ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜ́ɴɪᴄᴏ
Si no fuera porque Suikaru es algo inocente para eso, Kasaha juraría que el peliverde le hizo un amarre.
¿O cómo explican que incluso el chico del paraguas es capaz de ir a recogerlo hasta un bar de mala muerte, luego de una noche de copas con sus amigos?
Suikaru, quiero que sea la última vez que sales a tomar sin avisarnos dónde estás. ¿Sabes lo preocupado que estaba?. - Kasaha hablaba con su mejor amigo, mientras estaba de pie, cruzado de brazos y con una expresión seria. - Eres un tonto...
El hombre alto y fornido, viendo lo tierno que era su amigo del alma cuando estaba enojado, decide acercarse a él para abrazarlo, cosa que consigue milagrosamente pese al estado en el que se encontraba.
Pero así me amas enano~. - Responde Suikaru, con un tono entre burlón y coqueto en su voz.
Kasaha suspiró de cansancio, mientras trataba de apartarse del abrazo de su amor platónico.
El de ojos gris lo amaba mucho, no lo podía negar, pero Suikaru no sentía lo mismo; además, no se podía aprovechar del hecho de que su amigo no estaba en sus cinco sentidos para besarlo, abrazarlo o aprovecharse de él. Kasaha no era ese tipo de chicos.
El enano peliverde se apartó un poco para acercar su mano hacia el cabello del contrario y ver su cara, notando así que no faltaba mucho para que se quedara dormido ahí mismo.
Sí, si te amo. - Responde Kasaha en un susurro. Aunque al decir eso, escuchó una risa del mayor. Ahora entendía porque lo amaba, hasta estando medio inconsciente no dejaba de ser un galán. - Es hora de irnos, te llevaré a tu casa y llamaré a Kyabetsu para informarle que estás a salvo.
Con algo de problemas y después de que Suikaru pagara su cuenta, no sin antes de que Kasaha se asegurara que estaba bien hecha y no le querían sacar dinero de más; llegaron al auto del menor.
El de las cicatrices dejó que Kasaha lo llevara, abriendo la puerta del mismo para dejarlo adentro con cuidado, colocando el cinturón de seguridad al (casi) inconsciente bombó- Perdón, hombre fornido.
El mayor se removió en el asiento con los ojos cerrados, tratando de ver a su amigo y cuidarlo con la poca vista que tenía a causa de sus cansados párpados.
El menor miró la hora en su reloj, notando que ya era bastante tarde como para andar en la calle, así que se sube rápidamente al auto.
Aunque también había otro motivo que Kasaha no quería admitir: Le daba miedo andar sólo en la calle, y más en este tipo de barrios.
Una vez todo asegurado, los peliverdes partieron hacia la casa del mayor.
Durante el camino a casa del musculoso chico, había un silencio total por parte de ambos, un ambiente algo tranquilo para Suikaru e inquietante para Kasaha.
El mayor notó esto último, por lo que decide hablarle a su amigo para que no se sienta tan solo y le invada el miedo por salir en la madrugada.
¿Cómo conduces con lo chiquito que eres? Parece que tengo a un pitufo como amigo. - Suikaru se burló.
¿Disculpa? Para tu información soy de estatura promedio, grandulón. - Kasaha responde, algo molesto por el comentario de su amigo.
Si claro... Y yo no soy guapo~. – Contesta sarcásticamente el contrario. - Cabrón, mides como un metro y treinta centímetros.
Mido un metro setenta y cinco, Suikaru. - Dice molesto el menor.
Y yo un metro noventa y ocho. - Remata el de ojos blancos. - ¿Quién es el chiquito aquí, enano?
Ay no puede ser... - Habla el de ojigris.
Es más, ¡El mayor es quien debería de conducir! - Exclama el de las cicatrices, mientras ve con una sonrisa a su compañero.
Suikaru, sólo tenemos tres años de diferencia, no exageres tampoco. - Dice Kasaha, concentrado en el camino de regreso para que el viaje vaya seguro.
¿Cuántos años tienes wey? A ver si muy grandesito estás. - Pregunta el hombre fornido.
Veinte. - Responde el chico delgado.
¿Ya ves wey? Estás todavía chiquito. Apenas y sabes cómo pagar impuestos y salir a la calle sin perderte, no sabes qué pedo con la vida. - Le reclama el peliverde mayor al menor.
Para tu información, soy un adulto independiente. Incluso ya estoy pagando yo solito mis estudios. - Le responde el de ojos grises al ojiblanco, con una expresión de superioridad en su cara.
Los dos detienen el auto frente a la vivienda del mayor. El único problema importante ahora es que Suikaru tendría que bajarse para poder entrar a su casa y dormirse.
Ya llegamos. ¿Puedes bajar? - Pregunta Kasaha.
Obvio, ¿con quién crees que hablas? - Responde Suikaru.
Con un borracho. - Dice Kasaha, mientras ríe por el comentario y la reacción del contrario. - Ya vente grandulón.
El hombre musculoso salió del auto, algo mareado y casi cayendo en el pavimento, pero sano y salvo. El peliverde decide apresurarse hacia la entrada de la casa para poder abrirla, pues le daba algo de pena que el menor lo estuviera ayudando a cada rato.
Kasaha podía ver que la casa era un lugar "pequeño" (pequeño para las propiedades regulares que la familia de los hermanos compraban) desde afuera, lo suficiente para una persona. Algo que internamente lo relajó, no sabía por qué.
El de ojos grises ayuda a su amigo a subir a su habitación, donde lo deja acostado en la cama. El menor suspira de alivio al ver cómo su amigo se acomoda en su cama, sin ningún tipo de malestar o quejándose de que quería vomitar.
Kasaha estaba viendo alrededor de la habitación para encontrar el armario del mayor, necesitaba cambiarle la ropa para que durmiera más cómodo.
¿Qué estás haciendo? - Suikaru preguntó al escuchar ruidos en su cuarto.
El menor abrió el closet del hombre fornido para sacar algo de ropa cómoda. Una vez lista, la deja en la cama con cuidado antes de acercarse al mayor nuevamente.
El de ojos grises comienza a desabrochar la camisa del contrario, haciendo que el de cicatrices se sonroje y hasta se le baje el alcohol de la cabeza por dicha acción.
¡O-Oye compa! No sea tan impaciente. - Dice el peliverde alto.
Al notar a lo que se refería el otro, el chico delgado se avergüenza y responde apenado:
- ¡N-No seas mal pensado! S-Solo tra-trato de ponerte tu pijama.
Comenzó desvistiendo a su amigo hasta dejarlo con su ropa interior. Había pensado en ayudarlo a bañarse, pero no quería correr el riesgo de que su amigo se resbale y se golpee en la cabeza o se lastime, más por el estado en el que se encuentra.
Mientras lo desviste, vió las cicatrices del pecho de Suikaru, mirando con pena dichas marcas al recordar su origen.
Además, el mayor también se hizo un tatuaje en el brazo derecho. "¿Desde cuándo se lo hizo?" pregunta mentalmente Kasaha, aunque debe de admitir que se le ve bien, mejor que los tatuajes que él se había hecho el año antepasado.
Los pensamientos de el de ojos grises fueron interrumpidos por unos ronquidos leves que se escuchaban en el cuarto, asumiendo que se trataba del mayor ya descansando.
El menor lo termina de vestir y lo mira por unos segundos; decide cobijarlo con mucho cuidado para no despertarlo, pasando su mano entre sus cabellos y presenciando la belleza masculina que el contrario mostraba.
Ay Suikaru-san. - Dice el de ojos grises en voz baja. - Y pensar que tu eres mi motivo para sonreír...
El menor comienza a tener recuerdos de todos los momentos que vivieron juntos: Cuando lo defendió de sus bullies, el día en el que fue a su casa, cuando fueron a grafitear la pared de la escuela, el día en el que Kyabetsu, Fukuroba y él se había graduado y la fiesta que hizo después, cuando entraron a trabajar en ese puesto de comida rápida... Todo se le vino a la mente.
Después de eso, lo besa en la frente cuidadosamente y le dedica una última sonrisa antes de salirse del lugar.
Kasaha estaba a punto de irse a su casa, sin embargo, notó que algo lo estaba agarrando de la muñeca. Al voltear, se percató de que era su amor platónico, quien estaba con los ojos abiertos y mirándolo fijamente.
El de ojos grises estaba a punto de forcejear con el mayor, hasta que sintió un jalón que lo hizo tirarse en la cama. El menor no tardó en protestar por dicha acción:
- ¡Suika-...!
No tardó en callarse cuando sintió cómo unos fuertes brazos lo rodeaban, haciendo que el menor sintiera un escalofrío por el repentino contacto.
Quédate a dormir, Kasa-chan - Dice el mayor, apretando cada vez más fuerte al contrario entre sus brazos, pero procurando no hacerle daño.
El peliverde enano, al no saber si quedarse en su casa o irse, decide ver la hora de su reloj. "Son las tres de la mañana, no puedo volver a casa" piensa el menor.
Resignado, suelta un suspiro y responde:
- Está bien, pero no me ahorques cuando duerma.
Después del mal chiste que hizo, Kasaha se acurruca en las almohadas de la cama y el brazo de su amigo, algo sonrojado y muerto de la pena por dentro.
Buenas noches grandulón. - Habla por última vez el chico delgado antes de soltar un bostezo y dormir.
Una vez que el mayor comprobó que su amigo estaba dormido, decide acercarlo hacia él y darle un beso en su cabeza.
Buenas noches, mi cielo... - Dice Suikaru, con algo de pena al saber que su amigo tal vez crea que es un sueño lo que pasó ahorita o lo ignore mañana.
Kasaha no lo sabe, pero también él es el motivo de que Suikaru siga adelante y feliz ante la vida.
Todas las metas que ha cumplido...
Los sacrificios que ha hecho...
El tatuaje de su brazo con su nombre escrito discretamente...
Embriagarse hasta sentirse mareado cuando Kasaha lo ignora o sale con alguien...
No tener una pareja por el momento y rechazar a los que se le declaran...
Todo lo ha hecho por él. Y lo seguirá haciendo, porque no sabe lo que el menor le hizo, pero lo hizo estar loco, eufórico, motivado, positivo, pero sobretodo:
Le hizo volver a sonreír.
- ℛℴ𝓈ℯ𝓏ℴ𝓃ℯ𝓈.
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