Capítulo Diecinueve
Lo había dicho.
Habían descubierto la verdad.
Mis manos, que en ningún momento habían liberado la suave tela amarilla, temblaron hasta llevar la sacudida a todas las partes de mi cuerpo a la vez que las lágrimas caían de forma incontrolable. Genial, me veía patética.
—Lo siento mucho.
No sé si mi susurro fue escuchado por alguien más allá de la cortina de mi cabello debido a que había dejado mi cabeza caer hacía adelante en algún momento de mi confesión, pero quería disculparme por todo.
Ellos no tenían la culpa de lo que yo vivía.
El silencio que había nacido en el ambiente me era insoportable, pero no tuve mucho tiempo para pensar en ello cuando sentí un par de brazos rodear mi cuerpo con fuerza dejándome anonadada.
—Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso, Aiko-chan.
Honey-senpai... ¿Por qué lloras tú?
A los brazos que me rodearon comenzaron a sumarsele más y más, hasta que prácticamente estaba atrapada en un montón de abrazos y ya mi cuerpo había dejado de temblar.
—¿Chicos? —Tuve el valor de preguntar aún bajo su calor— ¿No están molestos conmigo?
—¡Claro que no, Baka! —Chillaron los gemelos al unisono con un tono gangoso.
—¡No te preocupes, Aiko, en el Host Club nos ayudamos y apoyamos en los momentos difíciles! —¿Acaso Tamaki también estaba llorando?
—Me van a hacer llorar —Avisé con la voz entrecortada.
—Ya lo estás haciendo —Sí, gracias Kyouya por ser tan observador.
Entre risas nos fuimos separando de a poco y entonces me vi rodeada de siete sonrisas y una mano gigante sacudiendo mi cabello, gracias Mori-senpai.
No podría haber pedido unos mejores amigos que ellos. Ni siquiera en mis más grandes sueños.
Okaa-san, estarías orgullosa se saber la gente que me rodea ahora.
—Será mejor que vaya a casa —Comenté al ver como la lluvia no parecía querer irse pronto.
Y al son de las despedidas salí de la Tercer Sala de Música, la que mi corazón consideraba ahora como su segundo hogar.
Los pasillos de mi recorrido estaban vacios y silenciosos por lo que no pude evitar que mi cabeza comenzara a trabajar. Los recuerdos de lo de ayer y lo que acababa de ocurrir se repetían sin fin.
Y entonces un grito me sacó de mis pensamientos.
Alcé la cabeza en alto, buscando su procedencia, cuando más gritos comenzaron a oírse y mi sentido de alerta se activó al reconocer una de las voces.
Ayami.
Corrí por los pasillos con el corazón desbocado siguiendo el ruido y luego de doblar dos veces la encontré. Estaba atrapada contra la pared del corredor, era rodeada por Akemi y sus dos amigas acompañándola.
—¿Es qué acaso nunca lo vas a entender? —Vociferó la hija de los Ken con enojo— ¿Quieres que se repita lo de la última vez? ¡Con mucho gusto volvería a acabar con tu vida una y mil veces más!
La contraria bajo la cabeza ante la amenaza y se abrazó a si misma tratando de pegarse aún más a la pared.
Di zancadas grandes hasta ellas y antes de que alguna pudiese evitarlo ya estaba parada frente a mi amiga haciendole se escudo entre su tembloroso cuerpo y las otras tres atacantes.
—Déjenla.
—Justo quien faltaba —Rió con amargura Akemi mirando a sus amigas— ¡Mi cuñada favorita! ¿Por qué la defiendes? La tonta detrás tuyo se metió en problemas por querer ayudarte.
¿Ayudarme? Le di un rápido vistazo a Ayami pero ella ni siquiera me miro.
—¿Qué no te lo dijo? Quiso acusarme con el director por supuestamente amenazarte ¿A qué no es tierna la muy torpe?
—No le digas así —Alcé la voz sin notarlo, pero estaba molesta ¿Quién se creía para tratar de esa manera a Ayami?
La sonrisa irónica que cargaba Akemi desapareció instantáneamente hasta que su cara se convirtió en solo un ceño fruncido.
—¿Acaso debo recordarte tu lugar? No te entrometas en mis asuntos si no quieres problemas con tus papis ¿Oíste?
—Vete —Demandé ignorando lo que acababa de decirme.
—Me iré, pero te dejaré un mensaje en la salida que espero entiendas bien.
Y tras eso se alejó con sus dos amigas pisando sus talones.
—¿Estas bien? —Pregunté volteando mi cuerpo hacia Ayami.
—Aiko, no debiste ayudarme, te traerá más problemas.
—Bueno, estoy comprometida, ya nada puede ser peor a eso —Reí un poco sacándole una pequeña sonrisa.
—No se como te ríes de eso —Negó un par de veces con la cabeza pero entonces tuvo que apoyarse con sus manos a la pared para no caer.
—Oye, ¿estas bien? —Pregunté preocupada ante su desequilibrio.
—Sí, solo me asuste demasiado —Le restó importancia.
—Vamos a la enfermería.
—No, estoy bien, solo acompáñame a la biblioteca —Pidió—, quedé con un compañero de estudio.
La mire con un poco de duda pero terminé asintiendo a su pedido. Tomé uno de sus brazos entre los míos, un poco incómoda por la diferencia de estatura, y la guíe por los pasillos hasta la biblioteca del piso en el que estábamos cuando ella confirmo que se dirigía a ésta antes de encontrarse con Akemi.
—Desde aquí puedo sola —Avisó en las elegantes puertas de nuestro destino.
—¿Segura?
—Sí, ya me siento mucho mejor. Gracias.
—No me agradezcas, solo ten cuidado.
Nos sonreímos una última vez y cada una fue por su lado. La lluvia seguía azotando los grandes ventanales como había predicho y no me permitía pensar cuanto tiempo pasó desde mi salida del Host Club hasta ahora. Por alguna razón mi deseo de cobijarme bajo los acolchados de mi cama seguia posponiendose.
Y supe que seguiría siendo así cuando en las puertas de ingreso al Instituto se encontraba Ken Isomu de brazos cruzados. Había decidido ignorarlo varios metros atrás pero cuando intente pasar por su lado de alguna forma me esperé su reacción.
—¿A dónde crees que vas? —Preguntó estirando uno de sus brazos frente a mi para impedirme el paso.
—A mi casa —Respondí sin pensarlo demasiado ¿Qué le importa a él?
—Me refiero a que me estabas ignorando.
—No creí que estuvieras esperando por mí —Me hundí de hombros con desinterés.
¿Alguien podía caerte mal de un día para otro? Porque estaba pensando que la respuesta era un sí.
—Akemi me pidió hablar contigo antes de irme.
Ah, ya, el supuesto mensaje en la salida del lugar. Estupendo.
—No tengo ganas de hablar en este momento —Confesé e intente volver a pasar de él—, quizás en otro mom-
Mis palabras quedaron al aire cuando los dedos de Isomu se enroscaron en mi antebrazo derecho al intentar sobrepasarlo y sacando fuerzas de no sé dónde me empujó hacia la pared más cercana a nosotros.
—Auch —Me quejé por lo bajo trás el golpe que recibió mi columna.
—No me puedes ignorar —Habló poniéndose frente a mí—, nadie me ignora.
Mis ojos chocaron con los suyos en la confusión ¿Quién era este chico? Isumo jamás se había comportado de aquella forma conmigo en el pasado. Pero este Isomu tenía cierta oscuridad en los ojos que no había visto antes.
—¿Qué te ocurre? No vuelvas a hacer eso, me dolió —Le reprendí separándome de la pared con claras intenciones de irme de ese lugar.
—Tú te quedas hasta que yo te lo diga —Masculló volviendo a empujar mi cuerpo hacia el mismo lugar.
—¡Que dejes de hacer eso! —Exclamé frustrada ante la clara diferencia de fuerza entre ambos.
—Entonces quedate quieta y escucha lo que voy a decir —Demando con serenidad y la expresión en blanco.
—Estas demente —Opiné tratando de escapar por uno de mis lados pero él fue más rápido y sus dos manos golpearon la pared a ambos lados de mi cabeza para encerrarme por completo.
—No le vuelvas a hablar de esa forma a tu prometido, puede molestarse —Ronroneó con cierta diversión en su voz ronca.
—Ya dejame tranquila —Pedí cansada de la situación—, dime lo que tanto quieres decir y vete de una buena vez.
Su rostro se tornó en una expresión en blanco que me ponía los pelos de punta y sus ojos oscuros me examinaban en busca de reacciones.
—Akemi me comentó que te portaste mal —Expresó con la voz plana a la vez que se inclinaba un poco sobre mí—, piensa que estarías necesitando un poco se disciplina.
—No me interesa lo que piense tu hermana.
—Yo estoy de acuerdo con ella.
—Tampoco me interesa lo que pienses tú.
Las palabras que se escaparon sin pensar de mi boca parecieron molestarle por la forma en que su entrecejo de frunció y su mandíbula se endureció. No voy a negar que sentí un escalofrío surcarme todo el cuerpo por el temor que me generó su expresión.
—Debo irme —Murmuré queriendo huir de allí.
Apoyé las manos sobre sus hombros en un intento de alejarlo de mí para poder irme de una buena vez por todas pero él no parecía querer colaborar conmigo. Al hacer un poco más de presión en su cuerpo para separarlo de mí una de sus manos se despego de la pared para tomarme ambas muñecas con fuerza.
—Aún no terminé —Declaró con cierta molestia en su voz.
—Me haces daño.
—Quizás así aprendas a respetar a tu futuro esposo.
Me quedé de piedra al oírle decir eso y no pude evitar la sensación de miedo gobernarme por completo.
Sacudí mis brazos intentando zafarme de su agarre pero fue en vano, su fuerza era mayor que la mía y lo comprobé aún más cuando ejerció un poco mas de presión en mis muñecas a la vez que las elevaba por encima de mi cabeza. Me sentía inmovilizada.
—¿Vas a seguir resistiéndote? —Susurró con cierta diversión oscura cerca de mi rostro.
—Alejate —Llegué a formular con dificultad.
—¿Debería tomar eso como un sí?
—Dijo que te alejes —Habló con autoridad una nueva voz.
Mi vista se dirigió al lugar de dónde provino aquella voz que tanto me gustaba oír hasta encontrar a Honey a pocos pasos de nosotros. La sonrisa de siempre ya no estaba y aunque su pose demostraba estar calmado las dagas que lanzaba por sus ojos podían hacer entrar en terror a cualquiera.
—Vaya, vaya, pero si es el conejito del Host —Canturreó Isomu con burla— ¿Acaso no te dijeron que es mala educación meterse a conversaciones ajenas?
—Suelta a Aiko-chan —Demandó el rubio con un tono de voz que no había escuchado en él hasta ahora.
—Honey-senpai —Susurré por la sorpresa de verle ahí, ayudándome. Casi podía jurar que mis latidos aumentaron al solo verle.
—Puedo estar con ella todo lo que quiera —Expresó con soberbia el Ken—, es mi prometida.
Y como si le divirtiera mi incomodidad y la mirada amenazante del rubio, se alejó de mi lo suficiente para pasar uno de sus brazos por mi espalda haciéndome chocar contra su pecho en una especie de abrazo.
—Ya déjame —Me quejé empujándolo un poco aprovechando su distracción.
—Ven, Aiko-chan —Llamó Honey juntando nuestras manos y llevándome trás él.
—Bien, bien —Dijo Isomu alzando las manos como si no hubiese hecho nada—, me iré. Pero a ti te veré en otro momento, Aiko —Clavó sus ojos en mí unos segundos—, a solas.
—Ya vete —Le apuró Mitsukuni apretando un poco mi mano, pero fue más de una forma reconfortante.
El castaño nos miró a ambos una última vez antes de desaparecer de nuestra vista.
Suspiré sintiendo mis músculos relajarse al saber que se había ido. Aunque el hecho de que mi mano siga entrelazada a la del mayor me ponía nerviosa de todas formas.
—¿Estás bien, Aiko-chan? —Preguntó después de unos pocos segundos en silencio.
—Estoy bien, gracias —Asentí concentrándome en sus ojos preocupados—. Pensé que ya todos se habían ido.
—Bueno... —Sus mejillas se tiñeron de un rosado encantador al oírme—, vi que aún estaba tu limusina en la entrada y pensé que quizás algo te había ocurrido.
—Gracias por preocuparte por mí —Sonreí sintiendo mi sonrojo aparecer también.
—Hay un lugar que te quería enseñar, Aiko-chan —Comentó sorprendiendome ¿A mí?— ¿Te gustaría acompañarme?
—Claro, Honey-senpai —Acepté consumida por los nervios.
Una sonrisa enorme apareció en su rostro y sin perder más tiempo corrió por uno de los pasillos llevándome de la mano.
A tí te acompañaría hasta el fin del mundo.
Pasaron varios minutos en los cuales no nos detuvimos, nuestros pasos se sincronizaban en cada pisada y las risas infantiles que soltaba Honey lograban hacerme sonreír por el sentimiento agradable que me generaba en el pecho. Y así cruzamos gran parte del edificio hasta llegar a un pasillo exterior, lo único que nos cubría de la lluvia era el techo, y se detuvo en medio de este enfrentándome. Estábamos frente a frente.
—¡Mira, Aiko-chan! —Exclamó con entusiasmo señalando a uno de nuestros lados.
Seguí el camino de sus dedos y mi interior vibró por las vistas del lugar. A un lado de nosotros se alzaban metros y metros de flores, de todos los tipos y colores ¿Trabajo del club de jardinería? No lo sabía, pero nunca había visto un lugar tan bello y colorido como aquel. La lluvia aún era potente y eso parecía darle un toque aún más hermoso a los pequeños seres vivos frente a nosotros.
—¿Te gusta?
Mi corazón iba a mil por hora.
—Claro, es bellís- —Mi boca enmudeció cuando al voltear a verle me observaba con una sonrisa tímida, sus ojos brillantes, los mofletes de un rosado intenso y entre sus manos una flor. Una rosa rosa para ser más específica.
Me tendió la rosa con lentitud pero cuando alcé la mano para tomarla la alejó de mi con rapidez.
—Si la quieres, ven a buscarla —Y con eso dicho, corrió fuera del pasillo sin importarle la lluvia que ahora caía sobre su cuerpo empapandolo.
Lo miré atónita varios segundos ¡Se iba a enfermar! Pero al verlo bajo la lluvia, con el agua goteando de su ahora aplastado cabello, con una sonrisa alegre y divertida y su mano esperando en alto con la rosa en ella no me resistí.
Y corrí hacía él.
Para cuando tomé la rosa entre mis manos, rozando sus dedos por accidente, ya ambos estábamos mojados de pies a cabeza y nos sonreiamos como un par de tontos. Tomó mi mano libre entre las suyas y una corriente cálida me invadió.
—¿Sabes por qué te regalo la rosa? —Preguntó haciéndome negar un par de veces con la cabeza—. Las rosas rosas me parecen muy bonitas, casi tan bonitas como tú, Aiko-chan.
Creo me voy a desmayar ¿Acaso había oído bien? Supongo que sí debido al color rojo intenso que había tomado su rostro por completo.
¿Qué se supone que responda a eso?
Y al ver que las palabras no salían de mi boca mi cuerpo decidió actuar con acciones. Mis pies se acercaron a él a pequeños pasos hasta que nuestros cuerpos casi se tocaron, mi rostro se acercó al suyo ante el destello espectante de sus ojos y lo besé.
Nuestros ojos se cerraron al mismo tiempo cuando mis labios sintieron los suyos, eran suaves y con un sabor dulce. Eran los labios dignos de alguien como él. Solo fueron un par se segundos antes de separarme pero cuando nuestras bocas dejaron de tocarse el volvió a unirlas una y otra vez, dándome tantos besos que perdí la cuenta de ellos y de todo lo que nos rodeaba.
Sus besos eran tiernos e inocentes.
—Me gustas, Aiko-chan —Habló entre los pequeños besos que no dejaba de darme.
—Y tu a mi, Honey-senpai —Admití.
Le sentí sonreir sobre mis labios antes de dar un último beso y rodear mi cuerpo en sus brazos con fuerza. Nuestras frentes se tocaron y allí, abrazados bajo la lluvia luego de los besos más lindos que podría haber recibido y nuestra confesión, conectamos miradas con grandes sonrisas ocupando nuestro rostro.
Okaa-san, la lluvia acaba de tomar otro valor para mí.
Autora:
¡Uff, demasiadas cosas para solo poco mas de 2600 palabras!
¡Espero que les guste el nuevo capítulo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro