xxi. crystal ball
Resultaba difícil -más que nada para Theodore- tratar a Draco como normalmente lo hacía después de la semana anterior. Las cosas entre ellos no relativamente bien y para ellos el hecho de ignorarse mutuamente parecía ser una de sus mejores opciones.
En el desayuno, Killian se encontraba más callado de lo normal, comiendo en silencio un paquete de galletas con la mirada perdida en la mesa. Sorpresivamente, nadie hablaba; solo podían escucharse molestos sonidos de fondo a los que todos hacían caso omiso, como los cubiertos chocando y resoplidos de vez en cuando del parte de Theodore.
Alzando una ceja, Hayley codeó a Blaise en busca de alguna respuesta, pero el moreno tampoco tenía ni idea de lo que pasaba con el mayor, así que se encogió de hombros. Theo negó dejando en claro que no tenía ni idea y a los segundos Draco lo imitó.
―¿Papá?
Por lo que pareció un largo tiempo, hubo un nuevo silencio. Y cuando Hayley estuvo a punto de rendirse y seguir con su desayuno, Killian por fin pudo formular una oración.
―Lena está embarazada.
No de manera inmediata, las mandíbulas de Hayley y Theodore cayeron en par, sus ojos abriéndose en grande, ambos sin tener muy bien en claro lo que acababan de oír. Draco dio un silencioso sorbo de té para ocultar su sonrisa y esta vez, Blaise no pudo evitar soltar una carcajada.
―¡Eso es asombroso!―exclamó Zabini.
―¿Eso crees?―preguntó Killian confundido.
―Por supuesto que sí.―repuso dándole unas palmaditas en el hombro.
Un silencio más tarde, Hayley fue la primera en hablar.
―Wow.―fue todo lo que dijo.
―¿Y?
―Esplendido.―agregó Theo saliendo de su trance, obsequiándole una cálida sonrisa a su padre.
―Deberías traer a Lena a la cabaña.―opinó Hayley después de un rato, ganándose una confundida mirada de parte de todos.
―Pero...
Hayley se encogió de hombros.
―Estará más segura aquí.―murmuró volviendo con su desayuno.
―Me esperaba otra reacción.―admitió Killian.―Pero mañana por la mañana tendré que volver a Hogwarts.
―Oh, parece que alguien recordó que tiene un puesto ahí.
―No fui yo.―recalcó Killian frunciendo la nariz.―Pero Severus insiste en que debo volver.
―¿Traerás a Lena?―decidió preguntar Theodore.
Killian suspiró.
―Hayley tiene razón, Lena está más segura aquí. Y ahora con el embarazo...―tomó una bocanda de aire.―Esto es una locura, ni siquiera recuerdo la última vez que cambié un pañal, ¿qué hay de ti, Theodore?
―J-jamás he cambiado pañales, papá.―contestó con una mueca.
―Genial.―suspiró Killian con ironía.―¿Qué hay de ti, Hayley?
―Nop, no lo pienses.―dijo de inmediato.
―Dra...
―No.
―¿Blaise?―musitó como si fuera su última esperanza. Y sí, tal vez lo era.
―Estoy seguro que mamá podría ayudarte.―aseguró el moreno para tranquilizarlo.
―Sí, Zhenya me ayudará.―se repitió a si mismo.
―No creo que la tía Zhenya quiera... ¡hey!―se interrumpió cuando Hayley lanzó una manzana hacía él y le dedicara una amenazadora mirada.―Quise decir, la tía Zhenya estará encantada.
Sin Killian en casa, las cosas eran exactamente igual, la diferencia era que en su lugar, se encontraba Lena. No había llegado hace más de dos horas, Killian la había traído y después de unos minutos había desaparecido para volver a Hogwarts.
Lena se encargaba de preparar algo para el almuerzo mientras Hayley solo observaba desde la mesada sin decir palabra alguna, balanceando sus pies con la mirada perdida en dirección a lo que sea que ella hiciera, Hedwig descansaba sobre su hombro izquierdo y Orion solo podía esperar a que algo cayera al suelo.
Distintas pisadas se hicieron escuchar desde las escaleras de la cabaña; no eran nadie más ni nadie menos que Theodore, Blaise y Draco. Cada uno de ellos tenía un semblante extraño que incluso logró sorprender a Lena.
―¿Salen?―preguntó con confusión la rubia.―Deberían comer algo antes de...
―Lo sentimos, Lena.―interrumpió Theo.―Será rápido, lo prometo. Trataremos de estar aquí lo más pronto que podamos.
―Bien.―asintió sin más, volviéndose hacía Hayley.―Supongo que solo seremos tú y yo.
Y cuando Hayley estuvo a punto de devolverle la sonrisa, Blaise interrumpió.
―De hecho, necesitamos llevarla.―hizo saber. La expresión de Hayley cayó; ella nunca estaba incluida en sus salidas, ¿por qué esta vez sí?
―Bien...―murmuró la azabache bajando de la mesada, dejando que Hedwig volviera de nuevo a su jaula y compartiendo una extraña mirada con Elena.
―Recuerda que estás en tu casa.―mencionó Theodore hacia Lena antes de salir de inmediato de la cabaña. Hayley los seguía confundida.
―No estoy entendiendo.―bufó. Theo la ignoró.
―Ustedes vayan por eso, Malfoy y yo tenemos otras cosas por hacer.
―Lo entenderás pronto. Blaise se encargará de explicarlo.―aseguró Draco para después guiñar un ojo en su dirección. Seguido de esto, desapareció junto a Theo.
―Será mejor irnos ya.―apuró Blaise, haciendo que Hayley entrelazara su brazo con el de él.
―No entiendo, Zabini.―bufó molesta.―¿A dónde es que vamos?
―A un lugar que puede no te agrade mucho.―respondió con una mueca.
Y sin esperar otra respuesta, desaparecieron del Bosque de Dean.
Las calles estaban poco habitadas. Había un silencio extraño, muy extraño para ser el exterior. Un ambiente siniestro podía sentirse al rededor; el cielo se encontraba completamente nublado y solo un par de personas pasaban por sus lados, abrigándose a si mismas. Hayley sintió un escalofrío al caer en cuenta que no llevaba la ropa adecuada para salir. Sin más, miró con reproche a Blaise y este masculló algo inaudible antes de mirar dos veces a ambos lados y jalar a Hayley hacia el callejón más cercano.
Con su varita hizo un par de hechizos los cuales Hayley no fue capaz de escuchar, pero lo más seguro era que fuera algún encantamiento silenciador. Cuando estaba a punto de pedir explicaciones, Hayley fue nuevamente interrumpida.
―Toma esto.―indicó Blaise tendiéndole su abrigo.
Sin rechistar, Hayley lo tomó y comenzó a colocárselo, procurando no perder el contacto visual con el moreno, así que este prosiguió a hablar.
―Recién nos comunicamos con Killian. Los tres.
―¿Recién?―Hayley alzó una ceja incrédula.―Estuvo días en casa, ¿y me dices que recién hablan con él?
―Pasaron cosas esta mañana.―suspiró Blaise, volviendo a mirar a ambos lados.―Pero de eso se encargaran Draco y Theodore. Ahora, lo que nosotros haremos...
―Espera, ¿qué cosas pasaron?
Blaise hizo una mueca; era justo el tema que buscaba evitar.
―Me trajiste aquí sin explicaciones, creo que las merezco.―se cruzó de brazos frente a él.
―Robaron la bóveda de Gringotts de Bellatrix Lestrange. Esta misma mañana.
Hayley alzó ambas cejas con sorpresa. Solo podía imaginarse lo loca que se abría vuelto aquella desquiciada mujer al enterarse.
―Quiero que entiendas la gravedad de esto, Jillian.―continuó Blaise y Hayley asintió.―Gringotts es el lugar más seguro de los magos para guardar cosas. Nada sale de ahí. Los duendes mantienes códigos entre ellos. Que hayan entrado a una bóveda... que hayan entrado a la bóveda de Bellatrix... y salir vivos...
―¿Pero de quién estás hablando?―no pudo evitar preguntar, aún sin entender.
―¿Cómo sigues preguntando eso? ¡Por supuesto que fueron Potter, Granger y Weasley!
―Oh.―fue todo lo que pudo murmurar Hayley.
―Escaparon. Y no tengo idea cómo, Killian no dio muchos detalles.
―¿Pero...? ¿En qué momento? ¿Y cómo se comunicaron ustedes con papá?
Blaise bufó y rebuscó algo en su bolsillo, de él extrajo una moneda, nada más que un galeón, solo que aquel, en vez de tener grabada la numeración del duende, en su lugar había pequeñas letras.
―Es un incómodo método de comunicación.―explicó Blaise mientras lo extendía en su mano.―Pero sirve para emergencias como estas.
―Lo recuerdo.―habló Hayley, su voz entrecortada.―El día en que murió Dumbledore...
―Exactamente.―murmuró Blaise, volviendo a guardar el extraño galeón en su bolsillo.―Solemos usar palabras clave, pero esta vez fue diferente. A cada uno dijo algo distinto. Por ahora, Nott y Malfoy averiguaran más lo del robo de la bóveda. Ya deben de estar en Malfoy Manor.
―¿Y qué hacemos tú y yo aquí?
―Acudiremos al Ministerio.―reveló Blaise, rompiendo el hechizo y saliendo del callejón, forzando a Hayley a entrelazar sus brazos.
―¿Qué? No. Te volviste loco, Zabini. Volvamos a casa. Ya.―espetó.
―Jillian, son ordenes.
―Bien, está bien.―asintió tomando aire.―¿Qué es lo que haremos? ¿Podrías ser más específico? No estoy entendiendo nada.
―Profecía. Necesitarás la tuya tarde o temprano.―murmuró Blaise.
Aunque a Hayley le costó su tiempo entender a lo que el moreno se refería, apenas reaccionó tomó fuerza para soltarse del agarre de Blaise de un solo tirón, llamando la atención de las pocas personas que pasaban a su alrededor.
―No.―se negó de inmediato.―No volveré ahí, Zabini.
―Hayley, de verdad no hay tiempo para esto.―insistió Blaise, parando su caminata.―Sé los recuerdos que tienes ahí, pero será rápido, lo prometo.
Hayley negó.
―Lo siento, Blaise, pero no volveré a ese lugar.―declaró antes de dar media vuelta y comenzar a caminar sin rumbo alguno.
―¡Ni siquiera sabes volver a casa!―lo escuchó exclamar, pero Hayley simplemente lo ignoró.
―Escucha.―murmuró Blaise de un momento a otro, su voz agitada mientras la tomaba por los hombros para recargarla contra la pared más cercana. La miro fijamente por unos largos segundos, hasta que, bufando, Hayley aceptó el contacto visual.―Me consta lo que has sufrido, te he visto pasar por ello. Pero no solo he sido yo el que te ha visto, sino también Killian. Y créeme, que no hay nadie en en este mundo que quiera verte sufrir menos que él. Las ordenes vienen de su lado, si esto no fuera necesario, no me habría obligado a traerte aquí, ¿entiendes?
―Pero Si...
―Estaré contigo, recuerdalo.―y sin mas ánimos de pelear, Hayley asintió rendida.―Bien, ahora vamos.
Los pasos de Hayley eran lentos y desganados, y por cada uno que daba, más se arrepentía de lo que estaba por hacer. ¿Tomar su profecía? ¿Acaso no había sido suficiente su esfuerzo por memorizarla completa?
No podía parar de preguntarse si tendría que volver al mismo lugar donde Sirius había muerto, o más bien, donde había dado prácticamente su vida por ella. Recorrer los mismos pasillos, sentirse igual de culpable, recordar cada instante de aquel día...
Entre tantos pensamientos, no cayó en cuenta que ya estaban dentro. Blaise hablaba con un extraño, un hombre al que Hayley jamás había visto en su vida. El agarre en sus brazos se había desecho y ahora sus manos se encontraban entrelazadas; ella jamás pudo descifrar en qué momento pasó aquello.
―... el señor Rutherford lo estará esperando en su despacho, ¿desea que los acompañe?
―Podemos llegar solos.―estableció Blaise, jalando a Hayley para que siguiera su mismo paso.
―¿Quién es Rutherford? ¿Y por qué vamos con él?
―No existe, Killian se lo inventó. Tú solo... camina, ya te explicaré todo luego.
Sin entender absolutamente nada, Hayley vio como Blaise sacaba una pequeña moneda plateada, un sickle. Lo colocó en la palma de su mano libre y dejó que este guiara su camino. Sí, aquel sickle era una especie de guía/brújula.
―Nunca subestimes los trucos de Killian.―había dicho Blaise.
Mientras más se adentraban en el Ministerio, los pasillos comenzaban a sonar cada vez más familiares para Hayley. No pudo evitar sentirse incómoda de solo estar ahí, pero al mismo tiempo recordó que en ese mismo lugar fue su primer encuentro con Killian Nott
Y vaya que Hayley nunca pensó que las cosas podrían terminar así.
Ahora estaban en la Sala de Profecías: un lugar alto, frío y lleno de nada mas que estantes repletos de esferas, aunque muchas menos que la última vez.
Un escalofrío recorrió su espalda y no pudo evitar dar un fuerte apretón a su agarre con Blaise. Ambos compartieron una mirada antes de estirar sus varitas y dejar que una luz desplegara desde uno de sus extremos. Sus pasos eran cautelosos y silenciosos; si alguien descubría que estaban ahí, un montón de cosas podrían salir mal.
―Deberíamos separarnos, así buscamos más rápido.―sugirió Hayley, pero Blaise negó.
―Más de la mitad de profecías que había aquí desaparecieron, buscar la tuya no será algo muy difícil.
―Si tú dices.―bufó Hayley.
Dieron vuelta en unos de los estantes y pasaron unos cuantos más; el tiempo ahí comenzaba a sentirse eterno. Pero entonces, una extraña y reluciente luz iluminó gran parte del siguiente pasillo, haciéndolos llamar por completo su atención.
Hayley pudo sentir cómo una suave y aterciopelada voz la llamaba y sin intentar resistirse, se dejó llevar por ella. La voz era tan tenue que apenas y podía sentir la manera en que se deslizaba por sus oídos.
Aunque confundido, Blaise caminó junto a la azabache. Hayley mantenía sus ojos cerrados, tenía un semblante increíblemente relajado y tranquilo, algo que no era muy común en ella.
Cuando pararon, fue frente aquel resplandor amarillo que incluso ocasionaba algo de picor en sus ojos. Con lentitud, Hayley se acostumbró a la luz y miró aquella bola de cristal de una manera en la que era difícil de interpretar.
―Tómala.―insistió Blaise.―Solo tú puedes hacerlo.
La repisa en el estante estaba perfectamente a su altura, como si estuviera diseñado para ella. Solo había que estirar un poco su brazo, mover unas cuentas esferas más y salir de ahí.
―Estoy nerviosa.―dijo en dirección a Blaise.
―Solo es una bola, Hayley, vamos.
Tomó aire y asintió. La profecía era solo eso: una esfera de cristal.
Estiró su brazo y la tomó entre sus dedos, no sin poder evitar sentir alguna extraña conexión hacía ella, realmente se sentía como suya. Miró la parte inferior solo para alcanzar a leer Hayley Jillian Potter escrito en ella, también algo como S. Trelawney.
―¿Todo en orden?―quiso cerciorarse Blaise. Hayley asintió.―Bien, salgamos de aquí y volvamos a casa.
Regresar a la cabaña fue un completo alivio para Hayley. Theodore y Draco se encontraban de nuevo ahí y Elena los esperaba con galletas, así que sin dudarlo, Hayley tomó una antes de dejarse caer en el sofá.
―¿Y bien? ¿Consiguieron algo?―preguntó para romper el hielo cuando el resto de los chicos se acercaron a la sala de estar, asegurándose de que Lena se encontrara lo mas alejada posible.
―Nada.―bufó Theodore.―No estuvimos más de quince minutos en Malfoy Manor, Narcissa insistió en que nos fuéramos.
―Eso solo significa una cosa.―notó Blaise.
―Sí, que las cosas están siendo un asco y no quieren entrometernos.―finalizó Draco con un bufido, cruzando sus brazos y apartando la mirada.
―Yo no me quejaría.―se encogió de hombros Hayley.―Estamos seguros aquí a final de cuentas, ¿cierto?
―No nuestros padres.―suspiró Theo, y Draco asintió dándole la razón.
―Confíen en Killian.―recordó Blaise. El tono cansado en su voz determinó que no era la primera vez que tenía que recordarselos y parecía más un discurso barato que había tenido que aprenderse con el tiempo.
―Lo dices porque tu madre está segura en un lugar que no está infestado de gente enferma.―gruñó Draco.
Sin embargo, ese tipo de comentarios ya ni siquiera lograban enfadar a Blaise, en cambio, lograba comprender el punto de Draco, teniendo en cuenta que si su madre estuviera en el lugar Narcissa Malfoy y él tendría que estar alejado de ella, su humor no sería el mismo de siempre.
―En fin, iré a dormir un poco más.―bostezó Hayley, comenzando a emprender rumbo hacia las escaleras.
―¿No piensas decirnos lo que sea que hicieron tú y Blaise?―comentó Theo con indignación.
―Tendría que hablarlo con Killian.―intervino Zabini.―Tal vez lo sepan pronto.
Hayley se encogió de hombros.―Los veo más tarde.
Con pereza terminó de subir los últimos escalones, empujando levemente la puerta para entrar a su habitación. Fue entonces cuando notó una extraña caja blanca ubicada en medio de la cama, sobre ella se hallaba un pergamino que Hayley no dudó en tomar, rodando los ojos al reconocer la caligrafía de Draco Malfoy.
Concédeme el placer de llevarte a donde te mereces, yo te guío.
2 de mayo, 15:00.
Tuyo, D. Malfoy.
―¿Qué dices?―susurró Draco llegando por detrás, encargándose de envolver sus brazos en su cintura.
―Espero, y de verdad lo hago, Malfoy.―murmuró Hayley dando media vuelta en su lugar, quedando cara a cara.―Que lo hagas valer la pena.
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
fecha de publicación: ₀₅/₀₄/₂₀₂₁
- sin editar -
qUE BONITO ES VOLVER, EXTRAÑABA ESTO
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