viii. ...isn't a dog!
Por acto reflejo, Hayley se echó para atrás, sin poder quitar la vista del hombre frente a ella. Tenía la ropa raída, vieja y sucia, el cabello y la barba bastante largos y descuidados. Hayley se quitó sus gafas, las limpió y se las volvió a poner.
Para su sorpresa, el hombre seguía ahí.
―Mierda.―masculló en voz baja.
―No te asustes.―pidió. Hayley volteó a todos lados para asegurarse de que nadie estaba viendo.―No te haré daño.
―¿Quién eres y qué le hiciste al perro?―preguntó de golpe la azabache.
―¿Tienes idea qué es un animago?―Hayley recordó vagamente que la profesora McGonagall había mencionado ese tema, pero ese día se la había pasado cuchicheando con Theo y comiendo galletas con Draco.
―Nop.
El hombre rió.
―Un mago que puede convertirse en animal a voluntad.
―Uh.
Hayley pensó en todas las cosas horribles que había dicho de Harry a un perro que en realidad era un humano, pero luego recordó que él no conocía a Harry y se tranquilizó. Había dado por olvidado que estaba conversando tranquilamente con un desconocido en los inicios del Bosque Prohibido.
―Entonces... ¿cómo te llamas?
Hayley notó que el hombre que acababa de haberse sentado frente a ella en el pasto comenzaba a ponerse un tanto nervioso.
―Promete que no te irás y huirás después de que te diga...
―Soy una Slytherin, a la primera que entienda problemas, voy a huir.―repuso Hayley cruzada de brazos.
―¿Slytherin?―Al hombre le brillaron los ojos.
―Sí, he traído siempre mi corbata, ¿no lo has notado?
―Visión de perro.―se excusó el hombre, luego sonrió nostálgico.― James sabía que estarías en Slytherin.
Eso llamó la atención de Hayley.
―¿James? ¿Conocías a mi padre?
―Como nadie.―sonrió el hombre.―Eramos mejores amigos, cuatro en realidad. Remus Lupin y P...
―¿Remus Lupin?―preguntó Hayley emocionada.―El profesor Lupin decía la verdad. ¡Él conoció a mi padre!
―Lo hacíamos, sí.
―Entones, ¿quién eres? Lupin no te mencionó.
Hubo un silencio largo he incómodo, donde el hombre parecía debatirse a si mismo y Hayley solo lo observaba curiosa, si pareciera más joven, se le hubiera hecho bastante conocido, el perro de sus sueños que se convertía en un hom...
―¡ERES TÚ!―exclamó emocionada, luego al darse cuenta que lo dijo muy alto se tapó la boca inmediatamente, pero con los ojos rebosando de alegría.
El hombre la miró entre asustado y confundido.
―¿S-sabes quién soy, no? Joder, tengo un montón de cosas que explicarte, necesito que me creas...
―¿Eres Canuto, no es cierto? ¡Merlín, pensé que estaba loca!―exclamó emocionada, considerando notablemente en lanzarse abrazar al hombre
―¿Canuto? ¿Cómo sabes que soy Canuto?
―¡Te he soñado cada día desde el verano! ¡Un hombre que se convierte en un perro negro! ¿Tienes idea de cuánto te amaba cuando era una niña? Eso me hace recordar ¿dónde-carajo-has-estado-todo-este-tiempo?―La Hayley cariñosa había desaparecido y ahora entre cada pausa le daba un golpe en el brazo.
―Hey, hey. Hay muchas cosas por explicarte, ¿está bien? Joder, te pareces tanto a ellos.
―Te escucho.―Hayley se cruzó de brazos y nuevamente se sentaron uno frente al otro.
―¿Prometes creerme?
―Lo intentaré.
―Bien, mi nombre es... Sirius Black
El rostro de Hayley se desfiguró por completo, abrió sus ojos en par y torció la boca incómoda para después levantarse del pasto.
―Bueno, un gusto. Ahora, adiós.
―¡Dijiste que me escucharías!
―Sí, y también dije que cuando entendiera problemas me iría.
―No voy a hacerte daño, Jillian.
―Bien, te escucharé. Pero si me matas, te mataré.―gruñó y volvió a tomar asiento.
―Entonces Peter, la rata, fue con Voldemort y le dijo la ubicación de nuestros padres...―Sirius asintió a lo que Hayley decía.―Y luego llegaste junto con Hagrid para rescatarnos a Harry y a mí.
―Sí...
―Él murió por mí.―murmuró Hayley después de un rato.
―Sí, lo hizo.
―Después... te encarcelaron injustamente en Azkaban y todo eso.
―Ajá.
―Harry se hubiera vuelto loco, ¿lo sabes? es un paranoico estúpido y por lo general nunca deja explicar nada.―se quejó.
―Lo entenderá.―aseguró Sirius más para si mismo que para Hayley.―Sólo tengo que demostrar que Peter es la rata de Weasley y mi nombre quedará limpio.
―Eso espero, Canuto.
―Hayley.
―¿Sí?
―Ninguna palabra de esto a nadie. Ni siquiera a Malfoy.
Después de despedirse de Sirius y dejar el Bosque Prohibido, Hayley regresó a la sala común antes de que los estudiantes que habían ido a Hogsmade regresaran. Se encerró en su habitación sin planes de salir de ahí hasta al día siguiente. Tenía mucho que pensar. En primero lugar, había entablado una normal conversación con un prófugo de Azkaban que resultaba ser el perro de sus sueños y recuerdos al mismo tiempo que su padrino. Lo había dejado explicarle a detalle lo que pasó esa noche antes de ser encarcelado y la peor parte es que Hayley había creído todo.
Su lado Slytherin estaba fallando.
No mucho después cayó dormida, agotada de pensar en lo que le había dicho a Harry ese día y la manera en la que se reencontró con su padrino.
Tal vez si estaba loca.
Cuando Hayley Potter bajó a su sala común el domingo por la mañana se encontró con Draco Malfoy en esta, aparentemente solo. Al verla rápidamente se acercó a ella molesto.
―No estuviste en la cena.―le reprochó. Hayley bostezó mirándolo.
―Me quedé dormida, Malfoy. Ahora lo que necesito es café, cargame.
Draco rodó los ojos y se quejó pero sin más le dio la espalda y se agachó un poco para que Hayley pudiera montarse en ella. Sin esperar nada lo hizo y el platinado la sostuvo de las piernas para que no se resbalara.
Medio adormilada, Hayley le besó la mejilla y escindió la cabeza en el espacio entre el cuello y hombro del chico cuando este empezó a caminar, maldiciéndose a si mismo por sentir su cara arder.
A mitad del caminó se toparon a Theodore junto con Blaise quienes lo miraron confundidos pero con una sola mirada les dio indicación de no decir nada y encogiéndose de hombros siguieron con su camino.
―Jillian, baja.
Hayley bostezó nuevamente y bajó de la espalda de Draco; ya se encontraban en el Gran Comedor, exactamente en la mesa de Slytherin. Tomó asiento en la banca y lo primero que hizo fue servirse café.
―Hayley, hay un poco de café en tu taza de leche.
―Calla, Nott, calla.―masculló Hayley sin mirarlo, pues sus ojos divagaban pon todo el comedor hasta que sin querer cayeron en la mesa de Hufflepuff y justamente Cedric Diggory miraba en su dirección, como saludo el chico le sonrió y a la azabache no le quedó más que hacer lo mismo, pues le incomodaba recordar las miradas que le dedicaba Cho Chang.
―Y... ¿qué hiciste ayer?
Hayley consideró ignorar firmemente esa pregunta y seguir tranquila con su desayuno, pero sin embargo solo se encogió de hombros fingiendo desinterés y aburrimiento.
―Peleé con Harry.
Eso llamó la atención de Malfoy.
―¿Por qué?―arrastró las palabras con curiosidad.
―Le dije que no quería meterme en problemas y le di a entender que él era el problema.
La sonrisa de Draco se extendió en su rostro con burla.
―Lo es.
―¿Por qué está tan solo?―preguntó Hayley al ver que el Gran Comedor estaba prácticamente vacío. Había muy pocas personas de cada casa sentadas en sus respectivas mesas.
―Empezaron las vacaciones Hayley. ¿Lo recuerdas?
―Ah, sí. Claro.―murmuró y volvió la vista a su desayuno.
Hayley aún no sabía muy bien cómo entablar una conversación con Blaise Zabini porque cada vez que ella estaba cerca el moreno tenía una actitud muy seria y neutra, así que para no incomodar el ambiente cuando ambos estaban presentes, la azabache de dedicaba a comer en silencio mientras el rubio, el castaño y el moreno conversaban casualmente.
Cuando el desayuno terminó, Hayley volvió a subir a la espalda de Draco y aferró sus manos a su cuello para no caer, aunque sabía perfectamente que el rubio no dejaría que eso pasara a menos que estuviera enfadado. De regreso a las mazmorras, a lo lejos Hayley pudo diferenciar a Harry, Ron y Hermione caminando por los terrenos del castillo. Algo la hacía suponer que se dirigían con Hagrid.
Volteó la mirada cuando se dio cuenta que llevaba tiempo mirando en esa dirección y se sintió avergonzada por ello, Harry seguro estaba como si nada y que va, ella también.
Cuando entraron a la sala común Hayley se dejó caer por completo en el sillón de cuero negro que estaba ahí, bajo la mirada atenta del rubio.
―Quita.―murmuró y Hayley sólo atinó a levantar un poco su cabeza para que él pudiera sentarse, sin más la azabache dejó caer su cabeza en su regazo y cerró los ojos.
Theodore le pasó un libro que había sacado de la pequeña biblioteca que había en el lugar y el rubio lo tomó. Nott miró a Hayley con una sonrisa cuando se dio cuenta que estaba completamente dormida.
―De verdad te gusta, ¿no?―preguntó luego de que Zabini subiera a su habitación.
Theo había notado como Draco despegaba la mirada de su libro solo para comprobar que Hayley siguiera dormida o no estuviera incómoda e inconscientemente había llevado una mano a su cabello y daba suaves masajes de vez en cuando.
Draco levantó la mirada del libro y lo miró mal.
―Estás conspirando, Nott. Cállate.
―Lo que digas.―Theo soltó una risa que hizo a Draco molestarse.
―Estás diciendo idioteces.―repuso el rubio después de un rato.
―Claro, como digas.
―Que te den, Theodore.
―Te dije que traería problemas, James. Pero a ti solo te gusta hacer las cosas como tú creas.
Harry la miró molesto.
―¡¿Acabas de escuchar la razón por la que murieron nuestros padres y tú solo dices eso?!
―Sí, justamente eso. Lo volvería hacer, ¿sabes? Si no hubieras estado allí no estarías en tu crisis existencial molesto con todo el mundo.
―¡No tenemos padres gracias a él! Vivimos con los Dursley gracias a él, sufrimos gracias a él.
―Sí, sí, Harry. No me importa.
―Eres una ignorante, Jillian.
―Por supuesto, gracias. Ahora, solo quiero a Hedwig. ¡Adiós!
―Jillian.
―¿Qué?
―Malfoy logró lo que quería. Sacrificarán a Buckbeak
Hayley tragó duro pero sin más se retiró del lugar con Hedwig en su hombro.
―Te odia.―fue lo primero que le dijo Hayley a Sirius cuando lo encontró en el Bosque Prohibido.
El hombre soltó un fuerte suspiro.
―Al parecer escuchó a Hagrid contarle a McGonagall lo que pasó esa noche, piensa lo que todos, que traicionaste a papá y mamá.
―Será difícil, ¿verdad?
―Bastante.
―¿Te gusta el quidditch?
―Merlín, no.
―Auch, aunque es bueno saberlo.
Cuando Hayley volvió a su habitación en la noche, se encontró con Hewig en su habitación con su pedido enredado en su pata, lo desató y miró la caja con autosuficiencia.
Hayley solía hacer pedidos de galletas en una pequeña tienda que había descubierto cuando había ido a comprar las cosas para su primer curso junto a Hagrid y Harry en el callejón Diagón y había pedido de la manera mas amable que conocían si podían hacerle un relleno especial de manzanas verdes, exacta y exclusivamente para Draco. Claramente también había pedido muchas para ella y hasta algunas para Theodore, Hermione, Ron y por desgracia también para Harry.
Se encargó de envolver todo para que estuviera listo al día siguiente que sería Navidad y encargó a Hedwig llevar los regalos en la mañana.
En la mañana, a los pies de su cómoda Hayley se encontró con algunos envoltorios de regalos, así que emocionada se enderezó para abrirlos.
El primero y para su sorpresa, era de Theo y eran dos cajas de ranas de chocolate con relleno de mousse de fresa; el segundo venía de Hermione y era un libro de encantamientos junto con una tableta bastante grande de chocolate con avellanas; el tercero era un jersey tejido en verde con una serpiente bordaba en la parta inferior izquierda y lo había enviado la señora Weasley; el cuarto provenía del profesor Lupin, al igual que Hermione era un libro pero esa vez de criaturas mágicas, al abrirlo se encontró con una foto de sus padres lo cual la hizo sonreír, en el paquete también venía una rana de chocolate; el quinto era de Draco y posiblemente su favorito, además de una caja repleta de sus dulces favoritos en donde dominaban las ranas de chocolate, había un paquete a parte, al abrirlo se encontró con una caja de madera la cual venía acompañada de unas cuantas plumas junto con tintas de colores. Hayley creyó que era el regalo perfecto, pues recordó vagamente haberle dicho al rubio que sería genial tener tintas de colores y le parecía un gran detalle que el hubiera recordado eso.
Por último, había una caja un poco más grande que la que había enviado Draco con dulces, con la diferencia que esa venía repleta de galletas de las que solía comer en las clases de Historia de la Magia, buscó entre el envoltorio alguna nota que le dijera de quien había recibido eso, solo para encontrarse con un pequeño trozo de pergamino que decía:
Feliz Navidad, Hayley. Canuto.
Hayley sonrió y guardó el pedazo de pergamino en el libro que acababa de regalarle Lupin, junto a la foto de sus padres.
La azabache se apuró a darse en la ducha, se vistió con jeans negros y la sudadera de Draco, tomó sus lentes y bajó a la sala común y para su sorpresa no estaba el rubio. Se encogió de hombros y subió las escaleras que daban a las habitaciones de los chicos, buscó la que decía su nombre y se dio cuenta que compartía con Theodore.
Tocó dos veces la puerta y un confundido Theodore Nott le abrió la puerta adormilado, pero al verla sonrió y tras pensarlo un poco Hayley se lanzó a abrazarlo. Theo lo tomó como un agradecimiento por el regalo y es que así era.
―Feliz Navidad, Hayls.―murmuró Theo divertido.
―Feliz Navidad, Theo.―rió risueña.
―¿Podrías callarte Nott? Hay gente intentando dormir.―se escuchó la voz de un adormilado Draco dentro de la habitación.
Hayley se dio paso corriendo y se lanzó sobre el rubio mientras ella reía junto a Theo.
―Feliz Navidad, Draquinini.
―Hayley.
―¿Sí?
―Quítate de encima.
Navidad no fue tan malo como creerían, Theo y Hayley se ofrecieron a ir a las cocinas ya que habían decidido pasar el día en la habitación de los chicos. Habían vuelto con bandejas tanto de comidas tanto como postres y algunos dulces de Hayley.
La azabache no pensó al fin poder convivir con Blaise y como regalo de esas fiestas, Hayley le otorgó una rana de chocolate de sus favoritas y así Hayley hizo otro amigo para su propia sorpresa y estaba segura que para Blaise también.
No salieron de la habitación hasta que fue hora de la cena y conversando se dirigieron a Gran Comedor.
En todo el día Hayley no habló con Harry ya que no se lo había encontrado por ningún lado, pero de todas formas en algún momento se tendría que acercar a él para agradecerle a Hermione.
De una u otra forma, las cosas entre su mellizo y ella estaban cambiando.
Y Hayley tenía en claro que pronto ya no compartirían pensamientos.
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