Tenía el vestido finalmente puesto encima de ella, era una obra de arte digna de sus sueños, una combinación de nervios y emoción le invadía todo el estómago al punto de querer vomitar.
—Señorita se ve radiante —alagaba Loreta viendo su reflejo por el gran espejo de la habitación.
—Como si fuera una princesa, oh perdón —Rosa se corrigió de inmediato—. Una linda condesa.
Recordó que una vez Rosa le dijo aquello, de niña, esa sensación de nostalgia le golpeó y le delineó una sonrisa en sus labios pintados de rosa.
—Definitivamente será la estrella de esta noche mi señorita —agregó orgullosa Inés.
—Solo espero que todo salga bien —habló en un susurro bajo para sus niñeras.
—Saldrá bien señorita ________ —la voz de Gaspar la hizo voltear a verlo y acercarse—. Mi pequeña dama —le llamó una última vez con la mano en el pecho—, hoy la sociedad de los nobles verá el encanto que todos en esta casa sabemos que posee.
Abrazo a Gaspar como si lo hiciera con su abuelo, a quien nunca conoció, pero Gaspar siempre ocupó ese rol en su vida. El anciano hombre correspondió con calidez y arregló los mechones de su fleco.
—Su padre la espera señorita —le extendió su mano caballeroso y servicial, la cual aceptó aún siendo un cúmulo de nervios en su interior.
¿Lista? Se decía a si misma en su interior estando frente a la puerta que daba al gran salón.
Ya era la tarde-noche de su gran baile, las manos le sudaban y se sentían resbalosas, tenía la sensación de peso en sus pulmones y tráquea; escuchaba la música de baile y las conversaciones indistinguibles del otro lado de esa puerta, le era imposible no sentirse nerviosa.
—Te ves deslumbrante hija mía.
La voz de su padre captó totalmente su atención, posó sus ojos en él, serio, con la vista bien al frente y extendiéndole su mano, sin ninguna huella de estar intranquilo a diferencia de ella.
—Gracias mi amado padre —bajó la mirada para no dejarle ver su sonrisa diminuta y adorable, aceptando su mano en el proceso.
La puerta se abrió dejando que la deslumbrante luz dorada del salón cegara sus ojos por unos instantes, prontamente se maravilló con la danza bien sincronizada, los trajes, vestidos y atuendos tan glamuroso y despampanantes. La gente llena de perlas, gemas, sombreros con plumas y abanicos en mano.
Ciertamente sus ojos se contagiaba del brillo de todas esas personas.
Inmediatamente la gente notó su presencia, pues fue la última en llegar, era la protagonista. Su cara la cual no habían visto desde su fiesta celebrando su nacimiento, había adquirido rasgos obviamente maduros, todos comenzaron a rodearla entre voces y halagos.
—Ahí esta~.
—Que quinceañera más encantadora~.
—Mírenla, es como una bella flor de primavera.
—Oh, se ve tan delicada y angelical.
Su sonrisa fue natural, deleitando a los nobles. Pero primero, ella y su padre debían tener su baile antes de aceptar la invitación de cualquier noble.
Aun tomada de la mano por su progenitor, caminó hacia la pista de baile aún más grande que la que usaron para ensayar. Tras ambos hacer una reverencia, su baile juntos comenzó, apoyándose de su padre dejando ser guiada.
—Hay mucha gente —murmuró mirando a todos los nobles rodearles en su baile.
—Que no te intimiden —fue escuchada por su compañero, causándole un sobresalto y tener que verlo a los ojos.
—Pero no se quienes son.
—La baronesa te habló de varios títulos, ¿no?
—Eso creo… pero son muy diferentes de sus retratos.
—Solo recuerda esto —susurró a su oído—, el marqués de Robles, tiene un bigote que parece una rama torcida y una barba que parece de mapache.
Volteó a buscarlo entre la multitud ahí estaba, cierto, jugaba con su bigote que por más que acomodara parecía una rama torcida. Le causó gracia y no pudo evitar reír bajito.
—Si, su barba parece un mapache.
—La duquesa de San Lorenzo, tiene una nariz de bruja y una verruga en ella.
—Iugh —murmuró con asco—, me daría miedo acercarme —sus palabras le robaron una sonrisa.
—Escobar de Oviedo, es el duque del pueblo vecino, le encanta vestir usando una pluma verde en su sombrero.
—Lo tengo —contestó encontrándolo bebiendo de una copa dorada—. ¿Y esos jóvenes que visten de mucho dorado?
—Son de la familia Leónidas, a los cuatro les gusta mucho vestir de dorado. Prudencia te presento a los indispensables, probablemente ellos te inviten siempre a eventos.
—¿Y me dejaras ir padre? —pregunto mirando directamente a su progenitor.
Este aparto la mirada frío nuevamente, no sabía que significaba aquello, pero su indiferencia le dolía como siempre, no importaba el contexto.
Los dos decidieron terminar el baile y separarse, para después ser recibidos por los aplausos de los invitados, _______ al verse rodeada de todos vio como su padre desapareció de su lado. Suspiro cansada de aquello y decidió distraerse con los nobles, “dejar que ellos se acercaran a ella” como se expresó su institutriz.
Mientras la gente estaba en las calles disfrutando de fuegos artificiales, bailes y demás entretenimiento, el lobuno encapuchado bebía sólo en la barra de una cantina. Apreciaba la soledad del establecimiento y que los pocos clientes ahí, fueran borrachos ya dormidos sumidos por el alcohol consumido a tan temprana hora.
Estaba a punto de anochecer, los rayos de sol pintaban el cielo de rojo, rosa y magenta pero la cantina estaba oscura, ya del lado de la noche, la luna y sus estrellas.
Decidió quedarse un día más, sólo un día, no supo porqué tomó esa decisión, no comprendía su mente en aquel momento y pensó que fue desmesurado. ¿Lo hice por ella? Pensaba, viendo desde una pequeña ventana de la cantina, en lo alto de la colina, la residencia del conde llena de luces e iluminando todo.
Le tenía curiosidad, su cola se movía llena de intriga imaginándose cómo se veía hoy, ayer casi ni la reconoció, quizá fue por las ropas de plebeya, o el claro pasar de los años. ¿Debería ir a verla? Esa ahora era la cuestión que tenía, mientras bebía de su aguardiente, la duda y el debate mental le mataba por dentro.
¿Pará qué ir a verla si se trata de un alma que no debería tocar? La condenaría a acortar su vida, y ya dos almas le pidieron por su vida plena y larga; se supone tiene que evitar sus encuentros, hasta que sea el momento adecuado.
Pero la rareza de esa joven era inefable. Capaz de interceptar por las almas, si ella pedía más tiempo o salud para alguien, así se cumplía, Dolores se salvó gracias a ella. Escapó de sus garras pero no se quejaba, odiaba a esas personas que creían tenían dominio sobre la muerte de otras, cuando sólo él dictaba el momento de muerte.
Una mirada, se decidió acabándose todo el alcohol de su tarro de un solo golpe, y después, me iré en silencio.
—De verdad señorita _______ que es usted, encantadora.
—Muchas gracias mi señora de Robles —agradeció en una reverencia a la esposa del duque.
—Y su talento en los idiomas es excelente, mis respetos.
—He tenido tiempo de sobra para prepararme, además son maravillosos.
—De verdad me gustaría poder hablar más con usted sobre literatura.
—Igual yo señorita Verónica —contestó mirando a la rubia—, sus recomendaciones son fascinantes.
—Entonces, ¿le parecería visitarnos en una fiesta de té próximamente? —el padre apareció apoyando a su hija estando detrás de ella.
—Con mucho gusto excelencia, esperaré la invitación ansiosamente.
Al parecer y para ella, todo iba bien, las conversaciones no terminaban, debía repartir su atención entre vizcondes, barones, duques y otros aristócratas. Le fue un alivio ver a jóvenes de su edad, como fue conocer a María Verónica Oviedo, tercera hija del duque Escobar.
—Señorita _______ —apareció uno de los hermanos Leónidas ante ella—. Escuché que aprecia a los animales.
—Bueno claro que si —el rubio llamó su atención—, son magníficos y adorables.
—En especial las aves.
—Si así es, soy dueña de tres hermosas aves que son mi adoración.
—Entonces —chasqueo los dedos y uno de sus sirvientes llegó con una jaula de mimbre bellamente echa, se aclaró la garganta llamando la atención de los presentes—, yo Fernando Leónidas, le presentó, como obsequio de mi parte, ¡este hermoso jilguerillo!
Le quito la manta a la jaula y mostró al peculiar ave de colores vivos y suma belleza. Sacándole un jadeo a todos los que les rodeaban; encantada con el regalo no pudo ocultar su felicidad y se acercó a verlo de cerca.
—Joven Leónidas, este regalo es sumamente hermoso —tomó la canasta de mimbre entre sus manos—. De verdad gracias.
Ante su sonrisa se infló el pecho orgulloso y los presentes aplaudieron la adorable escena y el regalo. Sin embargo, la hermana del rubio veía todo de mala manera moviendo su abanico.
—Hum, yo tengo una de las enigmáticas aves traidas del nuevo mundo, y he ido a presenciar la grandiosa opera y obras en el Salón grande del Alcázar en Madrid —llamó alzando la voz.
—Y nuestra hermana sabe hablar egipcio y el idioma de los otomanos además —apareció el segundo hermano para apoyarla.
—Díganos señorita _______, ¿usted ya ha ido a ver la selva sin amor en la opera?* —el menor de los hermanos se puso a su derecha.
—No, porque es algo nuevo —se excusó con calma y suavidad ante los hermanos—, se instauró en estos últimos años, pero estoy segura la señorita María Magdalena sabe mucho del tema.
—Oh, claro que nuestra hermana sabe del tema, es la moda y lo último en entretenimiento.
—En su baile de presentación, una famosa cantante de opera vino a nuestra residencia.
—Vaya que impresionante —comentó Verónica.
—Lo más probable es que sea candidata a la esposa del príncipe —Fernando agregó para los invitados.
—Oh…
Todos los jadeos de sorpresa y admiración rodearon a Magdalena quien se barría el pecho con su abanico y mirada superior, dejándola a ella sin casi nadie quien la viera.
—Entonces creo que iré a tomar una bebida o aire fresco —anunció para la gente que llegara a escucharla apartándose del círculo, llevando la canasta de mimbre en sus brazos.
Finalmente pudo salir de su propia fiesta, tomó un respiro dando una gran bocanada de aire, aliviada. Había escapado hacia su jardín, en una parte tranquila y alejada, llena de césped y flores silvestres.
Oh que pesado puede ser el ambiente, pensó soltando el aire de sus pulmones. Definitivamente la familia Leónidas es muy orgullosa, y demasiado presumida, hablaba recordando a tan desagradables jóvenes para ella ahora.
—Y se ve que a Fernando Leónidas le gusta mucho presumir, ¿no? —le habló al jilguerillo dentro de la jaula de mimbre—. ¿Dónde te habrá conseguido?
Sus conejos y patitos se acercaron a ella, y debido a lo ostentoso de su vestido, no pudo subirlos a su regazo, pues era muy difícil para los animalitos subir; así que se quedaron a su alrededor escuchándola hablar con el ave.
La música y la estrepitosa risa de Magdalena se oía incluso desde afuera, que molesta era. Pero ahora estaba en su lugar feliz, rodeada de sus mascotas; era genial ir a los eventos de la sociedad, pero interactuar demasiado era agotador y necesitaba descanso.
—Por lo alborotado que estás me imagino tu quieres ser libre —abrió la jaula para dejarle ir y volar—. Ya está, ahora puedes volar donde quieras, aprovecha tu que puedes.
El encapuchado lobo la veía desde una distancia considerable, invocando a la brisa poderosa, quedándose sin habla al tener que verla en un vestido tan maravilloso, digno de una princesa. El ave que previamente ella libero voló hasta perderse de su vista, solamente para terminar en el dedo de la muerte quien se encontraba al otro lado del gran muro que protegía el palacio.
—Hola amigo, ¿y tú, de donde vienes? —obtuvo como respuesta el cantar del jilguerillo, melodía que entendió perfectamente—. Ah así, ¿de la residencia del conde? —nuevamente canto para él—. ¿Yo? Yo vine aquí para ver a una persona, esta del otro lado —sonrió de lado viendo los rayos del sol del atardecer al otro lado del muro—, pero creo que soy muy tímido para ir a hablarle.
Un rato se quedaron en silencio, que no duró mucho, pues el pajarito multicolor comenzó a hablarle sobre una idea y a moverse entusiasmado.
—¿Quieres qué te use para enviarle un mensaje? ¿Crees que funcionará? —asintió ante su pregunta y extendió una pata—. Tu ganas, por favor entrégale esto a la hija del conde de Santa Teresa, es la celebrada de esta fiesta.
—Pio pio
—Oh, así que ella es tu dueña… muchas gracias por ayudarme.
Cantaba una melodía en compañía de sus conejitos y patos, haciendo coronas de flores con los diversos brotes que había en su jardín, haciendo una para cada mascota que le acompañaba.
En eso, vio nuevamente al ave que liberó volar hacia ella, trayendo consigo una nota atada en su pata.
«Encontré a su ave quien vino hacia mi y ahora la mando de regreso, la próxima vez tenga más cuidado con sus mascotas»
—¿Quién te mando esto?
—Pío.
—Debe ser alguien con buena labia —analizó la nota con lujo de detalle—, y con bonita letra… le voy a responder.
Escondido en su jardín tenía hoja y papel donde escribía sus sentimientos y pesares, los cuales luego hundía en el pequeño lago de sus cisnes y patos. Pero ahora los usaría para responderle a tan misterioso extraño.
«Muchas gracias por devolverme al ave, aunque según yo la había dado en libertad»
Amarró la carta nuevamente en su pata para mandárselo a su enigmático destinatario. Quien no tardó en contestar.
«Bueno, es bien sabido que las aves regresan al lugar donde se sienten a salvo y en su hogar. A propósito, ¿cómo se llama el ave?»
—¿Nombre? —miró al joven jilguero quien esperaba paciente, brindándole una caricia la cual aceptó—. ¿Tu quieres un nombre?
—Coo.
—Si te pongo nombre te volverás mío, me habré encariñado de ti y perdóname pero no serás libre, ¿estas dispuesto?
Asintió para ella y extendió su extremidad, totalmente dispuesto.
—Te llamarás Hermes —sentenció viendo la misma respuesta en la carta que ataba a su pierna—, como el dios griego mensajero.
Esta vez le vio alejándose a una distancia ya no tan lejana, de hecho no tuvo que pasar el muro como le vio previamente, percatándose también de que alguien la estaba observando; y ese alguien fue el lugar donde se posó su ave mensajera.
Aquel misterioso ser asustó a sus conejos, quienes alzaron las orejas y huyeron junto con los patos. Pero _______ ni se inmutó.
—¿Quién eres? —pregunto ella mientras el suave viento acariciaba su cabello.
—Soy la muerte jovencita.
—¿Ya es mi hora? ¿Vienes por mi alma?
—Todo lo contrario señorita, no vengo a tomarla —se arrodilló un momento desde su lugar—, vengo a adorarla…
Los últimos rayos de sol bañaban su capa negra, lo hacían ver inmaculado. Y ella, se llenaba de incógnita ante él encapuchado, queriendo verlo mejor, agudizó la vista; era un canino, un lobo, su hocico y su cola le delataba, no sabía decir si está última era gris o blanca.
Pero que encantadora criatura, pensó.
—Eres con quien he estado intercambiando notas.
Le vio esbozar una sonrisa.
—Si así es, y aun tengo que leer el último mensaje —liberó a su mascota de la carta y leyó lo que estaba escrito en completo silencio—. Hermes —habló—, es un buen nombre para un mensajero como este —le dejó volver con su ama, a sus brazos.
—¡Señorita! —pero antes de que ella le hablara de regreso, alguien les interrumpió—. ¡Señorita _______!
Gaspar apareció en su jardín, siéndole difícil escalar tan pequeño montículo donde estaba ella. Ver su sobreesfuerzo le preocupó y fue directamente hasta su posición.
—Gaspar, ¿estas bien?
Tosió dos veces antes de responderle:
—Si señorita, sólo es la edad, ¿con quien hablaba? La señorita Verónica pregunta por usted, quiere que conozca a futuras amigas.
—Ah yo…
Volteó a donde estaba antes su acompañante pero este se había desvanecido, no quedaba nadie en aquel viejo árbol y la noche había llegado.
—Con nadie —respondió—, leía sola y en voz alta.
—¿Segura mi joven dama? Juraría haber oído otra voz.
—Hm, ¿soy buena imitando voces no crees?
Se ganó una risa nasal de su mayor, robándole una sonrisa.
—Si, definitivamente si —caminó con ella de vuelta al baile.
—Me vas a perdonar esto _______ —sentenció Muerte viéndola desde lejos—, pero otra vez, tengo que hacer que me olvides.
2761 palabras
Publicado el 1 de Marzo de 2023
*La selva sin amor es el título de la primera ópera estrenada en España en 1627 en el Salón grande del Alcázar, en Madrid
El barroco no es de mis épocas favoritas en cuanto a moda, y como es fantasía, me gustaría pensar que nuestra protagonista usó un vestido así
I mean es eso o la moda ridícula históricamente correcta
Ustedes digan
🪶༆━━Miss Writer
💋
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