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𝙻𝚒𝚕𝚒𝚊 𝚅𝚊𝚗𝚛𝚘𝚞𝚐𝚎

•──•─•──•ᴾᵉᵈⁱᵈᵒ ᵖᵒʳ: Missuwur•──•─•──•

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𝙰𝚍𝚟𝚎𝚛𝚝𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊𝚜
Contenido de violencia y
 Genero +18, se recomienda discreción.

𝙰𝚌𝚕𝚊𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜
Semi Au.
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𝐌𝐢 𝐏𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚

Por qué... ¿¡Por qué!?

—¡Princesa! ... ¡Ahg! —a duras penas esquivó el ataque de aquella hada enemiga, pero ahora tenía una herida bastante profunda en su hombro la cual sostenía con su mano libre, dado a que la otra sostenía su espada.

—Vuestra querida princesa ya ha sido asesinada por nuestro general, así que ahora debes defenderte a ti mismo o arrodillarte por nuestra señora Maléfica. —tan solo esas palabras hicieron que el corazón del guardián se destrozara.

Pero no se rendiría, pelearía para asegurar la vida de su ser amado y no moriría hasta comprobar que la heredera al trono estuviese muerta.

No me arrodillaré por una asquerosa hada.

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Te conozco

Caminé contigo una vez en un sueño

Te conozco

Esa mirada en tus ojos me resulta muy familiar

Y se que es verdad, que las visiones son rara vez lo que parecen...

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Cierta hada movió ligeramente sus orejas ante la dulce voz que se escuchaba en el bosque cercano a la frontera de Valle de las Espinas. 

Una joven mujer de cabello dorado, largo y decorado con flores silvestres se hallaba con una cesta en la que cargaba frutos rojos que recién había colectado. Daba pequeños saltitos y danzaba sola con algunos animales como conejos o algunas aves siguiéndola de cerca.

Lilia Vanrouge clavo sus ojos en ella desde las alturas de un árbol, mientras comía una manzana que aquel mismo árbol le había proporcionado. No pudo evitar sentirse embelesado por su belleza y encantado por la dulzura de su voz.

Sonrió al verla bailar con los animales mientras cantaba aquella dulce canción, no quiso interrumpirla -al menos no por ahora-. Y a pesar de que ya conocía esa antigua canción se quedó a oírla hasta que decidió intervenir bajando del árbol para tomarla de sus manos por la espalda y seguir su cantar junto con ella, pero aquello solo provocó un gran susto en la dama; quien se alejó rápidamente del hombre para esconderse detrás de un tronco marchito.

—... ¿Quién eres? —preguntó con timidez y fingiendo amenaza sin excito. Esto provocó que él hombre de mayor altura y cabello largo soltara una descarada risa.

—Perdone mi atrevimiento, joven dama. —dijo haciendo una leve inclinación con su cabeza mientras extendía su mano hacia ella. —Yo soy su príncipe azul, ¿No se acuerda? Ya nos habíamos conocido, tú misma lo has dicho; Una vez en un sueño.

La chica soltó una risita saliendo de su escondite para tomar cuidadosa la mano fría del hombre, haciendo una leve inclinación como si se preparasen para un baile.

〘. . .〙

Quien los viera pensaría que eran la pareja perfecta. Desde aquel día y por dos largos años se habían encontrado en aquel bosque, compartiendo detalles mínimos sin llegar a lo que realmente eran.

______ Alexa Glorydremer II, era la hija del Rey y la Reina de un país actual enemigo de Valle de las Espinas. Eso hacía a la joven una noble princesa heredera al trono de un reino poderoso y, aunque jamás se lo había dicho al hada a su lado, él ya lo sabía.

En estos últimos dos años él se había encargado por sobre todo de vigilarla por ordenes de su señora Maléfica. Y sin embargo, había caído en las redes del amor.

Pero no era un amor sano...

Odiaba verla sonreírle a otra persona. Tenerla lejos solo provocaba un pequeño mal humor que sabía bien como ocultar; todo de ella lo consideraba suyo y en él no había ningún interés en que ella lo amara, solo debía aceptar su destino sin darse cuenta.

—______, querida. ¿Podrías esperarme mañana en las orillas del río cuando tus labios deseen el dulce sabor de una fresa? —incluso conocía sus gustos. Sabía que cada día cuando el sol cubría por completo la estatua frente a la entrada del palacio la boca de su futura mujer ansiaba el sabor dulce y ácido de una deliciosa fresa recién cortada, algo que él aprendió de ella tras verla todos esos días por dos largos años.

—Que pregunta tan curiosa... Por supuesto que si, siempre y cuando me traigas la primera roca que se fije en tu camino cuando vengas. —fue una pequeña burla, pero el hada vampírica estaba dispuesto a cumplir aquella petición; así que para sellar el trato tomó la mano de la joven para dejar un casto beso en su dorso a modo de caballerosidad y amor.

—Cumpliré gustoso tu pedido, no dudes de mi. —sonrió mostrándole sus filosos colmillos y en ese momento... un aire terrorífico la envolvió, tenía un mal presentimiento. Oh mi alma en desgracia, no lo viste... ¿No es así?

〘. . .〙

—¿Y bien? 

—Todo está listo mi señora, atacaremos mañana. Gracias a nuestro espía, pudimos hacer que esos tontos creyeran que tienen la guerra ganada, por ende dejarán el castillo desprotegido durante el día. —pronunció Lilia con una sonrisa malvada en su rostro. La mujer de cuernos frente a él sonrío dichosa ante la noticia. 

—Partirán mañana al amanecer. Y... Lilia, no creas que no me di cuenta de tu atracción hacia la princesa. —la mirada de la reina se oscureció un poco. —Quiero que la mates a ella y a toda su familia. Como prueba, quiero que me traigas su corazón y la pertenencia más sagrada que la princesa posee.

Vanrouge asintió, molesto por las palabras de su majestad, aunque no lo demostró. Se dio la vuelta hacia la salida y en un parpadeo desapareció del lugar; ahora debía idear un plan para dejar a aquella mujer con vida sin que nadie lo supiera, correría el riesgo con tal de tenerla toda la eternidad a su lado.

〘. . .〙

—Princesa _____ por favor regrese antes de almorzar o sus padres se preocuparán, si gusta puedo acompañarla. —un hombre de pelo castaño y ojos verdes tomó la mano de la princesa con calma, en busca de detenerla.

—Félix, estaré bien. Puedo cuidarme sola, ¿Olvidas quién soy? —una risita risueña escapó de los labios de la ya desarrollada chica; el guardián solo bajó su cabeza rendido mientras la soltaba. —Prometo que regresaré para comer, aunque no aseguro nada.

Y antes de que el chico pudiese hacer o decir algo la chica se había ido a toda prisa con su cesta y su capa color vino directo a las entrañas del bosque que conocía como la palma de su mano. 

En su camino había recolectado muchas frutas, fresas más que todo. Comía estas últimas bastante alegre mientras tarareaba una hermosa melodía, siguiendo un camino de arbustos y ramas hacia el río donde planeaba esperar a Lilia.

—Llegué más tarde de lo usual... ¿Dónde estará Lilia? —se preguntó a sí misma, pensando que tal vez se le había hecho tarde o le surgió algo. —Aún así esperaré por él, no creo que llegue muy tarde.

〘. . .〙

. . .

Un golpe seco.

Sangre en todos lados, incluso en las paredes.

Cuerpos inertes decorando los pasillos y un hombre responsable.

. . .

Vanrouge clavó su espada en el pecho del rey sin asco o misericordia. La reina tuvo que presenciarlo, llorando y asqueada a punto de soltar todo lo que había comido.

—Oh, majestad. No llore... —se acercó a ella para tomarla del cuello, escuchando los chillidos y quejidos ahogados que soltaba. Una sonrisa llena de sadismo decoró los labios del duende. —Su adorable hija estará en buenas manos.

Fue entonces que la mujer quiso forcejear, intentar no rendirse y el hombre se aburrió. Encajó su espada en el vientre abultado de la señora donde su segundo hijo yacía, y gracias a que no falleció en ese instante movió su espada en circulos hacia el lado derecho hasta que dio su último respiro y decidió por fin dejarla caer al suelo.

Su mirada fría se dirigió a una chica que estaba escondida en el armario, una sirvienta con figura similar a la de su amada. La sacó de su escondite para arrastrarla hacia la habitación de la princesa, debía hacer todo real para simular su muerte o si no no tendría sentido y los demás sospecharían.

Abrió la puerta y tiró a la mujer a la cama con rudeza, por un momento ella pensó que él abusaría de su cuerpo para luego matarla, pero se sorprendió al ver que le tiró un vestido preparado de la princesa.

—Póntelo y arregla tu cabello. —hizo lo que le pidió, pensando que así la dejaría vivir. 

Que equivocada estaba.

Tan pronto como cogió el corazón de  la falsa princesa lo metió en una caja de madera y lo guardó en sus prendas, lo llevaría junto a su señora de regreso a Valle de las Espinas cuando tuviese la oportunidad; por lo que ahora solo le faltaba buscar él mismo la pertenencia sagrada de la princesa, un collar de plata que su madre le había regalado para "repeler" a las hadas. 

Suspiró agotado; las nubes opacaron el sol aliviándolo, pero luego comenzó a llover con fuerza. Algo bueno para él, pues no se encontraría con su mujer cubierto de sangre.

—. . . —sus pasos eran ligeros, casi perezosos, avanzaba por entre los arboles con rapidez e incluso con algo de elegancia para poder llegar a su destino. Por suerte no había nadie al rededor, pero no contaba con que alguien ya había visto su sucio truco al matar a una sirvienta haciéndola pasar por la princesa.

〘. . .〙

—¡Lilia! Viejo tonto, me has tenido aquí esperándote, ya estaba de regreso al palacio. —la dama corrió hacia él para tomar su mejilla y poder verlo. Estaba todo mojado, pero aún así... sintió un aroma metálico emanando de él, aroma que ignoró, como todas las señales anteriores.

—Kfufu.. querida perdona la tardanza... surgió algo importante y me demoré más. Mírate, estás toda mojada, permíteme un momento. —tomó su mano y la llevó a un lugar donde la lluvia no la alcanzara más y se fue. No precisamente para dejarla a su suerte, sus agudos oídos habían captado pasos en otro lugar y él iba a investigarlo.

—Oh, ¿Pero qué cosa tenemos aquí? —una voz a espaldas de la princesa hizo que ella se girara para ver a un hombre, un hada sin duda; Lilia le había explicado muchas cosas respecto a ese tema y le había enseñado a diferenciarlas, pero también sabía... que si venían de Valle de las Espinas debía huir.

—Eres la tonta princesa que nuestro general debía asesinar. Oh, mi señora estará encantada de matarte ella misma. —sus manos sujetaron el cuello de ____ con firmeza, alzándola para que sus pies no tocaran el suelo. Para su desgracia, no podía matarla; no todavía. Así que solo la hizo perder el aire hasta desmayarse. —Los humanos son seres tan patéticos sin duda alguna.

Tiró el delgado, pero desarrollado cuerpo de la chica al piso con fuerza, el collar de plata que ella tenía lo había herido. Subió la mirada y se topó enseguida con la mirada oscurecida y furiosa de una hada de altura prominente, con cabello largo y mechas rosadas.

—Berdt, ¿Puedo saber que es lo que haces? —pese a la leve sonrisa maliciosa e "inocente" que su superior tenía, podía notar la clara señal de sadismo y maldad en sus ojos. —Lilia-sama, lamento que me haya visto así; pero usted no asesinó a la princesa, ella es...-

Lilia lo golpeó con su varita justo en el rostro, lanzándolo lejos y dejando aturdido a su soldado.

—¿Dudas de mis capacidades, Berdt? —su mirada se afiló mientras caminaba hacia el hada de baja categoría, quien temblaba ante el aura desprendida por su superior. —¡N-No general! E-Es solo que ella se parece mucho.. —su cabeza se movió hacia el cuerpo de la joven que comenzaba a despertar, debía darse prisa.

—Así que eso crees. Pues tienes razón. —y entonces clavó una daga de plata justo en su corazón, sorprendiéndolo, pero sin darle chance de decir nada dado a que se volvió polvo y solo eso. —¿Uh? Pequeña dama, ¿Te encuentras bien? ¿Te hizo algo?

Desorientada se levantó un poco quedando arrodillada para negar haciendo suspirar de alivio al mayor. —M-Me salvaste... creí que las hadas no ayudaban a los humanos... 

—Mi pequeña e inmaculada princesa, haré cualquier cosa para protegerte... Pero antes, hay algo que tienes que saber. —debía hacerle creer que solo él podría protegerla y nadie más, que solo ella podría depender de él. —Hadas de cierta región atacaron tu reino... matando a todos a su paso, incluidos tus padres. Por lo que ahora te buscan para matarte.

Las lagrimas inundaron los ojos de la de ojos celeste, su corazón se había destrozado de una forma que no podría reparar y ahora el miedo le ganaba, esto era un trauma que aún a su edad no iba a poder superar.

—Solo yo puedo protegerte ahora... Te salvaré, así que ven conmigo. —un mar de sentimientos llenaron su pecho, pero las lagrimas amargas no dejaban de salir. Incluso los sollozos no se detenían...

Y aún así... tomaste su mano, sellando tu cruel destino.

〘. . .〙

—Aquí estarás a salvo, solo yo sé de este lugar. Puedo arreglarlo para ti si así lo deseas. —sin respuesta. Ella no había dicho nada desde que llegaron, pero Lilia era paciente. —Necesitas descansar ahora, pero te prometo que todo estará bien para cuando despiertes. —con su magia la adentró en un sueño profundo. La cargó en brazos y tras mover la cortina del dosel la recostó cuidadosamente en la cama que él mismo había arreglado para ella. 

—Ahora que eres mía, nada impedirá que estemos juntos para siempre.

〘. . .〙

Lloraba. Que tarde se había dado cuenta de lo que verdaderamente quería Lilia, pues él jamás la dejaría ir y ahora se lo demostraba.

—Esa mirada... te sienta muy bien cariño, me dan ganas de hacerte llorar mucho más. —un gemido de dolor por parte de ella lo hizo sonreír. —Uh, ¿Ves? Duele mucho, ¿Verdad? Yo no te mandé a que escaparas de nuestra linda vida juntos mi amor.

Su querida había tratado de escapar. Sin embargo, no contaba con que sus espinas atacaban a todos, menos a Lilia, ella había corrido con la suerte de que un tallo penetrara su muslo incapacitando sus movimientos en el bosque y claramente siendo encontrada por el hada que no estaba de buen humor respecto a dicha escapada.

—Quítate la ropa. —fueron sus palabras tras haber curado a medias la herida de la chica. —Te daré un pequeño castigo por haber querido huir de nuestra vida juntos mi pequeña dama.

〘. . .〙

Gemidos. Jadeos. Gritos.

Pese a sus palabras que sería gentil por ser su primera vez, sus movimientos bruscos y fuertes en su centro estaban muy alejados de esa palabra. 

La tenía en cuatro, golpeando su núcleo sensible con rudeza. Le provocaba lo que para él eran tiernas lagrimas y hermosos gemidos, para ella era el infierno.

Pero aún así, se maldecía porque le gustaba y maldecía su cuerpo por aceptarlo tan fácilmente. Tanto era así que estaba a nada de llegar a su tan ansiado orgasmo y tal vez, por pura maldad, él se detuvo abruptamente ganándose una protesta de su amada.

—No no no querida. No tienes permitido correrte todavía, ¿Creíste que este era tu castigo y ya? Fufufu, no.. quiero que te arrepientas de lo que has hecho, quiero que te arrodilles y vivas solo por y para mi, solo de esa forma... te perdonaré.

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