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𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

La vida y la muerte son dos procesos naturales que básicamente, junto con el tiempo, son los pilares del existir. Mientras uno da la bienvenida a este mundo a las nuevas almas, el otro viene por ellas hacia su descanso eterno una vez su tiempo ha culminado.

Y el tiempo por supuesto, es la estadía de un alma y su duración, cuando ocurrirán los sucesos y en qué momento.

Normalmente no se hablan, no interfieren ni se apoyan, solo dejan que el otro haga su trabajo para mantener el equilibrio. Pero llegan a suceder eventos que obligan a los tres a colaborar, eventos como un  complicado y riesgoso labor de parto.

—¡Aghhhhh!

—Puje mi señora, puje.

—Mi amor tu puedes solo puja un poco más.

Gritos desgarradores debido al esfuerzo, una noche de tormenta, relámpagos junto con oscuridad como sucesor eran el ambiente de esa tarde/noche. La muerte se visualizaba por el reflejo de la ventana cada que los rayos mostraban su fugaz luz, la vida esperaba en silencio en un rincón callado en la oscuridad; y el tiempo, aquel búho omnipresente, se inmortalizaba en el tic tac del reloj de la habitación.

Esto realmente es tonto, pensaba el lobezno finamente entrando en la habitación, ¿Cómo acepte esto tan de repente? Recordó.

—Una mujer va a dar a luz —le habló Vida a sus espaldas mientras el afilaba sus armas.

—¿Ah si? Que noticia, wow, como si no hubiera muchas madres más que dan a luz en el mundo diario —se le notaba sarcástico, desinteresado.

—¿Muerte el nombre de María Teresa Isabel no está en tu lista de hoy de casualidad?

Detuvo su acción un momento, finalmente tuvo su atención. Volteó a ver a su compañero y notó que el ceño de Vida, normalmente sereno, suave y sonriente como un tímido sol, ahora era fruncido, preocupado.

—Ha tenido contracciones fuertes desde esta madrugada, y a ese bebé le faltaba mes y medio para nacer.

Los gritos en la habitación le volvieron a la actualidad. La mujer en la cama, bañada en sudor, con el cabello despeinado y sangrando las sábanas de su cama, junto con su servidumbre, un doctor y obviamente el marido de la futura madre; era el escenario que presenciaban los tres seres.

—Tenemos la cabeza —anunció el doctor.

—¿Solo la cabeza?

—¿Señora está segura que no quiere que use las pinzas? El bebé saldrá más rápido.

—¡Aleje esa cosa de mi! —a pesar de ir gastando sus suspiros poco a poco, la fémina aún tenía energías.

—El parto de por si ya esta complicado, si no lo hago usted se desangrara más.

—Puedo con esto, aun tengo energía.

—Seh, yo creo lo contrario.

De un momento a otro todo a su alrededor se volvió negro, las personas a su alrededor habían desaparecido, el doctor, su marido, las criadas. Solo estaba ella en su cama con una encapuchada figura, lúgubre.

—¿Es usted la muerte?

—Si.

—¿Viene por mi alma?

—Así es —contestó—. Isabel no intentes darme un pero, mira tu estado, mira la sangre que has perdido.

—¿Al menos puede darle una oportunidad a mi bebé? —preguntó sorprendiendo a la muerte—. Quiero que nazca, debe nacer, tener una buena vida, amar a alguien perdidamente como yo amo a su padre, tener todas esas bonitas experiencias que hacen a la vida tan valiosa —sus ojos se encontraron con los del canino—. Por favor, señor muerte.

—Muerte, yo no puedo hacer nada, yo no puedo interferir con tu trabajo, al menos no hasta que nazca ese bebé, pero tu si puedes ayudarme —recordó las palabras de su amigo cigüeña.

—¿Qué quieres que haga?

Saco de su capucha un reloj de arena, artefacto creado por el mismísimo Tiempo, que le advirtió sólo usarlo en casos especiales y después de avisarle.

“Este reloj le dará tiempo extra a la persona en la que lo uses, solo 15 minutos.”

—15 minutos son el tiempo suficiente para que des a luz a tu bebé —sentenció—. Y para que estés con el un momento.

Entre jadeos y con las gotas de sudor bajando por su frente, la mujer curveo sus labios secos, y le mostró a la muerte una fina sonrisa, genuina.

—Gracias señor Muerte.

Le dio la vuelta al reloj y los 15 minutos fueron adheridos a sus segundos restantes, ella sintió como toda su energía volvía en demasía, volvió a pujar con todas sus fuerzas entre gritos.

—Ya esta saliendo más rápido, puje mi señora, puje.

—Esa es mi señal Muerte, gracias —Vida paso por su derecha tocando su hombro con su ala blanca de manera fugaz recobrando su entusiasmo de siempre.

—Todavía no creas que te has deshecho de mi Vida, aún estaré aquí un rato.

—Por supuesto —dijo volteando a verle—, puedes quedarte a conocerle, también tu Tiempo —agregó mirando al búho.

—¡Aghhh!

Y con su último clamor, el llanto de un bebé apareció de inmediato en los oídos de todos.

—Aquí esta —exclamó el doctor sosteniendo a la criatura en sus manos.

—Bienvenida al mundo pequeña —Vida ahora estaba muy apegado a la nueva criatura mientras las sirvientas le limpiaban y cubrían del frío—. Awwww, mírate, eres la bebé más hermosa del mundo.

—Eso siempre se lo dices a todos los bebés que ves, te he oído en los hospitales decirlo —soltó Muerte cruzándose de brazos y con una sonrisa ladina.

—Pero esta vez es especial, me atrevo a decir que es la niña más bonita que nació hoy.

Limpia y envuelta con múltiples mantas y ropajes, una de las mujeres de la servidumbre se las entrego a sus patrones.

—Felicidades mis señores, es una niña.

—Una niña —ambos padres la tenían en sus brazos mostrando sus más grandes sonrisas y lágrimas en los ojos—. Oh mi Isabel es tan hermosa como tu, mírala —hablaba el padre pasándosela a su esposa, mientras la servidumbre les daba su momento a solas.

—Mi bebé, mi niña hermosa —susurraba la fémina llorando de felicidad—. Mi _______, si, ese será tu nombre —acerco sus labios hacia su frente para depositar un beso.

A pesar de toda su felicidad, toda la dicha que sentía, no lo olvidaba, la muerte seguía ahí, podía sentirla, de seguro la tenía a su lado.

—_______ —pronunció el padre—. _______, es un nombre digno para una señorita de nuestra casa —la euforia invadió cada fibra de su cuerpo y llenó de orgullo su pecho, levantándose—, ¡debemos anunciarlo a todo el país! ¡El rey mismo debería saberlo y venir a felicitar su nacimiento!

—Mi amor —la voz de su mujer le detuvo antes de salir de sus aposentos—. Prométeme que cuidarás de nuestra hija, y verás siempre por su bien, sin importar que.

—Claro que si mi cielo, ¿qué cosas dices? —rápidamente se acercó a besar sus labios y su mejilla—. Por eso mismo anunciare esta fiesta, tu no te muevas con nuestra niña que yo volveré de inmediato, descansa.

Y con esas palabras la dejo a solas, con la muerte, la vida, y el tiempo en la misma habitación.

—¿Cuánto me queda? —pregunta ella sabiendo que aquel lobo la escuchaba.

—2 minutos y contando —respondió—. Buen trabajo Isabel, es una niña muy sana según Vida.

—Me hubiera gustado verla más tiempo —posó sus ojos en la infanta recién nacida—. Ver sus primeros pasos, sus primeras palabras, su debut de señorita, cuando se enamore de un buen caballero y se case. Dígame señor Muerte, ¿no es acaso encantadora? —la levantó un momento para enseñársela.

—Ciertamente lo es.

El tiempo seguía corriendo, a pesar de que ya había abandonado la habitación y sólo el lobo y la cigüeña estaban ahí. A pesar de todo, ella estaba muy feliz por haber conocido a su hija.

—Mi _______ —la llamó una última vez—. Me parte el alma dejarte, pero al menos doy gracias porque logré darte la vida —besó con cuidado su rostro—. Muchas gracias por concederme mi deseo señor Muerte.

Y con un semblante lleno de paz y alegría aceptó su destino. Falleció con una sonrisa en su rostro.

—Mi amor las invitaciones ya han sido enviadas, el duque Circe confirmó su asistencia… ¿mi amor?

1364 palabras

Publicado el 16 de Enero de 2023

🪶༆━━ Miss Writer
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