5: "Demostraciones"
Una lección.
¿Acaso era ella quien estaba recibiendo una lección en ese encuentro? Sabía que a determinada edad, cuando descubres que estás en la mitad de la vida y que ya no eres tan joven, pero tampoco eres demasiado adulto para resignarte a la vida, acabas asimilando de todos modos a que hay cosas que no regresarán y que no puedes detener que sucedan con el imparable paso del tiempo, pero ¿Qué es lo que realmente se debe hacer y sentir cuando lo descubres?
Nadie hablaba de eso.
En esas tardes y noches de soledad nada era especialmente emocionante, todo era demasiado monótono y hasta aburrido cuando descubría que quizás esperaba más de la vida, o por lo menos lo era para alguien que hacía todos los días una inquebrantable rutina, como lo era Yoo Jeongyeon.
Entonces Im Nayeon decidió ingresar en su vida a la fuerza, con esa incansable determinación que la hacía tan atractiva para su mente, absorbiendo sus suaves y sensuales labios enmarcados, que no paraba de jadear contra su boca, descolocando todos sus sentidos, ¿Sería capaz de ponerle un final a lo que se había despertado en ella con ese encuentro?
Nayeon estaba segura de que no se iría durante la noche, porque nada en Yoo parecía tener prisa por acabar con el encuentro, podía presentir en la infinita calma de las suaves acciones con las que correspondía al llamado de su boca. Im no podía parar de pensar en lo afortunada que era, quizás por tal motivo aprovechaba al máximo de su jodida suerte.
Que la castaña pernocte en su cama era la prueba de que todo lo sucedido era inalterable, así como su inexistente deseo de apartarse de ella, no podía dejar de besarla y estaba segura de que no dejaría de hacerlo hasta que se le partieran los labios, si fuera necesario.
Le fascinaba el jadeo de su grave voz ronca tomada por la satisfacción de verla buscar en su boca una y otra vez, sin cansancio, empujando su cuerpo cálido contra el suyo, impidiendo la distancia de su desnudez, deseosa y efervescente.
Im Nayeon era embriagadora, su sonrisa desequilibraba la poca cordura que habitaba en Jeongyeon. Más que cualquier otra cosa que pudiera hacerle, era una perdición, una jodida mala influencia.
—¿Puedo hacerte una pregunta, solo por mera curiosidad? —Consultó la menor, rompiendo con el sonido de sus labios contra los suyos, ronca y jadeante.
¿Cómo hacía para seducirla tanto con el solo sonido de su voz? Jeongyeon la miró al fin, intentando hallar una respuesta a toda esa atracción que parecía imparable.
—Supongo que voy a tener que acostumbrarme a tu curiosidad y al hecho de que me tuteas, también. —Se burló sin poder evitarlo, le gustaba el modo en el que Nayeon reaccionaba al verse descubierta por ella fácilmente.
A pesar de que le encantaba, no sabía si estaba completamente lista para terminar con esa distancia aún, no del todo, pues no quería que se acostumbre a romper con todo lo que le gustaba de ella, como ese modo en el que le consultaba cada paso que daba mientras se apoderaba de su cuerpo en el aula de clases.
Diablos, tardaría un buen rato en olvidar ese episodio, si es que lo olvidaba alguna vez.
—Los gajes de juntarse con adolescentes hormonales, mi profesora Yoo. —Respondió una sonriente Nayeon, aunque sin abandonar el abrasivo recorrido de sus labios por su cuello.
—Im... —Le regañó Jeongyeon, resintiendo el reproche de nueva cuenta. ¿Acaso buscaba hacerla molestar? ¿O qué diablos era lo que buscaba de ella? Las preguntas eran infinitas en su mente, pero estaba completamente negada a interrumpir su acercamiento.
Nayeon rió para aliviar aquella idea. En realidad, disfrutaba de haber sido la "adolescente" que había liberado toda su pasión, vaya, Im disfrutaba de obtenerla como a su premio mayor en ese juego.
¿Se puede decir que había ganado ese juego de dos?
Es que la menor creía que debió de haber ganado solo por tener su sola presencia en su cama, haciendo realidad sus fantasías y originando nuevos deseos que le erizaban la piel, unos en los que no se iba nunca de su lado.
—Una sola pregunta. —Insistió Nayeon de inmediato, aferrándose a su buena suerte.
¿A caso no era capaz de apartar las manos de ella? Aún deseaba hacer tanto con ella, aún no tenía suficiente, aún quería más. La sola idea le hizo presionar los muslos, sobre todo porque ella no había demostrado ningún indicio de rechazar absolutamente nada de lo que le hiciera, o le fuera a seguir haciendo, entendió Nayeon cuando acariciaba su cabello, sin apartar sus ojos de su hermoso rostro.
Tan generosa, su profesora Yoo.
—Puedes preguntar. Claro que puedes. —Aceptó la mayor, dejándose devorar por esos ojos.
Diablos ¿Qué era lo que sentía exactamente cuando ella le veía con esos ojos admirados e ilusionados? Su cuerpo vibraba por su propia cuenta, le hacía desear conocer sus pensamientos y descubrir sus secretos.
—¿Unnie, has tenido sexo con una mujer antes? —Consultó la menor, recorriendo su pecho con sus besos.
Jeongyeon se negaba a verla o demostraría con toda facilidad lo débil que era en ese preciso momento, siendo su premio y posesión.
—Nunca. —admitió con una sonrisa de lado, al ver el evidente interés de la menor en su respuesta.
—¿Puedo hacer otra pregunta, mi profesora Yoo? —persistió Nayeon, ahora trazando un viaje por sus piernas, mientras su labios se acercaban de modo peligroso hacia sus pechos.
—Nayeon... —Se quejó ante ese persistente juego que la envolvía y que la menor parecía disfrutar tanto.
—No quiero incomodarte. —admitió su preocupación, de inmediato.
—No lo haces, de verdad no me molesta que preguntes... —El vibrante rubor de sus mejillas se intensificó cuando las palabras se escaparon de sus labios —Es sólo que, tu no me dejas pensar...
Se hallaron en sus miradas una vez Nayeon buscó su credibilidad y halló esa linda sonrisa de lado. Tan autosuficiente que la excitaba, que preciosa mujer era su profesora Yoo.
—¿Porqué has elegido sexo oral como tu primera opción? —Preguntó, deslizando sus dedos sobre su pezón izquierdo y besando castamente el derecho.
¿Cómo se suponía que iba a poder pensar en una respuesta si ella no dejaba de tocarla un solo instante? No podía decir nada, la sola idea de que dejara de hacerlo tampoco le entusiasmaba, pero la ponía de los pelos. Estaba tan confundida con todo lo que podía sentir junto a Im Nayeon.
—E-es más seguro que te haga sentir bien de ese modo, que tocándote... —Respondió aunque manteniéndose inmóvil, entregada a las suaves caricias de la estudiante.
—Te dió más seguridad. —Asimiló Nayeon, buscando encontrarse con su oscurecida mirada.
—Si, supongo que la idea de tocarte me intimidó un poco. Además pienso que debe ser genial que te hagan sentir bien en esa práctica y estaba segura de que te haría sentir bien... —Presumió la mayor, pero Nayeon ignoró su intento de vanidad, ante una nueva información que picó en su interior.
—¿Supones que debe ser genial? ¿Cómo que supones? —Resaltó de pronto, presintiendo la tensión en su cuerpo.
—Supongo. —Respondió la mayor de inmediato, alzando los hombros como respuesta, haciendo un involuntario mohín cuando detuvo sus caricias para mirarla con esos ojos tan lindos.
—¿Ningún amante te practicó sexo oral, antes? —Le miró Nayeon, ahora con incredulidad.
—Claro que sí, pero...
—Oh Dios, ¿Acaso has tenido un orgasmo, antes? —Se preocupó la menor con desconcierto. Jeongyeon pronunció su mohín, antes de responder.
—Claro que sí, Nayeon… —Le miró con seriedad.
—Oye, masturbándote no cuenta. —Le señaló y su hermoso rostro se descontracturó en su expresión de desconcierto.
—Tampoco he tenido tantas... relaciones de ese tipo Nayeon-ah. —Se justificó, apoyando su mejilla contra la almohada, para huir de esa cuestionable mirada.
—Cielos unnie, no me diga eso, no... —Habló una quejumbrosa Nayeon, retomando los besos que dejaba sobre su cuello y pecho, cortejando su piel con sus besos suaves, buscando solucionar ese jodido problema.
—Lo siento, no quise incomodarte.
—Soy yo quien lo siente, discúlpame por no haber comenzado desde ahí... —Ronroneó recorriendo su cuello con la punta de su pomposa nariz, respirando el aroma de su perfume, era algo que no olvidaría jamás, junto a esa extasiada expresión en su rostro al llegar al orgasmo. Ella era inolvidable.
—¿A qué te refieres? —Dudó Jeongyeon cuando se halló en esos lindos ojos oscuros y vivaces, su estómago se encogió ante su sonrisa por centésima vez.
—Déjame regalarte esa experiencia —Musitó entonces, la idea que rondaba si cabeza.
—Nunca he sido buena receptora de sexo oral, Nayeon. —Se negó Jeongyeon, de inmediato.
La pelicorta regaba suaves besos por su mentón, parecía incapaz de soltarla un solo instante y Jeongyeon insistía en preguntarse cuánto de eso le gustaba más.
—No lo hagas ver como si fuera algo que se puede controlar, unnie... —Le regañó Nayeon, sonriendo contra su mandíbula, ante el rubor en su rostro.
—El orgasmo se puede controlar, según las teorías de muchos…
—Diablos, deberías poder comparar el pensamiento de alguien más con pruebas tangentes, unnie ¿No lo crees? —La interrumpió la menor.
—¿Tangentes? —Consultó resintiendo la oleada de calor ante el solo pensamiento que acompañó a la incitación de su oscura mirada.
—Ahora que me hice a la idea, no quiero otra cosa. Por favor no se tarde demasiado en darme permiso... —Sondeó junto a su oído con sus labios y la buscó con esa desvergonzada sonrisa que la mojaba con tal espontaneidad.
Diablos, ¿Alguna vez estaría lista para lo que esa chica le hacía sentir? Había sido tan intempestivo que aún seguía creyendo que estaba dentro de una película, no sabía si sentía enferma o demente.
—D-de acuerdo. —Cedió casi que de inmediato.
¿Qué podría ser peor que coger con su alumna? Oh claro, hacerlo más de una vez, en una misma noche.
—Te enseñaré a disfrutar del sexo oral y tu me enseñarás con tus dedos como te vienes pensando en mi, ¿Le parece ese un plan justo, mi profesora Yoo? —Preguntó cuando se estuvo sobre ella, haciendo fricción contra su cuerpo y oyendo el involuntario suspiro que le arrancó a esos deliciosos labios que no se cansaba de besar.
—Oh cariño, ¿Te gustaría saber que eso es mucho más que una ordinaria suposición? —Jadeó cuando la menor le dio un tirón a su pezón derecho con sus dedos traviesos, todo parecía incrementar el rubor intenso de su rostro ¿O ya estaba más acalorada que eso?
—Profesora Yoo, me gustará saber más sobre ese asunto, luego... —Se burló sintiendo aquellas atrapadas sensaciones en el estómago. ¿Acaso había insinuado que se tocaba pensando en ella? —¿Puedo comenzar ahora mismo con mi demostración? —Musitó con la voz repleta de su ansiedad, mientras separaba sus rodillas suavemente.
—¿De inmediato? —Jadeó la mayor ante su pregunta, cuando la menor insistía en esos besos húmedos con los que la interceptaba, incansable.
—Sin más demora. —Respondió junto a su oído y buscando de inmediato la respuesta de su hermoso rostro.
La castaña se tomaba el labio inferior, incapaz de contener lo que sentía y Nayeon se mordió la lengua para no morderle los labios, en la espera de una respuesta.
—Cielos Im, ¿Alguna vez lograré resistirme a ti? —Consultó, perdida en el llamado de esa profunda mirada anhelante.
—Espero que jamás unnie, recuéstese cómodamente por favor. —Señaló la menor, incorporándose para darle la accesibilidad.
—Lo-lo estoy. —Contestó la mayor, algo aturdida. ¿Estaba por practicarle sexo oral en ese preciso instante? ¿Había entendido bien? La sola idea hizo que se le contraigan las entrañas ante la espera.
Nayeon tomó la almohada de las únicas dos que habían sobre la cama y la ayudó apoyarse contra ambas de modo que su cabeza quedara más inclinada en su dirección. La menor disimuló el gemido que se le escapó ante la vista directa de su desnudez, acomodando la voz, pero podía sentir el calor aumentado en su rostro y despidiéndose por todo su cuerpo ante esa imagen.
No sabía en dónde poner sus ojos, cuando se acomodó frente a ella con ese ardiente deseo de probarla. No había pensado en eso cuando la había tomado con sus dedos, pero ahora que la adrenalina no pulsaba tan deprisa por todo su cuerpo, estaba más atenta a cada detalle en ella. En las suaves y casi imperceptibles pecas que ocultaba su hombro y pecho, que privilegio, pensó Im. La poca luz cálida de la habitación la cubría como si de un suave soleado de atardecer se tratara, su cabello largo y oscuro caía como corriente de cascada, fluida y radiante, y los espectaculares músculos de sus muslos se tensaban cuando llenaba sus manos de ella.
—Por favor, no cierres los ojos... —Insistió Nayeon, punteando una caricia sobre su mejilla, en búsqueda de que esos ojos color maple siguieran con ella mientras se iba acomodando más debajo de su cuerpo, poniéndose en posición para lo que se disponía.
—Me da pena. —Admitió Jeongyeon, parpadeando con duda.
—No existen motivos para que te sientas apenada unnie, no dejes de verme, es mejor así, créeme... —Prometió la menor, deslizando una de sus manos por su pecho, apretando uno de sus senos y deslizándose por su vientre con sus besos, con su trémula mirada atendiendo a cada una de sus acciones.
Jeongyeon creyó que podría deshacerse en cualquier momento y no sabía si por la pena de tener sus ojos sobre ella o de la osadía de sus cómodas acciones bajo su atenta mirada.
—Necesito que me digas si algo no te gusta, pero si sientes que lo hago bien —Tomó una de sus manos y la apoyó sobre su cabeza —Solo empuja, ¿Está bien? —Sonrió con amabilidad cuando la mayor asintió con obediencia.
Nayeon mentiría si dijera que estaba nerviosa, diablos, si estaba más que segura que devorársela iba a ser más que un jodido honor.
La mayor tragó cuando ella remojó los labios y deslizó sus dedos por su vulva, distribuyendo suavemente su cálida humedad y provocando que esa rodilla flexionada temblará como respuesta.
No estaba lista mentalmente para que irrumpa en su intimidad de ese modo, pero físicamente había perdido toda la voluntad que le quedaba, en ese preciso momento era completamente suya, y ella era muy consciente de ello, supo reconocer Jeongyeon.
—Cielos mi profesora Yoo, todo hubiera sido mejor si me hubiera dejado rasgar sus panties, desde un comienzo… —Murmulló la pelicorta, golpeando el cálido aliento contra sus muslos.
—Siempre podemos repetirlo, cariño. —Respondió con la voz tan grave, a causa de los sentimientos que la invadían ante sus caricias.
—Esa respuesta es muchísimo mejor de la que estaba esperando. —Musitó Nayeon con aquella desvergonzada sonrisa antes de profundizar en la búsqueda de sus labios.
El gemido que despidió de su boca fue todo un delirio, y no fue realmente consciente de que gemía con tanta naturalidad cuando el sonido se hizo tan contínuo que resonaba en toda su caja torácica y rompía en el silencio de la habitación para satisfacción de Nayeon que tenía todos sus sentidos con ella.
No. Ninguna de las anteriores veces se había sentido de ese modo. ¿Alguna vez había sentido la piel tan caliente y la mente tan ocupada y vacía a la vez? Nayeon la estaba llevando a un estado de parsimonia total en la que ella siquiera era consciente de donde se encontraba, y que la adrenalina no fuera el impulso como en un comienzo, lo hacía todo tan relajado, pero a la vez, tan intenso.
Y luego la invadía esa imagen de sus suaves labios y su serpenteante lengua trabajando en armonía, con una familiaridad que parecía incrementar los estímulos. Ya comprendía porque esperaba que la viera con atención.
—Oh diablos, Na-ayeon... —Masculló removiendo la cadera contra la sensación que la llamaba y la hacía accionar involuntariamente.
—Cuanto más descubro aquí, más te mojas mi profesora Yoo... —Habló Nayeon con la voz entrecortada, antes de regresar la atención a su sensible clítoris hinchado por su insistente visita, para deleite de esos ojos que la veían sin descanso.
—Sí, sí, sí… —Afirmó Jeongyeon en sus acciones, desencajada.
Nayeon presionó el agarre de su mano contra su cabeza y la mayor no tardó en hacer presión para atraerla más contra ella. La dulce humedad de su centro aumentó cuando la menor insistió con la parpadeante arremetida de su lengua igual o más persistente que ella misma con ese encuentro, con ese acercamiento, con esa indecorosa relación.
—Na-a-ayeon… —Extendió la mayor para fortuna de la menor, que no hacía más que guardarse en la mente todas las sensuales versiones que esos labios hacían de su nombre.
El interior de Jeongyeon se contrajo violentamente y un ardoroso alarido acompañó el movimiento de su cadera, cuando la menor decidió que podía acompañar sus caricias con la compañía de uno de sus largos dígitos. Tomar su estrecho interior con sus largos dedos había sido una jodida fortuna, pero lo quería lento esta vez, decidió Nayeon cuando fue consciente de que había sido una buena idea, pues estaba tan lista para recibirla.
Un solo dedo apuntaba en su interior cuando insistió en la suave e incansable caricia de su lengua y su hermoso cuerpo se contorcionó ante la llegada del orgasmo que la hizo gritar, no su nombre como hubiera querido, pero gritó y eso le gustó tanto. Pacientemente, removió el pulgar sobre su clítoris, sin abandonar el estímulo y provocando que su estómago se contraiga de las sensaciones que alargaban el clímax de la preciosa mujer tendida frente a sus ojos. Deseaba que se viniera de todos los modos en los que pudiera provocarlo, con tal de tenerla en su cama toda la vida.
Había una verdad en toda su demostración: Su hermoso cuerpo palpitante parecía estar completamente dispuesto a desmentirla y ceder fácilmente a éxtasis entre sus manos.
—Unnie, como verás, eres una excelente receptora de mi sexo oral... —Musitó Nayeon con aquella sonrisa natural mientras la regaba con sus besos.
—Tú… eres muy buena en ello. —Solucionó Jeongyeon de inmediato, incapaz de abrir los ojos y despegarse de la sensación que invadía todo su cuerpo, que le había regalado esa pequeña traviesa.
—Mhno, no lo soy unnie —Negó Nayeon y la mayor podía percibir la sonrisa en sus labios —Te excita que sea yo quien te lo hace… —Develó, provocando un agitado jadeo de esos labios entreabiertos.
—Oh cielos, y que seas tan vanidosa también me excita... —Admitió sin pena alguna, haciendo reír a la pelicorta.
—Esto se está volviendo un tanto peligroso… —Musitó Nayeon, cuando la mayor la vio con esos ojos tan oscuros y fatigados.
Absolutamente todo en el universo se redujo al reencuentro de sus miradas, y Nayeon tragó nerviosamente al encontrarse en esos ojos tan oscuros como la noche misma.
—¿Tu estás lista para mi demostración? —Habló, buscándola con esa determinante firmeza que hacía temblar a la menor.
—Nací lista para ti, profesora Yoo.
—Esa boca... —Musitó la mayor tomándose el labio inferior y rodeando sus esponjosas mejillas entre sus manos para acercarla a su boca.
—Tengo sabor a ti, ahora mismo. —Le advirtió la menor, tan desvergonzada.
—Déjame ver cuánto de cierto hay en eso... —Dudó tentadora, antes de acercarla contra su boca y unirlas en un beso calmo y armónico entre ambas. —Quiero que seas tu quien ocupe este lugar y me veas tan atentamente como yo lo hice, mientras te tomo, ¿Puedes hacerlo para mi?
Esa determinación hizo que fueran los músculos del su interior de Nayeon, los que se contraigan esta vez, cuando asintió y afirmó con un sonido nasal.
Sin apartarse de la conexión de sus miradas, Jeongyeon la ayudó a ocupar el cálido lugar que ella ocupaba anteriormente y ahora quien atendía la extensión de su cuerpo con completa admiración era la mayor.
—¿Crees que lo haga bien? —Dudó la castaña, entretenida con su desnudez.
—Solo hazme lo que sabes que te haría sentir bien… —Desestimó Nayeon, consciente de que ya le excitaba el solo hecho de que desee hacerla sentir bien.
—No sabía que podía sentirme tan bien con alguien más, hasta esta noche, Nayeon-ah... —Admitió sin dudas y la menor contuvo el aliento.
—Unnie… —Jadeó violentamente atraída por esa mirada envolvente y generosa.
Jeongyeon detuvo el agarre que le quiso hacer a su cuello y le metió las palmas de las manos debajo de las almohada, dándole una silenciosa orden que la impedía de sus manos.
—Profesora Yoo para ti, Im Nayeon, recuérdalo muy bien. —Musitó la castaña persiguiendo el largo de su garganta con sus labios.
—Oh dios… —Se removió la menor debajo de su agarre que comenzaba a percibir en todas partes de su cuerpo.
Rodeando sus pechos y apretando sus nalgas, la mayor parecía indecisa de que tomar de ella, pues no parecía quedarse en ninguna parte de su cuerpo cuando la besaba con esos labios exigentes.
—Alumna… —Cuestionó con aquella grave voz ronca, buscando esos ojos muy oscuros.
Nayeon entrecerró la mirada y presionó un brusco agarre hacia la almohada, al percibir el suave trazo de sus dedos bordeando su entrada, y evitando su clítoris con tanta crueldad.
La menor brindaba a Jeongyeon un hermoso show cuando se retorcía ante el trazo de sus dedos, mientras la orillaba al orgasmo lentamente. Desde entonces lo supo, era un show que nunca se cansaría de ver y que, aún en la soledad, no podría evitar poner en repeat dentro de su mente una y otra vez.
La mayor deslizó y presionó sus dedos sobre su suave clítoris una vez lo ubicó y empujó, tentándola a seguir su ritmo. Nayeon onduló la cadera, llenándose de ansias y su abdomen se tensó por el esfuerzo que hacía para hacer más rápida la fricción, hacia adelante y hacia atrás, tan impaciente.
—Profesora Yoo…. —Jadeó casi que sin aliento cuando la castaña junto a ella se abrió paso en su interior con un fino dedo y la sensación fue tan oportuna.
Jeongyeon solo había metido esos dedos en su propio interior, pero efectivamente el interior de Nayeon era otro asunto más atractivo.
La caliente temperatura parecía viajar e incendiar todo en su cuerpo sensible, a través de esa caricia que comenzaba con su solo índice, acomodándose a la nueva sensación, a su estrecha y resbaladiza entrada que la recibía y la soltaba con comodidad.
Nayeon desenfundó esos hermosos dientes blancos contra su suave labio inferior, como respuesta, intentando sobrellevar todo esas deliciosas sensaciones que la arrollaron.
—Ooh… —Se removió la ruborizada pelicorta, cuando ese índice ingresaba suavemente y se despedía con la misma suavidad y la acariciaba suavemente antes de regresar a su interior, tan paciente, seduciéndola.
—¿Se siente bien, huh? Creo que podría acostumbrarme a esto, cariño… —Murmuró junto a su mejilla, pues no se había apartado del acercamiento con sus labios, con sus lindos ojos dilatados, atraída por el rubor de su hermoso rostro.
—Puede… hacerme demostraciones a diario si lo quisiera —Se ofreció una jadeante Nayeon, mientras acompañaba su caricia con el movimiento de su cadera.
—Eso será un placer. —Musitó Jeongyeon deslizando las caricias de sus dedos diestros, decidiendo sus movimientos a seguir. —¿Índice y mayor, o mayor y anular?
—Mayor y anular, mayor y anular… —Repitió Nayeon con los labios entreabiertos al sentir el enlace de ese par de dedos irrumpiendo en su deseoso interior.
Entonces su mundo se cerró al encuentro de sus arremetidas, sus hermosos y delicados pechos saltaron cuando la profesora la estocaba con sus dedos, apoyada por toda su miel, la castaña deseaba hacerla sentir tan bien como ella lo había hecho con tanta facilidad.
—Mírame… —Insistió la mayor cuando le tomó la mandíbula con su mano libre y Nayeon se obligó a obedecer al llamado, presa de la curiosidad. —Así lo hacía cuando pensaba en ti, Im Nayeon…
La mayor aumentó el ritmo de ese dúo en su interior, golpeteando su clítoris y el gemido quejumbroso se escapó de sus labios una vez se encontró con sus ojos atractivos que atendían sus acciones, a causa de sus revelantes palabras, mientras chasqueaba contra su interior con cada arremetida. Pero nada fue más erótico para la sensible mente de la menor, como el instante en el que se encontraba con sus labios entreabiertos y los tomaba con ansiedad, incapaz de resistirse al constante jadeo que escapaba de ellos y que parecían llamarla. Sus besos exigentes, acompañando sus estímulos la llevaron a la cima instantáneamente.
Con sus pies en punta, sus rodillas flexionadas, su vientre contraído y ese rubor que contrastaba tanto con su persistente personalidad extrovertida diaria, ¿Alguna vez se cansaría de verla llegar al orgasmo? Se preguntó la mayor, deslizando besos sobre sus cuello mientras pulsaba una suave caricia sobre su vulva, para intensificar las contracciones de su liberación.
Nayeon se liberó del agarre que le hacía a su almohada y la tomó del cabello para tenerla muy cerca de su boca y que pudiera sentir su aliento fatigado a causa del orgasmo que le provocó segundos atrás. Se vieron a los ojos y la mayor se bebió su deliciosa expresión de satisfacción sin fin.
Hallarla tan extasiada, elevó su ego por haber sido quien provocara esa expresión en su hermoso rostro y sonrió cuando la mantuvo contra sus labios, obligándola a sentir su aliento pesado, su piel acalorada y sudorosa, su cercanía electrizante.
Tan solo con una noche, Im Nayeon le dio una lección que la acompañaría de por vida y que estaba segura jamás podría olvidar.
La joven reposaba contra el calmo latir de su corazón, mientras la mayor se mantenía en completo silencio. Sigilosamente, Nayeon buscó las fuerzas para ponerse de pie, creyendo que la mujer debajo en su agarre se había quedado dormida.
—¿A dónde vas? —Preguntó esa firme voz grave, irrumpiendo en el silencio.
—Estabas despierta. —Sonrió la pelicorta, intentando disimular que no le afectaba el solo oírla tan de cerca —Voy a buscar algo de comer, tengo hambre.
—Es verdad, no has cenado esta noche. —Lamentó la castaña, demostrando su preocupación.
—Tengo algo. Ya regreso, siéntete cómoda por favor. —Habló la joven, dejando un suave beso sobre su mejilla y rodeándose de un mullido albornoz morado que la cubriría del frío de invierno.
Jeongyeon sonrió de lado, eso era muy tierno de su parte, pero si debía de ponerse cómoda, debía relajarse, si se relajaba se pondría a pensar y sin pensaba, debería tomar acciones correctas que no contribuían a mantenerse desnuda en la cama de su alumna.
—¿En qué piensas, preciosa? —Preguntó un largo instante más tarde, salvándola una vez más de sus torturadores pensamientos.
—En nada. —Sonrió de lado y se mantuvo en silencio, cuando Nayeon posó una bandeja con comida recalentada sobre la cama, que olía bastante bien.
—Estás muy pensativa. ¿Tienes ganas de hablar? —Consultó Nayeon, acariciando su mejilla.
Jeongyeon no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en sus labios cuando meció la cabeza. No sabía que era lo que le hacía, pero deseaba decirle todo, absolutamente todo lo que sentía cuando la veía con esos lindos ojos.
—No suelo hablar demasiado. —Comentó, agradeciendo el tazón que le compartía.
—Conmigo has hablado más de lo que esperaba, unnie. —Agradeció Nayeon, con aquella linda sonrisa de dientes sobresalientes, que hacía bailar las mariposas en el estómago de la mayor.
—Ya detente, Im. —Le regañó cuando la joven la vio con esa expresión seductora y no pudo evitar la sonrisa que remarcó los lindos y casi imperceptibles hoyuelos de sus comisuras.
En silencio, cenaron la deliciosa comida que Nayeon tenía en su refrigerador, por supuesto que hasta que la menor se decidió a cortarlo, casi al final, con su imposibilidad para mantenerse en silencio.
—¿Es por tu esposo? —Hizo la pregunta de una vez, llamando la atención de aquella mujer de inmediato.
—¿Qué? ¡Claro que no! —Se extrañó Jeongyeon de inmediato ¿Cómo podría, después de haberse sentido tan especial en su compañía? Siquiera había pensando en su compromiso con Park hasta que ella lo nombró realmente, y de pronto sintió un repentino fastidio de estar casada con ese hombre.
—Unnie, soy consciente de que estás casada, tambien supongo que ese tipo no te da la atención que tu mereces al haber llegado hasta aquí, y te entiendo muy bien, te aseguro que no pretendo juzgarte, ni entrometerme en tu relación, aún si tuvieran hijos, puedes estar segura de que no sería capaz de…
—¿De qué hablas chica? —Exclamó una asombrada Jeongyeon, perturbada al oír sobre "hijos" en su innecesario argumento.
—De tu matrimonio, de tu familia con el profesor Park. —Insistió la menor, tan inocentemente.
Jeongyeon la miró atónita y luego carcajeó, meciendo la cabeza. Nayeon se confundió más ante esa respuesta de parte de la mayor y se notó en la expresión de su rostro.
—¿Sabes en lo que realmente pensaba, Im Nayeon? Veme cuando te hablo, por favor. —Exigió la mayor, buscando su mirada desconcertada.
—Me estoy muriendo por saber Yoo Jeongyeon. —Admitió de inmediato.
—He estado pensando en lo increíblemente especial que me he sentido aquí contigo, en esta noche, en este lugar.
—Oh… —Despidió la menor, sumergida en su chispeante mirada —¿Entonces no tienes hijos?
—No. —Rió Jeongyeon, meciendo la cabeza ante la absurda idea.
—¿Los quieres? —Se preocupó la joven ante la agónica respuesta que encontró en su mirada.
—Mentiría si te dijera que no lo pensé alguna vez, pero no es una prioridad en mi vida. —Respondió de inmediato y el corazón de Nayeon se estrujó por un momento.
—Es él quien no los quiere, ¿Verdad? —Pronunció con profundo rencor ante la sola idea y Jeongyeon meció la cabeza, enternecida por su reacción.
—Nuestra relación no es nada tradicional, Nayeon-ah... —Insistió Jeongyeon, en el movimiento de su cabeza.
—¿A qué te refieres con eso? ¿No tienen sexo, o como? —Se burló la menor, sin saber que le había atinado perfectamente.
—No. No tenemos relaciones sexuales, no dormimos juntos, siquiera compartimos la cama. —Se sinceró, extrañamente preocupada por aclarar aquel asunto de Park.
¿Porqué?
—¿Discúlpame? —Correspondió Nayeon, ahora con incredulidad.
—Te disculpo, cariño, te disculpo. —Le devolvió el chiste, con esa linda sonrisa divertida.
—Tienes que estar bromeando... —Comentó Nayeon, ahora completamente atónita.
—No lo estoy.
—¿Eso te afecta, verdad? —Habló Nayeon, después de buscar en su mirada y presionar los labios en su duda.
—Ya no. —Musitó la respuesta tan de prisa, que el interior de Nayeon explotó en un millón de luciérnagas cuando ella correspondió la sonrisa.
—Eres preciosa, ¿Cómo se resiste estando contigo, conviviendo contigo? Es extraño unnie, yo no dejaría de besarte un solo segundo... —Admitió para incomodidad de la mayor, quien ladeó la mirada, intimidada por ese deseo de la menor.
Estaba segura de que se dejaría besar por ella a cualquier horario.
—Si tenemos algo en común, supongo que es la manera en la que llevamos la vida, Nayeon, somos personas acostumbradas a nuestra soledad y monotonía.
—Entonces, ¿Me está queriendo decir que esta noche la saqué de su monotonía, profesora Yoo? —Insistió al llamado de su mirada anhelante y Jeongyeon sonrió aún intimidada.
—Oh sí, estoy muy segura de que no voy acostándome con mis jóvenes alumnas cada día, cariño. —Respondió la mayor, sin perder la tierna sonrisa.
—Me alegro de ser la primera en romper con su esquema de cada día, mi profesora Yoo.
—Me alegro de que lo hayas hecho, Im Nayeon.
Cuando se recostaron para ver ambas hacia el techo, por primera vez, Jeongyeon se sintió incómoda con el silencio.
—¿Si se quedará toda la noche? —Insistió Nayeon, buscándola con esa linda mirada cálida.
—Había dicho que sí. —Asintió la mayor, buscándola con su mirada también.
—No te importa en lo que él vaya a pensar si no regresas a casa, ¿Verdad?
—¿Sabes? Parte del acuerdo que concretamos con Park, era de que no cambiaríamos absolutamente nada de lo que eran nuestras vidas antes de casarnos y honestamente no suelo dar explicaciones de lo que hago. —Contestó, apasionada y haciendo sonreír a la menor.
—Mujer independiente. —Comentó Nayeon con evidente admiración.
—¿Tenías otra percepción sobre mi? ¿Qué esperabas que dijera, en verdad? —Cuestionó apoyándose sobre su codo para verla directamente.
—No pensé en eso realmente, solo te quería a ti, no me importaba realmente si tenías una relación o no. —Señaló la menor, siendo dueña de una mentira y una verdad.
—Pero sabías que estoy casada. —Señaló Jeongyeon, alzando una ceja divertida.
—Esa información es de público conocimiento, unnie. —Rebatió la menor.
—¿Lo es? —Le buscó con su mirada, pues estaba intensa y extrañamente ruborizada.
—De acuerdo, si investigué un poco por mi cuenta. —Admitió cuando la mayor no pudo detener la carcajada.
—Eres todo un caso Im Nayeon.
—Pero solo si se trata de usted, mi profesora Yoo. —Se repuso de inmediato.
—¿Por qué parece como si nunca se fuera a acabar? —Susurró con la voz quebrada de incomprensión.
—¿Qué cosa? —Musitó la pelicorta, acariciando esas hebras de su largo flequillo irrumpiendo en su mejilla.
—Esto... —Señaló Jeongyeon, no pudiendo evitar cerrar los ojos para entregarse a sus caricias.
—¿Esto? —Dudó Nayeon, dejando un beso sobre su mejilla ruborizada y buscando de su mirada de nueva cuenta.
—Esto que me haces sentir, Nayeon. —Se recordó Jeongyeon de responder.
—Ah... es la química, mi profesora Yoo. —Musitó la menor, muy segura de lo que decía. Jeongyeon hubiera sonreído si no estuviera tan a gusto por el acercamiento de su rostro.
—¿La química? —Dudó la castaña, perdida en el mero acercamiento de sus labios.
—¿No la siente? Esta aquí...
Jeongyeon sonrió en su dirección, cuando la joven castaña dejó un beso sobre sus labios y regresó, para recostarse sobre su pecho y compartir de su calor.
—¿Me tienes bien agarrada, verdad? —Musitó una divertida Jeongyeon, recogiendo su cabello corto con sus manos.
—¿Le cabe alguna duda? No la dejaré ir, al menos no por esta noche. —Admitió Nayeon, sin duda alguna.
—No… —Su voz tembló cuando intentó despedir sus pensamientos. Se llamó cobarde por un instante, cuando esos deslumbrados ojos la buscaron con atención, pero no podía evitarlo, deseaba hundirse en ese delicioso sentimiento que la invadía desde que se había permitido acortar las distancias con ella y ya no había marcha atrás. —No tiene que ser solo por esta noche.
—Que fortuna que lo diga, mi profesora Yoo.
Esa linda sonrisa, esos ojos oscuros centelleantes, esa picardía habitual en su edad, esa osadía, adoraba esa férrea persistencia y la satisfacción que iluminaba en su rostro cuando apoyó la mejilla contra su pecho, abrazándola con fuerza, como una pequeña cuando se aferraba a su peluche de apego, ella realmente parecía dispuesta a no dejarla ir y no podía evitar sentirse extasiada ante esa idea.
Era extraño regresar a ese apartamento después de lo que había hecho durante la noche anterior, en la cama de alguien más, y no solo de alguien más sino que, de una de sus estudiantes.
Dejó un beso sobre la mejilla de una dormida Nayeon cuando decidió regresar a casa. No la había dejado dormir más, pues prefería que la pelicorta asegurara la puerta de su apartamento, una vez ella dejara el lugar, por lo que fue un jodido sacrificio dejar la cama compartida de una tierna y cálida Nayeon, para regresarse a enfrentar su jodida realidad.
En el viaje de regreso había pensado muy atentamente lo que haría con su vida pues, había obtenido una respuesta a todas sus dudas existenciales: definitivamente no estaba viviendo la vida que deseaba y tenía que hacer algo pronto para solucionarlo.
Pudo sentir de inmediato su presencia expectante cuando hizo su ingreso en ese lugar. Tan segura como si hubiera tenido el apoyo y la contención de una familia tradicional, así de fuerte e inquebrantable se veía, pero en su interior se sentía tan desconcertada como el dueño de esa mirada aterrorizada y expectante, y no precisamente por lo que él fuera a opinar respecto a su ausencia de la noche anterior.
Específicamente siempre había sido una mujer muy independiente, dar "explicaciones" sobre sus decisiones, su ubicación o sus ocupaciones nunca había funcionado en una relación para ella, y supuso que por ese preciso punto le había gustado su acuerdo con Park, pues este habitualmente parecía ignorar sus actividades si no era ella quien se las comentaba, por supuesto que hasta esa noche.
—Antes de que digas nada, quiero que hablemos. De verdad, solo hablar, ¿Está bien? —Había dicho de ese modo en el que pretendía verse arrepentido y se veía más como un pobre imbécil sin ambición.
Jeongyeon lanzó ese suspiro que le dirigía cuando estaba a punto de ceder a su bondadoso corazón comprensivo.
—Te invito a cenar. Es que tengo clases esta mañana, pero no quiero que te vayas sin que aclaremos este problema Jeongyeon-ssi, yo te quiero y eres importante para mi, por favor...—Borboteó el hombre con insistencia, cuando quiso tomarla de los hombros y fue extraño al recordar que ya había sido testigo de lo suaves que podían ser esos labios rojos.
—Está bien. —Alzó las manos frente a él y asintió —Hablemos.
—Solo una cena, hablaremos y te aseguro que la decisión que tomes después de esto, estará muy bien para mi. —Aceptó con aquella encantadora sonrisa tímida que la había atraído desde un principio y que ahora le pareció un tanto ridícula, como su presencia en ese apartamento un solo día más.
—Esta bien, Jimin.
Debían hablar sobre el asunto, estaba segura de que no quedaba otra opción que ser honesta y hallar una solución viable para esa caótica situación que los unía en ese compromiso que, claramente, solo era una estúpida teoría del profesor Park y sus locas ideas de huir de la atracción fisico/sentimental que pudiera interceptarlo. El hombre necesitaba dejarse llevar o un psiquiatra, pero aquello se lo dejaba a lo que le fuera deparado para él en esa vida, porque definitivamente estaban muy lejos del otro.
—Bien, esta noche paso por ti ¿Te parece bien? —Le consultó él, amablemente.
—¿No vuelves hasta la hora de la cena? —Cuestionó Jeongyeon.
—Tengo exposición. —Se explicó de inmediato.
—Oh sí, entiendo. Que te vaya bien, entonces. —Cedió esta vez con aquel fantasma de sonrisa que solo pretendía ser amable.
—Gracias. —Musitó en el agarre en su mano que no había querido soltar hasta que tuvo que hacerlo si pretendía salir.
—Que extraño eres, Park. —Se quejó Jeongyeon cuando lo vió salir del apartamento bastante conforme.
Esperaba que no estuviera pensando en la estúpida idea de una nueva oportunidad, porque definitivamente ya no era una opción para ella.
Im Nayeon no era hija única, había crecido en una familia ensamblada desde que su madre decidió que no podría soportar como el imbécil de su padre la engañaba y el hombre no tardó tardó rehacer su vida y tener más hijos.
No podía juzgar a su madre ante las dudas, estaba segura de que los hombres eran unos imbéciles, un desperdicio de la naturaleza y lo descubrió por sí misma, siendo una adolescente soñadora que imaginaba tener una linda historia de cuentos de hadas y que se vio abruptamente quebrantada por la desilusión.
Tuvo que madurar y así lo hizo cuando descubrió que su mejor amiga besaba mucho mejor que el imbécil de su noviecito de la preparatoria.
Lo demás en su vida pasó a ser historia.
—¿Hoy? ¿Hoy mismo? —Cuestionó la menor, preocupada por la promesa de volver a encontrarse con su unnie para beber un café por la tarde.
—Por favor Nayeon unnie, no puedo levantarme de la cama, de verdad. —Musitó la fatigada joven con la voz demasiado tomada y el constante sorbo de su nariz.
—Está bien... —Cedió la pelicorta, aunque con evidente desánimo —Pero me debes un favor, eh... —Le advirtió de inmediato.
—Todos los que quieras, pero por favor, suplántame esta noche ¿Si? —Suplicó la menor, haciendo un ridículo sonido con el que pretendía convencerla.
—Está bien Dahyunnie, ahg... —Se quejó ante el trémulo festejo de la menor.
—Tzu te manda un saludo, también. —Insistió por sobre las risillas de su novia.
—Dile que dos para ella. —Sonrió Nayeon, agradecida de que su amiga pudiera contar con ella en cualquier situación, sin reclamos y sin escándalos de por medio.
En diferente ocasión, Momo le hubiera gritado que se iba por "ahí" a hacerse la soltera y por supuesto que no hubiera creído que solo iba a cubrir a su amiga en su turno.
Ahg, ahí estaba esa molesta chica otra vez, Nayeon meció su cabeza ante su recuerdo, ¿Cuándo dejaría de recordar a su ex en las ocasiones que se sentía en libertad de tomar sus propias decisiones?
—Genial, gracias unnie, sabía que tu sí me ayudarías. —Agradeció Dahyun y pudo percibir aquella linda sonrisa en sus labios.
—Solo porque eres una buena amiga, Dahyunnie... —Musitó y luego de una breve charla en la que Nayeon notó su verdadera dificultad para hablar con claridad, hasta que dejaron la conversación.
Al parecer no habría tarde de café, ni noche para pensar en su profesora Yoo y en lo que habían hecho en su cama la noche anterior, pues debía de ir a cubrir el turno de su amiga que se había pegado una fuerte gripe de temporada.
Pero había algo positivo, ya no tendría a alguien como Momo reclamándole por tomar sus propias decisiones y la imagen de una decidida Jeongyeon acompañándola por la noche, respondiendo sus preguntas y cumpliendo con la promesa de quedarse en su compañía llegaron a su mente.
Sin duda tenía mucho que aprender y admirar de su unnie, pues parecía darle una gran demostración de que una mujer debía poder ser independiente y autosuficiente para tomar sus propias decisiones y hacerse cargo de las mismas.
Hola es Jazu Ü ¿Me extrañabas?
Estoy muy contenta de poder traerte un nuevo capiítulo, personalmente he trabajado muy duro en que se pudiera anticipar lo que tengo planeado en los próximos capítulos y estoy satisfecha con los resultados.
¿A tí que te pareció este gran capítulo? Lo hice bien largo para compensarte por mi tardanza ;-;
Espero lo hayas disfrutado también, cuéntame en los comentarios que opinas o que esperas que suceda en el próximo capítulo, estaré ansiosa de leerte.
Tqm, discúlpame por tardar en regresar, te beso ^*^
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