Capítulo- 37
Mi cuerpo se siente pesado, causandome dolor el incluso respirar. Como si hubiese recibido una molida de golpes y no los tratara, tan sólo una herida abierta que ha permanecido así por mucho tiempo de manera irremediable, y que por más que trate de sanar no puedo. Mis pulmones se contraen al respirar, cada calada de aire se siente como si me abrieran el cuerpo con interminables agujas, o me incrustaran objetos filosos en la piel, es un dolor indescriptible. Mis manos se aferran fuertemente a la delgada tela de la sábana, sintiendo de alguna manera protección, o quizás sólo trataba de encontrar algo que me sostuviera en la realidad, algo que me diga que ésto pasará y evitar perder la cordura.
Estuve equivocada al pensar que con el tiempo disminuiría, que al pasar el tiempo al menos sería más llevadero, ya que no sería tan resiente y además tengo más edad y madurez para superarlo. Pero no, duele como la primera vez y es difícil superarlo, el estar en esta situación me hace pensar que tal vez nunca consiga salir de esta situación, y con el pasar sólo consiga hundirme más en la melancolía y tristeza. Es inevitable sentir como mi mundo se destruye en pedazos y dichos pedazos me encierran en una prisión no visible.
Hoy es el día, en que ella murió...
Tres años ya han pasado desde que mamá se fue. Un día como hoy la me encontré con su cuerpo inerte en la bañera, su rosto cada vez empieza a desvanecer de mi mente y de no ser por sus retratos no lograría recordarla, con la pésima memoria que tengo apenas sé cómo me llamo, y ni siquiera eso es seguro.
La casa es inundada por un silencio sepulcral, de muerte. No he salido de mi habitación, es más ni siquiera me he movido de la posición en la cual desperté. Todos han de estar tirados en un rincón de la casa llorando, o sólo pensando en ella, y lo peor de todo es que no vamos a visitar ni siquiera su tumba. Matias se ha negado hacer mención de ella, y es como si el tema respecto a ella en esta casa está rotundamente prohibido, así que lo único que queda es desmoronarse una vez más en compañía del silencio y la incesante soledad. Sin embargo esta vez no me apetece que la habitación sea el lugar para hacerlo. Así que como puedo me levanto, tomo un suéter para el frío y abandono la casa. Empiezo a mover mis pies sin un rumbo definitivo, tan sólo caminar, pensar y tratar de liberar la impotencia que se acumula en mi pecho.
Siento ganas de llorar, quiero llorar, debería de llorar, pero ¿porqué me parece tan difícil hacerlo? ¿Porque las lágrimas se niegan a salir y sólo se queda el sentimiento de querer hacerlo?
Introduzco mis manos en la abertura del suéter sin delicadeza. El frío es tanto que mi respiración se hace visible al abandonar mi cuerpo, formando una especie de humo blanco. El día Está igual de muerto que mi ánimo, es como si incluso el día se entristece y lo mostrara con sus grises nubes de dolor. Incluso el cielo se baña de tristeza, más yo estoy aquí como la mala hija que soy.
Entonces unas grandes manos me sujetan por mi antebrazo, haciendo detener mi andar. Al girarme y saber de quien se trata hago que me libere de su agarre con lentitud, dispuesta a seguir con mi nadar, pero esta vez me sorprende al abrazarme desde atrás, cruzando sus brazos por mi pecho y sosteniendo mis hombros, debido a que por lo largos que son logra alcanzarlos sin problemas. Sus brazos descubiertos muestran restos de sudor y cabello está pegado a su frente por los mismo, por lo que asumo ha estado corriendo.
—Te estuve buscando por todos lados, al fin te encuentro—su aliento choca con mi oído, sintiendo su calidez. Permanezco en silencio sin hacer ningún movimiento, mientras Asher me sujeta con cuidado, como si fuese una muñeca de porcelana a la cual podría romper. Siento como su barbilla es apoyada sobre mi cabeza sin problemas, siendo la diferencia de altura una gran ventaja para él—si tienes ganas de llorar, hazlo. No lo reprimas, siéntete libre incluso de gritar a todo pulmón, porque yo estaré aquí para acompañarte y sobretodo para protejerte.
Puede que fuese por su tono relajante, la sinceridad de sus palabras o tal vez porque por primera vez en mucho tiempo siento protección. Aquella que tanto anhelé en aquellos días, pero que nadie se acercaba a brindarme y que al contrario lo único que recibí fue rechazo. Las ganas de llorar incrementaron y empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, se deslizan por mis mejillas detenidamente hasta llegar a mis labios y probar su sabor salado.
Asher bajó su cabeza y se acurrucó en mis hombros, tal vez doblando su espalda en el acto y la posición le resultase incómoda. La temperatura tal vez aumentó y derepente sentí más frío de lo normal. La ropa parecía no estar ahí y el suéter no cumplía su odjetido; calentarme.
Entonces retiro mis manos de la abertura del suéter y sin previo aviso alcanzo sus manos en mis hombros y las entrelazo con las mías. Es notoria la diferencia de tamaño entre ambos, sin embargo en estos momentos cualquier cosa, es irrelevante. Él rápidamente abre sus manos para tener mayor alcance, deslizando sus dedos suavemente por los míos hasta juntarlas de manera completa. Quedando así en una posición extraña, nuestras manos formando un tipo de "x" en mi pecho. Es posible que haya sido por la situación, pero no sentía ningún miedo a estar así con él, no sentía miedo de sentir su calidez y me importaba poco si luego me arrepentiría, sólo disfrutaría el aquí y el ahora.
—Estoy seguro que tu mamá ha de estar muy orgullosa de que seas una persona fuerte ante tu familia. Pero las personas fuertes también necesitan ser débiles y dejarse ayudar para así poder llevar un balance en su vida. Incluso las personas más poderosas necesitan ayuda Mikaela. Los médicos, enfermeras. Los empresarios, secretarias. Hasta el presidente necesita de sus subordinados. La cosa está en que casa uno recibe ayuda de una u otra manera—su cabeza aún permanece sobre mi hombro, sus palabras susurradas justamente a mi oído. Incrustándose en mi mente—así que tú también, déjate ayudar.
Las lágrimas no dejan de brotar de mis ojos sin descanso y sus palabras sólo consiguen que salgan con más fiereza. Todo lo que he estado reprimiendo sale en forma de lágrimas, sintiendo como con cada lágrima el peso en mi pecho disminuye. Quiero dejarme llevar por aquella sensibilidad en mí, esa que sabe que necesita ayuda para poder restablecerse por completo, y aceptar su ayuda. Pero también está la parte temerosa, la que sólo se centra en el dolor, queriendo cerrarse a los demás y sufrir sóla, aquella que se empeña en decirme "no creas en nadie, al final todos son iguales".
Es entonces cuando cedo ante sus palabras:
—Todo está bien, yo estoy aquí para escucharte.
Me giro para encararlo. Al ver su rosto y la sonrisa genuina y brillante que me brinda, me siento pequeña ante él, tan pequeña y diminuta como una hormiga desprotegida. Su mirada es tan fuerte, penetrante y amable que me veo obligada a perder contacto visual. Sin embargo envuelvo mis brazos alrededor de su cintura, hundiendo mi rostro en su pecho. Aspirando su olor me pierdo en él, no es un olor a colonia o algún perfume, es un olor a simple jabón. Mis músculos se relajan sintiéndome más calmada.
Asher también me envuelve en sus brazos, con delicadeza.
—Ahora, me gustaría escucharlo todo.
Asentí a su petición, dejaría de ser tan reservada. Había decidido dejarlo entrar por completo en mi vida, después de todo se lo ha más que ganado.
Una hora después terminé de contarle todo, de inicio hasta el final. Desde como empezó con la simple noticia de que mi familia había caído en crisis y tanto mis amigas, como el chico que creí ser mi pareja pero nunca lo fue, dejaron de usar sus antifaces y mostraron su verdadera personalidad. Hasta como terminé de dejarme caer con la inevitable y degarradora muerte de mamá.
Terminamos por quedarnos en lo que parece ser un parque de atracciones abandonado. Juegos descompuestos y atracciones destruidas por las ruinas es el paisaje que nos envuelve en un habitat desconocido, pero cómodo de igual manera.
—Que hijos de mierda son esos—murmura contra mi cabeza. Por lo forzado que ha salido su voz sé que está ejerciendo fuerza en sus dientes, quizás arrugando su entrecejo y encojiendo su nariz en símbolo de repudio. Asher aún permanece envolviéndoce con sus brazos, sólo que ahora estámos sentados en las viejas baldosas de lo que parece ser un teatro abandonando entre las ruinas.
He tratado de separarme varias veces de él, sin embargo él se niega a soltarme y halando de mí, siendo con obviedad más fuerte que yo, atrayéndome así hasta él. Mi cabeza reposa en su pecho, permitiéndome escuchar los latidos de su corazón, los cuales en mi opinión son un poco acelerados.
—Lo son—susurro. Las lágrimas empezando a cesar. Asher había conseguido calmarme, con sólo permanecer unos momentos conmigo. Algo que no había conseguido en años siquiera yo misma—pero al final todos son iguales ¿no?
Asher me levantó de su pecho, alejándome de el y haciendo que le mirara directamente a los ojos. Tomó de mis mejillas y tiró de ellas un poco, lo suficiente para no causarme daño, después procedió a colocar mi cara entre sus inmensas y largas manos. Mi cara encajó casi de una manera perfecta entre sus manos. Sus ojos recorrieron cada diminuto centímetro de mi cara con una mirada regañante.
—No todas las personas son iguales Mikaela. Hay personas que vale la pena conocer incluso un millón de veces, personas por las cuales vale la pena incluso dar la vida. No porque alguien te ha hecho daño, significa que los demás también lo vayan hacer y repetir su historia—Asher habla con un tono sereno, pero a la vez firme. Su boca moviéndose al ritmo de sus palabras de una manera increíble—no me parece justo que juzgues a las personas que ni siquiera conoces con el criterio de otras. Cada personas tiene su forma de ser, no te estanques en las cosas malas y te encierres hacia los demás—su mirada se suavizó cambiando a un gesto de ternura total. Su dedo se desliza por la complejidad de mi mejilla dejando suaves caricias en ella. Y debo admitir que se siente de maravilla—porque aveces lo mejor de tu vida, puede llegar luego de lo peor de tu vida.
Y tenía razón.
Mis errores llegaron antes del momento más doloroso y difícil de mi vida. Cuando no tenía la madures, sabiduría o fuerza con la cual combatir. Tan sólo siendo una chiquilla que necesitaba de su mama, y aún la necesito. Porque ¿quién no necesita de su mama? La respuesta es nadie, las mamas son algo que nunca dejaremos de necesitar, aún creces, peleen o una infinidad de cosas. Siempre se necesita de una madre en la vida. Aquella que te mime cuando estás enfermo, que sea la primera en felicitarte por tus logros, y sobre todo que siempre estará contigo cuando lleguen los días difíciles.
A pesar de todo, ahora he encontrado a personas que no me deja siquiera respirar y que he aprendido bastante de ellas. He encontrado a personas que alumbran mis días y los hacen más llevaderos. El chico que sonríe ante todo y que con los demás parece enojarse por nada, ese es Asher, de igual forma está su gemelo no gemelo August, Aila, incluso la señora Lía, todos ellos han aportado algo para mí superación.
—Tal vez tú los tengas—murmuro fijando mi mirada en algo que no fuesen sus ojos.
—Claro y puedo demostrarlo.
—¿Ah si? ¿cómo?—solté sin prestar mucha atención.
—Así.
Mis ojos se abren con notoria sorpresa, cuando siento su cercanía y respiración contra mi cara. Asher había estampado sus labios con los míos, sus ojos cerrados ante el contacto. La textura de sus labios era suave, delicada y un sabor a chocolate se coló a mi boca, inundando mi sentido gustativo. Mi cara aún reposando en sus manos, la calidez de sus labios y el delicioso sabor a chocolate, entonces me congelo y olvido hasta como respirar. ¿siquiera se respira?
Asher se separa, dejando un nudo de pensamientos sin resolver dentro de mi cabeza. Pega su frente con la mía y nuestra respiración se vuelve una, porque sí, había recordado como se respira, nuestras miradas se cruzan y de ahí no se mueven, como si una fuerza las atrayera entre sí.
—Yo sin duda daría mi vida por ti. Porque es mejor perderme a mí, que a la persona que tanto aprecio—susurra contra mis labios con voz ronca lamiéndose los labios de manera que resulta muy sexi, sin poder evitarlo me quedo embobada observando sus movimientos—Y desde hace tiempo que quería hacer esto—concluye bajo mi atenta mirada, acercando su cara más y recorriendo los centímetros que nos separan, su agarre en mis rosto se vuelve más autoritario y con un suave tirón de mí, vuelve a juntar sus labios con los míos. Sus dedos se cuelan hasta mi cintura pegándome más a él, el tacto de sus dedos quemando mi piel sobre la ropa.
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No sé de dónde carajos surgió la inspiración, pero en esto término. Espero que les guste.
Dejaré esto y me retiro lentamente.
Días bueno, días tardes y días noches.
××CHOI××
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