vi. what happened to your hand?
En su tercer castigo, Hayley miraba el dorso de su adolorida mano, donde las palabras No debo alzar la voz a mis profesores habían dejado de cicatrizar y desaparecer y permanecieron ahí, rezumando gotitas de sangre.
Al ver que ni Hayley ni Harry seguían escribiendo, Umbridge notó que ambos miraban fijamente sus manos. Sonrió encantada ante aquello.
―¡Ah!―exclamó.―Esto les servirá de recordatorio, ¿no creen? Ya pueden marcharse.
―¿Tenemos que volver mañana?―preguntó Hayley mientras tomaba sus cosas con la mano izquierda, ya que la derecha le dolía.
―Sí, claro.―contestó la profesor Umbridge con una amplia sonrisa.―Sí, creo que podemos grabar más el mensaje.
Harry y Hayley salieron del despacho en silencio y cuando se habían alejado lo suficiente, Harry habló.
―Hayley, sé que duele pero...
―No hay que acusarla.―terminó por él. Harry asintió y ella mordió su mejilla interior.―Está bien, tienes razón esta vez.―aceptó.― ¿Crees que alcancemos la cena?
Harry echó un vistazo a su reloj y asintió.
Cuando ambos llegaron al vestíbulo, Cho Chang llegó corriendo hacia Hayley se lanzó a abrazarla. Harry literalmente huyó después de que Cho le dedicara una linda sonrisa.
―Me enteré sobre... lo de la profesora Umbridge, ya sabes. Defendiste el nombre de Cedric.―Hayley notó que para Cho tampoco era muy fácil hablar del tema, así que la abrazó más fuerte.
Al separarse, Hayley llevó su mano derecha a su espalda y forzó una sonrisa.
―Era mi amigo.―contestó Hayley, mirando fijamente al piso.―Siempre estaba tan feliz que me irritaba, pero lo quería por eso.
―Y él lo sabía.―aseguró Cho. Hayley asintió y recibió un abrazo de Cho una vez más antes de que la morena se despidiera y se fuera seguramente a la Torre de Ravenclaw.
Hayley estiró lo más que pudo las mangas de su túnica, procurando que las letras grabadas no se notaran, y con una gran sonrisa entró al Gran Comedor. Buscó con la mirada a sus amigos y alegremente de dirigió a ellos.
―Hola, caras de escreguto.―saludó Hayley.
―No pensamos que vendrías a la cena.―admitió Draco, confundido.
―Ni yo, pero la vieja arpía se apiado un poco con nosotros.―mintió dándole un sorbo a su jugo de calabaza.
―Uh, Hayley, adivina quien tiene una cita hoy.―la codeó Blaise.
―Espero que tú.―dijo Hayley confundida, Blaise bufó.
―No, es Theo.―rodó los ojos Theo hizo a un lado su plato y formó una mueca.
―No diré nada sobre eso.―advirtió a Hayley, quien lo miró entrecerrando los ojos.
―¿Quién es?―preguntó Hayley.
―Daphne Greengrass.―Hayley hizo una mueca.
―Ella está loca.―pensó en voz alta Hayley. Draco abrió los ojos en par y le hizo una seña al confundido Theodore para que no se tomara en serio aquello.
―¿Por qué lo dices?―rió Theo.
Hayley se volvió a Draco.
―Dijiste que se lo dirías.―le reclamó Hayley al rubio.
―Y lo hice, nena. Pero sabes como es Nott.―Draco agitó la mano fingiendo no darle importancia. Theo y Blaise los miraban altamente confundidos.―¿Por qué no vamos a la sala común?
―Bien.―aceptó Hayley.―Suerte con la loca, Nott. ¡No creas nada de lo que te dice!
Draco se golpeó la frente y tomó a Hayley de los hombros para que se apurara al caminar. Llegaron a la mazmorra que tenían por sala común, Hayley se excusó diciendo que quería cambiar su ropa y que en un momento volvía con él. Lo cual no era una completa mentira, ella realmente quería ponerse el pijama, pero también el dorso de su mano comenzaba a arder en contacto con la no tan suave tela de la túnica.
Así que Hayley corrió hasta su habitación, se despojó de la túnica y demás, cambió su falda por unos sweetpants y su blusa de botones por la hoodie más grande que encontró (había sido de Dudley) para poder esconder por completo su brazo en él; tomó una caja de galletas, sus anteojos y pantuflas antes de bajar de nuevo a la sala común. Draco estaba sentado en el sofá leyendo un libro, sin embargo, todos comenzaban a llegar después de la cena.
―¿Mi habitación?―preguntó el rubio cuando vio el paquete de galletas entre las manos de Hayley. La azabache asintió.
Cuando Draco abrió la puerta para Hayley, esta automáticamente corrió a su cama y se escondió bajo las mantas.
―Tengo algo que contarte.―Hayley palmeó a su lado.―Peeeero, debes prometer que no vas a molestarte.―sonrió mostrando sus dientes. Draco frunció el ceño.
―Voy a cambiarme.―avisó el rubio tomando ropa de su cómoda, después se dirigió al baño.
Hayley esperó pacientemente hasta que Draco salió con el pijama puesto y se recostó a un lado de ella, apoyando su cabeza con el puño.
―Ya puedes decirme.―informó cuando vio que Hayley se quedaba callada y con la mirada perdida.
―Olvídalo, no es importante.―Hayley se enderezó negando.―¿Galleta?
―Nena.―la llamó Draco, haciendo a un lado la galleta que Hayley le tendía.―Ven aquí.―indicó abriendo sus brazos.
Hayley no dudó nada en hacerlo, dejó todo de lado y rodó un poco hasta entrar entre sus brazos. Ahí, Draco le besó la frente con una mueca de disgusto.
―¿Qué tan tonta debes de ser para pensar que no noto cuando estás mal?―preguntó el rubio intentando mirarla a los ojos, pero Hayley era como una niña pequeña, así que escondió su rostro en su pecho para evitar aquello.
―No estoy mal.―se quejó.
―Sé que estabas llorando antes de subir al tren.―divagó.
―Tú no me dirías si lo estuvieras.―se quejó de nuevo.―¿Por qué yo debería de decirte si lo estoy no?―se atrevió a mirarlo.
Draco guardó silencio un largo rato, donde solo se dedicó a pasar sus dedos por la espalda de Hayley en círculos. Luego, le quitó los anteojos y los puso aparte, la azabache miraba con plena atención cada uno sus movimientos.
―Porque sé que me descubrirías y me obligarías a decírtelo.―dijo al fin.―Así que anda, puedes decirme.―la incitó.
―A veces te odio.―masculló Hayley, aunque claramente no era verdad.―Bien, te lo diré. Pero si lloro, será tu culpa y llevarás eso hasta el día de tu muerte.
Draco rodó los ojos y asintió.
―¿Recuerdas al perro?―Draco asintió.―Bueno, el perro es mi padrino y él está... bueno está por ahí. El punto es que aún lo siguen buscando y... hemos pasado mitad del verano con él, luego de los dementores, y yo de verdad pensaba que iba a ser expulsada entonces me planteé vivir con él. Creo que me ilusioné de más con eso y me ha costado dejarlo, incluso aunque vaya a verlo en vacaciones y...―sacó su labio inferior creando un puchero.―Lo extraño.
―Nena, pero...
―Desde que tengo un año no he tenido una figura paterna, ¿entiendes? Me emociona tenerlo a él, y además... ¡es como yo!―Draco rió y le apartó un mechón de cabello que había resbalado a su rostro.
―Lo declararán inocente.―aseguró Draco, aunque sabía que era difícil que eso pasara.―Y tú y San Potter vivirán con él y bla, bla, bla.
―Eso espero.―suspiró Hayley.―¿Puedo dormir aquí?
―Mañana hay clases.―le recordó el rubio.
―Ajá, ¿puedo?
―Bien.―Draco rodó los ojos. Dejó un beso en sus labios y uno en su frente, haciendo a Hayley sonreír.
―Buenas noches, Draquin.
En su último castigo con Umbridge, Hayley sentía su piel abrirse y arder cada que trazaba una letra, y en vez de que la herida se cerrara y cicatrizara, brotaba una gota de sangre, llegando hasta el punto que el pergamino estaba cubierto de gotas. Dolía muchísimo, Hayley tenía que morderse la lengua para no llorar, y de todas maneras sus muslos eran la prueba de todo lo que se contenía a llorar. Aún así, ni Harry ni Hayley emitieron sonido alguno y cuando levantaron la vista a la ventana, está indicó que de nuevo volvía a ser más de media noche.
Umbridge tomó de nuevo las manos de ambos y las examinó, de por sí era doloroso siquiera alzar la mano, más ardía que la que se hacía llamar profesora pasara sus dedos por la letras. Pero además de sentir un dolor punzante en el dorso de su mano, también lo sintió en la espalda. Aquel dolor era más fuerte que los anteriores, así que no pudo evitar arquearse. Umbridge notó aquello.
―Ya lo sé. ¿Duele verdad?―comentó con su empalagosa voz. Ninguno contestó.―Bueno, creo que ya me han comprendido, Potter's. Pueden marcharse.
Harry tomó sus cosas y salió del despacho tan deprisa como pudo. Supuso que a él también debió de haberle dolido la cicatriz y ahora estaba paranoico por algo.
En cambio, Hayley veía como su mano sangraba más de lo previsto, cada paso que daba era acompañado por gotas de sangre que caían en el piso al avanzar. La azabache hizo una mueca al darse cuenta que si seguía así, iba a ser más difícil ocultar eso de sus amigos.
Desvió su camino de las mazmorras a la enfermería y pidió a Madame Pomfrey algunas vendas y algo para desinfectar, justificando con que su compañera de cuarto se había caído y creado una herida y no podía caminar. Era una gran mentira, pues Hayley ni siquiera compartía habitación con alguien.
Cuando llegó a la sala común, de nuevo Draco, Theo y Blaise la estaban esperando. Hayley hizo una mueca.
―Iré a cambiarme.―avisó y de inmediato subió las escaleras, por suerte escondía lo que Madame Pomfrey le había dado entre sus brazos.
En su cuarto de baño, Hayley mojó el algodón en algo de alcohol y con cuidado lo pasó a toques por las palabras grabadas en su piel. Ardía como el infierno. Cuando terminó, lo vendó, cambió su ropa por la pijama y bajó lo más rápido que pudo.
―¿Qué le pasó a tu mano?―preguntó Draco señalando la venda.
―Oh, es que he escrito mucho en los castigos y creo que me he lastimado.―no era una mentira por completo, pero igual se sintió mal. Theo y Blaise asintieron comprendiendo, sin embargo Draco solo frunció el ceño.
Bien, no le había creído.
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