Todo debe estar limpio, pulcro.

Toda la ropa debe estar sin ninguna sola arruga, debes colgarlas de forma que quede perfecta.

La cocina debe estar sin ninguna mancha, la estufa debe estar reluciente, y para eso se tiene que pasar aceite de bebé en un hisopo o gaza.

Jeongyeon tiene estrictas reglas que se repite día con día y estaba tan acostumbrada, que algo fuera de la rutina la altera, la pone de los nervios. Que su cocina no esté limpia la llena de repulsión, tanto que comienza a lavar cada rincón aunque sólo era una mancha lo que la hacía ver sucia.

Todo en la vida de Jeongyeon debe ser perfecto, y lo es, menos Nayeon. O es lo que piensa la omega.

Por eso tenía miedo hasta dos semanas después. Era una versión limpia de su padre, parecía. Sustituía el alcohol por una cajetilla de cigarros que sólo aparece en las noches, son alfas, estrictos, pero solo uno no le levantó la voz a Nayeon, y mucho menos la mano.

Nayeon se permitió llorar cuando se dió cuenta de eso, en su cuarto, escondida de Jeongyeon.

Un mundo perfecto, limpio, pulcro, que fue interrumpido por la omega llena de cicatrices, que llora con cada cosa que pasa y que es olvidadiza.

Pero a Jeongyeon no le parece imperfecta. Hay veces que llega de forma silenciosa a casa y solo ve a Nayeon en la cocina, preparando lo que parezca rico en su libro de recetas, y puede que saca una pequeña sonrisa en ella al ver a la omega contar con sus dedos lo que sacó, para volver a guardarlo y limpiarlo, cuando tiene una toalla en su hombro para limpiar cualquier desastre y el aceite de bebé al lado, junto a la caja de hisopos.

Y le parece lindo, sonríe boba, una sonrisita muda al ver a la omega.

Trata de todo, realmente, de todo para que se sienta cómoda con ella. Hasta trata de no limpiar después de que la otra uso la cocina para que no se sienta mal de que la usó mal o no limpió bien.

¿Ganaba lo suficiente para mantener a dos personas? Si, más de eso. Ganaba lo suficiente, hasta para que Nayeon pueda tener otro tipo de apoyo, un apoyo profesional.

Porque cuando se refería a que las feromonas de Jeongyeon eran lo equivalente a unos tranquilizadores, se refería a los recetados por la doctora Hirai, que siempre le sonríe al verla y tiene de sus dulces favoritos para ella.

Cada dos semanas, una cita con ella donde Jeongyeon esperaba afuera haciendo quién sabe qué. Supo lo que hacía porque la doctora se lo dijo.

—Ayudó a mi asistente a limpiar y ordenar el escritorio, no sé que limpiará hoy —y ríe, haciendo a Nayeon lanzar una risita muda. Un pequeño avance. La japonesa la ve, mordiendo su pulgar —Cuéntame cómo es Jeongyeon contigo.

—¿Conmigo? Pues... Ella es buena, se puede decir que confío un poco en ella, no es como los demás alfas, es limpia, no usa su voz conmigo, es linda. Hace meses, cuando nos conocimos, le dije que me gustaba un té y ella al día de hoy lo sigue trayendo a casa, es buena.

—Parece que el té te parece un hecho muy lindo, es un bonito detalle de su parte —Nayeon asiente, sonriendo, abrazándose a sí misma mientras la japonesa relamía sus labios —También me contaste de tu mejor amigo, Bangchan.

—¡Sí! Él es el mejor, me dejaba quedarme con él cuando no quería volver a casa con ya sabe quién, también me compra cosas, de hecho este suéter me lo regaló él. Hablar de él es hablar maravillas porque es tan buena persona, es inteligente, juega muy bien fútbol, de hecho el fue el que hizo posible que nos conociéramos Jeongyeon y yo...

—¿En la fiesta de año nuevo? —asiente la menor —¿Qué cosas tienen en común Bangchan y Jeongyeon?

La otra hizo un mohín, viendo el suelo, pensando en su respuesta. Sólo la vió.

—Los dos son alfas... los dos son buenos conmigo, huelen rico.

—Y se puede decir que confías más en Bangchan, ¿verdad? —la omega asintió— ¿y también en Jeongyeon? —volvió a asentir —Pero no tanto como en Bangchan.

—Eso, sí. —la japonesa sonrió, viéndola y escribiendo en su libreta.

—Puedes hacer un nido con sus cosas, y puedes ir ahí cada que los recuerdos de 'ya sabes quién' te atormenten, o cada que te sientas triste, ¿sabes? —el rostro confundido de la menor la hizo sonreír, y comenzó a explicar —Un nido puede ser una habitación o un rincón donde pones cosas de alfas o hasta betas, son cosas que tiene su olor y un significado, y ahí puedes pasar los días que te sientas triste, enojada, o hasta el celo, se asemeja mucho a las feromonas, pero aquí es un lugar para pasar el rato.

¿Jeongyeon estaría bien con eso? Nayeon sólo comenzó a asentir mientras aceptaba la hoja recién arrancada de la libreta de la doctora Hirai, hizo una reverencia, y se marchó, por la puerta que la nipona recién le abrió, saliendo con ella.

Hizo un mohín, haciendo que la pelicorta la vea, curiosa.

—¿Pasó algo? ¿Te disgusta algo?

—¿Cómo puedo hacer un nido? La doctora Hirai me dijo que lo hiciera. Supongo que debo usar ropa que usas mucho, pero si la usas mucho es porque te gusta. —la pelicorta sonrió, por el simple hecho de que esa ha sido la frase más larga que le dijo Nayeon en todo un mes, y la vió.

—Puede ser esta camisa, la sudadera de ayer, y el suéter salmón.

—¿Si puedes? Llegando a casa quiero comenzar a hacerlo, nunca supe de un nido, supongo que será divertido hacerlo.

A casa. Jeongyeon sonrió desviando su mirada del tráfico para ver a Nayeon y asintió, planeando, el vaciar la habitación junto al cuarto de Nayeon para poder hacer el nido, el nido más grande y más cómodo, el más lindo, sólo para ella.

Sonrió de nuevo al imaginar la sonrisa muda que la omega le podría dar, y tragó saliva, tanteando con sus dedos el volante sobre si debería por lo menos acariciar el hombro de Nayeon para que se sienta apoyada.

En lugar de eso, su mano se dirigió a la contraria, la acarició con su pulgar, y sonriendo, dijo lo que Nayeon sabía, pero necesitaba escuchar.

—Todo está bien.

Y lo está, perfecto. El meñique de la menor hizo que la mano no se despegara hasta que llegaran a casa.

Tod@s l@s que sufrieron violencia de cualquier tipo merecen una Jeongyeon.

Solo eso tengo para decir hoy.

Tqm♡