Su sonrisa hermosa y arrogante volvió a ser la protagonista en su rostro, echando así la ansiedad que la carcomía e impedía pensar con claridad.
—Sin dudas eso te vuelve más interesante y divertido—acotó con sarcasmo soltando un bufido, y volteó los ojos como la adolescente frustrada que era, la expectación de Dazai le presagiaba que él no iba a ignorar el tema, no tenía de otra opción más que hablar.—Mi habilidad se llama No puedes resistirte a mí. Con un mínimo rose a la piel de otro puedo hacer que esa persona haga lo que yo le diga hasta por 24 horas. No hay absolutamente nada que pueda interrumpir la conexión a menos que yo así lo decida.
Sus mejillas se ruborizaron parcialmente cuando notó la fascinación que hacía brillar los iris avellana de Dazai, eso provocaba que su corazón latiera con fuerza. Él tomó su tersa mano con delicadeza y besó sus nudillos cálidamente mientras contemplaba los ojos color ámbar de Clover.
Le enternecía que por momentos su fría, manipuladora y egoísta personalidad flaqueara a causa suya, aunque él no se quedaba atrás. A pesar de los pocos instantes que compartían juntos, no podía evitar pensar que ella se volvería una obsesión en su vida, una mujer que lo sorprendiera no se encontraba todos los días. Dazai no era tonto, si la dejaba escapar se arrepentiría a lo largo de toda su existencia.
[...]
Dazai le dio un golpe en el estómago a Akutagawa que lo hizo interrumpir su respiración por un instante. Estaba harto, quería irse a casa de una vez, siempre deseaba tener la satisfacción de que ese idiota hiciera algo bien, pero nada. Al parecer su subordinado era pura ira e instinto, a veces le daban ganas de quitarle la tapa del cráneo para examinar si tenía o no cerebro.
—Terminamos por hoy—dijo de malhumor, dejando a Akutagawa allí de rodillas en el suelo.
Subió las escaleras con pesar, recorrió el edificio hasta llegar al anteúltimo piso más alto, ignoró a todos los participantes de la port mafia con los que se encontró porque estaba de malhumor. Al llegar a la puerta de su oficina paró en seco, y observó como la luz de dentro se escabullía por la fina abertura de la puerta.
Bufó del hartazgo y la abrió suavemente, con todos los sentidos alertas esperando un ataque. Pero no fue así, allí estaba Clover, sentada sobre su escritorio, con una paleta en la boca, mientras jugaba con un cubo rubik que ya casi tenía terminado, su uniforme se veía desalineado, con el corbatín medio caído, varios botones de la camisa desprendidos y no llevaba la chaqueta roja que lo completaba. Sus ojos ámbar se alejaron del juguete, enfocándose en él. Le sonrió alegremente, después de todo llevaban un mes sin verse.
—¡Dazai!—gritó contenta.
Bajó del escritorio exponiendo por una breve frecuencia de tiempo sus muslos tersos por el revoloteo de la falda tableada, quitó la paleta de su boca, dejando sus labios suavemente teñidos de rosa. Saltó sorprendiendo a Dazai y se colgó de su cuello obligándolo a encorvarse.
Sus rozados y carnosos labios besaron los de Osamu, él abrió los ojos completamente atontado sin poder creer su osadía, aunque en su defensa no se podía jactar de estar en su día más lúcido. Antes de poder seguirlo, ella ya se había separado.
Clover lo miró confundida al no encontrar ninguna mirada lasciva de su parte, casi siempre esos besos le ganaban a todos los chicos, bastante ilusa al pensar que un simple rose de labios haría perder la consciencia a Dazai.
Él la observó, la rubia tenía las mejillas rojas y la mirada desolada, estaba haciendo puntillas con los pies para poder igualar la altura de su pretendiente, cosa que enterneció de sobremanera a Osamu.
—Que beso más inexperto—se rió con socarronería, poniendo a Clover aún más nerviosa, ella quería esconderse de la vergüenza que sentía. "Él ni siquiera me tocó, ni me tomó de la cintura", y era verdad, las manos de Dazai ni siquiera habían amagado a salir de sus bolsillos.—En qué problema te acabas de meter, flor de loto—le sonrió de costado.
Aquel brillo de perversión en sus iris avellana alarmó a Clover, haciendo que se percibiera a sí misma como un conejito a punto de ser devorado por un lobo. Dazai acarició su cuello y la acercó aún más a su anatomía, besándola en consecuencia con una ferocidad inigualable. Su lengua se paseaba por su boca de forma deseosa, pudo degustar el sabor a frutilla y chicle de la paleta, cosa que le puso muchísimo más, ya que él solía imaginarse a su rubia como un dulce que quería exprimir hasta sacarle todo el jugo.
Clover se tensó al sentir aquellas grandes manos acariciar su falda, mientras jugaba perversamente con la tela tocando su trasero. De allí se escabulleron a sus muslos, de los cuales tomó impulso para cargarla, obligándola a soltar un jadeo involuntario.
Arrojó buena parte de los papeles de su escritorio al suelo, sin interesarle que debería ordenarlos luego, si debía trabajar doble luego de eso valía la pena, "si su padre me torturara y asesinara también lo valdría". Continuó besándola desenfrenadamente, el ambiente se llenó de suspiros promiscuos de parte de Clover, que sí eran reales y no una actuación.
Pero su momento de pasión no duró mucho.
—Idiota, Mori nos encargó un trabajo—dijo Chuuya detrás de la puerta.
Dazai soltó un gruñido de fastidio separándose de ella. Clover respiró agitada, sin poder controlar las bocanadas de aire que tomaba, estaba completamente atontada y agradecida con Chuuya de cierta forma, porque ambos habían perdido el control de la situación, y no creía estar lista para tanto.
—Te veo abajo—le contestó a su compañero con recelo, volvió a mirarla en cuanto el ruido de los pasos del pelirrojo desaparecieron en la lejanía.—Para mí desgracia nos separaremos otra vez, mi dulce flor, pero quiero que sepas... —besó sus nudillos mirándola a los ojos—que esto se repetirá y lo terminaremos.
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