viii. extra classes
―Jay, te adoro, pero estás siendo completamente paranoico y me das miedo.―admitió Hayley apretando los labios. Jason suspiró frustrado, recargando su espalda en la pared.
―No soy paranoico, solo digo lo que escuché.―se defendió con el ceño fruncido.
―Lo estás llevando muy allá. Y por otro lado, no prestes atención a Harry; está completamente loco, tiene problemas.
―Me da igual lo que diga Harry.―restó interés el pelinegro.―Lo que me importa es lo otro. Hayley, solo quiero protegerte.
―¿Protegerla de qué?―espetó una fría voz detrás de ellos. Seguido de eso, Hayley sintió como dos manos la tomaban por la cintura para pegarla posesivamente al cuerpo detrás de ella.
―¿No se lo has dicho?―soltó Jason, mirando incrédulo a la chica frente a él.
―¿De qué habla?―inquirió Draco de golpe. Hayley abrió los ojos en par mientras Jason la miraba expectante. El agarre en su cintura se hizo más fuerte pero aún así, Hayley no habló.
―¿No hablarás?―se quejó Jason, cruzando sus brazos. Quitó la vista de Hayley para enfocarse en Draco, quien era apenas un poco más bajo que él.―Bien. Malfoy, Roger Davies piensa en darle amortentia a Hayley. Como sea, yo solo intento advertirle. Nos vemos.
Sin esperar nada más, se enderezó y rodeó la pareja, dejándolos solos en el pasillo.
Draco aprovechó para girar a Hayley en su lugar y aún así por un largo rato nadie habló. Hayley mordía el interior de su mejilla con incomodidad y Draco se encontraba cruzado de brazos, con el gesto no muy agradable que se le caracterizaba.
―No es para tanto.―soltó Hayley para cortar la tensión.
―Aún así, debiste decirme.―repuso el platinado tomándola por la cintura.―Desde ahora no aceptarás algo que no te de yo o los chicos, ¿de acuerdo?
Hayley quería renegar y decirle nuevamente que no podía decirle que hacer, pero tal vez, solo tal vez, él tenía razón al igual que Jason.
―Está bien. Pero bien, ¿para qué me buscabas?―preguntó pasando sus brazos por su cuello, teniendo que mantenerse de puntitas para alcanzarlo.
―Oh, cierto.―pareció recordar.―Theodore me mandó a buscarte, tu padre está en el despacho del Dumbledore, te quieren ahí.
―¿Papá está aquí? ¡Y nosotros aquí perdiendo el tiempo por Roger estúpido Davies!
―¡Killian Theodore Nott!―exclamó Hayley apenas entró a la oficina del director.
―Llevo más de quince minutos esperándote, Jillian.―se quejó su padre, devolviendole el abrazo.―Si me entero que estaba con Malfoy, tendremos que tener la charla.
―Ya la tuve, gracias.―contestó Hayley de inmediato, negado repetidamente. Luego, se volvió hacia Dumbledore, que los miraba con una amplia sonrisa.―¡Hola, profesor!
―Bienvenida, Hayley.―saludó el anciano e hizo una seña para tomaran asiento.―Por favor, pónganse cómodos, tenemos muchos aspectos que dar a conocer.
―Pensé que Theo estaría aquí.―comentó Hayley mientras tomaba lugar frente al escritorio al igual que Killian.
―Ya hemos hablado con él, tranquila.―restó interés Dumbledore.―Debido a distintos factores, he tomado la decisión de comunicarle a alguien sobre tu caso, a lo que quiero decir, tu cicatriz y profecía. Aún así, nadie más puede saber de la cicatriz, eso sería arriesgarse demasiado.―Hayley asintió lentamente, echando una rápida mirada a su padre.―No pensé en alguien mejor que Killian, tu tutor y padre, mejor ahora que es miembro oficial de la Orden del Fénix.
―Pero...―la azabache se volvió de inmediato a Killian, quien sonreía como si estuviera orgulloso de si mismo.
―Killian te enseñará la oclumancia.―prosiguió Dumbledore.―Aprenderás a cerrar tu mente de la misma manera en la que Harry debió haberlo hecho.―suspiró pesadamente.―De igual manera, serás entrenada debidamente para enfrentar las artes oscuras.
Hayley frunció el gesto. Defensa Contra las Artes Oscuras no era algo que se le diera mal, precisamente, fue una de las primeras en dominar los hechizos no verbales en las clases con Snape. Pero con el simple hecho de saber que tenía que entrenar, es decir, trabajo extra, la pereza se apoderaba de ella.
De repente, se escucharon golpes desesperados en la puerta, y con un movimiento de varita, Dumbledore hizo que se abriera, haciendo notar a Harry.
―Prof... Hayley.―se interrumpió a si mismo, arrepintiéndose cuando su voz tembló.
―Harry.―la azabache dio un asentimiento.
―Harry, ¿podrías darnos un momento?―inquirió Dumbledore como si nada. Potter asintió de inmediato y cerró la puerta del despacho.―Supongo que hasta ahora, es todo lo que debes saber. Más adelante, Killian te explicará lo que tienes que hacer. Si me disculpan, tengo otros temas que tratar con Harry.
Siendo sutilmente echados del despacho por el mismo Dumbledore, Hayley y Killian salieron de ahí con el propósito de ir en busca de Theodore para que su padre pudiera despedirse de él, sin embargo, en la puerta tuvieron que chocar contra Harry Potter. Killian hizo una mueca graciosa al pasar por su lado, y eso fue suficiente para alegrar el corazón de la azabache.
―¡Y este asqueroso va a la habitación de Daphne todas las noches!
―¡Tú también vas a la de Malfoy!
―¡Ese no era el punto, Theodore!
―Hablaremos seriamente los tres, pero tendrá que ser luego.―gruñó Killian.―Tengo que irme, pero prometo escribirles. ¡Y cuiden sus hormonas, niños!
Subió al carruaje dirigido por los thestrals mientras tanto como Theo como Hayley lo veían alejarse, agitando sus manos como signo de despedida.
―¿Cómo fue la reunión de Slughorn hoy?―preguntó Hayley cuando ambos iban de vuelta al castillo.
―Habrá una cena de Navidad.―hizo saber con una mueca.
―Ew.
―Sí, y puedes invitar a alguien.―la codeó.―Y Slughorn nos rogó prácticamente a Zabini y a mi que te hiciéramos ir.
―Recuerdame cuanto falta para Navidad.―pidió en un suspiro.
―Una semana.
―Que me lleve Merlín, entonces.
―¡Y Theo definitivamente es una vieja bruja chismosa!―decía Hayley mientras tomaba una ducha. Draco la escuchaba atentamente desde la cama, esperando con ansias a que saliera.
―¿Por qué Killian estaba aquí?―gritó -aunque no muy alto- para que Hayley pudiera escucharlo.
―El viejo quería explicarle lo que ustedes ya saben.―habló en el mismo tono.―Papá me enseñará oclumancia.
―No es tan difícil, podría ayudarte.―ofreció el rubio.
―Muy lindo de tu parte.―elogió Hayley. Su voz se escuchaba un poco más cerca y el sonido del agua cayendo ahora era nulo. Seguramente ella ya debía de estar envolviéndose en una toalla y... Draco relamió sus labios.―... Pero no me gustaría que algo saliera mal y terminar viendo tus recuerdos raros. A Harry le pasó con Snape.
―¿Y qué fue lo que vio?―indagó el rubio.
―Nada muy interesante: a mi padre poniéndolo de cabeza.―aún sin verla, sabía que se estaba encogiendo de hombros con aburrimiento.―Pero eso fue suficiente para darle una crisis existencial. Patético.
Al parecer por fin Hayley se decidía a salir, a lo que Draco se inmediato se incorporó al escuchar la puerta abrirse, dejando ver a una Hayley únicamente con una gran playera -seguramente había sido de Dudley, porque era enorme- y debajo solo tenía bragas. Su cabello mojado se pegaba contra su espalda y pecho, resaltandolo.
―¿Sabes qué fue extraño hoy?―preguntó Hayley pasando una toalla por su cabello, finalmente dejándola de lado cuando estuvo frente a el rubio y este la tomó por las piernas.
―¿Qué?―contestó distraídamente, muy ocupado en acomodarla a horcajadas en su regazo.
―Jason.―frunció la nariz.―Estaba molesto. Jason nunca está molesto.
―Se preocupa más de lo que le corresponde.―Draco rodó los ojos con fastidio, acariciando sus mulos.―Sigue detrás de ti, justo como el primer día.
―Sí, bueno...―Hayley no iba a negarlo, Cho se encargaba de repetírselo y a veces Jason era muy obvio, pero Hayley sabía que no era su intención.―Él no está intentando nada y yo no estoy interesada, así que no veo el problema.
―Eso espero.―masajeó lentamente su trasero cuando Hayley comenzó a dejar besos en su cuello.
―Oh, y también habrá una cena de Navidad por parte de Slughorn, así que espero no me dejes morir entre las parejas de Theo y Blaise.
―No lo sé, nena.―gimió Draco.―El armario me tiene algo ocupado.
Hayley bufó.
―Ese armario hijo de puta.―refunfuñó.―No importa, mañana iré contigo.
―¿Podrías callarte y seguir con lo que estamos?
―Te ves ridícula.―se burló Blaise cuando ambos iban tomaron asiento en las bancas del Gran Comedor para el desayuno.
―Lo sé, ni siquiera hace tanto frío.―se quejó Hayley sirviendo huevos revueltos en su plato.
―Ya, déjame ver.―insistió Blaise por décima vez.
Hayley se quejó una vez más, y aunque a regañadientes, bajó un poco la tela de su bufanda para que el moreno pudiera apreciar su cuello cubierto de marcas moradas, consecuentes de la noche anterior.
―Diablos, nena. Comparte un poco.―Blaise soltó una carcajada que resonó en todo el salón, y avergonzada, Hayley fingió prestarle mucha atención a su plato.
―Una sola palabra a Theodore y eres hombre muerto.―advirtió Hayley, a lo que Blaise alzó ambas manos en son de paz, pero aún tenía esa sonrisa burlona.―¡Zabini!
―Ya, ya. Tu sucio secreto está a salvo conmigo, asquerosa.
―Tus sucios secretos también están a salvo conmigo.―concordó Hayley con una mueca.―Uy, ahí viene Theo. Te dejo, ¡adiós!
Lo más rápido que pudo, Hayley tomó una cuantas manzanas para draco y se escabulló de la vista de su hermano, saliendo de inmediato del Gran Comedor comenzó a dirigirse hacia el séptimo piso del castillo. Aunque le dolía dejar a Hagrid, Hayley había dejado la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, al igual que Estudio de Runas Antiguas y por supuesto, Historia de la Magia. Resultaba bastante conveniente, tenía más horas libres y más tiempo de ayudar a Draco.
―¿Tienes los libros?―inquirió el platinado al verla llegar.
―Sip, pasé a recogerlos antes del desayuno.―hizo saber mientras rebuscaba en su mochila.―Madame Pince me preguntó más de tres veces de dónde había sacado ese permiso para la sección prohibida, ¡cuando ahí está la firma del profesor Snape!
―Sí, por eso te lo pedí a ti.―admitió Draco.
―¡Hey!―se quejó Hayley.―Cómo sea, ¿qué hay que hacer?
―Nena, realmente sería fantástico que dejaras de involucrarte en esto, pero bien, pasame eso de allá.―señaló una jaula no muy grande donde se distinguía un pequeño pajarito negro dentro de ella.
―Bueno, sigo siendo una Potter. Eso de no involucrarme tampoco me va bien.―se encogió de hombros.―¿Acaso vas a...?
Draco asintió con una mueca tomando la jaula.
―Uh, suerte, pequeñín.―se dirigió al ave bajo la confundida mirada de Draco.
―Deberías desearme suerte a mí.―le recriminó.
―¡Yo soy tu suerte aquí, Draquin!
―Por supuesto que lo eres.―suspiró, besandole cortamente la coronilla.―Linda bufanda, por cierto.
―Ya cállate y pon el pájaro ahí.―refunfuñó.
Draco obedeció, abriendo el armario para colocar el animal ahí. Tomó aire antes de pronunciar:
―Harmonia Nectere Passus.
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fecha de publicación: ₁₃/₀₈/₂₀₂₀
- editado -
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