༅ 🪦 ะ  ❪  𝒄𝒉𝒂𝒑𝒕𝒆𝒓 ⩇⩇: the devil is real  ❫
･ . . 𝒦𝑙𝑎𝑢𝑠 ℋ𝑎𝑟𝑔𝑟𝑒𝑒𝑣𝑒𝑠 𝖿𝖺𝗇𝖿𝗂𝖼𝗍𝗂𝗈𝗇. "𝓢hadows bilogy"
⚠︎ 𝖡𝖮𝖮𝖪 𖥻1 ━━written by mel ⛓️   . ָ࣪   ִֶָ 🌂

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐎𝐒 𝐃𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀 𝐂𝐇𝐎 se expandía eficazmente tras la llegada inesperada de un nuevo ser a sus vidas. Aquél suceso había puesto cabeza abajo el mundo de cada una de las personas afectadas, pues, no tenían intenciones de concebir otra nueva vida, no cuando el ambiente oscuro se tornaba peor, como un huracán de mala suerte.

La esbelta mujer pelinegra arrullaba con suma delicadeza a la pequeña bebé envuelta en una manta color azul marino entre sus brazos mientras unas cuantas lágrimas se esparcían por sus mejillas. Un dolor increíblemente gigante entre su pecho, sus oídos alcanzaban a oír como un suspiro lleno de decepción salía entre los labios de su esposo mientras sus ojos cristalizados observaban cómo la mirada de su pequeña hija de dos años de edad transmitían frialdad y negación.

La pelinegra cerró sus ojos con fuerza mientras sentía la calidez de la pequeña criatura entre sus brazos. Minutos después, un pequeño escalofrío recorrió su nuca al notar como la mano de su esposo se posicionaba en su hombro— debimos entregarsela, Dea. —la mujer rápidamente frunció el ceño ante sus palabras, negado inmediatamente.

—¿Qué? No puedes hablar en serio, también es nuestra hija. —la pequeña bebé observaba débilmente a su madre mientras se removía en su agarre, la pelinegra acariciaba con delicadeza el manto que la envolvía mientras soltaba un suspiro.

Días atrás, un extraño hombre apareció frente a las puertas de la gran casa familiar con intenciones de hacer negocios con la pareja de casados. Para nadie era un secreto que Reginald Hargreeves recorría el mundo con la intención de localizar a la mayor cantidad posible de aquellos niños que nacieron el primer día de Octubre.

Sin embargo, la mujer pelinegra rechazó aquella oferta sin pensarlo inmediatamente.

El ambiente en la familia no había vuelto a ser el mismo desde entonces, a pesar de que Dea Cho deseaba con toda su alma lo contrario. Los años surgieron con total "normalidad", nada fuera de lo común, o al menos hasta un mes y veinte días después del cumpleaños número cuatro de la pequeña asiática.

La radiante luz de la luna se asomaba por la gran ventana del cuarto que ambas hermanas compartían, el sueño y el cansancio invadía sus cuerpos mientras pequeños suspiros soltaban entre pensamientos nocturnos.

Perséfone se removía en su cómoda cama con inquietud, su entrecejo se fruncía regularmente mientras el frío aire se adentraba a la pieza, jugando con las danzantes cortinas. Un pequeño murmullo salió entre sus labios con un tono de voz suave y adormilado, sin estar muy consciente de lo que decía— Nythra... desata las sombras... —los pequeños párpados de Helen se abrían con curiosidad, divisando aquella escena mientras el terror comenzaba a instalarse envuelto en un sentimiento inquietante.

Una sombra oscura y con pequeños destellos vibrantes se expandía desde la profundidad de la parte de abajo de la cama de su hermana. Velozmente, tomó su osito de peluche hasta ejercer un agarre fuerte en él, lo último que recordaba era observar cómo una mano brillante, pero descompuesta y con un aspecto aterrador para una niña de seis años comenzaba a arrastrarse en dirección a ella.

Un llanto desgarrador salió de los labios de la pequeña niña de seis años que compartía habitación con su hermana. La pareja de esposos no había tardado en dirigirse hacia la pieza después de escuchar como los vidrios de las ventanas comenzaban a quebrarse.

—¡Mamá! ¡Perséfone es un demonio! —.

La mujer pelinegra ahogó un jadeo mientras su mano temblorosa se dirigía hacia su boca lentamente, por otro lado, su esposo se encontraba notablemente desconcertado mientras abrazaba con fuerza a la mujer. Los llantos de Helen se retumbaban por todas las paredes mientras señalaba a su hermana como si una criatura maligna estuviese dentro de ella, como si de un monstruo se tratara.

Perséfone sentía su respiración entrecortada, rápidamente abrazó sus piernas con temor mientras observaba la habitación, la cual se encontraba como si nada hubiera ocurrido, realmente no entendía lo que pasaba, puesto a que solo se había despertado gracias a los gritos de su hermana mayor.

Notó como sus padres la observaban con intriga, una mezcla de temor y confusión transmitían sus ojos rasgados, por lo que solo cubrió su pequeño cuerpo con su manta, sin dejar a la vista alguna extremidad por fuera.

La mayor parte de las noches ocurría el mismo suceso, una y otra vez. La pareja de esposos comenzó a tomar en cuenta los detalles que su hija mayor relataba como testigo, tomando la decisión de llevarla a un hospital psiquiátrico para tratar de entender que sucedía con la pequeña Perséfone Cho.

El ambiente era frío y aislado, pero rotundamente oscuro.

—Mi cielo, ¿te molestaría enseñarle al doctor lo que puedes hacer? —cuestionaba con suavidad la esbelta pelinegra mientras acariciaba la espalda de su hija, por su lado, la pequeña comenzaba a sentirse intimidada, por lo que solo encogió su cabeza en sus hombros.

—No me gusta hacerlo, mamá. —soltó con timidez mientras notaba la mirada intensa de aquél escalofriante doctor frente a ella, quién la veía con intriga y seriedad. La mujer la observó suplicante, con intenciones de hacerla sentir cómoda, por lo que la niña solo suspiro con miedo.

Un pequeño silencio sepulcral se había instalado en la fría habitación de tonos metálicos.

—Nythra... desata las sombras.

Un aura oscura rápidamente comenzó a envolverla en una nube lúgubre y sombría, sus brazos descubiertos gracias a los tirantes finos de su vestido comenzaron a llenarse de espléndidos tatuajes que resplandecían de un color lila bastante cegador, aquellos dibujos eran símbolos extraños por descifrar.

Por último, a las espaldas del hombre que la veía con una expresión de horror una grieta de un color verde muerto comenzaba a formarse en la pared, varias extremidades se deslizaban desde aquél portal hasta los hombros de aquél doctor aterrorizado.

Su pulso comenzó a acelerarse mientras su respiración se entrecortaba. Su cuerpo temblaba bajo la sensación de miedo que invadía su cuerpo.

—¡Nythra! —gritó la niña mientras un fuerte apagón recorría todo el edificio envuelto en la frialdad, fugazmente, la habitación se llenó de luz, volviendo todo a la normalidad. La pequeña corrió hacia los brazos de su madre, quién le transmitía su calor corporal.

Levantó su mirada, ejerciendo contacto visual con el hombre notablemente tenso que se presentaba ante ella totalmente perturbado.

Perséfone había comenzado a tomar pastillas para adormecer aquella entidad oscura que hacía presencia de manera aterradora hasta los diez años de edad. Los recuerdos de diferentes hospitales, todos solitarios y helados invadían su mente hasta reemplazar las imágenes en las que su poder cobraba forma.

Dos años después, comenzó a tener visiones y pesadillas nocturnas que las sentía cercanas a ella, por lo que su rebeldía comenzaba a florecer, liberándose de ser la Cho perfecta que estaba destinada a ser.

Helen y Perséfone no tenían en común otra cosa más que el apellido que las encadenaba a una realidad perfecta y sin preocupaciones. Estaba claro que Perséfone era considerada una maldición que los perturbaba, por lo que una sensación de desconexión familiar comenzaba a persuadirla.

Con catorce años de edad había comenzado a reemplazar aquellas extrañas pastillas que le otorgaban paz y tranquilidad a su familia por sustancias ilícitas. La asiática de cabello oscuro comenzaba a sacar y relucir su verdadera identidad, despojándose de su familia de una vez por todas al visitar el primer centro de rehabilitación de muchos otros que la esperaban con los brazos abiertos.

Dejaba su huella por todas partes, su vida problemática era como una nube lúgubre cargada de tormentas emocionales, resolviendo siempre la brillante duda que florecía en las mentes de cada persona que la conocía.

El diablo era real, y tiene por nombre "Perséfone Cho."

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