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𝐏𝐑𝐄𝐋𝐔𝐃𝐈𝐎

PRELUDIO

The Lost Canary/ Piloto

Sobrevivir se volvió mi única opción, pero ahora olvidé por qué empecé a ser una fugitiva

Escuchó como un trueno cruzaba el cielo, causando un estruendo por cada rincón de la habitación mientras que sentía como el barco cruzaba pequeñas olas del océano que no lograba tener paz por la tormenta que los había tomado por sorpresa. China, Shanghái. Ese era el destino que tenían trazado para llegar en el gambito de los Queen.

Jamás había estado en China, y ciertamente nunca le fue un país que le interesara, además de su gastronomía o tecnología, pero no se sentía del todo atraída por su cultura. Sin embargo, no importaba si el destino era China o la mismísima luna, porque era la compañía que tendría en el viaje lo que la incitó en aceptar el viaje en el último momento.

—Si papá. La universidad me encanta.

Especialmente porque no estaba ahí en esos momentos, cosa que agradecía porque de haberse quedado habría reprobado el semestre.

—¿Cómo te llevas con tu nueva compañera? ¿Es menos problemática que la anterior?—escuchó la voz de su papá al otro lado de la línea telefónica.

Sara llevó su mano libre al otro oído para así aislar el ruido de la tormenta y escuchar con más claridad lo que su papá tenía por decirle. No podía escuchar bien, pero, guiándose por cómo su voz se escuchaba amortiguada y en compañía de unos pequeños golpes, podía suponer que en esos momentos él se encontraba en la cocina picando algo. Esperaba que no fuera cebolla, ya que su mamá detestaba todos los platillos que llevasen cebolla.

—Me llevo bien con mi compañera de cuarto. —mordiendo su labio inferior como un gesto de picardía, Sara llevó su mirada azul al pie de la cama donde estaba acostada, usando únicamente ropa interior de encaje rosa con una bata de seda que había tomado del ropero que le pertenecía a Moira Queen, dueña igualmente del barco pero que no los había acompañado en el viaje, para alivio de Sara, ya que tenía la impresión de que no era del agrado de la aquella mujer.

Era ridículo como es que ya la mayoría de las habitaciones del barco tenían ropa, zapatos, e incluso productos de higiene ya preparados. Pero suponía que esto era algo normal para la vida de los ricos, y los próximos seis días ella viviría esa experiencia de estar rodeada de ello.

Sus ojos capturaron la mirada azul profunda de Oliver, quien estaba sentado en el sofá que estaba frente a la cama. Sus piernas estaban cruzadas, y su cabeza inclinada. Cuando un trueno cayó, las luces parpadearon por unos dos segundos en la habitación, dejando así a Oliver en penumbras por ese tiempo. Su sonrisa seductora en compañía de la oscuridad y los truenos que caían afuera del barco le otorgaban un aspecto de ángel caído. Era hermoso, peligroso, con un aire enigmático que posiblemente le diría a que debía correr, pero ella no deseaba hacerlo. Quería rodear su cuello con sus cortos brazos, y besar esos labios carnosos que la estaban tentando con cada segundos que lo veía.

Ella era suya por esos días, y él sería suyo. Finalmente.

—¿Si?

—Si. Somos ya como mejores amigas.

Más que eso. Eran amantes, cómplices, y fugitivos.

—Sara—llamó Oliver tras reírse entre dientes al escuchar como ella se refería a él hacía su papá—. Cuelga ya el teléfono. —dijo esto en voz baja, incorporándose del sillón para así subirse a la cama y empezar a gatear sobre el colchón en dirección a la rubia.

La rubia ojiazul se sentó inmediatamente en posición de flor de loto para no dejarle a Oliver acceso a ninguna parte de su cuerpo, no hasta que terminase la llamada con su padre, al menos. Después de esto ella misma no tenía idea si podría ser capaz de contenerse hacia él.

—Escucha papá, tengo que ir al laboratorio ahora, mi compañera ya me está esperando.

—Por supuesto—Sara arrugó su nariz al oír el entusiasmo en la voz de su padre—. Cuídate. Te amo.

—Yo también te amo.

Colgando así la llamada telefónica, Sara suspiró y dejó el teléfono sobre la mesa de noche que estaba al lado de la cama junto a un florero y una caja de metal que contenía un reloj de mano de Oliver junto a un anillo de metal que tenía grabado el apellido Queen, aunque en ese momento esto último no estaba ahí adentro. Lo sabía por qué ahora mismo ella estaba portando ese anillo. Si bien ella detestaba los compromisos, tenía que admitir que al estar en ese viaje con Oliver la hacía sentir diferente, más viva y feliz.

Desde que lo conoció por primera vez, Sara se enamoró de él en aquella fiesta de Thomas Merlyn, a la cual ella asistió tras escapar de su casa cuando su papá le prohibió salir aquella noche. No sabía si fue su sonrisa, su voz, o su personalidad lo que la hizo caer rendida a sus pies.

Su hermana menor, Rouse, decía que sólo era un enamoramiento juvenil, y que Sara era incapaz de amar a alguien incondicionalmente, porque ella solo pensaba en el sexo, pero cuando la pasión terminase, ya no vería con los mismos ojos a Oliver. Por supuesto, Sara no creyó una sola palabra de su hermana. ¿Qué podía saber ella? Era más joven, y un tanto antisocial, no tenía idea de lo que era el amor o enamorarse de alguien que no fuera un personaje ficticio como los que ella leía en las novelas literarias. Sara amaba a Oliver, lo sabía, podía sentirlo cada vez que su corazón latía con más fuerza cuando lo veía, y como sus mejillas se tornaban escarlatas cuando él le dedicaba una sonrisa. Sin mencionar que se sentía en las nubes cuando él la besaba, la rodeaba con sus fuertes brazos y acunaba su rostro para besarla y hacer el amor.

Eran almas gemelas, no tenía dudas al respecto. Ambos eran lo que todos denominaban un desastre en sus respectivas familias, no les gustaba atarse a las personas o compromisos, preferían seguir la corriente y ver hasta donde los guiaba.

Sara era consciente de que Oliver era un playboy, y si bien sabía de qué no podía cambiar esto en él, ella sabía que él, de algún modo, también la amaba, o no la habría invitado a ese viaje en lugar de a la que era su novia, Laurel, quien también era la hermana mayor de Sara.

Laurel era una zorra que lo disimulaba con una sonrisa y sus acciones éticas que cumplían con la ley, pero Sara sabía mejor que nadie que su hermana no era el modelo a seguir que todos pensaban.

—¿Oliver Queen?—había preguntado Laurel cuando Sara le hablaba a Rouse en su habitación, la cual compartían, de su encuentro con Oliver y de cómo los dos charlaron durante toda la noche hasta que la policía llegó por que la música estaba demasiado alta y no dejaban dormir a los vecinos. Laurel dormía en la habitación de al lado, teniendo el privilegio de no compartir espacio con nadie más porque ella estaba estudiando ya la carrera de derecho—. ¿Estuviste con él?

—Si. ¿Algún problema?

—No, ninguno. Solo ten cuidado ¿quieres? Queen no es alguien que sea de tener a una sola mujer.

Vaya mentira. Fue cuestión de dos semanas para que Sara volviera a asistir a una de las fiestas de Merlyn, con la esperanza de encontrarse con Oliver, ya que él y Tommy eran mejores amigos y siempre asistían a las fiestas del otro. Sin embargo, los planes de Sara se vieron frustrados cuando la policía llegó al lugar, y entre estos policías estaba su padre, quien, inmediatamente al reconocer a su hija en la multitud, la llevó a casa y le prohibió salir a un lugar que no fuera la escuela durante casi un mes.

Pero cuando el castigo terminó, Sara sólo descubrió apenas salió de su casa que Oliver y Laurel ya eran pareja, y que había sido ella quien le informó a su papá de aquella fiesta en la mansión de Merlyn. Laurel había jugado sucio. No quería protegerla de los juegos de Queen, sino quedárselo para sí misma.

Sin embargo, poco pudo hacer Sara al respecto, ya que sus padres habían llegado al acuerdo de inscribirla en la Universidad de Seattle, con la intención de que así su hija corrigiera sus malos hábitos de beber, asistir a fiestas y salir con lo que su papá denominaba como chicos malos. Pero la Universidad no era otra cosa más que una tortura. Si bien buscaba tener un promedio aceptable para no alterar a su papá, Sara no podía con las matemáticas, física, biología y todas las materias que involucraran cálculos con números.

—Tú hermana tiene ya un futuro asegurado, Sara. Inclusive Rouse, quien todavía cursa la preparatoria, ya tiene decidido lo que desea estudiar—habían sido las palabras de su padre cuando la llevó al campus de la universidad de Seattle y Sara le había reprochado el por qué ella tenía que estar ahí y no sus demás hermanas—. Solo queremos lo mejor para ti.

Lo mejor para ella era que la dejasen de comprar con Laurel y Rouse. Ya era terrible que sus padres le dijeran a diario que Laurel era el ejemplo de hermana mayor que todos debían seguir, pero al decirle que Rouse, su hermana menor, era más responsable que ella, la hacía sentir mal consigo misma, pues le daban a entender que no creían en ella, que no era capaz de hacer algo por sí misma, que siempre necesitaría ayuda de su familia, y que sin sus hermanas ella seguramente no sería nadie en esa familia. Ser la hermana del en medio no era un privilegio, sino una maldición, porque además de seguir los pasos de la hermana mayor, tenía que ser un ejemplo para la menor, y por tanto sentía que fallaba en su rol dentro de la familia Lance.

Por eso, cuando Oliver sorpresivamente la contactó una semana atrás pidiéndole venir a Starling, que había estado pensando en ella y que necesitaba verla, Sara no pudo pensar en otra cosa más que aceptar, pues con él sentía que podía ser ella misma. Oliver no la juzgaba como la hermana de en medio de las Lance. Era únicamente Sara, una chica que buscaba ser amada, y que le dijeran que sus defectos no necesariamente eran algo malo, sino que la hacían ser ella misma.

Era increíble como es que apenas subió al gambito junto a Oliver ambos empezaron a conversar como si fueran conocidos de toda la vida. Era fácil hablar con él, así como escucharlo, y ser igualmente escuchada por él. Como si se complementaran. Como si fueran el refugio del otro.

Laurel esperaba grandes cosas de él, pero Oliver sólo quería tiempo, y Sara estaba más que dispuesta en dárselo, porque era justamente lo que ella igualmente necesitaba.

Sabía que estaba mal engañar a su hermana Laurel al salir con el que era su novio, y que no tenía excusa alguna para justificar sus acciones, pero Laurel también había jugado sucio con ella. Sara había visto primero a Oliver, ella se enamoró antes de él, y Laurel se lo arrebató. Quería pensar que era justo que ahora, solo por una semana lejos de casa, pudiera tener una oportunidad con él y pasar tiempo a su lado. Aunque eso fuera al costo de mentirle a su familia y darles la espalda.

—¿Cómo está el detective Lance?—le preguntó Oliver en ese momento, inclinándose hacia ella para depositar así un suave y casto beso, cosa que sorprendió a la misma Sara. Oliver Queen no era alguien de dar besos castos, no a menos que la mujer que él tenía en brazos fuera importante para él.

Este pensamiento plasmó una sonrisa en los labios de la rubia y suspiró ante la mención de su padre.

—No tiene ni idea. Como siempre.

Los Lance eran la familia perfecta. Dinah, madre de tres hijas, era profesora en una escuela primaria. Quentin Lance siempre fue policía, y hace tan solo seis meses tuvo el ascenso a detective. Laurel tenía el futuro asegurado para ser abogada, fiscal o policía, pero su camino indudablemente era seguir la ley y la justicia. Rouse, por su lado, era la alumna ejemplar. Calificaciones limpias, cuadros de honor, becas; pero Sara era la que no encajaba en el estereotipo de la familia perfecta que formaban los Lance. Ella era lo que podían llamar la oveja negra que al final hicieron a un lado enviando a la universidad con la esperanza de que tomase el mismo camino que sus hermanas, pero ahora nada de esto le importaba. Era libre, estaba lejos de su hogar, y junto a la persona que amaba ¿qué más podía desear? Tenía todo lo que quería.

Extendiendo su mano para tomar la copa de vino que había en la mesa de noche, Sara bebió todo lo que había y cuando terminó esbozó una sonrisa traviesa en dirección de Oliver para así ofrecerle su copa ya vacía.

—Parece que tenía sed—se encogió de hombros e inclinó su cabeza—. ¿Puedes servirme un poco más?

Oliver tomó su copa vacía y, asintiendo con su cabeza, se levantó nuevamente de la cama para realizar la petición de la rubia, acercándose de esta manera a la mesa donde tenía cinco copas de vino más junto a una botella de vino tinto. Sara no se consideraba a amante de esta bebida, ya que le gustaban los sabores más fuertes como el Vodka, pero el vino tinto tenía un sabor dulce, perfectamente conveniente para una velada en barco junto a Oliver.

En ese momento, montas que Oliver servía en la copa de Sara y una más para él, se escuchó como un relámpago caía de manera estridente, resonando con furia por el cielo y dando la sensación de que en cualquier momento llegaría a golpear el barco de la familia Queen.

—¿Oíste?—preguntó entonces, sintiendo una sensación de inquietud en su pecho por la tormenta—. Se está acercando.

En ciudad Starling Sara estaba acostumbrada a dormir con tormentas eléctricas, que normalmente generaban que durante la mitad de la noche no hubiera electricidad, y por esto mismo creía tener al menos el pequeño conocimiento sobre saber que tan próximos caían los relámpagos.

—Uno, dos, tres...—otro relámpago más cayó—. Está más cerca. —murmuró con inquietud, aplicando de este modo el método que su hermana menor solía emplear de niña para saber que tan intensa era la tormenta, y darse una idea de cuánto tiempo duraría hasta que la cuenta entre cada relámpago fuera más larga, avisando que se estaba alejando. Pero, mientras menos números contase, significaba que estaba cada vez más cercas de ellos la tormenta, dejándolos más que lejos de lo que llamaban el ojo del huracán donde debía haber calma y silencio.

—Eso no es muy científico. —indicó Oliver con una sonrisa burlesca en sus labios, entregándole nuevamente su copa a Sara quien la aceptó imitando su gesto.

—¿Y tú qué sabes de ciencia, señor abandoné la Universidad?

Oliver todavía no se lo había comentado a nadie más salvo a ella y a sus padres, pero había decidido dejar la universidad de último instante el mismo día que el gambito de los Queen zarpó del muelle de Starling. Aparentemente, según Oliver le había contado, no se sentía capacitado para esta responsabilidad, pues significaba que al graduarse la vida sería más severa para él, y no estaba seguro todavía de lo que buscaba en realidad en su vida, mucho menos si la Universidad era lo que buscaba en su vida.

Y Sara no podía juzgarlo por pensar esto. Después de todo, ella estaba en la Universidad únicamente por deseos de sus padres porque ella corrigiera su conducta y fuera más responsable como Laurel y Rouse. Si ella pudiera elegir, seguramente tomaría el mismo camino que Oliver. Pero él tenía el dinero interminable de sus padres, mientras que ella solo tenía reproches y miradas de decepción en su casa.

—Sé lo suficiente sobre la ciencia. —dijo él, y Sara dejó su copa nuevamente llena sobre la mesa de noche para así volverse hacia Oliver—. Sé de la fermentación—con cada palabra que él decía, se inclinaba cada vez más hacia Sara, provocando escalofríos en su espalda al sentir el aliento cálido del ojiazul sobre sus labios, invitándola a probar nuevamente de sus labios—, y de biología.

Cerrando sus ojos, Sara sintió como sus labios se unían nuevamente a los de Oliver, encajando perfectamente como si fueran dos piezas que estaban destinadas a encontrarse. Sin embargo, al besarlo, ella por una inexplicable razón sólo pudo verse a sí misma estando en su cama de la litera que compartía con Rouse, viendo como Laurel le miraba fúrica desde el marco de la puerta, gritándole que no tenía derecho en decir que Oliver era suyo, pues ahora era novio de Laurel.

—Laurel va a matarme—pensó en voz alta sin pensar del todo en lo que estaba diciendo apenas sus labios fueron liberados de los de Oliver, pero, pese a que gozaba de sus besos, todo lo que podía ver era la mirada destellante de furia de su hermana mayor, dispuesta en saltar a su cuello y zarandearla. ¿Qué no sería capaz de hacer si al volver a la ciudad la veía bajar el barco junto a Oliver?—. Va a matarme. —repitió con pesar.

—Tu hermana jamás va a saberlo—le aseguró Oliver, sintiendo como su mirada azul la penetraba, buscándola hacerla creer en lo que él le decía—. Jamás.

Antes de que ella pudiera decir algo al respecto, o siquiera en recordar todas las veces que ella y Laurel estuvieron a punto de asesinarse la una a la otra únicamente por estar enamoradas del mismo chico, los brazos de Oliver la rodearon en cuanto él, sonriéndole de oreja a oreja, soltó su copa de vino que cayó al suelo, salpicando el vino tinto sobre el suelo de madera sin llegar a quebrar el cristal para así empujar a Sara y hacerla quedar recostada sobre las almohadas de la cama, con él estando encima suyo, acariciando ya con sus dedos las puntas del cabello rubio de la joven Lance con devoción, como si ella fuera la mujer más hermosa que él hubiera visto, y que estaba dispuesto a cuidar y en hacer feliz.

Esto la hizo reír para así volver a besarlo, esta vez siendo ella quien tomase la iniciativa.

Tenía razón. Laurel no tenía por qué saberlo, y habían sido cuidadosos para cubrir toda posibilidad de que su hermana llagase en descubrirlos.

Otro relámpago cruzó el cielo con fuerza, causando así que las luces se apagasen por tan solo tres segundos, pero fue lo suficiente como para hacer que el miedo de Sara incrementara. Estaban en el océano, lejos de tierra según había escuchado momentos atrás por parte de Robert Queen, padre de Oliver, y la tormenta no hacía otra cosas más que acercarse, provocando igualmente que las olas fueran más implacables y difíciles de navegar.

—Ese estuvo más cercas ¿escuchaste?—murmuró con preocupación, pero Oliver la obligó a volver nuevamente su rostro hacia él con un gentil movimiento de su mano, y le otorgó una sonrisa reconfortante.

Claro que él estaba tranquilo. Él seguramente ya debió de haber pasado por tormentas como esa en el océano. Pero aun así ella tenía un mal presentimiento con respecto a esa tormenta.

—Sara, vamos a estar bien.

Si tan solo no hubiera dicho esta promesa, si tan solo no la hubiera besado con sus suaves y carnosos labios rosados, tal vez ella hubiera logrado salvarse del infierno. Tal vez la muerte habría llegado por ella y se la hubiera llevado de no haber sido por las ilusiones que Oliver plantó en su cabeza.

Las luces de la habitación parpadearon cuando otro relámpago cayó más próximo al barco, a lo cual le siguió el ruido de las quejas de la madera haciéndose presente en el suelo de la habitación, seguido de ver como la copa que Oliver había tirado al suelo rodaba sin control alguno hacia el muro que estaba ante la cama...y todo para Sara pareció dar vueltas.

Un grito de pánico brotó de sus labios cuando sintió como la gravedad se la llevaba a ella junto a Oliver fuera de la cama en cuanto el barco se inclinó al ser golpeado por una ola. Sintió como las manos de Oliver buscaban asegurarse de que Sara no se deslizara lejos de él, pero el sofá donde él anteriormente había estado sentado los separó cuando la cadera de él se golpeó ahí, llevando así al cuerpo de Sara deslizándose por las tablas de madera que crujieron al sentir su peso sobre ellas.

Las luces de la habitación empezaron a parpadear con más ímpetu, y mientras ella se alejaba cada vez más de Oliver, veía como en cada parpadeo que daban los focos a causa de la falla eléctrica, la estancia iba cambiando drásticamente. Los muebles desaparecieron por completo, las paredes adoptaron un aspecto industrial, metálico. Había puertas de celdas abiertas, el agua las estaba invadiendo lentamente, junto a lo que parecía ser una pequeña pero intensa llama de fuego que se iba expandiendo, la cual emitía un aroma a químicos que ni siquiera el agua era capaz de controlar.

Mientras cada vez se deslizaba fuera del barco, sentía como éste se partía por la mitad desde la base bajo su cuerpo, y ella se dirigía directamente hacia la zona que se hundía.

Las luces volvieron a parpadear. Vio unas flechas entre el agua junto a un arco. Una explosión de los fusibles. El rostro enmascarado de un hombre alto, con una máscara dividida en dos zonas. Negro y amarillo, y dos ojos negros penetrantes la miraban amenazadoramente, indicándole que si ella no se detenía él le mostraría lo que era conocer el infierno y rogar por morir.

Chispas comenzaron a saltar por todas partes, y entre la oscuridad pudo ver el rostro melancólico y atormentado de una mujer hermosa encapuchada. Como las muñecas de porcelana, era preciosa, pero sus ojos estaban muertos, carentes de vida. El destello de una espada se hizo presente, arma que ella portaba entre sus manos. La señaló con ella...y desapareció entre la oscuridad para ser reemplazada por el rostro de Oliver, quien la contemplaba con el terror impregnado en sus facciones mientras extendía una mano en su dirección, intentando alcanzarla pese a que ya estaban demasiado lejos, y ella se sumergía en el agua.

—¡Sara!

—¡Oliver!

Su cuerpo atravesó el agua gélida como una flecha, sintiendo como cada vez más se hundía en las profundidades, quedando privada de la superficie por los residuos del barco que cayeron junto a ella.

Tomó una gran bocanada en busca de aire...y despertó con un sobresalto en su cama.

Su pecho subía y bajaba con pesadez, buscando llenar sus pulmones de un aire que, si bien no debían requerir, ella sentía que tras su pesadilla vivida era necesario.

Llevó su mano hacia su pecho para buscar tranquilizar su respiración, y con su otra mano buscó aferrarse al edredón para brindarle la seguridad que necesitaba. Pero rápidamente su corazón pareció dejar de latir bajo su pecho apenas y se percató de que aquel edredón escarlata con el que había estado cubierta no era suyo, y que esa estancia, en definitiva, no era su habitación.

Las paredes portaban un aspecto rocoso, así como el techo, y la única iluminación que había era la de las velas que lanzaban pequeños destellos de fuego que se movían con cierta inquietud por el viento, junto a la luz blanca de luna que se colaba por el balcón que tenía a un lado de su cama. Había cuatro postes de metal que sujetaba su cama, con cortinas de seda roja como la sangre que estaban abiertas. No había nada que indicase a quien podía pertenecerle la habitación. Nada excepto un sillón del mismo color de las cortinas que había en un rincón, que tenía un velo negro junto a un abanico de mano escarlata.

Contuvo la respiración. No había sido una pesadilla, sino un recuerdo de lo que había sucedido para llevarla a lo que parecía ser la verdadera pesadilla de la cual deseaba despertar, pero sabía que, después de tanto tiempo, jamás había estado tan despierta.

El accidente del barco, el naufragio, Oliver...

Todo había sido real.

A un lado de su cama, sobre el buró, pudo ver que al lado de un candelabro había un vaso de agua casi vacío, junto a un plato de comida que apenas y ella recordaba haber probado. No quería comer, por que prefería morir. Pero esa voz, esa suave y gentil voz que le pedía comer le hacía imposible recordarse el por qué deseaba morir, porque algo dentro de ella quería complacerla, y estar bien por ella.

Dicen que en el infierno la amabilidad jamás viene sin la petición de un favor innegable, pero Sara no estaba segura de que aquella mujer que había cuidado de ella fuera necesariamente un demonio, sino la presa de éste que no podía escapar de sus garras, así que como prueba de su bondad buscaba ayudar a Sara.

Apartando el edredón, Sara se hizo un ovillo sobre el colchón y buscó alguna lagrima dentro de su ser apenas y sintió una opresión en su pecho, como si alguien estuviera retorciendo una daga en su corazón, pero parecía que ya no le quedaban más después de lo sucedido en Lian yu.

Era como si el purgatorio la hubiera dejado indispuesta por recordar como llorar, dejándola únicamente con el vacío en su pecho interminable, buscando a toda costa sostenerse con sus uñas de una roca para poder escalarla y sobrevivir.

Un año lejos de su familia desde que el gambito de los Queen se hundió en las profundidades del océano de China, y ahora ella ya ni siquiera podía recordar como sonaba la risa de su hermana Laurel, o la voz de Rouse. Pero su padre...si cerraba sus ojos y evocaba su recuerdo con vehemencia, podía escuchar a la lejanía de su memoria como él le hablaba y le decía que la amaba minutos antes de que el océano también buscase ahogarla como al gambito.

Pero ahora no estaba segura de poder regresar a casa. Antes tenía esperanzas en hacerlo, pero ahora podía jurar que jamás podría enmendar sus errores que cometió con su familia. Nunca más.

Su vestimenta que había usado en la isla había sido reemplazada por un camisón de seda negro de tirantes delgados, así como un brasier del cual Sara recordaba vagamente como es que tenían uno de su talla en un lugar como ese.

Tomó una bocanada de aire y cerró con fuerza sus párpados. Nanda Parbat era el nombre de la isla a la cual había llegado tras naufragar en una plataforma de acero que quedó del barco donde Slade Wilson y Oliver habían peleado con la disposición de llevarlo hasta la muerte de alguno de los dos. Ella había estado ahí, todavía podía recordar el sabor de la sangre en su boca cuando Slade la golpeó, o escuchar el sonido del choque de las espadas por una batalla, así como el silbar de una flecha a través de aquella batalla de espadas.

Había sido un año tan duro de sobrellevar al estar tan lejos de casa, así como de alguna zona habitada por la civilización. Hizo cosas que ella jamás se había creído capaz de hacer por buscar sobrevivir. Por qué era en todo lo que era capaz de pensar: tenía que sobrevivir. Luchar contra la marea, contra los monstruos y contra todo lo que fuera necesario para obtener su supervivencia. Pero ahora no estaba del todo segura si era lo que deseaba.

—Cuando una persona busca su supervivencia, pasa tanto tiempo huyendo de algo, que a veces ya no sabes por qué evadiste a la muerte y te enfrentaste al destino de la soledad por buscar sobrevivir—recordó en un rincón de su mente aquella suave voz que le dijo estas palabras los primeros meses en los que Sara tocó tierra, para introducirse al purgatorio. Era una voz que ahora Sara pensaba que había más melancolía por detrás de lo que aparentaba en aquel entonces—. Una vez que haces esto, no eres capaz de detenerte, porque te alejas de los que amas para protegerlos, sin embargo, te quedas sola. Y tu familia te necesita. Necesita ese corazón puro que todavía hay dentro de ti. Debes saber cuándo detenerte en cuanto terminemos esto, o enfrentarás algo mucho peor que la muerte como sigas buscando sobrevivir.

Ahora sabía que tenía razón. Había creído en ese entonces que la soledad le había afectado al estar tanto tiempo en una isla, pero estando en esa habitación desconocida, podía sentir la misma sensación de malestar dentro de sí igual que en el gambito, o cuando Oliver se enfrentó al que alguna vez fue su amigo. Y ambas ocasiones habían tenido el mismo fatídico final donde ella se alejaba de Oliver por la corriente del océano, lejos de él y de todo lo que conoce, hasta llevarla a un lugar donde ella ni siquiera sabía dónde se encontraba con exactitud. Ella no conocía las islas, y a duras penas sabía que países pertenecían a América, Europa y Asia. Jamás había escuchado el nombre de Nanda Parbat en clases de geografía o historia. Y esto sólo le hacía ver que no podía significar nada bueno para ella.

Recordaba que cuando la corriente la dejo flotando en el agua, el sol le daba directamente en el rostro, cosa que la obligó a cerrar sus ojos y solo esperar la muerte. Su piel estaba demasiado reseca gracias a estar días naufragando sin tener idea hacia dónde la llevaba la marea, y se sentía tan débil que ni siquiera podía moverse cuando deseó caer de la plataforma de metal para así ahogarse definitivamente y terminar con todo, estando más que dispuesta en encarar la muerte. Sus labios habían estado igual de resecos que su piel, y no sabía si sentía molestias en su estómago por el hambre o por la herida que había sufrido en medio de la corriente salvaje del océano que la arrastró hasta la superficie cuando el barco colapsó sobre ella.

Había estado segura de que era su fin, que jamás volvería a hablar siquiera por teléfono una vez más con su padre para despedirse de él, así como pedirle perdón a Laurel por ser la amante de Oliver, o decirle a Rouse que ella había sido una ignorante todas las veces que la insultó por ocultarse detrás de los libros.

Pero, como si el destino quisiera asegurarse de que ella pagase una penitencia por el daño que introdujo en su familia, alguien la encontró flotando en el agua sobre aquel trozo de plataforma metálica, arrastrándola así a lo que era tierra firme. Nunca antes había estado tan familiarizada como agradecida por esa expresión que ella escuchaba en el televisor hasta esas veces donde ella había estado expuesta dos veces en estar a la deriva en el océano. Tenía más significado del que alguien pudiera imaginar, por que significaba que uno estaba finalmente a salvo, y que ya no quedaría a la espera de lo peor.

Pero al no tener un curso trazado, y al dejar que el agua la llevase por la corriente, podía que el lugar que ella pisara no fuera tan seguro en comparación con la salvaje marea.

Antes de haber perdido completamente el conocimiento, Sara recordaba ver a través de la incandescente luz del sol el rostro de una mujer de tez blanca, ojos que estaban ligeramente rasgados, pero que no llegaban a ser del todo orientales, más bien como si tuviera ascendencia asiática. Todavía podía sentir el ligero roce de los mechones de cabello oscuro que rozaron sus mejillas cuando aquella mujer se inclinó sobre ella para asegurarse de que siguiera viva. Todo lo que siguió después de esto eran recuerdos confusos en su cabeza. Recordaba que esa misma mujer se encontraba cercas suyo, alimentándola y cuidando de ella en todo momento, como un ángel de la guarda que buscaba ayudarla en recuperarse de sus heridas.

Pero Sara no quería recuperarse, sino morir. Estaba segura de que lo que hubiera en esa lugar, debía de ser mucho peor que Lian yu. Lo presentía, y ahora podía jurarlo al ver con más detenimiento cada rincón de la estancia donde ella estaba.

Sus ojos azules capturaron entonces en destello fugaz del metal reluciendo contra la luz de las velas, y vio que se trataba de una espada con una hoja curvada que estaba colgada en lo alto de la pared sobre la puerta sobre una superficie escarlata. Sara tenía la impresión de que aquel color era el preferido de quien fuera el habitante original de esa habitación, cosa que la hacía sentir todavía menos segura, ya que inmediatamente lo asociaba con la sangre. Había visto la suficiente en un solo año como para saber que esta no era del todo clara como lo hacían ver en la ficción, sino oscura, y que cuando uno se cubría las manos con ella, no era del todo pegajosa, pero tampoco con una textura agradable.

Sara se vio a sí misma contener el aliento mientras lentamente volvía su cuerpo hacia el costado derecho de la cama para así colocar sus pies descalzos sobre el suelo frío. El suelo era liso, pero no era algún material que ella hubiera visto en Ciudad Starling. Ni siquiera la mansión de los Queen tenía un suelo tan exquisito como ese de acuerdo con la estructura de un palacio antiguo que tenía su residencia.

Sus manos empezaron a temblar apenas y se colocó ante la puerta, mirando aquella espada que colgaba del muro. Su rostro estaba impasible, ya que no era la primera vez que veía una espada, pero jamás había usado una. Si bien las había cargado, nunca aprendió a pelear con un arma como esa en su estancia en Lian yu.

Pero había visto a una mujer que no debía ser un poco más alta que ella usarla como si fuera una extremidad más de su cuerpo, y Sara quería creer que sí aquella mujer pudo con él peso de una espada que incluso era más grande que esa, entonces ella también podía hacerlo.

Siendo así, Sara se colocó sobre las puntas de sus dedos y estiró su brazo para así buscar sostener la empuñadura. Extendió lo más que pudo sus dedos, y cuando éstos lograron rozar la espada, la rubia se estiró todavía más, hasta que entonces dio un salto, y en el acto sus dedos rodearon la empuñadura para así volver a tocar el suelo, trayendo consigo el arma.

Increíblemente era más ligera de lo que ella había imaginado, pero esto tampoco significaba que fuese igual al peso de una pluma, pero, indudablemente, era más liviana que las que ella había cargado en la isla.

La hoja estaba curveada, cosa que la hizo preguntarse cómo es que esto podía servir en un combate, pero debía serle suficiente a ella para defenderse y salir de ahí. Si había una cama en ese lugar, estaba segura de que también podía haber barcos que zarparan a América.

Tomando otra bocanada de aire, Sara retrocedió unos pasos sobre sí y busco diversas formas de cómo podía sostener la espada. Intentó con colocarla sobre su costado derecho, para después probar con colocarla en posición horizontal con su brazo alzado, pero rápidamente descubrió que era más difícil de lo que aparentaba ser esa posición.

Sin embargo, cuando escuchó como alguien parecía abrir la puerta con una llave, indicándole así que, aunque hubiera intentado escapar habría sido en vano al estar encerrada, Sara olvidó todo lo que ella creía saber, y únicamente se limitó en abrazar la adrenalina que sentía en su cuerpo y colocó entonces la espada delante suyo con el filo apuntando hacia su costado izquierdo, lado opuesto de donde ella la sostenía. Contuvo la respiración, y empezó a sentir como sus oídos zumbaban en el acto, más ignoró esto por completo.

En cuanto la puerta se abrió, la joven rubia vio como una mujer más alta que ella, la cual debía medir al menos un metro setenta, ingresaba a la estancia vistiendo una prenda que Sara no estaba segura de que, si eran prendas comunes mezcladas en un orden que ella no conseguía descifrar, o un traje semejante al de los samurái. Al pensar esto ella rápidamente echó un vistazo a la espalda que sostenía, y empezó a creer que esa espada era la de un guerrero samurái, y que esa mujer era la dueña respectiva.

—Veo que estas despierta.

Sara titubeó apenas y vio que la recién llegada no pareció inmutarse porque ella estuviera con una espada en mano, dispuesta en atacar en cualquier momento. De hecho, se le veía complacida, como si dentro de ella misma hubiera esperado que Sara hiciera exactamente esto.

La ojiazul retrocedió otro paso, con sus manos volviendo a temblar por qué no sabía que hacer al respecto. ¿Cómo es que alguien no se podía preocupar por qué alguien pudiera estar a punto de asesinarlo con una espada? De ser Sara la que estuviera en el lugar de aquella mujer, seguramente ya estaría rogando por qué bajase el arma.

—No te acerques. —balbuceó, y se maldijo internamente por lo débil, por no decir patética, que se había escuchado aquella vaga amenaza de su parte.

La mujer de cabello castaño oscura esbozó una sonrisa para a ti seguido suspirar.

—Te sientes mejor, según veo. —señaló, pero esta vez Sara detectó que, pese a que sonreía, su voz no se escuchaba del todo satisfecha por esto.

Aquello no pudo desconcertar más a la joven rubia. Sin embargo, si estaba segura de una cosa era que no estaba dispuesta en soltar aquella espada.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar exactamente?

Si algo había aprendido en Lian yu, era que siempre tenía que saber hacer las preguntas adecuadas de acuerdo con su posición, y en esos momentos ella estaba segura de que jugaba el papel de una rehén, y aquella mujer podía ser su captora, o quien trabajaba para esta persona que la tenía cautiva. Si alguien era encerrado bajo llave, era para que no escapara.

—Estás en Nanda Parbat. No puedo darte más información al respecto. Pero te puedo asegurar que estas en un mejor lugar de donde estuviste.

—Entonces ¿por qué tenerme encerrada?

—Para que no te fueras. No sabrías a dónde ir, me parece. Dudo bastante que siquiera conozcas el lugar en donde estas una vez y salgas de mi hogar.

Sara enarcó su ceja y mordió el interior de su mejilla. Aquella mujer tenía una voz tan controlada, serena, como también altanera. Era conocedora de que sus posibilidades de contener a Sara eran inmensas, y Sara no dudaba de ello guiándose por su vestimenta y la espada que encontró en el muro de la que, estaba segura ahora, era su habitación.

—¿Por qué no puedo irme?

—Por qué ya entraste aquí. Y mi padre desea conocerte. —un escalofrío recorrió la espalda de la rubia apenas y escuchó esto. Ya había entrado, pero ¿a dónde exactamente?

—¿Quién es tu padre? ¿Un político refugiado, acaso? ¿Un mercenario?

Aquello hizo que la mujer emitiera una risa por lo bajo y mirase con genuina curiosidad a Sara, como si ante ella tuviera a la criatura más singular que jamás hubiera visto y no podía descifrar.

—No. Esas personas son insignificantes en comparación con mi padre. —respondió con orgullo por el poder que su papá, aparentemente, poseía.

—¿Por qué desea conocerme?—su voz comenzó a temblar, al igual que todo su cuerpo—. ¿No puedo irme?

Ésta pregunta tenía más peso del que aquella mujer podía siquiera imaginar, pues era la pregunta que se repitió mentalmente durante todo un año, hasta que finalmente salió de Lian yu, únicamente para terminar nuevamente cautiva.

—No. Todavía no. —añadió esto último casi en voz baja que Sara apenas y logró escucharla.

—¿Quién eres tú?—si iba a conocer al padre de aquella mujer, tal vez podría conocerlo mejor al saber quién era ella.

—Soy Nyssa, heredera del demonio.

Sara tragó en seco apenas y escuchó esto. No podía ser cierto. ¿Es que ella ya estaba muerta, y había llegado al infierno? De ser así, ella jamás se imaginó el infierno de dicha manera. Pensó que sería más caliente, y sin muebles, sino suelo infinito cubierto con lava que quemaría sus pies durante toda la eternidad.

Como si hubiera leído sus pensamientos, Nyssa alzó una de sus cejas y esbozó una sonrisa.

—No estás en el infierno. Curé tus heridas y me aseguré de que tuvieras las mejores comodidades, por eso te encerré. No deseaba que nadie indeseado ingresara—torció sus labios—. Algunos no aprueban que estés aquí.

—¿Quienes?

—Se podría decir que, en términos de forjar lazos, mi familia.

—¿Tú familia?

—Cómo podrás darte una perspectiva con la espada que sostienes, en este lugar habitan guerreros que sirven a mi padre. Estas personas jamás fueron secuestradas—añadió en cuanto vio cómo el rostro de Sara perdía todo color—, sino que vinieron por su propia voluntad dispuestos en dejar atrás una vida en la cual jamás se sintieron plenos. Saben que pueden dar más de sí, pero en sus antiguas vidas eran subestimados, y el dolor los dejaba solos, pero en realidad ese dolor es su mayor fortaleza, por que los hace ser quienes son en verdad—Nyssa empezó a adentrarse más en la estancia, pero mantenía una distancia prudente de donde estaba Sara, quien se aseguraba de seguir cada movimiento de la castaña—. La gente cree que el dolor lleva a la melancolía o a la locura, pero en realidad desvela lo mejor y lo peor de nosotros. Nos lleva a saber cuáles son en realidad nuestros límites, que tan tenaces y feroces podemos ser, y mi padre toma esto para hacer de cada una de esas personas los guerreros que siempre han estado destinados a ser. En medio de la desesperación, todos estamos dispuesto a hacer cosas que estando en nuestros cinco sentidos jamás haríamos. Por qué pensamos demasiado, pero en la desolación, no existe esa voz mental que nos retiene.

Sara no iba a decirlo en voz alta, pues sería como darle a Nyssa todo lo que quedaba de su alma en una bandeja de plata. Se quedaría desnuda, expuesta. Pero la verdad era que todo lo que ella le había descrito se adaptaba perfectamente a lo que ella estaba atravesando en esos momentos. Todo lo que ella hizo en la isla, las cosas que fue capaz de hacer en un acto de desesperanza...por un momento tardó en reconocerse, y ahora le costaba todavía más saber si aún quedaba algo de la Sara que había partido del muelle de Ciudad Starling.

—Y estas personas ¿dejaron todo atrás?

—La mayoría ya no tenía familia o amigos—dijo Nyssa—. Al venir aquí saben lo que buscan, y lo que deben dejar atrás. Y te sorprenderá saber que nadie extraña su vida pasada, porque saben que es aquí donde ellos pertenecen, donde jamás volverán a ser subestimados, o heridos. No necesitan que nadie más los proteja porque ellos mismos se pueden proteger, así como también protegen a mi padre.

—¿Tú has vivido aquí desde siempre?—preguntó un tanto incrédula ante la idea de que una bebé estuviera rodeada de un ambiente tan poco cálido como lo era ese lugar.

Pero Nyssa, una vez más, parecía gratamente sorprendida por las preguntas que le hacía Sara, sonriéndole cómo respuesta a cada una de sus interrogantes.

—Es todo lo que conozco—se encogió de hombros, y Sara, por un momento, pudo ver que detrás de la imagen de aquella guerrera estaba una persona real que estaba dispuesta a dejarse ver ante Sara—. Y no es tan terrible como puede llegar a verse. Como podrás ver, no me falta ninguna extremidades por algún incidente con espadas o flechas desviadas.

—¿Qué quiere tu padre de mí?—preguntó, pero esta vez solo había confusión como un atisbo de miedo por la incertidumbre que sentía por cual sería el destino que tenía preparado para ella el padre de Nyssa.

Era un hombre que tenía un ejército de guerreros que usaban armas como espadas, arcos y demás. Las balas deberían ser juegos de niños para ellos, por lo que le contaba Nyssa. Y en todo caso, ella era una intrusa en su hogar, un error que debería ser eliminado.

—Hablar contigo—respondió Nyssa—. Escucha, yo no pensaba que te recuperarías tan pronto—confesó entonces—. De hecho, mi padre me privó de sus recursos que seguramente te habrían hecho sanar más rápido, pero estás de pie, y con una espada que estoy segura de que no sabes usar. Pero no te importa—esbozó una sonrisa que estremeció hasta el alma de Sara, pues si bien no había malicia tras de sí, Sara sabía perfectamente lo que quería decir con ello, pero no haría o diría nada hasta que Nyssa lo dijese en voz alta—. Tienes un coraje y valentía que he visto en pocos. Vi cómo un hombre tardó meses en saber usar sus puños, pero aprendió cuando se le amenazó con morir. Veo en ti coraje, tenacidad, y dolor. Y no te dejas vencer, porque de ser así no habrías ido por esa espada. No sé cómo sea la vida que dejaste atrás en ese naufragio, pero te puedo asegurar que lo que sea que haya sucedido, puedes dejarlo ir para obtener algo mejor.

El corazón de Sara pareció detenerse por completo bajo su pecho por lo que pareció ser una eternidad. Sus oídos zumbaban con más fuerza hasta hacerle imposible escuchar su propia respiración.

—¿Unirme a un grupo de asesinos para dejar atrás a mi familia?—se escuchó decir a sí misma, pero su voz no parecía pertenecerle, ya que sentía que hablaba a una distancia lejana mientras que su garganta se sentía áspera—. No. No entiendes. Yo no debería de estar aquí.

—Así como tampoco en el gambito de los Queen—al ver como los ojos se Sara se salían de órbitas al escuchar las palabras de Nyssa, la castaña esbozó una sonrisa de suficiencia y se encogió de hombros—. Mi padre no acepta forasteros, no cree en las coincidencias. Así que tuve que averiguar quién eras y de dónde vienes para que él aceptara que te quedaras durante tu recuperación. Eres Sara Lance, hija de Quentin y Dinah Lance, residentes de Ciudad Starling, cercas de Seattle. Tú ciudad fue fundada cinco años después de la Segunda Guerra Mundial como un proyecto que tenía el propósito de darle hogar a las personas que perdieron algo en dicha guerra. Un nuevo comienzo el ciudades que nacieron después de aquellos fatídicos sucesos—sonrió burlesca—. Una bella historia para una ciudad que ahora no vale nada. Tienes dos hermanas. Una es abogada, mientras que la otra estudia esta misma carrera lejos de tu hogar. Nuevo México, según vi. Te fuiste de tu hogar con Oliver Queen siendo su amante, engañando así a tu hermana, quien era su novia.

» Eras perfectamente consciente de lo que hacías. No sé qué sucedió después, pero, por tu ropa que traías puesta, me atrevo a decir que no venias de un lugar lindo. Tenías heridas que jamás sanaron bien, así que no tenías doctores cercas. Una isla, posiblemente. Hay cientos de ellas. Llegaste aquí por qué la corriente no te arrastro, o por qué no estás preparada para morir. Y yo creo que es esto último. La muerte no es para ti, no aun, al menos. Y aquí te podemos dar el propósito que buscas. Dime ¿Por qué volver a un lugar donde creen que estas muerta? ¿De verdad lo vale? Ha pasado un año ¿por qué abrirles esa herida? Eres libre, como un ave.

—Canario.

—¿Disculpa?

Sara se mordió con más fuerza de la debida el interior de su mejilla hasta que sintió un sabor metálico en su lengua, indicándole que ya se había sacado a sí misma sangre. Sin embargo, la joven rubia bajó entonces la espada lentamente y dejó caer el arma al suelo, provocando así un eco del acero golpeando la piedra.

—Es mi ave preferida—dijo en voz baja, sin estar del todo segura del porqué de todo lo que Nyssa le había dicho, ella solo se limitaba en decirle aquello—. Me gusta su canto.

Nyssa esbozó una sonrisa más suave, gentil, y lentamente se acercó a Sara para así entrelazar sus dedos con los de ella y mirarla a los ojos. La mirada de Nyssa era profunda, intensa, con un iris de color marrón, casi negro, de no ser porque la luz de la luna dejaba expuesta aquella matiz clara que le recordaba a Sara como el chocolate de leche blanca que preparaba Rouse para ellos en Navidad. Nadie más que su hermana menor sabía preparar bien el chocolate caliente.

—Mi padre desea verte—repitió en voz tan baja que hacía de su voz una melodía tan hermosa como la voz de una sirena. Era atrayente, pero sabía que la estaba conduciendo a un camino sin retorno—. No puedes irte hasta verlo—inhaló, y cuando exhaló Sara se dejó embriagar por su cálido aliento—. Ta-er al-Sahfer.

El ceño se Sara se frunció mientras que sus labios tiraban de una sonrisa ladina.

—¿Qué significa eso?

—En árabe, significa canario. Sabrás responder esto cuando sea el momento en el que debas tomar una decisión. —lentamente soltó sus manos y le miró con compasión, pidiéndole igualmente disculpas por lo que tenía que suceder a continuación. Solo que esta vez Sara ya no estaba asustada. Si bien no le causaba tranquilidad lo que podía esperarle afuera de esas cuatro paredes, sabía que tarde o temprano tendría que salir de ahí. Y ya estaba cansada de tener miedo y evadir las cosas.

Abrazándose a sí misma, Sara asintió en silencio ante la petición de Nyssa, y la portadora del título de la heredera del demonio se encaminó a la salida de su alcoba, con la joven rubia ojiazul siguiéndola de cercas.

Los pasillos de lo que parecía ser el hogar de Nyssa eran igualmente hechos de piedra, como si fuese una cueva que fue moldeada para ser una fortaleza, un hogar. Cada pared, con distancia de cinco metros, tenía candelabros de cristal con lo que era una vela con una llama incandescente, mientras que en el techo había un candelabro de araña con pequeñas cuentas de cristal en forma de gotas de agua que caían como si fuera una lluvia que jamás tocaría tierra, siendo alumbrado por una docena de velas pequeñas pero que no parecían tener fin alguno.

Cada corredor que iban dejando atrás era idéntico, sin alguna pieza diferente que los hiciera distinguir entre otros. Un laberinto que, para los que no conocieran el lugar, llegarían a lo que sería su perdición como tomasen el camino erróneo.

Finalmente, Nyssa abrió de par en par dos grandes puertas hechas de madera pura e inmaculada que no parecía haber sido tocada por algún material industrial, sólo era obra de la naturaleza y de dos manos que la moldearon.

Las puertas apenas y emitieron algún crujido al ser abiertas, siendo sorpresivamente silenciosas. Nyssa se adentró en la estancia a la cual habían llegado, y se detuvo a tan sólo cinco pasos del umbral de la puerta, con Sara deteniéndose detrás suyo.

La postura que Nyssa adoptó era más rígida, con su mentón en alto y sus brazos a los costados, como un soldado. Sara no entendió el porqué de esto hasta que a sus oídos llegó el sonido del metal chocando repetidamente. Moviéndose al costado de Nyssa, la rubia vio con cierta vacilación la escena que se extendía ante ella, y sintió como si su sangre se hubiera convertido en hielo, dejándola incapaz de siquiera poder respirar.

Había un hombre se estaba en lo que era el centro de la sala, la cual tenía ventanas largas que llevaban a tener una vista del cielo nocturno, sin mostrar alguna otra cosa. Eran demasiado angostas, llevándole a Sara preguntarse su al menos su brazo podía entrar por ahí, por que dudaba bastante que su cabeza lo hiciera. El techo tenía un candelabro todavía más grande de los que ella vio en los pasillos, y parecía que cada llama de las velas se movía al compás del choque de las espadas que libraban un combate.

Al rededor del hombre había doce personas luchando, vistiendo trajes negros cubrían por completo sus rostros, dejando solo expuestas sus manos y ojos. De no ser por la luz de las velas como de la luna que se colaba por las ventanas, Sara habría creído que se trataban de sombras danzando en la sala.

Cada uno peleaba entre ellos, hasta que, al ver que era imposible derrotarse entre ellos, arremetían contra el hombre que, a diferencia de ellos, tenía el rostro descubierto, y su vestimenta tenía un aspecto más ligero. Sara pudo distinguir que su espada era la más corta del resto de los guerreros, y que con cada estocada que repelía de sus adversarios, los anillos que lucía en su mano derecha lanzaba destellos fieros contra la luz de las velas.

Tenía cabello corto, castaño, con piel blanca pero ya con una que otra arruga por el paso del tiempo. Sin embargo, la forma en cómo se movía y empuñaba su espada era de la complexión de ser alguien extremadamente joven y ágil. No parecía dudar bajo ningún segundo en cada movimiento que hacía. Era como si fuera igual de ligero que el aire, y su espada era parte de él, y no un peso extra.

Uno a uno, los guerreros enmascarados fueron cayendo al suelo cuando él hombre tiraba sus espadas, y estos caían de rodillas, mostrando sumisión y obediencia. Cuando el último hombre cayó junto a su espada, el hombre no mostraba siquiera alteración en su respiración, o fatiga. Era como si aquello no hubiera sido más que una tarea ordinaria del diario, como cocinar o conducir un auto.

Cuando todos sus adversarios quedaron ante los pies del hombre que los había vencido en cuestión de menos de cincuenta segundos, Sara recordó entonces la voz amarga de una mujer, hablándole sobre el arte de la guerra.

—No importa tu estatura, edad o género. Un guerrero puede vencer a un ejército completo con sólo una espada, o incluso sin ello. Lo que cuenta es la mente. Si dominas eso, todos deberían hacer bien con temerte.

E inexplicablemente, al pensar en esto y ver la escena que se extendía ante ella, Sara no pudo contenerse y se rio.

Empezó con sus labios tirando de una sonrisa, y después su garganta consiguió emitir el sonido de una risa que ella misma se sintió poco familiarizada con su sonido. Parecía ya bastante lejano el tiempo en el que ella llegó a reír. Solo que está vez no sabía su era una risa de alegría, o una de desesperanza por lo que ella misma sabía que estaba por suceder.

—Sara Lance—pronunció su nombre aquel hombre, que enfundó su espada en su cinturón y alzó su mano para así mover dos de sus dedos con un movimiento imperceptible para la vista, como ver el aleteo de las alas de un colibrí—. Veo que esta despierta. Y en todas sus facultades, según puedo apreciar.

La sonrisa de Sara entonces se desvaneció por completo en cuanto un hombre vestido de negro como el resto se acercó a él por detrás y, rodeándolo con agilidad, se arrodilló y le extendió una espada que debía de medir lo mismo que Sara, tal vez con veinte centímetros de diferencia. El gran guerrero, el que debía ser el padre de Nyssa, tomó el arma y la colocó a su lado, como su fuese un bastón en el cuál él no requería apoyar su peso.

Con otro movimiento de su mano izquierda, con la que no sostenía la espada, las doce personas que estaban de rodilla se incorporaron rápidamente y uno de ellos, uno alto y de ojos negros, la sujetó con fuerza de su brazo y de un momento a otro Sara se encontró a sí misma cayendo con brusquedad al suelo sobre sus rodilla, quedando ante él. El pánico rápidamente se apoderó de ella, en compañía de un sudor frío que cubrió su frente.

Todo estaba pasando demasiado rápido.

—Mi hija, Nyssa Al Ghul, me contó de tu recuperación—musitó él, como si aquello no fuera más que una conversación casual, pero Sara no tenía voz ahí, no mientras él tuviera una espada con un filo tan letal como esa en sus manos—. Como comprenderá, señorita Lance, no puedo permitirme el lujo de dejar entrar a cualquier desconocido aquí. Esto no es un hotel, ni siquiera para alguien que llegó aquí bajo sus condiciones. Sin embargo, no creo en las coincidencias. Sé que usted viene de muy lejos por tomar una decisión que posiblemente ahora le parezca errónea. Pero tampoco creo en las equivocaciones. Sobrevivió. Desafío a la muerte dos veces. Por qué dudo bastante que ese haya sido su primer naufragio. —señaló.

La espalda de Sara se vio asaltada por un escalofrío ante el recuerdo de la vez que fue rescatada en el mar de China, solo para encontrar algo mucho peor que la muerte. Pero ahora dudaba bastante que lo que vivió antes haya sido peor de lo que estaba por suceder.

—Cada guerrero que ve aquí, señorita Lance—prosiguió él—,viene a mí, Ra's Al Ghul, la cabeza del demonio, para buscar un propósito. Una nueva vida. Nadie puede estar solo por siempre. He observado, señorita Lance. Eres la hermana de en medio. Una es una gran abogada, destinada a cosas grandes según lo dicta lo que las personas llaman ética. Tú hermana menor, por otro lado—enarcó su ceja—, ella, indudablemente, es la favorita de tu padre. ¿Qué hay de ti? ¿Qué es Sara Lance sin sus hermanas? Nada. Todos deben seguir a alguien, perseguir lo que llamamos un propósito de vida. Tú no tienes claro el tuyo, pero probaste los brazos de la muerte, y te escapaste de ella dos veces. No lo creí antes, pero cuando te vi, juraba que con tu estado no pasarías la segunda noche. Me equivoque. Eso pocas veces sucede. Hay una fuerza en ti bastante peculiar, que yo puedo ayudarte a moldear.

—¿Quiere que asesine para usted?—preguntó en voz baja, incapaz de siquiera poder derramar una sola lagrima ante él por lo atemorizada que se encontraba.

—No. Quiero que mueras por mí. Te estoy ofreciendo el acceso a puertas que jamás podrás acceder como Sara Lance, ciudadana de Starling, sombra de dos de sus hermanas y la vergüenza de su familia. Se podría decir que jamás has tenido claro que lo que buscas, porque esa vida no era para ti. Pero estando aquí tendrás la libertad que siempre has añorado. No más ataduras, no más vergüenza, miedo, o dolor. Vive y sirve para mi cambio de una nueva identidad, una nueva vida, o muere en la agonía de este dolor que te consume.

Quería morir. Tenía ya la petición en la punta de su lengua para que aquel hombre, Ra's Al Ghul, le diera una muerte rápida con aquella espada. Pero el problema era que ella ya había enfrentado la muerte dos veces, y la segunda vez estuvo más que dispuesta en morir, porque sabía que sí seguía con vida, sólo le esperaba un camino más oscuro que el que atravesó en Lian yu. Y ahora, teniendo ante ella nuevamente la muerte, estaba aterrada.

Ya estaba en el infierno ¿qué diferencia habría con él infierno del que todos hablaban cuando se moría? Ella ya estaba atrapada en él estando incluso viva.

Pensó en sus padres, en sus hermanas, y en que incluso si pudiera salir de ahí con vida, ella no volvería a casa, no después de lo que sucedió en la isla. Su alma ya estaba perdida, y ahora, mirando al demonio a los ojos, se la entregaría a él.

—Mi vida es suya, Ra's Al Ghul—pronunció en voz alta y más clara de la que ella misma había previsto, sin soltar en ningún momento su mirada de él, y sintiendo que con cada palabra que ella decía, estaba entregando todo de ella, quedándose así vacía por dentro, sin sentir alegría, pero tampoco dolor. Era como liberarse de algo que ella no sabía que le pesaba tanto hasta ahora—. Estoy a sus pies y dispuesta a que usted haga de mí lo que crea más conveniente.

¡Oficialmente hemos dado inicio a esta historia!

Okay, antes de decir algo más, necesito aclarar algunas cosas

Para los que NO conocen a Sara Lance, no se apuren, que su historia no será la misma a como se muestra en las series de Arrow y Legends of tomorrow. Yo solamente tomé al personaje, pero su historia no es al pie de la letra como en las series, así que no se apuren. Además, explicaré todo lo que sucedió en Lian yu, que es lo único que respeté de la serie de Arrow. ¿Okay? No entren en pánico, no soy tan cruel como para no explicarles a donde se van a meter ustedes junto a Sara.

Para los que SI conocen a Sara desde Arrow y Legends of tomorrow, repito, su historia no será como se mostró en las series. De hecho, legends of tomorrow jamás existe para Sara. Pero creo que para ustedes será más fácil entender su historia con Oliver y en Lian yu. De todos modos, nada de spoilers para los lectores que no tienen idea, por favor. Que a su tiempo voy a narrar todo lo que aconteció ahí.

Este es solo un preludio, pero honestamente creo que es el preludio más extenso que he escrito en general con todas mis historias. Quería explicar el cómo es que Sara llegó a Nanda Parbat, y el día en el que aceptó unirse a la liga de los asesinos. Espero que les haya gustado, y esperen actualización la próxima semana con el primer capítulo.

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