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Capítulo 7

Nayeon era la omega más hermosa que había visto.

Jeongyeon carraspeó en el momento que el pelinegro las presentó y sonrió nerviosa, limpiando sus manos en su pantalón antes de estrechar sus manos con la otra, tragando saliva. Parpadeó más de cinco veces, sacando una risa nerviosa.

―Soy Yoo Jeongyeon, como dijo Bangchan, o sea nos presentó de forma correcta, eh... sí ―la otra le dió una de las sonrisas más hermosas que pudo haber visto.

Unos ojos tiernos, almendrados, ojos de conejo, llenos de brillo que parecía opaco, como si alguien quisiera que ese brillo no existiera. Parpadeó. Los ojos cuentan la historia, los ojos son el espejo del alma. La manera en la que éstos con sólo una mirada pueden contar una historia, pueden reflejar los sentimientos, pueden reflejar el miedo, los ojos los dejan expuestos.

Jeongyeon se acercó un poco más a ella, bebiendo un poco de la bebida que el chico le había ofrecido, y arqueó sus cejas. Percibía algo en los ojos de la omega. Incomodidad.

Rasco su nuca, carraspeando. Sonó su nariz.

―Me siento totalmente perdida en la fiesta, no sé por qué Bangchan me invitó sabiendo que iba a estar rodeada de tanta gente joven ―la otra lució sorprendida, viéndola, entrecerrando sus ojos. Abrió su boca.

―¿Acaso tienes más de treinta o algo así?

―Tengo veintiséis años, pero si tienen la misma edad que Bangchan, veintiun años, cinco años hace mucha diferencia, mientras él aprendía los colores yo estaba en primaria aprendiendo a reparar una gotera del lavabo.

―Es muy rara tu primaria, ojalá a mí me hubieran enseñado eso ―la alfa ríe nerviosa, pero solo deja su vaso, comenzando a explicar con sus manos.

―Aunque suene raro, a los alfas desde mil novecientos cincuenta al dos mil nos metían en escuelas especiales para 'aprender a ser alfa'. Reparar cosas, aprender aromas, sobre cuidar al omega en celo, era raro... ―la otra alzó su ceja, sus ojos se llenaron de miedo y se alejó un poco, mordiendo su labio.

―¿Eres... alfa? ―Jeongyeon rascó de nuevo su nuca nerviosa, y suspiró, asintiendo. Nayeon sólo bajó su mirada, pidiendo perdón por verla a los ojos, llamando la atención de la otra. Escuchó la frágil voz hablar, casi titubeando, bajo ―lo siento, es sólo que no tengo permitido acercarme a alfas y mucho menos mayores.

Cualquiera al escuchar eso se alejaba de ella, gruñían, pero Jeongyeon solo la vio atenta, haciendo una reverencia, y habló, bajo.

―No hay necesidad de agachar la mirada conmigo Nayeon, todo está bien.

Fue lo que escuchó decir a su alfa cuando la arropó y beso su frente, dispuesta a irse de la habitación, pero la voz sonó, pidiendo ―¿Puedes tomarme la mano?

Obedece al instante, y Nayeon sólo suspiró, entrelazando sus dedos con los largos de la otra. Tragó saliva.

―Tenía veintidós años cuando te conocí, ya había acabado la carrera de diseño de modas y apenas me había metido a otro curso de mercadotecnia con Bangchan, por eso sigo en la universidad ―la alfa la ve, como si le dijera con la mirada que ya sabía, pero apretó su mano ―Veintidós años de mi vida he pasado con miedo, temblando, bajando la mirada a cualquier alfa Jeongyeon, yo... el hecho de que te pueda hablar viéndote a los ojos, me hace sentir fuerte, puedo hablarle a
otros alfas viéndolos a los ojos, gracias a ti.

―No tienes que darme las gracias Yeonnie, por favor no lo hagas.

―Quiero hacerlo, porque es más que me hayas marcado, es que me ha ayudado, terapias, me haces sentir segura fuera y dentro de casa ―Casa. Algo suyo. Sonrió, apretando más su mano, metiéndose más entre la cama, viendo a la otra directo a los ojos.

El brillo ya no parecía ser tan opaco, sus ojos parecían más claros, y sonrió, limpiando con cuidado una lágrima que se atrevió a salir de su ojo. La piel que merecía cada cuidado, la estaba cuidando, lo estaba haciendo. Le sonrió de nuevo, se acercó a besar su frente, y suspiró.

Su dedo índice comenzó a jugar con la mano de la otra. Chasqueó su lengua.

―Me tengo que ir, Yeonnie, mañana tengo que ir a la escuela temprano, pero estaré aquí para asegurarme que duermas bien.

La omega le sonrió, una sonrisa completa, y Jeongyeon apretó esa nariz, haciéndola sacar una risa nasal. Su corazón volvió a latir, como la primera vez que la vio. Qué linda nariz, pensó, qué lindas y largas pestañas que contrastaban en la pálida y lechosa piel, esas mejillas siempre rojizas junto a la nariz, su hermosa sonrisa de dientes sobresalientes, linda omega.

Una vez que la respiración de ella se calmó, se paró de forma suave, sin querer hacer ruido, sin querer irse. Jeongyeon antes de salir dió un último vistazo, y salió de la habitación, viendo a su hermana que tomaba un té en la sala. Sonrió burlona.

―No sé por qué la trajiste si de todos modos iban a volver a dormir juntas ―Jeongyeon sólo tragó saliva, abrochando sus tenis de la forma correcta. Si Seungyeon supiera que era la primera vez que dormían juntas... Carraspeó.

―Ya me voy unnie, cuida a Yeonnie toda la semana por favor, a ella le gusta mucho el té negro de menta, no importa que venga Minari, a ella no le harán efecto las feromonas de Nayeon, pero de todos modos que no se le acerque mucho.

―Es una chica muy linda, pero, vi marcas en sus muñecas, como si hubieran apagado cigarros en sus muñecas Jeongyeon-ah, y tú fumas... no me contó nada de ellas...

―Yo jamás le haría daño. Si la traje aquí para no tomarla en su celo, es un indicio de ello unnie, pero las marcas, son de hace tiempo, ella todavía no me cuenta de ellas y lo hará cuando sea su tiempo, todo a su tiempo.

La Seungyeon sólo alzó sus cejas, asintiendo y suspirando.

―Ve con cuidado hermanita, no querrás dormir después de las nueve y treinta y cinco porque te estresas horrible y tu omega no merece una alfa gruñona.

La alfa solo sonrió, suspirando, y negó, viéndola.

―Ella merece todo lo bueno de este mundo y yo me aseguraré de dárselo todo.

¡Hola buenas tardes! Ü

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