
[17] No soy un héroe
El crujido seco de la leña al partirse se escuchaba al igual que pequeños truenos entre los árboles.
Jungkook lanzaba golpe tras golpe, con las venas marcadas en los antebrazos, el sudor resbalando por su frente. Ya había partido más de una docena de troncos, pero no era suficiente. El temblor en sus manos no venía del esfuerzo físico. Era otra cosa... Era miedo.
Desde el interior de la aldea llegaban los llantos de recién nacidos. Hoseok ya había dado a luz. Namjoon también. Jimin no se había despegado de ellos en horas, su camisa manchada de fluidos, su mirada concentrada.
Jungkook debería sentirse feliz. El lugar se llenaba de vida. Pero en su pecho, algo oscuro latía con fuerza.
«¿Cuánto durará esto?», pensó, arrojando otro tronco al suelo con violencia. «¿Cuánto falta para que nos encuentren?»
La paranoia se había instalado hacía semanas, pero ahora se volvía insoportable. Con los nacimientos, la aldea se volvía más vulnerable. Más ruidosa. Más fácil de rastrear.
Y si alguien llegaba... si el gobierno los encontraba, o peor aún, los rebeldes...
Podrían arrebatárselo todo. Podrían arrebatarle a Jimin.
El solo pensamiento le heló la sangre. Cerró los ojos con fuerza, apretando el mango del hacha con tanta tensión que los nudillos se le pusieron blancos.
«Jimin... no podría vivir sin ti.»
Nadie protegería a Jimin, lo había comprobado con la traición de Seokjin hacia Namjoon, incluso había traicionado a su propio omega. Llegó a imaginar en que si las cosas se ponían difíciles cada quien buscaría su propio camino, ese fue el detonante de sus pensamientos negativos y entonces, la decisión surgió como un rayo. No era perfecta, pero era lo único que tenía.
Dejó el hacha clavada en el tronco y caminó rápido, casi corriendo hacia el camper. Abrió la trampilla que escondía debajo del asiento conductor y sacó una pequeña caja metálica. En su interior, envuelto con telas viejas, estaba el dispositivo de comunicaciones de largo alcance que había encontrado meses atrás en la cabaña abandonada de sus padres, oculto junto a una pequeña tarjeta con su nombre que no había abierto, pero que era hora de abrir.
El aparato era moderno, estuvo escondido por meses, pero todavía funcional. Con todos ocupados con el caos sentimental y los nacimientos decidió abrir la tarjeta, encontrándose con un mensaje impreso:
"Hola, Jeon.
Si lees esto significa que fuiste a la cabaña de tus padres y que te enteraste acerca de sus muertes. Nosotros como gobierno tenemos como misión, asegurarnos de la vida de los omegas, de seguir procreando cachorros. Tu padre sabía eso más que nadie. Ellos sabían que si tú ingresabas a la granja debían morir, es una regla que todos nosotros como laboratoristas y patriarcas conocemos. No podemos permanecer con vida si algún cercano nuestro ingresa a la granja, eso para no ser imparcial.
Espero que puedas entender eso. Te he visto, eres un Alfa dominante, conociste a tu omega. Pero hay cosas más valiosas que un omega, hay puestos, poder, dominio. Contáctame, espero que estés leyendo esto en una buena condición, que lo leas habiendo terminado el programa con éxito. También espero que te nos unas, los Jeon han servido al gobierno durante décadas y por tu omega; No te preocupes. Él seguramente te ha olvidado, eso sucede luego de que los alfas abandonan la granja."
«Mmm... ¿Este mensaje fue entregado para que lo encontrara cuando mi estadía en la granja hubiera terminado?», se preguntó
«No me importa que hayan matado a mis padres, solo quiero que Jimin esté bien, pero... ¿El gobierno cuidará de él?»
Se resistió a activarlo, pero quiso intentarlo.
Lo sostuvo entre las manos como si quemara. En la pantalla polvorienta parpadeaba una luz de espera. Todavía estaba enlazado a una de las torres del sistema de control central. El símbolo del gobierno era visible.
Jungkook tragó saliva.
Podía mandar un mensaje codificado. Podía usar los protocolos de identificación de sus padres, los conocía, los había escuchado hablar desde cachorro.
Podía... ofrecerse. Ofrecer algo a cambio de su libertad. De su libertad. Y la de Jimin.
Porque si había algo que sabía con certeza, era esto: no pensaba dejar que nadie lo separara de su omega. No después de todo lo que habían vivido.
Se sentó frente al aparato, temblando. Sus dedos recorrieron el panel, ingresando el código genético de activación.
Un leve zumbido llenó el aire.
La conexión comenzó a establecerse.
—Unidad C-42 solicitando canal seguro —susurró, con voz firme, mirando hacia la puerta cerrada del camper—. Tengo información... y una oferta. Pero necesito garantías. Para mí... y para mi pareja.
La luz del dispositivo cambió a azul.
Y del otro lado, una voz mecánica contestó:
—Identificación reconocida. Transmisión cifrada iniciada. Esperando contenido de negociación.
El corazón de Jungkook latía con fuerza, más que cuando blandía el hacha, más que durante sus pesadillas más terroríficas.
Iba a hacer todo por proteger su futuro con Jimin.
Incluso si eso significaba negociar con el mismísimo enemigo.
La pantalla vibraba con líneas de conexión codificada mientras la lluvia que comenzó a aparecer golpeaba el techo como un tambor lejano.
La voz que emergió del altavoz era masculina, modulada, casi robótica.
—Unidad C-42, su identificación genética ha sido verificada. Registro filial confirmado: Jeon Eunwoo y Jeon Lim. Estado: fallecidos en cumplimiento estatal. ¿Confirma continuar con transmisión de contenido sensible?
Jungkook apretó los dientes. El nombre de sus padres golpeó como una lanza en el pecho, pero no desvió la mirada del monitor.
—Confirmo. Soy Jeon Jungkook. Tengo una propuesta.
Hubo una pausa. El zumbido de fondo se agudizó.
—Adelante.
En la torre todo era caos y Samantha Ross comenzó a correr por los pasillos cuando le dijeron que Jeon Jungkook se estaba comunicando finalmente, estaba contenta y asustada de que pudieran arruinar la comunicación que habían estado esperando durante meses.
Jungkook, desde el camper, se inclinó hacia el dispositivo, su voz baja, firme, carente de dudas.
—Ustedes me buscan. Quieren controlarme. Su interés no es personal, es simbólico. Imagen pública, obediencia, sumisión. Lo entiendo. Estoy dispuesto a entregar coordenadas de la ruta de los rebeldes, estuve ahí, tengo información de tráfico de omegas intervenidos, a cambio de un solo punto innegociable.
Otra pausa. Más larga esta vez. Luego, la voz volvió con tono neutro:
—Escuchamos.
—Quiero libertad total para mí... y para mi pareja. Jimin. Es omega. Lo conocen, creció en una de las granjas. No seremos separados. No lo retendrán. No será registrado como propiedad estatal, ni reclutado para programas de natalidad. Quiero libertad absoluta para los dos.
Un leve clic sonó del otro lado de la línea. Un segundo operador había ingresado en la transmisión. Era Samantha Ross.
—Entendido, Unidad C-42. Permítanos puntualizar: su propuesta es entregar rutas, inteligencia e identidades a cambio de impunidad personal para usted y su omega. ¿Incluye ubicación actual?
—No. Esa parte vendrá después. Cuando tenga las garantías.
El nuevo interlocutor habló entonces. Su voz era distinta. Más cálida. Más humana. Una voz diseñada para persuadir.
—Jungkook... ¿puedo llamarte así? Entendemos lo que pides. Valoramos tu iniciativa. En este nuevo orden, buscamos restaurar la confianza con quienes fueron... malinformados por fuerzas radicales. Queremos ayudarte. Realmente. Pero también debes entender que ciertos procedimientos son inevitables.
—¿Inevitable como qué?
—Supervisión médica rutinaria. Registro genético. Verificación de compatibilidad entre tú y tu omega. El sistema debe saber si el vínculo es auténtico.
Jungkook soltó una risa seca. Corta. Vacía de humor.
—¿Van a juzgar mi vínculo por una base de datos? Además, ustedes mismos me llevaron con él. El vínculo de destinados no se puede fingir.
—Queremos protegerte, Jungkook. Es lo que hacen los gobiernos eficientes. Hay más parejas como ustedes allá afuera. Ustedes pueden ser embajadores. Una imagen para restaurar el orden. La confianza...
—No soy un símbolo —interrumpió con dureza—. Y Jimin no es un emblema reproductivo. Si lo quieren, es con nuestras condiciones. Nada menos.
El silencio que siguió fue tan denso como una tormenta.
—¿Dónde estás? Tengo entendido que escapaste en un camper de la cabaña de tus padres, te seguimos buscando. Te encontraremos tarde o temprano, ¿y cuando eso suceda qué? Te separaremos de tu omega para siempre, te ejecutaremos porque los alfas no nos son necesarios y tu omega volverá a la granja. Te conviene hacer un acuerdo conmigo, entrégame a los omegas que huyeron contigo, entrégame a Hoseok, él está por dar a luz, ¿cierto? Quizás ese cachorro sea un omega, contribuye con la nación. Sálvate a ti y a tu omega, después de todo por eso nos contactaste, ¿no?
—Tengo que pensarlo, no es sencillo entregarlos. Dame tiempo.
Hubo otra pausa.
—Entendido. Contáctanos dentro de las próximas veinticuatro horas. Este canal quedará abierto para transmisión cifrada, pero si te encontramos antes de que nos des una respuesta entonces tomaremos a tu omega sin negociación. Que tengas un día seguro, Jungkook.
—Espera, dame dos días para pensarlo.
—De acuerdo.
La comunicación se cortó.
Jungkook se quedó inmóvil unos segundos, con los puños cerrados sobre la mesa. Respiraba con fuerza. Unas gotas de sudor bajaban por su espalda, no por el calor, sino por la tensión.
Había abierto una puerta que no podría cerrar.
Pero en su pecho, mientras pensaba en el rostro de Jimin, en su risa suave, en su ternura, en todo lo que habían construido juntos... una certeza se alzaba como un escudo:
Lo pondría por encima de sus amigos, no podía salvarlos a todos, no era un héroe.
Jungkook tomó en brazos a Jimin luego de comer, arrastrándolo hacia el arroyo a las afueras de la aldea. No quería que fuera a ayudar a Namjoon, tampoco a Hoseok, quería que su completa atención fuera suya. El murmullo del agua era constante, envolvente, lento, íntimo. Jungkook apartó unas ramas con la mano y Jimin soltaba carcajadas ante los soplidos que le daba en el cuello de vez en cuando.
—¿Piensas alejarte tanto de la aldea? —preguntó—. ¿Por qué será?
Jimin sabía que cuando Jungkook lo arrastraba tan lejos en el arroyo solo significaba una cosa: Sexo.
—Sí —respondió Jungkook, al llegar a donde fundirían sus cuerpos—. Aquí estamos solo nosotros y el bosque.
—Estoy sucio, ¿no me ves?
—El agua te limpiara. —Sonrió de oreja a oreja, quitándose la ropa y colocándola en la orilla del río.
La ropa de Jimin cayó en silencio, capa por capa, sin prisa, sin necesidad de palabras. No había vergüenza entre ellos, no después de todo lo que habían vivido. El agua estaba fresca, pero no fría. Rodeó sus tobillos primero, luego los muslos y pronto, los cuerpos desnudos se sumergieron en ese pequeño santuario natural.
Jimin rió suavemente cuando Jungkook le salpicó el pecho. Jungkook lo miraba con ojos brillantes porque era su mundo entero. Jimin era el milagro que había estado esperando desde antes de saber que lo necesitaba.
—Estás hermoso —susurró Jungkook, acercándose. Sus dedos rozaron la piel mojada de Jimin con una ternura que quemaba.
—Tú también... —respondió con las mejillas rosadas por el sol—. Aunque me sigues mirando como si no fuera real.
—Es que aún no me lo creo. Crecí en un mundo sin omegas, encontrarte ha sido lo mejor que me ha pasado, eres el sueño del 99.9% de la población.
—¿Es cierto que en tu ciudad hay cientos de alfas que conviven entre sí mismos, tienen hijos y se reúnen en celebraciones?
—Ya te he dicho que sí.
—Esos hijos no son suyos, ¿cierto? Son de los omegas de la granja.
—Es sabido que dan en adopción a los niños alfas que nacen dentro de la granja, yo soy uno de ellos. Nunca conoceré a mi verdadera madre, tampoco a mi padre.
—¿Desde cachorro sabías que tus padres alfas no eran tus padres biológicos?
—Sí, el único que tiene a su padre biológico es Seokjin. —Sonrió—. El señor Kim ingresó a la granja de joven y salió con Jin en brazos.
—Eso significa que conoció a su omega...
—Sí, pero dice Jin que nunca le habló de eso. Tiene prohibido hablar acerca de lo que sucede en la granja. Además se casó con una modelo alfa.
—Mmm... Ya veo. ¿Tú crees que la madre de Seokjin esté con vida? —preguntó Jimin.
—No lo sé, es probable.
—Entonces sigue en la granja... ¿Qué harán con los omegas ancianos?
—No lo sé... Ya no quiero hablar de eso, quiero... —Se acercó a Jimin, tomándolo por la cintura por debajo del agua.
Jungkook no habló más, Jimin tampoco porque sus bocas se encontraron. No había prisa, pero sí un hambre suave, de esas que nacen del alma antes que del cuerpo. Los besos eran lentos, saboreados. Jungkook hundió los dedos en la nuca de Jimin, acercándolo más, es que cada segundo lejos de su boca fuera una pérdida irreparable. Jimin se aferró a su espalda, acariciando con la yema de los dedos cada músculo, cada parte de Jungkook que ahora también le pertenecía.
Salieron del agua, recostándose sobre las piedras lisas al borde del arroyo, donde la corriente les rozaba apenas los pies y la luz filtrada creaba reflejos dorados en su piel mojada. Allí, sin más testigos que los árboles y los pájaros, se desvistieron también emocionalmente. No había máscaras ni miedos. Solo la piel contra la piel, las respiraciones, los suspiros temblorosos de deseo y amor.
Los movimientos fueron suaves al principio, pero se intensificaron con cada mirada, cada jadeo. Hicieron el amor como si no existiera el mundo caótico en donde los omegas eran confinados, como si todo lo vivido hubiese sido largo sueño del que habían despertado.
Jimin jadeó y Jungkook sintió que las paredes del omega le apretaban de manera deliciosa, cada vez eran más frenéticos los movimientos, cada vez más lujuriosos. El alfa comenzó a emanar feromonas territoriales y de dominio demasiado pesadas y Jimin le respondió soltando feromonas embriagantes de sumisión que lo volvieron loco. Tomó con fuerza su espalda, se levantó con él en brazos y regresó al agua. Con el agua hasta la cintura del alfa, sin salir del interior del omega, moviéndolo de abajo hacia arriba con sus manos grandes y fuertes. Jimin se abrazó del cuello de Jungkook, también comenzó a chuparlo, morderlo, haciéndole pequeñas marcas en el cuello y pectorales con los labios y dientes.
—En el agua pesas menos —dijo Jungkook en medio de jadeos.
—¿Me estás diciendo gordo?
—Tu eres todo menos gordo, de hecho deberías comer más. Incluso pienso que una panza de embarazado te luciría bien, ¿por qué no lo intentamos?
—Lo dices porque estás caliente. Tú y yo no podemos tener hijos. —Hizo el cuello hacia atrás al sentir la fuerte embestida de Jungkook.
—Lo sé, es peligroso tener cachorros en estos tiempos. No podríamos huir como sentir debe y si nace siendo omega el gobierno también lo querrá.
Jimin asintió a medida que le temblaba el labio.
No hablaron más, el silencio volvió, pero siguieron follando hasta que la esencia de Jungkook invadió el interior de Jimin, pero el alfa salió del omega antes de que se generara el nudo, eso para prevenir el embarazo.
Jimin se recargó en los pectorales húmedos de Jungkook, él también se había corrido. Sus esencias navegaban en el río, mezcladas con el agua. Jungkook le acarició la espalda a Jimin con ambas manos y le dio besitos en el hombro.
—Ellos nos encontrarán tarde o temprano, Jungkook. No fuimos tan lejos —susurró conteniendo las lágrimas—. Incluso creo que ya nos encontraron, pero que fingen no hacerlo porque después de todo estamos haciendo lo que ellos querían. —Tragó saliva—. Estamos teniendo bebés.
—No voy a dejar que nadie nos separe —dijo con voz ronca—. Ni el gobierno y ni los rebeldes. Tú y yo envejeceremos juntos.
—Sí no envejecemos juntos al menos quisiera estar contigo mucho, mucho tiempo.
—Envejecer juntos es mucho, mucho tiempo.
—Bueno, en eso tienes razón.
Jimin lo miró con los ojos húmedos, pero no de tristeza. Era amor.
—Te amo, Jungkook. Desde antes de entender qué significaba eso.
Jungkook se inclinó y lo besó otra vez, profundo, sagrado.
—Te amo, Jimin. Te amo más que a mi propia vida.
Se quedaron abrazados bajo el cielo azul, enredados, con el corazón latiendo al mismo ritmo. Dos fugitivos, dos almas que se habían encontrado contra toda probabilidad.
¿Cuánto les duraría esa sensación de pertenencia, amor y paz?
La anda cagando el jukencio😭😭😭😭
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