𝘃 | 𝗗𝗮𝗱𝗱𝘆'𝘀 𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝗰𝗮𝗹𝗹
Dazai observó entre las penumbras a su dulce Clover recostada en la cama, los inmensos ventanales de la mansión estaban abiertos, facilitándole la vista. Su camisón rosado era adorable y sensual a la vez, dejando al descubierto sus muslos tersos, que resaltaban a la luz de la luna llena.
Clover hablaba entretenidamente con una "amiga" de la escuela, mientras jugaba con unos mechones de su cabello dorado, que caían sueltos y algo despeinados sobre sus hombros.
—Sí, es mayor que yo... Osamu tiene veintidós—alardeó con soberbia—, es genial tener un novio de esa edad, porque está a tu altura, no es un niño. Me siento mucho más confiada con él, no me aburro como con los demás.
Todo una mentira. Cuando estaba con Dazai esa confianza en sí misma, esa prepotencia desmedida, desaparecía. Ya no sabía lo que hacía, perdía el control de la situación y no volvía a recomponerse hasta que algo o alguien los interrumpía. Se perdía en Dazai, en su aura misteriosa y llena de peligro.
Su celular vibró, lo separó de su oído y vio que estaba recibiendo otra llamada, de un número privado. Eso captó su atención, casi nunca le pasaba.
—Tengo que colgar, me entró otra llamada—cortó sin esperar contestación, después de todo solo la llamaba cuando necesitaba que esparciera algún rumor por la escuela, en este caso el suyo. —¿Hola?—preguntó curiosamente al desconocido detrás de la línea.
Ese tono tierno y juguetón que usaba Clover, para simular una inocencia inexistente en ella, le erizaba la piel. Era incapaz de negar que tanto cinismo desmedido le atraía, ella no tenía límites al tratarse de intereses propios.
—¿Con quién hablabas, flor de loto?—la voz de Dazai sonaba grave, con un tono amargo. "Está celoso" pensó entusiasmada.
—¡Dazai!—exclamó contenta. Estuvo a punto de decirle la verdad, pero le pareció más entretenido mentir. —Solo... con un compañero de la escuela, tenía algunas dudas sobre mi tarea de literatura. ¿Cómo sabes que estaba hablando por teléfono?
Escuchó un gruñido desde el otro lado del micrófono. Disimuladamente buscó cámaras por la habitación, pero no había ninguna, así que dirigió su mirada hacia la ventana, donde efectivamente él la estaría observando, a pesar de no verlo por la oscuridad y la vegetación.
—No me busques, Clover. Es poco importante cómo lo sé, lo relevante es que puedo verte—él no estaba comportándose con socarronería como siempre. Era mucho más sombrío.
Se notaban sus celos, y Clover sabía que no le convenían del todo, Dazai era peligroso, ¿Qué haría si se enteraba que mintió? Quedaría como una tonta. Aunque era interesante verlo sin su careta carismática.
Soltó una suave risa y se volteó mirando el techo, flexionando las piernas para que su camisón reposara arrugado en su vientre.
—Estoy tan feliz de escucharte, te extrañé mucho.
Una sensación de satisfacción llenó el alma de Osamu, su chica se estaba declarando. Él también la había extrañado, los breves encuentros con Clover lo dejaban pensando en ella por semanas, anhelando que sus destinos se cruzaran nuevamente.
A veces, cuando la veía, sentía el hilo rojo tirar de su dedo, dirigiéndolo hacia ella. Lo hipnotizaba en todos los sentidos. Clover era consciente de sus atributos, tanto físicos como intelectuales, y lo estaba engatusando poco a poco.
—¿Ah sí? ¿Por qué no me muestras qué tanto me extrañaste?
Clover mordió su labio extasiada, sus pantaletas comenzaban a tener esa humedad tan característica de la presencia de Dazai.
—¿Como qué?—preguntó con voz seductora, mientras apretaba los muslos para tranquilizar ineficazmente el cosquilleo entre sus piernas.
Dazai guardó silencio por un par de segundos, luego la línea se llenó de una suave risa, que introdujo nuevamente su personalidad juguetona.
—¿Por qué no me das un espectáculo con el que pueda soñar en mi cama?—sugirió vivazmente.
Clover se mordió el labio inferior, un escalofrío placentero recorrió su anatomía completa al escucharlo decir aquello. Asintió tontamente, sabiendo que él podía verla, dejó caer el celular a su lado en el colchón, deslizó con suavidad las manos por su piel.
Dazai observó atento como los dedos largos y delgados de Clover recorrían su carne, sus piernas sedosas se flexionaron juntas para ayudar a quitar las bragas rosas con más facilidad, y así ser arrojadas a un lado de la cama como el estorbo que eran.
La mano derecha de Clover se situó entre sus muslos, acariciando con delicadeza sus pliegues mojados.
—Alto —la voz sombría de Dazai interrumpió su lujurioso accionar. —No quiero que nada entre en ti antes de que yo te tome, Clover.
Aquel tono tan oscuro solo la hizo prenderse más, sentía cada centímetro de su cuerpo arder por la necesidad de ser penetrada por él. Acarició lentamente su clítoris con los dedos, soltando un par de jadeos lastimeros que aumentaron el erotismo de la situación.
—Entonces, ¿por qué no subes?—lo animó, suplicante por sus atenciones masculinas.
Dazai sonrió complacido por su respuesta, pero no quería arruinar un juego tan divertido. Metió la mano izquierda en su bolsillo, tratando de apaciguar fallidamente la erección en el pantalón.
—Lo siento, flor de loto, pero... —sonrió al escuchar un gemido lleno de decepción, como el de un gatito rogando por leche—aunque no se note, soy un romántico. Y quiero hacer que ambos agonicemos por la necesidad carnal del otro antes que lo hagamos. —Después de todo, ¿Qué mejor sufrimiento que no permitirse tocar a la mujer que deseaba con tanto anhelo? —No sabes todas las cosas que te haría...
Clover se las imaginó explícitamente sin problemas. Y se le ocurrió que, si Dazai no subía por voluntad propia, lo provocaría para que lo hiciera.
—Sabes... te imagino besándome, lamiendo cada rincón de mi cuerpo. Quitándote las vendas para atarme a la cama y tenerme a tu merced... —arqueó su espalda y apretó la almohada a su lado, escandalizada por tal idea— arrancando mi ropa a retazos y sobre estimulándome hasta que no pare de temblar, porque es la única forma en que podrías hacerme daño... ¡Ah!—gritó al sentirse cada vez más cerca de correrse.
—Y luego entraría en ti, para follarte hasta que te quedes dormida—finalizó su relato con voz profunda y varonil. Afirmando todo lo que ella narró.
Clover se imaginó la situación planteada. Dazai llegando a casa del trabajo, exhausto y frustrado sexualmente, para desahogarse con ella. Sometiéndola, sin dejarla correrse, sin permitir ver un solo centímetro de su piel, él con su traje, embistiéndola sin respiro hasta que se desmayara de placer.
Otros escenarios llegaron. Como el día en la recepción de la Port Mafia, ella recostada boca abajo en el sofá, las manos de Dazai levantando su falta con osadía, apretando su trasero de manera brusca hasta dejar sus dedos marcados. Sentándola en su regazo para acariciarla hasta que empapara el sofá de Mori con sus jugos. Poniéndose de rodillas para suplantar la paleta de fresa con el miembro de Osamu, lamiéndolo y engulléndolo hasta provocarse arcadas con él por las ganas de introducirlo completo en su boca y no poder.
Eran tantas las posibilidades, pero el aturdimiento del placer desatando espasmos en su cuerpo no se lo permitió. Sintió el nudo del orgasmo romperse en su vientre, y extendiéndose por todo su ser, hasta hacer temblar cada extremidad. Soltó un grito de estasis que retumbó por el cuarto.
—¡Dazai!—exclamó antes de bajar del cielo y quedarse dormida de lo mareada que acabó.
Osamu se mordió el labio con satisfacción, a pesar de que su cinturón iba a romperse en cualquier momento por la presión que ejercía su erección para liberarse. Cortó la llamada y se subió al auto, desprendió por fin su pantalón, y jadeo de satisfacción al dejar esa opresión.
Se acarició recordando los suspiros y aullidos de Clover al tocarse. Como sus caderas se movían y sus pechos rebotaban por las sacudidas de los espasmos, aceleró el bombeo de su mano, soñando con todo lo que ella le confió. O mejor dicho, lo que predijo, porque leyó con astucia sus fetiches más profundos, que pretendía llevar a cabo con ella.
Desde que la vio se obsesionó con tenerla para él solo, torturarla secretamente sobre su escritorio mientras tenía una videollamada de trabajo. Soltó un gruñido al correrse en su mano.
Por poco no pudo aguantar el impulso de subir y hacérselo, pero ya habría tiempo para realizar todas esas fantasías, lo sabía perfecto. Pero, tampoco quería hacerlo de esa forma, entrando por la ventana a escondidas para que Archer no los atrapara. No, él no era otro mocoso necesitado, sino un hombre que se ganaría a su hija como debía... hasta hacerla volver loca de lujuria... como lo estaba por ella.
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