𝟎𝟏𝟐. 𝖭𝗈𝗐 𝖨'𝗆 𝗂𝗇 𝖾𝗑𝗂𝗅𝖾, 𝗌𝖾𝖾𝗂𝗇' 𝗒𝗈𝗎 𝗈𝗎𝗍 𝖨 𝗍𝗁𝗂𝗇𝗄 𝖨'𝗏𝖾 𝗌𝖾𝖾𝗇 𝗍𝗁𝗂𝗌 𝖿𝗂𝗅𝗆 𝖻𝖾𝖿𝗈𝗋𝖾
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❪ ꧏ𓈒 𝟎𝟏𝟐. ── 𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 ৫ ᠀ ❜
❥ ๋𓄹𓏲。 𝘄𝘄𝘄.𝐦𝐢𝐝𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐫𝐚𝐢𝐧. • °
⟆ 🐉 ▋◖ 𝘭𝘦𝘤𝘭𝘦𝘳𝘤𝘩𝘢𝘯𝘵𝘦𝘥 ◞。𓍢 ׄ *
ৎ 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝗲𝘅𝗶𝗹𝗲 ୭ ❫
Ya habían pasado dos semanas desde que Dorcas y Aleixa habían llegado a Volon Therys, con esas semanas se habían enterado de que sus informantes en Volantis habían muerto.
—¿Cómo murieron? —preguntó Dorcas.
La princesa seguía manteniendo en secreto que es lo que investigaba con sus espías en Volantis, pero era bastante simple. Le debía un favor a Rhaena por mantener las salidas secretas de Lucerys hacia Driftmark para verla y lo compensaba espiando al príncipe Raelon para ella, además era una excelente cubierta para esconder que estaba vigilando a la política, los negocios, los comercios y especialmente a los grandes hechiceros de Volantis.
Podría ser que la Titiritera fuera la más conocida y temida, pero Dorcas sabía que había dos más; Varys Calreos, el traidor y Haelyra Agnaris, la cazadora de gigantes.
Eran el concilio flamante, los últimos maestros de la magia Valyria cada uno tenía su grupo de discípulos ella solo encontró el escondite de la Titiritera gracias a la estupidez del príncipe Aegon por haber decidido viajar a Volantis poco antes de su boda.
Era un inútil, depravado y estúpido, pero por una vez en su vida había sido de utilidad para los planes de Dorcas.
—Murieron pisoteados el mismo día que murió Thoran —respondió Aleixa—. ¿Descubriste algo de la Titiritera?
—Bastantes cosas interesantes —sonrió Dorcas—, me dicen que Raelon y Aegon se encontraron con ella; mi estúpido tío Aegon creyó que sería inteligente decir que no era probable que ella fuese una bruja de sangre.
—Me escondes algo —murmuró Aleixa frunciendo el ceño—. ¿Qué es y por qué lo escondes?
Dorcas miró a la pelirroja con molestia, detestaba que ella pudiera leerla con tanta facilidad pero sabía que debía mantenerla informada para que siguiera sus movimientos sin cuestionarle nada.
—Mi compromiso con Cregan concluyó —suspiro Dorcas con tristeza—. Y me enteré el porque Mucilber se pone de mi lado en cada pelea que tengo con mi padre, la Titiritera maldijo a mi padre cuando mi madre estaba embarazada de mi. Hizo que mi tía, Lady Helena, fuese un fantasma constante en la vida de mi padre porque yo tendría su rostro para recordársela.
Para la pelinegra no paso desapercibido que la Hightower no parecía sorprendida, ella lo sabía y no le había dicho nada. Se preguntaba que más no le había contado pero no planeaba preguntar en ese momento.
Se preguntaba si la sangre la estaba llamando, si era como su tío Otto Hightower.
En ese momento Saera Targaryen apareció frente a las dos adolescentes, evitando que salieran del refugio.
—¿Planean salir en una guerra civil? —cuestionó Saera mirándolas con confusión y fastidio—. Creí que carecían de instintos suicidas, casi te matan en el puerto y a ti te atacaron en cuanto llegaste.
La Stark miró con confusión a la Hightower ante el comentario de su tía ¿Por qué ella no estaba enterada de que fue atacada?
—Ningún mercenario me tocó un solo cabello —bufó Dorcas con molestia—. Los mate antes de que tuvieran la oportunidad de siquiera pensar en herirme.
Dorcas tenía una enorme lista de defectos pero los que más destacaban era que haría lo que fuera por no ser cuestionada por sus acciones incluso cuando estaba equivocada y la segunda era la peor de ellos, odiaba que se preocuparan por ella.
Había crecido estando acostumbrada a los maltratos y tener que esconder sus problemas con tal de sobrevivir así que tener a alguien que quisiera cuidar de ella le parecía una señal de completa debilidad y ella se había esforzado demasiado con tal de convertirse en una guerrera fuerte, una líder sabía y que Saera cuestionara sus primeros combates reales era apuñalar su orgullo y cada uno de sus esfuerzos por ser más fuerte.
—Eso fue mera suerte —siseó Saera llevando a las dos chicas de regreso a sus dormitorios—. Nadie saldrá de aquí a menos que la guerra haya concluido, sin importar si tienes o no dos dragones para defenderte.
La menor estaba por protestar nuevamente hasta que vio a la esposa de su tío frente a ella, Alyrha era una mujer hermosa y noble para Raelon pero increíblemente posesiva.
Desde que llegaron no había parado de ser mordaz con la princesa y su dama de compañía, la pelirroja miró a su amiga en busca de alguna idea y sonrió en cuanto notó el brillo en sus ojos que tenía cuando planeaba algo.
En cuanto Alyrha se acercó a ellas se escucharon los rugidos de Orion y Pegasus a lo lejos haciendo sonreír a Aleixa hasta que notó la inquietud en Dorcas, la pelirroja desconocía los sueños de su mejor amiga o como a veces lograba escuchar los pensamientos del dragón esmeralda en su cabeza.
Nacidas para arder.
Esa no era la mente de Pegasus, pero ella podía escuchar la misma frase siendo repetida en su mente desde que su barco zarpó hace un mes.
—¿Dónde están Halah y Neysilla? —cuestionó Dorcas—. Sino tengo permitido salir al menos espero poder ver a mis primas.
Alyrha pareció alarmada con la idea de que su sobrina política fuera a jugar con sus hijastras, Dorcas podría jurar que se había puesto tan pálida como los hombres que su tío Mucilber llegó a comerse vivos mientras ella seguía viviendo en Invernalia era bastante común verlo hacer algo semejante.
—Espero que no planees jugar con ellas —bufó Alyrha—. Sabemos de las costumbres de los norteños en cuanto a brusquedad.
Alyrha era mordaz pero creció en el privilegio sin temer por su vida hasta que llegó la hora de venderla a un compromiso, ahí se embarazo de Raelon; ella y Dorcas eran las dos caras de una moneda. Pero la cara de Dorcas estaba quemada al igual que su paciencia y la idea de doblegarse.
Alyrha era la esposa de un príncipe y la hija de un triarca, Dorcas era una princesa, jinete de dos dragones, la bruja del norte, la ultima jinete de un dragón de hielo, hija de la reina que no fue y la Serpiente Marina, sobrina del Lobo de Sangre y del príncipe canalla y es la tercera contendiente al trono de hierro; por más que se viera reflejada en Alyrha no iba a ser pisoteada por alguien inferior a ella.
—Son bastante útiles en la guerra —sonrió Dorcas para después escuchar otro rugido de Pegasus—. Aunque debo admitir que esta ciudad no podría tolerar tener a mi tío gobernando, sería muy grotesco y honesto para una ciudad llena de hipocresía.
Saera parecía molesta ante la mención del caníbal pero no lo suficiente para dejar a las tres a solas, especialmente porque era conocido que Rhaenys Targaryen había educado a la bruja del Norte como un arma mucho más fuerte que el dragón de guerra esmeralda que montaba.
Si la dejaba sola con su nuera embarazada le aterraba la idea de lo que la princesa podría llegar a hacerle a ella y el bebé de su hijo adoptivo, Raelon no podría perdonar a ninguna de las dos mujeres Targaryen si perdía a un hijo.
—Si Raelon ha aprobado que juegues con ellas no veo problema —habló Saera dando por terminada la discusión—. Por lo que sé, el lobo que tiene a Halah feliz es cortesía tuya.
La hija del rey Jahaerys no parecía muy feliz con el cachorro que correteaba a su nieta.
—Llevaré a sus hermanos para que jueguen con la niña y el cachorro.
Aleixa siguió a la jinete sin pensarlo dos veces, no dudaba que Alyrha trataría de asesinarla a la primera oportunidad que se le presentará.
En cuanto perdieron de vista a las mayores las dos suspiraron con alivio.
—Iremos con ellas una hora y luego nos vamos —sentenció Dorcas—. No viajamos a una ciudad en guerra civil para quedarnos encerradas, vamos a buscar a la Titiritera y Pegasus vendrá con nosotras.
—Saera tiene razón, estamos en una guerra.
Dorcas tuvo que morderse la lengua para no maldecir a la Hightower frente a ella, no había viajado desde Driftmark a Volantis solo para estar encerrada, había peleado, gastado recursos de su propio bolsillo y matado a demasiadas personas y a un kraken como para quedarse encerrada por su seguridad, ella debía de ver a la Titiritera a cómo diera lugar.
—Entraremos en otra cuando mi abuelo muera, no podemos solo estar encerradas sin comunicación.
—Cregan te envió otra carta.
El gruñido de Orion fue todo lo que se escucho y el rugido furioso de Pegasus destrozo a su jinete, Aleixa notó como su amiga parecía estar a nada de caer al suelo y llorar como lo había hecho hace años cuando vio a su hermano después de regresar de la isla del dragón de hielo.
La única diferencia es que ahora no se encontraba Cregan para consolarla, no podría abrazarla si había sido su culpa de que ella estuviese en ese estado.
Aleixa pudo jurar que esa tarde vio el brillo opacado en los ojos de Dorcas casi volver a brillar en el momento en el que vio a sus primas, ella había deseado por años darle el mismo brillo en ese par de amatistas en su mirada que solo generaba Cregan. Tal vez seguía deseando hacerlo.
En Driftmark el caos se había hecho presente al amanecer, ya que en la hora del desayuno había llegado Vhagar a sus costas pero ya no había ninguna clase de excusa como para justificar su llegada.
—El príncipe Aemond Targaryen, mis señores —anunció uno de los sirvientes—.
Lord Corlys Velaryon se puso de pie completamente confundido por la llegada del príncipe a su hogar.
—Príncipe —lo saludó la Serpiente Marina con cortesía—. ¿A qué se debe su inesperada visita?
—Lord Corlys —le sonrió el príncipe tuerto con falsa simpatía—. No poseo mucho tiempo, he estado bastante ocupado y seguiré estándolo. Así que seré franco, necesito que acepte mi propuesta de matrimonio; será gratamente favorable para la princesa Dorcas y nuestros intereses compartidos.
—Dovan Martell, Cregan Stark y Lucerys Velaryon han presentado sus propuestas de matrimonio —informó Lord Corlys con regocijo y orgullo por la princesa que había tomado como su hija—. Todos ellos serán grandes señores de Poniente, es su herencia y derecho de nacimiento y me temo que usted no puede ofrecer nada de eso ¿O me equivocó, príncipe Aemond?
La confianza de Aemond desapareció por completo de su ser y se había convertido en ira en contra de su madre por haberlo forzado a buscar un compromiso con Dorcas Stark y la otra en contra de Lord Corlys Velaryon por compararlo con Lucerys Velaryon.
Ya había perdido un ojo por su causa al igual que su orgullo en su infancia por las constantes bromas contra él que generaban su hermano y sobrinos, era su momento de tomar algo que él amaba y arrebatárselo.
La princesa Dorcas era la mujer que Lucerys Velaryon más amaba, más que su madre incluso, así que lo supo; si quería herir al segundo hijo de su media hermana debía de desposar a Dorcas.
Sin contar que tenía un motivo que no planeaba revelar para aceptar ese matrimonio.
El escape de las adolescentes había sido notificado a Saera por Alyrha.
Ser Howard seguía a las dos chicas junto a Pegasus, el dragón esmeralda había llevado a los tres chicos hasta La Lengua del Basilisco y se camuflaba entre el bosque, su tamaño no ayudaba a pasar desapercibido pero eso mantendría a las personas lejos de ellos.
—Debemos regresar antes de que amanezca —habló Dorcas—, no podemos arriesgarnos a que mi tío se preocupe por mi y lo maten.
—Creo que lo subestimas —comentó Aleixa—. Raelon es bastante fuerte.
—Yo creo que no conoces a mi tío —bufó Dorcas—. Claro que es fuerte, pero su amor por las personas lo hace más fuerte o lo debilita si no me encontrará podría creer que me mataron y es un Targaryen así que nadie querrá ver lo que podría hacer. Y si regreso como si nada será Rhaena quien me asesinará cuando me vea por preocupar a su enamorado que esta casado. Ya es demasiado verla llorar por él cada vez que tiene un hijo nuevo como para saber como será si lo asesinan por mi culpa.
El caballero asintió de acuerdo con la pelinegra, ganándose una mala mirada de parte de Aleixa aunque este no pareció notarlo debido a que estaba ayudando a la princesa a cruzar el río sin caer.
Howard notaba como la menor temblaba de miedo mientras que Pegasus miraba con horror el agua y a él en busca de cualquier signo de peligro o ataque hacía su jinete.
—Perdónalo —balbuceó Dorcas aferrándose al brazo del caballero—. Sigue con el fantasma de una tormenta.
—No hay nada que perdonar si busca su seguridad tanto como yo, majestad.
Dorcas le sonrió aunque fue más bien una mueca nerviosa por seguir en el agua, Howard no lo pensó dos veces antes de cargar a la princesa hacía el otro lado del barco ganándose una mirada de alivio del dragón esmeralda y que la jinete de cabello negro dejará de temblar.
La pelinegra quedo anonadada que no notó el momento en el que cruzaron el lago hasta que escucho a la pelirroja gritar.
—¿Qué cree que esta haciendo? —cuestionó Aleixa furiosa—. Pudo haber caído y lastimar a la princesa con su caída.
—Estaba haciendo mi trabajo —respondió Howard tratando de no sonar muy brusco—. Proteger a la princesa, no me perdonaría si ella terminará enferma por cruzar el lago cuando pude hacer algo para evitarlo.
Dorcas se sonrojó levemente ante las palabras de su caballero jurado, si bien ella había mantenido exhaustivos entrenamientos con su padre no podía negar que seguía disfrutando de las demostraciones de fuerza de los caballeros.
—Pero...
—Ser Howard no cayó —intervino Dorcas con cansancio—, no hay nada que deba preocupar tu mente en este momento más que nos saqueen o mate algún enemigo de mi tío.
Aleixa asintió con frustración al tener que mantenerse al margen mientras veía a Dorcas dándole toda su atención a alguien más, creía que estaba bien con eso antes pero cuando supo que Cregan había salido del juego creyó que tenía otra oportunidad con la princesa pero verla teniendo sus ojos puestos únicamente en el caballero le recordó a lo que habían pasado hace años atrás con Baela en la misma situación.
—¿Dimitri planea regresar? —cuestionó Aleixa interrumpiendo la búsqueda—. Me gustaría pensar que el pirata que dice adorarte vendrá por nosotras en algún momento.
—Carezco de conocimientos sobre lo que planea o no —respondió Dorcas sin comprender la actitud de su mejor amiga—. ¿Sucede algo? ¿Hice algo que te molesto?
La Hightower negó de inmediato, no planeaba admitir sus sentimientos por la pelinegra de nuevo. Mucho menos si no eran correspondidos.
—Solo creo que debemos irnos —mintió Aleixa con incomodidad, la menor no le creyó pero cedió ante su petición.
—Volveremos mañana.
Ser Howard miró con confusión a las dos chicas ya que parecía que se había involucrado en algo que podría no ser muy favorable para él, ciertamente no quería perder su suerte tan rápido.
Tres figuras entraban en la cueva bajo la luz de la luna, tres encapuchados de capas rojas.
—Saben porque nos reunimos esta vez después de doce lunas —habló un hombre de piel azabache y ojos dorados—. Tu maldición nos ha traído problemas, sabías que traería consecuencias y ahora acaba de asesinar a uno de mis krakens.
—Ha destrozado por lo menos una docena de islas pequeñas —siseó la mujer de cabellos morado oscuro y ojos de un color escarlata con una cicatriz desde la ceja izquierda hasta la mandíbula—. Es la ultima jinete de un dragón de hielo, ella es una amenaza sino aprende a controlarse.
La más alta de los cuatro se quitó la capa que cubría su rostro revelando un cabello blanco en tonos grisáceos y ojos violetas que helaban la sangre.
—¿Y que pretenden que haga con ella? —cuestionó la Titiritera fastidiada de las palabras del traidor y la cazadora de gigantes—. ¿Desean que la mate o algo similar? ¿Acaso debo recordarles que es una princesa? Nos cazarán si tratamos de herirla.
Los otros dos se quitaron las capas y la mesa de cuarzo blanco que se iluminó con la luz de la luna a medianoche.
—Queremos tomar una elección —sentenció la cazadora de gigantes—. Sabemos que también has tenido la visión sobre ella, sobre su dragón de hielo y el futuro de los siete reinos si ella no sabe controlar su poder.
La Titiritera palideció, sabía lo que querían de ella pero ella se negaba a hacerlo. Su orgullo y honor se lo prohibían por completo.
—No planeo acogerla en mi casa —se negó la mujer platinada.
—Nadie está pidiendo que lo hagas —interrumpió el traidor—. Te estamos diciendo que debemos entrenarla para que nuestras costumbres y enseñanzas no mueran con nuestras escuelas, si lo que vimos es cierto el dragón de hielo va a destruirlas; debemos de tenerla de nuestro bando antes de que sea demasiado tarde.
El Traidor podría ser el más débil del Concilio Flamante pero era el más inteligente de los tres, era más sabio que la cazadora de gigantes o la titiritera, y en ocasiones cómo está la inteligencia mataba al poder.
Dorcas estaba siendo regañada por Saera Targaryen quien le reprochaba salir debido a que no sólo se ponía en peligro a sí misma sino a toda la familia por haberlo hecho, la menor hacía oídos sordos debido a que no podía contarle a su tía los verdaderos motivos por los que había ido a Volantis.
—Nos pusiste en peligro con tu pequeña salida —gruñó Saera con furia hacía la menor—. Te llevaste a dos personas contigo que pudieron haber muerto por tu desobediencia y terquedad, pudiste haber puesto nuestro escondite en peligro.
—No soy la única persona aquí que sale —le recordó Dorcas cansada de los gritos de su tía—. No esperaba llegar en medio de una guerra civil, viaje hasta aquí con un motivo y un encargo de la princesa Rhaenys Targaryen y pienso cumplir con las ordenes de Muña. La diferencia entre quienes salen y entran es mi dragón que podría quemar a cualquiera que desee atacarnos, no le temo a la muerte si hay un dragón de guerra cuidando de nosotros pero si a Muña molesta.
Saera parecía estar por seguir gritándole por otra media hora hasta que Aleixa intervino.
—Ser Howard y yo fuimos por elección propia —aseguró Aleixa con un asentimiento de parte del caballero junto a ella—. La reina que no fue envió a la princesa por un motivo que se nos prohibió revelar, moriremos antes de delatar su escondite y si lo descubren lucharemos por todos sus habitantes.
Dorcas notó la mirada de la pelirroja sobre la esposa embarazada de su tío pero no dijo nada al respecto ya que ella se encontraba defendiéndola, la pelinegra esperaba poder hablar con su tío.
Para su suerte Raelon parecía bastante entretenido con ver a su madre adoptiva regañando a su sobrina por lo que el regañó no duró mucho ya que había concluido con Saera amenazando con pedir la recompensa de la cabeza de la pelinegra.
Raelon hizo una seña con la cabeza hacía la puerta para que su sobrina saliera de ahí con él cosa que hizo de inmediato.
Dejaron el salón bajo las miradas molestas de Alyrha y Aleixa pero ninguna se quejó por respeto a Saera.
—Antes de que me reproches por salir de aquí déjame explicarte que paso —había cosas que Dorcas podía tolerar, pero decepcionar a su tío favorito no era una de ellas—. Vine aquí para ver a la Titiritera, necesito respuestas que solo ella puede darme. No habría expuesto a nadie aquí sino fuera algo importante.
—¿Qué preguntas son las que deseas que ella responda?
Dorcas realmente había pensado mucho sobre brindarle o no a su tío tales conocimientos sobre su persona, no lo hubiera hecho si hubiera estado en una situación más favorable hacia sus intereses pero no había otra opción, ambos debían de ceder para llegar a un acuerdo.
—Debo saber si realmente soy una bruja, si Pegasus será asesinado y si debo pelear la guerra por el trono de hierro —respondió Dorcas sin tapujos—. Mis dragones están bajo tus órdenes y yo también si así lo deseas, pero debo conseguir respuestas y no puedo seguir encerrada aquí para obtenerlas.
—Esta guerra es mía, ya vendrán más donde tendrás que derramar tu propia sangre —hablo Raelon poniendo su mano e e hombro de la menor—. No la desperdicies, así como tampoco permitas que la ira o el miedo te nublen el juicio. La Titiritera no es una adivina, es una bruja de sangre que pide por lo que da.
—Soy consciente de eso y no me asusta el precio que debe ser pagado —suspiró Dorcas—. Necesito respuestas y se que ella puede dármelas, me han dicho que ella puede ver el futuro así que deseo comprobarlo. No importa si es en vano la búsqueda, debo de intentar encontrar respuestas.
Los ojos violetas de ambos se encontraban viéndose fijamente en busca de algún rastro de emoción del otro que pudiera decirles algo más, él vio la desesperación mientras que ella veía la resignación.
—Te llevaré yo mismo con ella —suspiró Raelon con resignación—. Llevaremos una pequeña escolta confiable, no pienso dejarte a tu suerte.
—Gracias, querido tío.
La menor sonrió y Raelon quitó su mano del hombro de la menor.
—¿Temes que mueran por tu causa? —preguntó Raelon con curiosidad—.
—Temo que mi causa no sobreviva la guerra y que las personas que amo me hayan apoyado por nada.
Raelon asintió, sabía perfectamente a lo que ella se refería por lo que no indagó más en el tema.
—Tus hijos son encantadores —comentó Dorcas—. Deberían coronar a Halah por ser tan dulce, Neysilla es tan linda y mandona, me recuerda a ti cuando eramos niños.
Raelon sonrió con orgullo ante el cumplido de la menor.
—Aunque debo admitir que tu hijo es precioso, le otorgaste un nombre que podría ser un trabalenguas.
El castaño rió levemente junto a su sobrina.
—Son mi mayor orgullo, los hijos llegan y simplemente olvidas como eras antes de tenerlos.
—Te ves más feliz que antes, eso es seguro.
—Temo decir que tu te ves más triste que antes —contestó Raelon—. ¿A qué se debe? En la boda parecías plenamente feliz.
—Las cosas cambiaron en la primera noche, es todo.
—¿Es porqué Aemond se acostó con Asteria? —cuestionó Raelon con confusión—. ¿Hirieron tu orgullo?
La norteña se habría reído de no ser porque sabía que su tío seguía siendo llamado por su sangre, sangre Hightower la cual no era precisamente afín a la sangre Stark o la Targaryen así que contarle la verdad no le era conveniente.
—Si —mintió la menor—. Sabes que el Norte nunca olvida, eso incluye a las ofensas que recibimos.
—¿Alyrha ha hecho algo raro? —cuestionó Raelon—. ¿Cómo si quisiera ahogarte?
—¿Por qué querría ahogarme? —preguntó Dorcas confundida hasta que su mirada se volvió una indignada—. ¿Te parece que dejaría vivir a alguien que trato de ahogarme? ¿Con quién crees que estás hablando? ¿Con Helaena?
Raelon rio levemente antes de negar con la cabeza con alivio.
—Solo era una duda que tenía.
La menor asintió con desconfianza pero prefirió no seguir con el tema, no cuando ya había obtenido el permiso de volver a buscar a la Titiritera y no había sido regañada nuevamente.
La pelinegra se fue en el momento en que Aleixa salió del comedor y jalo de ella hasta su dormitorio.
—¿Qué pasa contigo? —balbuceó Aleixa confundida—.
—¿Conmigo? Yo estoy igual que siempre —dijo Dorcas con molestia—. Discutiste con Ser Howard cuando estaba haciendo su trabajo, has estado a la defensiva desde hace días y me ignoraste desde que regresamos, quiero saber porque lo hiciste y quiero saberlo ahora.
—No puedes darme ordenes.
—Soy una princesa, claro que puedo ordenarte y debes obedecer.
Aleixa tomó a Dorcas de las mejillas dejándola sorprendida e inmóvil cuando la pelirroja jalo de ella para besarle, en cuanto la Hightower se iba a separar la princesa jalo de su nuca para corresponder el beso.
Siempre había sido una excelente besadora, todos sus ex amores podían confirmarlo. Pero también era buena imaginando cosas por lo que en cuanto cerró los ojos imagino que a quien besaba era a su dulce pirata que debía estar metido en apuestas o en un barco.
Extrañaba a Dimitri más de lo que le gustaría admitir para si misma, haber pasado semanas con él le estaban pasando factura.
Dorcas deseaba que fueran sus manos las que estaban acariciando sus mejillas, deseaba que estuviera con ella para dormir entre sus brazos y no la dejará hasta que despertará.
Hasta que imagino a alguien que trataba de olvidar.
Imagino los suaves labios de Cregan sobre los de ella, sus manos fuertes en su cintura y mejillas, sus ojos grises. No podía odiarlo incluso después de lo que había visto y se sentía horrible por eso.
En el Norte se encontraban Mucilber Stark consolando a su hermano menor que no había parado de llorar desde que regreso de la boda, no había salido de su habitación durante esas dos semanas y finalmente Mucilber se había hartado.
—Si la amabas tanto no te hubieras acostado con su madre.
—¡¿Crees que yo quería acostarme con Dysis?! —le gritó Cregan furioso—. ¡Nunca quise acostarme con ella! Lo he hecho desde que casi mato a Dorcas para que me diera respuestas del paradero de nuestros sobrinos, lo he hecho para evitar que trate de matarla de nuevo. Jamás lo haría por gusto.
Los ojos de Mucilber se abrieron de par en par sorprendido ante las palabras de su hermano menor antes de abrazarlo y dejar que llorase en su hombro.
—La amo —lloriqueó Cregan—, ella me odia ahora. No contesta mis cartas, no sé si sigue viva y si murió en esa maldita guerra tal vez crea que yo la lastime por gusto; ella jamás sabrá lo que hice por ella.
—No debiste haberlo hecho —negó Mucilber.
Cregan se separo de los brazos de su hermano mayor con furia.
—Tu hiciste todo y más por Helena y Daemon —le recordó Cregan limpiando sus lágrimas—, yo haré todo por ella no me interesa si lo pide o no jure cuidar de ella y no pienso fallarle. Cásala conmigo, Aryon no tiene que aprobarlo como tu no apruebas sus actitudes.
—Sabes que no pienso obligarla a hacer nada...
—No lo harás —interrumpió Cregan de inmediato—, dame hasta su decimosexto invierno para convencerla de ser mi esposa y sino lo desea dejaré de insistir.
El caníbal asintió con rendición.
—¿Qué haremos con Dysis? —cuestionó Mucilber—. Abuso de ti, no podemos dejar que quede indemne de sus crimines.
—Me vendí para salvar a Dorcas, así que ella será quien decidirá que es lo que haremos con su madre —sentenció Cregan—. Sé que le dará un castigo justo cuando reine.
—¿Realmente crees que ella será nuestra reina?
—Lo estoy —aseguró Cregan sin dudarlo—. Ella nació para reinar, no importa la sucesión ella se a esforzado más que Rhaenyra, Aegon o Dysis para llegar al trono.
—¿Por eso deseas desposarla? —preguntó Mucilber—. ¿Para ser su rey consorte?
—Deseo casarme con ella porque llevó enamorado de ella desde hace años —corrigió Cregan sin titubear—. Juro que cuidare de ella si me das tu apoyo e ignoras a Aryon en su deseo por casarla con el tuerto.
La búsqueda por la Titiritera fue bastante rápida debido a que Raelon conocía el camino de su finca, era aterrorizante de solo verla parecía tenebrosa y oscura, a Dorcas le recordaba a la Fortaleza de Invernalia en las noches de tormentas de nieve. Claro que mucho más cálido.
Era como estar en su viejo hogar, en ninguno lograba sentir miedo pero tampoco paz.
—Es espantoso, deberíamos volver —dijo Aleixa nerviosa.
—Si mi tío Mucilber fuera una casa estoy segura que sería esta —sonrió Dorcas, Aleixa no sabía si era muy valiente o había perdido la razón—. Si salimos con vida me haré un tatuaje para celebrar.
Definitivamente había perdido la razón.
Pero los planes de Dorcas no solían salir de acuerdo al plan y mucho menos cuando estaba en búsqueda de una bruja de sangre y había una recompensa con su nombre desde que piso el muelle en Braavos.
Un grito y la caída de uno de los hombres se hizo presente y sobre él se encontraban dos esclavos quienes acabaron con su vida.
Al menos una docena de esclavos los tenían rodeados, Ser Howard se puso frente a Dorcas de inmediato al igual que Ser Erryk se ponía de espaldas con el príncipe Raelon.
—Entreguen a la sobrina del Dragón de Agua —ordenó uno de los esclavos—, algunos sobrevivirán si lo hacen.
—Debí traer a Pegasus —murmuró Dorcas.
—Eso no pasará —se negó Raelon—. Veamos cuantos de ustedes sobrevivirán.
Los esclavos corrieron hacia ellos dando por iniciada la pelea, la sangre se derramaba en las rocas.
Raelon dirigía a sus hombres en la pelea mientras que Dorcas peleaba para que no tocarán a Aleixa Hightower manteniéndose cerca de ella.
Era bastante impresionante ver a un Targaryen pelear, pero dos, ese si que era un espectáculo digno de celebración y grandes relatos.
Raelon era rápido a la hora de asesinar, casi parecía acostumbrado a hacerlo pero parecía repugnarle hasta cierto punto, Dorcas jugaba con ellos antes de matarlos, en algún punto fingía que la fuerza de su enemigo la había vencido antes de apuñalarlos en algún sitio mortal.
Ambos rostros estaban llenos de sangre, pero ellos no podían ser más diferentes; Raelon lo hacía por deber y Dorcas por placer, ambos sabían que sus guardias podrían asesinar a sus enemigos y liderar a los hombres pero Raelon al ser hombre y su líder tenía una obligación de ayudar, Dorcas debía de mantenerse alejada de la pelea como una princesa bien educada pero la sangre de Visenya Targaryen en sus venas y la pelea era algo para lo que se había preparado desde su cuarto invierno.
Ya habían caído la mitad de ambos grupos cuando los esclavos escaparon, corrían como si sus vidas dependieran de ello dejándolos confundidos.
—¿Qué hacen en mis tierras? —una voz dura y filosa, la misma que Dorcas había escuchado desde que subió a la Serpienta Marina—.
Los hombres de Raelon y él parecían aterrorizados ante la voz, como si hubieran visto a un fantasma.
La pelinegra volteó a verla con la cara manchada de sangre y un brillo grisáceo en sus ojos que hizo sonreír a la bruja de sangre antes de acercarse a ella haciendo que los hombres de su tío levantarán sus armas.
—Te estaba esperando —sonrió la bruja con diversión—. ¿Tienes lo suficiente para pagarme?
Dorcas miró a Aleixa, quien cargaba un pequeño cofre lleno de oro y piedras preciosas.
—Sino lo tuviera no habría venido —respondió Dorcas—.
—Entonces entren.
El grupo entró a la finca de la bruja que era extrañamente completamente blanca por dentro a diferencia de por fuera que era negra y sombría.
Había plantas por doquier y telas en su decoración.
—Deberás entrar conmigo a solas —informó la Titiritera—. Dile a tu tío que no podrá acompañarte.
—No lo permitirá —contestó Dorcas con cautela.
—No lastimo a ninguna mujer, solo a hombres que lo merecen. Él sería quien podría estaría en peligro si viene.
Dorcas volteó a ver a su tío quien había escuchado su conversación, el mayor asintió dando su aprobación con desconfianza en la bruja de sangre.
Una mujer de cabellos violetas y ojos verdes se acercó a ellos.
—Neyra lleva a nuestros invitados a asearse —pidió la Titiritera y la de cabello violetas obedeció—. Tienes muchas preguntas, te he visto preguntar por mi en mis visiones tu no existías en ese momento, la bruja del Norte que no sabe de magia.
Dorcas se sentó frente a un sillón de piel de lobo en el que estaba a la Titiritera en cuanto el resto dejó la habitación, manteniendo su mano cerca de su daga.
—Escuché que es la causante de que tenga el rostro de mi tía.
—Tu padre se lo ganó —siseó la Titiritera—. Pero no es por eso a lo que has venido ¿Verdad? Escuche que eras inteligente, espero que lo suficiente como para no preguntar por cosas que no son relevantes para ti.
La menor asintió con desconfianza pero prefirió evitar soltar algún comentario burlesco hacia la bruja de sangre.
—¿Cuál es tu precio? —preguntó Dorcas sin preámbulos—. Has visto por lo que he venido ¿Cuál es el precio que debo pagar?
La platinada sonrió con diversión ante lo directa que era la adolescente.
—La espada de la Serpiente Marina que traes contigo, ese es mi precio.
La bruja sabía del valor en la tradición de los Stark, quería tantear terrenos con la menor y ver a que estaba dispuesta.
La adolescente murmuró una maldición antes de entregársela.
—Buena niña —dijo la Titiritera con diversión—. Dame tu mano.
Dorcas frunció el ceño pero obedeció ante la petición de la bruja y en cuanto la toco los ojos de la mujer platinada se volvieron grises.
—El invierno llegará a las tierras de la corona, la traición de dragones te acecha y el asesinato de los progenitores te persigue.
La bruja soltó a la princesa.
—Responde una de mis preguntas sin acertijos —demando Dorcas.
—Haz tu pregunta.
—Si peleo por el trono de hierro ¿Qué pasará?
La bruja la miró con burla antes de darle un trago a su té.
—He visto dos posibles futuros si peleas —respondió la Titiritera—. En uno gobiernas con dos hombres a tu lado y en el otro el gemelo de tu tío hará que ardas después de que te cases con su hermano. Tu destino es morir por dos hombres o vivir con otros dos, es una lástima para tu amiga que así sea.
La pelinegra se tenso ante la mención de Aleixa pero no respondió.
—Los están esperando los esclavos en el bosque —informó la Titiritera—, pueden pasar aquí la noche. Nadie les hará daño si ustedes no lo hacen primero.
—Gracias ¿Cuál es tu nombre?
La platinada la miró con sorpresa, no creía que a alguien le interesaría saber su nombre, no cuando todos la veían como un monstruo.
—Elaera.
Pero Dorcas amaba a cada monstruo que tenía de frente, incluso a aquellos que podrían asesinarla en cuestión de segundos.
—Gracias, Elaera.
En Dragonstone reinaba el caos, Jacaerys Velaryon y Darren Stark habían estado sin hablarse por días hasta que Daemon los hizo de pelear entre ellos durante su entrenamiento.
Y ahora llevaban al rededor de dos horas peleando ya que ninguno de los dos cedía, había una clara ventaja de Darren ya que sus movimientos habían sido entrenados en Invernalia por lo que Daemon se mantenía cerca en caso de que tratara de asesinar a su hijastro.
—Creo que deberíamos intervenir —habló Taelarys Velaryon, quien había sido invitado por Lucerys Velaryon a quedarse en Dragonstone—. Podría terminar en algo trágico sino los separamos ahora.
Daemon accedió a la petición de Taelarys, ya que Jacaerys acababa de caer a la arena y Darren no parecía tener intenciones de dejarlo por la paz, o con vida.
Daemon tomó a Darren junto a Taelarys para lograr quitárselo de encima al príncipe Jacaerys.
—¿Por qué siguen con esto? —los reprendió Daemon tomando a Jacaerys por la nuca y a Darren por la oreja—. Par de mocosos malcriados ¿Qué es tan grave como para que traten de matarse?
Ambos adolescentes se quejaban por el agarre que les brindaba Daemon, pero Darren fue quien logró zafarse del mismo.
—Lo hablaremos a solas —sentenció el norteño y con un gesto de Daemon los guardias se alejaron de ellos—. Él se acosto con mi hermana, la deshonró.
La mirada divertida de Daemon se esfumó, en su lugar hubo una tétrica mirada reemplazándola y su mirada fue peor cuando vio a Rhaenyra detrás de él.
—¿Por eso enviaste el contrato matrimonial? —cuestionó la princesa.
Darren pareció relajarse tras escuchar esas palabras, al menos planeaba hacerse responsable de sus acciones. Pero Daemon parecía colérico, había estado furioso desde que se canceló el compromiso de Baela con Jacaerys pero esto era peor; sus oportunidades de mantener a su linaje en el trono de hierro se estaban desvaneciendo por completo.
Pudo haber llegado a compadecerse y querer a Dorcas, pero no podía seguir haciéndolo si planeaba seguir los pasos de Laenor Velaryon al tomar de esposo a al segundo en la línea de sucesión al trono de hierro y con ello dejando de lado a su linaje.
—¿Permitiste que él se comprometiera con Dorcas sin consultarme? —gruñó Daemon.
Rhaenyra lo miró de arriba a abajo con desinterés.
—Quiero que mis hijos se casen por amor, no por alianzas —respondió Rhaenyra sin inmutarse por el carácter de su esposo—. Aunque Dorcas sería una gran aliada, los Velaryon y el Norte la aprecian al igual que los Caswell y Rowan, podría ser la unión perfecta para reunir a nuestra Casa.
Daemon estaba rojo, la ira se había apoderado de su ser.
—¿Y qué hay de Baela? —cuestionó Daemon.
—Lady Baela fue quien pidió que anuláramos nuestro compromiso —le dijo Jacaerys mientras se ponía en medio de su madre y padrastro molestó por cómo le estaba hablando Daemon a su madre—. Dorcas y yo hemos estado destinados desde su nacimiento, no lo veía al principio pero es más que lógico, nació poco después que yo, los seguíamos a todos lados para molestarnos y ahora es nuestra oportunidad de unirnos; como mi madre y usted.
Darren no tenía protesta alguna con su tía o primo, pero sí que la tenía contra Daemon ahora que estaba traicionando todo lo que le había enseñado ¿Dónde quedó su sentido de la responsabilidad ahora? Él no era estúpido, sabía que Daemon quería a sus hijas como reinas.
Pero el Norte tenía otros planes, ya que del modo que fuera Dorcas terminaría con la corona sobre su cabeza y lo mejor para los Negros sería casar a alguno de sus hijos con ella si planeaban mantenerse con vida.
En Driftmark reinaban las disputas entre la princesa Rhaenys y su esposo Lord Corlys Velaryon, ya que durante esa misma noche habían llegado tres cuervos con las propuestas de matrimonio de los hijos de las casas Rowan, Caswell y Tarly.
—Juramos que la dejaríamos elegir a su esposo como lo hicimos con Laena —le recriminó la princesa a su esposo—. No vamos a aceptar a nadie hasta que ella lo elija.
—El príncipe Jacaerys es nuestra mejor opción, es su mejor opción —sentenció Corlys—. Es el heredero de Rhaenyra, si logramos matarla y Dorcas logra convencerlo de coronarla como su reina no tendría que haber una guerra por el trono, ella acabaría con los Hightower ante cualquier revuelta.
Rhaenys se estaba hartando de escuchar a su esposo hablar de la última de sus hijos con vida como si estuviera decidiendo que quería de cenar en lugar de con quien compartiría su vida.
—Si la desposas o aceptas cualquier compromiso sin que sea lo que ella desea anularé nuestro matrimonio —gruñó Rhaenys.
Las palabras de la princesa fueron más que suficientes como para cerrar la boca de Corlys Velaryon y lanzar al fuego de la chimenea la carta con el contrato matrimonial al príncipe Jacaerys.
—Le enviaré las propuestas para que seleccione una antes de su decimoquinto invierno —concluyó Lord Corlys—, pero daré mi opinión en cada paso y señalaré lo que me parezca conveniente para su causa.
La noche en la finca fue interesante, Dorcas no bajo a cenar debido a que no deseaba encontrarse con Aleixa, no se atrevía a verla a la cara después de saber que no iba a estar con ella por mucho tiempo.
Pero a media noche decidió bajar al inmenso jardín de la bruja de sangre, se sentó en el césped deseando que sus lobos estuvieran con ella pero sabía que estaban en buenas manos si se habían quedado con Ser Jensen y Halah.
La princesa notó como una sombra se acercaba a ella, tenía su daga en sus manos por lo que no se preocupó. Elaera se sentó junto a ella en el césped.
—No te atormentes por algo que aún no sucede —aconsejó la bruja—. Ambas sabían que lo suyo no seguirá por mucho tiempo.
Extrañamente a la princesa le daba un aire familiar estar con la bruja, entendía porque le temían pero ella estaba acostumbrada a querer a las bestias más peligrosas como si fueran inofensivas y dóciles.
—Le hice lo mismo antes —murmuró Dorcas—, no me perdonó el hacerla pasar por lo mismo. Ella es mi mejor amiga y no deseo perderla por no corresponder a sus sentimientos.
—Sé lo que se siente estar en el lugar de ella y no es agradable —habló Elaera como si fuese un pésame funerario o una añoranza—. Sé honesta con ella si realmente la amas, no importa como la ames si lo haces.
Dorcas asintió con pesar.
—Dicen que amenazas a todos como si fueran nada o los golpeas —comentó Elaera con una sonrisa burlona—. Tú padre era igual cuando tenía tu edad, por eso está solo ahora.
La pelinegra bufó con fastidio, odiaba ser comparada con su padre más de lo que odiaba a su madre.
—Sé que eres lista, lo he visto —siguió la Titiritera con tranquilidad—. Será mejor que comiences a hacer aliados en lugar de enemigos y valorarlos por el apoyo que te brindan, sino lo haces pronto podría ser lo que termine con tu vida niña caprichosa.
Dorcas miró con sorpresa a la bruja ante el insulto, realmente no esperaba que le hablará de esa manera.
—Para ganar una guerra no puedes ser solo una mocosa que solo discute y golpea a la primera provocación —recriminó Elaera mientras le hacia una trenza a la princesa—. Necesitas ser una estratega excelente o te matarán, te enseñaron a que debías ser un dragón cuando también eres un lobo. No puedes dejar una parte de ti si piensas sobrevivir y ganar la gran guerra; se las tres.
—¿Cuál es la tercera? —preguntó Dorcas confundida.
—Sigue fingiendo que la desconoces, bruja del Norte.
El pánico entró en cada parte del cuerpo de la princesa, su mayor temor había sido confirmado en una sola noche.
—Puedo enseñarte a ser la bruja más poderosa que haya existido —sonrió Elaera con malicia—. Si lo deseas tendrás que sobrevivir al entrenamiento, son muy pocas las que lo consiguen niña lobo pero si lo haces tendrás que pagarme.
—¿Cómo?
—Cuando el cruel llegue a ti y el bastardo caiga —respondió Elaera—, en ese momento la bestia tendrá que llevarme con quien porte la corona que fue sustituida.
—No comprendo.
—Lo harás si sobrevives esta guerra civil.
Dorcas estaba por aceptar su propuesta hasta que recordó a Lucerys, no podía convertirse en una bruja si deseaba que él siguiera de su lado.
—Enséñame lo básico —pidió Dorcas—, sobreviviré pero esto deberá mantenerse en secreto.
—No conozco a nadie que le interese saber que te convertirás en bruja, princesa.
Eso era una mentira, ambas lo sabían pero Dorcas no estaba en posición de discutir con la bruja de sangre.
—¿Por qué me ayudas?
—Disfrutó molestar a hombres importantes —comentó Elaera con una sonrisa sádica—. Pero me da más gloria tomar el crédito por lo que hacen mis aprendices, por eso me llaman la Titiritera. Será bueno tomar el crédito de tus futuras hazañas en batalla.
—¿Por qué me diste el rostro de mi tía?
—Helena estaba destinada a hacer grandes cosas, lo vi, pero los Bolton la mataron antes de que pudiera cumplirlas. Me pareció justo que al menos su cara fuese quién haga grandes cosas.
—¿Mi padre mató a tu hermana, no es cierto?
Elaera desapareció en segundos dejando a la menor sola y confundida, con su cabello trenzado con flores.
Las flores le recordaron a su tía y antigua compañera de dormitorio, Asteria siempre llevaba el cabello con flores.
Extrañaba sus charlas a media noche y poder contarle lo que había hecho en su día a día, ahora ella se encontraba lejos y casada con el demente de Aegon.
—Si estuvieras aquí todo sería más fácil —suspiró Dorcas con tristeza mirando a la luna—. Espero que el bastardo no te haya hecho nada, mi querida tía, desearía que te hubieras quedado en Driftmark en lugar de ir a casarte con el ebrio imbécil, empiezo a creer que las Targaryen tienen un tipo.
La pelinegra llevaba hablando con la Luna desde que su antigua compañera de cuarto se había ido de Driftmark, creía que así podía tener un pedazo de ella como cuando veían la luna o volaban en el cielo nocturno después de tener una noche llena de pesadillas, Asteria era la única hermana que Dorcas había conocido y separarse de ella fue su mayor tormento.
—Rhaenys te habría mantenido a salvo si te rehusabas a casarte con el príncipe ebrio —murmuró Dorcas—. Yo habría matado a la reina si me lo hubieras pedido, así no tendrías que estar atada a un hombre que no se ama ni a sí mismo. Lo mataré cuando sea el momento para que vuelvas a mi lado, Mandia.
Aemond Targaryen no era el hombre más inteligente en los Siete Reinos y eso era un hecho ya que ¿Qué clase de ser inteligente se pondría una peluca para hacerse pasar por su prima, Aleixa Hightower.
Él y Ser Criston Cole estaban yendo al Lecho de Pulgas para traer a Aegon de regreso a la Fortaleza Roja antes de que sus esposas notaran su ausencia.
Mientras Aemond vestía un vestido violeta de lady Aleixa Hightower y portaba una peluca pelirroja, Ser Criston Cole estaba utilizando un vestido azul y una peluca negra ya que él estaba vestido como la princesa Dorcas Stark; ambos cubiertos por sus capas se escabullían a Lecho de Pulgas.
Ser Erryk estaba frente a la puerta donde se escuchaban los gemidos del príncipe Aegon, el guardia del príncipe hizo su mayor intento por no reírse de la apariencia del príncipe tuerto o de Ser Criston Cole.
—El príncipe Aegon dio órdenes de no abrir la puerta —Ser Erryk parecía asqueado de dar tal información y más cuando otro gemido de Aegon resonó fuera del dormitorio—.
—La reina nos ha enviado —mintió el príncipe Aemond—, hágase a un lado.
Ser Erryk no protestó cuando Aemond entró a la habitación siendo seguido por Ser Criston Cole y él sonrió abiertamente en cuanto le prohibieron la entrada, finalmente sé permitió burlarse de ambos.
—Aegon —el tuerto hizo una voz increíblemente aguda que hizo que la mujer debajo de su hermano lo mirase con diversión mientras se alejaba del platinado para vestirse—. Debemos de regresar al palacio.
Aegon estaba demasiado ebrio como para poder ver sus propias manos correctamente.
—¿Aleixa? —balbuceó Aegon—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Aemond miró a Ser Criston para que él hablara, este suspiró resignado.
—Hemos venido por usted mi príncipe —Ser Criston hizo una mueca de desagrado antes de hablar agudamente—. Debe de regresar al palacio.
Aegon se puso de pie tambaleándose como la misma gelatina antes de lanzarse sobre Ser Criston.
—Dorcas, finalmente estás aquí —Aegon le dio una nalgada a Ser Criston haciéndolo tensarse—. Aunque te cases con mi hermano podríamos divertirnos primero, si me lo pides de rodillas.
Aemond le dio un puñetazo a su hermano mayor y Ser Criston lo sostuvo antes de que cayera al suelo inconsciente.
—Llévenlo al palacio —ordenó Aemond en un gruñido casi animal a los dos capas doradas—. Y aléjenlo de sus esposas, será mejor que lo metan a un cuarto de invitados.
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