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iii. hippogriff




La mañana del dos de septiembre, Hayley Potter se despertó con la sensación de tener que buscar algo en el castillo, pero al no saber muy bien qué era eso que le traía tanta inquietud, decidió arreglarse para su primer día de clases en tercer año.

Cuando Hayley entró al Gran Comedor, lo primero que vio fue como el idiota que se hacía llamar amigo, Draco Malfoy, junto con Pansy Parkinson y otros de su grupo, se burlaban de su hermano por lo ocurrido la tarde anterior en el expreso de Hogwarts con los dementores.

Hayley apresuró su paso justo cuando Pansy decía:

―¡Eh, Potter! ¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuuh!― Le gritaba a su hermano y se ponía la capucha de la túnica imitando un dementor.

― Guaf, guaf.―fingió ladrar Hayley cuando se acercó lo suficiente. Pansy la miró confundida.―Oh, perdón Parkinson. Por tu cara de perro, pensé que solo así entendías.―le dedicó su sonrisa más cínica e ignorándola, pasó por su lado y tomó asiento a un lado de Harry, en la mesa de Gryffindor.

―Gracias, Hayls.―Harry le dedicó una pequeña sonrisa.

―Oh, vamos, no te disculpes. ¡También soy Potter! Me estaban insultando a mí.―lo codeó risueña.

―Potter.―escuchó decir atrás de ella un voz, tanto Harry como Hayley voltearon, encontrándose con el profesor Snape, extendiendo un pergamino.―Su horario.

―Gracias profesor.―murmuró tomándolo. Snape asintió y se retiró.

―¿Ya viste el horroroso horario de Hermione?―preguntó Ron frente a ella mientras masticaba, Hermione lo reprendió. La azabache ni siquiera se había dado cuenta de que ellos estaban ahí.

―Oh, hola Ron, hola Herms.―saludó.

Hayley desayunó en silencio, mientras Harry, Ron y Hermione hablaban entre ellos. No tardó en despedirse para ir a la sala común por sus libros para su primera clase.

Después del almuerzo, Hayley tenía clase de Cuidado de Criaturas Mágicas con Gryffindor, y no pudo evitar sentirse decepcionada de eso.

Ella ya se encontraba en el lugar donde daría inicio a su clase, más sin embargo no había llegado aún nadie. Sólo estaba ella y Hagrid, quien se encontraba muy nervioso.

―Lo harás bien.―le decía Hayley para que se calmase.

―¿Tú crees?

―Estoy segura.―le sonrió la azabache y Hagrid pareció relajarse.

Hayley tomó asiento en una roca y tomó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, quien ya casi no la mordía. Hagrid se había emocionado cuando la chica de ojos avellanas le había dicho que había descifrado como hacer que el libro se abriera.

Minutos después, alumnos tanto de Slytherin como de Gryffindor habían comenzado a acercarse a el lugar y Hayley hizo una mueca cuando vio a Harry en camino junto a sus dos amigos. Luego, vio a Draco Malfoy y su expresión se desfiguró más. Ella tenía un presentimiento y no quería que la clase de Hagrid se arruinara.

―¡Acérquense todos!―gritó Hagrid.― Asegúrense de tener buena vista. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros...

―¿De que modo?―A Hayley no le había gustado para nada el tono frío y mal educado de Draco, se obligó a si misma a no dedicarle una mirada de reproche.

―¿Qué?―había dicho Hagrid.

―¿De qué modo abrimos los libros?―repitió Malfoy.

―¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro?―dijo Hagrid, decepcionado.

Toda la clase, excepto Hayley, negó con la cabeza.

―Tienen que acariciarlo.―dijo Hagrid como si fuera lo más obvio.― Hayley..., ¿podrías?

La azabache se puso de pie con el libro entre sus manos y lo mostró ante la clase, al levantar su mano, el libro quiso morderla pero Hayley acercó su dedo al lomo y lo acarició, el libro se estremeció, se abrió y se quedó tranquilo entre sus manos. Hayley sonrió orgullosa.

―¡Qué tontos hemos sido todos!―dijo Draco despectivamente.― ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

― Yo... yo pensé que les haría gracia.―susurró Hagrid en voz baja.

― Oh, y la hace Hagrid, fue divertido descubrirlo.―dijo Hayley, antes de mirar con molestia al rubio y decir: ―no escuches a los estúpidos ignorantes, Hagrid. No valen la pena.

Hayley vio como una sonrisa se escapaba de las comisuras de Harry, y eso la hizo sentir satisfecha.

― Bueno, pues.―dijo Hagrid, parecía un poco más animado.―Ya tienen los libros, hacen falta las criaturas... Ahora vengo.―Y se perdió en el Bosque Prohibido.

―¿Estás molesta conmigo?―preguntó Draco llegando a su lado. La azabache ni siquiera lo miró.

― Descifralo por ti mismo, Malfoy.―alzó las cejas y acomodando sus anteojos se acomodó a un lado de Harry.

― Este lugar está en decadencia.―dijo Draco en voz alta.― Estas clases idiotas... A mi padre le dará un infarto cuando se lo cuente.

―Tú fuiste quien decidió tomarlas, estúpido, no te quejes.―escupió Hayley, ya molesta de la situación.

Pero todo rastro de molestia o enojo en la expresión de Hayley desapareció cuando miró hacia por donde Hagrid se había ido.

Trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que Harry había visto en su vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.

―¡Vayan para allá!―Siguiendo las indicaciones de Hagrid, la clase retrocedió.

―Harry, ¿puedo tener uno?―Preguntó Hayley en un susurro a su hermano.―Ni siquiera sé porqué pregunto, claro que voy tener uno.

―¡Hipogrifos!―Exclamó Hagrid, alegremente.― ¿A que son hermosos? Vamos, pueden acercarse sin quieren...

Nadie parecía querer acercarse, pero Hayley y Harry se aproximaron al animal con cautela. La azabache giró los ojos al darse que su hermano la había seguido.

―Lo primero que tienen que saber es que los hipogrifos son orgullosos.―explicó Hagrid.― Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendan a alguno, podría ser lo último que hicieran.

Malfoy, Crabbe y Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja y Hayley tuvo la desagradable sensación de que estaban tramando la mejor manera de arruinarlo todo.

―Tienen que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento.― Continuó Hagrid.―Es educado, ¿se dan cuenta? Van hacia él, se inclinan y esperan. Si él responde con una inclinación, querrá decir que les permite tocarlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que se alejen de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?

Como respuesta, el resto de la clase se alejó un más. Incluso Hayley vio a Harry dudar, eso la hizo sonreír. Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados.

― Yo, Hagrid.― dijo Hayley, acercándose con una sonrisa pasmada en el rostro.

Estaba feliz de atreverse cuando nadie más lo hizo.

―Bien, Hayley.―dijo Hagrid, feliz.― Veamos que tal te llevas con Buckbeak.

Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración. Malfoy entornaba los ojos con malicia, pero Hayley no le iba a poner atención a él. Era su momento.

―Tranquila, Hayley.― le decía Hagrid en voz baja.― Primero, míralo a los ojos. Procura no parpadear. Los hipogrifos no confían en ti si parpadeas demasiado...

Hayley hizo caso a las indicaciones y sugerencias de Hagrid. Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y miraba a Harry fijamente con un ojo terrible de color naranja.

―Eso es, Hayley... ahora inclina la cabeza.

Hayley se inclinó como si estuviera haciendo una reverencia y después levantó suavemente la mirada. Entonces, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente. El asombro y la admiración se pasmaron en la cara de Hayley.

―¡Bien hecho, Hayley!―gritó Hagrid, feliz.―Puedes tocarlo, vamos.

Hayley se acercó y lentamente levantó su brazo y le dio algunas palmadas en el pico, parecía que a la criatura le gustaba.

La clase estalló en aplausos y Hayley se sintió orgullosa de que los aplausos fueran para ella.

―Bien, Hayley, creo que Buckbeak dejará que lo montes.―aunque sorprendida, Hayley asintió emocionada. Hagrid se acercó un poco para indicarle como subirse, Hayley le dio su túnica para que se la diera a Harry o alguien para que la cuidara, acomodó su falda antes de abrazar el cuello del hipogrifo.

―¡Vamos!―exclamó Hagrid y le dio una palmada a la criatura.

El hipogrifo corrió un poco antes de echarse a volar, Hayley levantó la vista, era algo mágico. Voló por encima del prado y del castillo y las torres, también por sobre el Lago Negro, tan cerca que las garras de Buckbeak tocaban el agua, Hayley se enderezó y soltó sus brazos del cuello del hipogrifo, sintiendo el viento chocar contra su cara, se quitó las gafas solo para disfrutar el momento.

De regreso a donde habían partido, Hagrid silbó y Buckbeak aterrizó. Con ayuda de Hagrid, Hayley bajó y le sonrió.

―Eso fue genial, Hagrid. ¿Puedo tener uno?―dijo la azabache emocionada.

Mientras Hagrid respondía, no se había percatado que Malfoy se acercaba a paso decidido al hipogrifo, este se asustó y en su modo de defensa, hirió con sus garras al rubio, quien cayó al suelo soltando un grito agudísimo. Hagrid distrajo a Buckbeak lanzando hacía otro lado un poco de comida.

Hayley rápidamente se acercó a Draco y se arrodilló a su lado.

―¡Me muero!―gritaba el rubio mientras cundía en pánico.―¡Me muero, miren! ¡Me ha matado!

Era una gran demostración de amistad de parte de Hayley que no se estuviera riendo de él, vio su ropa manchada de sangre e hizo una mueca. En su brazo había una herida larga y profunda.

―No te mueres, Draco. Estoy aquí.―Hayley le sonrió mientras tomaba su mano. La azabache volteó a ver a Hagrid, quien estaba pálido.―Hay que llevarlo a la enfermería, Hag.―Este asintió rápidamente.

―Hayley, no me dejes.―Se apresuró a pedirle el rubio. Hayley pudo ver temor en sus ojos.

―No lo iba a hacer.

Podría ser un desgraciado, estúpido, narcisista, egocéntrico, vivían peleados y haciendo berrinches, pero era su amigo. Y los amigos no se abandonan.

Hagrid cargó con facilidad a Malfoy y corrió hacía la enfermería, con Hayley a su lado.

―¡Draquin!―fue lo primero que salió de la boca de Hayley cuando Madame Pomfrey le permitió pasar a verlo.

―Oh, Merlín. No tú.

―Calla.―Hayley rodó los ojos.―Amas verme.

―No.―mintió Draco con facilidad.―De hecho, me haría muy feliz que te fueras.

―Si que eres necio, Malfoy.―se quejó Hayley mientras se sentaba en la cama en la que reposaba Draco.―¿Está de más decir que fue estúpido de tu parte?

―Sí. Ahora vete.

―Ojalá te coma un hipogrifo, Draquin.

―¿Todo bien, Harry?―se atrevió a preguntar Hayley llegando a un lado de su hermano, quien la miró molesto.

―Oh, no sé, tú dime. ¿Te suena algo como ''casi despiden a Hagrid por culpa de tu amiguito Malfoy''? ―bufó molesto.

―Hey, eso no fue mi culpa.

―Oh, por supuesto que no lo fue.―ironizó el azabache.― Pero tampoco te molestaste en visitar a Hagrid en como estaba, en cambio estabas muy ocupada con Mal...

―¡BASTA!―gritó Hayley, harta de la situación.―Hoy no tengo ganas de soportar tu mierda, no vemos después, James.

Harry se quedó en medio del pasillo, simplemente viendo como la silueta de Hayley se alejaba. Creía que era la primera vez que Hayley le hablaba... así. Aún molesto y decepcionado, volvió a su sala común.

Hayley caminaba molesta en dirección a las mazmorras, estaba oscureciendo y pronto sería la hora de la cena. Algo en su interior la hizo querer alejarse de todo e inconscientemente caminó hacia las afueras del Bosque Prohibido, pensando en si no le había podido tocar un hermano mas estúpido e ignorante que el propio Harry Potter, el tonto niño que vivió. Sin querer, unas cuantas lágrimas se habían acumulado en sus bonitos ojos avellana, se quitó las gafas solo para poder tallarse los ojos y luego se las volvió a colocar.

Se sentó en el pasto, a lo lejos podía distinguir la cabaña de Hagrid con las luces encendidas, pero rápidamente volteó la mirada, se sentía mal por Hagrid, sí, pero estaba segura que no era su culpa como Harry lo había dicho, ¡como si ella controlara las estupideces de Draco Malfoy! A ella sin duda le había dolido que la clase de Hagrid se arruinara, después de mucho, él había sido quien los sacó de la casa de sus horribles tíos. Pensando en muchas cosas, Hayley levantó la mirada cuando sintió una presencia a su lado.

Era un perro negro, bastante grande, sentando en sus patas traseras justo frente a ella, la miraba de una manera que Hayley no supo descifrar, ¿alegría, tal vez? de alguna manera, se le hacía familiar. Hayley amaba a los perros, así que no dudó mucho en alzar su mano para acariciar al animal, este rápidamente aceptó las caricias y no tardó mucho en acercarse más para lamerle la cara, entre risas, Hayley lo alejó.

―No sabía que se permitían perros en Hogwarts.―murmuró Hayley mientras lo acariciaba detrás de la oreja, parecía gustarle.―Supongo que debes tener hambre.

Sin dudarlo, Hayley sacó del bolsillo de su túnica un paquete de galletas que siempre guardaba para cuando se aburría en la clase de Historia de la Magia, impartida por el profesor Binns, el fantasma más aburrido de todo Hogwarts según Hayley. Abrió el paquete y pudo jurar que al animal le brillaron los ojos, y con una sonrisa, Hayley le dio todas las galletas.

No se había dado cuenta que ya era bastante tarde, hasta que alzó la vista al cielo y este estaba de un color azul bastante obscuro, con una mueca la azabache se puso de pie y el gran perro volteó a verla, con sus ojos brillantes. Hayley sonrió.

―Mañana te buscaré y te traeré algo de carne, ¿sí?―Le acarició la cabeza y emprendió camino a las mazmorras nuevamente, cuando algo en su cabeza hizo un click.

Hayley pudo recordar que en sus sueños veía a un perro bastante parecido a ese, sin esperar más, volteó a ver si el animal seguía ahí, solo para comprobar, pero este ya se había ido. Hayley frunció el ceño.

Tal vez era todo una casualidad.

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