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🌼Capítulo 5

Experimento “Una Alfa para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos:

Malas noticias.

Mamá no ha cambiado de parecer respecto a Nayeon unnie, aunque se hayan besado. Ellas no saben que las vi, por cierto que no ayuda en nada que unnie sea responsable de su despido. Desde luego que después del beso que ella le dio, mamá debería desearla como esposa. ¡Pero no!

Conclusión:

Tal vez esas cosas lleven su tiempo. Como los gérmenes de una infección, es posible que haya que exponerse a muchos besos antes de que surta efecto. Mamá y su loba todavía no se han contagiado de amor. Quizás unnie sea más propensa que ella. Pero si ese es el caso, tendremos que hacer lo posible para que unnie la contagie rápido.

Posibles soluciones:

Hablé con la señora Im sobre los cambios que Nayeon unnie se propone hacer en el formulario, y ella me prometió que la mantendría como candidata. Ese frente ya está cubierto. En cuanto a que mamá se contagie...

Me parece que habrá que poner en práctica el Plan B “Experimentos amorosos”

Experimento 1: Instinto protector

Objetivo: Sacar a la luz el instinto protector de la alfa de Nayeon unnie.

De acuerdo a mis conocimientos de zoología, en el reino animal el más fuerte protege al más débil. Así que tendremos que ver si unnie es capaz de hacerlo, porque si no lo es, entonces ella no es la alfa adecuada para mamá.

Procedimiento:

Odio hacerle esto a mi propia madre, pero creo que a partir de ahora tendrá un poco de mala suerte…

—Oye, ¿A dónde vamos? —preguntó Jeongyeon, cuando apenas habían salido del edificio. Para su frustración, tuvo que esperar hasta que ambas estuvieron instaladas con los cinturones puestos.

—Vamos a un lugar privado en donde podamos conversar sin interrupciones. —Respondió Nayeon, amablemente.

Jeongyeon sintió un nudo en el estómago.

—¿Algo así como un restaurante íntimo? —Dudó la omega. Nayeon presionó los labios.

—No exactamente.

Al oír la respuesta, a Jeongyeon se le desató el pánico. Nayeon era una alfa, y ella una omega. Se habían besado. Entonces no pudo evitarlo cuando se sumió en un patético dilema y era de vital importancia encontrar la manera de salir de la situación antes de que la castaña volviera a tocarla y todo el proceso comenzase de nuevo.

El proceso de perder el control.

—Necesito informarle a Tzuyu dónde estaremos —Balbuceó la omega, preocupada.

—Tranquila, Jeongyeon-ah, tengo un teléfono móvil en el bolsillo de mi chaqueta. Llama a Tzuyu y le daré mi número privado, así ella podrá llamarte cuando quiera, no importa dónde nos encontremos. Servirá para esta cita y cualquier otra que tengamos. —dijo al tiempo que le dirigía una tranquila pero implacable mirada.

—¿Así que crees que habrá más citas? —preguntó Jeongyeon, alarmada.

—No es que lo crea, es un hecho. Estarás pegada a mí durante un tiempo. Tienes que afrontarlo, ¿No crees? —agregó al ver que la alarma se intensificaba en los ojos de la omega pelinegra —Tu hija adquirió el programa especial de las fiestas de fin de año de la agencia matrimonial Yellow Flowers ¿Si recuerdas? Entonces eso significa que tendrás que salir conmigo, o con cualquier otra candidata, hasta que terminen los eventos, y debido a que el ordenador emitió solo una candidata para ti, me parece que seré toda tuya durante los próximos dos meses.

Jeongyeon se rindió, tras lanzarle una mirada asesina. No iba a ganar esa contienda y lo sabía, pero debía resistirlo por Tzuyu. Entonces decidió cambiar de tema.

—Bueno, al menos dime a dónde me llevas.

—A mi casa. —Respondió la alfa, alzando los hombros con naturalidad.

Jeongyeon casi brincó en el asiento.

—Oye, no creo que… —Comenzó a resistirse la omega.

—¿Siempre lo discutes todo? —Interrumpió la alfa en su dirección.

—Casi todo. —Espetó con toda honestidad —Pero creo que esta vez tengo razón. No es apropiado ir a la casa de una alfa en la primera cita. ¿No lo crees? —La miró con una fina ceja soberbia en alto.

—Así que eres una chica tradicional, ¿eh? —Se burló la alfa, intentando aligerar su tensión.

—Realmente no. Digamos que el sentido común que poseo me lo enseñó la vida duramente. —Respondió la omega, ladeando la cabeza en dirección del cristal del auto y apartando su mirada muy lejos de esa atractiva mujer.

—Cariño, no tienes de que preocuparte, me portaré bien, no soy ninguna psicópata sin correa. —Habló la alfa en tono demasiado confiable.

«¿Cariño?, ¿Es enserio?», pensó Jeongyeon aún con esa ceja intranquila en alto para mirarla fijamente a los ojos.

Nayeon dejaba traslucir una paciencia y decisión innatas que armonizaban muy bien con su imponente presencia.

Jeongyeon sospechaba cada vez con mayor certeza que mostraba mucho interés en ella. Lo que no podía saber era si lo hacía a petición de su abuela o para ayudar a Tzuyu. Pero, a menos que encontrara una forma de disuadirla, estaba visto que al final ella ganaría, y eso era algo que la omega prefería evitar a toda costa. Durante el largo tramo que tardaron en llegar a donde se suponía que iban, Jeongyeon pensó con aflicción en el modo de desligarse del asunto sin herir a su cachorra.

Nayeon cruzó la verja de la propiedad y mientras avanzaban dando tumbos por el camino de tierra, ella observó la gran casa situada en un espacio importante y centralizado en una inmensa extensión de terreno que se utilizaba para la crianza de ganado, y entendió que estaban bastante lejos de casa.

—Nayeon, ¿Todo esto es tuyo? —preguntó la omega, atónita.

—Sí. Bueno, de mi familia. —Intentó minorizar la alfa.

«¡Pero claro que sí es todo suyo Jeongyeon, recuerda quien es!» Se dijo a sí misma que era muy famosa y casi que se golpea por tan patética pregunta.

A medida que se aproximaban, la omega podía distinguir los detalles de la impresionante vivienda principal. La residencia que actualmente se extendía por la ladera, fue ampliada de generación en generación.

—Parece una casa antigua. ¿Hace mucho que pertenece a tu familia? —Se interesó la omega. Nayeon ganó más de su atención, cuando afirmó con la cabeza.

—Ha estado en manos de mi familia durante un tiempo muy largo... —Aceptó la alfa, sonriendo al reconocer su interés en el asunto.

—Así que tus raíces son muy profundas, aquí.

¿Cómo sería sentir la tierra de los antepasados bajo los pies? Saber que generación tras generación todas esas personas habían vivido y desaparecido, habían amado, llorado y reído en el mismo lugar. La palabra clave es pertenecer.

La nostalgia dio paso a la decisión. Ella nunca tendría una herencia familiar comparable a la de Nayeon, pero eso no significaba que no pudiera darle un hogar a su hija. Tan pronto como ahorrara suficiente dinero, podría comprar una casa, quizás no como la que veía ante sus ojos, pero sería un buen comienzo. Sabía desde hacía mucho tiempo que las raíces sedientas se adentran profundamente en la tierra. Pronto ella y Tzuyu también pertenecerían a algún lugar.

—¿Cuál es el problema?

Hacía unos minutos que Nayeon había estacionado el vehículo y la observaba atentamente, y la omega se hallaba tan sumida en sus pensamientos, que no se había dado cuenta de ello.

—Pensaba cómo sería tener una historia familiar como la tuya. Un fuerte lazo con el pasado.

—Es un orgullo, pero también una pesada carga que puede provocar varias frustraciones... —Admitió Nayeon.

—¿Por qué lo dices?

—Por la responsabilidad que conlleva.

—¿Y eso te pesa mucho? —Se sorprendió Jeongyeon.

—A mí no, pero a mi padre sí. Se sintió atrapado.

—¿Y se marchó?

—Así fue. Se fue a la ciudad con mi madre omega, por esa razón mi abuela fue la responsable de mi crianza —murmuró mientras la observaba con los ojos entornados —Eso te suena familiar, ¿verdad?

Ambas se bajaron del vehículo.

—Nayeon, ¿Por qué no acabamos con esto? —Le sugirió la pelinegra, incómoda con el curso de la conversación.

—Presumo que te refieres a esta, nuestra primera cita —dijo Nayeon, al tiempo que guardaba su celular en un bolsillo de sus jeans.

—Sí, precisamente a eso me refiero. —Admitió Jeongyeon y siseó antes de revelar sus pensamientos —Te pido disculpas por mi mala educación, pero para ser honesta, es claro que no me interesa salir con nadie. —Se apresuró en agregar, abrazándose a sí misma con aquella tierna expresión apenada.

—Entiendo, pero eso no se lo has dicho a Tzuyu. —Señaló Nayeon, intentando detener sus instintos. Comenzaba a irritarle que la omega la rechazara en cualquier oportunidad que se le presentaba.

—No ha habido ocasión... —Se quejó Jeongyeon, incapaz de verla a los ojos.

—Tzuyu no espera que su padre vuelva a casa, ¿verdad? —Preguntó de pronto y Jeongyeon extendió los ojos ante su repentina pregunta.

—No que yo sepa. —Murmuró la omega, ahora siendo invadida por grandes deseos de saber cuanto es que sabía la alfa sobre esa historia.

—Entonces tampoco tengo que preocuparme por eso... —comentó Nayeon, implacable.

Jeongyeon estudió el rostro de Nayeon, deseosa de poder interpretar su expresión tan fácilmente como lo hacía con su ex. Pero la alfa era impenetrable y era muy difícil de descifrar su forma de pensar y actuar.

—Esto lo haces por tu abuela, ¿No? Lo sé porque en la agencia dijiste que se suponía que tu ficha no estaba en la base de datos. Todo fue... un accidente, ¿Verdad? Y esta cita es sólo para salvar guardar las apariencias de la agencia, ¿No es así? —Presionó la omega, en búsqueda de una esperanza que le indicara qué la alfa estaba más lejos que cerca de ese constante interés que le gustaba acentúar.

—Si lo de salvar las apariencias te hace sentir más cómoda, entonces créelo así cariño. En lo que a mí respecta esta cita es para saber si el noventa y nueve por ciento de probabilidades de armonía entre ambas es suficientemente bueno... —Ronroneó aquello último, porque fue incapaz de decirle que, en realidad, lo que deseaba era que su loba reconozca el lazo.

—¿Suficientemente bueno para qué? —preguntó Jeongyeon, mirándola de frente sin evitar su proximidad.

—Para pasar de las citas a algo más.

Esa era exactamente la respuesta que la omega había temido desde el principio, la sola idea la había dejado helada una vez más.

Ella no parecía con la idea de ceder fácilmente y algo le indicaba que ya nada tenía que ver con Tzuyu. Su loba se emocionó al percibir su invasivo aroma.

—Nosotras podríamos pasar un rato juntas, esta vez y luego olvidar el resto de las citas, ¿No te parece? De hecho si este encuentro resulta ser un desastre tampoco tú tendrías deseos de repetir, ¿Verdad? —Insistió Jeongyeon.

—De acuerdo —Concedió la alfa, mientras se dirigían hasta la puerta principal de la casa —No te preocupes por nada. Yo me encargaré de todo.

A pesar de que la respuesta no le satisfizo en absoluto, Jeongyeon no pudo evitar dejarla a un lado para quedarse ensimismada observando las maderas de roble que brillaban con un tono casi dorado a la luz del incipiente atardecer. Frente a ella se extendía un largo vestíbulo, a un lado entrevió un salón y al otro, una espaciosa sala de estar.

Nayeon se apoyó en uno de los pilares de madera y Jeongyeon no pudo dejar de observar su figura esbelta, pero poderosa. Apreció que era una alfa decidido, sus ojos brillaban en la penumbra del vestíbulo. Presa del pánico, Jeongyeon volvió a sentir que tenía que huir de ella, las voces dentro de su cabeza le gritaban «No estás segura, no estás segura». Retrocedió un par de pasos.

—Nayeon, no puedo hacer esto. Pensé que podría, pero no es así. —Jadeó la omega, conteniendo el aliento. Se veía algo sofocada a simple vista.

—No deseas cenar conmigo, ¿Verdad? —le preguntó la alfa sin poder ocultar su desánimo.

—Yo no... —Balbuceó la omega, dudosa —Mira, no sé qué es lo quieres de mí. Pero estoy segura de que sea lo que sea, no me es posible dártelo.

Nayeon no se movió.

—¿Y qué le dirás a Tzuyu? —Jugó Nayeon su última carta y pudo ver cuanto le afectaba a la omega oír la referencia.

¡Oh, no, Tzuyu! ¿Cómo podía haberla olvidado?

—Le diré que las cosas no salieron bien entre nosotras y eso será suficiente. —Habló al reconocer que su pequeña podía ser impaciente, pero siempre había sido increíblemente comprensiva.

—¿Jeongyeon, serías capaz de mentirle a tu hija?

Eso la detuvo.

—No. —murmuró tras un hondo suspiro y volteó.

Diablos, no se estaba dejando llevar por la alfa, esa era una verdad: sería incapaz de mentirle a su cachorra.

—Vamos a la parte trasera de la casa. Cenaremos junto a la piscina. Espero que no te importe una cena informal.

—Me parece muy bien. —Suspiró Jeongyeon, sabiendo que no tenía más alternativa que seguir a aquella manipuladora.

La zona de la piscina era impresionante, aunque un tanto fuera de lugar en ese paisaje tan campestre. Losas de cemento y piedras multicolores se combinaban en el suelo de un patio donde crecían flores por doquier, algunas en viejos barriles de whisky y otras en jardineras de piedra. Entre otras flores, había petunias, lirios blancos y bromelias de alegres colores. En una esquina del patio se veía una zona enrejada con mesas y sillas bajo unas barras de maderas cubiertas de grandes hojas verdes en una enredadera, y en una de las mesas había un precioso arreglo floral en el que destacaban frescas rosas amarillas.

Descartando la posibilidad de que las rosas estuvieran allí en su honor, Jeongyeon dirigió la mirada a la enorme piscina de tres niveles con caídas de agua de uno a otro, y toda ella rodeada de flores y se preguntó que clase de paraíso era ese lugar y como es que cabía en un país tan pequeño como en el que vivían.

—Fue la contribución de mi padre a esta casa —Explicó Nayeon secamente al ver la expresión maravillada de la omega, mientras ambas tomaban asiento en la mesa de las rosas.

Una mujer mayor baja de estatura y delgada apareció con una bandeja entre manos.

—Jeongyeon, ella es Eunmi, el ama de llaves de la casa. —dijo al tiempo que la mujer ponía un largo vaso de té helado frente a frente a ambas. No había aroma.

Mientras se secaba las manos en el delantal, la mujer mayor que suponía ser beta, sometió a Jeongyeon a un intenso escrutinio, pero momentos después su expresión se relajó.

—Hyobum tenía razón, Nayeonnie. Lo harán muy bien juntas. Avísenme si desean algo más —habló la señora, mientras se alejaba.

—No tiene mala intención —explicó Nayeon cuando Eunmi se hubo marchado —Solo ha estado con nosotros tantos años que ya es un parte de nuestra familia. Desgraciadamente eso significa que es muy amiga de mi abuela y que dice abiertamente todo lo que se le pasa por la cabeza. De acuerdo, lamento que tenga que ser una primera cita bastante extraña... —Añadió la castaña, al notar la expresión de Jeongyeon.

—Me agrada que lo digas porque empezaba a preguntarme si crees que las últimas veinticuatro horas han sido muy normales para ti.

Nayeon hizo una mueca burlona.

—¡Claro que sí! —Sarcásticamente —Estoy muy acostumbrada a que cachorras inteligentes de trece años me pidan que salga con su mamá omega. 

Ambas se hicieron burla con la mirada ante el sarcasmo expresado por aquella alfa.

—Mira, mejor hablemos de otra cosa. Como ya dejamos en claro que esta no es una primera cita normal, pensé que podríamos revisar el formulario que Tzuyu respondió por ti y hacer modificaciones si no estás de acuerdo en algo. Hyobum dijo que lo volvería a introducir en la base de datos para hacer una búsqueda de otras candidatas.

Jeongyeon se enderezó en la silla.

—Nayeon, creo haber dejado claro este asunto. Es posible que tus besos me hayan impactado un poco, pero no me interesa mantener ninguna clase de relación con nadie. Nunca. ¿Comprendes?

—¿Ni siquiera por Tzuyu?

—Eso no es justo —dijo al tiempo que depositaba bruscamente el vaso en la mesa.

—Ella desea una madre alfa. —Delegó la alfa por la menor.

—Tiene un padre alfa, no necesita a nadie más. —Espetó su madre, como respuesta.

—Entonces, ¿Por qué fue a la agencia? —Preguntó la castaña, al tiempo que se levantaba de la silla —Si me perdonas, voy a buscar los papeles y a avisarle a Eunmi que estamos listas para cenar.

Jeongyeon la contempló alejarse a grandes pasos. Seguramente sabía que se quedaría pensando en las razones que habían llevado a Tzuyu a acudir a una agencia matrimonial.

¿Realmente necesitaba una alfa tan desesperadamente? Era una pregunta excelente por parte de Nayeon. ¿Por qué de pronto Tzuyu se mostraba tan ansiosa por que tenga una pareja? Nunca se lo había confesado a ella, su madre. ¿Era por algo que había hecho mal? ¿O quizás, que no había hecho?

Jeongyeon creía que ella y su hija se llevaban bien y que compartían los mismos objetivos. Ambas querían un hogar y un lugar donde echar raíces. Pero al parecer su cachorra deseaba más. Mucho más.

—Como parece que tienes una respuesta para todo, dime por qué Tzuyu quiere otra madre. —exigió la alfa, una vez estuvo de vuelta sacándola de su dialogo interno.

—Simplemente porque la mayoría de los cachorros desean estar en una familia completa. —replicó Jeongyeon, aún cuando su voz había perdido toda seguridad.

—Sí, tienes razón —Musitó Nayeon, al tiempo que dejaba la carpeta en una silla vacía.

Jeongyeon esperaba ver una expresión compasiva en los ojos de Nayeon, pero para su sorpresa la castaña solo se limitó a encogerse de hombros.

—No todos los alfas somos como tu ex. Ya deberías saberlo.

Jeongyeon tembló. Después de Hansol nunca había permitido que ningún alfa se le acercara a mas de un metro. No quería que le hicieran daño otra vez. Había sufrido mucho durante esos cinco años de un infierno llamado vida matrimonial.

—No me volveré a casar. —Declaró la omega, implacable ante su decisión.

Nayeon apretó los labios.

—Sé que deseas que yo acepte tu decisión como tu última palabra sobre el tema del matrimonio —dijo inclinándose sobre la mesa —Pero no lo haré.

Todo fue por ese beso.

Por ese maldito beso.

Siempre había sido brutalmente honesta consigo misma, y esta vez no fue diferente. Jeongyeon prefería enfrentar los hechos abiertamente, y el hecho era que ella y Nayeon juntas eran explosivas, pura dinamita que enloquecía a su loba facilmente. Desde el mismo instante en que la alfa la había tomado entre sus labios ella había perdido conciencia de todo lo que la rodeaba, excepto de sus caricias. De hecho, se había sentido invadida por un hondo deseo sexual hasta el extremo de permitirle que la acariciara de ese modo tan íntimo, cosa que no había sucedido nunca desde los tiempos de... Solo con recordarlo sus mejillas se enrojecieron, y por supuesto que la castaña lo notó.

Para alivio de Jeongyeon, la llegada de Eunmi evitó un comentario de parte de la alfa. El ama de llaves colocó una gran fuente de costillas ahumadas y otra con papas trozadas frente a ellas. También había traído un pequeño plato con servilletas húmedas.

—También traje estas para la salsa barbacoa —dijo con una amplia sonrisa amable.

—Has hecho bien, gracias. —le observó Nayeon, mientras la mujer se alejaba.

Que extraño le parecía a Jeongyeon ser servida.

—Carne auténtica. —comentó la omega con mirada apreciativa.

—No sueles tomarla, ¿Verdad? —Le preguntó Nayeon, tranquilamente.

No era difícil destacar que Jeongyeon se veía alarmantemente delgada para la altura que portaba en su maravilloso cuerpo. Y conociendo un poco de su historia, también podía imaginar el porqué. La sola idea de que la omega se saltase las comidas básicas por complicaciones económicas ponía a su loba iracunda, que solo deseaba protegerla.

—Cierto —admitió tranquilamente —Tratamos de limitar el consumo de carne roja —Aunque en su caso era por razones económicas, mas que por razones de salud.

—Puede que sea difícil comer costillas sin ensuciarse, pero es un plato ideal para romper el hielo. No es fácil ser formal cuando estás cubierta de salsa barbacoa ¿O no? —Sonrió Nayeon.

Ese simple comentario contribuyó a relajar a Jeongyeon.

—En verdad no te molesta verte envuelta en este lío...

—Sí me importa. De hecho, si las circunstancias hubiesen sido diferentes, la verdad es que no habría aceptado tal acuerdo.

—Y, ¿por qué no lo hiciste? —Reprochó la omega.

—Muy sencillo, porque quiero salir contigo.

A Jeongyeon se le cortó la respiración. Nayeon había hablado con franqueza, pero su respuesta era la que menos deseaba oír.

—Pero vi cómo discutías con tu abuela por este asunto.

Nayeon se encogió de hombros.

—Eso fue antes de que nos besáramos.

—Pero si solo fue un simple beso, Nayeon. Olvídalo ya...

—Fue más que eso y tú lo sabes, omega.

Puede que así hubiera sido. De acuerdo. Pero no servía para erradicar su temor de tenerla tan cerca.

—Ya te lo he dicho. No saldré nunca más con un alfa, así fuera mujer.

—Dices eso a los treinta y un años ¿No eres demasiado joven para permitir que una mala experiencia…?

—Tú no sabes nada de eso. —Le interrumpió, tajante.

—Sé lo que Tzuyu me contó. Si yo hubiera creído que no íbamos a congeniar, le habría pedido a Hyobum que volviera a buscarte otra pareja.

—¿Y ahora lo harás?

—Sí, pero por ti, no por mí. Y es la verdad, Jeongyeon.

—Te creo.

—Pero te cuesta confiar, ¿verdad?

—Sí.

—Entonces ¿por qué no hacemos un pacto? —Jeongyeon la miró interesada —Se trata de no ocultarnos la verdad. Creo que es importante que seamos honestas una con la otra.

Eso no suponía un problema para Jeongyeon, puesto que no sabía mentir.

—De acuerdo.

El silencio las invadio mientras atendían la cena, y duró prácticamente todo su tramo, hasta que Nayeon se cansó de aquello.

—Ya que hemos terminado de cenar ¿Por qué no revisamos tu formulario?

—De acuerdo.

—Veo que te preocupa ese uno por ciento que falta —comentó la alfa.

—Terriblemente. —Ironizó la omega, volteando los ojos.

—De acuerdo, vamos a dar un paseo mientras lo hacemos. ¿Te parece?

—Está bien.

Nayeon le entregó los papeles, viendo que la omega lo atendía de inmediato.

—Empieza por la primera página. Edad, altura, peso, color de ojos y cabello. Aroma, Educación. Esa clase de datos básicos.

—¿Cómo sabe Tzuyu cuál es mi peso? —preguntó tras leer las respuestas.

—Ella no lo sabía. Yo lo adiviné después de conocerte.

—Me pusiste un kilo de menos.

—Aquí tienes un bolígrafo. Haz todas las correcciones que consideres oportunas.

—Bueno, hay que corregir el asunto del peso y el de mi ocupación. Ya no soy anfitriona de restaurantes. —Lamentó antes de lanzar un largo suspiro.

—Deja ese espacio en blanco hasta que encontremos otro trabajo.

—Veo que insistes en ayudarme.

—Sí, porque en parte soy responsable de que te despidieran ¿Recuerdas?

—¿En parte?

—Bueno, yo no volqué la jarra de sangría encima del cliente, pero sospecho que fui la causa. Si no hubieras estado tan ocupada viéndome habrías prestado más atención a lo que hacías.

—Bueno, yo…

—No olvides nuestro pacto de la verdad.

—Maldición. De acuerdo. Me distrajiste.

—El sentimiento es mutuo, Jeongyeon, desde la primera vez.

—¿Por dónde íbamos? —preguntó al tiempo que enterraba la nariz en el documento —Vaya... Me pregunto de dónde sacó esa niña esta respuesta.

—¿Cuál?

—Compañera ideal. ¿Cómo se le habrá ocurrido pensar que sería ideal una idol, una panadera o una actriz? ¿Y porqué insiste que debe ser mujer? —Carcajeó la omega, meciendo la cabeza.

—Creo que Tzuyu dijo que eran los únicos tipos de personas que te quedaban por conocer —Le explicó la castaña, en tono objetivo —Y, supongo que ella ve a las mujeres más leales, después de todo es una mujer quien la educa.

—¿Qué dices?

Nayeon alzó una ceja.

—Digo, después de todo es una mujer quien la educa y...

—No lo otro.

—Quizas... ¿Un leve error de interpretación?

—Por decirlo en términos suaves —reepndió la omega y al punto se echó a reír —Oh cielos, creo que ya lo entiendo. Se trata de su padre. Hansol era experto en buscarse la vida en toda clase de actividades. Creo que hasta que nos divorciamos los únicos tipos de empleo que no había intentado, eran estos.

La boca de Nayeon se curvó en una sonrisa.

—Ya entiendo.

Jeongyeon continuó estudiando el formulario y de pronto se detuvo.

—Lo que me desagrada... Irene. —Carcajeó con esa risilla tímida —Juro que voy a matar a esa mocosa.

—¿Quieres cambiarlo? —Se sonrió Nayeon ante su reacción.

—¡Por supuesto que sí! Date la vuelta por favor. —exigió la omega, luego de gruñir ante esa torpeza.

Utilizó la espalda de Nayeon para apoyarse. Con perverso placer tachó el nombre la tal Irene y lo reemplazó por "Las mentiras".

—Oye, ve con cuidado. No olvides que hoy ya me arruinaste una camisa.

—Oh, lo siento.

La omega se separó con esfuerzo, luchando contra la tentación de quedarse junto a esa espalda y explorarla profundamente.

—Listo.

—El resto de las preguntas las contestaste por teléfono. Pero tal vez quieras echarles un vistazo.

Ella miró rápidamente las últimas páginas.

—Me parecen bien.

—En ese caso le haré saber los cambios a Hyobum y ella los introducirá en la base de datos.

—Entonces. ¿Eso es todo?

—Todavía falta un pequeño detalle que necesitamos verificar.

—¿Cuál?

Esos ojos...

—Deja mostrarte...

Jeongyeon debió haber previsto que Nayeon iba a besarla. O tal vez ya lo sabía. Igual que la vez anterior, se sumergió en la caricia con tal ardor que la alfa pensó que no había error posible, y con un suave gemido la castaña respondió de la misma forma.

¿Por qué no podía impedir sentirse tan atraída por esa mujer? se preguntaba Jeongyeon mientras la besaba. Debería alejarse y no quedarse pegada a ella como el musgo a la roca.

Nayeon le ofrecía calidez donde solo había conocido la frialdad. Se entregaba enteramente a ella, quien acostumbraba durante años a recibir una escasa demostración de afecto. La alfa nunca se había enfadado por su torpeza o había criticado su falta de gracia, en cambio había dado muestras de un gran deseo, así como de la inmutable decisión de dejar su sello en ella, como si fuera suya. Su omega aulló ante la idea y lo vio. Nunca había experimentado antes esa sensación. Y, a pesar de sí misma, la encontraba irresistible. Jeongyeon deseaba ser amada con exclusión de otras omegas, y a su vez deseaba corresponder plenamente.

Nayeon era su alfa y un lazo invisible pero inquebrantable las unía con una fuerza aplastante.

La omega apartó la boca de los labios de Nayeon, luchando por respirar. ¿Dé dónde había llegado esa conclusión?

Amor. Lazo.

—No puedo hacer esto —murmuró al tiempo que escapaba de los brazos de Nayeon.

—Tranquila, cariño. Solo es un beso.

—Si solo fuera un beso yo no reaccionaría como lo estoy haciendo —Le replicó ella.

Los ojos oscuros de Nayeon brillaron risueños.

—¿Entonces admites que fue más que un simple beso, omega?

Jeongyeon frunció el ceño. Había caído en la trampa. Sin demasiada seguridad sintió que lo mejor era retirarse.

—Si no te importa, me gustaría volver a casa.

—De acuerdo. Pero recuerdas que has admitido que fue más que un simple beso y que te afectó tanto como a mí.

Durante el trayecto llegó a la conclusión que lo único seguro para calmar el hambre, sería abandonar el festín y eso significaba dejar a Nayeon muy lejos en donde no la conocía y no sabía de su existencia, ni de eso que quería unirla a ella contra su propia voluntad.

Apenas llegaron al edificio de departamentos, Jeongyeon saltó del vehículo y se dirigió apresuradamente al portal. Tzuyu estaba sentada en los escalones de la entrada, con algo parecido a un perro lanudo color blanco junto a ella.

—Metí la pata, mamá —Confesó la jovencita.

Con un gemido apagado, Jeongyeon se volvió a Nayeon, sin la menor sorpresa de verla a su lado.

—Parece que otra vez tendremos que corregir el formulario —le advirtió la pelinegra.

—¿De verdad? ¿Por qué? —preguntó la alfa, con calma.

La reacción de Nayeon fue como un bálsamo para ella.

—Nos han echado de casa... —Murmuró con los labios apretados, para evitar el temblor de la barbilla que detenía su llanto desesperado y Nayeon supo reconocer de donde había sacado la pequeña esa tierna y penosa expresión.

Hola, hola vine a dejar esta capítulo y ya me voy Ü

Que tengas una hermosa tarde, tqm♡

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