02
Advertencias: fic de época con muchas atribuciones. Chanmin como pareja principal, pero al ser un fic harem, también existirán otras interacciones. Drama y fluff.
El primer día que Seungmin llegó al palacio imperial, el sacerdote a cargo de su entrenamiento le recitó las reglas que debería acatar en ese momento hacia delante.
La mayoría era sobre el comportamiento que debería adoptar allí, que se iban a aprender con el pasar del tiempo, pero las que debían quedar en su memoria enseguida eran las más importantes.
La primera de ellas es que ahora pertenecía por completo al Príncipe, hasta que fuera desposado por otra persona y si el Príncipe lo aprobaba. Su amor debía estar dirigido hacia el heredero al trono, sin poder siquiera coquetear con alguien más o incluso mirar a alguien más. En las pocas clases de Historia a las que fue, les habían enseñado acerca de algunas concubinas que rompieron con esa regla y terminaron en la horca. Todo el concubinato pertenecía al Príncipe, a nadie más.
La segunda que debía tener siempre presente era que debía obedecer cualquier orden que el Príncipe y el Emperador le dieran, sin rechistar, sin reclamar. Si el Príncipe le ordenaba acostarse con él, entonces debía hacer caso con una sonrisa bien dispuesta. A veces, ocurría que el Emperador quedaba encantado con alguna concubina del Príncipe, y si el primero lo ordenaba, podía compartir cama con él.
Incluso, si no llegaba a ser elegido para convertirse en Emperatriz de Chan, y el Príncipe le decía que debía seguir acostándose con él, entonces Seungmin debería cumplir esa orden. Era normal que los Emperadores mantuvieran un concubinato siempre a mano, en caso de que la Emperatriz se encontrara indispuesta o por simple capricho del Emperador. Era un puesto de gran honor y, si uno conseguía la gracia del máximo gobernante, entonces se podían obtener buenos regalos y atenciones. Pero los hijos reales estaban solamente reservados para la Emperatriz, sólo ella era considerada como digna para cargar con los herederos del Emperador.
Seungmin terminó de guardar las pocas cosas que tenía en el baúl, cerrándolo, y observó a los sirvientes llevándoselo a la que sería su nuevo cuarto. Como subió de categoría, ahora iría junto a sus otras compañeras al cuarto de las y los cortesanos, que según escuchó, era mucho más grande que la habitación de concubinas.
Levantó la vista y vio algunas miradas groseras que unas chicas le dirigieron. Seungmin sabía que, de ahora en adelante, debería irse con mucho cuidado, porque, así como subió, muy bien podía bajar. Cualquier error que cometiera lo podía devolver al concubinato real, perdiendo la gracia del Príncipe.
Karina apareció con una sonrisa simpática, agarrándole el brazo.
―¿Vamos, Seung? ―preguntó la chica con energía. Seungmin caminó a su lado, saliendo de la habitación―. No te preocupes, estaremos bien.
Karina era hija de un rey de un territorio vecino, por el norte. Estratégicamente, el lugar no tenía mucho que aportar, pues era pequeño y de recursos limitados. Con toda probabilidad, el padre de la muchacha la envió allí como una medida para no ser invadidos por los soldados del Emperador Bang.
Delante de ellos iban Chaewon, Dahyun e Irene. Seungmin sentía que, de las cuatro chicas, Karina era la que debía estar en una posición menos favorable, como él. Las tres chicas delante suyo eran más elegantes, bonitas y en una mejor posición social y política para un matrimonio con el Príncipe. Incluso Karina tenía más motivos para estar allí, pero ¿él?
Con toda seguridad, Chan lo eligió para meterse entre sus piernas y jodérselo las veces que lo consideraba necesario. Sería una buena forma de humillar lo por cómo se comportó con él.
Llegaron finalmente al otro cuarto, más al centro del palacio y cercano al pabellón de la familia Imperial, más amplio y espacioso, mucho más bonito. Las ventanas daban hacia las montañas, por lo tanto, entraba un fresco aire de verano que mantenía el cuarto bien temperado. Las camas se hallaban en el centro del cuarto, bajando cinco escalones, preparadas ya para los cinco, junto a las ventanas estaban los cofres y veladores con sus cosas correspondientes. Al lado de otra puerta, que supuso debía ser el baño, estaba el vestidor extendido. De forma paralela en la habitación, estaba una mesita baja, rodeada de exquisitas sillas de madera.
Dahyun fue la primera en reclamar una cama, la que estaba más cerca de la ventana. Chaewon soltó un quejido, pero Seungmin no dijo cosa alguna. Dahyun a veces le intimidaba con esa expresión helada que solía tener, tan lejana y poco expresiva. Combinaba a la perfección con su belleza, así que nadie trataba de competir contra ella porque, además, Dahyun era extremadamente talentosa: bailaba perfecto, su cantó era melódico y afinado, tenía un cuerpo bonito y era demasiado educada en todo momento.
Chaewon fue la segunda en pedir una cama, la más cercana al baño. Ella, por el contrario, era mucho más ruidosa y alegre, siemore sonriente y haciendo bromas, tan juguetona y adorable. Era tan bonita, a veces cuando caminaban por los pasillos, podía ver a los guardias observándola con evidente deseo. Pero también era inocente, nunca se daba cuenta de esas cosas, y la hacía lucir mucho más preciosa de lo que ya era.
Irene se adelantó y pidió la tercera cama, que estaba en el centro. Los ojos de la muchacha eran calidos y cuando sonreía, se veía más preciosa de lo que ya era. Era también muy talentosa y elegante, tenía un sentido de la moda increíble y su voz poseía un tono suave y atrayente para cualquier persona.
Karina habló en cuarto lugar, eligiendo la cama más cercana a la mesita baja. A pesar de todo, Karina también tenía mucha ventaja en ese lugar, destacaba en el baile y en la pintura. Hacía unos cuadros muy preciosos que el sacerdote siempre destacaba, aludiendo a la técnica que tenía para colorear los paisajes. Muchas concubinas la envidiaron por eso.
Seungmin suspiró, dirigiéndose a la cama que quedaba entre Irene y Karina. Él, por el contrario, no tenía muchas opciones. Sabía bailar y cantar decente, sin embargo, más allá de eso, ¿qué otra cosa podía hacer? Seungmin se esforzaba mucho por llegar a un buen nivel, pero estaba muy atrasado comparado al resto de chicas. Al ingresar tarde al harem, se perdió un montón de lecciones importantes. Chan no tuvo que haberlo elegido, ahora sería mucho más humillante cuando viera la poca gracia que tenía y lo devolviera al concubinato.
Fue a echarse sobre el colchón, suspirando al sentir lo blando y cómodo que era, escuchando a Chaewon parlotear sobre darse un baño largo en la noche.
Antes de darse cuenta, se quedó dormido en la cama, tan cansado por todas las emociones que sintió en el día.
Despertó al día siguiente primero, en medio de la luz del sol que se colaba a través de las finas cortinas que algún sirviente tuvo que soltar en la noche. El resto de las muchachas dormía, así que aprovechó esa soledad para pedir que llenaran la bañera y pudiera darse un baño largo y profundo. No sabía cuáles serían las lecciones de ese día, pero probablemente más duras que las del concubinato, pues ahora se iba a esperar más de las cortesanas y el cortesano del Príncipe.
No se equivocó: cuando estaba saliendo del baño, las otras chicas estaban poniéndose de pie, ya que el sacerdote las fue a buscar para comenzar ese día. Iban a comenzar con la pintura. Seungmin sintió caer el alma a sus pies, porque no era bueno en la pintura, pero aun así corrió a desayunar para no llegar atrasado.
La clase se extendió durante gran parte de la mañana y el chico tuvo que escuchar los regaños del hombre, que era el encargado de cuidar y enseñar a las cortesanas elegidas. Seungmin sentía que ese tipo lo detestaba, probablemente porque era el padre de Dahyun, a pesar de que la chica jamás demostró alguna aversión hacia él.
Cuando llegó el mediodía, tuvieron la clase de Historia. Si bien no era nueva, si tocaba temas más profundos y detallados que las que tuvieron hasta ese momento, pues se esperaba que la futura Emperatriz del Imperio fuera una persona sabia, inteligente y conocedora del pasado. A las concubinas no se les enseñaba hasta que subían a cortesanas, por lo que era todo un privilegio. Afortunadamente, ahí le fue mejor, porque el sacerdote no impartía esa clase, sino un profesor especializado en el tema.
Luego fue la clase de baile, y una vez acabó, fue la de modales. Seungmin ya estaba harto para esas alturas, así que cuando los despidieron de esa última, anunciando que podían ir a descansar, fue el primero en llegar al cuarto para echarse en la cama a tomar una siesta. Eso era lo que necesitaba ahora.
Sin embargo, fue despertado en un momento por Dahyun, que le agitaba el hombro suavemente. Sintió la baba seca en la comisura de su boca, la vergüenza golpeándolo por haber sido visto así.
―¿Pasa algo? ―preguntó, su voz tímida.
―El sacerdote está aquí ―le susurró, tranquila.
Enderezó la vista, viendo al viejo hombre en la puerta. Jung Haekhyun era el Primer Sacerdote del Imperio, un cargo político y religioso muy importante al que respetar. El padre de Dahyun era alto, de contextura un poco gruesa y con el cabello negro. Se parecía un poco a su medio hermano, el Emperador Bang Chanwo era hijo de una cortesana del abuelo de Chan, por eso no ostentaban el mismo apellido que el Emperador.
—Veo que ya se han acomodado, Cortesanas y Cortesano — dijo el sacerdote —, me alegro de que... ustedes hayan sido las afortunadas y afortunado elegidos del Príncipe Christopher — pareció hacer una pequeña pausa antes de mirar hacia Seungmin —. Él quiere verlo esta noche, Cortesano Kim.
Seungmin sintió que perdía el color de su cara repentinamente. Dahyun ni parecía un poco sorprendida y Chaewon soltó un jdeo suave, mientras el chico se enderezaba en la cama.
—¿Para qué? — preguntó, atónito.
El sacerdote estrechó sus ojos.
—¿Importa eso? —les soltó, grosero—. Para lo que sea que quiera, tú vas. Cortesano.
Y sin añadir algo más, el hombre giró para marcharse de allí, refunfuñando por lo bajo. El sacerdote era tan tosco con él, siempre lo miraba como si fuera una mosca fácil de aplastar. Parecía que se contenía las ganas de hacerlo.
El silencio procedió en la habitación, hasta que Karina le dio un golpecito en la cabeza.
— Hay que arreglarte para Chan — dijo ella, sonriendo amablemente.
Seungmin quiso hablar, pero siendo sincero, seguía algo sorprendido por lo que le dijo el sacerdote. ¿Qué demonios? ¿CHAN realmente quería verlo?
Mientras Irene salía para ordenar que las sirvientas llenaran la bañera con agua, trató de pensar mucho más ese asunto: ¿acaso le haría algo malo por haberle faltado el respeto el día anterior? Dioses, de sólo pensarlo, Seungmin iba a tener un infarto, porque literalmente Chan tenía todo el poder para hacer lo que quisiera con él.
— No quiero ir — le dijo a Karina, asustado, cuando le estaba limpiando en la bañera minutos más tarde. Insistió en qué no era necesario, pero su amiga le dijo que iba a necesitar toda la ayuda posible para estar muy elegante y guapo para el Príncipe.
—¿Cómo que no? — dijo Chaewon, contenta — ¡Quiere verte, Seung!
—¿Y si me hace algo malo? — trató de expresar.
—¿Mi primo? — se rió Dahyun —. Chan no te haría jamás daño, Seungmin. Aunque no lo creas, es una masa de pan.
Seungmin no entendió a que se refería con esas palabras, hundiéndose en el agua mientras empezaba a temblar.
Al salir, Irene y Chaewon lo secaron con las toallas de algodón, llevándolo detrás del vestidor, y observó las prendas.
—No usaré eso — dijo, con su voz más aguda de lo normal.
—Claro que sí — dijo Irene —, Chan mandó a que usaras esto, Seung.
—Pero...
—Seung — le interrumpió Chaewon, amable —, es tu Príncipe, no puedes decirle que no.
Seungmin mordió si labio inferior, tan asustado por la situación en la que se vería envuelto en sólo minutos. Tenía tanto miedo de lo que fuera a ocurrir, él no era ningún experto en... En eso conocido como el arte del amor. Es decir, sabía lo que ocurriría si era llevado a la cama de Chan, pero no alcanzó a ser entrenado como el resto de las chicas en esas habilidades. Según lo que había escuchado, incluso llevaron a una experta Kisaeng, una mujer dedicada al entretenimiento de los nobles, con el fin de explicarles a las concubinas acerca del amor.
—Sí, pero... — trató de insistir, débil.
—Todo saldrá bien — dijo Dahyun —, ahora, ¿quieres que te ayudemos con esto o te lo puedes poner tú solo?
Seungmin tragó saliva, agarrando las prendas de suave satén, de color negro.
—Puedo solo — dijo, avergonzado.
Las chicas salieron del vestidor, conversando entre sí, y Seungmin respiró profundo antes de envolverse en el satén. Las bragas negras se aferraron tan bien a su entrepierna, el material suave siendo incluso algo placentero, sin apretarle la parte íntima. Prosiguió con los panties, transparentes, con las ligas comprimiéndose sobre sus tonificados muslos. Agarró el sujetador diseñado especialmente para él, pues no contenía ningún relleno, se ajustaba perfectamente a su pecho plantó. Antes de salir, miró su reflejo en el espejo, observando su rostro colorado.
Santos dioses, ¿qué pretendía el Príncipe?
Salió del vestidor, queriendo cubrirse con una manta para que nadie le viera, pero Karina, Chaewon y Dahyun aplaudieron al observarlo, con sonrisas entusiastas en sus rostros. Irene agarró una bata, negra y transparente, haciéndole un gesto para que fuera hacia él.
—Estás muy bonito — alabó Dahyun, tranquila.
—¿Tú crees?
—¡Claro que sí! — dijo Irene, agarrando los zapatos de seda, rojos y de bordes negros, con un pequeño taco—. De seguro el Príncipe te dirá eso.
Se sentó en uno de los taburetes que había por todo el lugar, observando a Karina acercarse con el recipiente de labial y la pequeña brocha empapada en la mezcla.
—¿No es mucho? — preguntó Seungmin, antes de quedarse quieto.
—Tienes un bonito rostro y con labial queda más lindo — dijo Karina, haciéndole un gesto para que no hablara más.
Seungmin se quedó quieto, mientras dejaba que la chica pintara sus labios de un fuerte color rojo. Una vez terminó, Chaewon volvió a sonreírle.
—Pareces todo un Príncipe — dijo ella, suspirando.
Las puertas se abrieron y apareció un guardia con expresión amable. Se veía más alto que él con cabello castaño y rostro muy guapo.
—¿Cortesano Kim? — dijo el hombre, sin moverse de la entrada —. He venido para buscarlo y llevarlo donde el Príncipe Bang. Si me permite...
Seungmin podía sentir sus piernas temblando al ponerse de pie, acomodándose los tacones bajos y rezando no tropezar. Podía sentir el rubor en sus mejillas porque esa bata realmente no cubría nada de su piel, ni siquiera cubría esa ropa interior, pero el soldado no parecía interesado en mirar su cuerpo. Nadie podía mirar propiedades del Príncipe.
Salió detrás de él, despidiéndose rápidamente de sus amigas, y siguiendo al hombre por el vacío pasillo. Ya estaba anocheciendo.
—Está muy hermoso, Cortesano — dijo el hombre con educación.
—Gra-gracias... Uh...
— Soy el guardia personal del Príncipe, Hwang Hyunjin — se presentó el soldado, sin dejar de caminar. Llegaron a las instancias reales, dónde sólo podían entrar si el Príncipe o el Emperador lo autorizaba —. No se preocupe por nada, todo está listo para usted, pero si quiere que le dé un consejo, cortesano... — el hombre lo miró de reojo, sonriéndole con amabilidad —, no lo haga enojar más de lo que ya está. No ha tenido un buen día.
¿Eso era un jodido consejo o una advertencia? Santa mierda, Seungmin estaba a segundos de correr regresó al cuarto y esconderse bajo la cama.
Sólo le murmuró otra vez las gracias, sintiendo sus manos temblar ligeramente una vez el guardia se detuvo fuera de unas enormes puertas, tocando dos veces antes de abrir.
—Príncipe — dijo Hyunjin, tranquilo —, el Cortesano Kim está aquí para usted.
Pudo oír un murmullo bajo en respuesta, y el guardia se hizo a un lado, haciéndole un gesto para que entrara. Seungmin titubeó un pequeño instante, sabiendo que, si se atrevía a huir, lo iban a detener y recibiría un castigo por haberse atrevido a desobedecer a su Príncipe.
Sólo volvió a tragarme saliva, cruzando la puerta y tratando de no mirar hacia atrás cuando fue cerrada. En cambio, admiró el enorme cuarto, tan hermoso y bien decorado, con una cama de dosel en el centro de la habitación, las cortinas transparentes cayendo y cubriendo el colchón. Si creía que el cuarto de cortesanos era grande, este era mucho más enorme que el que compartía con sus amigas.
—Estás muy precioso.
Se sobresaltó al escuchar la grave voz de un extremo del cuarto, dirigiendo su vista hacia allí para bajarla rápidamente. El Príncipe estaba sentado en un sofá, con las piernas cruzadas y llevando sólo el baji del hanbok, su parte superior sin prenda alguna, mostrando su pálido pecho. Sostenía una copa entre sus dedos.
—Gracias, mi Príncipe — dijo, inclinándose.
—Oh, ¿ya no estás tan valiente como antes? — se burló Chan—. Ven, acércate. Abre la bata, pero no te la quites.
Obedeció, tímido, caminando hacia él mientras la bata flameaba a sus costados, mostrando su cuerpo vistiendo esa ropa interior tan reveladora. Pudo leer el deseo en los ojos de Chan quedándose quiero frente a él.
—Sabía que te quedaría bien, pero no pensé que tanto — alabó, sin tocarlo un poco —. Ponte de rodillas en el suelo y mírame, Seungmin.
El muchacho tomó aire, sintiendo los nervios en su estómago, pero obedeció, la suave alfombra haciendo que la posición fuera mucho más cómoda. Chan lo agarró de la barbilla, elevando su rostro, hasta que ambos se estuvieron mirando. El pulgar del Príncipe acarició su labio inferior.
—¿Cuántos años tienes? — Preguntó Chan, curioso.
—Diecisiete, mi Príncipe — respondió Seungmin.
—El sacerdote Jung me ha contado que llevas un mes en el harem — continuó Chan, y empujó su pulgar contra la boca de Seungmin, presionando su lengua. Automáticamente, el chico empezó a chuparlo, haciendo que el mayor sonriera un poco más —, no has sido entrenado en el sexo, ¿cierto?
El rubor pintó más fuerte las mejillas de Seungmin, que negó con la cabeza, sin poder hablar muy bien por el dedo dentro de su boca. El Príncipe tenía unos ojos tan oscuros, jamás estuvo tan cerca de él, y ahora podía admirar que era mucho más guapo de lo que pensaba. Extremadamente guapo, con esa piel limpia y pálida, esa nariz y ojos afilados y negros. Sonreía de lado, mostrando parte de sus blancos dientes, y Seungmin no podía alejar su mirada del hombre frente a él.
—Los donceles son muy raros — agregó Chan—, aparte de ti, conozco a otro, pero ya es un hombre mayor. Mi padre me dijo que serías un buen compañero para mí, porque los donceles son señal de buena suerte y de prosperidad. ¿Qué opinas tú, Seungmin?
El Príncipe dejó de presionar su dedo contra su lengua para dejarlo hablar. El chico no podía desviar la vista de la mirada que le dirigía el mayor.
— Yo estaré feliz con servirlo, mi Príncipe — dijo Seungmin, porque era lo que se esperaba de él.
Chan enarcó una ceja de forma elegante. Seungmin quería empujar al Príncipe y ensuciarlo con el vino, pero tal vez el mayor no se lo tomará con gracia. No es como que lo odiara o algo así, ¡eso sería un sacrilegio! Pero le provocaba volteretas en el estómago y eso le enfadaba un montón.
—Mi padre quiere que me case dentro de poco — comentó Chan —, y sé que debo hacerlo, es mi deber. Cumpliré pronto los veinte años. Pero quiero también tener el poder de manejar ese deber — el Príncipe dejó su copa sobre la mesita, acomodándose en el sofá e inclinándose un poco —. Tú, pequeña cosita insolente, me divertiste mucho al tratarme de grosero.
El Príncipe quitó el dedo de su boca y Seungmin observó la saliva uniendo su labio inferior con el pulgar del de cabello negro, antes de que Chan lo dirigiera a su mejilla, frotándolo para secarlo. Seungmin permaneció quieto a pesar de la repentina acción, haciendo un mohín por la humedad en su piel.
—¿Sabes qué tuve ganas de hacer cuando hiciste eso, Seungmin? —preguntó Chan, su voz ronca y profunda.
—Mi Príncipe — susurró el muchacho.
— De ponerte recostado sobre mis rodillas y azotarte el culo hasta que me supliques que me detenga.
Seungmin quería salir corriendo lejos de allí, a pesar de que pudo sentir un poco de deseo en su vientre ante esa perspectiva. Incapaz de poder decir algo, sólo entreabrió sus labios, dejando que Chan volviera a empujar el pulgar entre ellos.
—Pero soy benévolo — se burló Chan —, y aunque tenga de follarte esta noche, no lo haré. Al menos... No follarte el culo, cariño.
El menor observó al Príncipe atónito, algo estupefacto por su declaración, y también sintiéndose un poco decepcionado por lo que dijo. Con toda esa preparación, con los ánimos de sus amigas, que Chan le dijera eso...
Chan, sin embargo, solo quitó otra vez su dedo de la boca de Seungmin, antes de inclinarse hacia abajo y besarlo en los labios, tan brutalmente que el menor soltó un jadeo bajo. El mayor lo agarró de la nuca, empujándolo contra él, su lengua delineando su boca antes de meterse dentro de él, y Seungmin estuvo a punto de caer de espaldas si no hubiera sido por el fuerte agarre del Príncipe.
—Pero es muy difícil —gruñó Chan, alejándose—, con lo bonito que te ves así, Seungmin, quiero arrancarte la ropa.
—¿Y qué lo detiene, mi Príncipe? — provocó Seungmin, jadeando contra los labios de Chan. Se sintió sorprendido por actuar así repentinamente, cuando antes sólo sentía nervios y ganas de golpearlo.
—¿Eres virgen? — dijo Chan, empujándolo hacia arriba para que se pusiera de pie—. Si has llegado a estar con otra persona...
—Virgen, mi Príncipe — prometió Seungmin, temblando por las manos grandes del mayor en su cintura —, soy suyo, puede hacer lo que quiera conmigo.
Chan sonrió, empujándolo hacia la cama, ambos tropezando en un torpe beso que volvieron a darse. Seungmin realmente tenía mucho miedo cuando llegó, sin embargo, en ese momento el olor fuerte del Príncipe, sus labios devoradores sobré él, las manos tocándolo, estaban haciendo que su mente se sintiera mareada y con ganas de más.
Por otro lado, Seungmin no era tonto. Llegó tarde y se sentía muy torpe la mayoría del tiempo, muy fuera de lugar, pero él estaba allí por un motivo, que era llegar a casarse con el Príncipe. La mitad del tiempo no sabía qué hacer, desacostumbrado por ese nuevo ambiente, pero jugaría sus cartas como fuera, porque no quería conformarse con sobras.
Seungmin no quería quedar como un simple cortesano, él quería llegar más lejos que eso. Quería que Chan comiera de la palma de su mano, lo tomara en matrimonio y lo llevara lo más alto que pudiera.
El chico tropezó con la cama, cayendo sobre el colchón, y abrió sus piernas, observando a Chan acomodándose entre ellas. El mayor presionó su entrepierna dura contra la de Seungmin, que también podía sentir su polla endureciéndose en la ropa interior.
—Príncipe. Príncipe... — susurró, jadeando por los besos que se dirigieron a su cuello.
—Dioses, realmente quieres que te folle, ¿no, Seungmin? — gruñó Chan, agarrándolo de las caderas —. Tal vez no tuve que enviarte esto, sino algo menos revelador...
—Puede enviarme lo que quiera — jadeó Seungmin —, y yo vendré a verlo todas las noches, mi Príncipe.
Chan se rió, enderezándose un poco, con el rostro colorado también.
—Pequeña cosita codiciosa — acusó Chan, comenzando a quitarse los pantalones.
Seungmin lloriqueó al ver al mayor echar a un lado la prenda de ropa, quedando sólo en ropa interior. Humedeció sus labios al verlo agarrar una botellita transparente con un líquido medio amarillento allí metido, bajándose segundos después la ropa interior, agarrando su pollas dura y húmeda.
El menor sintió otra vez calor en su rostro, porque era la primera vez que veía otro pene -que no fuera el suyo-, tan cerca de él. Y luego, sintió pánico porque ese pedazo de carne iba a ser metido en su culo. En su culo virgen.
Santa mierda, era enorme.
—Oh, ¿ahora no lo quieres? — se burló Chan, viendo su expresión —. No te preocupes, te dije que no te iba a follar hoy. Ahora, Seungmin, junta las piernas y elévalas.
—¿Príncipe...? — tartamudeó el menor, algo asustado.
—No me gusta repetir mis órdenes dos veces, precioso.
Seungmin tragó saliva, sintiéndose un desastre en ese mismo momento, y obedeció, juntando sus muslos, levantando las piernas hacia el cielo. Chan las agarró por las rodillas, acariciándoselas y repartiendo pequeños besos por todo su largo.
—Mierda, tienes piernas tan bonitas — gimió Chan, agarrándole los muslos—, y aquí, santos dioses, quiero follarte tanto... —le besó esa zona, dejando marcas y chupetones, oyendo los gemidos del menor antes de alejarse, quitándole el corcho de la botellita—. Es aceite, es para que me deslice mejor.
¿Deslizarse? ¿Qué era lo que pretendía Chan?
No tardó mucho en adivinarlo, no cuando esparció aceite entre la rendija que sus muslos formaban, abriéndose un poco, dejándolos pegajosos pero suaves.
—Voy a follarte los muslos, cariño — dijo Chan, empujando su polla dura contra ellos.
Seungmin no pensaba que sentiría placer por eso. Seungmin sabía que su culo, sus manos y su boca tenían la capacidad de causar goce al Príncipe, pero más allá de eso, él no sabía que sus piernas pudieran ser usadas para ser folladas. Para que él pene de Chan se metiera entre ellas, comenzando a frotarse contra la propia polla de de Seungmin, cubierto de satén.
Y Chan... Chan se empujaba contra sus muslos, cubiertos de aceite, brillantes gracias a éste, mientras le agarraba una de las nalgas y con la otra mano sostenía las piernas de Seungmin sobre sus hombros, jadeando con el rostro ruborizado.
El menor, por otro lado, no podía dejar de mirar la polla entrando y saliendo de sus muslos, el glande de Chan enrojecido, soltando pre-semen y manchando la ropa interior de Seungmin, pero a ninguno de los dos realmente les importaba. Ambos querían conseguir el orgasmo, llegar al éxtasis, el aire caliente entre ellos por lo que estaba ocurriendo.
—Oh bebé, bebé, bebé, tan lindo mi bebé... — jadeaba Chan, apretándole la nalga, haciendo que Seungmin gimoteara.
—M-Mi Señor... ah... Mi Señor... — tartamudeaba Seungmin.
Chan no tuvo que frotarse mucho más antes de eyacular entre las piernas de Seungmin, el semen disparándose sobre la piel del muchacho, gimiendo roncamente. Al ver eso, el esperma manchando sus muslos, Seungmin gimió fuertemente y se corrió también, el satén quedando empapado por su esencia, y arqueó su espalda mientras experimentaba su primer orgasmo. El orgasmo que el Príncipe le dio sólo follándose sus piernas.
Por un instante, sólo se escucharon las respiraciones aceleradas de ambos, tratando de recuperar el aire por el éxtasis. Seungmin se seguía estremeciendo cuando Chan soltó sus piernas, medio arrastrándose para subir la cama.
Al levantar la vista, sus ojos medio caídos por el sueño, notó la mirada interesada de Chan encima de él.
—Pensaba mantenerte virgen por varios meses — comentó el Príncipe —, pero si sigues así, dudo que la mantengas por dos semanas.
Seungmin sonrió, desafiante.
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