"𝖫𝖺 𝗆𝖺𝗒𝗈𝗋𝗂́𝖺 𝖽𝖾 𝗅𝖺𝗌 𝗉𝖾𝗋𝗌𝗈𝗇𝖺𝗌 𝗇𝗈 𝗅𝖾 𝗍𝖾𝗆𝖾𝗇 𝖺 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋 𝗌𝗈𝗅𝗈𝗌 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗈𝗌𝖼𝗎𝗋𝗂𝖽𝖺𝖽, 𝗅𝖾 𝗍𝖾𝗆𝖾𝗇 𝖺 𝗇𝗈 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋 𝗌𝗈𝗅𝗈𝗌 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗈𝗌𝖼𝗎𝗋𝗂𝖽𝖺𝖽"

Embry despertó sobresaltada, la casa estaba en silencio, sus juguetes tal y como los había dejado, no había nada diferente, no había nada fuera de lo normal.

Entonces ¿Por qué no se sentía normal?

Reviso sus manos, normalmente estaba sucia por que la lavadora estaba en el sótano, tocó su cara, seguía normal, miro hacia los lados, todo estaba en orden, Coleguilla hablaba con su amigo, lejanos a sus pensamientos.

Entonces ¿Qué pasaba?

Todo estaba bien, pronto se levantaría a alimentar al monstruo, no hacía frío, tenía un poco de hambre.

Entonces lo recordó.

Lento y dolorosamente, las garras de su crimen empezaron a incrustarse en su cerebro, ella, la asesina. 

La asesina del hombre de la máscara con flores.

Se arremolino en su cama, sintiendo la suavidad de las sábanas en su piel, una palabra, siete letras, cuatro sílabas, su sentencia.

Asesina.

tenía que enfrentarlo.

¿Quien sabe? tal vez aquella bestia Lovecraftiana no existía, tal vez sus padres también hubieran caído al sótano, acumulada la pestilencia y la podredumbre a la casa, ahora tenía que sacarlos, sacar el dolor, dejarla ir.

Se levanto poniéndose sus pantuflas de conejito, camino por el pasillo antes de bajar las escaleras, vio la puerta abierta, y supo que hacer

Tenia que bajar.

Al pozo del infierno, el tormento de sus pesadillas, su tragedia, el manto que se infiltró en ella, arrastrando un alma inocente al fuego, a su fuego.

Vio la puerta abierta, todos lo candados abajo, entro.

Y al fin encontró la paz.