Ventotto ❀ Desorientado corazón
SAN
Me encontraba ahora frente a la puerta de la casa de los Kim, después de que Yeosan me visitó y me contó el malévolo propósito de su jefe; vine hacia acá, aunque en el auto de Seong Hwa, desde ayer lo había dejado parqueado frente a mi depa y tuve que meterlo en el estacionamiento, hoy se lo he traído.
—San, buenas tardes.
Justo cuando iba a hacer sonar el oropel de la puerta sentí a mi derecha la voz de Sung Jae, me giré hacia esa dirección y en efecto ahí estaba, con el cabello revuelto como si hubiese dormido, medio pan en la mano izquierda y vistiendo un pantalón de perneras muy amplias, tiro suelto y el talle que se movía desde la cintura hasta un poco más abajo, mientras que hacia arriba vestía un suéter holgado de tela muy fina que le quedaba sobre el estómago, todo su abdomen y caderas estaban al descubierto. Se me acercó.
—¿San, qué pasa?
Miré a sus ojos y nunca hasta este momento me había fijado en su perlado color, tampoco en su atuendo y ahora vino a mi mente la primera vez que lo vi, usaba un vestido azul y tenía el cabello largo; pero ahora que lo miro bien de cerca me percato que tiene pestañas grandes y que contrastan perfectamente con el color de sus ojos y su mirada. En aquel entonces se veía espléndido cuando pensaba que era una mujer y ahora…
—Por Dios creo que me estoy volviendo loco.
—Tal vez. Llegas, te pregunto qué pasa y solo te quedas mirándome. ¿Tengo algo?
—¿He hablado en voz alta?
—Pues sí, dijiste que te estabas volviendo loco.
—Maldita sea Yeosan, por tu culpa estoy actuando como un lunático —dije, masajeando mi entrecejo, luego suspiré, para intentar relajarme.
—San, repito la pregunta: qué pasa. ¿De hecho, te encuentras bien?
—Creo que no —respondí—. Jae, necesito tu ayuda y hablar de algo serio con vos, por eso he venido. Por favor no le digas a Seong Hwa que estoy aquí, mucho menos a Suzy, no quiero que ninguno de los dos me vea.
—San, no creo que sea que estés loco; hoy realmente, es un día de locos. Ven conmigo y no hagas ruido —se dio la vuelta y empezó a caminar, le seguí—. Seong Hwa está durmiendo, yo acabo de despertarme, dormí como media hora, tuvimos una mañana agitada —explicó—. Por Suzy tampoco te preocupes, después que almorzamos salió y no sé a dónde, en las últimas horas la he visto un poco misteriosa y la verdad es que no le he preguntado al respecto…
Mientras Jae hablaba caminábamos por un trillo de piedras situado por todo el lateral frontal de la casa, pasamos el “Bower” y al llegar a la esquina doblamos a la izquierda, quedando en el lateral derecho del inmueble.
—… Llegaste justo cuando iba a terminar de comerme este pan, tenía hambre, creo que por eso desperté, luego quise respirar aire fresco y salí por mi puerta secreta preferida.
—¿Puerta secreta?
—Sí, ya la verás.
Nos detuvimos y entramos por lo que parecía un colgadizo de flores y ramas de enredadera. Justo en frente había una puerta, Jae la abrió y me invitó a pasar, lo hice sin más, mirando todo como perdido; estaba dentro de la casa y prácticamente sobre mí había una enorme escalera que parecía un caracol.
—Alucinante.
—Lo sé —expresó Jae y cerró la puerta, poniéndole seguro—. Esta casa es una de las obras maestras de mi abuela, la gran Kim Yun Seo.
—Wow, yo conocí a tu abuela cuando tenía 19, me faltaba un año para terminar la universidad.
—No lo sabía. ¿Entonces, eres un año mayor que Seong Hwa y que yo?
—¿Tienes 24?
—Sí. ¿Vienes? —me indicó las escaleras—, conversaremos mejor en mi despacho.
—¿Tienes un despacho? —asintió.
Comenzó a subir los escalones, e seguí detrás, pero justo cuando puse un pie en el primer escalón, fuimos sorprendidos.
—¿Están jugando a las escondidas?
Miramos hacia nuestra izquierda y vimos a la ahjuma.
—Ahjuma, por un segundo creí que eras Suzy —dijo Jae, con una mano en el pecho, en el lado del corazón—, ella siempre aparece en los mejores momentos.
—Puede que me halla aprendido su truco de magia —contestó y comenzó a reír junto con Jae, yo la verdad no entendí bien el comentario.
—Ahjuma, si Seong Hwa despierta, él no puede saber que San ha venido —dijo Jae, bajando un escalón—. Si pregunta por mí dile que aún duermo y si Suzy llega dile lo mismo, pero con la salvedad de que lo hago al lado de mi novio, así no intentará despertarme.
—¿Puedo saber por qué debo mentirle a tu novio y a tu mejor amiga mi perla? —ante la pregunta Jae me miró, pidiéndome con la mirada que interviniera e inventara algo.
—Ahmn, es que yo… yoo…
—Acércate chico, no escucho bien lo que tratas de decir —me dijo, así que me acerqué a ella—. Veo que estás muy inquieto —habló con suavidad—, lleno de dudas y preocupaciones —me miró tiernamente y acarició mi mejilla derecha, me quedé en silencio—. Espero que mi “perla de mar” pueda mostrarte el camino y ayudar a tu desorientado corazón; pero si quieres un consejo: no dudes nunca de ti mismo, eres un chico muy valiente, enfrenta lo que la vida ha preparado para ti.
—Gracias ahjuma —fue lo único que pude decir ante sus palabras reconfortantes y llenas de sabiduría, pareciera que me hubiese leído como si fuese un libro abierto.
—No tienes por qué agradecerme —pronunció con una sonrisa y dio dos suaves palmaditas en la mejilla que su mano acarició—. Ahora regresa junto a mi niño y cualquier cosa que necesiten me avisáis.
—Vale.
Estaba asombrado, pero al mismo tiempo sentí tranquilidad. Vi la posibilidad de alivianar el peso de mi alma. Volví hacia donde Jae y junto a este subimos la enorme escalera en forma de caracol. Ni siquiera miré hacia los lados, solo me dediqué a seguir los pasos de Jae, no quería husmear mucho por el lugar para no marearme como la otra vez.
—¿Entonces, así que Seong Hwa y tú tenéis la misma edad?, no me lo esperaba, pareces más joven que él —comenté para disipar un poco lo nervioso que me pone este lugar.
—Bueno, si a eso le sumas que mis padres siempre me han tratado como a una muñeca de porcelana y de que no hago prácticamente nada… —si giró hacia mí, se señaló a sí mismo y terminó abriendo los bazos— ahí tienes el resultado. Por eso luzco como me ves —se dio media vuelta y siguió caminando.
—Creo que te ves muy bien —le dije—. El tono de tu piel es bonito, tu rostro ni hablar, tu voz es agradable —ese era un hecho que nadie podía refutar—. Me gusta el color de tus ojos y tu pelo negro azabache, tu cuerpo tampoco está nada mal. No tienes nada que envidiarles a los chicos y creo que tampoco a las chicas, eres un buen partido para ambos.
—Wow.
Nos detuvimos a la vista de un salón, Jae se giró sobre sus talones y me miró con extrañeza, ahí me di cuenta de lo impactante que sonaron mis palabras, incluso para mí.
—Por favor no le digas a nadie que te he dicho eso.
—Pienso que debí cambiarme de ropa cuando desperté —comentó tratando de cubrirse con las manos las partes de su cuerpo que la ropa que vestía dejaba al aire libre.
—Jae, discúlpame, olvida lo que dije, hablé sin pensar y sin medir las consecuencias.
—No me has ofendido San, al contrario, me has halagado, lo raro es que de ti nunca lo esperé.
—Si te soy sincero, yo tampoco. Estoy un poco confundido Jae y de verdad que me lo pensé mucho antes de venir. Vine hasta aquí por dos motivos, uno muy delicado que te incumbe a ti y, otro que se trata de mí.
—Bien, primero vamos a sentarnos.
Nos dirigimos hacia los inmensos muebles acolchonados y nos sentamos en uno de los más amplios, nos giramos para quedar frente a frente. «Esto me recuerda que Yeosan y yo nos sentamos de esta misma forma hace unas horas».
—Soy todo oídos para ti San —expresó.
Carraspeé mi garganta y me preparé mentalmente para hablar.
—Yeo Sang, a quien viste esta mañana, es el secretario del CEO de “Fragancy Company”, ¿sabes de quién te hablo?
—Sí, el chico con el cabello color “helado de naranja”.
—Exacto. Lo conozco hace mucho tiempo y, antes de venir estuvimos conversando. Él… —tragué saliva y suspiré— no es la primera vez que me lo dice pero, está enamorado de mí y no sé qué más hacer al respecto. ¿Me puedes ayudar? —Jae se quedó unos instantes mirándome, creí que había enmudecido—. ¿Jae?
—Estaba procesando la información, me chocó más fuerte que tus halagos —relajó los hombros y se reacomodó en el inmenso mueble—. San, solo creo que estás confundido con la declaración de ese chico, aunque con lo poco que sé sobre ti no pensé que algo así llegara a contrariarte.
—Jae, ya te lo dije, —negué— no es la primera vez que se me declara, esta situación se viene dando desde hace años. Me lo he callado por mucho tiempo, ni si quiera mis amigos conocen al respecto ya que siempre actuaba natural. Pero ahora encontré a Suzy y, no quiero perderla, tampoco a Yeo Sang, es como un hermano para mí.
—Pues usa eso, estoy seguro que él entenderá si se lo dices.
—Jae, estoy cansado de decírselo. Créeme, no ha funcionado en lo más mínimo.
—No creí que fuera tan malo —colocó el brazo izquierdo a la altura de su estómago y apoyó el codo derecho sobre el dorso de la mano izquierda, con la que sostenía el pan, llevando la otra mano a su quijada, pensativo.
—Es por eso que necesito tu ayuda —le dije, una vez más.
Jae dejó su postura pensativa y se acercó un poco a mí, colocó el pedazo de pan en mis manos y continuó aproximándoseme, tanto que tuve que retroceder; incliné mi torso hacia atrás y terminé apoyando los codos sobre el mueble, quedé prácticamente acostado sobre él.
—¿Y qué quieres que haga? —Se acercó todavía más y colocó sus manos en el mueble, a ambos lados de mi cadera. Su rostro estaba a la par con el mío—. ¿San, te gustan los hombres?
—No —respondí girando el rostro hacia la derecha para evitar el contacto visual. Por un breve instante, dudé de mi respuesta.
—¿Y por qué no me apartas?
«Buena pregunta. También me encantaría saber la respuesta».
—No lo sé Jae, tú… —le devolví la mirada— tú eres diferente —no sé lo que me pasa, ni qué diablos es lo que estoy diciendo.
—¿Diferente cómo, o diferente a quién, a Yeo Sang? Soy un hombre al igual que él, qué nos distingue. Dime, ¿es porque soy más atractivo o… por qué es?
—No sé Jae. Tal vez… —«es porque eres tú» no lo sé, la verdad es que no lo sé.
—Espero no arrepentirme de esto —dijo, mirándome a los ojos y suspiró.
El espacio que había entre nuestros rostros se redujo, tanto que nuestras narices se cruzaron y, cuando sus labios estuvieron a punto de rozar los míos, lo empujé. Ambos cayeron desparramados en el suelo; Jae por un lado y, su pan por otro.
—Faltó poco San —mencionó, soltando un suspiro de alivio—. ¿Ibas a dejar que te besara?
—¿Ibas a besarme, realmente?
Los dos quedamos en silencio, dejando que las preguntas flotaran en el aire. Comprendimos que era mejor no saber la respuesta.
—Bueno, al menos ha quedado claro, no te gustan los hombres —dijo, arreglándose le ropa para levantarse.
Le extendí mi mano, él la tomó, lo ayudé a ponerse de pie, se sentó a mi lado en el sofá y yo recosté mi cabeza al espaldar de este.
—Jae —suspiré, relajando mis hombros—, creo que te empujé más por ser el novio de Seong Hwa y el mejor amigo de Suzy que, por lo otro.
—Por Dios San, ahora soy yo el que se va a volver loco —se giró hacia mí, yo no volteé el rostro para verlo, me sentía avergonzado por este sentimiento tan extraño que estaba sintiendo, y que ni siquiera comprendo—. ¿Te gustan los hombres —preguntó—, sí o no?
—No —respondí, «pero contigo me siento diferente».
—¿Quieres besar a un hombre?
—No —negué, «pero estuve a punto de dejar que me besaras».
—¿Quieres acostarte con un hombre, tener sexo con él? —tras esa pregunta sí giré el rostro para mirarle a los ojos.
—Por todos los cielos Jae, no —«no me imagino haciéndolo con un hombre, pero… ¡No! ¡San, saca esa absurda idea de tu cabeza!».
—Entonces, ¿qué es lo que te tiene tan desorientado? —preguntó algo molesto, pero no respondí—. San, si no me ayudas a entender lo que te pasa, no puedo ayudarte a resolver el problema —dijo con más calma.
—Tienes razón Jae, es que ahora mismo mi cabeza y mi vida son un desastre —me incliné hacia delante, apoyé los codos en mis muslos y escondí mi cara entre mis manos—. El amigo que conozco de toda una vida, cada vez que nos encontramos, me dice que le gusto y que quiere estar conmigo —pasé las manos por mi cabello y me eché hacia detrás—. Me ha atormentado tanto con eso que ya perdí la cuenta. Y estoy cansado ¿sabes?, de fingir que estoy bien —me giré para mirarle—. No sé que más hacer Jae, ya no sé.
—Ni yo sé qué más decirte. Si ese problema es de antaño, y estás cansado de rechazar sus sentimientos, es para que él supiera que no vas a quererlo de otra manera más que como un hermano. O —se levantó, pensativo y se colocó frente a mí—, en el peor de los casos, se ha encaprichado contigo, está obsesionado y eso es malo San, es más peligroso que el amor. Si no le pones un alto, puede convertirse en tu peor enemigo.
—Ay Jae no me asustes —me levanté, sacudiéndome los hombros—. No quiero que eso pase, sería un infierno. ¿Y, si tú hablas con él?
—¿Qué?
—Por favor Jae —tomé sus manos y lo conduje a sentarnos nuevamente—. Por favor, te lo pido, ayúdame y te doy mi vida.
—Vale vale —se soltó de mi agarre—, pero no quiero tu vida, te ayudaré y punto. ¿Ahora, cómo me reúno con él?
—En mi depa, además, él también quiere reunirse contigo —Jae me miró confuso.
—¿Él quiere verme, por qué?
—Porque corres peligro Jae, tú y tu familia, también Seong Hwa que ahora forma parte de ella —Jae me miró con sin expresión alguna; pero al parecer lo que le decía no le causaba nada de asombro—. ¿Cuándo estás disponible?, aunque Yeosan me dijo que debe reunirse contigo lo más pronto posible.
—Ay mi vida es un toral desastre —dijo, dejando caer su espalda en el sofá—. Ahora entiendo por qué mi padre fue a parar a la comisaría.
—¿Cómo dices? —me alarmé, «¿el presidente Kim en la comisaría?».
—Lo que oyes San. ¿Recuerdas que en la mañana nos encontramos con ese tal Jong Ho, el CEO de “Fragancy Company”, y que dijo que quería tratar asuntos con mi padre? —asentí—. Pues al parecer luego de esa reunión mi padre fue a parar a la comisaría. Cuando fuimos a verle Suzy, Seong Hwa y yo, ese hombre también estaba allí, junto a tu amigo Yeo Sang y otros tres, sus guardaespaldas supongo.
Quedé impactado con lo que escuché, aunque esto podría ser lo que me dijo Yeosan que había sucedido y yo no estaba al tanto.
—Yeosan me dijo que había pasado algo; pero que le preguntara a Seong Hwa. Ahora comprendo de qué se trataba.
—Así es —se inclinó hacia delante, apoyó el brazo derecho sobre su pierna, el codo de la mano izquierda sobre la otra y se sujetó el mentón con esa mano—. Y ahora me llama la atención de que tú no supieras nada y apuesto lo que sea a que Young tampoco lo sabe. Sé que ayer no trabajaron —irguió su cuerpo—, y Seong Hwa se quedó conmigo porque mi padre decidió ir en su lugar; sim embargo, sucedieron algunas cosas que no contaré y para cuando me di cuenta, todo estábamos frente a “DR”: tú, Suzy, Woo Young e incluso Seong Hwa. Ahora, dime, qué opinas de todo esto.
—La verdad Jae, nada me había llamado poderosamente la atención hasta que Yeosan me preguntó si no me había cuestionado cómo él sabía que yo estaría en casa cuando me visitó.
—¿Y entonces?
—Ayer en la noche recibí un mensaje de uno de los ejecutivos de “DR” —confesé—, me informaba que tu padre había ordenado que hoy no fuese a trabajar. Me pareció extraño, así que llamé a Seong Hwa pero no me cogió el teléfono —Jae se removió en el sofá, algo intranquilo. «Ah, entiendo por qué no me contestaron la llamada»—. En fin, llamé a tu padre y el me confirmó que era cierto que había dado esa orden, no pregunté más nada y colgué, supongo que con Young pasó algo similar.
»Además —carraspeé mi garganta, sentía algo de pena por lo que iba a decir—, había pasado la noche con Suzy y, esta mañana mientras hablábamos tuvo un mal presentimiento sobre ti; te llamó, no contestaste, yo llamé a Seong Hwa y este me dijo que iba de camino a “DR”, que algo malo había pasado. Suzy y yo salimos corriendo y, a pesar de que el tráfico estaba horrible llegamos, nos topamos con Woo Young y la verdad es que no se me ocurrió preguntarle lo que hacía en el trabajo. Luego llegó Seong Hwa todo alterado y después llegaste tú, con un chico raro y… —hice una pausa, no me había detenido a analizar mis propias palabras—. Por Dios Jae, he estado hablando como un papagayo sin caer en la cuenta de que todo esto solo se trataba de un plan de Jong Ho.
—Sí. Y mi padre estaba totalmente consciente de ello.
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