Capítulo Dieciocho
¿La vida de alguien podía cambiar tan rápido en solo un día? La respuesta es que sí, y me parecía una injusticia.
Lo comprobé la primera vez cuando en un solo día me alejaron del lado de mi madre, que me vuelva a ocurrir ahora era inverosímil.
"Es una lástima, en verdad me caías bien". Lo entendí al día siguiente.
Mis padres habían regresado de su viaje a primeras horas de la mañana y creyeron que lo mejor sería no asistir a clases para ponerme al día con algunos proyectos y entender el mundo de los negocios. No fue tan fácil como creí en un principio, pero ya entendía lo básico. Por la tarde fue más de lo mismo, pero se los veía conmocionados por algo a lo que llamaron una "Noticia impactante" de la que me enteraría esa noche.
Y así fue como al anochecer golpearon a la puerta unos invitados que yo no esperaba ver allí, sabía que la ropa elegante sobre mi cama que encontré luego de bañarme tenía un motivo.
—¿Isomu-senpai? —Miré confundida al chico frente a mi, estaba en el salón de mi hogar junto a toda su familia y la mía. Sí, Akemi estaba allí.
—Aiko, querida —Mi supuesta madre sonreía como nunca—. Esa no es forma de saludar a tu prometido.
—¿Qué?
Algo me oprimió el pecho y no me permitió decir más. A ninguno pareció importarle mi pesar, y lo noté por cada una de sus sonrisas.
—Bienvenida a la familia, Aiko-chan —Akemi se acercó hasta tomar mis manos con aparente alegría, su sonrisa iba en total desacuerdo con su siguiente murmullo—. Parece que Honey-senpai ya no estará disponible para tí. A no ser que quieras que me encargue de hundir a tu familia, claro.
Sacudí la cabeza, no podía creer lo que escuchaba. Busqué a Isomu con la mirada esperando alguna señal de que me estaban haciendo alguna clase de broma pero al parecer no lo era, sus ojos me observaban inexpresivos e incluso alzó sus hombros en señal de que el no era responsable de aquello.
¿Hasta éste punto fue capaz de llegar Ken Akemi solo por una simple fotografía?
Ouran Academy
Tercer Salón de Música
Miraba las gotas de lluvia resbalar tras el ventanal de la pequeña habitación en la que cumplía mis obligaciones del club.
¿El clima podía expresar la forma en la que nos sentíamos?
De pequeña siempre me gustaron los días lluviosos, esos en los que podía quedarme en casa y disfrutar la compañía de mi madre. Pero en los últimos años aquello había cambiado, la lluvia solo me volvía melancólica y me envolvía con cierto aire de soledad.
—Aiko —Reaccioné ante la imprevista mano sacudiéndose frente a mis ojos. Haruhi me miraba con curiosidad— ¿Te ocurre algo? Hace rato estoy tratando de llamar tu atención.
—No te oí, lo siento —Le sonreí, aunque en realidad me costó más de lo que quería creer— ¿Vienes por los pedidos?
Y así transcurrió el resto de la jornada, pedidos entrando y saliendo que al menos mantenían mi mente ocupada por un par de minutos. Para cuando la jornada acabó solo quería tomar mi maletín e irme a casa, y quizás seguir viendo las gotas caer desde la ventana de mi habitación, pero cuando al salir del cuarto me encontré con los ojos de los siete Hosts sobre mí supe inmediatamente que mis planes iban a tener que ser suspendidos momentáneamente.
—Ya lo saben —Comenté. Solo hacia falta ver sus expresiones para saber que se habían enterado de algo.
—Preferimos oír lo que tengas tú para decir —Respondió Tamaki.
Nos acomodamos en unos sillones, a petición mía, y ninguno realizó ningún comentario en lo que me llevó pensar las palabras con las que comenzar.
—La familia Ken visitó mi hogar la noche de ayer —Relaté recordando lo que ocurrió solo unas horas atras, mis dedos estrujaron la falda del uniforme en un intento de no pensar en la opresión de mi pecho—. Parecían bastante entusiasmados en crear una alianza entre ambas familias y... ahora tengo prometido. Soy la prometida de Ken Isomu.
Necesité apretar los labios cuando las palabras terminaron de salir de mi boca para evitar cualquier muestra de rechazo ante lo que yo misma estaba diciendo. No fue muy efectivo, en el silencio que se había formado el suspiro desanimado que se me escurrió por la nariz se llevó toda la atención.
—No fue una agradable noticia para tí ¿No? —Tamaki usó aquella voz, el mismo tono de madurez que conocí la noche del campamento. Negué lentamente con la cabeza sin querer hablar sobre ello ni conectar ojos con nadie—. No deberías estar desanimada por ello, quizás estés unida a alguien que no quieres ahora pero nosotros también estamos a tu lado, Aiko ¿De acuerdo?
—Así es —Opinaron los Hitachiin apareciendo tras de mi sobre el respaldar del sillón—, sigues siendo la misma para nosotros, una enana reservada e incapaz de aceptar sus sentimientos por-
—Hikaru, Kaoru —Me salvó Haruhi interrumpiendo su travesura—, creo que ya hablaron suficiente. Y Aiko, recuerda que estaremos aquí para lo que necesites ¿Sí?
Asentí, sonrojada ante lo que planeaban decir los gemelos, y por primera vez dejé mi atención dirigirse hacia quién quería mirar desde que me encontré a los Hosts esperando respuestas. Mitsukuni se veía pensativo, fruncía el entrecejo sin dejar de verse adorable y jugaba con sus dedos sin prestarle mucha atención a su alrededor.
¿Qué estará pasando por tu mente, Honey-senpai?
La lluvia comenzó a azotar los grandes ventanales con más fiereza y sentí el cuerpo de la castaña tensarse a mi lado, recordándome su fobia. Apreté su hombro para llamar su atención y enseñarle una sonrisa tratando de calmarla.
—Este lugar es más seguro que el Castillo Protector —Comenté por lo bajo, como si fuese un pequeño secreto entre ambas.
—Gracias, Aiko —Me devolvió la sonrisa—. Eres una buena amiga.
Amiga ¿De verdad seré una buena amiga? ¿Pensará lo mismo si supiese mis verdaderas intenciones, o por lo menos el motivo principal por el que estoy aquí? Siempre recuerdo lo mucho que extraño a mi verdadera madre pero... ¿Es razón suficiente para justificar mis acciones?
¿Merezco la preocupación de los Hosts?
¿Por qué la lluvia siempre me afectaba de esa forma?
—Aiko-chan ¿Por qué lloras?
Miré sorprendida a Honey, no había notado que ahora estaba de pie justo frente a mí con sus ojos aguados.
¿Merecían ellos preocuparse por mí?
¿Merecía las lágrimas de Honey? Sus lágrimas me recordaban a las gotas de lluvia ¿Sus ojos serían el cielo en ese caso?
—No —Con la cabeza gacha, sequé las lágrimas que habían escapado—, no soy una buena amiga.
—¿Hay algo más que quieras contarnos? —Preguntó Honey.
—Yo... —Busqué a Kyouya con la mirada. Éste me observaba atento y cuando nuestras miradas chocaron sonrió por lo bajo con un pequeño asentimiento de cabeza—, hay algo que deben saber.
Mansión Matsushita
Tiempo atrás
3ra persona P.O.V
—¿Lluvia?
Aiko se levantó de la cama de un solo salto al notar el sonido tan conocido estrellarse contra la pequeña ventana de su habitación y corrió con pasos cortos para poder observar como el agua se apoderaba del jardín trasero. La temporada de lluvias había comenzado.
—Oka-san ¿Cómo estás? —Susurró al cristal antes de apoyar una de sus manos sobre el frío material— ¿Me extrañas tanto como yo a tí?
Le era inevitable no pensar en su madre cuando el clima adoptaba aquella forma ¿Que estará haciendo su madre en ese momento? ¿También estará su mano apoyada en la ventana de su casa?
—Señorita —Oyó una voz al otro lado de la puerta seguida de un pequeño golpeteo—. Su madre la espera en su estudio.
¿Madre? Ella no quería que aquella mujer de la que se acababan de referir cargue ese título, mas no podía hacer nada para evitarlo. Ya había negado aquello y solo recibía castigos y más castigos, como si no fuese suficiente estar prácticamente encerrada en aquella mansión.
La colorada suspiró agotada de toda aquella situación y salió de su habitación rumbo al encuentro con la mujer, pero no olvidó dar un último vistazo al exterior antes de salir por completo.
En su camino los pasillos estaban desolados, algo extraño ya que siempre veía empleados caminando de aquí a allá, y aunque el clima dentro era agradable tuvo que abrazarse a sí misma debido a los escalofríos que recorrían su espalda. Solo dió dos golpes a la madera oscura de la puerta del estudio antes de entrar.
—Veo que aún te faltan modales —Habló la mujer al verla pasar el umbral—. Debes esperar que te dé permiso antes de entrar.
—¿Me llamaba? —Se limitó a decir la menor, queriendo con todo su ser volver a su cuarto. O a su verdadera casa si se lo permitieran.
—¿Sabés que día es hoy? —Inquirió la mujer rubia con su cabello en una cola de caballo y sus ojos negros observándola con frialdad.
—No.
—Hoy es el día en que haremos un acuerdo, tu y yo —Le apuntó con un bolígrafo—. Siéntate y escucha.
Aiko la miró con desconfianza pero accedió ¿Con qué saldría ahora esta mujer? Su pobre hermano menor era hijo de una loca.
—Es obvio que nosotras no nos llevamos bien, tú no quieres estar aquí y yo no te quiero en mi casa. Entonces lo pensé, y tengo algo que proponerte —Comenzó la adulta, sus brazos sobre el escritorio frente a ella y las piernas cruzadas con elegancia—. Te enviaré al mejor Instituto, con gente acorde a nuestra clase, y conseguirás lazos con familias importantes. Todas las posibles.
—No, claro que no —Negó Aiko sin querer escuchar más su plan tan disparatado— ¿Por qué querría yo hacer tal cosa?
—Por tu madre —Soltó, con cierto desprecio en su voz. Sonrío al ver la expresión de la pequeña colorada, lo estaba consiguiendo—. Debes conocer la situación de mi familia, necesitamos más socios ya. Tú irás a estudiar, hacer la mayor cantidad posibles de amigos y una vez que consiga lo que necesito te enviaré lejos de aquí junto a tu madre. Les enviaremos el dinero suficiente para que no les falte nada y ustedes no vuelven a entrometerse en mi vida ¿Qué dices?
—¿Qué dice papá sobre todo esto?
—Mi marido no tiene porqué enterarse, él estará de acuerdo con lo que yo le diga —Sentenció—. Haremos esto, mi familia se beneficia y tú desaparecerás para tener una vida tranquila y lejos de aquí con esa mujer.
"Esa mujer". Esa mujer era su madre. Esa mujer fue amante de su padre. Esa mujer tuvo una relación con el hombre que le dió trabajo.
Ambas mujeres se observaban sin mediar palabra. La mujer rubia esperaba una respuesta mientras la menor pensaba en lo que acababa de escuchar hasta que sus ojos verdes, herencia de su madre, se encontraron con el cristal mojado de la ventana trás la esposa de su padre.
—Oka-san... —Susurró viendo las gotas resbalar por el vidrio.
¿Lo valía? ¿Sería capaz de vivir una farsa solo por su sueño más profundo? Sí. Deseaba ver a su madre otra vez, compartir los días de lluvia al igual que lo hacían siempre.
Su madre lo valía todo.
—Acepto —Asintió Aiko—. Hagamos esto.
La mujer sonrió complacida y se dejó caer hacia el respaldo de la silla con gracia. Su familia recuperaría el reconocimiento que alguna vez tuvo y por fin podría deshacerse de la mujer que más odiaba en el mundo y su pequeña vergüenza familiar.
—Respuesta correcta —Le regaló una última mirada—. Ahora vete, te diré cuando comenzarás con el plan.
La colorada asintió un par de veces antes de dirigirse a la puerta.
—Por cierto —Añadió la mujer antes de que Aiko saliese—, nadie debe enterarse sobre esto. Si mi familia queda arruinada por tu culpa yo misma me encargaré de que tú y esa mujer no vuelvan a verse nunca jamás ¡Sonríe y haz amigos!
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