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7: "Malentendidos"

Otra vez soledad.

Contuvo la respiración cuando se halló en esa fría y oscura habitación una vez más. Estaría sola, sin quien la apoye, sin quien le haga saber y sentir lo que no era capaz de ver por sí misma, incluso si aquello no era lo que deseaba oír. Comenzaba a notar que prefería que le dijeran cualquiera estupidez con tal de no estar a solas consigo misma, de no enfrentar las verdades que su yo interno le marcaba una y otra vez: "Que jodido fracaso qué eres para tomar decisiones".

¿Qué sucedía con ella? ¿A caso ya se había desacostumbrado a la soledad, ingenuamente? Eso se oía ridículo, siempre había estado completamente sola y estaba segura que dos años junto a un hombre ausente no debió de significado un estúpido gramo de esperanza para ella, en fin ¿Quién podía juzgarla por pensar lo contrario?

Su madre se había deshecho de ella escudándose en su trabajo, pero sabía muy bien que evitaba verla todo lo que podía, con tal de que no le recordara con su jodida cara, todo lo ingenua que había sido al creer en su progenitor. No tenía más familiares. En su historia no hubieron abuelitas amorosas o tías comprometidas que quisieran tomar el lugar de su madre, o siquiera pretender ser lo humanamente comprensiva que la soldado Yoo no quiso ser, su vida había sido demasiado solitaria hasta que maduró. Por supuesto que eso había sido lo que la había convencido a creer que quizás podría cambiar la relación entre ella y Park, pero dicen que así como la convivencia puede unir, también puede acabar con todo en un instante.

Pues eso se había acabado, aún cuando hubiera sido una delirante ilusión de su parte.

Soltó la respiración y volvió a contenerla, mientras evitaba verse en el reflejo del tocador en la habitación que ocupaba en casa de Park. Se sentía avergonzada de sus decisiones, de sus acciones, de todo lo que la constituye desde algún tiempo como la mujer necia en la que se podía convertir con tal de no asumir esa cruda, triste y ya tan reconocida soledad.

Caminó algunos pasos, desorientada, ¿A dónde iba? ¿Qué es lo que hacía de su vida? ¿Eso era lo que se merecía realmente? ¿Qué tanto daño había provocado en sus vidas pasadas para terminar así de ridícula y solitaria en esta?

Ninguno, por supuesto que no, se rió de si misma, y ella lo sabía muy bien, no se trataba de ningún estúpido karma.

¿Acaso el destino de una débil relación definía todo su valor como mujer?

Diablos debía dejar de autocompadecerse y comenzar a destacar sus tantas cualidades, eso sin mencionar que estaba tan jodidamente buena como para echarse a llorar porque sencillamente nada funcionó como ella lo esperaba con un tipo.

Por eso disfrutó inmensamente el instante en el que digirió sus equivocaciones con calma, se perdonó por haber sido tan incrédula y generosa con su tiempo, ya que era lo único que lamentaba haber perdido en aquella inexistente relación con Park, cargó ella misma con sus cajas y maletas, y disfrutó de como el jodido atardecer la admiraba mientras regresaba a casa con toda su dignidad entre manos.

¿Realmente debía llorar? ¿Acaso había perdido algo valioso para hacerlo? Estaba claro que no. "Perdónate Yoo, todos cometemos equivocaciones" se sonrió la castaña, meciendo la cabeza. Era humana, seguía aprendiendo a vivir y diablos, aún estaba tan abierta a seguir aprendiendo a vivir la vida cómoda y moderamente sana, digna y a salvo.

Yoo Jeongyeon era completamente capaz de sostenerse a sí misma, había entendido que la dirección de su vida solo se trataba de con quien y como ella deseaba vivirla, porque era demasiado invaluable para dejarse romper fácilmente.

Una dulce sonrisa iluminó el panorama frío y silencioso de aquella mujer, quien se permitía fantasear con algo más que la soledad, y todo aquello por el cálido recuerdo de unos deslumbrados ojos oscuros que parecían tener el talento para desnudar todas y cada una de sus emociones por completo.

Se sentía desconcertada, ¿Porqué diablos la vida tenía que ser tan inoportuna? No era una chismosa, no quería saber, ni siquiera le importaba si tenía hijos por Dios, solo la quería a ella.

Lo peor de las decepciones es que, aún cuando las has estado evitando y/o ignorando, los motivos y su veracidad te sorprenden violentamente aunque no lo desees.

Nayeon no esperaba sentirse decepcionada cuando se reencontró con la mujer que la había hecho descubrir y sentir sus emociones a otro nivel más real y no tan dañino como en su última relación, en un pasado no tan lejano y que había dejado tantas secuelas de las que hubiera deseado.

Entonces lo descubrió, esperaba mucho más de ese encuentro, de esa aventura, de ese instante único, y no supo si sentirse molesta o asustada consigo misma por lo incierto que estaba siendo el futuro ante sus ojos por sus propios deseos absurdos.

La profesora Yoo se veía bastante estable e indiferente a pesar de todo lo sucedido en su último encuentro, aunque se veía bastante distraída. Aquello era bastante evidente, no solo en su personalidad, sino en la activa e ingeniosa dinámica de su clase, que en ese día había sido sencilla y breve.

Después de pedirle atención a la clase, la castaña mujer se puso muy firme en su lugar cruzando los brazos, incapaz de ver hacia el frente sin titubear, pero no lo suficientemente afectada como para no atropellar a todos con esa mirada firme y felina que le volaba los cesos desde la primera clase.

Aún en su inesperado e inabitual semblante, la mujer se veía igual de fresca y despampanante que siempre. Su maquillaje ligero y delineado, su cabello estaba suelto aunque elegantemente adornado con un lazo azul de alguna marca de diseñador, esta vez vestida con una clara polera blanco tiza, una falda lápiz color azul marino que abrazaba su cadera de ese modo tan estrecho, como ella deseaba hacerlo para retenerla a su lado y así poder ser dueña de su tiempo, de su cuerpo, de su espacio.

La joven castaña removió la cabeza metida en sus ideas, y se permitió seguir admirando su impecable semblante, la naturalidad con la que esas medias camuflaban la sedosa textura que aún recordaba en la pulcra desnudez de sus piernas y muslos lechosos, esos tacones beige que la hacían esos centímetros más alta y tan supremamente atractiva. Que pecado era esa mujer.

Nayeon tragó. Todos los detalles de su cuerpo que aún vivían y latían en su mente a detalles, parecían insignificantes cuando asimilaba que sus sentimientos eran un jodido misterio que ella no había logrado descubrir y que siquiera había tenido la oportunidad de hacerlo, pero estaba segura que deseaba hacerlo antes que nadie.

Deseaba ser la única dueña de sus sentimientos.

—Debido a un inconveniente personal, no podré seguir con ustedes en lo que queda del semestre... —Habló la castaña mujer, irrumpiendo en el silencio para dar la cara a su clase —La profesora Son será quien me reemplace y tome las horas de esta clase. —Comunicó, ahora tomándose las manos pacíficamente, repleta de una irritante y excesiva tranquilidad.

Nayeon deseaba hacer tantas preguntas y exigir tantas explicaciones, pero tan de prisa como pensaba que decir, la condición en la que apenas iniciaron esa "aventura" la golpeaba como un ciclón. No eran nada. No significaban nada. No habían sido más que una simple aventura, un acostón, un momento fuera de la rutina que de seguro ella deseaba olvidar. ¿Qué clase de derecho se creía que tenía sobre esa mujer?

—Que falta de respeto, comienzo a creer que les encanta hacernos perder nuestro tiempo... —Murmuró Nayeon, acomodando sus cosas dentro de su mochila, quejándose como una chiquilla disconforme.

—Shhh, Nayeon —La regañó Jihyo, al notar que la voz de Nayeon se destacaba fácilmente por sobre el silencio de toda la clase, quienes atendían a las palabras de la profesora.

—No es mi intención perjudicarles en su desempeño con la materia, por lo tanto dejé previsto con la profesora Son, todo el sumario de lo que estuvimos viendo en los últimos dos meses para que sea más equitativa a la hora de retomar la clases y evaluar su final. —Explicaba Jeongyeon, amablemente paciente.

—No puedo creer que vaya a dejar la clase en mitad de semestre, así tan fácilmente. Es una... locura. —Mordió Nayeon las palabras, siendo detenida por el insistente llamado de Jihyo.

—Ya basta, Nayeon. —La regañó la menor como advertencia.

—¿Tienes algo para agregar, Im? —Jeongyeon eligió atender la evidente frustración de la pelicorta.

—Si tengo, sucede que me parece injusto que abandone la clase de un día al otro y solo porque a usted así se le ocurre... —Espetó la estudiante, al parecer, dispuesta a dejar en claro su punto.

A Jeongyeon le sorprendió inmensamente la brusquedad en sus palabras, pero no era ninguna tonta y podía imaginar el motivo de su reacción.

—No he dicho los motivos alumna, por lo tanto debería abstenerse de opinar. —Musitó una seria Yoo, intentando ser neutra y paciente.

—Usted debería admitir que no es para nada profesional de su parte abandonar la clase a estas alturas del semestre. —Le desafió Im, alborotando la calma de la clase.

Los murmullos comenzaron a irrumpir en el sereno silencio en el que la profesora había anunciado su retiro. Pero por supuesto que Yoo Jeongyeon no se vería intimidada por una estudiante prepotente, aún si esta fuera la más adorable de todas.

—¿Con qué derecho te atreves a cuestionarme, Im? —Parpadeó Jeongyeon, algo ofendida por su repentino ataque. Siquiera le había dado la oportunidad de explicarse y de verdad que deseaba hacerlo ante ella, pero prefería que fuera en un ambiente más privado, ¿Cómo se lo podría hacer entender a esa mocosa prejuiciosa en medio de una habitación repleta de ojos curiosos?

—Soy una alumna de esta universidad y más precisamente de esta clase que lleva dos semestres sin docentes disponibles, no me parece justo que, por el motivo que sea, todos nos veamos afectados a perder la clase, siempre es lo mismo con esta materia... —Masculló Nayeon entre dientes, sin dejar de evidenciar su desagrado con la misma. Bueno, eso no era nada nuevo para Jeongyeon.

—¿No se lavó las orejas hoy, alumna? Porque por lo que veo, no pudo oír bien lo que dije un momento atrás. La profesora Son tomará la clase, no estoy "abandonando" la clase. —Señaló la mayor, con excesiva calma.

Calma que comenzaba a irritar más y más a Nayeon. ¿Cómo podía verse tan tranquila cuando estaba a punto de poner una distancia irrevocable entre ambas e irse de su vida tan cobardemente para seguir con su desabrida relación con Park?

—Lo que creo, profesora Yoo, es que a los profesores de filosofía les da pereza trabajar, o creo que tienen un particular problema con esta clase, ya no lo sé... —Reivindicó Nayeon, provocando el murmullo de entre sus compañeros.

Jeongyeon la miró con incredulidad cuando alzó esa delgada ceja desafiante.

—No seas insolente, Im. —Espetó la mayor, poniendo esa expresión que intimidaba a varios en la clase.

—¿Decir la verdad, es ser insolente para usted? Que cinismo, profesora Yoo... —Ironizó Nayeon, completamente entregada a ese duelo.

Jeongyeon no salía de su asombro, ¿Porqué de pronto estaba siendo atacada por aquella chica?

—Mira si hablamos de cinismo, alumna, me parece realmente alarmante que se esté lamentando por una clase que prácticamente ya perdió desde la primera evaluación. —Expuso la mayor, y pudo oír las risillas a su alrededor.

—Vaya, que considerada... —Tragó Nayeon, armándose de más resentimientos.

—Retírese por favor. —Señaló Jeongyeon en dirección a la puerta con demasiado impulso.

"Uhhh" se oyó en coro ante el mandato de la educadora. Nayeon presionó los dientes al verse expuesta ante sus compañeros a causa de aquella mujer.

—¿Qué caso tiene, si de todos modos usted ya no es la profesora de esta clase? —Contraatacó Nayeon, en su desafío.

"Ohhh" le acompañó a la frase de la menor y Jeongyeon se preguntó porqué diablos tenía ganas de reír, si se sentía realmente molesta por hallar a Nayeon inexplicablemente a la defensiva en su contra, sin aparentes motivos válidos.

Era claro que la menor estaba evitando gritar sus verdaderos motivos para estar molesta con ella.

—Hasta que mi horario se acabe, sigo siendo la responsable de esta clase, Im. Ahora le aconsejo que se retire, si no quiere una amonestación por su insolencia. —Señaló la puerta con su dedo índice y Nayeon hizo una mueca infantil al arrugar sus labios y su nariz en su contra.

—Con gusto me iré, nada mas procure comunicarle a la profesora Son que no se moleste en tomar la clase, si es que tampoco piensa comprometerse con nuestro tiempo hasta el final. Gracias y adiós, profesora Yoo. —Le desafió la pelicorta, antes de acomodar la mochila sobre su hombro y dejar el aula dando tumbos, sin voltearse a verla o a la reacción colectiva de la clase.

La joven lanzó la mochila contra la pared que enfrentaba la puerta del baño de la universidad, y se apoyó sobre la firmeza del muro contrario, para dejar un par de manotazos contra la misma.

Estaba tan molesta con esa soberbia mujer, ¿Cómo diablos se atrevía? ¿Cómo se atrevía a huir de ella con tanta facilidad? ¿Acaso estaba intentando ignorar lo que sucedía cuando se unían tan solo en un mero roce? La decepcionante sensación de sentirse engañada y abandonada por quien ocupaba todos y cada uno de sus pensamientos, por ese ficticio semblante de mujer seria, comprometida y honesta que se deshizo entre sus manos, así como los increíbles deseos de creer que no tenía un jodido imán para atraer personas de mierda, comenzaban a ahogarla.

¿Porqué diablos no podía estar rodeada de gente bonita?

Diablos, quizás Yoo Jeongyeon fuera una cobarde de lo peor al apartarse de ella para seguir con su frívola relación con Park, pero no podía consentir la idea de negarse que lo que le hacía sentir con tan solo una mirada era realmente incomparable, y que aún seguía siendo la mujer más jodidamente preciosa que había visto en su vida.

No quería soltarla, no quería que se aparte así como así, no quería dejar de verla.

Tragó ante los recuerdos que la habían estado amedrentando mientras no se atrevía a verla a los ojos durante la clase. Diablos, esos deliciosos labios remarcados, esos ojos almendrados repletos de promesas, esas piernas largas y atractivas, ¿Qué no era atractivo en ella? No Nayeon, ¡Estás molesta con esa mujer! ¿Si recuerdas? No debes resistirte a su belleza.

La joven exhaló con fuerza cuando apoyó la cabeza contra la pared libre y se obligó a relajarse un poco, dejar la tensión que la envolvía desde que la vio llegar esa tarde. Debía recuperar la calma, solo estaba especulando sobre los hechos y quizas ella no fuera así de imbécil después de todo, quizás ella fuera lo suficientemente adulta como para tenerle siquiera un trozo de compasión y explicar el motivo de sus repentinas decisiones.

¡Y si no lo hacía, también estaba en todo su maldito derecho, Im Nayeon! Al fin y al cabo, una aventura de una noche no era el motivo suficiente para deberle una explicación. Diablos, ¿Porqué deseaba tanto creer en ella? ¿Porqué esperaba tanto de su parte? ¿Porqué necesitaba que ella cruzara la puerta y le dijera que la quería en su vida, aún si así fuera para que la tomase como su maldita amante? Sabía el motivo, y este era porque estaba tan jodida, que aceptaría cualquier espacio oscuro y vacío que le diera en su vida con tal de volver a ocultarse entre sus brazos una vez más, porque nunca se había sentido tan especial y cuidada en una relación, hasta que se obsesionó con la idea de besar a esa mujer, y que ella corresponda con tanta facilidad, su suave candidez la había cautivado por completo.

Yoo Jeongyeon sería difícil de olvidar, y eso le quitaba hasta las ganas de respirar.

El ruido chirriante de la puerta al abrirse la trajo de sus pensamientos, más la persona que irrumpió allí no era precisamente quien más calma le podría transmitir en ese preciso instante, pero era quien le devolvía las ridículas esperanzas y alimentaba sus tontas ilusiones con ridícula espontaneidad.

—Creí que los profesores tenían su propio baño. —Habló la menor, volteándose para recoger la mochila qué había lanzado unos momentos incontenibles atrás y evitar esa mirada exigente. —No se preocupe, de todos modos ya me largaba de aquí.

—Solo, escúchame Nayeon, por favor... —Musitó Jeongyeon tomándola de un hombro, para que no se le escape de entre las narices. Nayeon se veía muy molesta y frustrada, que terca era.

—Y luego la insolente soy yo, ¿Verdad? —Carcajeó Nayeon, al apartarse de su suave agarre. Tan solo con su toque parecía alborotar a su ingenuo corazón, ¿Porqué diablos tenía que ser tan manipulable? Lamentó la pelicorta, al mecer la cabeza en su resistencia.

—Nayeon-ah, por favor... —Suplicó la mayor, intentando no tocarla esta vez, aunque lanzando un largo suspiro ante la tensión que sentía por la impotencia que le provocaba con su rechazo.

—No quiero hablar con usted, y no me hable con tanta confianza. —Deliberó Nayeon, imponiendo una distancia ridículamente atroz entre ambas. La distancia se convertía en intranquilidad pura.

—¡Oh vamos! ¿Porqué estás comportándote de este modo tan infantil conmigo, Nayeon? —Se quejó Jeongyeon, alzando los ojos al cielo. Se veía tan impaciente como ella.

—Dejas la clase de un día al otro, sin motivo aparente y casualmente después de que pasáramos la noche juntas, facilmente pude deducir que estás intentando huir, ¿Y la infantil soy yo, Yoo? ¿Estás segura? —Reprochó la menor con la voz aguda, incapaz de detener la agresión en sus acciones.

Jeongyeon analizó aquel reproche y el lenguaje de su cuerpo, antes de atreverse a interrumpir el tenso silencio que dejó su pregunta entre ambas.

—¿Puedes dejar de atacarme? Baja la guardia... —Suscitó la mayor, alzando las manos para que se detenga.

Nayeon merodeó por la habitación algunos pasos, inconforme.

—No tengo intenciones de discutir contigo, sé que ni tiene remedio. —Advirtió al final, rompiendo con el breve silencio que pretendía dividirlas.

—No estoy huyendo, Nayeon... —Habló Jeongyeon al identificar su desesperación, intentando capturar algo de atención.

—¿Y eso será por cuánto tiempo? —Replicó, incapaz de ceder fácilmente ante ella, o siquiera parar de acusarla. Jeongyeon exhaló con fuerza.

—¿Porqué presiento que estás atacándome injustamente? —Cuestionó la mayor, haciéndose unos pasos más cerca de aquella joven evidentemente perturbada.

—Solo intentas manipularme, Yoo... —Se negó la menor, con los ojos demasiado aguados y a la castaña se le estrujó el pecho al reconocer su temor.

En verdad creía que estaba dejándola a un lado así de fácil.

—¿Puedes oírme por un momento, por favor? —Se quejó Jeongyeon, intentando convencer a la joven, que parecía incapaz de darle una oportunidad de explicarse.

—¡No! Es que, ¿Qué diablos vas a decir? ¿Qué es lo que puedes decir tu, para remediar tus cobardes intenciones? No quieras engañarme... —Reprochó la joven, evidenciando su frustración —Puedo adivinar facilmente que dirás: "Lo siento Nayeon, lo que sucedió fue un error, pero esta relación no puede ser porque estoy casada". Mejor ahórrate tus explicaciones profesora Yoo, la verdad prefiero que te largues de una vez de mi vida, a hacerme ilusiones ridículas que luego acabarás con un par de excusas tontas que no quiero oír. —Se negó la castaña, dispuesta a dejar la habitación.

—¿De qué hablas, chica? —Rió Jeongyeon mientras la detenía, meciendo la cabeza ante su semblante alterado.

Ella tenía inseguridades demasiado profundas y una excelente imaginación, pensó Jeongyeon analizando su semblante. Nayeon se veía asustada, horrorizada, derrotada e inmensamente adorable mientras especulaba sobre sus decisiones, ruborizada de ira y resentimientos autoinfundados mientras peleaba con la botamanga de sus jeans muy largos y de la rebeldía de su sucia mochila azul cielo. Diablos, ¿Cómo podía gustarle y provocarle tanto la mirada ardida y mordáz de una mocosa como esa? El fugaz pensamiento la hizo carcajear meciendo la cabeza. Era una jodida locura, había perdido la cabeza por ella.

—¿Y encima se está burlando de mí? ¿Acaso todo esto se le hace divertido? —Reprochó la menor, volteándose a verla.

Su mirada cálida no se veía para nada intimidada por su molestia latente, y eso parecía irritar más a Nayeon, ¿Porqué tenía que estar tan tranquila? ¿Porqué se veía tan segura de todo lo que hacía, incluso cuando estaba a punto de dejarla después de haberle brindado una seguridad incomparable en su compañía? ¿Cómo podía dejarla sin remordimiento y sin compasión alguna? La frustración carcomía la mente de la pelicorta, tanto que parecía a punto de aturdirla.

—Tu estás literalmente hablando por mi ahora, Im Nayeon, ¿De dónde sacas tantas historias, cariño? —Explicó ella, con aquella hermosa y sensual sonrisa en sus labios.

Diablos no debía desear besar esa sonrisa, no, ¿Porqué no podía enojarse seriamente con ella? ¿Porqué cada vez que se hallaba a su lado, todo parecía ser tan correcto e imparcial a la vez?

—¡No te hagas la indignada, Yoo! ¡Aquí la indignada soy yo! ¿Entiendes? —Exclamó, poniendo a la mayor en tensión.

Se hallaron en sus ojos un instante y Jeongyeon se dejó llevar por la absorbente mirada de esa pequeña perversa, luego atendió el baño de mujeres de las alumnas del recinto, antes de decidir lo que haría.

—Entra. —Señaló al cubículo frente a ambas.

—No iré a ninguna parte con usted. —Negó Nayeon, encaprichada en su autodefensa.

—Entra al cubículo, Im. —Amenazó la castaña mayor, con los ojos demasiado serios en su contra.

—Oblígame, profesora Yoo. —Gruñó la menor y por un instante en el que se encontró con esa imponente mirada, deseó ofrecerse como su súbdita, pero meneó la cabeza para perder esos ridículos deseos.

—Camina. —Ordenó contra su oído y la empujó en el interior del cubículo.

Jeongyeon cerró la puerta de aquel reducido espacio decidida a solucionar ese jodido malentendido, pero al hallarse en su mirada chocolate logró descubrir que solo se había ofrecido como ofrenda para esa mocosa mordáz.

—¿Hasta dónde quieres llegar, huh? —Nayeon la enfrentó, acorralándola en su propio juego.

Expectantes, se buscaban en sus miradas, mientras unas jóvenes se hicieron en la habitación. Se oía como se lavaban las manos y se retocaban el maquillaje para salir de fiesta.

Al parecer, que la profesora Yoo estuviera abandonando la clase, era un asunto que solo le preocupaba a Im Nayeon, y no sabía si sentirse ridícula o afortunada por ello.

El silencio volvió a ser protagonista, cuando el par de alumnas abandonaron el espacio y lo único que irrumpía en la calma, eran ese par de respiraciones aceleradas qué se enfrentaban en su debate a matar o morir.

—Nayeon, tienes que oírme... —Musitó la mayor, intentando aclarar sus dudas, deseando apelar a su compresión, pero aquel debate de miradas se convertía cada vez más en ese deseo incontenible que le imposibilitaba razonar con claridad. Era ridículo que siquiera fuera capaz de reconocer lo mucho que le afectaba con su solo acercamiento, ridículo e injusto.

—No quiero oír sus mentiras. —Musitó la menor, despojándose de su mochila para tener más acceso a ella, con sus ojos estudiando cada uno de sus movimientos.

—Jamás te he mentido. —Negó cuando sintió las manos de Nayeon, escalar sus muslos y tragó sabiendo que no tenía escapatoria alguna. Anhelaba de su toque muchísimo más de lo que la menor se imaginaba, diablos si tenía una debilidad por ella que no sabía controlar.

—No con palabras, pero lo has hecho de otro modo, Yoo, me has estado engañado muy bien, ¿Lo haz disfrutado? —Reprochó Nayeon, hundiendo la nariz contra su cuello para respirar el dulce de su pefume, saboreando su piel con antelación.

—No te mentí, no me estoy ocultando de ti, cariño, no pienso escapar. Estoy aquí, ¿No puedes verme? —Preguntó Jeongyeon, recibiendo esa deliciosa sensación que la recorría cuando solo ella le ponía las manos encima. Tenía ese increíble poder para doblegar todos sus sentidos de ese modo inigualable.

—Estás jugando conmigo, Yoo... —Musitó Nayeon contra su cuello, incapaz de romper la conversación para comerse la delicada piel de su cuello, pero deseando sucumbir ante esa deliciosa idea.

A Jeongyeon le fallaron las rodillas cuando sintió a la menor tan cerca de aquel punto tan sensible de su cuerpo, expectantes al impoluto agarre de sus manos quietas, y se preguntó cómo rayos lograba ponerla de rodillas con esa facilidad. Literalmente deseaba que hiciera con ella lo que le venga en gana, estaba completamente entregada a esa joven inestable y todo lo que contenían en ese increíble acercamiento que parecía romperse lentamente.

—¿De qué modo? Siempre he sido clara contigo, Nayeon.

—Eres una vil manipuladora Yoo. Quieres huir, alejarme de ti, di la verdad, es el momento. —Insistió Nayeon, aunque más por deporte que por gusto. Sus deseos e intenciones estaban reservadas al agarre de sus manos quietas, jadeó cuando el deseo de deshacerse de sus panties y devorarse toda su piel, la abordaron. Era una perdición.

—Claro que no, Im... —Sonrió Jeongyeon, remojándose el labio inferior ante esa inminente tensión que las unía en el mismo aire, mientras disfrutaba del suave recorrido de sus labios contra su cuello y contuvo un gemido cuando la menor encajó su cadera contra la suya, dejándola sin escapatoria.

Vaya, como si deseara escapar realmente.

—Oh sí, manipulas toda mi mente, todos mis sentidos y haces que lo único que desee, sea estar junto a ti, ¿Te parece eso justo?

—Oh diablos, pero si tú haces lo mismo conmigo, Nayeon...

—No me mientas Jeongyeon, lo único que signifiqué para ti no fue mas que un acostón...

—Ponme a prueba. —Interrumpió Jeongyeon, contra el encuentro de sus labios, haciendo estremecer a Nayeon, que no deseaba más que acortar esa estúpida distancia con la que se resistía —Ponme a prueba y podrás comprobar que todo en mi, solo habla de lo que siento en verdad, Nayeon.

—Eres tan buena con las palabras, me gusta tanto oírte, eres un crimen Yoo... uno ininputable y muy sangriento que no deja sobrevivientes, demonios... —Murmuró Nayeon, completamente entregada a ese insoportable sentir. Sus oscuros ojos centelleantes recorrían cada rasgo de su precioso rostro, deseaba recorrer cada centímetro de esos labios hasta que tenga que suplicarle que se detenga.

—Entonces escúchame, cariño... —Murmuró la mayor, intentando no perder el foco de la conversación a causa de las caricias húmedas que regaban sus labios contra su cuello, en como intentaba desnudarla con esos ojos desvergonzados. Diablos, ¿Cómo había podido vivir sin esa mirada sobre ella durante todo ese tiempo?

—Eso quiero, oírte mientras te beso... —Murmuró Nayeon, despegando sus besos sobre su mejilla, sondeando sus comesuras —Mientras te acaricio, mientras te toco... —Sugirió la menor, deslizando sus dedos en dirección de su cintura, para acercarla contra su cuerpo, incapaz de dejarla escapar. —Así se trate solo de una última vez...

—¿Porqué insistes en que no me importas? —Se resistió Jeongyeon, disconforme con sus palabras.

—¿Y acaso te importo en verdad?

Aunque quisiera verse como la pequeña altanera que le gustaba demostrar de sí, Jeongyeon pudo oír mucho más que solo soberbia en la pregunta de Nayeon.

—Me importas mucho más de lo que imaginas. —No se abstuvo la mayor en responder, enfrentándola con esos intimidantes ojos maple de miel.

—Si intentas engañarme, solo vas a joder más toda esta situación, ¿Lo sabes? —Se quejó la pelicorta con prepotencia, aunque aún muy unida a ese estrecho enfrentamiento que no hacía más que avivar lo que sentían.

—¿No ves la desventaja entre tu y yo, cariño? —Jadeó cuando sintió los dientes de la castaña mordisquear levemente contra su garganta.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Nayeon con torpeza pues, parecía más entretenida con sus acciones que con la conversación que intentaban mantener.

—¿Aún no lo ves? Tu puedes hacer lo que quieras conmigo, Nayeon... —Gimió cuando Nayeon saboreó del amargo sabor de su delicioso perfume, mezclado con el inconfundible sabor de su piel.

Jamás olvidaría ese aroma que enloquecía su mente en cualquier momento del día.

—¿Lo que yo quiera?

—Solo tu, Nayeon...

—Diablos, no diga eso profesora Yoo, no le conviene... —Advirtió Nayeon, incapaz de romper con ese acercamiento.

—Yo decido que es lo que me conviene, alumna. —Se resistió la mayor, haciendo sonreír a la pelicorta.

El ambiente mutaba tan de prisa entre ambas, y de pronto la tensión era insoportable, pero no a causa de ese jodido enfrentamiento repleto de incertidumbre de un inicio, sino porque respirar su cálido aliento parecía embriagarla de codicia, la quería por completo.

—Me encanta que me hable de ese modo, con toda la razón llenándole la boca —Jadeó Nayeon disfrutando de su respiración entrecortada y agitada, del estrecho agarre de su cuerpo pegado contra el suyo, del modo inerte en el que su cuerpo se dejaba domar por sus besos. —¿Puedo hacer algo que deseo hacer desde que la conocí? —Susurró Nayeon, dejando un beso sobre su mejilla y seduciéndola con el tono de su voz, picoteándola con besos castos que parecian inocentes.

Vaya, sabía muy bien que no existía nada inocente en sus intenciones, no.

—Claro que sí, lo que desees... —Aprobó la mayor sin dudar, dejándose encandilar por esa seductora mirada deslumbrada que tanto adoraba. Diablos no podía seducirla tan bien, solo con esos lindos ojos.

—¿De verdad? ¿Me lo permites? —Jadeó Nayeon, sintiéndose satisfecha con la confianza que le demostraba Jeongyeon sin titubear.

—Oh sí, hablo muy en serio. —Asintió al responder con esa ridícula respiración jadeante que Nayeon gustaba de provocar.

Una mano de delgados dedos largos recorrió la nuca de la mayor, antes de unirla en un beso de esquimal qué logró que todo el calor de su cuerpo se ubique en sus suaves mejillas sonrojadas, espectante de más. Jeongyeon sonrió cuando buscó el acercamiento de sus labios, pero Nayeon la evitó, pegando sus labios contra su mentón.

—¿Sabe algo profesora Yoo? —Musitó la joven, dejando un beso ruidoso sobre su mejilla, mientras deslizaba su falda hacia su estómago y descubría sus muslos para su fácil acceso, entonces la firmeza de su mano diestra bajó por su culo, rodeó su cadera, hasta que la mayor la sintió subiendo entre sus piernas con desesperante lentitud. —Nunca me gustaron los panties.

La tensión era tan insoportable, que Jeongyeon no podía mantener los ojos abiertos cuando oyó como Nayeon rasgaba sus medias y dirigía sus caricias a través de sus bragas.

—Na-ayeon, oh cielos...—Gimió la mayor con las mejillas explotadas, al hallarse en ese par de ojos admirables que no dejaban de perseguir su reacción. Era un encanto, ella y ese modo en el que le correspondía tan bien.

—Me encanta lo húmeda que la encuentro cada vez que la toco, mi profesora Yoo... —Jadeó Nayeon digitado suavemente, conquistando su cuerpo con la simple caricia en la blanda sensibilidad de su clítoris, y sonrió cuando la vió cerrar los ojos y los labios, remarcando esos tiernos hoyuelos casi imperceptibles qué rodeaban sus comesuras.

—Cielos, nadie me había hecho sentir así...

—¿Así, como? —Exigió Nayeon, reafirmando el agarre contra su cadera para mantenerla inmóvil, aunque ella siquiera se estuviera resistiendo. No paraba de devorarla con sus ojos, quería comerle esa boca con sus besos, pero tampoco tenía prisa alguna.

—Tan húmeda, tan caliente, tan bien... —Respondió la mayor con esa escandalosa honestidad.

—Quiero mojarla por siempre, profesora Yoo. —Se burló la menor, sin rastro de broma, aunque remarcó la sonrisa.

—Ahg, Nayeon, basta de eso, por favor. —Negó la mayor, al oírla referirse a ella como su profesora aún.

Nayeon detuvo sus réplicas separando sus muslos para poder tener más acceso a su estrecho interior. Jeongyeon contuvo la respiración cuando sintió como la abordaba con su primer dedo y luego lo quitaba con abundante facilidad, para seguir acariciándola, tan paciente, como si no estuvieran en medio de un recinto repleto de personas, jugando con la promiscuidad del momento, ridiculamente exorcibitante, pero igual de excitante.

Que fácil era perder la la cordura con esa chica.

—Yo sé que te gusta que te llame así, pero tranquila Jeongyeon unnie, este será nuestro secretito. —Musitó la menor, seduciéndola con sus besos rápidos, los apretones de su mano libre y las caricias de sus largos dedos qué nunca cesaban.

—Oh eres tu quien me gustas, Nayeon... —Jadeó la mayor, incapaz de apartarse un céntimo de ese agarre.

—No es necesario que se comprometa...

—Me gustas mucho, cariño, ¿Porqué sigues tan necia con ese asunto?

—Estás a punto de dejar la clase, ¿Qué esperabas que sienta cuando todo sucede después de todo lo que pasamos juntas? Es obvio que solo buscas deshacerte de mí...

—Oh cielos, en verdad lo crees. —Reprochó Jeongyeon buscándola con esa mirada exigente.

—Ni siquiera intentes engañarme, porque no voy a volver a caer en tus palabras bonitas, Yoo.

—¿Mis palabras son bonitas para ti? —Jadeó la mayor al sentir esos dedos en su interior nuevamente, esta vez firme, profundo y sin titubear. Diablos, que poder.

—Son... no estamos hablando de eso ahora, unnie. —Jadeó Nayeon, fascinada con la facilidad con la que se hundía en su interior.

—Cariño, estoy dejando la clase porque no puedo iniciar una relación con una de mis alumnas, no sería ético.

—¿Una qué? —Jadeó cuando se halló nuevamente en esos ojos maple tan oscuros ante su entrega.

—¿En verdad estabas creyendo que te dejaría ir así como así? ¡Oh diablos, mueve esos dedos, Im, o te los cortaré! —Gruñó la mayor, haciendo ruborizar a la menor, quien no tardó en corresponder a su pedido.

—¿A qué te refieres con-con una... haz dicho... tu haz dicho relación, unnie? —Murmuró Nayeon, digitando en su interior con entusiasmo.

La mayor asintió mientras se sostenía de sus hombros y removía la cadera en el encuentro de esos increíbles y largos dedos mágicos. Ella no era la incomparable, lo era ese jodido modo en el que la hacía sentir con tanta sencillez, ¿Cómo diablos lo lograba?

—Estoy siendo clara contigo, ¿No es eso lo que querías, cariño? —Gimió la castaña y Nayeon buscó su deliciosa mirada extasiada y se detuvo, llamando toda su atención.

—En realidad, necesito que me hables claro. Tu me interesas, unnie. —Admitió Nayeon. Estaba cansada de proyectar lo que sentía, quería reciprocidad, ¿Acaso podía ser tan buena como la creía?

—Oh cariño... —Musitó Jeongyeon hallando su atónita expresión y notó sus lindos ojos cargados de lágrimas que se obligaba a detener.

La castaña mujer se incorporó para tomar las mejillas de Nayeon y atrapar sus lindos ojos centelleantes que tanto adoraba admirar. Cuando la pelicorta intentó corresponder con sus palabras torpes, Jeongyeon arropó sus suaves labios con el calor y la humedad de los suyos, lentamente, acariciándola con su boca, disfrutando del acercamiento que se habían estado negando por dudas, por temor, quizás por miedo.

Cautivada por su acercamiento, Nayeon recuperó su convicción y se apoderó de su iniciativa para demostrarle todo lo que le provocaba. Había más de que hablar, debían aclarar tantas cosas aún, ¿Pero cómo lo haría sin no podía estarse lejos de esa boca por tanto tiempo?

—Diablos, no me canso de besarte Yoo, ¿Qué es lo que le pones a tu boca? —Se quejó Nayeon, entre bocanada y bocanada de aire.

—Mi boca solo tiene deseos de besarte, Nayeon... —Sonrió Jeongyeon, tan irresistible como de costumbre.

—Déjeme darle a su boca lo que desea... —Murmuró la menor hallándose en esos iluminados ojos color maple de miel.

—Eso son solo excusas, cariño y lo sabes...—Rió Jeongyeon ante su sonrisa desvergonzada.

—Lo son. —Admitió la menor, sin mantener las manos quietas.

—Eres una mala chica, ¿Verdad, Im? —Murmuró Jeongyeon, tomando los cabellos de su nuca.

Nayeon asintió reiteradas veces, sintiendo la elegancia de su toque, era tan suave para tocarla, no olvidaba sus lecciones.

—Lo soy, quizas necesite unas cuantas lecciones, unnie ¿No lo cree usted? —Preguntó con aquella voz infantil que hizo sonreír a Jeongyeon.

—¿Quieres más lecciones, cariño? —Rió Jeongyeon de sentir los labios de Nayeon peligrosamente cerca de su escote. Podía sentir sus manos en todas partes, era una pequeña desvergonzada.

—Solo si son sus lecciones, profesora Yoo.

—Es mejor que salgamos de aquí. —Se quejó la castaña, al sentir ese deseo de deshacerse de todo lo que la cubría.

—Puede ir usted primero y yo la alcanzo en lo que...

—¿Nayeon estás aquí? —Irrumpió ese reconocido tono de voz.

—Mierda. —Jadeó Nayeon al oír el inconfundible tono de voz se su amiga.

—Vamos Im, sal de ahí o te patearé el trasero si no lo haces. —Exclamó el exigente tono de Park.

Nayeon miró a Jeongyeon quien parecía haber palecido al hallarse atrapada y pensó rápidamente un modo de salir de allí sin compremeter a su maravillosa profesora Yoo y no provocar un grave malentendido con sus amigas.

Hice lo que estaba en mis manos, gracias por hacer crecer tanto esta pequeña comunidad y valorar mi esfuerzo y dedicación con cada libro de esta cuenta.

El próximo capítulo es el final, espero que te haya gustado, ¿Podría ser mejor? Siempre creo que sí, pero bueno, espero que a ti te guste más que a mi Ü

Tqm, gracias por esperar♡

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