xi. patronus
Había pasado poco más de un mes de que Hayley y Draco habían visitado el Valle de Godric, el mes de septiembre estaba por culminar y eso quería decir que Killian ya tenía algunas semanas siendo oficialmente el subdirector de Hogwarts.
Los pies de Hayley se entrelazaban sobre el regazo de Blaise mientras su espalda se recarga en uno de los antebrazos del gran sillón de la sala de estar. Orion se posaba sobre su abdomen y el ululeo de Hedwig se escuchaba de fondo en la amena conversación.
Cuando sus risas cesaron, Hayley suspiró antes de dar un trago a su taza de té. Blaise la imitó.
―Entonces...―comenzó el moreno aclarando su garganta.―Tuviste una cicatriz extraña todo este tiempo, ¿y jamás se te pasó por la mente decirnos?
―Oh, no. No fue así.―dijo de inmediato Hayley.―Más de una vez pensé en decirles, como aquella vez que les hablé de la profecía. Simplemente sentí que sabían demasiado y podrían ponerlos en peligro.
―Los tres hemos aprendido oclumancia, Hayley.―suspiró Blaise con pesadez.―Debiste habernos dicho antes.
―Quise hacerlo.―admitió en voz baja.―Pero no podía. No soy lo suficientemente egoísta.
―Sí lo eres.―bromeó Blaise logrando que ella riera.
―Un poco.
―Estoy bromeando.―bufó Blaise.―De nosotros cinco, incluyendo a Killian, eres la menos egoísta.
―No es así.―replicó Hayley.
―Por supuesto que lo es.―repuso Blaise.―Cualquiera de nosotros preferiría entregar a Potter o literalmente cualquier otra persona al Señor Tenebroso con tal de que no te toque un solo cabello a ti.
―Eso es...―la azabache frunció el ceño, aunque por dentro se sentía enternecida.―No sé qué es, pero no es bueno.
―Es horrible.―rió Blaise.―Pero nos preocupamos demasiado por ti, eso es todo.
―No implica que sea lo correcto.―objetó Hayley.―No sé si podría vivir con el hecho de que Harry muriera en las manos de quién tú sabes. Sería en vano.
―Muchos han muerto en vano por su culpa, Hayls.―suspiró Blaise.
―Sí, bueno...
―¿Hablaste con Theodore la última vez?―cambió radicalmente de tema, para evitar incomodidades.
―Un poco.―confesó con un asentimiento.
―Le duele, ¿sabes?
―¿El qué?
―Muchas cosas.―admitió Blaise.―Recuerda que también tiene la marca. Le duele tanto como a Draco.
Algo se removió dentro de Hayley, pues le había tocado presenciar cuando Voldemort llamaba a sus mortífagos por medio de la marca tenebrosa. Era doloroso de tan solo ver y admiraba el hecho de quienes lo soportaban.
―Además,―continuó Blaise.―teme a perderte.
―No va a pasarme nada.―bufó Hayley.―Intento hacérselo entender...
―¿Alguna vez te han contado cómo murió Eudora?
―Nunca.―suspiró Hayley.
―Creo que mereces saberlo.―hizo una mueca.―Son muy reservados con eso, no se lo han de haber dicho a nadie más. Realmente, yo me enteré porque me encontré a un Killian pasado de copas intentando subir las escaleras de su propia mansión.
―Sí, eso suena como papá.―rió Hayley.
―Theo debía tener unos cinco años.―sonrió de lado comenzando a relatar.―Y ella tenía alguna enfermedad extraña... estaba muy avanzada al parecer. Murió en los brazos de Killian, ¿sabes? y Theo observó todo desde la entrada a la habitación.―tomó aire.―Creo que se culpa de aquello, porque Killian jamás ha dejado de lamentarse y culparse de que su hijo vea thestrals desde los cinco años.
―Debió de ser difícil.―suspiró Hayley.―No debe ser lo mismo, él debió al menos acostumbrarse a ella y amarla más que nada. Cuando teníamos once, Harry y yo ni siquiera teníamos una idea de cómo era el rostro de nuestros padres y mucho menos recordábamos sus voces. No puedes extrañar algo así, algo que no sabes cómo es... Lo deseas, pero no lo extrañas. En cambio Theo...
―No lo había pensado así.―razonó Blaise, interrumpiéndola.―Debió ser difícil para ambos, vivir con esos muggles...
―Nadie lo piensa así hasta que recapitulas unas cien veces lo que pasó.―admitió Hayley con una diminuta sonrisa.―¿Piensas visitar hoy a tu madre?
Blaise negó.
―Los chicos llegan hoy, tal vez podemos cenar los cuatro.―se encogió de hombros.
―Cierto, es la primera vez que salen sin papá.―suspiró Hayley.―¿Crees que estén bien?
―Podrán con ello.―aseguró Blaise.―Y las visitas a mi madre se harán menos frecuentes, ella misma dice que es peligroso.
Hayley acarició el azabache pelaje de su cachorro y dio un sorbo a su taza de té. Todo estaba cambiando.
Resultaba tranquilizante tener de vuelta a Draco y Theodore en la cabaña, así al menos sabían que estaban a salvo o no estaban obligados a hacer cosas que ellos no querían. No había una conversación en sí más allá del sonido de los cubiertos chocando contra los platos y aquellos ruidos extraños que Orion hacía cuando comía.
Pero si había algo que Hayley podía notar de inmediato, era cuando Theodore tenía algo por decir.
―Suéltalo.―le dijo Hayley directamente. Theo alzó la vista de su plato y le dedicó una larga e intimidante mirada.
Draco se aclaró la garganta.
―Tiene que saberlo de todas formas.―le recordó el platinado. Theo suspiró.
―Potter, Granger y Weasley acudieron al Ministerio a principios de este mes...―comenzó por relatar.
Hayley alzó ambas cejas. No sabía que hacía el trío allí, pero no le sorprendía para nada.
―Escuchamos una conversación de Yaxley.―se adelantó Draco cuando notó que Theodore comenzaba a divagar.―Saben la ubicación de Grimmauld Place y ya han entrado a inspeccionarla por completo. Creen que Potter se escondía ahí.
Fue inmediato cuando la espalda de Hayley se dejó caer en el respaldo de la silla, así como también los extraños sonidos que Orion producía pararon de golpe.
―Lo lamento mucho, Hayley. Sé cuanto esa casa significa para ti.―murmuró Theodore apenado, pero Hayley negó de inmediato.
―No es tu culpa, de ninguno de los dos.―dijo recomponiéndose.―Me llevé de ahí todo lo que pudo haber sido simbólico para Sirius hace un tiempo. Está bien, a él ni siquiera le gustaba esa casa.
―De todas formas...―intervino Blaise.―No había nada que pudiera ser de utilidad, ¿no?
―Era el cuartel de la Orden.―se encogió de hombros.―Pero seguramente Dumbledore ya sabía que pasaría, no creo que hayan dejado alguna pista de lo que hablaban ahí.
Por debajo de la mesa, entrelazó su mano con la de Draco ante la mención de Albus Dumbledore. Ella sabía lo difícil que aún era para él hablar de aquel tema.
―Además, papá ya había mencionado que la propia Orden o el Ministerio visitaría esa casa, cualquier cosa que pudo haber permanecido ahí, ya no está.
―Él tiene un punto.―señaló Draco a Theodore. Hayley suspiró.
―No importa a final de cuentas, es solo una casa.―dijo más para si misma que para los otros tres chicos a su alrededor.―Y Kreacher. Oh, mierda, ¡Kreacher!
―¿Quién es Kreacher?
―El elfo de la casa Black.―respondió Hayley.
―Estará bien. Si se encontraba ahí, solo pudieron interrogarlo.
Todos en esa mesa sabían que eso era una gran mentira: un elfo doméstico siendo solamente interrogado por mortífagos, magos asquerosamente puristas y crueles. De todos modos, dejaron el tema pasar para no torturarse pensando en ello.
Terminaron la cena no mucho tiempo después, Hayley siendo la primera en despedirse y dejar la habitación seguida de Orion. Theo, Draco y Blaise compartieron una mirada antes de que Spinky apareciera de la nada y con un chasquido desapareció todo lo que había sobre la mesa.
Blaise se dirigió hacia Hedwig, Theo a la sala de estar y Draco comenzó a subir las escaleras sin prisa.
―¿Será hoy?―preguntó Theo. Ambos se encontraban dándose la espalda.
―Tal vez.―contestó Draco tragando saliva ruidosamente.
―Suerte, hermano.―sonrió Theo de lado mientras se tiraba en el sofá con un libro en mano.
―¡Saldrá bien!―escuchó decir a Zabini cuando ya había terminado de subir las escaleras.
Tomó aire y giró el pomo de la puerta de la habitación, y al abrirla, un gran perro de humo pasó por su lado y se desvaneció detrás de él.
―¿Qué fue eso?―rió Draco cerrando la puerta detrás de él.
―Yo... uhm, lo siento. No planeaba que alguien viera eso.―murmuró dejando a un lado su varita.
―Tranquila.―sonrió de lado.―Es un lindo patronus de todas formas.
―Lo es.―aceptó Hayley tirándose a la cama.―Solo... necesitaba saber si mis recuerdos felices seguían ahí, eso es todo.
―¿Por qué dudas de eso?―inquirió Draco alzando una ceja mientras se tiraba a un lado de ella.
Hayley suspiró y negó.
―He estado un poco abrumada, es todo.―le sonrió brevemente para no preocuparlo.
Draco asintió decidiendo no insistir más. Sabía a tientas que Hayley comenzaba a sentir la presión de ser la verdadera elegida o alguna mierda así. También sabía que ella era completamente capaz de hacerlo, el Señor Tenebroso no era ningún inocente.
Sintió a Hayley acurrucarse entre sus brazos y dejar descansar su cabeza en su pecho. Con tranquilidad pasó sus manos por su espalda y besó su frente con cariño haciéndola sonreír.
―Cuando papá y yo...―comenzó a hablar Hayley antes de aclarar su garganta.―Cuando papá y yo practicábamos hechizos en Hogwarts... alguna vez intentaste hacer el encantamiento patronus?
Ella sabía la respuesta sin dudas, lo había observado intentarlo múltiples veces en la sala de los menesteres sin tener éxito alguno pero para no hacerlo sentir mal, solía esperar un poco más en la entrada de la sala y hacer como si nada hubiera pasado.
―Algunas veces.―contestó con un lento asentimiento.
―¿Quisieras... aprenderlo? Nunca sabes cuándo podrías necesitarlo...
―No lo sé, Jillian...
―Está bien, tranquilo. Sólo decía. ―le sonrió Hayley besando su mandíbula. Draco cerró los ojos ante el toque.―Buenas noches, Draquin.
Se acomodó entre sus brazos dispuesta a dormir y Draco suspiró con pesadez antes de hablar.
―Conozco un lugar.―murmuró con desdén.
Aquel lugar no había resultado ser otro más que un sitio a las orillas del lago y reodeado de árboles. Por supuesto que Orion iban con ellos, aunque había crecido tanto que ya resultaba algo difícil cargar con él, pero Hayley de todos modos lo seguiría trayendo consigo a cualquier lugar.
Hayley había optado por traer consigo una mochila pequeña y cargar algunas ranas y galletas de chocolate en ella. Orion yacía sobre las hojas caídas de los árboles decidido a retomar su siesta desde un principio, pero sentir los nervios del menor de los Malfoy simplemente se lo impedía.
―Es magia un poco avanzada.―dijo Hayley colocándose a un lado de él.―No te sientas mal por no lograrlo a la primera, yo también tardé mi tiempo.
―Esta no sería la primera vez que lo intento.―repuso Draco con un bufido.
―Bueno, tal vez sea la primera que funcione.―le sonrió ampliamente.―Primero que nada, tienes que tener en mente un recuerdo feliz.
La mente de Draco se quedó un largo tiempo en blanco. Él ya sabía por supuesto lo que se necesitaba esencialmente para invocar un encantamiento patronus, el problema era, que él no tenía recuerdos felices, o al menos no tan felices.
Tenía la marca, un pésimo padre, lo obligaban a torturar personas todo el tiempo y había estado a punto de matar a su director; la mayor parte de su vida se había sentido solo hasta que...
―Deja de mirarla.―le reclamó Hayley. Todo ese tiempo se había quedado observando su brazo izquierdo.
Con tristeza, su mirada se encontró con la de Hayley.
―No puedo hacerlo.―dijo con resignación dejando caer sus brazos a los costados de su cuerpo.―Es algo demasiado bueno como para que yo pueda lograrlo, Jillian.
Hayley frunció el entrecejo.
―Eres bueno.―afirmó.
―No lo soy.―gruñó rodando los ojos.―Ahora, trae esas galletas y luego podremos volver a casa.
―Esto ya no es Hogwarts, Draco.―suspiró Hayley dando un paso para quedar frente a él.―No hay más juegos con Harry sobre quién es el villano y quién siempre hace las cosas bien, ahora solo somos nosotros. Eres un idiota, sí, la mayoría del tiempo.―suspiró.―Pero eso no te hace malo y tampoco es correcto que te pases el resto de tu vida lamentándote por cosas que no estaban en tus manos.
Hayley sintió como los brazos de Draco la atraían y se enredaban por completo en ella con fuerza. Hayley sonrió brevemente, devolviendo el gesto e impartiendo caricias por su espalda mientras él escondía su rostro en su cuello, dejando pequeños besos ahí. Poco a poco, Hayley se separó.
―¿Quieres intentarlo?―decidió preguntar la azabache.
Esta vez, Draco asintió. Por fin tenía algo en mente para su recuerdo feliz.
Hayley decidió alejarse un poco para dejarle algo de espacio lo cual el rubio agradeció. Cerró los ojos y se aferró a la varita en su mano derecha, suspiró con fuerza y pensó en la única persona que sabía que estaría para él a pesar de todo, y no, no era su madre.
Aquella chica tenía el cabello largo y azabache más perfecto que él alguna había visto; tenía unos ojos avellana en los que no era nada difícil perderse; su sonrisa era radiante en cada momento que la mostraba y él estaba seguro que jamás encontraría a alguien tan torpe y perfecta como Hayley Jillian.
Una esfera de humo azulado salió disparada de la punta de su varita cuando él se encontraba aún absorto en sus pensamientos. Fue el grito de felicidad de Hayley que lo hizo volver a la realidad y al abrir los ojos una gran y nerviosa sonrisa se instaló en sus labios. Agitó su varita y el patronus incorpóreo se perdió entre las copas de los árboles.
Cuando cayó en cuenta, ya tenía a Hayley rodeando su cadera con sus piernas y besándolo con tanta emoción que se preguntó a si mismo cómo aún podía mantener sus labios juntos. Draco rió brevemente separándose y tomándola de los muslos para que no cayera.
―Sabía que podrías.―murmuró Hayley abrazándolo por el cuello. Sonrió una vez más y besó su frente.
―Creo que eres la única persona que cree que puedo hacer las cosas.―soltó con gracia aunque era una realidad.
―Eso no es lo que importa.―repuso Hayley.
―Para mí sí, y mucho.―recalcó con una diminuta sonrisa.
―¿Cuál fue tu recuerdo?―curioseó Hayley.
―¿Siquiera tengo que decirlo?―se burló Draco.―Fuiste tu, Jillian. Toda la vida has sido sido tú.
Juntando sus labios una vez más, Hayley bajó de él y ambos entrelazaron sus manos las cuales Draco miró con atención, más específicamente en la de Hayley. La piedra escarlata rodeada de oro brillaba aún en la oscuridad dentro del bosque. Draco apretó los ojos con fuerza y besó los nudillos de Hayley antes de suspirar con exasperación.
―No puedo creer que realmente voy a hacer esto.―murmuró para si mismo rodando los ojos.
Soltó el agarre que mantenía con Hayley y hundió su mano en uno de sus bolsillos de la túnica hasta que sus dedos tocaron el terciopelo y se ciñeron en él. Compartió una significativa mirada con Orion antes de dejarse caer en una de sus rodillas al suelo bajo la confundida expresión de Hayley.
―¿Que demonios estás... haciendo, Draco Malfoy?―no pudo evitar preguntar, el pánico apoderándose de ella.
Draco tomó aire y una sonrisa sincera apareció en su rostro. Abrió la pequeña cajita de terciopelo verde como llevaba semanas practicando y el diamante y la plata soltaron un destello bajo la luz de la luna.
―Hayley Jillian Nott, ¿aceparías casarte con...?
Pero Draco ni siquiera pudo terminar de hablar, pues Hayley ya se encontraba tosiendo e incluso hiperventilando con una mano en su pecho e intentando volver a tomar aire.
―Creo... creo que es un buen momento para decir que te prefiero como amigo.―alcanzó a decir Hayley regulando su respiración.
Draco soltó una carcajada limpia, posiblemente de nervios o porque no se esperaba algo menos de Hayley. Volvió a ponerse de pie y rodeó a la azabache con sus brazos, aún riendo.
―No es algo pronto, nena.―aclaró acunando su rostro entre sus pálidas manos.―Podría ser una cantidad de tiempo indefinida, pero al menos quiero saber si te ves en un futuro conmigo tanto como yo me veo contigo.
―¿Lo dices enserio?―preguntó Hayley, mordiendo su labio inferior.
―Muy.―afirmó besando suavemente sus labios.―¿Aceptas?
Hayley sonrió de lado y asintió.
―Lo hago.―aceptó dejando que deslizara el anillo por su dedo anular.
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fecha de publicación: ₂₀/₁₀/₂₀₂₀
-sin editar-
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