terminado con los hombres en general y con Bobby en particular, Kaylee le apretó el antebrazo y se echó a reír, con ese gorjeo profundo y denso que hacía que a Bobby le subiera la tensión sanguínea.- ¡ Está entorpeciendo sus movimientos ! Mia es muy lista y de mente muy rápida. Habría sido una gran estafadora si la jodida no estuviera decidida a tener una vida tan aburrida. - Kaylee movió la cabeza,lamentando las oportunidades perdidas de su hermana.- Cuando éramos pequeñas, siempre se le ocurrian ideas descabelladas para sacarnos de apuros, bueno, más bien, para sacarme a mí.- Kaylee sonrió recordando.- Seguro que está negra, y cuando Mia se enfada....Cuidado.- Kaylee soltó el brazo de Bobby, retrocedió una zancada y se lo quedó mirando.- ¿ Y ahora que hacemos ?

- Pues coger el avión de las tres en Boeing Field, alquilar un coche en Pocatello y buscarlos.

Héctor Sánchez colgó el teléfono y se quedó pensativoun momento. Luego sacó el puro del humidificador, le cortó el extremo y lo encendió. Risas ahogadas se filtraban por la pared del despacho mientras la estrella de esa  semana se ganaba con pericia al público.

Un agente de recuperación de fugitivos llamado Hiddleston, tenía a Kaylee bajo custodia y la llevaba de vuelta a Miami para asistir a un juicio en el que se acusaba del robo de un coche. Eso lo entendía, aunque no le hacía ni pizca de gracia. Pero, ¿en autobús ?¿ Por que coño en cazarrecompensas la llevaba en autobús ?

Esa era una pregunta de la que tal vez no obtendría respuesta, y Héctor suponía que tampoco importaba, puesto que a la larga aquello sin duda redundaría en su beneficio. Si Hiddleston hubiera hecho lo previsto, es decir, coger un avión, lo más probable, es que ya hubieran llegado, con lo cual Kaylee ya estaría en la cárcel. Y en el instante en que la encerraran, las posibilidades de llegar hasta ella, se reducirían considerablemente. Aquello no era una opción aceptable. Kaylee MacPherson era una incógnita que habría que despejar. Sánchez se había labrado una vida excelente y no estaba dispuesto a que una gogó se la jodiera. Solo Dios sabía lo que aquella zorra cantaría delante del fiscal del distrito si creyera que con eso salvaría el pellejo.

No, no podía plantearse esa posibilidad, y mucho menos preocuparse por ello, porque no iba a suceder. Estaba atravesando el país en autobús, y aquello abría todo un mundo de posibilidades para eliminar de una vez por todas la amenaza que suponía.

Aunque si le hubiera gustado enviar a alguien que no fuese el Cadenas. Jimmy Cadenas Slovak era lerdo como él solo. Como jefe de seguridad del Tropicana no importaba demasiado; de hecho hasta tenía ciertas ventajas. Era leal y fácil de manipular. Si le decías lo que había que hacer, el Cadenas obedecía sin hacer preguntas. Como pensador independiente, sin embargo, el hombre era un completo inútil. Daba miedo pensar todo lo que podría salir mal con el Cadenas al mando. 

Por muchas vueltas que le diera, sin embargo, Sánchez, sabía que no disponía de demasiadas opciones.  Ni teía contactos en la mafia ni podía acudir a las malditas Paginas Amarillas para buscar la sección de Asesinos.

Y Jimmy había cumplido a la perfección con el asunto de Alice Mayberry. Héctor tendría que confiar en que lo hiciera igual de bien con Kaylee MacPherson.

 Pero esta vez el Cadenas estaría lejos, fuera del control de Hector y dependería unicamente de su cerebro. Era suficiente para aterrorizar a cualquier con dos dedos de frente.

- ¿ Eso vas a llevar ?- Tom la miraba con fascinado horror mientras Mia se ponía unos zapatos de tacón de aguja de diez centrímetros.

Joder, ya había sido un golpe verle salir del baño con aquel minivestido de licra verde jade. Lo que le faltaba para llamar la atención eran aquellos relucientes y provocativos taconazos. Al ver que ella ni siquiera miraba en su dirección, Tom se acercó y se arrepintió al instante de haberlo hecho. Olía de maravilla.

- ¿ Por que no te pones los Keds ?

Mia se acercó a la maleta que tenía sobre la cama, pasando por su lado sin prestarle atención. Despues de reburcar en ella, sacó el enorme neceser. Tom no la perdía de vista ni un instante.

- Ah, ya veo.Ahora no me hablas, ¿no?

Ella pasó de largo una vez más para entrar al baño. Puesto que no se molestó en cerrar la puerta, el la siguió y se apoyó con el hombro contra el marco mientras ella se inclinaba sobre el lavabo. El ajustado vestido se le subía por los muslos hasta bordear la ilegalidad, y Tom no tuvo que hacer uso de su imaginación para visualizar el pequeño tatuaje rojo que llevaba en el trasero. Parpadeó para disipar esa aparición mientras ella sacudía un bote de maquillaje y vertía un poco sobre una pequeña esponja.

 Tom siguó mirando horrorizado mientras las pinturas de guerra iban subiendo de tono. Por último Mia bajó la cabeza y empezó a hacerse algo en el pelo. Cuando por fin se incorporó, llevaba un peinado enorme con pinta de << me acaban de follar >>, con mechones cayendo por todas partes. Tom no pudo seguir mordiéndose la lengua.

- Eso es porque te he esposado a la cama, ¿no? - exclamó- Pues lo siento, pero era necesario. Joder, te solté en cuanto volví.

Mia volvió  a pasar de largo de él, de pura desesperación, dio un buen puñetazo al marco de la puerta, para enseguida sacudir los dedos con una maldición. Chupándose la herida de un nudillo, la miró furioso. Mierda, ¿pero que le estaba pasando ? No tenía por que pedir disculpas. Estaba haciendo su trabajo, y si a la señorita MacPherson no le gustaba como lo hacía, pero para ella. Era su prisionera, no su invitada.

- Haz la maleta- le espetó, mientras trasteaba para cerrar su propia bolsa. La llevó hasta la puerta y aguardó impaciente a que ella obedeciera, lo cual hizo con parsimonia.

Una hora y media maás tarde llegaron al bar de Darcy. Había un estruendo de conversaciones y ruidos y platos, Mia parpadeó ante el súbito ruido mientras intentaba zafarse del barazo de Tom. Era sorprendente lo deprisa que se acostumbraba una a un entorno silencioso.

Todavía no había pronunciado una palabra más de lo estrictamente necesario, y la cafetería donde la había llevado a desayunar era otro universo repleto de ruido. Habian comido sin hablar, mirando sus platos o bien por la ventana. Y ese silencio instigado por ella no parecía ofrecer dificultades para Tom.

Pero desde el momento que se acercaron al Darcy´s, donde tenían que coger el autobús, Tom se había comportado como el futuro marido por el que el día anterior se había echo pasar. La estrechaba con un brazo y la mantenía pegada a él, poniéndole de vez en cuando la manaza en la cadera. Ella, discretamente, le hundió el codo en el costado en un intento por lograr un poco de espacio.

Él tensó el brazo en un gesto de advertencia y ella dejó de intentarlo, pero movió un pie como si nada y le pisó con fuerza con el tacón de aguja. Tom inclinó la cabeza para besarle con cariño la oreja, succionó el lóbulo y le dio un suave tirón con los dientes.

- Como no levantes el tacón de mi pie, morena, te vas a enterar.- gruñó.

Mia intentó golpearle el mentón alzando bruscamente el hombro. Y comprobó con satisfacción que él apartaba la boca, pero no sin un último aliento cálido y un rápido lengüetazo a su oreja.

- ¿Se supone que esto es algo nuevo ?- preguntó. 

Apartó de mala gana el talón de su empeine, maldiciéndole por las intensas sensaciones que su cercanía le provocaba. Se suponía que debía dejarla fría. Ya pesar de que la piel se le había erizado a lo largo del costado al notar su aliento insinúandose por las sensibles espirales de su oído, no sentía precisamente frío. Intentó apartarse de nuevo, nerviosa, pero él la estrechó con más fuerza hasta que Mia se vio pegada desde el hombro hasta el muslo contra un muro duro y caliente de músculos y huesos.

Hiddleston bajó el mentón para mirarla, agarrándole la barbilla con la mano libre y observando con aprente fascinación el contraste entre su pulgar moreno y la piel blanca que acariciaba.

- Cariño, hasta ahora he sido un corderito. No querrás enfadarme.

Mia logró mantenerse impasible. Lo que deseaba era hacerle daño. Mucho daño. Ansiaba arañar aquel rostro arrogante, morderlo, pegarle, gritarle y darle patadas hasta que suplicara clemencia. En su interior hervía una rabia impotente que la estaba enloqueciendo poco a poco.

- Te das cuenta de que esto, es la guerra, ¿verdad, Hiddleston ?

El día anterior, él la esposó a la cama y la dejó allí atada mientras él salía a llamar por teléfono, la verdad la hendió como una estaca hiende el corazón de un vampiro.

Tom apretó el pulgar contra su labio inferior.

- No querría que fuera de otra forma, MacPherson. Ay perdone: señorita MacPherson, quería decir.- Su voz era un ronco murmullo, y a Mia le dieron ganas de apretar los dientes hasta hacerse sangre en las encías. Sabía que ante los demás parecería que Hiddleston le estaba susurrando linduras al oído.

Jamáas en su vida había experimentado tanta impotencia, como cuando se quedó esposada a la cama la noche anterior. No estaba acostumbrada a sentirse indefensa de una manera u otra, siempre había logrado resolver sus problemas, y sabía que era una mujer capaz y competente. Pero con un sencillo chasquido de unas esposas de cromo, se había quedado del todo vulnerable.

Y no pensaba perdonárselo.

Esa mañana, como un gesto de desafío, se había puesto encima toda la parafernalia de Kaylee para llamar la atención. Los zapatos la estaban matando después de la caminata arriba y abajo por la carretera, y el maquillaje y el pelo ahuecado eran vergonzosos, por decirlo con suavidad, pero lo soportaría porque sabía que así llamaba la atención- de echo destacaba como una puta en una boda baptista - lo cual, a su vez, volvía a Tom loco de rabia. Y eso, para ella, era una recompensa.

Asi que en lugar de responder a la insolencia de Hiddleston, Mia apartó el rostro de la  caricia de sus dedos, se cruzó de brazos y se separó de él todo lo que su brazo en torno a ella le permitía. Ignorándoles delibradamente, se fijó en la multitud.

Entonces vio a una mujer que utilizaba el lenguaje de los sordomudos.

En realidad eran dos, pero a los pies de una de ellas descansaba una maleta, lo que tal vez le hizo pensar que iba a coger el mismo autobús que ellos. Prestó atención a la conversación y no tardó en darse cuenta de que así era. Con renovadas esperanzas, Mia pensó como aprovechar el hecho de que la mujer conociera el lenguaje de signos.

Por la muda conversación no podía averiguar cuál de las mujeres era sorda. Esperaba que la que viajaba con ellas pudiera hablar. La comunicación con los sordos era difícil sin la palabra hablada. 

- Cinco minutos - anunció de pronto el conductor. 

De nuevo Mia intentó zafarse de Tom.

- Tengo que ir al servicio.

Tom lanzó un resoplido.

- De eso nada. Te aguantas hasta que subamos al autobús. No pienso permitir que se repita lo de ayer.

- ¡ Venga ya, Hiddleston ! Ya echaste por tierra mis planes cuando cuando anunciaste publicamente que estabas dispuesto a casarte conmigo y dar un apellido al pequeño Tommy, así que sería una tontería repetir el numerito con el mismo público, ¿no crees ? ¿Acaso piensas que soy idiota ?

Tom se limitó a alzar una ceja con gesto escéptico y Mia apretó los labios. Pero no estaba dispuesta a permitir que Hiddleston la obligara a representar una pataleta infantil. Tendría que idear una manera de dar la vuelta a la tortilla.

Pero lo único que se ocurrió en tan poco tiempo fue exhibir su cuerpo, pero era mujer y tenía que operar con las herramientas de que disponía. En cuanto Tom la soltó y se inclinó para recoger su equipaje, Mia se alisó el vestido sobre las caderas, echó hacia atrás los hombros, sacó pecho y miró alrededor hasta que su vista se posó en un joven soldado que le miraba los muslos y las caderas. Mia le dedicó una sonrisa alentadora que sabía muy bien que él jamás vería, puesto que a la vez ejecutó un bamboleo de caderas que impediría que la mirada del joven llegase a alzarse hasta su rostro. Lo importante fue que Tom se alzó a tiempo para verlo, y Mia tuvo la satisfacción de oírle decir algo realmente obsceno entre dientes.

Hiddleston se volvió para ver a quien le sonreía, la agarró del brazo y la estrechó contra él. Su boca asumió el conocido gesto hosco y sus cejas se unieron de golpe mientras miraba foribundo al soldado hasa que el joven se dio cuenta. El chico se puso de un color rojo encendido y se dio la vuelta.

Mia se sentía mucho mejor. No hay nada como destruír la autocomplacencia de un hombre para animar a una chica. Y por un breve instante no se había sentido en absoluto tímida. Más bien había experimentado una inusual llamarada de poder femenino.

- Es hora de salir- anunció el conductor.

Mia y Tom pasaon junto a unas mujeres  que conversaban en lenguaje de signos. Mia las vio abrazarse, luego una de ellas puso las manos sobre los hombros de la que iba a viajar.

- Te voy a echar de menos, Mary- dijo con la entonación ligeramente átona y de acento extranjero de los sordos.

Mary acarició la mejilla de su amiga con los dedos.

- Yo tambien te voy a echar de menos. Pero no dejaremos que pase tanto tiempo para volver a vernos. Te lo pometo. 

Mia esbozó una ligera sonrisa. Perfecto.

En la puerta del autobús habia una pequeña conmoción. Una anciana intentaqba convenver al conductor en un tono frenético de que cuando bajó  a desayunar tenía el billete. Se había formado un atasco a medida que los demás pasajeros aminoraban el paso hasta que el conductor les miraba, blandían sus billetes y subían al autobús, rodeando a la anciana, con diversos grados de paciencia.

Tom se detuvo al lado de la señora, que rebuscaba frenética, con los ojos lagriomosos. Hiddleston la cogió con suavidad del codo para apartarla dela puerta.

- Respire hondo, señora- sugirió cuando ella la miróa aterrada.- Muy bien. Su billete estará en alguna parte. ¿ Dónde suele ponerlo ?

- En el monedero,¡ pero ahí no está !- Y su respiración comenzó a celerarse de nuevo.

- Tranquila, no pasa nada. ¿ Le importa que mi amiga le eche un vistazo a su bolso? A veces cuatro ojos ven mejor que dos.

La mujer tendió el bolso con mano trémula. Mia abrió el compartimento lateral e inspeccionó los contenidos.

- Mire en sus bolsillos, señora- sugirio Tom mientras Mia registraba metodicamente el bolso.

La mujer se calmó un poco al tener algo práctico que hacer. Mientras rebuscaba en los bolsillos de la chaqueta de algodón, parloteaba nerviosa.

- Siempre lo pongo en el monedero para no perderlo, pero esta vez ha desaparecido....Ah. Ay, Dios mio.- Se echó a reír aliviada y avergonzada mientras sacaba un billete del bolsillo- ¡ Aquí está ! Ay cielo santo, ahora me acuerdo. Lo iba a poner en el bolso, pero ese joven soldado tan simpático se ofreció a ayudarme a bajar del autobús y yo metí el billete en el bolsillo para poder agarrarme a su barzo. ¡ Muchísimas gracias,joven !Gracias- cogió el bolso que Mia le ofrecía - Y a usted también, señorita.

Mia subió al autobús detrás de la anciana.

- No vayas a pensar que porque has hecho algo bueno voy a creerme que eres un tío decente.- Masculló Mia entre dientes, << pero maldito seas, prefiero que los canallas solo tengan una dimensión>> y desde luego prefería que no tuvieran aquella dulce debilidad por las ancianitas en apuros.

- No se me pasaría por la cabeza- convino él - De todas formas, estoy pensando que la próxima que vea igual le doy una patada.

- Mucho más coherente con la persona a la que estoy acostubrada a tratar- Mia respiró hondo y enderezó los hombros. - Supongo que hasta Hitler tenía sus momentos.

El autobús arrancó en cuanto llegaron a sus asientos, y Mia perdió el equilibrio sobre sus tacones de aguja. Dando manotazos se tambaleó hacia atrás.

Tom, agarrándose al portaequipajes con una mano, le reodeó la cintura con el otro brazo para incorporarla de un tirón. Mia se estrelló contra él. Su postura era precaria; ella doblada hacia atrás por la cintura aferrándose a Tom, que se cernía sobre ella. Se miraron a los ojos, con el corazón latiéndoles deprisa, y durante un instante ardiente ninguno se movió.

Luego se incorporaron y se separon on brusquedad. Mia vio a la mujer que conocía el lenguaje de de los sordos sentada al fonde del autobús, y no se sentó cuando Tom se apartó muy tenso para dejarla pasar.

- Tengo que ir al servicio- dijo, y humillada al ver  que estaba sin aliento, añadió mordaz- puesto que tú tan groseramente no me impediste ir en la cafetería.

- Muy bien, hermana. Pero dame el bolso.

Ella se lo tiró.

- A ver si te compras uno Hiddleston - Y con estas palabras se alejó por el pasillo, consciente de aquellos ojos dorados que se clavaban en su espalda.

Avanzaba a cámara lenta por la traicionera altura de sus tacones, pero aquello obró en su favor. Las cabezas se iban volviendo para contemplar sus pasos cortos y el bamboleo de sus caderas, y todo aquella actividad alertó a la única persona cuya atención Mia quería.

En el instante en que la mujer alzó la vista, Mia puso el puño derecho sobre la palma de la mano izquierda  y alzó las manos con gesto discreto. Luego se señaló con el dedo índice derecho. <<Ayúdeme >>

La mujer abrió mucho los ojos, pero unió el dorso de los dedos, señalándose el pecho, y giró las manos hasta apuntar a Mia con las palamas hacia arriba y los meñiques juntos. << ¿ Como ¿>>

<< Me llamo Mia MacPherson. Llame a la policia en la siguiente parada. El hombre que va conmigo me está reteniendo en contra de mi voluntad. Ayúdeme, por favor.>>

La mujer asintió con el puño. << Si >>.

Con sincera gratitud, Mia se llevó la punta de los dedos a la barbilla y luego bajó la mano. << Gracias >>.

A continuación entró en el diminuto servicio y se apoyó de espaldas a la puerte mientras su corazón recuperaba el ritmo normal. Al verse en el espejo, se inclinó sobre él e hizo una mueca. Dios, aquel maquillaje. Era del todo excesivo y no ayudaría en nada a su causa, si la tarde transcurría como ella esperaba. Echó agua en el minusculo lavabo y con jabón y toallas de papel higiénico hizo desparecer casi todo el maquillaje. Luego se quitó los tacones de Kaylee con un suspiro de alivio, y con ellos en la mano, salió del servicio.

De nuevo en su asiento, le tiró los zapatos a Tom en el regazo.

- Quiero mis Keds.

Tom puso los ojos en blanco.

- Gracias a Dios.- Exclamó en un tono vehemente, y de innmediato se levantó para sacar la maleta. cuando volvió a sentarse, le tendió los zapatos - Vaya, te has quitado toda la pintura- comentó entornando los ojos - y me pregunto por qué, ¿ que estás tramando ahora, morena ?

Mia, sin hacerle caso, se quitó las horquillas del pelo y se inclinó para alisarse el cardado. Se lo recogió de nuevo en un moño, pero esta vex liso y conservador.

Tom le hundió un dedo en el costado.

- ¿ Qué está tramando ese activo cerebrito ahora, eh ?

Ella le miró con fingida inocencia y volvió a colocarse las horquillas para sujetar el moño.

- ¿ Morena ?

Mia volvió la cabeza para mirar por la ventana.

- Has vuelta a retirarme la palabra, ¿eh? - Tom se  encogió de hombros  y se acomodó en el asiento- Muy bien, me da igual. De echo, así está mejor. De esta manera puedo estar seguro de que no mientes más que hablas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro