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Capítulo Veintitrés

Mansión Matsushita
Temprano por la mañana

Un manotazo arrojó al suelo mi celular que estaba sobre la mesa ratona a un lado de mi cama, pero tuve que apoyarme con los codos sobre el colchón para mirarlo con odio cuando incluso después de eso la alarma seguía sonando.

—Arruinaste mi sueño con Mitsukuni —Me lamenté volviendo a esconder mi rostro en la almohada.

No importaba la alarma ahora, aún existía la posibilidad de volver a retomar el sueño justo donde había quedado.

—Señorita Matsushita, sus padres la esperan abajo para desayunar —Avisó una de las empleadas golpeando la puerta repetidas veces.

—Mi sueño con Mitsukuni —Lloriqueé con mi voz siendo retenida por la almohada.

—¿Señorita Matsushita? —Preguntó la misma voz.

—¡Enseguida bajo! —Avisé antes de que se le ocurra entrar, ya conocía su manía de permitirse entrar a mi cuarto si no recibían respuesta de mi parte.

¿Qué creían que haría? ¿Escapar por la ventana de mi cuarto, en el tercer piso?

Me levanté arrojando el edredón al suelo y llevé mis pies descalzos hasta tomar mi celular y apagar la alarma que en ningún momento había dejado de molestar. Desde aquí podía ver mi reflejo en las puertas del armario ¿Como podía Mitsukuni fijarse en un desastre como yo?

Me preparé lo más rápido posible y bajé los escalones de dos en dos para ganar tiempo, un desayuno "familiar" solo significaba que había algo de lo que debía enterarme y mientras antes terminemos con eso mucho mejor para mí. Dí un pequeño brinco al terminar de bajar las escaleras y en solo segundos ya estaba atravesando el marco del comedor.

—Hasta que te presentas, Aiko —Habló mi "madre" haciéndome mirar en su dirección.

Mis pies se detuvieron en seco y mi cuerpo se entumeció ante la presencia de alguien inesperado en la mesa, justo a un lado de la silla que suelo ocupar yo.

—Buenos días, Aiko —Saludó Isomu con una gran sonrisa— ¿Dormiste bien?

—¿Qué haces aquí? —Pregunté con la nariz fruncida en disgusto.

—Esa no es forma de saludar a tu prometido, Aiko —Alzó la voz la rubia sin despegar sus ojos de la taza de café en sus manos.

—Yuhiko —La llamó mi padre, sus ojos habían dejado de estar sobre el diario para pasar de ella a Isomu con disimulo.

Claro, juguemos a la familia feliz ahora que hay un invitado en la mesa ¿No?

Cerré los ojos y suspiré, no había nada que pudiese hacer más que comportarme como si nada hubiese ocurrido. Pero la presencia del hijo de los Ken, sabiendo que la tarde de ayer lo había dejado plantado en la biblioteca, solo me ponía los pelos de punta.

No era necesario comentar lo incómodo que fue el desayuno "familiar" en el que los únicos que conversaban eran la bruja e Isomu acompañados con algunas preguntas curiosas de parte de Eiji, quién claramente no notaba la tensión que se había generado en el ambiente. Por esa razón, cuando fue la hora para partir al instituto, brinqué de la silla lista para alejarme de todos.

—Aiko —Pero claro, mi "madre" no me dejaría ir así como así.

—¿Si? —Pregunté volteando a verla y me percaté de como Isomu se acercaba a mi lado con tranquilidad.

—Eiji viajará en la limusina familiar. Tú irás con Isomu en la suya, deberían comenzar a conocerse mejor y a partir de hoy viajarán juntos —Explicó, pero recibí el mensaje oculto: no me estaba comentando aquello, era una orden.

No tuve el tiempo de responder cuando uno de los brazos del castaño se apoyó sobre mis hombros y, entre la sorpresa que me generó su atrevimiento, me llevó de esa forma hasta el exterior donde me zafé de su agarre tan rápido como pude lanzando un codazo certero a sus costillas.

—¡Oye! —Se quejó frotando la zona afectada.

—No vuelvas a tocarme, no te lo permití ni lo haré en el futuro —Le apunté con mi índice.

Por un momento pareció querer responder, pero su atención fue directo hacia su chófer quien acababa de estacionar frente a nosotros luego de circular la rotonda que ocupaba lugar frente a la puerta de entrada y ya estaba bajando del asiento de conductor para abrirnos la puerta trasera de la limusina negra, por lo que el castaño guardó silencio al menos por el momento.

Ambos subimos al vehículo y aproveché mi oportunidad de haber subido primero para buscar el asiento más alejado, pero resultó siendo algo inútil cuando lo ví sentarse en el lugar frente a mí. Al menos no se sentó a mi lado. Fijé mi completa atención en mirar a través de la ventana polarizada y por un momento creí que el silencio nos haría compañía todo el viaje, pero mis suposiciones se esfumaron cuando él abrió la boca en el momento que abandonabamos la residencia para adentrarnos a las calles espaciosas del barrio privado.

—Deberías de agradecerme ¿Lo sabes?

Giré mi cabeza solo lo suficiente para darle una mirada de soslayo. Sus ojos me observaban con una intensidad apabullante mientras se dejaba caer en el respaldar con los brazos trás su cabeza.

—¿Por irrumpir en mi casa y obligarme a viajar contigo? —Pregunté con gracia ácida. No podía creer lo que acababa de soltar.

—Por no decirle a tus padres sobre tu "escapada" de ayer —Hizo dos comillas en el aire con una de sus manos antes de volver a acomodarse en su posición anterior—. O a tu madre al menos, tu padre no parece hacerte demasiado caso ¿No es así?

Arrugué la nariz al oírle decir aquello ¿Quién se cree para venir a hablar de mi relación con mi familia? La suya no era la mejor y no necesitaba conocer a nadie más que a su hermana para saberlo. Devolví mi atención al exterior no queriendo seguir esta conversación.

—¿Tema delicado? —Curioseó sin recibir ninguna respuesta— ¿A dónde fuiste ayer?

Su voz había pasado a un segundo plano cuando los recuerdos de la tarde de ayer se apoderaron de mi cerebro, mi mano viajó inconscientemente a mi pecho para tocar el collar bajo la tela del vestido amarillo. Debería darle un regalo a Mitsukuni. Pastel era lo primero que llegaba a mis ideas, pero quería darle algo mucho más significativo.

¿Cuál sería el regalo perfecto para Haninozuka Mitsukuni?

Podría pedir recomendaciones de alguno de los Host quienes lo conocen hace mucho más tiempo que yo, Takashi podría ser la mejor opción.

—Te estoy hablando —Surgió de nuevo la voz de Isomu, parece que tuvo que elevar el tono para sacarme de mi ensimismamiento— ¿Dónde estabas?

—No te interesa —Respondí enfrentando nuestras miradas.

¿Por cuánto más va a estar molestando?

—Sí me interesa, tú me dejaste plantado por algo —Me señaló.

La posición cómoda que antes tenía se había transformado en sus manos presionando sus rodillas y sus hombros tensos. Entonces entendí que Ken Isomu es alguien que odia que le ignoren.

—Ya te dije que no tienes derecho alguno a entrometerte en mi vida privada —Sus ojos estaban un poco más oscuros que lo normal, pero aún así no iba a desviar la mirada y hacerle sentir con alguna clase de poder sobre mí—. Nuestra relación solo es una obligación que existe por un tonto berrinche de tu hermana, en cuanto se presente una sola oportunidad de acabar con todo este teatro nuestras vidas no volverán a cruzarse.

—No importa cuánto te niegues a aceptarlo, eres mi prometida —Sus brazos temblaban de impotencia, o solo era una acción de un niño malcriado al que las cosas no le ocurrían como él quiere—. Y si lo ves como una farsa no me interesa, pero yo merezco tu respeto como futuro esposo.

—Ambos sabemos que eso no va a pasar —Remarqué con fingida seguridad y es que ya no sabía que esperar de los hermanos Ken.

La sonrisa en el rostro de Isomu, tan extraña y con una fuerte sensación de esconder algo, me causó un mal presentimiento. Y lo notó, su expresión se veía levemente divertida, atento a cada una de mis acciones y reacciones.

—Tú no sabés nada, Aiko.

Fruncí el seño ante eso, pero por más curiosidad que me generará sabía que no me diría a lo que se refería. A parte pareció decidirse por cerrar la boca y no desaprovecharía la oportunidad de mantenerlo callado un buen rato.

No quiero tener más preocupaciones por el momento.

Y así fue todo el trayecto restante hacia Ouran, con la nada agradable compañía de Isomu pero llena de un silencio en el que cada uno estaba en sus propios pensamientos. La limusina estacionó en la entrada y el chófer se bajó para caminar velozmente a la puerta trasera y abrirla permitiéndonos el paso. Isomu fue el primero en bajar y procuré no olvidar mi maletín antes de imitarle.

—A la hora de siempre —Le oí decir al chófer cuando pasé por su lado.

Mi intención era obvia, alejarme de allí cuanto antes. Pero una mano tomándome por el antebrazo detuvo mi acción.

—¿Ya te vas?

—Tengo que ir a clases —Respondí obvia volviendo a mirar al castaño, quién por cierto no se veía pronto a soltarme.

—Te acompañaré —Decidió comenzando a caminar y llevándome con él.

Me costaba bastante seguirle el paso, al parecer no estaba al tanto de que mis piernas no eran lo suficientemente largas como las suyas como para ir a su ritmo.

—Puedo hacerlo sola —Opiné logrando soltarme para sorpresa de ambos, parecía ser que el entrenamiento de Mitsukuni ya estaba dando resultados.

—Bien, pero iré a tu lado —Guardó las manos en los bolsillos de su uniforme.

Bufé cansada de su incapacidad de rendirse y reanudé mis pasos con él caminando a mi lado. Creo que mientras no rompa la barrera invisible de mi espacio personal podría soportarle por el momento.

No nos detuvimos y, por suerte, no cruzamos palabra alguna hasta llegar a la puerta de mi aula. Desde aquí ya podía ver a Haruhi, Kaoru y Hikaru mirándonos desde el interior del salón de clases.

—Tus amigos son extraños —Opinó sin quitarles la vista de encima.

—Al menos tengo amigos y no necesito andar acosando a nadie ¿No?

Una mueca de molestia me dio a entender que no estaba tan errada en mi comentario. Estaba siendo hiriente y desagradable, pero no encontraba otra manera de hacer que desista en sus intentos de controlar cualquier aspecto de mi vida. Entonces, totalmente de la nada, se agachó lo suficiente para quedar a mi altura, su rostro enfrentado al mío. Solo di un paso hacia atrás cuando mi espalda chocó con la pared a un lado de la puerta.

¿Nunca dejaría de hacer eso o qué?

—Te veré en la biblioteca cuando los clubs finalicen —Se limitó a decir.

—No necesitas acercarte tanto para decirlo —Contesté deslizándome hacia un costado para volver a establecer una distancia adecuada entre ambos.

—Lo sé, pero a esta altura deberías de saber cuánto me gusta molestar a la gente —Se hundió de hombros volviendo a una postura recta. Dio un último vistazo dentro del aula y se fue a pasos tranquilos.

Era un psicópata, no tenía otra forma de describirle.

—¿Está todo bien, Aiko?

Giré asustada por la voz inesperada a uno de mis lados, Haruhi estaba en el marco de la puerta con sus enormes ojos fijos en los míos. Ambos Hitachiin estaban trás la castaña con su atención puesta en el pasillo por el que se había alejado Isomu, sus miradas filosas habrán sido como dagas en la espalda del castaño.

—Sí, todo en orden —Asentí con una pequeña sonrisa queriendo despreocuparla.

Ella inclinó levemente su cabeza analizando un poco mi expresión antes de alzar la vista para ver el rostro serio de los gemelos, quizás un poco confundida por el silencio que estaban manteniendo.

—Será mejor que entremos antes de que llegue el profesor —Hablé sintiéndome un poco tensa por las miradas curiosas de Haruhi y lo que sea que pasase por la cabeza de los Hitachiin que los tenía tan serios.

Y empecé a darles leves empujones hasta llegar a nuestros asientos. Desde que había iniciado en este salón mi lugar se mantuvo a un lado de la ojimarrón, mientras ambos gemelos se sentaban en los asientos trás los nuestros.

Me dejé caer sobre el respaldar hasta dejar mi cabeza apoyada en la parte superior de éste, y cerré los ojos sintiéndome tranquila de no tener que seguir alerta ante cualquier movimiento inusual del hijo mayor de la familia Ken.

De pronto, sentí un movimiento inusual en mi cabello. Dejé caer la cabeza un poco más hacia atrás hasta que mis ojos verdes chocaron con los ámbar de Kaoru, quien ocupaba el lugar siguiente al mío, y al ver que parecía entretenerse con mi cabello le dejé seguir con lo suyo volviendo a acomodar mi nuca sobre el respaldar.

—No parece teñido —Le oí murmurar por lo bajo.

—¡Oye! —Me quejé en su mismo tono bajo de voz, un leve puchero se había apoderado de mi labio mientras volvía a verle—. Claro que es mi cabello.

Rió por lo bajo sin dejar de jugar con mis hebras rojas. Usó una de sus manos para volver a poner mi cabeza en la posición anterior y volví a cerrar los ojos respirando con tranquilidad.

Podría aprovechar para descansar un poco.

Ouran Academy
Inicio horarios de club

No volvería a confiar en ese colorado diabólico. Aún siento mis oídos resentidos por el llamado de atención que me dio ese profesor tan "amable" que me recibió en mi primer día de clases en 1-A por haberme dormido.

Dejando eso de lado, tal como Kyouya me había pedido el día anterior estaba frente a las enormes puertas de la Tercer Sala de Música unos cuantos minutos antes de lo normal, aunque eso me costó acelerar un tanto el paso hasta dejarme agitada. Las piernas cortas no congeniaban bien con la monstruosa edificación del instituto.

—Buen día —Saludé pasando la puerta, pero al igual que esta mañana mis pies se detuvieron con solo dar el primer paso en el interior.

Por alguna razón, ilógica si tenía en cuenta que había dejado bastante atrás a los tres Host con los que compartía clases, todos estaban allí. Los siete miembros del club parecían estar esperando mi llegada, y había un invitado con ellos.

Invitada, en realidad.

Mis ojos se expandieron por la sorpresa y mi cuerpo, que había estado entumecido por la sorpresa, tembló siguiendo el ritmo acelerado de mi corazón. Las palabras no salían de mi boca debido a que mi cerebro se había quedado en blanco aún sin poder creer lo que veía. En uno de los sillones, sentada entre Haruhi y Mitsukuni con los demás miembros rodeándolos, estaba una mujer. Su cabello era de un inolvidable rojo casi intenso, sus ojos verdes eran tan brillantes como los recordaba y la sonrisa que ocupaba una buena parte de su rostro se ensanchó aún más al verme.

—¿Okaa-san? —Susurré sin poder creerlo.

¿Qué hacía ella aquí? ¿Cómo me encontró? ¿Habrá venido a por mi? Tenía muchas preguntas, demasiadas a decir verdad, pero ni una sola salía de mis labios.

—Aiko... —Ella parecía tan sorprendida como yo, mirándome como si fuese alguna ilusión que desaparecería en cualquier momento.

Sentí mis ojos humedecer y como las lágrimas comenzaron a acumularse, así como los suyos que ya habían comenzado a lagrimear. El maletín se resbaló de mis manos y para el momento que golpeó el suelo yo ya me encontraba corriendo a sus brazos. Me rodeó en un fuerte abrazo que imité al instante y ya no pude soportar más el llanto, para ese momento era todo un mar de lágrimas.

—Te extrañé mucho, Aiko —¿Hace cuánto que no oía su voz? Sentía que había pasado toda una vida sin ella—. Creí que no volvería a verte jamás.

—Yo también te extrañé mucho, Okaa-san —Sollocé escondiéndome en el hueco de su cuello.

Sus brazos soltaron mi cuerpo y sus manos buscaron mi rostro, sus palmas cubrieron mis mejillas y recorrió mis facciones como si tratase de memorizarlas.

—Estás aún mas bella de lo que recordaba, no hay dudas de que llevas mis genes —Opinó haciéndome reír. Tan modesta como siempre— ¿Cómo has estado? ¿Te alimentas bien? ¿Cómo vas con tus estudios? ¿Tu salud está bien, verdad?

Asentí varias veces tratando de calmar mi llanto y puse mis manos sobre las suyas deseando que este momento no terminará nunca.

—¿De verdad eres tú? ¿Cómo es que estas aquí?

—Estoy aquí porque tienes unos muy buenos amigos que se preocupan por tí —Respondió sonriendo.

Me alejé un poco de mi madre, mi verdadera madre, la que siempre me amó así como yo a ella. Me giré hacia los host, quienes miraban la escena conmovidos (con ambos rubios y Hitachiin en lágrimas), e hice una reverencia profunda sintiéndome inmensamente agradecida.

—Muchas gracias, de verdad se los agradezco muchísimo —Hablé en la misma posición. Mis ojos no podían dejar de soltar lágrimas.

Y entonces varios pares de brazos me envolvieron en un abrazo grupal formando la unión de varios llantos en él. Una mano se entrelazó con una de las mías y le dí un leve apretón sabiendo de quién se trataba. Fueron unos cuantos segundos de balbuceos inentendibles antes de separarnos, pero mi mano nunca soltó la de Mitsukuni.

Podía escuchar que los demás hablaban sobre algo, pero mi atención había caído en el chico que permanecía frente a mí y quien secaba mis mejillas regalandome una de sus hermosas sonrisas.

—Sera mejor que me vaya ahora —La declaración de mi madre me devolvió a la realidad como un golpe en el pecho.

—¿Ya te vas? —Pregunté con tristeza volteando a verla—. Pero recién te veo, aún hay muchas cosas que quiero hablar contigo y... y... no quiero que me dejes sola.

Se levantó del sillón con una pequeña sonrisa triste y se inclinó lo suficiente para acariciar mi cabello con una mano a la vez que dejaba un beso en mi frente al igual que cuando era una niña.

—Yo no debería de estar aquí, tus amigos tomaron un riesgo muy elevado al traerme contigo—Habló tomando mi mano libre entre ambas suyas—. Prometo que encontraré la forma de reencontrarnos pronto, pero no podía perder esta oportunidad de ver que estes bien con mis propios ojos.

Miré nuestras manos dejando salir un leve puchero, no quería que se vaya.

—Y ahora sé que puedo estar un poco más tranquila al ver que estas en buenas manos.

La miré confundida por su comentario y con una sonrisa divertida señaló con su mirada la unión de mi mano con la de Mitsukuni haciendo que ambos nos sonrojemos. Rió divertida antes de revolver el cabello de ambos juguetonamente.

—La acompañaré a la salida, Keiko-san —Ofreció el Ootori llegando junto a nosotros.

—En realidad, me gustaría hablar algunas cosas con este chiquillo por el camino —Opinó señalando a Mitsukuni.

—Okaa-san —Me quejé bajando su mano.

Le diría algo vergonzoso de mi pasado, estaba segura, mi madre jamás se cansaría de ello.

—Parece que en este tiempo has cambiado, Aiko —Opinó apretando mi nariz solo por jugar—. Aún recuerdo cuando en tu primer día de clases tus maestros me llamaron luego de que iniciaste una comp-

—¡Okaa-san! —Chillé horrorizada y me puse en puntas de pie apresurandome en tapar su boca con mis manos. Por suerte tambien contaba con una pequeña estatura.

—Bien, bien —Rió quitando mis manos—. Pronto volveremos a vernos, cariño —Saludó dándome un último abrazo que respondí sin dudarlo.

Nada era mejor que el cariño de una madre.

Se separó a los segundos y caminó junto al pequeño rubio a la puerta por la que ambos desaparecieron.

Se había ido, una vez más volvía a estar sin ella. Pero seré fuerte y esperaré a nuestro próximo encuentro. Porque esto claramente era un "hasta luego".

Corrí a una de las ventanas esperando por verla una última vez y así fue unos pocos minutos después, su silueta resaltaba en el camino de salida y pude verla despedir con la mano a alguien, quien supuse sería Mitsukuni, y siguió con sus pasos tranquilos.

—Tienes una excelente madre, Aiko, se nota cuanto te ama. Y tú a ella también.

Miré al chico que había llegado a mi lado junto a la ventana antes de volver mi atención a mi progenitora. Tamaki tenía un brillo extraño en sus ojos mientras miraba en la misma dirección que yo.

—Ya la extraño —Confesé apoyando mi mano en la ventana—. Quiero que volvamos a estar juntas otra vez.

—Sé como te sientes —Su voz tan sincera llamó mi atención y me pregunté que tanto desconozco de la vida de muchos de los Host—. Ahora sé a que te referías con que estabas por cumplir tu sueño.

—¿Aún recuerdas eso? —Pregunté sorprendida.

Había olvidado hasta este momento esa parte de nuestra conversación en el campamento.

—Me gusta ver a las personas felices, por lo que no olvidaría sus sueños —Comentó antes de apoyar una mano sobre mi cabeza con cariño—. Y ahora que sé cuál es el tuyo, debes saber que haremos todo lo que esté en nuestras manos para que se cumpla.

No pude ocultar la sonrisa de felicidad que me generaron esas palabras y asentí de acuerdo.

—Entonces yo haré lo mismo, quiero verlos felices a todos —Acordé.

—¡Eso es muy lindo, Aiko-chaan! —Gritó alzandome en un abrazo asfixiante dándome vueltas por todo el lugar.

—Oh, Tono esta siendo inapropiado al abrazar de esa forma a Aiko —Pude escuchar a uno de los gemelos cuchichear a lo lejos.

—Sus cuerpos están demasiado pegados —Le siguió el otro.

Y entonces ambos hablaron a la vez.

—¿Tú qué crees, Honey-senpai?

Tamaki se detuvo en ese instante, petrificandose en una de las vueltas, y ambos miramos a las puertas abiertas del club. Honey estaba de pie, totalmente quieto, con sus ojos enormes fijos en nosotros. Entonces, sin saber cómo, se movió tan rápido que me sorprendió el dejar de sentir los brazos del Suoh para sentir los de Mitsukuni rodearme al instante.

—¿Ah? —Fue lo único que pude modular en el desconcierto.

Al mirar en la dirección que había estado Tamaki lo encontré sujetando sus rodillas en una de las esquinas con un aura oscura rodeándolo.

—Jamas podré olvidar esa mirada —Le oí murmurar por lo bajo, como todo un traumado.

Sentí una gota resbalar por mi cabeza ante eso y podía escuchar la risa de los Hitachiin.

—Uh... creo que me pasé un poco con Tama-chan —Habló Honey por lo bajo mirando en la misma dirección que yo.

—Sí —Le respondió Takashi apareciendo a su lado con su expresión normal.

No pude evitar reír por lo bajo ante la expresión asustada de Mitsukuni por la afirmativa de su primo y le dí un pequeño beso en la mejilla.

—No quiero interrumpirlos, pero es hora de abrir al club —Avisó Kyouya acercándose con Haruhi a su lado mirando a todos sin entender del todo que acababa de ocurrir.

Y con razón, si era un club extraño. Pero era el mejor, sin duda alguna.

Bien, el día de Aiko no termina acá, pero después de 3864 palabras creo que lo mejor va a ser separarlo en dos capítulos.
¡Nos leemos pronto!

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