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ii. grimmauld place


Hayley se removía incómoda en la cama, sin poder volver a conciliar el sueño después de aquel sueño que parecía tan... real. Sirius se había manifestado nuevamente de alguna manera en su conciencia, y ella ya no podía sacarlo de ahí. Era una sensación tan inquietante y abrumadora que sentía que podía enloquecer. 

En aquel sueño, todo era perfecto, todo era como antes. Era Hayley y Sirius en el número doce de Grimmauld Place, tranquilos y riendo con bebidas en mano, hidromiel y cerveza de mantequilla respectivamente; luego la escena cambiaba, y se encontraban ambos frente al mural del árbol genealógico de la familia Black, donde Sirius relataba cuando había escapado de casa; hubo un cambio una vez más: Sirius y Hayley bromeaban sobre Harry; Sirius hablando sobre James Potter; Hayley escabulléndose a media noche en busca del perro negro; Sirius y Hayley comiendo galletas en medio del bosque prohibido; Sirius y Hayley quejándose de Snape... había tantos Sirius y Hayley, que aún le era difícil asimilar que ahora solo era Hayley. 

Se incorporó de golpe en la cama, haciendo que Orion, que dormía a su lado, la mirara con confusión. Hayley le devolvió la mirada... lo observo por tanto tiempo que el cachorro solo pudo ladear su cabecita, sin entender que era lo que quería decir su dueña. 

Los ojos avellana de Hayley se volvieron hacia Draco, quien dormía plácidamente dándole la espalda, ajeno completamente al martirio en la cabeza de Hayley. 

Se puso de pie, buscando lo más silenciosa que pudo entre su cómoda hasta encontrar aquella hoddie azul que alguna vez había sido de su padre que no iba tan a juego con sus sweetpants negros y pantuflas blancas, en fin. Tomó un trozo de pergamino, tinta y una pluma, se acercó a su escritorio y comenzó a trazar las letras con apuro. 

Metió el papel en su bolsillo y caminó de nuevo a la cama en busca de Orion para tomarlo en brazos, en los cuales el cachorro no tardó mucho en acurrucarse. 

Y echándole una última mirada a Draco, salió de la habitación. 

Caminó un par de puertas más a lo largo del pasillo, específicamente a la habitación de su hermano.  

―Theo.―susurró Hayley, moviendo al castaño suavemente por el hombro.―Theo, despierta. 

―Hayley...―murmuró un Theo adormilado.―¿Qué es lo que pasa? ¿Papá ha vuelto? 

―No.―respondió con una mueca, espaldas a él. Hacían ya dos días que Killian no volvía a casa.―Necesito que me ayudes en algo.

―Depende qué.―bostezó Theo, dando media vuelta en la cama para mirarla. 

―Ese curso de aparición... ¿lo aprobaste? 

Confundido, Theo asintió. 

―¿Qué planeas?―inquirió con miedo. 

Hayley abrió los ojos en par, sonriendo inocentemente. 

Era una madrugada fría cuando los hermanos Nott se aparecieron frente al número seis de Grimmauld Place. Un escalofrío los recorrió por la espalda, y cuando cayó en cuenta, miró mal a Theodore. 

―Idiota, era más allá.―le recriminó tomándolo del brazo, mientras con el otro aún sostenía a Orion. 

―Soy nuevo en esto.―se excusó el chico siguiéndole el paso, hasta quedar frente al número once.―¿Qué hacemos aquí? 

―Lee esto y memorízalo.―le entregó el trozo de papel que anteriormente tenía en su bolsillo. 

Frente a ellos, una puerta salió de la nada entre los números once y trece, fue como si de pronto se inflara una casa más. 

―¿Qué demonios...? 

―El papel. Quema el papel.―le indicó Hayley a Theo. 

Theo parpadeó, desconcertado, pero terminó por asentir, saliendo del trance. Sacó su varita y susurró un Incendio; el papel cayó al suelo, terminando de consumirse entre sus propias cenizas. 

―¿Entonces?―preguntó Theodore, más confundido que nunca. Pero Hayley lo ignoró, sin aparta la vista de la puerta que había aparecido frente a ellos. 

Subió los peldaños, haciéndole una seña a Theo de que la siguiera; golpeó la puerta principal con la punta de la varita. Escucharon una serie de clics metálicos y el ruido de una cadena, luego la puerta se abrió con un chirrido y se apresuraron a atravesar el umbral. 

Cuando Theo cerró la puerta detrás de él, una sensación de nostalgia invadió a Hayley por completo. La casa era tal como la recordaba: extraña y lúgubre. Unas largas cortinas oscuras ocultaban el retrato de la madre de Sirius. 

―¿Qué es este lugar? 

―En teoría, es propiedad mía.―contestó Hayley, mirando cada parte de la casa con atención. Luego, se volvió a Theo.―Pero es la casa de Sirius. También era el cuartel general de la Orden del Fénix. 

―¿Y después? 

―Murió Sirius.―sonrió con tristeza. 

―No entiendo.―suspiró Theo.―¿Qué es lo que hacemos aquí? 

―Quería venir.―se encogió de hombros.―Papá no querría hacerlo. 

Colocó a Orion en el piso y este de inmediato comenzó a olfatear por donde sea que pasara, adaptándose al lugar. Hayley hizo una seña a Theo, comenzando a dirigirlo escaleras arriba; la puerta de madera con SIRIUS escrito en ella fue la primera y única que abrieron. 

El característico aroma de loción y alcohol recorrió las fosas nasales de Hayley por completo, trayéndole una sensación de completa nostalgia que terminó por hacerla sonreír antes de darse paso a la habitación. Estaba igual que la última vez que visitó Grimmauld Place: las paredes que solo gritaban Gryffindor, chicas muggles en bikini y un retrato de los cuatro amigos. 

―¿Son tus padres?―preguntó Theo, que se había acercado a uno de los muebles que se encontraban a cada lado de la cama; señaló un retrato que Hayley no tardó en correr a verlo. 

En él, se mostraban a James y Lily Potter, abrazados y sonriendo, y en la imagen de la nada entraba Sirius y los tumbaba ambos al piso. 

―Lo son.―le sonrió Hayley, tomando el retrato para guardarlo en su bolsillo. Sin dudas tenía que llevárselo, ya que todas las fotografías de sus padres seguían en las manos de Harry. 

―Creo que a Orion le gusta aquí.―soltó Theo, sonriendo de lado. 

Hayley se volvió hacia el cachorro, quien volvía a dormir cómodamente sobre la cama que había pertenecido a Sirius. 

―Yo creo que Orion puede sentir a Sirius.―comentó Hayley, dejando que saliera una pequeña lágrima. 

―Hay que apurarnos, Hayls.―dijo Theo con una mueca al darle una mirada a su reloj.―Ya casi amanece. 

―Aguarda un poco.―pidió Hayley, acercándose a la cómoda. 

Sacó varias prendas de ropa, entre ellas algunas camisas, remeras, hoddies y una cazadora negra. Admirando el buen estilo que Sirius tenía en sus tiempos, se sintió tranquila consigo misma, estando completamente segura de que si tenía algo perteneciente a su padrino, la haría disminuir el vacío que sentía cuando pensaba de más. 

Theo tomó a Orion en brazos y como de costumbre, el perro no tardó nada en acomodarse entre ellos. No sin antes echar una última mirada a la habitación, el par de hermanos salió del número doce de Grimmauld Place. 

A mitad de la calle, Hayley se aferró al brazo de Theo, y sintiendo como todo se removía dentro de ella, aparecieron de vuelta en la mansión de los Nott. 

―Eso fue agotador.―jadeó Theo tomando la perilla de la puerta. 

―Ni que lo digas.―suspiró Hayley.―Te debo una, Theo. 

―Nah, deben ser como tres.―bromeó el castaño. 

―...¿Alguna explicación?―inquirió Killian, abriendo la puerta de la entrada antes de que Theo pudiera hacerlo. Detrás de él, Draco y Blaise se cruzaron de brazos. 

―Ninguna carta o siquiera una nota, el perro no estaba y las camas vacías...

―En nuestra defensa, no sabía que llegarías.―comenzó a hablar Hayley cuando llegaron al despacho de su padre.―Y no planeábamos tardar. 

―La cuestión es.―Killian cruzó sus dedos sobre su escritorio.―Que les dije claramente que salir era algo peligroso. 

―No lo hiciste.―la azabache alzó una ceja con confusión. Killian masculló algo demasiado bajo como para alcanzar a escucharlo.

―El punto es...―el mayor rodó los ojos.―Que no pueden volver a pasar eventos como ese, ¿escucharon? Elegiste un mal momento, Jillian. Deben de estar por revisar el número doce de Grimmauld Place. 

―¿Por qué?―inquirió Hayley prestando plena atención. 

―Porque la Orden ya se ha enterado quien ha matado a Dumbledore.―bufó, cruzándose de brazos.―Y han dejado de confiar en Severus, lo están culpando también. Ni qué decir de mi, muchos no creían en mi palabra. 

―¿Quién lo haría?―se escuchó mascullar a Draco. 

―Ya hemos hablado de esto.―le gruñó Killian.―Comienza a comportarte y a afrontar las cosas, Draco. 

―Como sea.―cambió el tema Hayley lo más rápido que pudo.―¿Dónde has estado? 

―Buscando un refugio para ustedes.―bufó, cruzándose de brazos.―Así que aténganse a esto: las cosas no son las mismas, han cambiado; no pueden pasearse a por si mismos como si nada, no son buenos tiempos. Y esto va para ustedes tres.―señaló a Draco, Theo y Blaise.―Que Hayley esté con nosotros no significa menos peligro para ella. 

―No soy una niña.―interrumpió la azabache con el ceño fruncido. 

―No, no lo eres.―concordó Killian, dando un asentimiento.―Pero aún eres menor de edad, por lo cual tienes el detector. 

―¿Y eso qué significa?―inquirió alzando una ceja.―¿Van a venir a buscarme por aparecerme en Grimmauld Place? 

―Tal vez.―replicó Killian.―Pero eso ya lo arreglo yo. Son...―dio una mirada rápida a su reloj.―cerca de las ocho de la mañana. Vuelvan a la cama. 

―Pero es hora del desayuno.―repuso Hayley. 

―A la cama dije.―ordenó Killian, señalando la puerta del despacho. 

―Bien.―bufó.―Vamos, Orion. 

Hayley salió del despacho, seguida de Orion, y posteriormente Theo y Blaise. Sin embargo, Draco se quedó un poco más en el despacho, recargando su hombro en una de las estanterías y jugueteando con la varita entre sus manos. 

―Suéltalo.―le dijo Killian en un suspiro. 

―Solo quería saber... si tenías en cuenta...―se encogió de hombros, arrastrando las palabras.―Que a pesar de todo lo que acabas de decir, si ella quiere volver a la casa de los Black, ella volverá. Y tú no tendrás ni idea. 

―Tu madre se enterará de esto.―lo apuntó Killian. 

Draco sonrió de lado, saliendo del despacho. 




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fecha de publicación: ₃₁/₀₈/₂₀₂₀
 - editado-

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