i. changes & troubles
Era verano, un verano muy diferente para Harry Potter. Se la había pasado unas cuantas semanas poniendo atención en la actitud de Hayley y notó que muchas cosas de ella habían cambiado, por ejemplo: había pasado gran parte de la semana detrás de tía Petunia, obedeciendo más que nunca lo que ella decía y haciendo un intento de establecer alguna conversación con ella.
Sin embargo, ese tarde fue la más extraña y hasta a un punto le había dolido. Harry se encontraba en su habitación que hasta ese momento compartía con la azabache y ella simplemente había tomado todas sus pertenencias y comenzaba a guardarlas en el baúl.
―¿Qué haces?―había preguntado confundido.
―Caí en cuenta que este cuarto es muy pequeño para los dos, así que he pedido a Petunia si podía volver a la alacena. No te preocupes, ya no es tan horrible. He limpiado y acomodado sábanas limpias, se ve bastante decente.―se encogió de hombros.
―¿Hablas enserio?
―Mucho. ¿Me ayudas con el baúl?
Esa había sido la primera noche sin Hayley en la casa de los Dursley, y aunque no le gustara admitirlo, la extrañaba, pero tampoco se había quejado en tener la habitación para él solo.
No fueron muchos días después cuando la cicatriz marcada en su frente había comenzado a dolerle con frecuencia y en su desesperación había enviado a una carta a Dumbledore.
―Harry, me duele mucho la espalda, creo que me he herido con algo, ¿puedes revisar?―le dio la espalda a su mellizo y alzó su blusa por la parte de atrás, dejando ver a Harry su espalda y los pequeños ganchitos de su sostén, antes de que pudiera sonrojarse, Harry notó una pequeña herida de al menos dos centímetros. Estaba roja y un poco irritada.
―Un pequeño corte, tal vez fue algún descuido.―le bajó la blusa apenado y luego se tocó la frente.―Me duele de nuevo.
―Sí, a mi también lo que sea que tenga. Iré a dormir, adiós.
Faltaba poco para la media noche cuando Hayley entró en silencio a la habitación de Harry, caminaba en puntas intentando hacer el menor ruido posible para no despertar a los tres Dursley.
―Harry... voy a enviarle galletas a Sirius, ¿quieres enviarle alguna carta?
―De hecho, estaba a punto de enviar a Hedwig.
―¿De nuevo sin avisarme? Empiezas a cansarme, James.―rodó los ojos irritada y se acercó a Hedwig para amarrar el envío a su pata.
―Lo siento...
―Sí, como sea. Tuve un sueño raro, de Voldemort y Pettigrew. Seguramente tengo un trauma.―rió de si misma.
―Yo... también soñé eso, Hayley.
―Debe ser conexión de mellizos entonces.―se encogió de hombros, restandole importancia.
―Sí, debe ser eso.
―Yo, uhm... Harry.
―¿Pasa algo?
―Feliz cumpleaños.―murmuró incómoda, tendiéndole una pequeña caja de cartón con unas cuantas galletas y chocolates, además de una pequeña y corta carta en un trozo de pergamino decorado con tintas de colores.
―Yo... Hayley, gracias.―se puso de pie y se acercó a abrazarla.―Lo siento, no tengo nada para ti, Hayls.
―No te preocupes, ya me acostumbré.―murmuró en voz baja.―Buenas noches, James.
―Recuerda dónde estás.―decía tío Vernon a Harry cuando Hayley salía de darse un baño y bajaba las escaleras para desayunar.―, y recuerda que debes agradecer esa ropa que Petunia y yo les hemos dado...
Hayley miró su atuendo, parada a mitad de las escaleras: un suéter de Dudley de hace al menos tres años que encima le quedaba gigante y unos pantalones de jean claros que habían sido de una joven Petunia Evans, pero aún así tenía que arremangar los bordes y usar un cinturón, pues ahora que Dudley estaba en dieta, ella también había bajado de peso.
―Linda ropa. Mejor que nada.―murmuró para si misma y terminó de bajar las escaleras.―Hey, Duds.―saludó a aquel ser al que lastimosamente era su primo y se sentó a junto a él para desayunar su porción de fruta, al probarlo solo un poco, se dio cuenta que no le gustaba. Aprovechó la distracción de Petunia para darle su porción a Dudley que sin rechistar la comió y entró a la alacena en la que dormía para con cuidado sacar unas cuentas galletas de su baúl.
Las escondió en su gran bolsillo y subió a la habitación de Harry a matar el tiempo y descubrió que Pigwidgeon, la pequeña lechuza que Sirius había regalado a Ron, se encontraba ahí. La saludó cortamente y sin más se tiró a la cama. De rato subió el azabache con aires de estar bastante contento.
―Tienes una carta de Ronald.―habló contra la almohada.
Harry la tomó y pareció tomar su tiempo para leerla.
―Iremos a los mundiales de quidditch.―anunció.
―¿Disculpa? ¿Iremos?
―Sí, iremos.
―No, gracias. Prefiero quedarme aquí.
―¿Con los Dursley?
―Sí.
―No puedes estar molesta con Ron y Hermione todo el tiempo, Jillian.―bufó.
―Pues mírame hacerlo, cariño.
Harry se aclaró la garganta.
―¿Qué hay de la señora Weasley? Ella no tiene la culpa de que estés molesta.
Hayley gruñó, tenía razón.
Después de que los Weasley hubieran ido por ellos por medio de la chimenea, Hayley se encontraba en una charla con los gemelos Fred y George en la pequeña sala de la madriguera. No había un tema en específico, Harry había subido a la habitación de Ron con Hermione no mucho rato después y Hayley se había quedado sin mucho que hacer.
Los gemelos le contaban algunas de sus ideas para una tienda de sortilegios de bromas que querían abrir al terminar Hogwarts y que al parecer ya tenían algunas ideas y pedidos. Hayley escuchaba, asentía y reía, pero nada más. Fred y George compartieron una mirada. Notaban a Hayley... diferente. Tenía su toque pero algo había cambiado y no podían descifrar bien qué era aquello.
―¿Con quién dormiré?―había preguntado después de un largo rato.
―Con Ginny y Hermione.―aunque quiso evitarlo, torció el gesto.―¿Por qué esa cara? George, algo le pasa a la pequeña Hayley.
―Estoy bien.―masculló.
―Como digas, Hayls.―se burlaron.
De rato ellos subieron y Hayley quedó sola en el lugar, hasta que llegó un tal Charlie Weasley hablando de dragones y aunque un poco extrañada, Hayley le siguió la conversación.
Al día siguiente, Hermione las había despertado a ella y a Ginny demasiado temprano para el gusto de Hayley, pero aún así no rechistó y se arregló para bajar a desayunar. Después de que salieron de la madriguera, Hayley no se apartó de Fred y George hasta que llegaron a lo que parecía ser una alta y oscura colina.
Caminaron con dificultad por el oscuro, frío y húmedo sendero hacia el pueblo. Sólo sus pasos rompían el silencio; el cielo se iluminaba muy despacio, pasando del negro impenetrable al azul intenso, mientras se acercaban al pueblo. Hayley tenía las manos y los pies helados. El señor Weasley miraba el reloj continuamente.
Cuando llegaron, se dieron el lujo de descansar al menos diez minutos. Hayley vio a George tomar agua y fue hacia él a quitarle la botella para beber de ella.
―¡Hey!
―Ups.―rió.
―¡Amos!―exclamó el señor Weasley, Hayley alzó la mirada para encontrarse con Cedric Diggory y el que parecía ser su padre. Hayley alzó su cabeza en forma de saludo y antes de que Cedric saludara de vuelta, Hayley corrió con Harry y se escondió detrás de él.
Sí, su don no eran los modales y tampoco socializar era lo suyo.
Aunque al final y todos lo saludaron y Hayley tuvo que acercarse a besar su mejilla. Cedric le sonrió y le despeinó un poco el cabello.
―¿Soy yo o estás más pequeña?
―¡No, tú estás muy gigante!
Sin mucho más tiempo que perder, todos tomaron el trasladador. Inmediatamente Hayley sintió la peor sensación del mundo, como si la tiraran hacia adelante con una gran fuerza. Sus pies habían dejado la tierra y de un momento a otro, Hayley ya había caído sobre Harry.
El partido de Irlanda contra Bulgaria había al fin terminado, los gemelos caminaban felices pues habían ganado una apuesta sobre el partido y tenían decidido usar ese dinero para su tienda de sortilegios. Hayley caminaba sonriente entre ellos pues ambos pelirrojos estaban bastante contentos.
Llegaron a la tienda y aunque no tenía exactamente ganas de dormir, se fue a la cama con Ginny y Hermione detrás de ella.
―Hayley...
―¿Necesitas algo, Hermione?―preguntó lo menos brusca que su tono de voz le permitió mientras doblaba la ropa que había usado ese día; ya tenía su pijama puesta.
―Has estado algo distante desde ese día en la Casa de los Gritos, después de lo de Sirius...―comenzó a hablar la castaña, aprovechando que Ginny ya estaba dormida.
―¿Enserio?―ironizó Hayley.
―Tú también dijiste cosas muy hirientes, se supone que somos amigas. También golpeaste a Ron, y mira que el pobre no había dicho nada.
―Oh, ¿te dolió?―sonrió Hayley burlona y giró a verla.―Pues a mi también me dolió cada vez que preferían a Harry sobre mí, cada vez que ibas conmigo a llorar porque ellos te hacían sentir mal y después te ibas como si nada, cada vez que ofendían a mis amigos al solo verlos pasar y al final ellos son los únicos que están ahí para mí. Me dolió cada vez que los necesité pero los tres estaban muy ocupados en cualquier otra mierda. Me dolieron muchas cosas y muchas veces y jamás me quejé. No me juzgues por alejarme cuando ambos sabemos que así es lo mejor. No me gusta molestar.―finalizó con un gruñido.
―Yo...
―Déjalo así, Hermione. Ya no hay nada qué arreglar, y si lo hay... no quiero hacerlo.
Hayley escuchó a Hermione sollozar y por el rabillo del ojo la vio simplemente asentir. Hayley rodó los ojos y se tiró a su cama a dormir. No planeaba llorar por ello, aunque todo el verano era lo que se la pasaba haciendo.
Hayley no había durado mucho durmiendo cuando sintió que movían con desesperación su brazo y la apuraban para levantarse. Asustada lo hizo y pudo ver como todos salían desesperados de sus tiendas de campañas, atinó solo a tomar una campera de color café y en el interior tenía tela similar a la de un borrego; era bastante calientita. Tomó su varita aunque por un momento le pareció innecesario, ella no podía hacer magia fuera de Hogwarts.
Salió a toda prisa de la tienda, justo detrás de Ginny con quien veía confundida la situación. Se podían escuchar explosiones y cientos de personas gritando. El señor Weasley les dio la indicación de ir al bosque y luego cuando todo se calmase iría ahí por ellos. Fred cogió a Ginny de la mano para empezar a andar; Harry vio aquel acto y se acercó a Hayley a tomar su mano para caminar a la par de ella, pero sin embargo al simple hecho de tocar su mano, Hayley le dio un manotazo. La expresión de Harry se volvió triste aunque intentó ocultarlo y para no sentirse mal, Hayley le tomó la mano de vuelta y las entrelazó.
―Solo me asusté.―murmuró con una pequeña e incómoda sonrisa a lo que Harry asintió, aunque un poco desconfiado.
Caminaron junto a los demás en dirección al bosque hasta llegar a él. No tan lejos, escuchó una voz arrastrando las palabras, giró en su lugar y su vista se topó con Draco Malfoy apoyado en un árbol con aires tranquilos, cruzaba los brazos y admiraba su alrededor.
Se veía jodidamente guapo, Hayley no pudo evitar pensar aquello.
No tardó nada en soltar la mano de Harry y correr a abrazarlo, Draco sonreía y ya tenía los brazos abiertos para recibirla.
―¡Draquin!
―Sé que me extrañaste, pero tranquila.―se separó un poco para besarle la frente y Hayley sentía que le volvía la felicidad que había perdido desde comenzó el verano.
―Seguro tú también me extrañaste.―lo desafió con una ceja alzada.
Como no tenía ni idea.
―No. Precisamente estaba descansando de ti.―mintió con facilidad. Luego, pasó su vista por su atuendo y soltó una carcajada.―Merlín, sí que eres patética.
En respuesta, Hayley solo frunció la nariz.
―No esperaba verte por aquí.―le dijo el rubio.
―No planeaba venir, pero sabes como se pone Harry de insoportable y es muy estresante si se lo propone.―bufó.
―Claro.―habló distraído.―Por cierto, feliz cumpleaños.
Hayley sonrió.
―Un poco tarde, pero sí, gracias Draquini.
―De vuelta a Hogwarts te daré tu regalo, lo prometo.―le pasó un mechón de cabello detrás de la oreja. Hayley sonrió burlona.
―Draco Malfoy, ¿estás coqueteando conmigo?―casi suelta una carcajada.
―Tal vez.―le dedicó una sonrisa de lado.
Aquel momento o lo que hubiese sido, fue cortado cuando desde el otro lado de los árboles llegó otra explosión, más fuerte que cualquiera de las anteriores. Cerca de ellos gritaron algunas personas.
Malfoy miró detrás del hombro de Hayley y soltó una risita.
―¿Qué fácil es asustarlos, verdad?―dijo con calma.―Supongo que su padre les ha dicho que se escondieran. ¿Qué pretende? ¿Rescatar muggles?
―¿Dónde están tus padres, Malfoy?―preguntó Harry, ganándose únicamente una mirada furiosa de Hayley.―Tendrán una máscara puesta, ¿no?
Draco se volvió hacia Harry, sin dejar de sonreír.
―Bueno, si así fuera, me temo que no te lo diría, Potter.
―Vámonos.―los apuró Hermione y echó a Malfoy una mirada de asco.―Tenemos que buscar a los otros.
―Mantén agachada tu cabezota, Granger.―dijo Draco con despreció.
―Vámonos.―repitió Hermione y jaló a Ron y Harry de ahí.
Draco volvió su vista a Hayley y fue cuando se dio cuenta que tenía las manos en su cintura. Aún así, no se las apartó.
―Cuídate, ¿quieres?―le dijo en voz baja y acercó su rostro al de ella.
―Por supuesto.―habló lento y lo miró a los ojos.
Draco sonrió y se alejó un poco.
―Ve, puedes perderte.―le dijo por fin. Hayley asintió y se separaron, Draco soltó suavemente su cintura.
―Te veo luego, Draquin.―le besó la mejilla y giró para correr en dirección hacia donde se había ido Harry.
Draco sonrió mirando por donde ella se había ido.
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