xxii. courage
Hayley miraba la esfera de cristal entre sus manos con atención: no era ni muy pequeña, ni muy grande, pero sí algo pesada. Podría decirse que encajaba perfecto en sus palmas, podía notarlo mientras esperaba impacientemente que surgiera algo de ella. Ella nunca había tomado la clase de Adivinación cuando acudió a Hogwarts, jamás se había arrepentido de ello después de escuchar a Draco quejarse cientos de veces de lo loca que estaba aquella profesora, mas sin embargo, en ese momento lo hacía. No sabía que demonios hacer con aquella profecía.
―Si te quedas mirándola como tonta el resto del día, no creo que logres algo.―se burló Theodore desde el marco de la puerta, ganándose una mala mirada por parte de Hayley.
Theo rió una vez más y se acercó a ella, tomando un lugar a su lado en la cama.
―No tengo ni la menor idea de qué hacer con esto.―confesó Hayley dejándose caer en su hombro.―No entiendo cuál es el objetivo de papá.
―Tal vez debas de concentrarte un poco más.―recomendó.―Y no solo pasarte horas mirándola como si fuera solo una bola de vidrio.
―Es lo que es.―frunció el ceño.
―Somos magos, Hayley, magos.―rodó los ojos.―Demonios, ¿sigues pensando como un muggle, acaso?
―Te recuerdo, Theodore, que el inútil sin varita sigues siendo tú.
―Bien, bien.―aceptó rodando los ojos mientras se ponía de pie y se acercaba a la salida.―Te dejo para que razones, sueles tardar en hacerlo.
―¡Locomotor mor...!―pero el hechizo de Hayley rebotó en la puerta de la habitación, provocando el más mínimo estruendo.
Hayley gruñó con frustración, apretando el cristal entre sus manos y rodando en la cama para quedar boca abajo, maldiciendo en voz baja. La miró fijamente un vez más y tomó aire profundamente para tranquilizarse, cerró sus ojos y se concentró.
La concentración era algo que había aprendido con Killian en alguna de esas clases donde él solía escabullirse en el castillo para enseñarle un poco más de las Artes Oscuras. El problema era que, después de aprenderlo, Hayley no se preocupó por ponerlo en práctica.
Apretó los ojos y se forzó a visualizar un poco más, ahora las pequeñas imágenes comenzaban a formarse en su cabeza. En aquellas imágenes, ella seguía sosteniendo la bola de cristal, así que decidió enfocarse en eso.
La delgada línea entre seguir concentrándose, mantener la visualización pero al mismo tiempo tener que dejarse llevar, la estaba carcomiendo poco a poco, podía sentir cómo comenzaba a desesperarse. Finalmente, soltó un suspiro, esperó un poco, y en ese instante, todo se nubló. No solo su vista, si no también sus oídos; parecía que el momento se había pausado y todo se volvió negro.
Abrió sus ojos esperando volver a ver aquella bola de cristal, pero lo único que pudo reconocer fueros los pasillos de Hogwarts. Se encontraba en un lugar alejado y alto, ella de verdad no podía entender lo que hacía ahí, más que observar.
Fue entonces que el patético y desalojado pasillo fue ocupado al fin, una brillante cabellera azabache caminaba desubicada en él. Perdida, sin rumbo. Le tomó unos cuantos segundos reconocerse a si misma, se sentía igual de confundida que aquella Hayley a mitad del pasillo.
Sin embargo las cosas comenzaron a tomar sentido, pues Hayley recordó al fin el rumbo que su otro yo estaba tomando. Reconoció el aula y lo que había pasado en ella, y sin más preámbulos, se siguió a si misma.
La profesora Trelawney nunca se había visto tan desesperada y fuera de sus cables como en ese momento y desde esa perspectiva: recorría el aula en círculos, incluso podía verse temblar un poco y murmuraba las palabras que Hayley había tenido que aprenderse de memoria.
Proveniente de un error del Señor Tenebroso
Su verdadero final se acerca
Pues ha elegido al equivocado.
Con las agallas de los que han muerto en sus manos
El Señor Tenebroso será derrotado por el heno.
Como su opositor
Posee algo que él no conoce
Aunque es más de una cosa la que pueden tener en común.
Entonces, como si fueran recuerdos borrosos, los sucesos comenzaron a aparecer en su cabeza.
Comenzando con imágenes que ella ni siquiera debía de recordar, pero gracias a los dementores podía hacerlo. Podía escuchar aún los gritos de Lily, su adorada madre, luchando por la vida de Harry, su hermano, en el piso superior, mientras en su cerrado campo de visión el cuerpo de James Potter, su padre, caía de golpe sobre ella, siendo asesinado por la espalda sin poder defenderse ni a él, ni a su hija.
Hayley sintió una punzada en el pecho ante lo inesperado que fue aquello, sin duda la muerte de su padre era una herida que jamás podría cerrar. James Potter viviría siempre con ella; en su sentido del humor; su manera de ver la vida; en su cabello azabache, en sus ojos avellana y en sus anteojos perdidos en el algún lugar del ministerio. No importaba que ahora su nombre estuviera acompañado de otro apellido, porque lo Potter siempre estaría dentro de ella. Y aunque probablemente tardarían un poco más en volverse a encontrar, Hayley Jillian siempre seguirá siendo la favorita de James.
Como si hubiera una cámara rápida dentro de su cabeza, el recuerdo cambió. Y cuando Hayley estaba a punto de apartarse las lágrimas que habían caído, la nueva imagen la derrumbó por completo.
Hayley se arrodillaba junto a Harry y a Neville Longbottom en el ministerio, este último parecía haberse lastimado una pierna, o algo que le evitaba caminar. Ella estaba dispuesta a ayudar al castaño, pero había algo que la inquietaba más que eso. Por supuesto que ella no iba a dejar que Sirius Black luchara en duelo con Bellatrix Lestrange, no por el mismo. No podía dejarlo solo y arriesgarse a perderlo a él también.
Entonces corrió. Corrió a interponerse y a defender con lo que nadie se metía, su familia.
Por evidente, las cosas salieron mal, porque catorce años después, la escena se repetía, pero esta vez no era el cuerpo de James Potter pero sí el de Sirius Black el que caía sin vida sobre ella para salvarla una vez más.
Y esa ocasión, Hayley se rompió más.
La vida de dos de sus figuras paternas tomaban peso en su espalda, aún cuando las personas que la amaban trataban de convencerla de que aquellos sucesos no eran culpa de ella. Hayley agradecía el intento, pero mientras ella lo siguiera creyendo, las palabras eran en vano.
Eventualmente, gracias a Merlín, Salazar, un montón de espíritus extraños, Orion, Draco Malfoy, Blaise Zabini, Theodore y Killian Nott, Hayley comenzó a entender que no era su culpa, y lo más importante, el por qué.
Por tercera vez, la imagen cambió y el corazón de Hayley se encogió por completo, porque en esa escena, su mano se entrelazaba con más fuerza que nunca con la de Theodore por debajo de la mesa.
Malfoy Manor de por sí ya era un lugar triste y tétrico, pero cada recuerdo de ese día lo hacía peor.
La mirada que Draco y Theodore tenían antes de abandonar el comedor, siguiendo al que próximamente se convertiría en su amo, su señor, al que deberían respetar y acotar todas sus ordenes, viviría por siempre en su mente, porque Hayley creía que difícilmente lo olvidaría.
Aquel día, Draco, Theodore e incluso Killian, habían perdido algo de ellos. Y por consecuente, Hayley también.
Cuando Hayley se sintió lo suficientemente exhausta como para continuar recordando las tragedias a lo largo de su vida, Harry apareció en la escena y casi quiso bufar.
Literalmente lo que faltaba.
Contrario a lo que se esperaba, el Harry frente a ella debía tener alrededor de siete años, mucho tiempo antes de que ambos cumplieran once y que Hagrid llegara a romper la puerta de un bote a media noche mientras los Dursley intentaban huir de la magia.
El pequeño Harry tomaba la mano de la pequeña Hayley, ambos apretando con fuerza sus ojos para no dejar caer sus lágrimas. Tío Vernon acababa de culparlos por romper un costoso jarrón de tía Petunia que, sin embargo, era Dudley el culpable, aunque Vernon jamás iba a creerles. El castigo era perder la cena de aquel día y pasar unas cuantas noches sin salir de la alacena, tal vez, para la edad actual de Hayley no era para tanto, pero en ese momento, eran solo niños, niños asustados por los gritos de su tío y sintiendo nada más que el odio de su parte.
Aunque Hayley no entendía muy bien el propósito de la imagen de Harry dentro de sus recuerdos, dejó pasar al siguiente. El Hogwarts Express y su primer encuentro con Ronald y Hermione. Hayley negó rápidamente y la escena cambió a un par de horas más adelante: Harry James siendo seleccionado para Gryffindor y Hayley Jillian para Slytherin, ambos conformes con las casas a los que habían sido sorteados.
Sin embargo, los problemas se habían desatado después, tal y como se mostraba en la siguiente escena. Hayley caminaba por el vestíbulo, justo antes de entrar al Gran Comedor; con una sonrisa burlona chocó su brazo con el de Malfoy para empujarlo, terminando por soltar una carcajada mientras el rubio platinado solo rodaba los ojos y maldecía el apellido Potter una vez más en ese día, arreglando su túnica mientras Hayley pasaba de largo al gran salón.
Era usual para ella -y para todos- sentarse en la mesa de Gryffindor junto con Harry, Ron y Hermione, a veces con los gemelos, con Ginny e incluso con Neville. No era difícil para ella relacionarse con los amigos de su hermano, en cambio, tener la completa atención de él, sí que lo era.
El trío cuchicheaba entre ellos, parando de golpe en el mismo momento que Hayley tomó lugar frente a ellos alzando una ceja y tomando una manzana verde para el desayuno. No pudo evitar notar el libro gigante que Hermione traía con ella.
―Me gusta leer libros grandes.―aclaró Hermione con una sonrisa que ella juraba parecer convincente. Harry torció el gesto.
―Podemos confiar en ella.―dijo en voz alta, pero especialmente dirigido para Ron y Hermione.
―Estoy enfrente, idiota.―terminó por bufar Hayley.
―¿Sabes algo sobre la cámara de los secretos?―se atrevió a preguntar Hermione, temerosa.―El profesor Binns nos habló algo de ella en la última clase. Según dicen, Salazar Slytherin fue él quien introdujo la cámara al castillo, y también es él el fundador de tu casa, así que, tal vez sepas algo de ello.
―¿Qué?―dijo Hayley tras soltar un bufido.―Mione, de verdad, ¿me ves como alguien que se tomaría enserio lo que dice el profesor Binns? ¡Es un fantasma! Sus recuerdos seguro son tan transparentes y borrosos como él.
Hermione suspiró con cansancio, miró hacía Harry de una manera extraña y hundió las narices en el gran libro ahora en sus manos.
―Bien, Hayley.―Ron tomó aire, y apoyando sus codos sobre la mesa, inclinó su cuerpo hacia Hayley.―Basta con rodeos. Tú lo conoces mejor que todos nosotros, quiero decir, compartes casa con él, ¡incluso convives con él!, así que debes de saber algo... o al menos, tener una idea... así que dinos, ¿qué planea el padre de Malfoy con abrir la cámara de los secretos?
Hayley parpadeó una, dos y quizá tres veces antes de soltar nuevamente una carcajada, haciéndola soltar la manzana en su mano para golpear la mesa, intentando de alguna manera regular su respiración. Cuando su risa paró, Hayley limpió la lágrima que quiso deslizarse por su mejilla y negó al mirarlos, regalando una extraña sonrisa hacia Harry.
―Ustedes de verdad son tan tontos para creer que el padre de Draco no es lo suficientemente cobarde para hacer algo así.―aseguró, dejando salir aun una pequeña risa aún en el fondo de su garganta.
Dejando las risas y las molestas miradas del trío de lado, la escena cambió. Ahora era su tercer año y a penas unas horas antes, Draco Malfoy había sido atacado por lo que él llamaba, un pollo gigante, lo cual verdaderamente era un hipogrifo.
Harry se mostraba frente a ella, verdaderamente molesto. Un poco más y su cara sería de un horrible color rojo como el escudo de su casa.
―¿Todo bien, Harry?―preguntó Hayley a final de cuentas.
―Oh, no sé, tú dime. ¿Te suena algo como casi despiden a Hagrid por culpa de tu amiguito Malfoy? ―bufó molesto.
―Hey, eso no fue mi culpa.―se encargó de asegurar.
―Oh, por supuesto que no lo fue.―ironizó el azabache.― Pero tampoco te molestaste en visitar a Hagrid para ver cómo estaba, en cambio, estabas muy ocupada con Mal...
―¡BASTA!―gritó Hayley, harta de la situación.―Hoy no tengo ganas de soportar tu mierda. Nos vemos después, James.
Desde ese momento, podía notarse como su relación comenzaba a deteriorarse, eran tan pequeños aún...
Y de igual manera, mientras Hayley se alejaba, la escena volvía a cambiar.
Esta vez, eran horas después de la muerte de Sirius.
Con solo reconocer la oficina de Dumbledore, Hayley quiso mandar todo al carajo y olvidar ese momento para siempre. Las palabras de ese día, aunque ella las había guardado muy en el fondo, aún dolían.
―Basta, Harry.―pidió en un hilo de voz, pero apenas y fue audible.
―¡¿Pero qué es lo que pensabas?!―lo escuchó exclamar.
Como única respuesta, Hayley se encogió en su asiento, la escena no podía dejar de repetirse una y otra vez dentro de ella. No le parecía creíble que él ya no estuviera ahí.
―¡Te lo dije antes de entrar!―el grito la sacó de sus pensamientos.―¡No estás lista para eso! ¡No sabes pelear, no sabes hechizos! ¡Lo único que sabes es pensar en ti!
Hayley alzó la mirada y se abrazó a sus piernas, y sin más, continuó escuchándolo con atención.
Pero oh, él estaba tan ocupado dando mil vueltas a la habitación, gritando incoherencias y sin pensar más de dos veces lo que decía, ¿cómo iba a notar el impacto que sus palabras causaban en el destrozado rostro de su melliza?
―¡Sirius daría cualquier cosa por ti!―continuó, aún entre gritos. Ella se preguntó si no le dolería la garganta.―Y tú lo único por lo que te preocupaste es demostrar algo que claramente no eres. ¡¿Sabes lo que debería estar pensando papá de ti?!
Y ahí estaba de nuevo la punzada en el pecho.
―Que acabaste con la vida de su mejor amigo, ¡felicidades, Hayley! Si no fueras tan terca, esto no hubiera pasado y Sirius seguiría con nosotros.
A pesar de cada palabra, Hayley sabía que a Harry le dolía. Per aún así, jamás le dolería como a ella.
―NO ERES UN HÉROE.―recalcó.―Y lo que sea que intentabas hacer, adivina qué, ¡NO AYUDÓ!
Ya cansada, Hayley solo podía esperar el final de sus recuerdos, porque estaba segura que ella no extrañaba así de tanto la voz de Harry retumbando en sus oídos.
Lo siguiente, fue la carta que recibió por su parte cuando Hayley fue nombrada oficialmente una Nott, después de pasar algunos meses viviendo con ellos.
Adoptada, eh. Vaya, al menos espero que la estés pasando bien con una familia de mortífagos mientras yo me pasaba encerrado en Privet Drive con los Dursley. [...]
Hayley negó. No quería recordar nada más de esa carta, y no podía creer lo mucho que Harry seguramente se había en esforzado por escribirla. Jodidamente increíble.
No podía creer cómo las cosas habían sucedido. Porque un momento lloraban juntos, en otro él juraba que podía confiar en ella pero al siguiente la culpaba por cosas que no estaban en sus manos.
Tanta mierda y Hayley no podía parar de odiarse, más que nada porque una oculta y profunda parte de ella seguía queriendo al menos un poco a Harry, o al menos los buenos recuerdos que tenía con él.
Recuerdos cuando aún no eran más que simples niños intentado sobrevivir al lado de sus insoportables tíos, conocer sobre la magia juntos, reír, bromear, apoyarse, entenderse... todo antes de que supieran la verdad tras de todo, quién era Lord Voldemort y lo que quería.
Sin querer culpar a uno u otro, Hayley siempre culparía a Voldemort, porque de no ser por él, todo sería tan diferente... tan diferente que ni siquiera podía ver las cosas de una manera ajena a lo que pasaron.
Con las agallas de los que han muerto en sus manos
El Señor Tenebroso será derrotado por el heno.
Con este últimas palabras golpeando en lo más profundo de ella, por arte de la magia y el humo, todo a su alrededor volvió a desaparecer, trayendola de una vez a la realidad, pero esta vez, el recuerdo y los sentimientos estaban más frescos que nunca. Era como si todo tomara sentido.
Estaba lista para cualquier cosa que se acechara.
―¡Hayley, no creerás lo que Lena hizo para el almuerzo!―se escuchó el grito de Blaise desde el piso inferior.
Un poco más tarde, Hayley se encontraba saliendo de la ducha. Después del almuerzo, prácticamente había corrido a tomar un baño, ya que tenía que comenzar a preparase para lo que sea que Draco tenía planeado.
Y sobre él, no tenía ni idea.
Acordando a Theodore, había salido en algún punto de la mañana y desde ese momento no había vuelto a la cabaña.
Hayley sólo había podido encogerse de hombros y seguir con lo suyo. Cualquier cosa de lo que Draco planeaba, tenía el leve presentimiento de que no la decepcionaría.
Sin querer perder el tiempo, se vistió únicamente con ropa interior y una bata de seda para comenzar a maquillarse. No era un secreto realmente que Hayley no sabía mucho de aquello. No había aprendido nada de Petunia y en esos momentos no estaba Cho para aconsejarla, lo cual le parecía algo frustrante.
De todos modos, agradecía ser una persona sencilla y no sentirse en la necesidad de llenarse la cara con productos extraños que en lo absoluto sabía usar, porque en otro caso se volvería loca.
Aplicó mascara de pestañas, un poco de iluminador y la sombra más delicada que encontró la aplicó sobre sus parpados, terminando con delineado sencillo y algo de labial.
Se sentía lista, pero faltaba el vestido.
Draco se había encargado de resaltar un par de veces que tenía que usar específicamente lo que había en aquella caja blanca, y aún así, Hayley no se había dado el tiempo de abrirla y ver su contenido.
Su sorpresa fue al abrir la caja, lo primero que vio fue un par de tacones dorados colocados delicadamente sobre una pieza fina de papel blanco. Hayley lo hizo de lado para poder revelar finalmente lo que tanto ansiaba.
El vestido no era nada que ella esperaba, pero era perfecto. Claramente Malfoy conocía cada uno de sus gustos y las maneras en las que le gustaba adaptarlo. Eso siempre era un buen detalle de parte de Draco, y él sabía que ella lo notaba. Tomó entre sus manos el vestido para verlo con más detalle, extendiéndolo sobre la cama. La prenda era de un distintivo color beige pero al mismo tiempo era un tono tan suave que podría destacarse sobre su piel; la parte de arriba era un corset con un delicado escote de corazón y delgados tirantes blancos, sin olvidar el pequeño detalle en el escote de un pequeño listón hecho un moño; mientras tanto la parte de abajo llegaba seguro hasta los tobillos y era un tanto holgado.
No dudó mucho en comenzar a vestirse, desprendiéndose de la bata y sin querer perder más tiempo. No podía evitar sentirse encantada el respecto e incluso más emocionada de lo que se encontraba antes, de alguna manero u otra, Draco Malfoy siempre lograba sorprenderla.
Hayley se miró frente al espejo de cuerpo completo frente a su habitación cuando había terminado de arreglar su cabello y colocado sus zapatos. Admiró el contorno de su figura y después de un rato bufó. Había un par de veces que a Hayley no quería darle relevancia, pero aún así no podía evitar darles algo de atención a las múltiples heridas en sus brazos, piernas, incluso algunas en su cara y cuello que bajaban hacia su torso.
Dos toques se hicieron sonar en la puerta, aún así sin apartar la mirada su mirada de espejo, murmuró un pequeño adelante. Sin prisa, escuchó como la puerta se abría y por el mismo reflejo observó como Elena se introducía poco a poco en la habitación. A través de él, Hayley le regaló apenas una diminuta sonrisa.
―Theodore me pidió que te avisara que ya casi es hora.―murmuró la rubia.
―Genial.―murmuró de regreso Hayley.―Gracias, Lena.
―¿Te encuentras bien?―preguntó la mujer. Hayley asintió brevemente, pero luego negó.
―¿Las marcas están mal?―señaló sus brazos, girándose hacia Lena.
―¿Por qué estarían mal?―alzó una ceja hacia ella, dando un paso.
Hayley se encogió de hombros, volviendo nuevamente su vista hacia el espejo.
―La única cicatriz que he llevado aparentemente toda mi vida se encuentra en mi espalda, oculta de todos.―volvió a encogerse de hombros.―Estas me dan completamente igual, solo es extraño tener algo que mostrar.
Lena colocó sus manos en sus hombros detrás de ella, y le sonrió con cariño por el reflejo.
―Todo saldrá bien.―aseguró.―Y te ves preciosa de esta y todas formas, no tengo dudas.
―Gracias, Lena.
―Bien, creo que alguien te espera abajo.―guiñó un ojo hacia ella antes de salir de la habitación.
Suspirando, Hayley terminó de arreglar cualquier imperfección, roseó algo de su colonia en su cuerpo antes de tomar su varita e imitar a Elena. Apenas en el pasillo, Hayley chocó con Blaise.
―Gracias a Merlín que te encuentro.―suspiró de alivio, como si el hecho de que vivían en el mismo lugar no fuera un factor.―Toma, tienes esto de parte de Chang.
Cuando Hayley estaba a punto de agradecerle la entrega, Blaise dejó a relucir su preocupación.
―Por curiosidad, ¿no has tenido algo de contacto con Jason? No ha contestado mi carta de ayer, debió llegar hoy por la mañana.―con confusión, Hayley alzó una ceja.
―Envió algo hace unos días.―Hayley asintió.―Pero hasta ayer respondí. ¿Cuál es el apuro?
Blaise negó.
―Debo de estar volviéndome loco.―se rió de él mismo.―Por cierto, ¡te ves preciosa! Espera a que Theo te vea y por seguro que bloquea todo el bosque.
―Gracias.―ironizó Hayley, soltando una risa. Blaise la imitó antes de entrar a su propia habitación, dándole algo de privacidad para leer la cara de Cho.
Hayley.
Me encuentro tomando un tren camino a Londres, esta noche por seguro estoy volviendo al mundo mágico.
No sé qué tan consiente estés, pero las cosas... están mal. Muy.
He recibido un mensaje de Longbottom, están planeando volver a juntar al Ejercito de Dumbledore que Harry organizó en Hogwarts.
No sé qué tan grave sea esto. A decir verdad, me aislé lo suficiente como para estar casi completamente desinformada.
He escrito a Jason esta mañana. No ha respondido pero ten por seguro que él también debe estar en camino, no dudo de él.
Lo que sea que a esto lleve, espero que estés bien, Hayley.
Mantente a salvo o ya no tendré a quien cocinarle recetas muggles.
Te quiere, Cho.
Hayley suspiró, un escalofrío recorriendo sus hombros casi en automático. Regresó únicamente a su habitación a dejar la carta y después de eso, bajó al piso inferior.
Theo se encontraba en uno de los sillones, jugando por él mismo a los naipes explosivos. Frente a él, Lena leía una revista posiblemente muggle. Al sentir su presencia, ambos alzaron su mirada hacia ella y sonrieron.
―Afuera.―señaló Theodore con su mandíbula hacia la puerta, luego volvió a lo suyo.
―Los veo más tarde.―anunció Hayley antes de salir.
Las copas de los árboles se movían a su alrededor, al mirar al cielo, Hayley no pudo evitar notar lo gris y oscuro que este se veía, trayéndole una mala sensación al instante. Sin querer dejarse llevar por sus pensamientos negativos, Hayley caminó unos pasos más hasta divisarlo frente a ella.
Recargado en el tronco de un árbol, vestido con un traje completamente negro y la mirada perdida, Hayley se burló en voz alta para hacerse notar.
―¿Estás listo o planeas ver la tierra hasta que anochezca?―fue lo que dijo.
Draco rodó los ojos, recomponiendo su postura y arreglando el cuello de su traje. Enfocando a su mirada hacia ella, sonrió al acercarse.
―Estás deslumbrante.―alagó mientras colocaba sus manos en su cintura. Y después de eso, ambos desaparecieron del bosque.
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fecha de publicación: ₁₁/₀₅/₂₀₂₁
- sin editar -
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