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ix

Orión.

Después de la tonta broma que le jugué a Aquiles los días siguientes
lo sentí lejos de mí, lo cual, en el fondo me rompía, porque me sentía solo y él era el único con quién podía estar y hablar de cualquier cosa.
Sentí su ausencia en todo lo que hacía: cuando pasaba en frente de su casa, cuando iba al bosque a jugar con los demás, cuando recogía madera para nuestra casa del árbol... Sentí su ausencia aun cuando me iba a dormir.
Miraba por mi ventana hacia su habitación y estaba a oscuras.
No quería que nuestra amistad se fractura.

Mi padre supo al instante que algo andaba mal conmigo, porque yo era de esas personas que dejaba siempre al descubierto sus emociones.

— ¿Por qué estás triste?

Me preguntó cierto día en el que mi madre y mi hermana se habían ido de compras y yo me había quedado para cuidarle y hacerle compañía.
Alcé mis ojos y los puse encima de él, no sabía si debía contarle o no. Vacilé unos segundos, pero al final le conté lo que había sucedido.

— Es algo estúpido— jugaba con mis manos, nervioso—. ¿Recuerdas a Aquiles? El niño con quien jugaba cuando era más pequeño, antes de irnos a la ciudad.

— ¿Qué si lo recuerdo? Claro que lo hago, ustedes dos eran inseparables, como la oscuridad y las estrellas. Tú quedaste roto cuando te mudaste lejos de él, tanto que tuvimos que llevarte a un psicólogo.

En cambio yo no recordaba eso. No recordaba casi nada de mi niñez, era como si mi mente hubiese bloqueado mis años más felices y, por supuesto, la carencia de Aquiles en mi vida en los años subsiguientes.

— Pues volvimos a ser amigos, pero creo que lo herí hace unos días. Y ahora ni siquiera me mira— mis ojos se iluminaron al hablar de él—. Papá, él es increíble; es inteligente, bondadoso, interesante, amable. Si pudieras estar con él amarías cada momento...

— Te gusta, ¿no es así?— me interrumpió. No respondí.

«Te gusta» son dos palabras que pueden significar muchas cosas, por lo que no supe si lo había dicho como una persona que te atrae para tener una relación amorosa o como una persona que le aprecias y quieres que se a tu amigo. Lo miré durante unos instantes con incertidumbre.

— Te gustaba también cuando eran unos niños— añadió.

Mi dudas aumentaron. Estaba sumamente confundido.

¿Me gustaba Aquiles? ¿Me gustaba como amigo o para ser otra cosa?

— Es mi amigo— reafirmé.

— Orión, eres mi hijo, nadie te va a poder conocer tan bien como lo hago yo— colocó su mano sobre la mía. Seguía sin entender.

— Papá, creo que malinterpretaste lo que dije.

— No, no lo hice— sus ojos me miraron profundamente—. Si te gusta esta bien, no va a pasar nada malo, el mundo no se va a acabar.

Me estaba dando a entender que estaba a salvo, que nadie iba me iba a juzgar, que lo que sentía por Aquiles no era malo.

— No se lo digas a nadie, no se lo digas a mamá...— susurré asustado. Era absurdo intentar explicarme con él.

— Hijo— con su mano izquierda acarició mi mejilla—, me moriré, por eso te digo todo esto, porque sino lo hago hoy no lo diré nunca, te lo digo para que, cuando salgas al mundo, puedas hacerlo con libertad.

Y como cuando el mar choca contra las rocas, algunos de mis recuerdos de la infancia chocaron en mi mente:
Aquiles era aún un niño, aún seguía llenándose la boca de chocolate al comerlo y aún seguía intentando atrapar luciérnagas.
Ambos estábamos trepados en la rama de un árbol, jugando a no sé qué y de la nada me acerqué con cautela a él, tratando de no asustarlo acaricié su rostro, solo para después besarle en los labios delicadamente.
Era un sueño, no era real. Tenía que ser un dulce sueño y no más.

— Papá, ¿por qué tuvimos que irnos del pueblo?

Era una pregunta que siempre me había hecho, pero que nunca me había atrevido a preguntar.

— Tú lo sabes, Orión, lo sabes.

Lo sabía, pero lo había escondido muy bien en una caja de metal oxidada y polvorienta, la cual había olvidado por el paso del tiempo. Había guardado todos los recuerdos de Aquiles en ella y la había guardado bajo llave más atrás de mi mente, pero la había perdido.

— Tengo que ir a hablar con él— comenté de repente.

Me levanté rápidamente y, sin decir más, salí de mi casa y crucé la calle para llegar a la suya. Tardé unos segundos en llamar a su puerta, hasta que me decidí a hacerlo y entonces él abrió; se acaba de levantar porque sus cabellos estaban hechos una revolución y todavía tenía lagañas en los ojos. Me miró con cierto desconcierto.

— Orión, no te esperaba— dijo mientras se acomodaba el cabello.

— Aquiles, tú recuerdas todo, ¿verdad?

Él no entendía nada de lo que le preguntaba.

— Te he dicho que estoy anclado y esclavizado al pasado— bromeó.

— Entonces enséñame el ayer, nuestro ayer.

No solo quería recordar nuestro beso, no, quería rememorar nuestra niñez, nuestros años más felices, nuestra relación.
Quería encontrar esa caja y abrirla de nueva cuenta, para ver qué había dentro, quería ver cómo había pasado el tiempo.

— ¿Por qué querrías recordar el pasado?

— Porque estás tú.

— Orión, no sé de lo que hablas, pero no me importa. Tú dime qué quieres hacer y lo haremos— era la persona más noble que había conocido en mi vida.

El verano pasaba sin remordimiento alguno, por eso teníamos que hacer las cosas rápido; teníamos que terminar la casa del árbol, teníamos que hablar de dónde habiamos estado todo ese tiempo y que haríamos de nuestras vidas, tenía que ayudarme a recordar el pasado. Era en ese momento o nunca.
Porque el tiempo pasaba sin pausa, porque se iba a cada momento, a cada segundo, porque el tiempo no daba treguas.
De repente sentí una enorme necesidad de vivir ese instante, ese verano, la estancia con él, con Aquiles. Descubrí que le tenía miedo a la pérdida del tiempo.

— Vamos a rememorar y crear nuevos recuerdos.

Sus ojos estrellados se alzaron, tratando de encontrarse con los míos, pero yo ya llevaba más tiempo mirándole. Luego me sonrió, su sonrisa nunca había lucido más bella; era como una aurora boreal, un cielo estrellado.

Y cuando lo hizo me dí cuenta de que le había conocido antes y le había amado antes, en otro momento, en otro tiempo, en otra existencia.

«Te he amado antes, Aquiles, te he amado antes», quise decirle.






Este capítulo lo he hecho con mucho cariño para usted.
Y como siempre, espero que les haya gustado mucho.

Ig: aimemoi_doucement.

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