iii. fucking goddess
Blaise Zabini miraba fijamente a Hayley, simplemente esperando a que hablara; ella tenía algo por decir, lo sabía. Su rostro estaba completamente fruncido y no era solo por el hecho de que intentaba armar una torre con las cartas de los naipes explosivos, sin saber cuando estos podrían quemarle una ceja de la nada.
―Habla.―exigió Blaise.
―¿Qué quieres que diga?―suspiró Hayley, dando por perdida la torre y derrumbandola con la mano.
―Sabes a qué me refiero.―se cruzó de brazos el moreno.
―No puedes decirle a nadie.―advirtió Hayley, girando la cabeza para asegurarse que ellos eran los únicos en el jardín.
―No sería conveniente.―analizó Blaise.―Anda, habla.
―Me han llegado cartas.―explicó Hayley, sacando tres sobres del bolsillo de su abrigo.―De Jason y Cho, por supuesto.―dejó de lado dos de los sobres.―Pero me ha escrito Charlie, es uno de los hermanos de Ron. Habrá una boda, de su hermano Bill y aquella rubia que participó en el torneo de los tres magos; dijo que sería genial si pudiera asistir.
―No.―dijo Blaise de inmediato.―Killian va a matarte.
―Pero... ¡es Charlie! Y además...―de reojo, vio como Killian cruzaba la cocina y se acercaba a ellos. Hayley gruñó y escondió los sobres de nuevo en su bolsillo.―No será peligroso.
―No sabes los planes que hay.―suspiró Blaise.―No es seguro, Hayley.
―Pero Blaise...
―Reunión en Malfoy Manor en dos horas.―soltó Killian apenas llegó junto a ellos.―Te han solicitado, Hayley. Y tu madre quiere verte, Blaise.
Ambos se quejaron.
Recién había entrado Severus Snape al comedor junto con otro mortífago al cual Hayley había escuchado que llamaban Yaxley, posiblemente fuera su apellido porque de nombre le parecía horrible. Alisaba su falda con la mirada puesta en su regazo; como siempre, a su lado derecho estaba Theodore, más tenso que nunca; a su izquierda Killian se mantenía impasible y con la mirada en alto, sin soltar palabra; casi en la otra punta de la mesa se encontraba Blaise, no muy contento a un lado de su madre; frente a ella, del otro lado del comedor, se encontraba Draco, tenso y asustado entre sus padres... Pero, ¿Y quién no estaría asustado? Había un jodido cuerpo apenas a unos dos metros de sus cabezas, flotando y quejándose, resultaba perturbador.
―¿Y?―comenzó Voldemort, incitando a hablar a sus filas.
―Mi Señor, La Orden del Fénix tiene intención de trasladar a Harry Potter de su actual lugar seguro el próximo Sábado, al anochecer.―reveló Snape.
A Hayley se le revolvió el estómago de repente..., ¿Trasladar a Harry? ¿Para qué?
―Sábado... al anochecer.―repitió Voldemort, sus labios se curvaron en lo que pretendía ser una sonrisa.―Bien. Muy bien. Y esta información proviene de...
―De la fuente que ya hemos discutido.―dijo Snape, dando un asentimiento hacia Killian.
―Mi Señor, yo he oído algo diferente.―habló Yaxley. Killian quiso rodar los ojos.―A Dawlish, el auror, se le escapó que Potter no será trasladado hasta el día treinta, la noche antes de que el chico cumpla diecisiete.
Snape soltó una risa.
―Mi fuente me dijo que plantarían un falso rastro; este debe ser. Ni dudo de que Dawlish está bajo un encantamiento confundus. No sería la primera vez; se sabe que es susceptible.
―Te aseguro, mi Señor, que Dawlish parecía bastante seguro.―dijo Yaxley.
―Si estaba bajo un confundus, naturalmente que estaría seguro.―intervino Killian.―Yo te aseguro, Yaxley, que la Oficina de aurores no tomará parte en la protección de Harry Potter. La Orden cree que tenemos infiltrados en el Ministerio.
―La Orden tiene razón en algo entonces, ¿verdad?―dijo un mortífago que Hayley no pudo alcanzar a reconocer, pero toda la mesa soltó una risa a su comentario.
Dentro de ella, Hayley estaba en un completo debate. ¿De verdad estaba rodeada de un montón de personas que buscaban acabar con Harry Potter? Sentía nauseas; odiaba a Harry, sí, pero no tanto como para escuchar cómo planeaban su muerte. Mucho menos cuando sabía que todo sería en vano, cuando la persona que en verdad podía derrotar a Lord Voldemort estaba apenas a unos cuantos metros de él mismo.
―Colagusano.―dijo Voldemort, causando que Hayley saliera de su trance. En ese momento, solo quería escupirle a Pettigrew en la cara.―¿No te he dicho que mantuvieras a nuestro prisionero tranquilo?
Los mirada de Hayley volvió a posarse en el cuerpo que flotaba sobre ellos; trago saliva pesadamente.
―Como estaba diciendo...―continuó Voldemort, aunque Hayley no tenía ni idea qué era lo que el hombre había estado diciendo.―Ahora soy más listo, necesitaré, por ejemplo, tomar prestada la varita de uno de ustedes antes de ir a matar a Potter.
Apenas pronunció las últimas palabras, la boca de Hayley se secó por completo. No podría soportar algo así, necesitaba tener una seria conversación con su padre.
―¿Ningún voluntario?―inquirió Voldemort.―Déjame ver... Lucius, no veo razón para que sigas teniendo una varita.
Lucius Malfoy... De verdad que Hayley quería odiar a aquel hombre, por todo aquel daño que había traído a Draco, pero la verdad era que no podía, porque cada vez que lo intentaba se le venía a la mente que Theodore estaba marcado por la misma razón, y ella no podía odiar a Killian.
―¿Mi señor?
―Tu varita, Lucius. Exijo tu varita.
El mayor de los Malfoy miró de reojo a su esposa, que estaba mirando directamente hacia adelante, tan pálida como él, su largo pelo rubio colgaba por su espalda, pero bajo la mesa sus dedos esbeltos se cerraron brevemente sobre la muñeca de su esposo. Ante su toque, Lucius metió la mano en la túnica, retirando la varita, y pasándosela a Voldemort, que la sostuvo en alto delante de sus ojos rojos, examinándola atentamente.
―¿Qué es?
―Olmo, mi Señor.―susurró Lucius.
―¿Y el núcleo?
―Dragón... nervio de corazón de dragón.
―Bien.―dijo Voldemort. Sacó su propia varita y comparó sus longitudes. Lucius Malfoy hizo un movimiento involuntario; durante una fracción de segundo pareció como si esperara recibir la varita de Voldemort a cambio de la suya. El gesto no le pasó por alto a Voldemort, cuyos ojos se abrieron maliciosamente.
―¿Darte mi varita, Lucius? ¿Mi varita?
―Te he dado tu libertad, Lucius, ¿no es suficiente para ti? Pero he notado que tú y tu familia parecen menos felices que antes... ¿Qué hay en mi presencia en tu casa que te disguste, Lucius?
―Nada... ¡nada, mi Señor!
―Que mentiroso, Lucius.
Entonces, algo pesado podía oírse deslizándose por el suelo bajo la mesa. La enorme serpiente emergió para escalar lentamente por la silla de Voldemort. Se alzó, pareciendo interminable, y fue a descansar sobre los hombros de Voldemort; su cuello era más grueso que el muslo de un hombre; sus ojos, con sus rajas verticales por pupilas, no parpadeaban.
―¿Por qué los Malfoy parecen tan infelices con su suerte? ¿No es mi retorno, mi ascenso al poder, lo que profesaban desear durante tantos años?
―Por supuesto, mi señor... Lo deseábamos, lo deseábamos.
―Mi señor.―habló la voz de Bellatrix Lestrange, que no estaba muy lejos de los Malfoy.―Es un honor tenerte aquí, en la casa de nuestra familia. No puede haber mayor placer.
Hayley emitió algo parecido a un gruñido, fastidiada de cada vez que aquella mujer abriera la boca. La mano de Theo envolvió de inmediato a la de Hayley antes de que Voldemort se percatara. Killian se maldijo internamente, a sabiendas que jamás podría contener a Hayley.
―¿Hay algo que te moleste, Hayley?―preguntó Voldemort bajo la mirada de todos.
Para su propia sorpresa, Hayley se mantuvo tranquila.
―Para nada, señor.―repuso dando un leve asentimiento, sin apartar la mirada de él.
―Señor...―repitió Voldemort parecía que saboreaba la palabra, pensándola, analizándola.―Hay algo ahí que deberíamos cambiar.
Uno de los mortífagos se aclaró la garganta, Hayley se volvió hacia él y juró verlo temblar un poco.
―Se refiere a... ¿convertirla en una más de sus filas, mi señor?―aquel sujeto irradiaba nervios, aunque los disimulaba muy bien.―Su madre... una sangre sucia...
La indignación y la furia la recorrieron la recorrieron por completo.
―Pero de todas formas la quería en sus filas, ¿no?―saltó Hayley de inmediato, sin arrepentirse al instante. Tal vez después.
―¿Acaso intentas cuestionarme, Selwyn?―inquirió Voldemort.
―Por supuesto que no, mi señor... ¡Jamás!
―Eso pensé.―dio un asentimiento para luego volverse hacia Hayley, quien sentía que su mano comenzaba a ponerse morada de la presión que Theo impartía en ella.―Empezaré a considerarlo.
Killian había perdido la cuenta de las veces que había maldecido en esa sola noche, pero estaba agotado de aquello. Por suerte, se sentía tranquilo, consiente de que haber matado a Dumbledore traería sus beneficios tal y como estaba planeado, más con la ayuda de Severus, Hayley no sería marcada.
―¿Reconoces a nuestra invitada, Severus?―preguntó Voldemort. La vista de Snape viajó hacia el cuerpo flotante, completamente impasible.
―¡Severus! ¡Ayúdame!
―Ah, sí.―contestó.
―¿Y tú, Draco?―preguntó Voldemort, acariciando el hocico de la serpiente con la mano libre de la varita.
Con anterioridad, Hayley se había percatado como su novio no podía apartar la mirada de aquel cuerpo, y se maldecía internamente, porque eso solo hacía que pareciera cada vez más escalofriante. Draco negó.
―Pero no tendrás que asistir a sus clases.―continuó Voldemort.―Para aquellos de ustedes que no lo sabían, nos reunimos aquí esta noche por Charity Burbage quien, hasta recientemente, enseñaba en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería.
Volvió la mirada al cuerpo y luego a la mesa; entonces Hayley se mostró confundida; tras estudiar seis años en Hogwarts, se sentía segura de jamás haber visto a esa mujer. Por los rostros de Blaise, Theo y Draco, supo que ellos tampoco.
―Si... la profesora Burbage enseñaba a los hijos de brujas y magos todo sobre los muggles.... como no son tan diferentes a nosotros... No me alegra la corrupción y contaminación de las mentes de niños magos, la semana pasada la Profesora Burbage escribió una apasionada defensa de los sangre sucia en el Profeta. Los magos, dijo, deben aceptar a ladrones de su conocimiento y magia. La disminución de los sangre pura es, dice la Profesora Burbage, una circunstancia de lo más deseable.... Haría que todos nosotros nos emparejáramos con muggles... o, sin duda, con hombres lobo...
Nadie rió esta vez. No había duda de la furia y el descontento en la voz de Voldemort.
―Avada Kedavra.
El destello de luz verde iluminó cada esquina de la habitación. Charity cayó con un resonante golpe sobre la mesa. Varios de los mortífagos saltaron hacia atrás en sus sillas. Hayley retrocedió aun en su lugar, sin poder apartar los ojos del cuerpo de la mujer que había frente a ella. Alzó la mirada y la compartió con Draco, ambos tragaron saliva pesadamente, atemorizados.
―La cena, Nagini.―dijo Voldemort suavemente, y la gran serpiente se balanceó y se deslizó de su hombro hacia la mesa.
Dándose así finalizada la reunión, lo mortífagos salieron del comedor para darle privacidad a la serpiente, igual que Voldemort dio media vuelta y desapareció. Killian suspiró e hizo una seña a Blaise y Draco para comenzar a andar hacia el vestíbulo de Malfoy Manor.
―¿A dónde crees que vas?―le espetó Lucius a Draco, mostrando aquella superioridad que hace unos momentos no pudo sacar a la luz.
―A casa, conmigo.―intervino Killian, cruzándose de brazos.
―Conmigo de vuelta, no creo que sea necesario que vuelva.―masculló Lucius.―¿Cierto, Draco?
―Yo...―Draco tembló, sin saber que decir. Evidentemente no quería quedarse ahí.
―Volverá con nosotros porque es lo mejor para él.―dejó en claro Killian.
―No es tu hijo del que hablamos, Killian.―alzó la voz Lucius.
―Como si lo fuera.―dijo Killian, impasible.―Y créeme Lucius, que he hecho más por él de lo que algún día podrías llegar a hacer tú.
―¿Cómo te atreves a...?
―Déjalo ir, Lucius.―habló Narcissa detrás de ellos.
―Pero...―Narcissa alzó ambas cejas con expresión seria. Lucius carraspeó y arregló su túnica, molesto.―Si eso es lo que quieres.
Killian sonrió triunfal antes de desparecerse frente a ellos; Theo y Blaise lo imitaron a la par, al igual que Draco, quien antes entrelazó su brazo con el de Hayley, y al mismo tiempo, aparecieron los cinco de vuelta en la mansión de los Nott.
Hace no mucho tiempo, Hayley había caído en cuenta que en casa había una pequeña biblioteca en uno de los pisos superiores; se trataba de un cuarto un tanto más pequeño que su habitación con cuatro paredes repletas de libros, había un cómodo sillón individual que ella ni siquiera usaba y una mesita al lado con una lámpara sobre ella. Era simple, pero le traía tranquilidad, aunque no solía leer alguno de los libros que se encontraban ahí, releía algunos que había recibido de Remus, Sirius y Charlie, posiblemente se habían convertido en sus favoritos.
―¿Qué haces aquí?―inquirió Draco, cerrando la puerta detrás de él.
―¿Cómo supiste que estaba aquí?―preguntó Hayley, recostada boca abajo en el piso.
―No sabía que estabas aquí.―admitió Draco.
―Espera, deja salir a Orion.―le pidió Hayley mientras se incorporaba. Tomó a Orion de brazos y lo alzó para mirarlo fijamente.―Busca a papá y ladra hasta que entienda que quieres comida.
El cachorro meneó su cola con alegría algo que Hayley tomó con un asentimiento y sin más salió por la puerta que Draco abría para él.
―Ese perro me recuerda al perro.―dijo Draco con confusión; tendió una mano hacia Hayley y sin esfuerzo la ayudó a ponerse de pie.
―A mi también.―concordó Hayley.
Draco la guió hacia el sofá, donde tomó asiento él, y luego la tomó de las caderas para sentarla sobre sus piernas; Hayley se acomodó en él, dejando que Draco rodeara su cintura con sus brazos y apoyara su mentón en su hombro mientras ella continuaba con su lectura.
―Esa reunión fue horrible.―dejó salir Hayley, aún con el libro entre sus manos.
―Ni que lo digas.―suspiró Draco, dejando un pequeño beso en su cuello.―Lo único que quería era salir de ahí.
―Bueno, al fin estamos en casa, ¿cierto?―habló Hayley, dejando el libro en la mesita junto a ellos.
―Al fin.―repitió Draco.
―¿Qué es lo que pasa?―preguntó Hayley; dio media vuelta hasta quedar a horcajadas sobre él.
―Por si no lo has entendido, quiere marcarte.―respondió, tomando su cintura.―No parecía bromear por ello.
―Papá estaba tranquilo, así que yo también lo estaré.―Draco se quejó.―Confía más en él, cariño.
―La última vez que confié en él, se robó mi victoria.―gruñó.
―Tal vez lo hizo por algo.―comentó Hayley con desdén, acercándose a besar su cuello para cambiar de tema.
―¿Por qué lo haría?―rodó los ojos, inclinando su cuello para darle más acceso.―Solo quería que él lo perdonara, me utilizó, fin.
―Cállate, ¿quieres?―murmuró Hayley tomándolo por su pálido rostro para así juntar sus labios.
Draco soltó un suspiro, dejándose llevar por completo. La manos de Hayley pasaron de sus mejillas a su cabello, estirándolo suavemente, para terminar entrelazándolas detrás de su cuello.
Las manos de Draco recorrieron sus muslos, subiendo de poco a poco su falda. Hayley aún no había dejado que la situación saliera de sus manos, dando pequeños movimientos con sus caderas sobre él.
En algún momento, los papeles cambiaron, pues Hayley ya no estaba tranquilamente sobre el regazo de Draco, pues el platinado la había tomado muslos, esta vez alzándola para estamparla contra uno de los estantes. Con experiencia, la azabache le rodeó el torso con las piernas.
―Definitivamente careces de delicadeza, Malfoy.―alcanzó a decir Hayley entre besos.
Draco hizo caso omiso ante sus palabras, se encontraba bastante ocupado en deshacerse de su blusa, y cuando lo logro, llenó de besos húmedos su cuello y clavícula, añadiendo una que otra mordida y sonriendo de por medio cuando la escuchaba escapar un gemido.
Cuando Hayley terminó por desabotonar la camisa de Draco, pararon solo un momento para cerrar y silenciar la habitación.
Terminando de deshacerse de cada una de las prendas restantes, Draco se colocó en su entrada y entró sin más, comenzando a marcar un ritmo lento pero profundo; los antebrazos de Hayley descansaban en sus hombros, aferrándose más a él.
Un grito salió involuntariamente desde su garganta, logrando únicamente que Draco sonriera engreídamente y acelerara sus movimientos; Hayley gemía, jadeaba y suspiraba cerca de su oído, y si no fuera porque aún no lo quería, Draco podría terminar ahí.
Disminuyo la rapidez de sus caderas para en cambio dar fuertes estocadas; Hayley gimió en voz alta, dejando descansar su frente en él, sin poder controlar los jadeos que salían de ella. En alguna otra ocasión, Draco soltaría algún comentario burlón o algo que la hiciera sonrojarse, pero no pronunciaba palabra por el simple hecho que se encontraba igual que ella, con los ojos cerrados y gimiendo en voz baja, paseando sus manos por todo su cuerpo y disfrutando completamente de él.
Con un último y fuerte gemido, Hayley arañó su espalda con fuerza y así ambos llegaron a su liberación, con las respiraciones entrecortadas y tomando aire pesadamente. Draco se dejó caer en el espacio entre el hombro y cuello de Hayley, dejando un pequeño beso ahí; se sentía malditamente agotado. Hayley suspiró, recomponiéndose, y comenzó a dejar caricias en la nuca y en el cabello de Draco con cariño.
―Jodida diosa.―murmuró Draco antes de dejar un beso en su sudorosa frente.
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fecha de publicación: ₀₃/₀₉/₂₀₂₀
- sin editar -
stop, let me pray for you
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