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xv. astronomy tower




maratón 2/2

―Entonces... ¿será hoy?―inquirió Hayley en voz baja, porque la verdad era que había dudado mucho en preguntar aquello. La expresión de Draco decayó notablemente.

―Tiene que ser hoy.―se aclaró la garganta.

―¿Y cómo sabrás...?

―No hagas preguntas.―la calló Draco, a lo que Hayley bufó.―Me las he arreglado por mi mismo.

―Genial.―la azabache alzó las cejas en par.―Creo que iré por algo rápido a las cocinas, hemos perdido la cena.

Draco asintió de acuerdo, aparentemente despreocupado, y siguió en lo suyo. Por su lado, Hayley se apuró a salir de la sala de menesteres, intentando prepararse mentalmente para lo que venía.

―Profesora... ¿Trelawney?―inquirió Hayley al chocar con la persona que conocía por predecir su profecía, aquella mujer de cabello alborotado y grandes gafas.

―¿Te conozco?―preguntó, intentando recordar si la había en algún lado.

―Seguro que no.―se apresuró por responder.―¿Buscaba algo?

―Percibo mucho peligro en ti... ¿Cómo te llamas?

―Yo, eh... Tengo que irme, profesora.

Hayley la esquivó, pero se arrepintió inmediatamente, pues no muy lejos de ella, estaba Harry Potter, y cada vez se acercaba más.

―¿Qué es lo que haces aquí?―inquirió de golpe, tomándola por el brazo cuando pasó por su lado. Hayley se soltó de un tirón.

―Lo que hago o no hago no es de tu incumbencia.―le dejó en claro, para después fingir seguir su camino.

Se ocultó detrás de la horrible estatua de dragón de la que nunca se había podido burlar propiamente y esperó con impaciencia a que Harry y la profesora Trelawney se fueran de ahí, pues tenía que volver con Draco para advertirle. Pero en ese momento, alcanzó a escuchar una parte de la conversación.

Cuando por fin se alejaron lo suficiente, Hayley asomó la cabeza para verificar, y cuando lo confirmó, corrió de vuelta a la sala de los menesteres.

―¿Por qué tan rápido?―preguntó Draco, confundido.

―Me encontré con esa maestra rara tuya, y luego con Harry.―tomó aire.―Van a buscar a Dumbledore.

―Necesito que vuelvas a la sala común.―habló Draco de la nada, con la mirada fija en el piso y las manos en los bolsillos.―Ahora.

―¿Qué? ¿De qué hablas?―le espetó Hayley sin entender.

―Ve y deja esto a Theo y Zabini.―le entregó tres galeones.―Uno es para ti. Ellos van a explicarte.

―Pero Draco...

―Ahora, Hayley.

―Bien.―masculló, apretujando las monedas entre sus dedos.

Hayley corría lo más rápido que sus piernas le permitían, pensando que las mazmorras nunca le habían parecido tan lejanas como en ese momentos. Jadeó la contraseña y entró a la sala común, vagando la mirada en busca de su hermano y su mejor amigo, pero ellos no estaban ahí.

No le quedó más que correr escaleras arriba a las habitaciones de los chicos, y abrió de golpe la puerta que indicaba el nombre de Theodore Nott. Estaba solo.

―¿Pasa algo?―se incorporó de inmediato en la cama al verla tan apurada.―¿Es Draco? ¿Lo logró?

Hayley asintió, tomando aire.

―Me pidió que te diera esto a ti y a Blaise.―le entregó uno de los galeones.

―Oh, sí, eso.―rascó su nuca con incomodidad.―Iré a buscar a Zabini y hablaremos de esto, ¿bien?

―¿Por qué no vamos los dos y no hacemos mas largo esto?―soltó exasperación.―Aún hay que volver con Draco.

―No tardo.―prometió el castaño, antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras él. Tomó en mano su varita y comenzó a recitar el hechizo.―Por favor, no me odies.

Y aunque sabía que no podía escucharlo, lo deseo internamente con todas sus fuerzas. Es por su bien se repitió dentro de él.

Largos minutos pasaban para Hayley en la habitación de su hermano, se le hacía tan eterno que su desesperación estaba saliendo a la luz. Se preguntaba si acaso Blaise estaría dormido o por qué demonios Theo estaba demorando tanto. Cansada de esperar, decidió ir a averiguarlo por si misma.

Pero grata sorpresa se llevó al descubrir que no podía abrir la puerta.

Confundida, intentó una vez más, pero el pomo de la puerta parecía como si estuviera sellado. Hayley bufó molesta, cruzándose de brazos. ¿Cómo no lo supuso antes? No había duda que Malfoy, Nott y Zabini eran unos malditos traidores.

―¡Alohomora!―exclamó por décima vez, pero seguía sin funcionar.

Su mente vagó por cada hechizo y contra hechizo que había aprendido con Sirius y con Killian, hasta que recordó uno.

―Sería una estupidez si... ¡Alohomora duo!―y la cerradura se abrió.―Ojalá estuvieras bromeando, Theodore. Ojalá.

Hayley corrió hacia la habitación de Blaise, pero se encontró con lo que ya sabía, ninguno estaba ahí. No había gente en la sala común cuando bajó las escaleras de caracol ni tampoco se hacía notar algún acto de presencia más allá de las mazmorras, no hasta que puso atención a lo lejos y escuchó el ajetreo que se acercaba.

Y un mal presentimiento la recorrió por completo.

Se acercó cada vez más, reconociendo miembros de la Orden del Fénix, como los Weasley, a Thonks, Lupin y entre otros. Sus ganas de correr a abrazarlos no tardaron en aparecer, pero todos se encontraban luchando con mortífagos; entonces Hayley puso más atención, cayendo en cuenta. Ella apenas se había ido un rato y el colegio ya estaba infestado de las filas de Voldemort, justo como él mismo quería.

―¿Qué mierda crees que haces?―masculló una voz detrás de ella, al mismo tiempo que la tomaban con fuerza de la cintura y la jalaban a lo que reconoció, un aula.

―Mierda, Blaise.―se quejó Hayley, soltándose de su agarre.―Juro que voy a matarlos, a los tres. Pero ahora necesitamos ir con Draco.

Pero Blaise negó.

―Quédate aquí.―indicó.―Mierda, Hayls. Tú no deberías de estar aquí.

―¡La puerta se abrió con un Alohomora duo, Zabini! ¡Alohomora! ¡Eso es patético!

―Ya, ya lo sé. La culpa hace que Nott se ponga tonto.―bufó.―Hayley, tengo que alcanzar a Theo, así que por lo que más quieras, quédate aquí.

―¿Por qué tienes que alcanzar a Theo? ¿Qué es lo que planean?―alzó una ceja.

―Ojalá planeáramos algo.―farfulló Blaise, para luego suspirar, tomándola por los hombros.―Es su obligación como mortífago, Hayls. Demostrar su apoyo al Señor Tenebroso.

―Tengo que ir con él.―replicó de inmediato.―Y también con Draco. Blaise, me necesitan.

―Van a matarme si te dejo en peligro.―le hizo saber, apuntándola con un dedo.―Pero Merlín sabe que tienes razón.

Llegar a la torre de Astronomía, la torre más alta de todo el castillo, fue todo un reto. Había rayos de luz lanzándose por doquier, cientos de exclamaciones y cuerpos caídos. Hayley se sentía inútil, pues Blaise la había obligado a colocarse una de las capas de invisibilidad que Killian siempre llevaba con él, mientras el moreno era el que hacía defensa para ambos. Cuando llegaron a las escaleras, Hayley se despojó de la capa y la guardó lo más rápido que pudo en su bolsillo, mientras Blaise le hacía una seña para que se acercara.

Apenas entrando a la escena, Hayley sintió una punzada en el pecho, todo le parecía realmente deplorable. Draco apuntaba a Dumbledore con su varita, mientras el anciano apenas y podía sostenerse en el barandal, dándole una mala sensación de que en algún momento podría resbalarse. Pero no eran los únicos ahí, estaban los que Hayley identificaba como los hermanos Carrow, hombre y mujer; no muy lejos de ellos estaba Greyback, el hombre lobo; finalmente, rondando no muy lejos de Draco, estaba Theodore.

―¿Qué demonios...?―murmuró el castaño, llamando la atención de los presentes, maldiciéndose internamente.

―Hayley, Blaise, buenas noches. No esperaba verlos por aquí.―saludó cordialmente Dumbledore.

―La verdad es que yo tampoco, profesor.―mintió Hayley por lo bajo, mientras Theo la tomaba por el brazo y le dedicaba una mala mirada a Blaise. Draco no podía poner mucha atención a aquello, aunque internamente se encontraba maldiciendo a los otros tres.

―Hazlo, Draco, o apártate para que lo haga uno de nosotros...―chilló la mujer, pero en ese mismo instante dos presencias más se hicieron relucir, Snape y Killian; el último con varita en mano.

―¿Papá?―inquirieron Theo y Hayley, ambos igual de confundidos.

―Tenemos un problema, Nott.―dijo Amycus Carrow.―Nombraste al chico como tu responsabilidad, y él no se atreve a...

―Killian...―soltó Dumbledore, con tono suplicante.

Su padre no dijo nada, pero avanzó unos pasos y apartó a Draco de su camino. Los mortífagos presentes se retiraron sin decir palabra. El cuarteto de amigos se miró entre sí, ninguno sabía que mierda estaba pasando.

―Por favor... Killian...

Entonces Killian levantó su varita y apuntó directamente hacia Dumbledore.

Y por un momento, las palabras Estarás en buenas manos resonaron por la mente de Hayley, quien de inmediato dirigió su mirada a Dumbledore, pero él ya no la estaba mirando.

―¡Avada Kedavra!

El impacto había cubierto el rostro de Hayley por completo. Dumbledore había caído por el barandal, como Hayley tanto temía. Y su padre había causado eso en lugar de Draco. Si Hayley entendía algo, era nulo.

Pero Snape y Killian habían decidido que no era momento para lamentarse, pues el primero tomó a Draco y a Blaise de la nuca y los obligó a bajar las escaleras de caracol; de inmediato, Killian lo imitó tomando a Theo y a Hayley.

―Se suponía que no deberías estar aquí.―le susurró Killian a Hayley.

―Pues supusiste mal.―le recriminó.

―Corran, ahora.―les indicó, empujándolos por la espalda.

Cruzaron el vestíbulo ignorando lo demás. Llegaron cerca de la cabaña de Hagrid, con los mortífagos haciéndole honor a la palabra destrucción, lanzando hechizos solo para joder; pero Theo y Hayley los pasaron de largo, así hasta alcanzar a Draco y Blaise, dejando atrás a Snape. Hayley emitió un jadeo, parando un segundo para mirar detrás de ellos; entonces su vista topó con Harry Potter, quien corría detrás de Snape y Killian.

―¡Cru...! ¡Desm...!

Pero cada hechizo que salía de la boca del azabache era bloqueada de inmediato por alguno de los mayores. Draco tomó del brazo a Hayley, obligandola a correr nuevamente.

―Se las arreglarán solos.―le aseguró. Hayley asintió, sin otra opción mas que seguirlos.

Estarás en buenas manos se repitió en su cabeza una vez más.

Hayley esperaba que sí.


























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fecha de publicación: ₂₈/₀₇/₂₀₂₀
- editado -

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