xiv. don't wanna mess with me
maratón 1/2
La mente de Draco Malfoy divaga constantemente, esa vez más que nunca. Se la pasaba pensando más de dos veces si lo que estaba por hacer sería realmente lo correcto, aunque la verdad era que dentro de él, ya no podía más. Había pasado más de una semana del incidente de Hayley, en donde la azabache había ingerido hidromiel envenenado, el mismo de aquella botella que él había ido a buscar junto a Killian al callejón Knockturn la última vez. La culpa lo podía y cada vez lo estaba llevando más allá.
―¿Sabes? Si no hubiera sido por Snape, tendría un castigo con Flitwick gracias a McGonagall.―decía Hayley desde el cuarto de baño.
―¿Por golpear a Davies?
―Sí.―bufó.
―Debiste haberlo hecho en otro lugar.―objetó.
―¡Cho lo llevó ahí!―se defendió, para finalmente encogerse de hombros.―Será a la próxima.
―No habrá próxima, Jillian.―gruñó.
―¡No lo sabes!
Terminando de formar su cabello en un desarreglado moño, Hayley se acercó hasta la cama y gateó hacia él para caer en su pecho, donde apoyó su barbilla y alzó la mirada para verlo tiernamente con una amplia sonrisa. Draco suspiró.
―¿Vas a decirme qué anda mal?―preguntó Hayley, tomando suavemente su rostro.
―Creo que es mejor así.―negó, apartando la mirada.
―Oh, vamos. No seas idiota, Malfoy.―le reprochó incorporándose hasta quedar sentada, con molestia cruzó los brazos, mirándolo acusatoriamente.
―Muy tarde.―suspiró.
―Anda, dime.―suplicó; pero Draco negó una vez más.―Pensé que estábamos juntos en esto.
―No comiences a chantajearme.―gruñó.
―Si quisiera chantajearte, haría otras cosas.―admitió rodando los ojos.―Pero si no quieres hablar, está bien.
―Eso no es lo que...
Pero no terminó de hablar, pues Hayley ya le había dado la espalda y apagado la vela del mueble a su lado, dejando la habitación a oscuras. Draco bufó, pero a fin de cuentas la imitó, con la diferencia que rodeó su cintura con uno de sus brazos.
―Nena...
Hayley ya no emitió sonido alguno además de su respiración que indicaba que se había caído rendida, pero no era así. Soltando un suspiro, el platinado escondió su rostro en el hueco que había entre su hombro y su cuello y dejó un pequeño beso ahí. Pasaron tantos minutos que Hayley comenzaba a dormirse de verdad, pero entonces él habló.
―No era mi intención hacerlo...―lo escuchó murmurar; tenía la voz rota.―No sabía que tú...
Hayley dio media vuelta y lo miró con atención, pero una vez más, Draco Malfoy ni siquiera tenía el valor de mirarla a la cara.
―... ¿Que sería yo quien tomaría hidromiel envenenado?―preguntó en voz baja, procurando que su tono no sonara acusatorio.
―¿Lo sabías?―inquirió el rubio, y repentinamente preocupado se incorporó de golpe. Hayley lo imitó, pero más calmada.
―Supongo que Theo quiso dármelo a entender desde el primer momento.―suspiró con pesadez.
―Me odia.―bufó Draco con fingida gracia.―Está verdaderamente molesto.
―¿Por eso no te habla?―inquirió Hayley, a lo que Draco asintió.―Hablaré con él.
―No, nena.―negó con frustración.―Él tiene razón. Pudiste haber muerto. Por mi culpa.
―Pero no lo hice.―le sonrió con autosuficiencia.
―También está molesto con Killian.―continuó hablando con la mirada perdida.
―¿Qué tiene que ver papá en esto?―alzó una ceja Hayley.
―Que él me ayudo a comprarla.―bufó.
―¿Quieres decir...―la azabache se acomodó en su lugar para mirarlo con atención.―que mientras yo compraba un perro ustedes elegían un jodido hidromiel envenenado?―soltó con tono de reproche.―Nunca nos dejan estar en la mejor parte.
―Pensé que si no te decía los planes, no estarías involucrada.―habló Draco con rencor, como si se estuviera maldiciendo a si mismo.
―No es tu culpa.―declaró Hayley, frunciendo el ceño. Draco negó.
Tomando aire, Hayley se colocó a horcajadas sobre él.
―Tienes una misión.―comenzó Hayley, tomando sus mejillas para acariciarlas con delicadeza, aprovechando para limpiar las pequeñas lágrimas que se avecinaban.―Y por más difícil que sea, la vas a cumplir, ¿de acuerdo? Yo estaré contigo.
―No quiero que...
―Dije que estaré contigo.―repitió.―No me harás cambiar de opinión, Malfoy. No voy a perderte a ti también.
―Pero...
―Confía en mi, ¿quieres?―besó cortamente sus labios.
―Estás mejorando.―sonrió Killian hacia Hayley, quien devolvió el gesto.
―Podría hacerlo mejor.―admitió la azabache, tomando a Orion en brazos.
―Tendrás que hacerlo.―replicó Killian.―¿Sabes algo de Theo?
―Debe estar con Blaise en la biblioteca.―se encogió de hombros.
Cuando Killian estaba por comentar algo, la puerta de la sala de los menesteres se abrió estrepitosamente, dejando ver a un agitado Gregory Goyle.
―¿Qué demonios...?
―Es Malfoy...―jadeó.―Harry Potter atacó a Malfoy.
―¿Qué quieres decir?―espetó Hayley, acercándose hacia él.
―Fue lo que Zabini le dijo a Crabbe.―tomó aire.―Estaban en los lavabos del segundo piso, ya sabes, el del fantasma que llora. Mencionó algo de cientos agua y sangre.
Hayley compartió una mirada con Killian, y sin importar colocarse la capa o siquiera esconder a Orion, salieron los dos de la sala, seguidos de Goyle.
Bajaron lo más rápido que pudieron al primer piso, donde se encontraron con el profesor Severus Snape dirigiendo a Draco, seguramente a la enfermería, con ayuda de Theodore. Killian se acercó corriendo hacia a ellos y con un hechizo hizo aparecer una camilla flotante, mientras Hayley quedó varada en medio del pasillo, mirando únicamente a Draco. Llevaba la túnica mojada y cubierta de sangre, su expresión demostraba dolor aunque pudo distinguir como la buscaba con la mirada.
―Cuídalo.―le dijo a Goyle, entregándole a Orion. Dio media vuelta, comenzando a caminar.
―¡Hayley!―se escuchó el grito de Blaise detrás de ella.―¡Tenemos que ir con Draco a la enfermería!
―Tengo algo por hacer.―masculló aferrando su mano a su varita.
―¿Este es tu objetivo siempre?―inquirió Hayley fingiendo un tono casual, entrando a los lavabos de chicas del segundo piso, los de Myrtle la Llorona.
El piso estaba cubierto de agua mezclada con sangre, y a Hayley se le revolvía el estómago de simplemente pensar que Draco era dueño de aquello y la furia la recorría al saber que era gracias a Harry.
―No es lo que...
―Ni siquiera intentes defenderte, pedazo de mierda.―le espetó con molestia.
―No quise hacerlo.―se apresuró a contestar Harry.
―Pero lo hiciste.―le reprendió, empezando a alzar su varita.―Maldita sea, Harry, ¡casi lo matas!
―¡Me equivoqué de hechizo!
―¿Cómo mierda te equivocas de hechizo?―gritó con exasperación.
―Escúchame, mierda, Jillian.
―Hayley, ¿qué demonios piensas hacer? Oh...―llegó de la nada Theo, parándose a si mismo para ponerse repentinamente serio.
―¿Escuchar qué?―prosiguió la azabache, sin hacer caso a Theo.―¿Que no querías hacerlo? ¿Que no era tu intención? ¿Que no ibas a lastimarlo?―soltó una risa carente de gracia.―Dejé de creerte hace mucho tiempo, Harry.
―¡Iba a lanzarme un crucio!
―¡A veces lo mereces!―admitió, acercándose tanto a él que la punta de su varita chocó en su cuello.
―Nena, no vale la pena.―recordó Theo. Hayley gruñó, porque él realmente no lo valía. Pero lo merecía.
―Lo diré solo una vez.―masculló.―No te metas con lo mío, Potter. No con mi familia. Porque vas a resultar mal, muy mal.
―Yo soy tu familia, Jillian.―murmuró Harry, tanteando su varita.
―Ya no más.―escupió Hayley.
―¿Qué? ¿Preferiste a los mortífagos ahora?―la retó.
―¡Expulso!―exclamó Theodore, y Harry salió volando por los aires hasta que su espalda chocó contra la pared.
Pero Harry no tardó en recomponerse.
―¡Expelli...!
―¡Desmaius!
―¡Protego!
―¡Cru...!
―¡Impedimenta!
Hayley rodó los ojos ante la voz de Snape, acercándose hacia a Theo para ayudarlo a ponerse de pie. Se observaron a ellos mismos unos momentos: sus ropas estaban cubiertas de agua. El profesor Snape pasaba su mirada de uno en uno con una expresión indescriptible, como si no supiera a quién reñir primero.
―A la enfermería. Ambos.―señaló a Hayley y a Theo. ―Ya hablaré con ustedes.
―Prof...
―A la enfermería, Nott.―espetó sin mirarlos.―Su padre los espera ahí.
―Vamos, Theo.―susurró Hayley, tomándolo de la mano para llevarlo fuera de los lavabos.―Ya habrá otra oportunidad de lanzarle un crucio.
―Es tan...―y se quedó un buen rato maldiciendo su nombre.―¿Estás bien, cierto?
―¿Lo estás tú?―alzó una ceja, a lo que Theo asintió con confusión.―Entonces lo estoy.
Si de algo Hayley estaba completamente segura, era que las sillas de la enfermería eran las más incómodas, o al menos para dormir. Pero sin embargo, ella no podía dormir. Era cerca de media noche y ella leía un libro junto a la camilla de Draco, debido a la oscuridad, iluminaba su lectura con la punta de su varita, mientras esperaba pacientemente de que el platinado despertara de su siesta.
―¿Qué crees que haces?―bostezó Draco de repente.
―Esperaba a que te dignaras a despertar.―sonrió, cerrando el libro y dejándolo de lado.―¿Cómo te sientes?
Él simplemente negó. Bien, no quería hablar de eso.
―Harry y yo peleamos.―comentó con desdén, tomando su mano para entrelazarla con la de ella.―Otra vez.
―No me digas que...
―Se lo merecía.―interrumpió Hayley.―Y ese bastardo no iba a salirse con la suya.
―Esa es mi nena.―suspiró con alivio.―¿Podrías quedarte aquí?
―No iba a irme.―la azabache se encogió de hombros.―Así que hazte a un lado.
Después de una larga semana, Madame Pomfrey había decidido que Draco podría salir finalmente. El rubio estaba mejor y gracias a un extraño díctamo que le había proporcionado el profesor Snape, ni siquiera había dejado cicatrices.
Así que estaban de nuevo en la sala de menesteres, Hayley estaba en el suelo simplemente haciendo acto de presencia mientras Draco estaba seguro que su martirio había terminado.
―Creo que ya está.―opinó, dando unos cuantos pasos atrás.
Hayley de inmediato de puso de pie y se acomodó junto a él, mirando fijamente al armario.
―Inténtalo.―lo animó, codeandolo.
Draco la miró un segundo, dudando, pero luego dio un paso al frente y tomó una de las manzanas que tenía por un lado. La colocó dentro, cerró y abrió la puerta, y el fruto había desaparecido; repitió el proceso una vez más, y esa vez, la manzana estaba de vuelta.
―Está hecho.
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fecha de publicación: ₂₇/₀₈/₂₀₂₀
- editado-
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