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1: "Fingiendo"

¿Cuándo había sido la última vez que fue completamente genuina, sin importar qué?

Diariamente se quedaba viendo la llegada del amanecer antes de ponerse en pie. Su habitación solitaria y oscura le recordaba cuan patética era su "perfecta" vida de casada y suspiró con desánimo, esa era su normalidad.

La última vez que había sido completamente genuina tenía cuatro años y le había hecho tal berrinche a su madre, que no le había importado el tirón de orejas que le esperaba una vez llegara a casa, ella solo quería esos dulces y nada parecía más importante.

A veces, deseaba recuperar esa convicción propia.

Ahora solo se resignaba a la vida que le tocaba, con un hombre que había tardado en entender que jamás podría amarla como ella tanto lo anhelaba y que lo único que la mantenía viva, eran esos admirados ojos, esos labios que le decían las frases más traviesas, ese pelo medio de color castaño chocolate y esa persistencia que la volvía loca.

"—Que hermosa es profesora Yoo, ¿Puedo llamarle informalmente?"

"—Profesora Yoo, ¿cuando nos casemos, también querrá que la trate con honoríficos?"

"—Es su perfume profesora Yoo. Lo intenté algunas veces, pero no se me olvida fácilmente..."

"—No se enoje profesora Yoo, pero... que hermosa que es ¿Ya se lo habían dicho?"

La chica era una descarada muy confiada, que tenía una sonrisa muy hermosa, un cuerpo firme y seguro, como el futuro que le esperaba y esa juventud que se podía ver en su piel.

El inaudible gemido se escapó de entre sus labios jugosos y tragó, percibiendo esa mezcolanza entre culpa, entrega y pesadumbre que solo la excitaban más, junto a los recuerdos de esa insolente chica atractiva que no sabía más que meterse en su camino y jugar con su débil mente.

La deseaba.

Sus traviesos dedos murieron la fricción de sus caricias inocentes que tenían como cometido darle calor y ser una inocente contención, o por lo menos así lo era en un principio, hasta que alcanzaron el vértice entre sus muslos, después de pasar por sus pechos firmes y anhelantes, su cuerpo recibió a sus suaves manos con tanta necesidad.

La mujer podía sentir el calor emanando de su cuerpo violentamente, ante los recuerdos de esa osada e insolente alumna entrometida que llegó a su vida solo para recordarle que su muy apreciado esposo pretendía que ella se obligara a creer que estaba muerta para sentir, pero diablos, estaba más viva que nunca, e Im Nayeon, una de sus estudiantes de las nuevas clases que había tomado en el horario vespertino, se encargaba de recorárselo constantemente con sus atrevidos halagos.

Su cuerpo estaba muy vivo, aún era una mujer muy atractiva y sus alumnos no se cansaban de hacérselo saber constantemente, pero nunca nadie había traspasado los límites como esa joven perversa que se había vuelto toda una hábil acosadora. Aún recordaba con una sonrisa, que el joven estudiante encargado de la recepción de la universidad de Ciencias Sociales, le había rogado porque actualizara sus datos de contacto, para cuando sus alumnos nuevos intentaran contactarle, estaba segura que esa mocosa había chantajeado al pobre chico de algún modo, pero que era ella quien se había valido de alguna artimaña para lograr lo que deseaba. Parecía ser así de persistente en todos los sentidos.

No porque fuese vanidosa o demasiado presumida, pero se veía muy bien para su edad y estaba conforme con eso.

Im había sido muy hábil y paciente, logrando que se dejáse endulzar el oído con sus halagos hechos y sencillos que no pretendía más cometido que hacerle llegar la verdad. Y ella lo había captado muy bien desde el primer instante.

Al final, lo tenía todo, cualquiera podría enamorarse de ella

Era una mujer profesionalmente exitosa, había co-escrito varios libros, también había delegado varias tesis, era una mente exigente, brillante, independiente, interesante. Y no lo perdía aunque llevara casada desde hacía dos años con un hombre amable, atractivo y comprometido con su relación, en lo que cabe formalmente la descripción de esa palabra, quien era igual de exitoso en la misma profesión que ella solo que, este orientado en las matemáticas.

No, no lo perdía. Nada había cambiado en ella desde que se casó con Park, no se había convertido mágicamente en una ama de casa desesperada. Seguía siendo ella misma, aunque en una versión de sí misma un poco más mediocre.

Profesionalmente hablando, ambos estaban muy conformes con las dirección de su vida, y su relación era demasiado amable y cortés, se compenetraban muy bien, disfrutaban de una excelente amistad y la compañía era muy agradable la mayor parte del tiempo.

Tenía una vida tranquila e ideal con la compañía del hombre ideal, en su trabajo ideal, Yoo Jeongyeon lo tenía todo para morir en una vida ideal.

Sus suaves dedos dejaron la tentadora caricia y apresuraron el impulso hasta que la fricción hizo un simpático chasquido que se podía oír estruendosamente en el silencio de la gran habitación, del gran apartamento del profesor Park, su esposo. Pero ya no temía a ser escuchada como en los primeros meses de convivencia, siquiera aunque la habitación de su esposo fuera la de junto, ahora la sola idea de que él pudiera oírla la llegaba a excitar, en cierto modo.

Y es que existía cierto detalle en esa relación y sí, era muy real, pero perturbadora desde que asumieron el acuerdo que los unión en su matrimonio civil.

Su esposo, el gran profesor Park Jimin un atractivo hombre, increíblemente inteligente y audaz, tenía la teoría de que una relación amistosa, respetuosa, generosa y complementaria entre sí, sería suficiente para tener una relación exitosa que durase toda la vida, pero por supuesto que abnegando todas las complicaciones que el sexo y las emociones compartidas pudieran representar en ese proceso, por lo que, acordaron que eso estaría lejos de los planes en su relación.

Jeongyeon comprendió y acepto la indirecta, porque ridícula e inocentemente quiso creer que ese atractivo, deslumbrante y maravilloso hombre tarde o temprano cedería a su amabilidad, a su atractivo, a su femineidad que lo esperaba a gritos.

Realmente quiso creerlo.

Tarde descubrió que realmente no sería así, desde el principio Park seleccionó una habitación para ella en esa casa y su relación fue una mera compañía a la hora del desayuno, quizás en el almuerzo y en la cena. Si se veían los fines de semana, pero para compartir de esa "increíble amistad" con la que habían forjado esa relación.

Ridículo, ¿verdad?

La mujer apartó los dedos completamente secos de su sexo frustrado y manoteó las suaves cobijas que la rodeaban, respirando la gran frustración que le provocaba el recordar los motivos de ese estúpido acuerdo y que la amarraron en ese pesadilla que tenía por matrimonio.

Diablos hasta llamarle pesadilla le provocaba culpabilidad, no era cierto, tenía una jodida vida perfecta, pero también era maravillosamente deseable para cualquiera, exceptuando para su propio esposo, por supuesto. Quizas la teoría de Jimin hubiera sido exitosa, si no se hubiera enamorado de él desde el primer instante en el que logró identificar su interés en ella, en su clase, en sus métodos de enseñanza.

Diablos, la patética en su perfecta ecuación era ella.

Sus rasgados ojos tristes contuvieron las lágrimas cuando detuvo su alarma antes de que sonara en el silencio, para darle el inicio a su día.

Estaba realmente agotada de fingir que todo sucedía monótonamente cada día como en la vida de la mayoría, porque su vida era un jodido suplicio que la atosigaba con cada despertar y no parecía ceder con el tiempo como lo esperaba, como se había obligado a creer en el momento en el que asimiló que Park nunca cambiaría de parecer.

En un principio, Jeongyeon había decidido abandonar las clases de la mañana para buscar un nuevo acercamiento con su esposo, quizás si pasaban la mañana de ciertos días juntos, quizás pudieran conectar un poco más, lo haría cambiar de parecer y llamaría un poco de su atención, por eso había aceptado cubrir a su compañera Son Chaeyoung en las clases por la noche.

Que mala idea.

—Muchísimas gracias una vez más por cubrir ese turno Jeongyeon-ssi, eres excepcional. —Agradeció la castaña con una alegre sonrisa y un asentimiento de gratitud. Jeongyeon correspondió de inmediato.

—Ya han pasado dos meses Chaeyoung-ah, deja de agradecerme, y eso de que soy excepcional, gracias, pero tu sabes que solo lo hice por que te considero mi amiga. —Respiró entrecortadamente —Aunque me haces un favor si se lo haces saber a mi esposo, también. Quizás si alguien más se lo dijera, pudiera verlo con sus propios ojos. —Musitó no logrando evadir su especial desánimo, ese preciso día.

—Él lo sabe Jeongyeon. Todo el que te conoce se lo hace saber sin problema, eres una maravillosa profesional, amable, comprometida... —Comentó la menor con amabilidad.

Jeongyeon había conocido a Chaeyoung hacía poco más de un año atrás, cuando la menor apenas comenzaba y no tardó en pedirle que le aconseje, supo después que buscaba hacer una alianza y no una competencia. Pero Yoo Jeongyeon no tenía competencia, descubrió Chaeyoung, así como tampoco tardaba en congeniar con las personas que le agradaban de inmediato y la joven y principiante profesora Son había sido una de esas personas.

—Solo soy una mujer, Chaeyoung, pero eso supone ser un defecto para él, supongo que debe de ser gay y no se anima a salir del closet. —Bufó para diversión de su amiga, quien no tardó en reír como respuesta —Realmente, y a estas alturas, comienzo a considerar todas las opciones disponibles.

—¿Tú lo crees? ¿Has visto algún indicio en lo que llevan de convivencia? —Cuestionó la menor, quien no había hablado de sexualidad antes y parecía cancelar cualquier tema de conversación similar, hasta que Jeongyeon se sinceró respecto a su "perfecto" matrimonio con Park.

—Ja, convivencia... —Masculló Yoo —¿Cuál convivencia Son? —Se arrimó para que nadie que estuviera poniendo atención, pudiera oírla —Preparar su café y mantener una charla amable y agradable cada mañana no es una convivencia, o sí, pero de roomies. ¡Y siquiera, porque hasta los roomies comparten la cama a veces! —Lamentó la coreana mayor, con impaciencia.

—Cielos Jeongyeon-ssi, no puedo creer que hayas contraído nupcias con un hombre que no siente nada por ti. —Reprobó la joven profesora aún aturdida por la temprana confesión de su amiga algunos años mayor.

—Sí que siente Chaeyoung, sí que siente... —Comentó la mayor con evidente sarcasmo, o quizás solo estaba intentando mentirse a sí misma una vez más, como era una costumbre en ella.

—Amabilidad y agrado, no son precisamente los sentimientos por los que uno decide contraer matrimonio con una persona, Jeongyeon-ssi. —Advirtió la menor y Jeongyeon la miró amenazadoramente sin poder evitarlo. —Lo siento. —Musitó Chaeyoung, apenada por haber hablado demás.

—No era necesario que me recordaras mi suerte, Son. —Reclamó entre dientes y suspiró antes de dejarle una caricia sobre el hombro como saludo y dejar la sala de la que disponía la universidad para los profesores.

Había almorzado en casa los últimos dos meses para estar con su esposo antes de sus clases pues, Jimin ocupaba la mañana para escribir y "disfrutar de la magia del día" en casa. Pero había fracasado una vez más, no había logrado absolutamente nada, solo perder su tiempo, por lo que no tardó en retomar la clases de la mañana. Ahora tenía la tarde libre y estaba en la universidad hasta la noche, nada podía ser mejor, ironizó la profesora en su mente.

El sonido de su tacón resonó llegando desde el pasillo que dirigía al aula en donde daba las clases por la noche del viernes.

Como niños regañados y alborotados los jóvenes presentes comenzaron a ocupar sus asientos, preocupados por sus compañeros retrasados en el tiempo que probablemente habían perdido la clase y por quienes no alcanzaban a llegar antes de que la profesora cierre la puerta.

Ya habían pasado dos meses desde que había comenzado el primer semestre del año y Nayeon se sentía plena, no solo porque la única materia que detestaba iba mejor que nunca, sino porque en su demencia, no iba nada bien en la jodida materia, ella solo presenciaba las clases de filosofía para cumplir con su misión: decirle a la profesora Yoo Jeongyeon cuán maravillosa se veía ese día.

Y no falló en su cometido, ni una sola clase.

El silencio abordó el amplio espacio repleto de miradas tensas, preocupadas y ansiosas por huir de la universidad para disfrutar del fin de semana, cuando la mujer hizo su ingreso en el aula, cerró las puertas y dirigió su mirada seria a toda su clase.

—Lápiz y borrador.

El estallido de desánimo fue general y unánime cuando terminó de decir ese par de palabras. Eso era todo, había una evaluación sorpresa. Jeongyeon disfrutaba de alborotarles la mente, ¿Acaso había otro modo de repasar lo que ya habían debatido en reiteradas ocasiones de lo que iba del semestre? Bah, sí lo había, no le importaba realmente, el método le funcionaba para saber quien iba bien y quien desde ya podía ir despidiéndose de aprobar.

—Vamos, no arruinen la primera experiencia canónica del año. —Se burló la profesora con una suave sonrisa, cuando apiló los exámenes limpios frente a la hilera de bancos y les indicó que se los fueran enviando hasta atrás.

—¿Hay recuperatorio? —Suplicó uno de sus alumnos casi que de inmediato.

—Oh vamos Lee, siquiera has comenzado la evaluación, dale una oportunidad. —Musitó la indignada mujer —Es sencilla, pongo toda mi fe en ti. —Le animó, Yoo.

—Que mal hace profesora... —Se burló la rubia compañera del joven pecoso, quien se rió al recibir las réplicas del muchacho.

—Es solo un examen de prueba, no el final de la materia, no pueden fallar, solo son unas cuantas preguntas tontas. —Habló naturalmente segura, mientras se sentaba sobre su silla, acomodaba a su smartphone sobre la mesa, apoyaba el codo sobre la misma y se tomaba el mentón para esperar pacientemente, una vez todos estuvieron listos para comenzar.

Nadie parecía tener fuerzas para despegar sus ojos de ella, del modo en el que le sentaba la pose, como si estuviera haciendo suyo su espigado cuerpo contra la silla, en como doblaba sus largas piernas enfundadas en esas medias oscuras, en su expresión despreocupada. Era sagazmente atractiva de mirar, en cualquier instante, por cualquier motivo, siempre se miraba tan bien que pretendía atraer toda la atención de cualquier simple mortal.

¿Cómo podría fallar en presenciar la clase de esa escultura hecha mujer?
Suspiró. No podía privarse de esa vista así fuera por un solo semestre, estaría ahí cada viernes por la noche así fuera solo para darle un cierre a su larga semana, con esa mujer llenando sus ojos con su imponente y sensual belleza que pretendía ser sutil, pero que acababa por ser agresivamente obvia.

—Nayeon escribe algo. —Le regañó Jihyo por lo bajo. Sana tenía gripe, por lo que se había salvado de esa estúpida evaluación sorpresa.

—¿Qué más quieres que escriba? Ya puse mi nombre y la fecha del día, es suficiente. —Respondió Nayeon, sin dejar de atender como ella se liberaba de su abrigo, sin dejar la pose de sus piernas superpuestas.

La castaña a veces creía que verla del modo en el que sus ojos la veían era ilegal y que pronto vendrían los oficiales de policía y la llevarían esposada, para demorarla por la perversión de ver ardientemente a una mujer casada. Porque que fuera su profesora no hubiera sido un problema para ella, su edad tampoco le importaba demasiado a decir verdad, pero que estuviera casada, eso sí que hacia toda la diferencia.

—Oh vamos Nayeon-ah, ¿no has puesto atención a ninguna clase, de verdad? Ella es muy buena explicando. —Señaló Jihyo, con una risilla irónica. Su amiga era inescrutable.

—Diablos ¿Cómo podría? Mi mente, mis ojos y toda mi atención están en esa suave piel, en esas piernas tan largas y en esos labios perfectos, no puedo dejar de fantasear con el sabor de su boca Jihyo es, como una jodida obsesión que no quiero dejar... —Musitó la castaña, mordisqueándose el labio inferior.

Las miradas de Yoo y su estudiante deslumbrada se encontraron cuando Jihyo prosiguió escribiendo sin problema alguno. Nayeon no corrió la mirada Jeongyeon se encontró con la suya, más no la sostuvo demasiado tiempo.

—Vamos, Nayeon no seas psicópata, esto te puede traer problemas. Ya deja de mirarla por un momento, ¿no te preocupa incomodarla? —Chistó la coreana menor. Por supuesto que la respuesta de la mayor no le sorprendió.

—¿Te imaginas lo hermosos y perfectos que serían nuestros hijos si tuvieran mi nariz y esa preciosa boca? Cielos Jihyo, no dejo de imaginarlo... —Masculló Nayeon volviendo a mordisquearse los labios a causa de sus fantasías.

Tenía dos meses ocupando esa banca solo para poder seguir cada paso, cada línea, cada palabra que saliera de estos sensuales labios enmarcados. Si ella se hubiera sentido incomoda, ya se lo hubiera hecho saber ¿Verdad?

—No puedo creer que solo hayas frecuentado una clase para poder acosar a la profesora de turno. —La regañó su mejor amiga. Nayeon gruñó.

—Diablos Hyo, déjame en paz ¿Quieres? Sálvate tu, a mi déjame sumergirme en el maldito infierno que arde en su deliciosa mirada exigente... —Parafraseó la estudiante, por supuesto que sin quitar los ojos de esa hermosa mujer.

—Estás loca Nayeon, si sigues de este modo, solo lograrás perder la materia otra vez y...

—¿Park, Im? —Interrumpió la grave voz de la profesora Yoo, una vez descubrió su silenciosa charla —Si tienen dudas o si ya terminaron, les recuerdo que el día de una evaluación no es el mejor para consultarse una a la otra. Si no van a guardar silencio, las invito a dejar la clase, pero no sean irrespetuosas con sus compañeros que aún siguen trabajando. —Habló la castaña mujer, dando un largo suspiro de fastidio cuando apoyó su mano, esta vez contra su sien.

—Lo siento profesora Yoo. —Dijeron las estudiantes a la vez. Por supuesto que una voz se oyó de fastidio y la otra de un modo curiosamente relajado.

—¿Y qué harás entonces? ¿Perder la materia nuevamente? —Prosiguió Jihyo, después de un momento de pausa en lo que la profesora se entretuvo con alguien más.

—Bah, da igual si la pierdo nuevamente con tal de volver a tener a esa bombona como profesora cada año hasta la graduación.

Jihyo contuvo la risa que se quiso escapar de sus labios, mientras su amiga perseguía cada acción de la docente quien respondía a una duda del joven Lee, sin siquiera sospechar que los ojos de cierta estudiante la admiraban permanentemente.

O al menos eso es lo que la estudiante sabía.

Su sola presencia le colmaba la mente de culpa y le erizaba la piel de bochorno, siquiera sabía como hacía para verla a los ojos en sus dichosas clases, cuando se tocaba por las noches pensando en su linda sonrisa, en su insistencia, en su osadía, en el modo en el que no se limitaba a la hora de decirle cuán hermosa la veía con esos ojos tan oscuros. Mierda, era una jodida psicótica.

Sabía que estaba mal, siempre supo que estaba mal pues, ante una situación de menor índole, ella debió abandonar la clase de inmediato, pero en cambio se había dejado llevar por el halago constante de tener esos ojos admirados sobre ella. En tan poco tiempo se había vuelto una jodida necesidad llegar a esta clase y encontrarse con la deslumbrante fascinación juvenil de esa extrovertida chica desafiante, que solo decía lo que pensaba sin siquiera preocuparse por ello.

Fingía.

Yoo Jeongyeon fingía hábilmente que su estudiante no intentaba seducirla con todo lo que tenía a su alcance, pero disfrutaba de cada uno de los halagos que salían de esa traviesa boca, que ella no podía dejar de imaginar en la oscura soledad de su habitación, cuando nadie la estaba viendo y eran ella sola con su seductor recuerdo.

Estaba allí, percibió en silencio, viéndola, podía sentir la promiscua electricidad con la que la joven la estudiaba lo que duraba su clase, y ponía esos oscuros ojos sobre ella, los cuales parecían desnudarla con completa habilidad y se deleitaban con su persona, sin disimulo incipiente.

Pero ella fingía para poder seguir sintiéndose así de especial en los deslumbrados ojos de su estudiante, porque no parecía querer detenerla, porque no deseaba hacerlo.

—¿Qué quieres Im? —Musitó cuando se cansó de percibir su insistente mirada en la penumbrosa distancia.

La joven sonrió de inmediato cuando se incorporó del lugar que ocupaba desde que había llegado, se colgó su mochila en el hombro derecho y caminó en su dirección.

No importaba que les hubiera permitido ir quince minutos antes, ella seguía allí, incluso aún después de que todos habían abandonado el aula. Realmente no tenía nada más que hacer que verla mientras ella corregía las evaluaciones en absoluto silencio.

—Buenas noches mi excelentísima profesora Yoo. —Musitó Nayeon acercándose, sin preocuparse por no obtener invitación a quedarse y dando una exagerada reverencia hacia ella.

—Ya son demasiado halagos, ¿sabes? —Limitó la mayor, sin siquiera preocuparse por elevar la vista para verla.

—Profesora, ¿ya le dije que se ve bonita hoy? —Inició como cada conversación. Jeongyeon suspiró largo ante su insistencia.

—Im... —La regañó viéndola por sobre sus lentes de lectura como advertencia.

Diablos, esos lentes con el vidrio demasiado grueso y que solo destacaban esos preciosos ojos finamente delineados. Nayeon tragó para mantener sus pensamientos dentro de su mente.

—Lo siento, no puedo resistirme ante la verdad profesora, espero no le moleste. —Respondió de inmediato, apoyándose, ahora contra la mesa de la primera hilera que estaba ubicada frente a la mesa de la profesora.

—No veo que te preocupe demasiado mi opinión, querida. —Se burló la mayor, pronunciando un fantasma de sonrisa.

Nayeon sabía que la divinidad universal no permitía que esa mujer riera en su presencia, solo porque ella no lograría controlar los locos deseos de besarla, que aquello podría provocarle. Estaba segura, de hecho.

—¿Hoy si aceptará mi invitación a cenar? —Musitó Nayeon sin pena alguna. Jeongyeon meció la cabeza reiteradas veces.

—Im, lárgate de aquí. —Le regañó de inmediato.

—Vamos profesora, solo será una cena amistosa. Si quiere puedo elaborar preguntas sobre la materia para que se sienta más cómoda. —Ofreció la joven con simpático sarcasmo.

El corazón de la estudiante corrió a toda prisa cuando oyó la cantarina risa de la mujer, unos años mayor quien, por primera vez en todas las clases, puso sus preciosos ojos color maple de lleno sobre ella.

—Lo siento, debo llegar a casa, pero gracias por tu, am... ofrecimiento. —Le rechazó amablemente, aunque removiendo el contacto después de unos cortos segundos.

—A nadie le importa que esté casada, sé compartir, si fui al preescolar. —Borboteó la menor tomándose los labios entre su remarcados dientes frontales y Jeongyeon reprimió la risilla, que esta vez amortiguó contra sus labios.

—Eres una desvergonzada Im, ¿eres así con todos sus profesores y profesoras?

La menor se apresuró a mecer la cabeza con demasiado ímpetu.

—Absolutamente no, profesora Yoo. Solo me he vuelto loca por usted. —Admitió Nayeon, sin pensar, ni medir sus palabras.

—¡No seas insolente, Im! —Replicó la profesora, ahora observando unas líneas en una de las tantas evaluaciones que pasaban por su manos. Al parecer había hallado algo que no le había gustado para nada.

—Lo siento profesora, pero no puede juzgar a una joven estudiante por perder la cabeza por su excepcional profesora de filosofía.

—Eres terrible, ¿Porqué tu evaluación esta completamente en blanco? Te he visto poner atención en cada clase. —Reprochó la mujer, tomando un palillo adornado de flores de adentro de su bolsa y haciendo círculos contra su cabello, logrando recogerlo con habilidad. Comenzaba a perder la paciencia ante su inútil interrupción.

Nayeon no podía dejar de admirar cada una de sus acciones, cuando la profesora la buscó con esos ojos repletos de reproche.

En una de sus tantas visiones incontrolables, Nayeon pudo ver como se acercaba a su preciosa profesora, la tomaba del cabello, la encajaba contra el escritorio y devoraba esos preciosos y sensuales labios enmarcados que ahora estaban muy duros por el inminente fastidio que se podía ver en ella, para morderlos  hasta hacerla gemir contra su boca.

El deseo parecía una vorágine tan incontenible, que la estudiante se animó a recuperar el aliento para responder, sabiendo que no podría simular el rubor que invadió sus mejillas por su sucia e inoportuna imaginación. Sus hormonas estaban incontrolables.

—¿Me estás escuchando Im? —Cuestionó la profesora con ese golpeado tono en su voz grave.

—No podía dejar de admirar su belleza, eso es lo que hago con cada clase, de hecho. —Admitió con una sonrisa traviesa y Jeongyeon frunció el entrecejo como respuesta al verla acercarse en dirección de su mesa.

—¡No seas ridícula chica! Estoy hablando en serio. —Insistió Yoo.

—Yo también, profesora. Estoy hablando muy en serio. —Agregó Nayeon, deslizando círculos con sus dedos sobre su escritorio, pretendiendo llamar su atención.

—Escúchame Im, perderás mi materia si no te pones a trabajar. —Le señaló con su bolígrafo, después de escribir la nota más baja sobre su evaluación.

—Entonces que fortuna tenerla otro semestre solo para mi. —Sonrió Nayeon con todos sus dientes, pretendiendo verse extasiada ante esa idea.

—Ahg, chica... —Jeongyeon meció la cabeza, no podía creer lo que oía.

—Será genial un nuevo semestre juntas, ¿no lo cree usted, profesora? —La desafió Nayeon, con una risilla, divertida con la idea de descolocar a la mayor, pero no esperó que ella le volviera a dirigir esa intimidante mirada.

—Tu no puedes saber todo lo que pasa por mi cabeza en este preciso momento... —Ironizó la docente, como una respuesta, obligándole a sostener su mirada.

Nayeon no abandonó la conexión un solo instante, una vez acomodó el estómago contra la mesa de su profesora para estar a tan solo unos céntimos, de lo que se consideraba una distancia prudente.

—Entonces háblame, quiero saberlo todo sobre usted. —Musitó tomándose ese relleno labio inferior entre los dientes, como muestra de lo mucho que se contenía para no extenderse un poco más y tomar su deliciosa boca con la suya.

La mayor admiró más allá de esa insoportable observación general que hacia en cada clase y se permitió revisar las marcadas clavículas de la castaña, del dulce aroma invasivo de su perfume, del suave y tentador hueco de su cuello y mejilla. Se mordió la lengua antes de perder la compostura.

—Lárgate de mi vista, Im. —Insistió la profesional con esa mirada tan imponente, que hacia reír nerviosamente a su alumna, la cual sabía muy bien que si no se ponía un límite, solo ganaría desobedecer a su orden y joder toda aquella situación con todo lo que deseaba hacerle a esa linda, linda boca.

—Está bien, pero le aseguro que algún día de estos, usted y yo, vamos a casarnos profesora Yoo, recuerde este día. —Aseguró la joven desvergonzada, regalándole un guiño antes de dejar el aula en un silencioso vacío y una insoportable tensión que Jeongyeon botó ante su falta de aliento.

Tenía que poner un límite, tenía que dejar a un lado sus estúpidos deseos y dejar de fingir que no podía ver todo lo que la mirada oscura de esa desvergonzada estudiante le decía, antes de que fuera demasiado tarde.

Muy tarde para detenerse, por supuesto.

Buenas, es Jazu hola Ü

Dime que amas esta historia como yo, que no he hecho otra cosa más que pensar en su trama, estoy loca de emoción jajsjs

No hablaré respecto a mis personajes, son los que son y supéralos. (Honestamente me encanta la ironía en ese juego de que cierta bunny le robe cierta Yoo Jeongyeon a cierto chico, ya supéralo Tu, si ya sabes como soy jajsjsjs)

Em, honestamente espero que haya rebasado las expectativas y sino, creemos expectativas nuevas tu y yo *te hace ojitos*

Em, bueno espero que lo hayas disfrutado, tqm ¿Ok? Regresaré pronto, descansa mucho y extráñame mientras regreso ^*^

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